Capítulo 2
Brice se frotó los ojos, algo cansado.
Frente a él, sobre la mesa, estaban todos los archivos del caso en el que estaban trabajando sus padres cuando fueron asesinados. Una carpeta color manila contenía las fotos de la antigua familia que vivía en la calle Rosefield. Hizo una mueca de disgusto; hasta parecían felices.
Pero claro, la mayoría de las fotos mienten.
Brice las odiaba. También odiaba los archivos del caso, pero de alguna forma sentía que era su deber entender el duro final que habían sufrido sus padres.
Eran abogados, ambos. No tenían mayores problemas en su trabajo la mayoría de las veces. Es decir, era una ciudad bastante pequeña, donde no sucedían grandes cosas. Quizás por eso cundió tanto pánico luego del asesinato masivo que acabó no solo con sus vidas, sino también con las de siete personas más. Brice tenía también los detalles de eso, aunque no se animaba a abrir esa caja. El asunto lo abrumaba mucho, y no estaba seguro de querer saber todo el sufrimiento que les habían impuesto a sus padres antes de que sus vidas lograran escapárseles por completo.
Suspiró y observó hacia la ventana. Afuera, la noche había caído por completo, aunque no asomaba en el cielo ninguna estrella. La luz de la calle se filtraba por la ventana y él se acercó y fijó la vista en el parque que había enfrente. Estaba vacío. Los juegos comenzaban a chirriar debido al largo tiempo que pasaban ahí, pero por la tarde algunos niños solían visitarlo.
Le era extraño pensar que habían pasado diez años. Diez largos años desde que su madre lo había despedido con la promesa de ver una película en cuanto volviera, y nunca había regresado. Era mucho tiempo, y sin embargo todo seguía igual: su habitación, su casa, el parque donde solía jugar.
Él único que había cambiado era él. Sus rizos y sus ojos verdes era lo único que conservaba de la infancia. Por lo demás, su cuerpo había ganado una altura impresionante, y aunque sus hombros eran fornidos, era bastante delgado. Le entristecía pensar que no se parecía tanto a su padre como a él le gustaría.
Cuando había pasado todo, su tía May se había mudado desde la gran ciudad para vivir allí con él. Horrorizada por la tragedia, siempre había intentado permanecer fuerte para sí intentar sacar la vida de Brice adelante de nuevo. Había pensado que no era lo mejor que de repente tuviera tantos cambios en su vida. Es decir, había perdido a sus dos padres, no debía perder también a sus amigos de la escuela, ni a su lugar.
Brice nunca le contó lo difícil que había sido para él quedarse en esa casa donde los recuerdos desbordaban por todos lados. Donde por cada puerta se imaginaba a su madre saliendo de las habitaciones y dedicarle una sonrisa, vagar por la casa como solía hacer cuando no encontraba algo, o sentada en la mesa de la cocina, frente a la computadora. A su padre más bien lo recordaba echado en el sillón, reposando los ojos. En el mismo lugar donde él solía sentarse ahora. Le había llevado mucho tiempo dejar de tener miedo, pero nunca había logrado acostumbrarse a su ausencia.
La tía May era bastantes años más joven que su hermano, el padre de Brice. No le había importado dejar toda su vida para cuidar a su sobrino. Se había instalado en la habitación del matrimonio, había conseguido un empleo y se había esforzado por cumplir con el papel de madre lo mejor posible. Para Brice, sin embargo, le pesaba saber que ella tampoco había superado lo ocurrido, y que al igual que él se encontraba encerrada en una nube que la aislaba del resto del mundo. May era muy bonita, pero rechazaba todas las solicitudes de pretendientes. Él llegó a pensar que quizás le daba miedo formar su propia familia.
Durante el primer año, por las noches la escuchaba llorar. Luego dejó de hacerlo.
Brice nunca lloraba. Había algo en él que se había apagado luego de aquella noche. Como si no sintiera con suficientemente fuerza absolutamente nada.
En el árbol que se elevaba junto a su ventana, una lechuza comenzó a ulular. Brice decidió bajar la persiana y concentrarse en lo que estaba decidido a hacer: investigar, leer todo, entender.
Quizás eso le ayudaría a cerrar ese capítulo de una vez por todas.
May le había ayudado a conseguir los informes de la policía. No sabía qué clase de recursos había utilizado para ello, pero allí los tenía. Una caja entera llena de papeles. Y sin embargo seguía en la esquina de la mesa, y él ni siquiera la había tocado.
Tomó la carpeta con el caso que estaban defendiendo sus padres. El hombre se llamaba Rudolph, y acusaba a su mujer de violación y tortura a su hijo mayor. El pequeño tenía varios dedos quebrados y heridas por todo el cuerpo. La señora estaba confinada, tenía su propio abogado e iban a ir a juicio dos semanas después de que ocurriera el asesinato.
Las noticias habían contado con bastante precisión el resto de la historia: que la mujer, en un acto desesperado, había regresado a buscar a sus dos hijos, que se encontraban en la custodia de su marido. Allí fue asesinada por Rudolph, que le destrozó la cabeza con un martillo. Luego tomó a los niños y se los llevó a su habitación.
Para el momento no sabían, ni siquiera los abogados, que él siempre había sido el verdadero villano de la historia. Su mujer había decidido denunciarlo cuando él se le adelantó, jugando inversamente. Amenazó a sus hijos diciendo que si no declaraban a su favor los iba a matar a todos, comenzando por su madre. Al final, fue lo que hizo.
Cuando el abogado de la mujer se enteró de que ella había escapado, comunicó enseguida a la fuerza policial y a los abogados de Rudolph. La policía encontró el cuerpo de la mujer en la sala, y los cuerpos de los dos hijos, un niño y una niña, en la habitación matrimonial. Pero no había rastros del asesino.
El sociópata había ido a la oficina de sus abogados. Una vez habiendo dado rienda suelta a la masacre, no pudo detenerse, y supongo que tenía razones para estar enojado con ellos. En el lugar trabajaban seis abogados, incluyendo a los padres de Brice, un técnico en informática, un psicólogo y un investigador privado.
Los asesinó a todos.
Fue allí donde lo encontró la policía, y desde ese momento permaneció encerrado.
Brice maldijo en silencio a ese estúpido demente, que había arruinado cinco familias inocentes por completo, por no decir la suya.
Se preguntó cómo una persona así había vivido tanto tiempo y nadie haía notado lo enfermo que estaba, lo peligroso que era. Cómo nadie había evitado que todo se desencadenara de esa forma. Toda la situación lo frustraba.
Con las manos temblorosas, decidió por fin abrir la caja con el informe de la policía. Leyó detenidamente las líneas escritas, que detallaban todo lo que había pasado. Se detuvo cuando su estómago comenzó a revolverse, y se alegró de no haber visto aún ninguna fotografía.
Quizás no era tan fuerte para conocer todo eso.
Y sin embargo seguía sintiendo curiosidad.
Resignado, volvió a cerrar la caja de informes y decidió que, al menos por el momento, no podía leerlos. No le hacía bien.
Pero quizás sí podía investigar sobre otras cosas. Sobre la familia de Rudolph, por ejemplo. Su tía le había hablado de que uno de los diarios locales había publicado un artículo sobre algunos antecedentes violentos de él cuando era un adolescente. También había hablado de sus ascendentes, que compartían algunas características con él. Quizás la enfermedad era hereditaria, y él no era el primero en su familia en dañar a alguien.
El tema le interesó y abrió su laptop, decidido a buscar información al respecto, pero ni siquiera encontró el artículo que le había mencionado May. Finalmente, la apagó con la misma rapidez con que la había encendido.
Se recostó en su cama, pensativo. Al día siguiente sería domingo, e iba a pasarlo con May. Pero el lunes, con suerte, iría a la biblioteca después de clase y pediría la información que le interesaba.
*****
No sabía exactamente qué estaba haciendo allí. Inconscientemente había tomado esa dirección, y ahora se encontraba en la calle Rosefield, en la acera de enfrente a la casa donde habían vivido Rudolph y su familia, y donde los habían asesinado. La propiedad estaba completamente abandonada. Problemas legales, según tenía entendido Brice, que no permitían que la casa fuese vendida ni heredada. Tras diez años sin habitar, y sin ningún mantenimiento, estaba bastante deteriorada. las ventanas acumulaban una gran cantidad de polvo, parte del techo de madera estaba roto, y el musgo comenzaba a avanzar por las paredes resquebrajadas.
Era una casa bastante grande. Sabía que a la gente de la ciudad le daba pánico entrar allí. Creían que estaba embrujada, que los fantasmas de la familia aún estaban allí. Brice pasaba de todo eso. Habían muerto de forma horrible, sí, pero la casa no tenía nada que ver.
Lo cierto era que con el espeso matorral que habían formado los yuyos y arbustos del jardín, ni siquiera los drogadictos visitaban el lugar.
Y sin embargo ahí estaba él, con una curiosidad casi aterradora.
En su momento, la policía había cerrado el perímetro con una cinta que prohibía el paso, cuyos restos ya ni siquiera existían. Las pertenencias de la familia seguían allí dentro, todas. Nadie había vuelto a habitar el lugar y por lo tanto nadie se las había llevado.
Lo dudó por un momento, pero luego cruzó la calle. Quizás podía rescatar algo que le fuera útil antes de ir a la biblioteca.
Le costó algo de trabajo abrirse camino hasta la puerta; tuvo que quebrar varias ramas y pisotear los pastizales, pero finalmente llegó.
La casa se imponía poderosa y desoladamente frente a él, y sin embargo no sintió ni un atisbo de miedo en cuanto cruzó la puerta. Tampoco al cerrarla detrás de él.
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Nota: Bueno bueno, nos vamos enterando un poco qué pasó. Pero no se queden solo con esto, que hay mucho más dentro de ese homicidio por descubrir. Nada fue tan simple como parece. Por otro lado, ¿qué piensan que le va a pasar a Brice ahí adentro?
Probablemente hoy deje también el tercer capítulo y ya van a saber un poco sobre la casa! Nos leemos! :)
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