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Capítulo 7





















Pov Magnus.













¡Maldición, había perdido la práctica!


No sabía cómo tener una cita ya que no había tenido una en tres años, por supuesto había besado y me había acostado con un par de chicas alegando estar confundido y necesitar saber si era bisexual, pero al fingir ser gay no había tenido una cita con una chica y ya que no era realmente gay. Obviamente no la había tenido con un chico. Así que, sufriendo demasiado y soportando las burlas de mi mejor amiga, había tenido que acudir a ella para pedirle su consejo, aunque por supuesto no es que Catarina fuera la mejor consejera que pudieras tener.

Una chancla tenía más vida romántica que ella...

Pero aun así me había sido útil. Los dos quedamos de acuerdo que quizás Alexander no fuera el chico que permaneciera constantemente en citas, así que no haríamos algo tan formal. Aquello podría hacerlo sentir nervioso y lo que menos quería era hacer eso, por lo cual con mi mejor amiga habíamos quedado en que debía llevarlo a una sencilla pizzería. Mi mejor amiga me había dicho que debía ser yo mismo, debía relajarme y dejar que todo fluyera, pero tenía pánico, hace años no tenía una cita. Mucho menos con un chico. Además Alexander era tan tímido que tenía terror de ofenderlo o lastimarlo de alguna manera.

Ahora mismo me encontraba en el centro comercial dónde nos veríamos. Estaba en la plazoleta donde habíamos acordado encontrarnos... y estaba aterrado...

Catarina me había ayudado a elegir mi ropa. Al final habíamos acordado que unos ajustados jeans blancos con una camisa morada llena de purpurina y abierta hasta la mitad del pecho era perfecto, de calzado tenía unas hermosas botas negras tipo vaquero y mi maquillaje combinaba con mi camisa, al igual que la purpurina en mi cabello y rostro.

Esperaba que le gustara a Alec. ¡Debía gustarle! ¿Verdad?

¡Maldición!

Estaba demasiado preocupado.

¿Por qué me pasaba eso?

¡Nunca antes me había pasado!

¿Qué me estaba haciendo Alexander? ¿Y por qué me preocupaba tanto?

¡Yo era Magnus Bane!

Aunque sinceramente desde que lo había conocido aquello no había sido suficiente para mí, quería ser algo más para Alexander, quería ser especial para él...

Estaba tan sumergido en mis pensamientos que cuando alguien se aclaró la garganta frente a mí, solté un pequeño brinquito y alcé la cabeza rápidamente. Allí se encontraba Alexander mirándome con una expresión divertida. Mis ojos brillaron al verlo. Lucía más hermoso que nunca. Aquel color negro que portaba hacía que sus bellos ojos resaltaran aún más, por un largo rato no dije nada, ni siquiera lo saludé, sólo me quedé allí, contemplando su belleza, estaba totalmente embobado en ella... Alexander cada vez se sonrojó más y rascó su nuca de forma incómoda.

- ¿Hola? –Dijo por fin mientras me miraba avergonzado–. ¿Pasa algo malo?

-No –murmuré con un hilito de voz–. Es solo que te ves bellísimo –musité con devastadora sinceridad; Alexander se sonrojó aún más y eso le hizo lucir totalmente tierno, quería estrujarlo allí.

-Tú también te ves hermoso –señaló él–. Bueno, es que tú siempre te ves hermoso.

Sin poder evitarlo, me puse de pie y le besé suavemente la mejilla, noté como el chico se tensaba, por lo cual me alejé de golpe. ¿Le había molestado?

-Lo siento, es sólo que fue un impulso, necesitaba hacerlo.

Mi lindo Garbancito negó con fervor.

-No te preocupes, sólo me tomaste desprevenido.

Yo lo miré avergonzado y me encogí de hombros.

-Lo siento...

-No te disculpes –Alexander me sonrió abiertamente–. Así que... ¿Qué planes tenemos para hoy?

-Bueno... había pensado en ir a una pizzería, ya sabes, comer tú y yo... aunque si quieres ir a otro lugar...

-No, no, me parece perfecto –interrumpió él.

-Genial, así tú y yo podremos hablar.

Alexander me miró sorprendido.

- ¿Sobre qué?

-De todo y nada –respondí yo con simpleza–. Quiero conocerte como nunca nadie te ha conocido.

Antes de que Alexander pudiera decir algo, lo tomé de la mano para llevarlo hacia el restaurante que Catarina y yo habíamos elegido.






















Pov Alec.



















¡Demonios Magnus!

Había esperado... no sé... un restaurante súper elegante y aquello me tenía aterrado. Mi alivio fue enorme cuando eligió una linda y modesta pizzería en el centro comercial, era fantástica y me encantaba, me sentía feliz que me hubiera traído a este lugar.

Los dos habíamos elegido una mesa en un rincón del restaurante y ahora nos encontrábamos observando nuestras cartas para hacer nuestro pedido; cuando la mesera llegó, nos sonrió abiertamente... bueno a Magnus. Aquello me molestó un poco.

¿Estaba celoso? ¡Demonios sí!

Y eso que aún no éramos nada...

¿Pero por qué ella tenía que verlo así? ¡Me irritaba y demasiado!

-Hola cariño. ¿Qué puedo servirte? –Le preguntó.

¿¡Cariño!?

Eso me molestó aún más, Magnus le sonrió con amabilidad antes de entregarle la carta.

-Por favor dame una pizza personal vegetariana –yo lo miré sorprendido y él se encogió de hombros–. Tengo que cuidar mi figura.

Solté una risita y negué, pero antes que pudiera decir algo, la camarera habló.

-Por supuesto que sí, alguien tan bello como tú debe cuidarse mucho –un gruñido salió de mi pecho antes de que pudiera contenerlo y al notar aquello, me sonrojé hasta las orejas, aún más cuando Magnus se giró para verme sorprendido y me sonrió abiertamente–. ¿Deseas algo más? –Preguntó la camarera coquetamente apoyándose sobre la mesa para que se le pudieran ver sus senos; yo sólo pude rodar los ojos pero mi corazón se detuvo cuando Magnus negó y tomó mi mano para entrelazar nuestros dedos.

-No, ahora si eres tan gentil de pedirle la orden a mi cita para que los dos podamos conversar.

La chica pareció ofendida por ello y se giró hacia mí.

- ¿Qué quieres tú?

-Pizza personal de carnes con un refresco y una porción de papas.

La chica anotó todo lo que yo dije y rodó los ojos antes de retirarse. Magnus me miró con diversión.

-Vaya que comes –señaló divertido; yo le sonreí culpable.

-Sí, es que entreno bastante con mi hermano así que debemos comer bien.

- ¿Entrenas? –Magnus sonrió abiertamente y yo asentí–. ¿Qué entrenas?

-Bueno, artes marciales y otros tipos de lucha, también entreno tiro al arco.

Magnus sonrió abiertamente.

- ¡Sabía qué hacías deporte!

- ¿Cómo? –Inquirí curioso.

-Es obvio, tienes un cuerpo de infarto, Alexander –agradeciendo nuestra cercanía, pasó su mano por mi brazo–. Estos músculos no se hacen solos –yo empecé a tartamudear y él soltó una risita antes de besarme la mejilla–. Eres adorable.

- ¿Y tú?

Magnus arqueó una ceja.

- ¿Yo qué? ¿También soy adorable?

-No... bueno sí, es decir... ¿Tienes algún pasatiempo?

-Oh eso –Magnus asintió con fervor–. Me gusta el diseño de modas, permanezco haciendo creaciones para mi gato.

- ¿Tienes un gato?

-Sí, es mi bebé, se llama Presidente Miau. ¿Tú tienes alguna mascota?

-En mi familia tenemos un pequeño gatito llamado Iglesia, aunque es bastante malhumorado, casi nadie se le puede acercar, sólo come y duerme... no es muy interesante y bueno... –¡Maldición! Seguro que lo estaba aburriendo–. Mejor hablemos de ti, no quiero aburrirte.

- ¡Alexander! –Magnus soltó una risotada–. No podría estar aburrido contigo, estoy fascinado. ¡Cuéntame más sobre ti!

Yo lo miré sorprendido.

- ¿Es enserio?

-Te dije que te quería conocer como nadie nunca lo ha hecho, así que por favor no te detengas –me animó él sonriéndome abiertamente; aquello me dio confianza.

-Bueno, tengo tres hermanos...





















Pov Magnus.






























Había descubierto bastantes cosas sobre Alexander.

Tenía tres hermanos que adoraba; Max, un pequeño de nueve años que al igual que los mayores, entrenaba artes marciales, le gustaba la buena literatura pero prefería los cómics; luego estaba Isabelle, dieciséis años, a ella la había visto por los pasillos, era la copia femenina de Alexander, sin contar sus ojos azules y por supuesto, su extrovertida personalidad, le gustaba la moda, cosa que a mí me encantó. Quizás podíamos ser buenos amigos. A ella también le gustaban las buenas fiestas. Era una chica bastante popular, al igual que Jace Herondale, el último de la lista, eran hermanos adoptivos. Sí, porque los Lightwood lo habían adoptado. Los padres de Jace habían fallecido y los padres de Alec no dudaron en criarlo como su hijo. Alec tampoco tardó en amarlo como su hermano. Eran los mejores amigos. Jace, según Alec, era bastante narcisista y muy valiente, a excepción de los patos, al parecer a aquel rubio le aterraban.

Al final estaba mi lindo ojiazul, a él le gustaba la buena literatura, tocar el piano y sobre todas las cosas, amaban entrenar con su arco. Era un chico solitario al cual, me había confesado tímidamente, su padre lo estaba obligando a socializar ya que nunca había tenido más amigos que sus dos hermanos, bueno, tres, si se contaba al pequeño. También supe que había tenido una relación enfermiza, aunque no había hablado mucho de ella y bueno, eso era todo, Alexander era bastante simple y aun así cada detalle que me había dado de su vida me había parecido fascinante.

Sí, definitivamente algo malo me estaba pasando. Él era un chico simple, podría decirse que hasta sin gracia, pero para mí era simplemente espectacular. Perfecto. Lo adoraba. Adoraba el modo en que sus ojos se iluminaban al hablar de lo mucho que amaba a sus hermanos. Me encantaba como su sonrisa se hacía cada vez más grande cuando hablaba de sus libros y de su arco. Alexander era simplemente perfecto.

En toda la cena permanecimos hablando bastante sobre mi vida. Como que Catarina era mi mejor amiga. Como mi padre permanecía de viaje todo el tiempo pero cuando estaba conmigo era la mejor compañía que se podía tener. Le dije que amaba la ropa y el maquillaje, me encantaba jugar con ellos, siempre había sido así. Le hablé de cómo me fascinaba la buena música y las grandes fiestas. Él me aseguró que Isabelle y yo podríamos ser muy buenos amigos, eso me gustó. ¿Quién sabe? Quizás ella fuera mi cuñada en un tiempo no muy lejano... ese pensamiento me hizo sobresaltar temeroso.

¿Cuñada?

¿Es decir qué tenía planes para que Alexander fuera mi novio?

¿Me gusta?

¡Maldición sí! Sí, me gustaba demasiado, tenía pánico y bueno, ahora mismo después de nuestra gran cena, nos encontrábamos caminando por Central Park mientras seguimos conversando, parecíamos no aburrirnos de ello, pero bueno. ¿Cómo me podría aburrir estando con ese chico tan perfecto? Aquello era simplemente imposible.

-Así que... –empezó de pronto Alexander mientras nos sentábamos en el césped frente al lago–. ¿Cómo fue? –Preguntó el ojiazul mirándome con notable curiosidad; yo arqueé una ceja.

- ¿Cómo fue qué? –Inquirí riendo.

-Ya sabes –dijo él divertido, pero yo en realidad no sabía–. Salir del armario, ¿Cómo fue que te diste cuenta que te gustan los chicos? ¿Cómo fue el salir? ¿Decirle a todos que te gustaban los hombres?

Yo quedé en blanco.

¡Demonios!

No esperaba que Alexander me hablara sobre ello, porque... ¡Maldición! No se me ocurría que responderle.

-Bueno... –empecé. ¡Demonios! ¡Piensa Magnus, piensa!–. No fue nada del otro mundo.

Alexander me miró sorprendido.

- ¿No? ¿Tus amigas ya lo sospechaban?

Eso sonaba como si tuviera cara de pasivo... y no lo tenía.

¡No!

-No exactamente...

- ¿Entonces...?

- ¿Cómo fue para ti? –Pregunté en cambio, Alec rió y negó.

-Eso no se vale, responde tú primero.

Yo mordí mi labio y asentí.

¡Por favor Magnus, piensa! Me regañaba mentalmente.

-Papá fue muy comprensivo, me dijo que no importaba –bueno en teoría era cierto, porque obviamente había tenido que fingir con mi padre también y sí, me había dicho que no me juzgaría... no estaba mintiendo. ¿Verdad?–. Y bueno, Catarina es mi mejor amiga –aunque ella sabía la verdad, pensé pero por supuesto que no lo dije–. Ella lo aceptó de una vez... aparte... bueno no es que hubiera algo que aceptar, soy como soy y ya.

Alexander me miró con sus ojos brillando y asintió.

-Eres tan perfecto –dijo fascinado y aquello me hizo estremecer–. ¿Y cómo supiste que te gustaban los chicos?

Cuando te conocí Alexander, lo supe cuando quise que fueras míos, lo sé cuándo siento que quiero besarte hasta que se me acabe el aliento, pensé pero obviamente no podía decir aquello.

-Bueno, simplemente me sentía más atraído por los hombres que por las mujeres... –¡Mentiras! Amo las tetas... creo... no sé...–. Salí con un par chicas, pero nunca funcionó...

-Se rumora que tú nunca tuviste novio... ¿Por qué?

Yo tragué grueso

-Es solo que estaba buscando la persona correcta.

Alexander se sonrojó hasta las orejas.

- ¿Y yo lo soy?

No pude evitar pensar en ello, ninguna mujer me había hecho sentir como Alexander, tan confundido y a la vez tan feliz, con ganas de estar a su lado todo el tiempo. Nadie nunca me había hecho sentir como Alexander y aquello lo agradecía en demasía.

-Sí Alexander, creo que lo eres.

El chico sonrió abiertamente y yo me recosté en su pecho. Él me rodeó con los brazos y besó mi mejilla.

- ¿Y tú? –Inquirí–. ¿Cómo lo supiste?

-Bueno nunca me había sentido atraído por las chicas, y cuando llegó Jace...

- ¿Espera qué? –Me alejé de golpe y lo miré sorprendido–. ¿Tu hermano?

-Sí bueno, no somos hermanos de sangre, así que fue el primer chico del cual estuve cerca...

- ¿Y te enamoraste de él? –Adiviné sintiendo una punzada de celos.

-Pero bueno, luego, años después entendí que éramos hermanos y sólo seríamos eso.

- ¿Aún lo quieres? –Pregunté, debo admitirlo, un tanto celoso; Alec lo notó y me sonrió con ternura antes de negar fervientemente.

-No, ya no, al menos no como antes, es mi hermano y mi mejor amigo, ya, es todo lo que será.

Yo sonreí complacido por esa respuesta y volví a recostarme en su pecho.

-Sé que no quieres mencionar mucho el tema, pero me intriga saber qué pasó en Londres con el chico del cual me hablaste, aunque... –añadí rápidamente–. Si no quieres hablar de eso...

-No, está bien, fue un mal primer amor...

- ¿Por qué? -Inquirí completamente curioso; Alec soltó una risotada mirándome con ternura y prosiguió.

-Era un mentiroso de primera –yo arqueé una ceja sin entender–. Era un imbécil. ¿Puedes creer qué fingió ser gay sólo para ser popular entre las chicas?

Yo palidecí completamente.

- ¿Eso hizo?

-Sí. ¿Quién puede caer tan bajo? ¡Era un cretino! Me utilizó para hacerle creer a todo el mundo que estaba interesado en mí, que sí le gustaban los hombres para no perder su popularidad, pero tan pronto conoció a una chica que lo quería con su mentira, me abandonó, me confesó que nunca le habían gustado los hombres. ¿Cómo alguien puede caer tan bajo de fingir ser lo que no es y más cuando se trata de ser gay? –Preguntó completamente ofendido–. No. ¿Es que no fue consciente de lo que significa para algunos de nosotros el rechazo y el miedo constante? Es un idiota.

-Bueno... –mi voz estaba temblando–. Quizás lo hizo porque era un adolescente tonto, porque estaba inseguro, porque no pensaba en lo que hacía... quizás no pensaba en las consecuencias o en el daño que le puede hacer a otra persona.

-Eso no es justificación Magnus, es decir, si tú llegaras a ser algo así creo que te odiaría de por vida.

- ¿D-de por vi-vida? –Pregunté aterrado.

-Sí, es una mentira que no podría perdonar, eso no se hace, no puedes mentirle a alguien así.

- ¿Pero si tenía alguna razón?

-No, no hay razones que expliquen eso, pero bueno... –Alexander me sonrió abiertamente–. Me alegra que tú seas tan sincero.

Yo le sonreí de forma forzosa esperando que él no se diera cuenta.

-Por supuesto...

-Eres la persona más honesta que conozco Magnus –me dijo Alec acariciándome la mejilla–. Creo que eres mi mejor elección.

Yo tragué grueso y asentí.

-Y tú la mía –murmuré con voz temblorosa y me escondí en el pecho de Alec.

¡Demonios! ¿Ahora qué haría?

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