4☢︎︎
"La prueba de un afecto puro es una lágrima" Lord Byron
Jade
7:00am
Observo a Andrés dormitando en el sillón. Apenas logramos dormir una hora o dos antes de que el rubio comenzase a torturarme.
Tras volver, no hemos descansado nada. Mi estómago ruge y decido quedarme despierta. No podría dormir aunque quisiera. Tengo taquicardia.
Finalmente cierra los ojos y su respiración se acompasa. Esta dormido. Se ve tan tranquilo que logra ocultar lo salvaje de su ser. Recuerdo sus ojos intensos deseando saber más de lo que le quiero decir.
No creo que sea peligroso.
Llevo quizás dos horas tratando de permanecer despierta pero no ceso de parpadear.
Me siento en el colchón apoyando los codos en mis rodillas.
El brazo arde. Observo las heridas, luce hinchado pero no son graves.
Parpadeo unos segundos. Noto un bulto sobre el colchón y salto. Andrés se ha sentado tras de mí.
—Deberías descansar un poco.
—No puedo. —murmuro más dura de lo que pretendl.
—Intentalo — pide.
—¿Recuerdas que te hablé de Laura? —comienzo.
—Sí.
—Tuvo una muerte horrible. No quiero acabar como ella. — confieso.
— yo me quedaré despierto y vigilaré. En cuanto podamos nos escapamos Sofía, pero debes dormir un poco
Su tono conciliador me saca una fina sonrisa.
— eso espero
Me cubro con la colcha y el cansancio me envuelve.
Alguien me zarandea y abro los ojos aterrorizada.
— Están aquí — murmura— . Vamos
Me levanto de un salto. Andrés me observa.
— En cuanto abran la puerta. Lanzale la colcha y huimos — me pide él entregándome la áspera manta.
—¿Y tú que harás?
— correr a buscar ayuda
Miro sus ojos que me observan con profundidad. Quita un mechón de mi rostro. Estoy aterrada.
—Correré a buscar ayuda. Soy muy rápido. Volveré por ti —explica. Trago saliva con el corazón a punto de salirse.
Quiero decirle que es mala idea pero no tengo tiempo así que cuando la puerta se abre hago lo que me pide.
Él se esconde tras la puerta y yo lanzó la colcha al hombre enorme.
Andrés aprovecha para salir por la puerta. El hombre se quita la colcha rápidamente y aunque logro salir. Me agarra del cabello y me tira al suelo. Veo a Andrés correr a lo lejos. Todo me da vueltas. Él se tira sobre mí y golpea mi rostro. Me cubro la cara pensando que volverá a golpearme. Pero no lo hace. Solo se ríe.
Veo a Andrés volver hacia nosotros. El hombre le da la espalda y no le ve.
Le doy un mordisco en el brazo y aprovecho para quitármelo de encima.
Le toma tan por sorpresa que aunque se levanta, ya es tarde.
Andrés coge mi mano y tira de mí.
—¿Por qué volviste ?
—No podía dejarte —explica y corremos por el pasillo.
Nos lleva hasta unas escaleras que bajamos. Son grises y desgastadas.
Al final de las escaleras hay una puerta. Andrés coge el pomo pero no logra abrirla. Lo intento yo, una y otra vez pero es imposible.
El mastodonte llega hasta nosotros.
Trata de agarrarme pero me alejo y choco contra una pared. Corro por las escaleras pero el agarra mi pierna. Mi cabeza se estrella contra un peldaño.
Pierdo el sentido.
***
La cabeza me palpita. Abro los ojos haciendo una mueca de dolor.
Mis ojos enfocan un cabello rubio.
Mis manos y pies están atados a la silla. Agacho la cabeza y sollozo de puro terror.
Recuerdo las palabras de An.
No supliques
Solía preguntarle a su hermana cuál había sido su formula para sobrevivir a tantos años de maltrato. La madre de ella fue malvada y sufrió abusos por parte de sus clientes.
An solía repetir que la clave era no rendirse y jamás suplicar.
Ahora, mirando al rubio, deseaba más que nada suplicar.
—No llores, no vale la pena.
Cierro los ojos cuando escuchó el sonido de la navaja. Siento un corte en el brazo sano. Se detiene unos segundos para volver a abrir mi piel. El siguiente es más lento y doloroso.
— Hoy es día de fiesta — anuncia y se frota las manos. Luego saca unas pastillas de colores de su bolsillo. Sé que es.
— No quiero — murmuro. Solo las tomé una vez y fue tan devastador que casi muero por los efectos a los que no estaba acostumbrada. An por poco me mata cuando descubrió que me drogué.
— Sí que vas a probarlas. Es una nueva fórmula — explica.
Aprieto los labios pero abre mi mano. Comienza a cortar la palma y jadeo de dolor.
Su compañero enorme introduce la pastilla en mi boca y cuando trato de escupirla el rubio termina el corte y aprieta su dedo contra la palma herida. Abro la boca y la pastilla entra.
Se desliza cruelmente por mi garganta. Me miro la mano sangrando.
Coje un pañuelo del pantalón y cubre la herida.
—Tendré que coserla — murmura molesto.
Ata el pañuelo a mi muñeca para que cese la sangre y el mastodonte me quita las ataduras de las manos y pies.
Me levanto de la silla pero me siento muy mareada. Camino tambaleandome. La puerta esta abierta pero no logro llegar.
Me agarro a la pared y ellos se ríen, solo escucho sus voces insultando.
Miro al suelo con la respiración agitada. Una cucaracha aparece en mi campo visual. Me dan terror.
Me separo de la pared y caigo al suelo. No puedo enfocar pero se que está ahí.
—por favor —logro decir señalando al bicho.
A la primera cucaracha se suma otra. Busco la silla con la mirada. Giro mi rostro de un lado a otro.
Me levanto y me tambaleo. Las piernas me tiemblan. Las cucarachas se multiplican y chillo. Son demasiadas. El suelo está repleto de ellas.
Llegan hasta mis zapatos. Agarro los brazos de la silla y subo a ella. Veo las cucarachas en el suelo. Son muchísimas.
Grito desesperada. Las odio.
Cierro los ojos con el corazón a mil. Aprieto los labios. Podrían entrar por mi boca y subir por la silla.
Alguien agarra mi brazo y tira de mí. Caigo de espaldas. Me levanto con rapidez y miro al suelo.
No hay nada.
Me cuesta respirar y me agarro a la pared. Ellos se carcajean y se burlan. Chillo al darme cuenta de que el pañuelo está empapado en sangre.
El rubio agarra mi muñeca y quita el pañuelo. Maldice y sale de la estancia. Me siento en la silla pero todo me da vueltas. Puedo ver al mastodonte viendome con maldad mientras dos cuernos salen de cabeza.
Parpadeo pero los cuernos crecen. Su piel se ha vuelto de color verde y sus dientes afilados. Me echo hacia atrás aún en la silla y caigo de ésta.
—No te acerques
El hombre se apoya en la pared frente a mí y cruza los brazos. Las lágrimas salen de puro terror. El cuerpo me tiembla sin control.
Su rostro se ha deformado tras la aparición de los cuernos. Dice algo y se acerca, camino tambaleándome hasta la esquina más alejada a él. No se detiene.
La garganta se me cierra e intento respirar, apenas puedo ver y tengo frío. Mis dientes castañean.Estoy pegada a la pared y no tengo escapatoria.
Antes de que logre llegar hasta mí, entra el rubio.
Me agarra del hombro y me obliga a sentarme en la silla.
Quita la venda empapada.
— No muevas la mano — ordena.
En sus mano tiene una aguja. La enebra y con precisión comienza a coser.
Cierro los ojos mientras él cose. Aprieto los labios para no chillar.
Estoy aterrada. No quieren que muera, sin embargo no dejarán de torturarme. Abro los ojos cuando arde. Supongo que será algún tipo de desinfectante. Centro mi vista en el suelo por si vuelven a aparecer cucarachas.
Siento una tela cubrir mi mano. Logro ver al otro hombre cubrir la mitad del suelo de cristales rotos, los tiene en una bolsa y los va tirando sin ningún orden concreto.
— Camina hasta el final. —me ordena terminando de vendar. Suelta mi mano y le observó confusa.
Los cristales parpadean. Parecen de colores. Veo como se alzan como pinchos y luego vuelven a su lugar original. Podrían cortarme el pie a la mitad.
—No puedo...no, no puedo
Uno de ellos me agarra y me levanta. Intento resistirme, me muevo y le empujo con fuerza. Sus brazos me inmovilizan.
Veo a Andrés a mi derecha. El corazón se me acelera de terror.
Escucho la risa aterradora del rubio que pide a Andrés que cruce por los cristales.
El hombre me suelta y caigo al suelo. Me apoyo en la mano herida y cierro los ojos tratando de respirar.
No se quién ha traído a Andrés o como ha llegado pero el rubio coge mi mano como si fuese una niña y me obliga a sentarme encima de sus piernas.
Tiemblo cuando coloca su mano en mi cintura.
El otro agarra la camiseta de Andrés y le empuja hacia los cristales.
Sé que no debo suplicar pero Andrés me mira pálido.
— por favor —trato de decir pero apenas susurro.
Han hecho un camino de unos cuatro metros de cristales.
Miro hacia el techo y las luces se vuelven de colores. Todo parpadea.
La cabeza duele profundamente. Escucho las voces de los hombres gritar a Andrés pero no sé que dicen.
Veo a Andrés colocar sus pies en los cristales. Su grito de dolor estremece mi cuerpo.
Los otros se ríen.
—Deteneos —murmuro y me levanto. Camino hacia los cristales pero no los toco.
Trato de recordar lo que significa este castigo.
Las pandillas dictamos diferentes tipos de castigos según el significado que queremos transmitir o la gravedad de la falta. En este caso, este castigo de caminar sobre cristales significa...
La cabeza me palpita y no logro recordar.
Miro a Andrés caminar. Está temblando. Los cristales bajo sus pies comienzan a teñirse de rojo.
Apenas lleva un metro pero se ha detenido. Gotas de sudor corren por su frente.
Intenta pisar el suelo pero el rubio le advierte que si lo hace deberá volver a empezar.
Sigue caminando intentan pisar los cristales menos peligrosos. El rubio se levanta.
Andrés está a punto de tropezar. Las plantas de sus pies siguen sangrando.
Cierro los ojos por la impresión.
— ¿Quieres caminar sobre ellos? Supongo que no — habla el rubio. — portate bien y no tendrás que hacerlo.— me amenaza.
Mi garganta arde. Él aprieta mi mano vendada.
—¿Entendiste?
—Sí,sí —afirmo intentando soltarme de su agarre.
Andrés sigue caminando pero veo como su cuerpo tiembla con violencia. Me estremezco al pensar en el dolor.
Llega hasta el final y cojea. Se sienta en el suelo limpio e inclina la espalda.
Comienza a toser y luego escupe una cucaracha. A ésta le siguen más.
Vomita millones de bichos, gusanos minúsculos y me cubro la boca con terror.
Un sudor frío se desliza por mi espalda.
Mi cuerpo se debilita y caigo. Luego, todo se vuelve negro.
***
Siento luz sobre mis ojos cerrados. Parpadeo pero me llevo una mano a la cabeza. Palpo con mis dedos mi frente. Duele. Está hinchada.
Trato de recordar pero mis pensamientos son difusos. Como en una pesadilla en la que solo tienes fragmentos.
Cristales rotos, sangre. Sudor.
Me doy cuenta de que estoy sentada en el viejo sillón.
Me levanto con pesadez y veo un bulto en el colchón. La sábana cubre su cuerpo hasta la nariz.
Camino con lentitud y quito la sábana. Andrés tiene los ojos cerrados.
No se mueve.
Llevo dos dedos a su cuello para palpar su pulso. Apenas lo siento.
—Andrés —murmuro. No se mueve. Temo despertarle pero me aterra pensar que está muerto.
Zarandeo su cuerpo y sus ojos se abren con horror. Me empuja y caigo al suelo.
Se sienta en el colchón y me observa. Su rostro asustado se relaja.
— pensé que habías muerto
—Sólo mi dignidad —responde con una sonrisa irónica.
—vomitaste gusanos ¿Cómo era eso...?
Me mira sin comprender y recuerdo la pastilla. Debieron drogarme.
Veo mi mano y la venda sigue ahí. El corte fue real.
Quito la sábana que cubre la mitad del cuerpo de Andrés. Sus pies tienen vendas.
— ¿ Caminaste sobre cristales?
— Sí.
— creo que me drogaron. No se lo que pasó en realidad— explico. Me tumbo a su lado y él se cubre con la sábana. Me acerco más y me tapó junto a él.
— me hicieron caminar sobre cristales. Cuando terminé, te desmayaste. — explica y me observa.
Nos quedamos varios segundos mirándonos a los ojos. Memorizo sus fracciones. Quiero reconocerle en cualquier lugar y saber que es él. Sus ojeras muestran un chico agotado. Tiene un corte bajo el labio y un lunar encima del superior. Su nariz es grande. Sus ojos son como el color del chocolate y sus pestañas largas.
Su cabello revuelto es moreno sin llegar a ser negro. Me doy cuenta de que un mechón es más claro que el resto, quizás de un castaño claro. De eso no me había percatado antes.
Se ríe.
—¿Qué? ¿Que es tan gracioso?— respondo molesta.
— Si sigues mirandome así pensaré que estás enamorada
— Ridículo. — suelto y me giro bruscamente.
Escucho un quejido de dolor.
— Te agradecería que no me golpeases los pies, a-mor
— Cállate y descansa mientras puedas.
Cierro los ojos pero soy incapaz de dormir. Doy dos o tres vueltas. Mi mente hace ruido.
Echo a un lado la sábana que me cubre y visualizo la manta en una esquina. Cubro a Andrés con ella.
No se si duerme pero su respiración es regular y parece sereno. Me tiro al sillón.
Su actitud de calma me asombra. Nunca había visto tanta paz en un momento tan crítico. Como si supiese que todo iba a salir bien.
A mi mente vienen sus pasos en sangre y tiemblo, fue un castigo cruel por escapar. Y dudo que sea el único. Seguramente sigan drogándome y divirtiéndose a nuestra costa.
Aprieto los ojos intentando borrar de mi mente la sangre. Él caminando por los cristales.
Entonces, lo recuerdo.
Caminar sobre cristales tiene un significado poderoso para las bandas.
Kek lo expresó con esta frase a alguno « Tú harás lo que nosotros te digamos. Seguirás el camino que nosotros te imponemos. Ahora seguirás nuestros pasos. »
Me estremezco al pensar en ello. Andrés no tiene ni idea del significado de la tortura. Esto, solo acaba de empezar.
Quieren que obedezca. Que sea su marioneta.
Y ¿Qué quieren de mí? ¿Información? ¿Divertirse conmigo?
Trago saliva y observo al castaño. Vigilaré su sueño por ahora. Es imposible huir cuando apenas puede caminar.
Y después de tanto tiempo POR FIN. Opiniones?
❤️
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro