58.- Señal.
Abro mis ojos, un nuevo día ha llegado, hoy todos buscaremos objetos para incendiar, así el humo será negro y alguien vendrá a ayudarnos.
Miro a todos y ellos preparaban todo, para salir de excursión. Tome una lanza, de las cuales encontró Dylan y Dawn en su más reciente salida.
—Tú te quedarás aquí, harás compañía a Cielo —Dawn le decía a Ángel.
Él se miraba mejor de su cuello, pero creo que el sol le hace daño.
—¡Dawn!, entiende yo quiero ser parte de todo esto, yo quiero ayudar a salir de aquí —Ángel miraba a Dawn.
—Es mi última palabra, te quedas aquí y haces compañía a Cielo.
Dawn me miraba por algunos segundos y luego empieza a alejarse con Lucy. Ángel viene hacia la casita un poco enojado, entra y me da un golpe con su hombro.
—¡Lo siento! Espero que encuentren todo.
Él no me miro tan sólo camino junto a Cielo y tomó asiento.
—¡Tengan mucho cuidado! —Cielo sonrió, volteando a verme.
Me despedí de ella para salir de la casita, mi grupo de búsqueda ya me esperaba, listo. Serán Pablo, Marisol, Marcos y yo.
—¿Listos? —Pregunto sonriendo.
—Más listos que tú, sí.
Ellos sonríen un poco por el comentario de Marcos, no es culpa mía que se levanten tan temprano. Los cuatro entramos a la selva para comenzar la búsqueda.
La verdad, tengo un poco de miedo, en las casitas de Cielo me siento tan protegido que cuando salgo, me siento débil.
—¿Estas bien? —Pablo me miraba.
—¡Claro!, sólo sigamos.
Levante mi lanza y comenzamos a caminar más rápido. Veía todo a mí alrededor, no podía dejar pasar cualquier detalle tan diminuto.
—¡Chicos!, tengo una idea —Marisol sé detuvo y tan sólo nos miraba.
—¿Cuál? ¿Dinos? —Dijo Marcos mirándola.
—Si esto se trata de hacer el mayor humo posible, sólo tenemos que ir por las llantas de los aviones, ¿Qué les parece?
Marisol nos observó sonriendo, ahora ella esperaba nuestra respuesta.
—Es buena idea, sólo que... no podemos alejarnos demasiado —Susurré mirándola.
—¡Abajo! —Gritó Marcos, a lo que Marisol se lanzó al piso.
Marcos arrojó la lanza y esta llegó a un árbol.
—¿Qué fue eso? ¡Pudiste matarme!
Marisol se puso de pie y caminó hasta la lanza.
—¡Era un animal!, acabo de salvar tu vida, deberías agradecerme.
Marcos sonreía, mientras retiraba su lanza del árbol.
—Bueno sigamos, creo que si es buena idea ir al aeropuerto —Comentó Pablo.
Nadie comento nada, tan sólo empezamos a caminar, ahora tenemos un destino fijo, el aeropuerto. Sólo espero que no tengamos compañía.
Llevamos varios minutos caminando, hemos llegado a un camino un poco picado, aunque no recuerdo este camino cuando venía con Susan, creo que tenemos que bajarlo.
—¡Yo iré primero!, siempre tardan un poco en elegir.
Pablo se colocó frente a nosotros, para comenzar a bajar. Unos ruidos se escucharon, miro a todos lados, pues sé muy bien que alguien nos vigila.
—¡Espero que sepas volar! —Grita Emilio, apareciendo por un costado para lanzar a Pablo.
—¡No! —Le gritó golpeándolo con la lanza.
Al parecer nuestros gritos fueron altos, pues Júnior y Dylan aparecieron rápidamente.
—El, ha lanzado a Pablo —Susurre, tratando de mirarlo en la pequeña picada.
Júnior empieza a atar a Emilio, después le da un golpe en la nuca y este cae al suelo inconsciente. Bajamos por la picada, Pablo sólo estaba inconsciente pero tenía varios raspones en los brazos.
—¡Me llevaré a Pablo!, Cielo tiene que revisarlo, ¿Ustedes regresarán? —Pregunta Dylan angustiado.
Yo miro a Marisol y a Marcos, estoy preocupado por Pablo, pero no puedo dejar a Marisol y Marcos solos.
—¡Seguiremos buscando! —Le comento.
Dylan asiente, carga a Pablo y empieza a subir por la picada, ya que arriba lo esperaba Júnior. Nos despedimos brevemente y seguimos caminando.
***
—¡Ya verás que Pablo estará bien!, sólo fue un raspón —Marcos me miraba.
Asentí y corrimos hacia la puerta del aeropuerto, pero antes pasamos por las tumbas, note una nueva, así que supuse que es de Lizuly. Marcos abre la puerta, mientras Marisol y yo apuntamos con nuestras lanzas.
—¡Recuerden!, Rubí y Raúl andan por ahí.
Los tres entramos lentamente, al terminar de entrar, cierro la puerta para no llamar la atención de nadie. Al parecer no había nadie aquí dentro, corremos a la pista y sin pensarlo empezamos a buscar llantas.
—¡Encontré dos!, creo que tendremos que quitarlas del avión —Marisol sonreía desde lejos.
Marcos y yo nos acercamos a ella, vemos que efectivamente ha encontrado dos llantas, y otras más pero estaban puestas en los aviones.
—¡Debe haber alguna puerta!, en algún lado debe haber llantas de repuesto.
Marcos comenzó a correr alrededor de la pista. Yo trataba de quitar alguna de un avión, pero no podía, ni sabía.
—¡Acá!, vengan las he encontrado.
Marisol y yo nos miramos para empezar a correr hasta Marcos. Tomamos las llantas que nuestros brazos pueden cargar.
El resultado fue, cuatro cada uno. Sé que no son muchas, pero de algo servirán. Salimos del aeropuerto, corremos hacia la selva, lo más rápido que podemos, alguien nos podría ver.
—¡Rápido!, todo esto se tiene que hacer antes del amanecer.
Marcos comentó y el comenzó a correr, nosotros detrás de él.
***
Estábamos por llegar, por suerte vemos a Susan, Dulce y Karen, ellas podrán ayudarnos un poco.
Le entregamos una llanta a cada una, para que nos ayuden. Un ruido se escuchó y ocasionó que nos asustáramos.
—¿Que ha sido eso? —Preguntó Dulce preocupada.
—Vámonos, puede ser un animal —Comentó Susan.
Tomamos nuevamente las llantas y corremos hacia las casitas, todos nos esperaban fuera de ellas. Incluso Adam se encontraba sentado fuera de una casita.
—¿Dónde está Pablo? —Pregunte rápidamente al llegar.
Cielo me muestra la puerta de su casita, yo rápidamente entró y Pablo ahí se encontraba en la camita.
—¿Cómo estás? ¿Estás bien? —Lo invado con preguntas.
El empieza a reír, tal vez porque nunca me había preocupado así por él.
—¡Claro que sí!, sólo fue una caída.
Él sonríe, para seguir riendo.
—Iré fuera, ¿Quieres venir?
El negó rápidamente, yo salí y note que ya tenían lista la fogata. Lucy y Dawn lanzaban las llantas al fuego, estas empezaron a echar humo, demasiado.
—¡Esto si funcionará! —Comentó Lucy sonriendo.
Yo sólo observaba como el humo se elevaba, estaba feliz, pues nuestro plan estaba saliendo a la perfección.
—¿Y Emilio? —Pregunte asustado.
Todos me miraban confundidos.
—¡Está allá!, en aquella casita.
Rosa sonreía junto a mí, yo miro a Emilio, él estaba amarrado fuera de la casita. Luego regreso mi vista al humo que se eleva por el cielo.
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