19.- Perdidos.
Narra Pablo.
Nos encontramos en medio de la nada, unos malditos animales nos hicieron correr del camino correcto, ahora ¿Ha saber dónde estamos?
Gonzalo prendió una fogata, la noche llegará en unas cuantas horas y no queremos que haya oscuridad.
—¡Vamos!, más o menos sé por dónde ir —Ángel se puso de pie—. Sólo observen allá, lograrán ver el río.
El señalaba una dirección, nadie le puso atención, estamos cansados, hambrientos y asustados.
—¡Buscare un poco de comida! —Comentó Gonzalo, alejándose.
Todos estamos tan silenciosos, nadie hablaba, sólo Ángel.
—¡Nunca encontraremos a los demás! —Lizuly acercaba sus manos al fuego—. ¡Estamos perdidos!
—¡Cállate! —Comentó Karen, muy seria—. ¡Vámonos! Los encontraremos.
Ella se puso de pie y comenzó a caminar, por el camino que había dado Ángel.
—¡Espera!
Ángel se fue detrás de Karen, solo quedamos Marisol, Lizuly y yo.
—¿No los detendremos? —Marisol había preguntado.
Lizuly y yo sólo nos miramos entre sí, Marisol se puso de pie y caminó en la misma dirección.
—¡Si ves a Gonzalo! —Añadí mientras me ponía de pie—. Dile que todos nos fuimos.
Sin mirar atrás comencé a caminar por la misma dirección que los demás.
***
No lograba ver nada conocido en este lugar, sólo hierbas y más hierbas.
—¿Hay alguien ahí? —Pregunte un poco asustado.
Nadie contestaba, siento un gran temor, estoy perdido.
Me recargue sobre un tronco, me deje caer hasta el piso, coloque mi rostro sobre mis rodillas.
—¡Estoy perdido! —Logre susurrar.
Cerré mis ojos por unos cuantos segundos, comencé a relajarme un poco, respiraba hondo y después exhalaba.
Un ruido se escuchó el cual ocasionó que levantara el rostro. Miro hacia todas partes, no logro ver nada.
—¿Hola? —Me puse de pie rápidamente.
Nadie respondía, algo si sabía, no estoy solo aquí.
Comienzo a correr en una dirección, sin detenerme, un animal estaba siguiéndome.
No dejaba de correr, ¿Hacia dónde voy?
No debí separarme, espero que los demás estén bien, muy bien.
Volteo hacia atrás, cuando regreso mi mirada hacia delante choco con algo, lo cual ocasiona que caiga de golpe al piso.
Me levanto rápidamente, es Gonzalo, me coloco detrás de él y dispara al animal.
—¿Por qué se alejan? —Gonzalo comenzó a caminar.
—Creí que alcanzaría a los demás, lo cual no hice —Susurre detrás de él.
Caminamos por unos cuantos minutos más y llegamos nuevamente a la fogata que aún ardía.
—¡Los demás nos esperan en el río! —Comentó Lizuly, colocándose la mochila.
Asentí, los tres comenzamos a caminar, Gonzalo delante de los dos.
Después de un largo camino, llegamos al río ahí estaban los demás.
—¡Te han hallado! —Marisol comenzó a reír un poco—. ¡Sigamos!
Cruzamos el río, el agua estaba fría, el clima también. Temblabamos sin parar.
—¡No se detengan! —Gonzalo nos dejaba atrás.
Caminamos rápidamente, noté que Ángel aún tenía el arma.
La llevaba en la mano, tal vez quiere estar preparado.
—¿Sabes usarla? —Me acerque a él—. Puedes lastimar a alguien.
Él sonrió, para luego comentar:
—¡Tranquilo no está cargada!
Miré el arma por varios segundos, luego sólo caminaba como el resto.
—¡Falta poco! —Dijo Dianet sonriente—. La veo.
—¡Pablo!, no te vuelvas a perder —Karen reía.
Mientras más nos acercamos a la cabaña, más nerviosos estábamos.
La puerta estaba abierta, uno que otro animal salía y entraba como si nada.
—¿Algo pasó? —Gonzalo cargaba el arma.
—¡Juan debió escapar! —Escuche a Marisol decir.
Ángel comenzó a correr sin parar hasta llegar a la cabaña, un disparo se escuchó y el animal que estaba en la puerta cayó rápido al suelo.
—¡No dispares!, puedes llamar la atención de más animales —Gonzalo le quitaba el arma a Ángel.
Mire por unos breves segundos la tumba de Diana, una imagen de ella tendida en el suelo apareció en mi mente.
Trato de pensar en otra cosa, entro a la cabaña para revisar. No había nadie aquí.
—¡Juan les hizo esto! —Karen comenzaba a llorar.
—No digas eso, ellos huyeron de aquí, ya los encontraremos —Gonzalo trataba de calmarla.
Una risa muy peculiar comenzó a escucharse en la parte trasera de la cabaña.
Todos salimos por la puerta de atrás, era Juan, como lo sospechaba.
Gonzalo se colocó delante de todos y habló:
—¿Qué has hecho con ellos?
Juan sólo lo miraba sin decirle nada, luego comenzó a reír como loco.
—¡Veo que tus amiguitos han salvado tu vida! —Dejó de reír—. Recuerdo que te amarre en el aeropuerto.
—Sí, ellos han salvado mi vida, ahora contesta, ¿Dónde están? —Gonzalo le apuntaba con el arma, aunque Juan no le respondía nada.
—¡Ellos murieron!, están muertos, no quisieron escucharme, ahora están bien muertos —Susurró Juan.
—¡Estas mintiendo! —Gritó Karen llorando.
Karen corre hacia él, para comenzarlo a golpear, Juan la empuja al piso.
—¡Vayan!, sigan todo derecho —Juan señaló hacia atrás de él. —Y encontrarán los cuerpos, si es que aún están.
La sola idea de escuchar que los demás están muertos, incluido Carlos, mi hermano, ocasionan que una lagrima baje por mis mejillas.
—¡No crean lo que él dice! —Gonzalo aún le apuntaba con el arma.
—¡Hagan lo que quieran!, después regresaré por ustedes —Juan susurró y comenzó a alejarse.
Gonzalo lo observaba fijamente, el arma apuntaba hacia Juan pero simplemente Gonzalo no podía jalar el gatillo.
—¡No puedo matar a una persona! —Susurro, bajando el arma.
Karen y Marisol comenzaron a correr en la dirección que Juan nos dio.
—¡Vamos!, ¿Qué esperan? —Gonzalo comentó.
Todos corríamos sin parar, teníamos que saber si era cierto lo que Juan nos dijo.
Aunque siendo Juan, aún tengo esperanza de que estén vivos.
—¡Esperen!, este camino lleva a la cascada —Gonzalo se detuvo por completo.
Nadie se detuvo con él, todos seguíamos aun corriendo en esa dirección, que ahora sabíamos que nos llevara a la cascada. Nunca he visto una cascada en vivo y a todo color.
—¡Jóvenes es peligroso! —Gritaba Gonzalo detrás de nosotros.
Minutos después, lograba ver la orilla, el clima más fresco ahora se sentía.
Lizuly llego a la orilla, quedo impactada al ver lo grande que era. Al acercarme todo se miraba increíble pero no venimos a disfrutar, venimos por respuestas.
—¡Por fin!, los alcance.
Gonzalo respiraba agitado, mirando como todos, la cascada.
—¡Oh no! Miren —Lizuly comentaba angustiada.
Todos volteamos hacia atrás. Animales se acercaban dejándonos sin salida alguna.
Gonzalo comenzó a disparar, era horrible ver como algunos animales caían al suelo, ¿Qué más podemos hacer?
—¡Ya no tengo balas! —Gonzalo verificó el cartucho del arma.
Al escuchar eso, supe nuevamente que estamos perdidos, los animales estaban acercándose, ¡Nuestra única opción será saltar?
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