5. Amantes
Valentina siente un pequeño instante de pánico cuando ve la mirada de Franco mientras se acerca a ella. La determinación y algo más oscuro brilla en sus ojos, y lejos de generarle rechazo, siente que el deseo que siente por él nunca ha sido tan intenso.
Franco tiene claro que no va a dejar escapar esta oportunidad. Se sube en el sofá cama, moviéndose con seguridad pero cautela. No quiere parecer un animal desesperado. Quiere demostrarle a Valentina que aunque ansía tenerla, la quiere, la quiere de verdad, y no tiene intenciones de usarla y marcharse.
Cuando están al fin lo suficientemente cerca, él toma el rostro de su amiga de la infancia entre sus manos. La admira unos segundos antes de ahogar la distancia entre sus labios. El beso es suave y cauto, y ambos disfrutan de la suave textura de los labios ajenos. Al principio, es sólo eso, un roce tierno y controlado, pero cuando se separan, suspiran, sonríen, y vuelven a besarse, sin dejar de sonreír. Y esta vez, se besan con ganas, demostrándose lo mucho que llevan esperando este momento.
Ella pasa los brazos por sus hombros, y él mantiene una de sus manos en la mejilla de la chica mientras su otra mano va a su cintura. Entre besos y caricias sutiles y tiernos, terminan recostados en el sofá cama. La situación parece incluso inocente; solo dos jóvenes que se gustan mimándose el uno al otro.
- No tenés idea de cuánto tiempo soñé con esto – admite él, rozando sus narices. – Me volvés loco, Valentina.
Ella sonríe y lo besa castamente, apoyando su frente en la de él. Sus manos se afianzan al cuello de Franco, acariciándolo con ternura.
- Me gustás desde la secundaria, Fran – confiesa ella. – Me iba a declarar, pero te fuiste – añade, en un tono que muestra una profunda tristeza.
- Lo lamento tanto, Valen – murmura, y realmente lo lamenta. – Fui alto pelotudo.
Valentina lo mira, sin dejar de sonreír, perdiéndose en esos ojos que oscilan entre el marrón y el verde. Es hermoso, y podría contemplarlo por horas sin aburrirse. Pero sabe que hay más, que no tiene que conformarse con eso.
- Compensalo ahora – sugiere ella, y el piloto parece algo confundido. – Sos re lento, boludo – se ríe entonces.
Cuando dice eso, él por fin entiende lo que ella ha querido decir, así que sonríe, de esa forma traviesa que Valentina ama, y la besa con calma. Su cuerpo se posiciona sobre el de ella con mucho cuidado, mientras sus brazos la envuelven. Desea sentirla por completo, que cada parte de su cuerpo roce cada parte del cuerpo de ella. Más que besarla, la devora. Suma la lengua al beso y la besa con tantas ansias que cuando vuelven a separarse ya están jadeando y faltos de oxígeno.
- Vamos a mi pieza, lindo – sugiere ella, y él no lo duda ni un instante.
Se levanta como un resorte y le ofrece la mano a su amiga. Se plantea si realmente puede llamarla amiga ahora mismo. ¿Debería decir amiga con derechos? No quiere eso. Quiere que sea su novia. Que sea su amante. Que sea suya.
Valentina toma la mano que le tiende sin un ápice de duda. Lleva más tiempo del que querría admitir pensando en este momento, en llegar a este punto. Franco le gusta desde que es una niña, y ver que tantos años después al fin va a suceder, la llena de emoción. No siente miedo, ni duda. Sólo la más pura determinación.
Los dos van hasta su habitación con prisas, riendo como dos críos que van a cometer una travesura. Ni siquiera cierran la puerta cuando entran en el cuarto. Franco toma a la chica por la cintura, acercándola a sí mismo y besándola. Valentina rodea el cuello del piloto, hundiendo una de sus manos en el pelo rizado del mismo. Es un beso ardiente, de dientes y lenguas, en el que ambos demuestran cuánto se han extrañado y deseado todos estos años.
Es ella la que lo guía a él por la habitación, hasta que las piernas del chico topan con la cama y cae sentado en la misma. La mira desde abajo, con el pelo revuelto y las mejillas coloradas, y Valentina siente que está en un sueño. Porque se ve tan hermoso y caliente en este preciso momento, que sabe que no hay vuelta atrás. Tiene que ser suyo inmediatamente.
- Sos tan hermoso – susurra, llevando su mano a su mejilla. – Esta va a ser la cogida de mi vida, ¿entendés? No voy a aceptar menos.
Él se ríe, y asiente con la cabeza.
- No tenés que aceptar menos – le da la razón.
Los dos sonríen y ahora es él quien toma la iniciativa. La agarra por la cintura y la atrae hacia sí, y ella se sube a horcajadas sobre su regazo. Vuelven a besarse, con algo más de calma, pero con el mismo deseo. Se saborean con parsimonia, tratando de apreciar cada sutil detalle.
Franco la rodea con sus brazos y en un astuto y ágil movimiento se da la vuelta, aprisionando a la chica entre su cuerpo y el colchón. Se arrastran en la cama hasta que están en el centro de la misma, sin dejar de besarse ni un sólo segundo. Para ellos, cada pequeño movimiento y acción es importante. Es importante hacerlo despacio, con cariño, con dulzura. No quieren que sea sucio y vulgar. Puede que sí quieran hacerlo brusco. Pero no vulgar. Saben que merecen más que eso. Aunque quizás las ganas que se tienen les hagan perder la cabeza.
Valentina agarra el final de la sudadera de Franco, y con la ayuda de él se la saca, arrastrando la camiseta también. Cuando lo tiene desnudo de cintura para arriba, disfruta brevemente de las vistas antes de volver a besarlo mientras pasa las manos por sus hombros y su espalda, acariciando su tersa piel y sus trabajados músculos con sus uñas. Él no se queda atrás, y le quita la parte de arriba del pijama a la joven, encontrándose que no lleva absolutamente nada debajo. Durante unos breves segundos, mira algo embobado los pechos de Valentina, los cuales le parecen perfectos, firmes, redondos y del tamaño ideal, con unos pezones oscuros y duros por la excitación. No pierde mucho el tiempo y comienza a besarle el cuello, con la única intención de seguir bajando hasta sus tetas. Y se detiene un buen rato ahí, mordiendo, besando, chupando y lamiendo sus pechos, mientras ella jadea suavemente y acaricia el cabello del piloto.
- Dios, Fran – gime, sintiendo el fuego arder en su vientre.
Él le dedica una sonrisa traviesa y orgullosa mientras atrapa uno de sus pezones entre sus dientes, para luego lamerlo y succionarlo.
Ella está disfrutando enormemente, pero la humedad creciente entre sus piernas quiere que siga bajando y no se recree tanto en sus tetas. Como si le leyera la mente, él desciende por su abdomen, dejando besos obscenos y húmedos, hasta que los pantalones del pijama de la chica se interponen.
- Abrí las piernas como la buena chica que sos, Valen – ordena él, con suavidad pero de forma demandante. Valentina abre sus piernas obedientemente, dejando qué él se coloque entre ellas. La mano del piloto comienza a acariciarla por encima de la ropa, apenas presionando. Ella suelta un pequeño gemido. – Mirá, desesperada por mí. Gimiendo y rogando por que te toque.
- No seas gil, Fran – contesta mordazmente. – Dejá de jugar.
Él sonríe. Mínimo lo ha intentado. Pero él ya sabía que Valentina no es una cualquiera. Tiene carácter, y no va a dejarlo hacerse el dominante. Ella manda. Y él lo sabe. Al menos de momento.
- Como vos querás – murmura finalmente.
Sus manos se enganchan a la cinturilla de los pantalones ajenos, y tira de ellos sin muchos miramientos. Cuando los saca por completo, mira de forma juguetona a su amiga. Definitivamente no se esperaba que ella llevara lencería de encaje roja.
- Feliz Navidad, lindo – dice ella, con una risita traviesa que Franco adora.
- ¿Tu plan desde el inicio era que esto pasara? – Inquiere entonces.
- Mujer precavida vale por dos – replica, y él sonríe.
- Me la ponés re gorda, hija de puta – gruñe, besándola con brusquedad.
Ella ríe durante el beso, siendo consciente de que no le está mintiendo. El bulto de los pantalones del piloto es bastante evidente. Y él la odia un poco, porque está muy duro y sabe que ella no le va a dejar hacer nada al respecto todavía.
Mientras la besa, sus dedos hacen a un lado su ropa interior y comienza a tocar su intimidad, buscando ese punto mágico que la hará caer rendida a sus pies. No tarda mucho en dar con él, y cuando comienza a masajearlo, su beso se ve interrumpido por los gemidos de ella. Sonríe orgullosamente por lo mojada que está, porque es muy consciente de que es él quien la tiene así de urgida. Y escucha maravillado sus jadeos y gemidos, disfrutando de ellos porque es él quien los provoca.
No satisfecho con sólo tocarla, le quita la ropa interior y se coloca mejor entre sus piernas, comenzando a besar sus muslos, dejando un reguero de húmedos besos por ellos. Cuando llega a la cara interior de los mismos, Valentina ya tiene pensamientos homicidas. Su coño palpita necesitado mientras él se dedica a jugar, y quiere matarlo. Cualquier queja desaparece de su mente cuando los labios del piloto al fin se posan en su intimidad, su lengua encontrando su clítoris de inmediato.
- Me estás matando, Fran – maldice ella, gimiendo.
Él sonríe, pero no se detiene. Su lengua se mueve con experiencia sobre el delicioso amasijo de nervios, primero de arriba a abajo y luego en círculos. Franco se agarra a sus muslos, devorándola con hambre. El lubricante que expulsa Valentina lo fascina, y lo expande por toda su intimidad con la lengua, asegurándose de que todo esté bien resbaladizo. Su boca no pierde el tiempo con tonterías. Quiere satisfacerla bien y rápido. Por eso se centra en su clítoris, succionándolo y besándolo, masajeándolo a un ritmo lento pero que va aumentando paulatinamente. Se toma su tiempo, acelerando muy poco a poco, saboreándola como es debido y asegurándose de que ella lo está disfrutando. Los gemidos y ruegos de la joven son música para sus oídos, y Franco no podría estar más feliz y cachondo.
Aún así, la dureza cada vez más evidente de sus pantalones, lo está matando, y puede jurar que morirá si no recibe atención pronto. Quizá sea su egoísmo el que le hace ir más deprisa, moviendo su lengua de tal modo que en cuestión de segundos siente que las piernas de Valentina comienzan a temblar, mientras ella arquea su espalda, levantando la pelvis por inercia.
- Fran – gime entre jadeos desesperados, sintiendo el corazón acelerado y las oleadas de placer inundándola. El orgasmo se acerca a ella de forma vertiginosa, y no quiere detenerlo. – Ya casi...
No puede contenerse más y termina explotando. Fran siente cómo ella le tira del pelo, mientras los espasmos del orgasmo la sacuden. La ayuda a montar su éxtasis y llevarlo hasta el final, solo deteniéndose cuando ella aprieta las piernas en torno a su cabeza, demasiado sensible como para seguir soportando el contacto.
Él se aparta un poco, mirándola desde su posición, y no puede hacer otra cosa que sonreír por tener tal imagen frente a él. Sus labios semiabiertos y su pecho subiendo y bajando debido a su agitada respiración, el sudor perlando su frente, sus ojos cerrados, aún asimilando la sensación. Él pasa la lengua por toda su intimidad por última vez, limpiando todo su flujo, deleitándose con su sabor ligeramente salado y con el gemido quejoso que suelta ella.
Se acerca para besarla, dejándola probarse a sí misma a través de sus labios.
- Qué rica conchita tenés, Valen – susurra en su oído, besando la piel de debajo de su oreja.
- Dejá que te devuelva el favor – contesta ella, dedicándole una sonrisa coqueta a la que él no se resiste.
Lo empuja por el pecho hasta que él está contra el colchón y ella sentada a horcajadas justo encima de su erección. Pasa las manos por su pecho y su abdomen hasta que llega a los pantalones que lleva, los cuales le quita sin pensarlo demasiado, arrastrando con ellos sus bóxers. La erección del piloto cae sobre su estómago, dura y necesitada.
- Tan grande y toda para mí – murmura, tomándola en su mano, y él no contesta, demasiado concentrado en la imagen que tiene delante de sí.
Porque, definitivamente, tener a Valentina desnuda y sentada sobre sus muslos mientras tiene su polla en la mano, es algo que no quiere olvidar en la vida.
La chica tampoco quiere perder el tiempo, así que con suavidad comienza a mover su mano de arriba a abajo, sonriendo orgullosa al oír los sutiles gruñidos que suelta su amigo. Cuando cree que está lo suficientemente dura, se posiciona mejor, y apartándose el pelo de la cara, sitúa su cabeza junto al miembro del piloto.
- ¿Vos querés que me coma todo esto, Fran? – Pregunta, con una sonrisa que le demuestra que no tiene ningún problema con ello, sino que tan solo está jugando con él.
- Sé que podés con eso y más, linda – responde, y ella se estremece por el tono grave y oscuro de su voz. – Además, vos sos una buena chica, por eso te vas a comer mi pija entera y vas a disfrutarlo como una puta. ¿No, Valen?
La chica no responde, pero jura que vuelve a estar mojada sólo por oírle hablar así. Traga saliva y le dedica su mejor sonrisa arrogante.
De nuevo, no pierde el tiempo: atrapa la cabeza rosada e hinchada de su polla entre sus carnosos labios, chupándola con ímpetu. Franco no puede evitar soltar un gemido ante el repentino y placentero contacto, observando con adoración cómo su miembro desaparece entre los labios de Valentina. Su boca lo recorre de arriba a abajo, usando la lengua exquisitamente, deteniéndose en su punta para volverlo absolutamente loco. Es la parte más sensible del falo, y la chica hace buen uso de ese conocimiento, dándole especial atención. Luego, empieza a subir y bajar por su miembro, hasta que él se ve con la suficiente confianza para empezar a mover sus caderas al ritmo de ella, haciéndola tragar más centímetros en cada estocada.
- Qué bien me la comés, Valen – jadea él.
Valentina no tarda en sentir las lágrimas en sus ojos, causadas por el placer y la profundidad de las embestidas de Franco contra su boca. Cada poco tiempo se detienen para que tome aire, y luego lo reanudan, aunque cada vez él se mueve más deprisa, más desesperado. Hasta que en una de las veces que se detienen, ella decide que ya está bien de preliminares.
- ¿Qué mierda hacés? – Gruñe él, confuso y frustrado. – Ya estaba por acabar.
- Justo por eso – replica ella, acercándose a la mesita de noche y sacando un condón de ella. – Si querés acabarme la boca, primero tenés que cogerme tan duro que me olvide de mi nombre.
- Sos muy mandona, ¿sabés? – Se queja, viéndola abrir el preservativo. Suelta un gemido cuando se lo pone, aprovechando para tocarlo un poco. – ¿Puedo opinar algo acá?
- No – niega ella, agarrándole la polla y alineándola con su entrada. – Te voy a montar y después podés hacer lo que se te cante.
Apenas lo piensa.
- Una gran idea.
Valentina no titubea al dejarse caer sobre su erección, sintiendo cómo el miembro de Franco se hunde en ella con una facilidad pasmosa. Está tan mojada y caliente, que el alivio y el placer la inundan por completo. Los dos gimen al unísono, permitiéndose unos segundos para recrearse bien en la sensación.
De todos modos, la chica no tarda en empezar a moverse, meneando sus caderas de adelante hacia atrás, asegurándose que en cada movimiento él llegue lo más profundo posible. Los dos jadean en cada embestida, y aunque disfrutan de la lentitud con la que Valentina se mueve, pronto sienten la necesidad de ir más deprisa.
Ella apoya las manos en el pecho del piloto, mientras lo monta con una elegancia que lo deja embobado. Él la toma por las nalgas, empujándola y ayudándola con sus movimientos. Poco a poco, van más y más deprisa, ambos jadeando y gimiendo extasiados. Pero Franco no es tonto, y sabe que si siguen así ella se va a correr enseguida. Y aunque eso sea bueno en apariencia, no va a dejarla correrse por segunda vez mientras él aún no ha podido hacerlo ni siquiera una. Primero va a jugar con ella.
Como la ve cansada, lo utiliza como excusa para voltearse, quedando él encima. Ella no ofrece resistencia y se deja dominar, abriendo bien sus piernas y enredando las mismas en la cintura del chico. Él toma sus manos y las lleva hasta encima de su cabeza. Con una mano, le agarra ambas muñecas, manteniéndolas ahí. Con la otra mano, la agarra del cuello, apretándole suavemente.
- ¿Querés acabar de nuevo, linda? – Susurra cerca de sus labios. Ella asiente con la cabeza. – Bien. Pero primero tenés que ganártelo.
Valentina no entiende del todo qué quiere decir eso, pero cualquier cosa le vale. Por eso no se queja cuando él empieza a moverse, a un ritmo acelerado y brusco, follándola con una rudeza que la lleva al borde del orgasmo en apenas unos segundos. Pero cuando está a punto, él se detiene, cabreándola.
- ¿Qué mierda hacés, flaco? – Bufa, viendo que la tiene completamente dominada, con sus manos aprisionadas sobre su cabeza y el cuerpo del piloto sobre el suyo.
- Callada, Valen.
No la deja protestar cuando la está besando y reanudando las embestidas. Cada estocada hace gemir a la chica, que de nuevo siente que está a punto de llegar. Pero cada vez que puede rozar la sensación, él se detiene. Y lo odia. Le insulta y le insta a que siga, pero él solo se mofa de ella y la besa para que se calle.
- Pedilo bien – dice entonces. – Pedilo como la chica obediente y desesperada que sos.
Ella lo mira a los ojos, esos ojos oscurecidos por la lujuria, y sabe que si no ruega, no va a dejar que se corra.
- Por favor, Fran – suplica. – Dejame acabar. Voy a hacer que vos quieras.
Él sonríe.
- ¿Algo más? – Insiste él.
Ella frunce el ceño. "Gil de mierda", lo maldice mentalmente.
- ¿Sos así con todos, Valen? ¿Le rogás a cualquiera? ¿Dejás que te coja cualquiera?
- No – niega enseguida. – Sólo te rogo a vos, Franco. Sólo dejo que vos me cojas así...
- No te creo – murmura, rozando el cuello de la chica con su nariz, moviéndose muy despacio hasta que está completamente dentro de ella.
- Soy tuya, lindo. Sólo tuya – gime, mirándolo con sus grandes y hermosos ojos azules, que ahora muestran placer y desesperación a partes iguales. – Por favor, Fran...
Él la escruta con diversión y excitación. Siente cómo le palpita la polla, enterrada en ella hasta el fondo, y decide que ambos se merecen correrse de una vez.
Reanuda sus movimientos al fin, y esta vez no se detiene. Se mueve rápida y bruscamente, persiguiendo su orgasmo, disfrutando de cada embestida y de cada gemido que libera Valentina. Y se besan, se besan con una desesperación intensa y salvaje. Franco termina soltándole las manos, y mientras él la agarra por la cintura para follarla más duro, ella lleva sus manos a su espalda, clavándole la uñas en la misma.
En esta ocasión, ambos persiguen el orgasmo juntos, y juntos llegan a ese ansiado clímax. Los movimientos del piloto se vuelven erráticos y torpes cuando se corre y continúa únicamente para ayudar a Valentina a explotar al máximo su éxtasis. Cuando sienten que no pueden más, los dos sienten todos los músculos de su cuerpo agarrotados. Él se deja caer con cuidado sobre ella, y ella lo abraza, cerrando los ojos.
- Mierda – susurra ella, asfixiada.
Él la abraza por la cintura y besa su mandíbula, mirándola con una pequeña sonrisa.
- ¿Fue la mejor cogida de tu vida?
Ella se ríe y lo mira, sintiéndose absolutamente satisfecha por lo ocurrido.
- Definitivamente.
- Bien – suspira Franco, feliz. – Sos mía, Valentina. No te olvidés de eso.
- No podría – responde en voz baja. – Pero vos también sos mío, ¿me escuchaste?
- Obvio – asiente. – Soy todo tuyo, linda. Siempre lo fui – admite, suspirando.
Se besan tiernamente, y esta vez disfrutan de una calidez menos intensa y más calmada y dulce.
- Che, pudiste ser más romántico – se queja ella entonces.
- No te escuché protestar mientras te cogía – la chincha, besándola castamente. – Pero si querés que hagamos el amor, no te preocupés. Vamos a tener tiempo.
- Me gusta cómo suena eso – reconoce con una pequeña sonrisa. – ¿Podés con otra ronda ahora?
- Ay, Valentina – murmura con una sonrisa arrogante. – Soy un deportista de élite. Puedo con vos.
- Suena a reto.
- Quizá lo sea.
Un instante después, ella vuelve a estar encima.
- Acepto.
★★★
Falta sólo un día para que sea Nochevieja, y aunque estos días con Franco han sido geniales (sobre todo los últimos cuatro días), quiere empezar el año con su familia. Por eso, cuando abre la aplicación del tiempo y ve que la tormenta de nieve ha remitido, corre a ver la página web del aeropuerto, para comprobar si vuelven a haber vuelos.
- ¡Fran! – Chilla emocionada, levantándose de la cama y corriendo al baño, donde su amigo (sigue resultándole raro llamarlo así, pero realmente no sabe cómo decirle) se está duchando. Él ya está fuera de la ducha, secándose, cuando ella entra. – ¡Ya podemos volar a Argentina! – Anuncia con una sonrisa radiante, mostrándole la pantalla del teléfono.
Él lee lo que dice el móvil, y luego la mira, aunque no parece ni la mitad de ilusionado que ella.
- ¿Querés volver?
- Obvio – asiente ella, confusa. – ¿Vos no?
- Sí, pero... – se encoge de hombros, poniéndose la toalla en torno a la cintura. – Quiero pasar las fiestas con vos, Valen. Y si vos te vas a Córdoba con la familia de tus papás...
- Podés venir conmigo – se ofrece.
- Ya, pero yo quiero pasarla con mi familia. Además, es pronto para que conozca a toda tu familia, ¿no te parece?
Valentina frunce el ceño, sin entender qué quiere decir todo eso.
- Casi toda mi familia ya te conoce, Fran. Además, tampoco pasa nada si nos separamos un par de días...
- ¿Y después?
Esa pregunta la deja pensativa. Ha estado tan concentrada en disfrutar de él y con él, que no se han parado a pensar adónde les lleva todo eso. Ni siquiera le han puesto un nombre a lo que tienen. Sólo llevan cuatro días cogiendo, saliendo por ahí y divirtiéndose juntos. Como si fueran novios, pero sin serlo. Sin pensar en que él es piloto de Fórmula 1 y ella vive en Quebec.
- No sé – susurra, dubitativa. – Ya buscaremos una solución...
- Vení conmigo a Europa – espeta él, como si llevara días conteniendo esas palabras. – Podés vivir conmigo en mi departamento de Inglaterra.
- ¿Qué? No podés pedirme eso, Fran.
- ¿Por qué no?
- Mi vida está acá. ¿Qué voy a hacer en Inglaterra? Apenas tengo estudios. ¡Y ni siquiera somos nada!
- ¿Qué más da eso? – Insiste.
- Tenés razón, no me voy a ir a Europa con vos después de una semana juntos, si sos mi novio o no da lo mismo.
- Me tenés que estar jodiendo, Valentina.
- ¿Yo? ¡Sos vos el que me decís que me vaya de acá para hacer lo que a vos se te cante! Este es mi sueño, Fran. Vos tenés el tuyo, y no te voy a pedir que lo dejes.
- Tu sueño y el mío no pueden ser a la vez – dice tajantemente.
Y los dos saben que tiene razón. Y los dos se sienten estúpidos por no haberlo pensado antes. Ella se siente idiota por no haber mandado a la mierda a Franco en cuanto lo vio en el aeropuerto. Él se siente como un imbécil por haber ido a buscarla en un inicio.
- ¿Entonces? – Murmura ella con voz queda. – ¿Qué hacemos?
Franco se piensa bien lo que está a punto de decir. Dios, se odia tanto a sí mismo por haberlos envuelto en esta situación. ¿Por qué tuvo que viajar a Quebec? ¿Por qué tuvo que llamar su atención cuando la vio en el aeropuerto? ¿Por qué tuvo que aceptar su invitación de quedarse en su apartamento? ¿Por qué ha hecho todo lo que ha hecho sabiendo que no podía ser?
Piensa en cómo puede arreglarlo, pero se da cuenta enseguida de que no puede. Él no va a abandonar su sueño para estar con ella. Y se da cuenta de que no puede pedirle a ella que abandone el suyo. Así que intenta apartar sus sentimientos, lo cual es duro. Y es aún más duro ignorar todo el sentimiento que muestran los ojos de ella.
No dice nada y se viste, mientras ella lo mira, con los ojos llenos de incertidumbre, aunque intente mantener la esperanza. Cuando termina de vestirse, la mira a los ojos, tratando de no mostrar el dolor que siente anticipadamente.
"Ojalá me perdonés por lo que voy a decir", piensa en su mente.
- Mirá, Valen, la pasamos bien esta semana. Pero vos sabías que nuestras vidas son incompatibles. Podemos ser amigos y listo, cada uno por su lado.
- ¿Qué? – El dolor y la confusión en su voz son tan evidentes que Franco se siente horrible. – ¿"La pasamos bien"? ¿"Podemos ser amigos y listo"? ¿Qué mierda decís?
- Dale, Valentinita, no te pongas así – dice de forma bromista, aunque en realidad quiere llorar. – El sexo fue increíble, pero ya. Nos sacamos las ganas y podemos volver a ser amigos.
Lo odia. Lo ve en sus ojos.
- Andate de mi casa – susurra, con los ojos brillantes por las lágrimas contenidas. – Ya.
- No te enojés, Valen...
- ¡Te dije que te vayas! – Grita, empujándolo por el pecho. – ¡No te quiero volver a ver, gil de mierda! ¡Sos un hijo de puta! – Las lágrimas resbalan por sus mejillas, y con cada empujón él siente que su voluntad se quebranta más. No puede hacerle eso, no quiere que ella piense que para él han sido sólo un par de días de sexo. – ¡Agarrá tus cosas y andate!
El último empujón casi le hace perder el equilibrio. Está furiosa, pero a él eso le da igual. Lo que le rompe el alma es ver su dolor. No quería provocar eso. No quería verla sufrir así. Se prometió a sí mismo que jamás volvería a hacerla sufrir como cuando la abandonó. Y ha roto su promesa. La está haciendo llorar. Le ha hecho creer que sólo la ha utilizado para coger.
"Te amo", piensa cuando ella cierra la puerta de su apartamento, dejándolo a él fuera con su maleta.
"Te odio", piensa ella mientras se desploma en el suelo, llorando desconsoladamente y sintiendo que le duele el corazón.
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