VI
CAPITULO CINCO;
juramentos.
Mi corazón se acelera al máximo, haciéndome forcejear con las cuerdas intencionalmente—. ¡Ayuda! ¡Por aquí! —empecé a gritar palabras de auxilio, impaciente y sin control.
Quiero salir de acá.
Quiero ver a mis padres.
Quiero ver la luz del sol.
Quiero saber de paradero del muchacho que estuvo aquí conmigo.
Vuelvo a forcejear y a gritar, sintiendo como mi garganta no puede dar mucho más. La felicidad empieza a inundarme cuando muchos pasos se acercan hacia dónde estoy. Escucho golpes fuertes dados a la puerta que se supone que es de entrada a la habitación y un golpe más fuerte anuncia que la han derribado.
— ¡La hemos encontrado! —gritaron—. Uno de dos.
Siento como me desamarran y por fin me sacan el horrible y sucio trapo que tapaba mi ojos desde que me encerraron. Me siento mareada por la luz de la entrada, y los policías junto con unos paramédicos me revisan y me preguntan cosas como mi nombre, mi edad y el nombre de mis padres.
— ¡Elissa! —mi estomago cosquillea cuando escucho la voz de mi padre cerca.
Me levanto y sacudo las manos de todas las personas que estaban ahí dentro conmigo. Siento como las piernas las tengo dormidas y casi me doy de bruces contra el suelo, pero ni eso, ni la intensa luz del sol detiene mi torpe caminata hacia el hombre más importante de toda mi vida.
Sus cálidos brazos me aprietan y la sensación de seguridad y amor es indescriptible—. Pensé que te había perdido, bebe. No sabes lo difícil que ha sido para tu madre y para mí toda esta incertidumbre terrorifica. Te amo.
—Yo también te amo, mucho mucho —chillé como niña pequeña en sus brazos—. ¿Y mamá?
—Le prohibí venir, no sabía con qué no encontraríamos al llegar acá —me dijo, y pude observar las fuertes y oscuras bolsas debajo de sus ojos—. Vamos, necesito que te terminen de revisar.
Sus fuertes brazos me alzaron y reí, observando desde mi lugar como me llevaba hasta una de las ambulancias que estaba ahí. Había mucha gente ahí, lo cual me ponía muy nerviosa.
Observé como un hombre muy similar a mi padre se subía con apuro en una de las ambulancias y esta misma hizo su camino hacia lo que sería la ciudad.
Zayn.
—Pa-papá —le halé del brazo y detuvo su charla con el médico para observarme con preocupación en sus ojos—. ¿Dónde está Zayn? ¿Cómo está él?
— ¿Malik? —preguntó, sentándose a mi lado. Estábamos en la puerta de la ambulancia.
—Si.
Ladeó su cabeza—. No te mentiré, —me dijo—. Fue golpeado muy fuerte. Lo encontramos ahí, —señaló un depósito similar a donde nos encontrábamos anteriormente. Estaba al frente.
Tragué saliva y mi cuerpo empezó a temblar—. Llévame, por favor.
Abrió sus ojos—. ¿A dónde?
— ¡Al hospital! ¡Quiero verlo ahora mismo! —me levanté para empezar a caminar sin dirección alguna, pero mi padre me haló del brazo y me llevó a su regazo.
—No, —sentenció—. Necesito que te quedes conmigo. Jared me dijo que me mantendría informado de lo que sucedía--
Traté de zafarme pero su fuerza me lo impidió. Mis ojos dolían y las lágrimas que salían de ellos no ayudaban en lo absoluto—. ¡Es que no entiendes! —grité, poniendo en alerta a los paramédicos—. ¡Fue mi culpa! Es mi culpa que esté en camino hacia el hospital, estaba gritando y Fernando llegó y se lo llevó--
En eso, del depósito donde supuestamente habían encontrado a Zayn, con dos policías a cada lado, salieron Fernando y Jason esposados a sus espaldas.
La ira y una fuerza incontrolable salió por mis poros, haciendo que tirara fuertemente de los brazos de mi padre y salí corriendo hacia dónde estaban los culpables de todo este asunto.
Sentía como los policías me perseguían detrás, pero fue muy tarde cuando junté todas mis fuerzas y mi puño fue conectado con la mandíbula de Jason. Su cabeza se giró por el golpe inesperado y una sonrisa partió mis labios—. Espero que te rompan el culo en la carcel.
En eso, muchas manos me sujetaron y me llevaron de vuelta a donde mi padre estaba.
— ¡Elissa, por el amor de dios!—me dijo, y sentí como el gigante regaño que venía me empezaba a bajar la adrenalina que rebosaba de mi cuerpo—. Pensé que te pagaba clases de Piano, no de boxeo.
— ¡Vamos, Papá! —me miró—. Necesito ver cómo está Zayn. Estoy muy preocupada por él, te lo pido de rodillas. Bueno, ahora mismo no puedo doblarme, pero imagina que lo estoy.
—Luego de ir a la casa, veas a tu madre y descanses, te puedo llevar. Compórtate.
Asentí y empecé a responder como niña buena todas las preguntas que me hacían. Me colocaron un suero y un montón de algunos medicamentos e inyecciones para evitar ir al hospital. Insertando acá que yo, esta vez, quería realmente ir.
A los minutos de estar ahí, un montón de paparazzis rodearon el lugar, lo cual mi padre quiso evitar por completo. Respondió todo lo que tenía que responder y apuró todo para salir de ahí rápidamente, y llevarme a casa.
[++]
Toda mi familia estaba reunida y cuando llegué muchas lágrimas y abrazos me recibieron. Mi mamá preparó tacos, y me comí casi cinco de ellos, llenando toda mi panza con carne, pollo, guacamole y verduras de colores.
Me contaron lo preocupados que estaban todos ahí, agregando el hecho de que Zayn y yo estuvimos en las noticias todo el lapso de nuestro secuestro, y yo les conté un poco sobre cómo pasó todo, y sobre el muchacho que estaba conmigo, aunque mi madre ya lo conocía, cuando la familia Malik visitó América.
Al rato, todos se fueron para dejarme descansar un poco. Solo un poco porque eran las dos y tanto de la tarde y solo logré dormir tres horas, a pesar del cansancio y el agotamiento que cargaba mi cuerpo. Me sentía pesada cuando por inercia abrí los ojos, pero al ver que la luz del sol iluminaba todavía, me levanté apresurada, abrazando todas mis cosas y diciéndole que las había extrañado.
Me di una ducha rápida, y me vestí. Algo rápido y cómodo, con una cola en mi cabello mojado y unas zapatillas de deporte negras.
Bajé las escaleras, sintiéndome feliz por estar por fin en casa.
Noté que las remodelaciones se habían detenido, porque los trabajadores no se encontraban ahí. Maldito color salmón.
Entré en la cocina, encontrándome a mis padres hablando por teléfono.
—No creo que sea necesario que ella esté ahí, ¡no pondrá un pie ahí! Resuélvelo, que para ello te pago demasiado bien para lo que haces, —mi padre cortó su llamada y su vista se dirigió a mí—. ¿Por qué no estás descansando?
—Prometiste que me llevarías al hospital luego de dormir, —lo afronté, utilizando su argumento—. Y, si duermo más, luego no podré hacerlo en la noche, —bah, eran patrañas. Si mi cabeza tocaba una almohada, mis ojos inmediatamente se cerrarían—. Además, quiero helado de dulce de leche y en el refrigerador no hay.
Mi padre rodó sus ojos—. Irás con Mark, Jule y Mason.
Encogí mis hombros, tratando de no reprocharle por la cantidad de seguridad que me acompañaba. No lo hace él mismo porque seguramente está ocupado y lo comprendo totalmente. Mucho esfuerzo está haciendo al dejarme siquiera salir de la casa.
— ¿No quieres que te acompañe? —preguntó mi madre, dejando su celular en la isla que estaba en el medio de la cocina.
—No hace falta, —le dije—. No tardo, —saludé rápidamente, para evitar que cambiaran de opinión.
Al salir por la puerta, se encontraban los hombres de negro. Así les decía, porque eran gigantes y se vestían de ese color, y como eran iguales no recordaba sus nombres. Aunque no eran tontos.
Un hombre asintió hacia su auricular y abrió la puerta del auto para que entrara—. A la clínica del centro.
Uno de ellos estaba a mi lado, en la parte trasera de la camioneta. Y los otros dos ocupaban los dos puestos de adelante.
El auto empezó a andar en dirección hacia el centro de la ciudad y mis manos se dirigieron a mi regazo para jugar entre ellas.
Se sentía irreal todo esto. Se sentía así porque no parecía que hace pocas horas estuviese encerrada en un depósito privada de libertad. Se sentía irreal el hecho de que no he visto el rostro del chico por el cual la preocupación invade mi cuerpo.
Era extraño como, sin saber cómo era alguien físicamente, podrías preocuparte tan fácil. Sin importar su apariencia.
Esquivamos un montón de autos en la calle y estaba casi temblando cuando el aviso de «Emergencia» sobresalía por la calle. Estaba rezándole al cielo para que estuviese bien.
Había un lugar libre en la calle y el hombre aparcó ahí con destreza y rapidez, evitando que le robaran el puesto. Aseguraron todo y minutos después los cuatro bajamos del auto. Me apresuraron a entrar en la emergencia de la clínica para evitar problemas, porque según «todavía estaba en peligro», a pesar de que Fernando y Jason seguramente ya se encontraban tras las rejas.
Las puertas automáticas me dieron la bienvenida al lugar. Frío y triste. Me acerqué a recepción, caminando entre las personas que se encontraban ahí. Eso me pone nerviosa.
—Buenas tardes, —sonreí hacia la muchacha que se encontraba sentada en la silla tras el enorme escritorio—. Busco a Zayn, Zayn Malik. Ingresó hoy.
La muchacha asintió—. ¿De parte de...?
Tragué saliva—. Su no-novia.
La muchacha se convenció de mi pequeñísima mentira y empezó a buscar entre unos papeles—. Malik, Zayn. Habitación 487.
Musité un gracias y salí caminando hacia el ascensor, con los gigantes hombres detrás de mí. Entramos en el reducido espacio y apreté el botón que tenía el número cuatro. Ascendimos rápidamente y caminé hacia el pasillo que tenía las habitaciones del cincuenta en adelante.
Empecé a caminar y cada vez que más me acercaba a esos números, escuchaba más fuerte una discusión.
— ¡Quiero verla!
Oh mi dios.
— ¡¿Estás loco?! ¡Mira cómo estás de mal! —gritó una voz más profunda que la anterior y apresuré mi paso—. Te ordeno que entres a la habitación ahora mismo. Ya habrá tiempo para cumplir tus... caprichos, es hora de que te curen esas heridas. Podrán infectarse y será mucho peor para ti.
Corrí y crucé una de las esquinas, casi besando el suelo en el intento y una risita nerviosa me invadió—. Cuidado, señorita. —dijo uno de mis grandullones.
Me detuve al ver a un muchacho y a un hombre mayor a la mitad del pasillo. Los dos detuvieron su forcejeo al escuchar nuestras pisadas.
Me acerqué más, involuntariamente, mis pies tenían vida propia. ¿Es él?
El muchacho me observó de arriba hacia abajo y tragó saliva. Me detuve a dos metros de los dos hombres que me miraban.
El que parecía su padre habló—Zayn, entra al cuarto, por favor. Prometo que verás--
— ¿Elissa?
Siento como si mi corazón estuvieses corriendo por su vida dentro de mi pecho. El muchacho tenía dos golpes espantosos en su cara, y una herida abierta que parecía haber detenido su hemorragia.
Asentí levemente y su padre retrocedió unos pasos, seguramente reconociendo que era la hija de su amigo—. ¿Zayn?
El asintió y una risita nerviosa salió de mis labios, y de los suyos también. Me acerqué un poco más y nos envolvimos en un fuerte abrazo.
—Perdóname por ser un idiota. Pensé que te había sucedido algo malo en manos de esos tipos, —susurró en mi oído.
Me alejé un poco de él y sujeté su rostro en mis manos—. Yo estoy bien. Pero mírate como estas tú, y todo por mi culpa.
—No duelen mucho, —me dijo—. Ahora me siento mejor teniendo a semejante hermosura frente a mis ojos. Eres mejor que la penicilina.
—Cállate, —le dije, con mis mejillas que parecían estallar. Contrólense, hormonas—. Mejor entremos, no quiero que tu padre se moleste, —sonreí hacia el señor y este solo asintió.
Entramos al cuatro, el cual tenía una cama y un montón de aparatos a su alrededor. Con una consola y un televisor gigante.
—Papá, ¿por qué no vas a la cafetería y nos compras algo dulce?
—Como ahora tienes compañía, que el viejo se vaya a la mierda, —dijo, con su muy profunda voz, saliendo de la habitación y reímos.
Se acostó en su cama, y yo me senté a su lado.
Mientras se acomodaba, pude observar lo verdaderamente guapo que era. Demasiado.
—Regálame tus pestañas.
Él sonrió—. Nop, no las necesitas. Yo sí.
— ¿Te golpearon muy fuerte? —le susurré, observando los golpes que tenía en su rostro.
—No lo niego, el muy infeliz tenía la mano pesada, —exclamó—. Pero le di una patada en algún lugar blando donde duele más que todos mis golpes.
Arrugué el rostro y él sonrió grande.
— ¿Pero sabes con qué se me aliviaría este dolor? —me preguntó.
— ¿Dejando que el doctor te cure? —le respondí con una pregunta y reí.
—Si me aceptas una cita al mejor restaurante mexicano de la ciudad. Pero te juro solemnemente que no terminaremos atrapados de nuevo.
Sonreí.
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