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"La fuerza del alma es preferible a la belleza de las lágrimas" (Eurípides)
Martes
00:01 am
Corro. Estoy en una sala pequeña. Si puede llamarse así, solo nos ilumina una bombilla colocada en el techo.
No importa cuántas veces Kek me advirtiesen que ésto podría pasar.
Nadie está preparado.
Ya secuestraron a alguien de nuestra banda. Sólo de pensarlo se me revuelven las entrañas.
—yo también he sido secuestrado. —dice con claridad pero no me acerco.
Está apoyado en la pared. No se mueve. Mi mirada le observa con desconfianza.
Obervo el sitio dónde hace un momento estaba tumbada. No es una cama, es un colchón sobre el que hay una manta gruesa.
La estacia no tiene nada salvo paredes grises, el colchón y una puerta pequeña a mi izquierda.
Aparte de un sillón viejo dónde el chico se encontraba.
Mi corazón sigue latiendo a un ritmo desenfrenado. El chico se levanta y camina hacia mí.
—¡ No te acerques !—grito.
Tengo que escapar. No me pasará lo mismo que a ella. Ni en sueños me permitiré pasar por eso. Mataré si es necesario.
—¿Qué hago aquí?—pregunto.
—No lo sé
Da otro paso hacia mí.
—¡Alejate o te mato ! -grito desesperada ante su cercanía. Se acerca un poco más. Busco algo con lo que atacar pero no hay nada, pongo distancia dando unos pasos atrás. Pienso.
—nos han secuestrado— dice. El nudo en la garganta me ahoga.
Camina hasta recorrer el espacio que nos separa, con calma y seguridad. Mi mente procesa todo con rapidez. El miedo se hace más persistente cuánto más recuerdo el relato.
Sé que su mirada dice la verdad.
Sin embargo no me fió. En un rápido movimiento agarro su brazo y lo coloco tras su espalda. Le empujo contra el suelo. Bajo mi cuerpo no es capaz de moverse.
—Suéltame. Vas a partirme el brazo —agoniza entre jadeos de dolor.
—¿Por qué estás aquí ?
—No lo sé— susurra y aprieto más su brazo. Chilla.
—Dime que sabes ¿Por qué estás aquí?
—No lo sé ¡Ay! vale, vale pero para...
—Habla
—Es culpa de mi padre, tiene muchas deudas. — suelta con rabia.
—¿Quién te ha secuestrado ?
—Creo que los prestamistas ¿Puedes soltarme ya?
No termino de comprender que tienen que ver unos prestamistas con mi secuestro. Yo no debo nada a nadie. Hasta ahora he pensado que ha sido alguna banda que odia a los indomables. Tal vez los prestamistas sean la propia pandilla que más nos desprecia, Los Dragons. O quizás uno de sus miembros.
—¿Quiénes le prestaron dinero?
Aprieto más su brazo.Chilla e intenta moverse pero no lo logra.
—Deja de hacer eso. Te contestaré pero ¡Para!
No me fio de él. Aún así le suelto. Se sienta en el colchón sujetándose el brazo con expresión de dolor. Necesito salir cuánto antes.El nombre de ella repiquetea en mi mente una y otra vez.
—No sé quienes le prestaron dinero —contesta acariciando su brazo.
—¿No lo sabes? — pregunto con burla.
Se separa de mí. Y me mira con precaución como temiendo que vuelva a agarrarle.
—No lo sé—repite y la voz le tiembla.
—Mientes
—Es un viejo alcohólico y ludópata. Creeme cuando te digo que no sé lo que hace —responde con cinismo.
No es de Los indomables, el rostro de éste joven me es desconocido. Quizás pertenezca a alguna pandilla. Pero no recuerdo haberle visto por la zona. Nos miramos en silencio.
No se si creerle. El terror que siento al pensar en ella me obliga a imaginar actos horribles. Él despega su mirada de mí. Se sube la manga de la camiseta.
—Aquí fue donde me pincharon para dormirme — dice y señala el moratón de la vena de su brazo derecho. Decido creerle mientras descubro la verdad. No encuentro lógica a que nos hayan secuestrado juntos, sin embargo no tengo otra opción.
— a mí no me pincharon— digo.
-¿No?
— me drogaron con un pañuelo
Ahora que estoy más cerca de él le observo mejor.
Aparenta mi edad. Su cuerpo es de complexión delgada, su rostro alargado y su cabello oscuro.
Sus ojos avellana son cristalinos y en ellos se puede ver cada una de sus emociones. Está asustado.
Lleva zapatillas, un pantalón azul y una camiseta roja. Luce como un adolescente promedio.
—¿ Cómo te llamas ?
—Andrés ¿ Tú ?
—Sofía
Pienso en que podríamos estar dentro del iglú. Lo llamamos así porque es la zona cero. Allí podría pasar de todo y nadie enterarse. Lo que pasa dentro se queda dentro. Es una zona de naves industriales plagada de pandillas callejeras. Entre ellas, nosotros.
Si es así, al escaparme puedo volver a la nave donde estamos los indomables.
No sé si quieren usar mi cuerpo.
La angustia al pensar en ello me asfixia.
—¿Sabes la hora?— pregunto, sin el móvil es imposible saberlo.
Lleva un reloj negro, digital y de correa ancha. Mira los números.
—Las once y media
Reviso los bolsillos de mi pantalón deportivo y de la chaqueta pero no tengo nada. Ni el móvil, ni las llaves , ni tabaco ,ni el anillo ... Como imaginé la maleta no está por ningún lado.
Andrés comienza a contarme que vive en un pueblo al norte del país. Yo vivo en el centro.
Somos de diferentes ciudades. Un escalofrío recorre mi espalda al pensar en lo que pueden querer hacer con nosotros. La voz de Andrés llama mi atención.
—Si me pusieron una inyección es porque querían que durmiese más horas. Estamos cerca del centro del país.
—Puede ser —respondo asombrada por la rápida deducción del chico.
Vive lejísimos del centro. Allí hay bosques y mar, nunca he estado en esa zona del país.
—Piénsalo. Una inyección dura más que un somnífero
—Llevas razón — Murmuro—Ya me has hablado de tu padre pero ¿Y tu madre?
—No sé cómo será tu vida pero no te voy a hablar de la mía. ¿O quieres contarme la tuya? —responde con frialdad.
Me remuevo incómoda. Él vuelve a decir:
» Iba a preguntar si tus padres son ricos pero veo que no es así. Pensé que podrían querer un rescate
—¿Cómo sabes que no es así? — me defiendo. Aunque la cruda realidad es que no exigirán dinero por mí. Y aunque lo hicieran, nadie lo pagaría.
—Solo suponía. — responde.
Se lleva una mano al rostro. Su expresión angustiada se graba en mi mente. Nos quedamos en silencio unos segundos.
—¿Crees que la puerta es infranqueable? —pregunta.
—No. Pero si son inteligentes habrán puesto seguridad en las puertas. —afirmo. Aunque si no es así, sería una ventaja.
Pese a ello, no creo que podamos forzar la cerradura. Se tira del pelo con frustración mientras apoya sus codos sobre sus rodillas.
Miro a mi alrededor recordando que debo ir al servicio.
—¿No hay baño ? -pregunto.
—Sí. Ahí. — señala.
—Gracias — es lo único bueno de este sitio. Un baño para nosotros. Kek ni siquiera dejaba eso cuando secuestrábamos a alguien que de por sí ya era extraño. Recuerdo el nauseabundo olor cuando me obligaba a limpiar. El olor a orines, sangre, defecaciones. Si era generoso, les dejaba un cubo. A veces ni eso.
La puerta está paralela al colchón .Me levanto y camino hacia ella. Hay una ducha, un lavabo y un Water, muy viejo todo.
Nos han secuestrado con un propósito que ninguno de los dos entiende. Ni siquiera tenemos una luz de quién podría ser.
Me siento en el WC y suspiro.
Cuando salgo Andrés está con el ceño fruncido.
Oímos un ruido exterior, el primer ruido claro desde que hemos llegado.
Es un sonido de hierro, seguido a éste se escucha la llave en la cerradura.
Andrés se coloca a mi lado. La puerta se abre y una mano mete dentro una cuenco con comida.
—Come y cuando hayas terminado deja todo al lado de la puerta . Volveré en media hora —habla una voz masculina y grave.
La puerta se cierra. Volvemos a oír sonidos metálicos pero tengo demasiada hambre como para pensar en ello. Me siento en el colchón con el cuenco y una cuchara de plástico.
En el cuenco hay arroz y carne. Andrés coge un vaso que estaba al lado del cuenco. Ni siquiera lo había visto. Bebe agua.
—Comeré la mitad. Te dejo la otra mitad
—Vale —responde y se sienta.
Comienzo a comer. Andrés me observa.
— ¿ Hace cuánto no comes ?— preguntó al ver su expresión hambrienta.
—Desde las once de la mañana
Me atraganto. Desde hace años no he pasado hambre. Gracias a An. Y él lleva doce horas sin comer.
—Estoy bien — dice con simpleza.
Gente cercana a mi círculo sí ha pasado hambre y para mí aquello si es una tortura. Amo comer.
—Estás muy pálida. Come bien
El cuerpo me pesa y la cabeza me duele.Dejo el plato y se lo entrego a Andrés. Tal vez nos alimentan porque nos necesitan con energía. Otro escalofrío recorre mi espalda.
Termina de comer. Dejo el cuenco donde nos ordenaron. De momento obedeceré. Debo de trazar un plan.
—¿Qué hora es ? —pregunto bostezando. Mi cuerpo no resistirá mucho más.
—Las doce en punto
—Laura —susurro. Su tortura comenzaba a ésta hora.
Nos miramos durante varios segundos.La puerta se abre.
La mano coge el cuenco y el vaso y vuelve a cerrar la puerta. Mi corazón vuelve a mi pecho.
—¿ Tienes sueño ?
—No —miento y me mira con insistencia. He bostezado varias veces.
Oímos sonidos metálicos cada vez mas lejanos.
—No creo que nos digan nada hoy—afirma Andrés y se tira al sillón.
—Pueden entrar a cualquier hora—suelto.
No tenemos muchas opciones pero si es cierto que prefiero dormir a ahogarme en pensamientos tortuosos.
Además, sin energía será imposible salir y debo encontrar alguna oportunidad. Miro el pequeño colchón.
Siempre he dormido sola. Hasta en el iglú, todos respetan mi espacio.
— no me acercaré a ti —contesta con una sonrisa burlona. Me tumbo en el colchón y él se acomoda en el sillón. Me abrigo con la manta y permanecemos en silencio.
—¿Quién es Laura ?
Me tenso al oír su nombre.
Lucecita!Muchas bendiciones!💡 Espero que estéis disfrutando de esta nueva historia.
¿Que impresión os da ? ¿Qué creeis que pasará?
Cualquier cosa leo en comentario,
Ailana
NOS VEMOS PRONTO
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