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52.- Flecha.

Narra Dulce.

Después de que escapamos de Rubí, hemos caminado sin rumbo fijo, Dianet se mira mal, ella está empeorando, en cuanto a mí, tan solo estoy cansada.

—¡Ya no puedo más! —Comento Dianet, deteniéndose.

Me quedo inmóvil, tan solo miro como se sienta en el suelo, sin importarle nada.

—Tengo que llevarte con alguien, necesitas ayuda —Susurre.

Ella solo asintió y se recostó sobre el suelo, creo que no sería buena idea que Dianet se durmiera.

—¡No quiero morir! —Ella agregó, sin abrir los ojos.

La mire, no quiero decir nada, pero por su aspecto creo que no le queda mucho.

—¡No digas eso!, vamos a encontrar a alguien.

Me acerque a ella y comencé a quitar la venda de su herida. Una vez leí en algún lado, que las heridas necesitan aire.

Doy vuelta a la venda, tengo que dejarla libre. ¡Oh dios! Creo que su herida está infectada, se ve horrible.

—¿Como esta? —Pregunto Dianet, aún no abría sus ojos.

—Bi...bien —Comente, sin saber que decir.

No puedo evitar sentirme triste, tan solo de ver su rostro, pálido y sin energía.

Limpió algunas lágrimas de mis mejillas, para que ella no se dé cuenta que he llorado.

—¡Debemos seguir! —Logro susurrar.

Dianet abre sus ojos y con mi ayuda logra ponerse de pie. Ella ahora cojeaba, mientras se recargada sobre mí, las dos comenzamos a caminar.

No soy muy buena aprendiendo direcciones, por lo que regresar me parece imposible.

—¡Dulce! Creo que tengo frío.

Dianet me mira mientras caminamos, inclusive empezó a temblar.

—¡Tienes un suéter!, ¿Quieres que te preste el mío? —Susurre.

—No, claro que no, no quiero que tú también tengas frío.

No podía evitar llorar, tan solo volteaba a otra dirección para que ella no me viera. Pero fue un intento inútil.

—¿Porque lloras?

Ella me miro y yo tan solo limpie mis lágrimas para después detenerme.

—¡Haremos una fogata! —La ayude a colocarse encima de una piedra—. Espera aquí.

Ella asintió, yo me aleje un poco tenía que encontrar lo necesario para una fogata.

Algunos minutos después, encontré dos piedras y algunas ramas de árbol. Con esto espero hacer una fogata.

Regreso con Dianet, ella aún seguía en el mismo lugar, pero ahora dormida.

Coloque las ramas en el suelo, me senté y comencé a raspar una piedra con la otra.

Tenía que lograr hacerlo, así lo hacía Ortega.

Unas chispas saltaron lo que ocasiono que las ramas comenzarán a arder.

—¡Dianet!, esta lista, ahora no tendremos frío —Me acerque a ella—. ¡Dianet!

La tome de los brazos y la movía, de un lado al otro, intentando despertarla.

—¡Dianet! ¡No puedes dejarme sola! ¡Por favor! —La seguía moviendo, pero ella no despertaba.

Habían pasado algunos minutos, la noche había llegado y Dianet aún no despertaba.

—¡No lo hagas! ¡No me abandones de esta manera!

Aún le decía, pero todo intento que hacía, todo resultaba fallido.

Más y más lágrimas salían de mis ojos, resbalando por mis mejillas.

—¡No sé qué hacer! —Agregue, recostándome en el suelo.

Abrace a Dianet y cerré mis ojos. Esperando lograr dormir.

***

Abro mis ojos, el día había llegado, volteo a ver a Dianet y ella ya había despertado.

—¡Dianet! Me diste un susto de muerte.

Le doy un gran abrazo, pero eso dura poco, unos gruñidos se escuchan detrás de nosotras.

—¡Nos comerán! —Susurra Dianet.

Volteo y veo al animal ahí, otros breves ruidos se escuchan a través de los arbustos.

—¡Ayuda!

Logro gritar, los ruidos incrementan más, hasta que Juan cruza por ellos.

—¡Hey chico!, estás dos son mías.

El animal lo voltea a ver, para después huir corriendo.

—No nos hagas nada, por favor.

Dianet susurra, mientras toma una piedra.

—¡Piensan que les haré caso!, necesitamos comida, todos en este lugar la necesitamos —Comentó acercándose.

Pude notar que llevaba un arco en las manos, ¿Acaso piensa cazarnos?

Dianet le lanzo la piedra, la cual llego hasta su frente y ocasiono que sangrara.

Dianet y yo nos ponemos de pie, rápidamente intentamos correr lejos de él.

—¿A dónde creen que van? ¿Quieren que mi flecha las detenga?

Volteamos y Juan se come su propia sangre.

—¡Ella morirá!, entrégamela y tú te vas —Menciono Juan.

Miro brevemente a Dianet, creo que estoy un poco de acuerdo con Juan, Dianet está muriendo, pero no la dejare.

—¡Claro que no! Ella es mi amiga, nunca le haría eso —Susurre.

Él se acercaba más a nosotros, conforme pasaban los minutos.

—¡Dulce!, es buena idea, yo quiero salvarte, puedes irte a buscar a los demás.

—¡Claro que no Dianet!, no te dejaré con este ser tan despreciable.

Juan coloco la flecha en el arco, que llevaba en las manos.

Estaba a punto de lanzarlo, pero un disparo llega hasta Juan, aun así la flecha salió, dándole a Dianet en el ojo.

Juan y Dianet caen al piso, rápido me lanzo con Dianet, que ya ha muerto.

—¡No!

Karen y Marcos sé acercan corriendo a nosotros.

—¡Ayuda!, no me dejen morir —Gritó Juan.

Karen, Marcos y yo nos acercamos a él.

—¡Mataste a Dianet!, no pienses que te ayudaremos.

Karen menciona apuntándole con el arma.

—¡Chicos!, a mí siempre me cayeron tan bien, siempre los quise mucho.

—Nos quisiste muertos —Susurre.

Karen tiro un disparo hacia el cielo, quería llamar la atención de los animales.

Yo tome el arco y camine hacia el cuerpo de Dianet.

Ella estaba muerta, Juan termino con su vida y debe pagar.

Vi que animales se acercaban alrededor de Juan.

—Ellos, no me comerán, ellos me respetan —Juan trato de reír, pero solo logro toser y que sangre saliera por su boca.

—Como dices tú, todos en este lugar tienen hambre —Marcos sonrió.

Los dos se alejaron de Juan y los animales empezaron a devorarlo, es lo mínimo que se merece.

Solo escuchaba los gritos de él, los gritos desgarradores de Juan.

Marcos, Karen y yo nos encontrábamos alrededor de Dianet, ella está muerta.

—¿Que haremos con ella? —Pregunto Karen.

Yo los miro a los dos, sin saber qué hacer con ella. No podemos enterrarla.

—¡Dejarla!, aunque nos duela. Pero tenemos que encontrar a los demás.

Marcos se levantó y comenzó a caminar, vi por última vez la flecha de su ojo, tome el arco y camine detrás de Karen y Marcos.    

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