Capítulo 19
Pov Alec
No era completamente mentira lo que le había dicho a Magnus. No en teoría. No estaba saliendo con Jonathan, eso era cierto, pero iba a salir con él, eso ya es algo, aparte no es algo que yo estuviera planeando, simplemente pasó, por muy ridículo que aquello sonara, y es que aquel chico era bastante insistente, yo sólo quería ir a mi clase de física y él había aparecido de la nada...
-Hola ojos bonitos –me había susurrado suavemente junto al oído, yo había pegado un pequeño brinquito y lo miré sorprendido.
-Jonathan –musité tan pronto como recordé su nombre, él me dio una sonrisa de revista y asintió.
-Ese soy yo, me alegra que te acuerdes de mí.
-Sí, eres hermano de la chica que le gusta a mi hermano.
-Eres hermano de Jonathan Herondale...
-Exactamente –asentí yo.
-Pero si él es Herondale y tú eres Lightwood...
-Sí, mis padres lo adoptaron, nos queremos como hermanos, lo somos sin importar que no compartamos sangre o apellido.
-Oh bueno, eso es más bien personal, si te incomoda...
-No importa –lo corté dándole una media sonrisa.
- ¡Excelente! –Jonathan comenzó a caminar junto a mí, pero aun así aclaré mi garganta al tiempo que sentía como mis mejillas se ponían coloradas.
- ¿Puedo ayudarte en algo? –Pregunté suavemente.
-Directo al punto, así es que me gusta, si no es muy pronto, después de todo lo ocurrido con Magnus... –Jonathan me lanzó una mirada extraña pero continúo caminando –Alexander Lightwood, ¿quieres salir conmigo? Podemos ir a ver una película o ir a comer o simplemente sentarnos en una banca para conversar y poder saber mucho más sobre ti.
Yo me sonrojé totalmente y frené de golpe.
- ¿Qué has dicho?
-Bueno la verdad... mira sé que por lo de Magnus es difícil, todo eso... quizás sientas que es muy pronto, pero creo que necesitas avanzar...
Yo dejé de escucharlo, no quería hablar sobre Magnus, me dolía y tenía ganas de llorar.
-No lo sé... No si pueda.
-Vamos Alexander –musitó suavemente–. Te prometo diversión, no te lastimaría, por favor dame una oportunidad.
-Es que...
-Por favor, sólo una vez, si no te diviertes, no seguiré insistiendo, por favor –una nueva sonrisa de revista fue dirigida hacia mí y suspiré profundamente.
Ese chico no se rendiría, por lo cual asentí.
-Sí, por supuesto... supongo que es una cita.
- ¡Excelente! –Jonathan besó mi mejilla, pero sus labios se sintieron fríos, sin emoción, no como los cálidos y suaves labios de Magnus, que me transmitían paz y me hacían estremecer completamente–. ¡Nos vemos el viernes, pasaré por tu casa! –Gritó mientras se alejaba por el pasillo.
No sé porque había aceptado esa cita, era lindo, divertido, una persona muy activa, me gustaba pero no del modo qué Magnus lo hacía. Y es que sentía que jamás podría amar a nadie como a Magnus. Él era todo lo que quería, era todo lo que necesitaba. Yo sólo esperaba que quizás con el tiempo y mucha paciencia, Jonathan pudiera volverse eso que necesitaba para que mi corazón dejara de doler.
Quizás era hora de darme una nueva oportunidad con aquel extraño chico.
En aquel momento, mientras caminaba por los pasillos, tras rechazar a Magnus, me sentí realmente estúpido.
No entiendo por qué demonios me había dejado presionar por Jonathan y... ahora estaba comprometido a salir con aquel rubio y no es que no fuera atractivo, porque lo era y mucho, pero simplemente yo estaba enamorado de Magnus y posiblemente siempre lo estaría.
-Tienes una cara horrible –indicó Isabelle mientras yo me acercaba a la mesa donde mis amigos estaban reunidos, yo fruncí profundamente el ceño.
-Tú tampoco estás muy linda que digamos –espeté furioso mientras me sentaba junto a Jace–. Bonito vestido, por cierto.
Isabelle me miró completamente ofendida y tomó su refresco para tirármelo, pero Jace se puso en pie rápidamente para detenerla antes de fulminarme con la mirada.
- ¿Qué demonios te está pasando Alexander? –Inquirió mi hermano mirándome con reproche antes de girarse hacia Isabelle–. Y tú también Isabelle, los dos están actuando como dos idiotas.
-Yo estaba tranquila, no he hecho nada y...
- ¡Tú empezaste! –Grité molesto mientras me ponía en pie, no me importó en absoluto que a nuestro alrededor, todos aquellos que se encontraban en la cafetería de la escuela, se giraron para vernos.
-Alec, yo no... –empezó a hablar mi hermana pero la interrumpí inmediatamente.
- ¡Tu alejaste a Magnus de mí! –Grité furioso–. Yo nunca te pedí que lo hicieras, nunca pedí que fueras mi guardaespaldas.
-Pero Alec, él te...
-Yo soy consciente de lo que me hizo –gruñí molesto–. Pero es mi decisión querer o no alejarlo, deja de meterte en mi vida, no quiero que...
-Alexander Gideon Lightwood –interrumpió una voz que me hizo tragar grueso y palidecer completamente–. Tenemos que hablar. Ahora.
Yo me giré lentamente y sonreí nerviosamente mirándolo asustado.
-Pero padre...
-Ahora. Ya.
Asintiendo lentamente, tomé una bocanada de aire antes de dirigirme a paso lento al salón de clases de mi padre.
Estaba en problemas.
Grandes problemas.
Pov Magnus.
No. Podía. Creerlo.
No puedo mentir, sentí que mi corazón se rompió tan pronto como Alexander me dijo que tenía una cita con Jonathan. ¡Maldición! Ese estúpido rubio oxigenado me estaba quitando a mi chico, no, no lo dejaría. Jamás.
Pero asimismo, mi corazón volvió a latir con fuerza tan pronto como Alec hizo aquella escena en la cafetería, no es que me alegrara que mi chico estuviera en peligro –porque conociendo a Robert, seguro que lo estaría –pero sí me alegraba el saber que Alec no estuviera de acuerdo con que Isabelle, por más hermana sobreprotectora que fuera, se interpusiera entre nosotros dos.
Ragnor y Raphael me había advertido que no fuera tan idiota, que no debía meterme en aquello, pero yo, fiel a mis principios, me encontraba encaminando erguido y orgulloso hacia el salón de clases de Robert Lightwood para intentar que no fuera tan duro con mi chico.
Una vez llegué al salón del hombre, fruncí el ceño al darme cuenta que se encontraba cerrado, por lo cual llamé a la puerta, pero no salió tan bien como yo lo hubiese esperado.
- ¡ESTOY OCUPADO! –Gritó Robert desde el interior del salón.
Yo tragué grueso. Él estaba enojado, lo más sabio era marcharme del lugar, pero yo no soy una persona sabia, por lo cual volví a tocar, un nuevo grito me aterró, así que volví a insistir. Fue grande el susto que me di cuando la puerta se abrió de golpe y estaba Robert Lightwood fulminándome con la mirada como si estuviera esperando que de un segundo a otro yo me redujera en cenizas para que dejara de molestarlo. Obviamente aquello no funcionó.
- ¿Qué quieres Magnus? –Inquirió el hombre mirándome irritado, yo le sonreí encantadoramente.
-Hola suegrito –saludé pasando por su lado para entrar al salón; aquello pareció irritarlo más.
-Estoy ocupado, como ves –comentó señalando a Alec, que tan pronto me giré para verlo, me dio una pequeña sonrisa, obviamente avergonzada, antes de enterrar su rostro entre sus brazos, los cuales estaban estirados sobre su escritorio–. ¿Qué quieres? –Repitió el hombre.
-Solo quería estar aquí cuando hablaras con Alexander.
Los dos hombres parecieron sorprendidos por ello, pero fue mi suegro quien rompió el incómodo silencio que mi declaración había instaurado.
- ¿Por qué? –Indagó notablemente confundido; yo solo me limité a encogerme de hombros.
-Solo quiero saber –respondí como si nada; Robert rodó los ojos pero al parecer se dio por vencido, por lo que suspiró y se sentó sobre su escritorio mirando directamente a Alexander.
- ¿Qué demonios te está pasando Alexander? –Preguntó su padre preocupado mientras las facciones de su rostro se suavizaban al tiempo daban paso a la imagen del padre comprensivo que en realidad era aquel hombre. Alec pareció afectado por ello, casi pude sentir como se arrepentía de haber hecho algo para que su padre estuviese mal. Era tan dulce mi chico.
-No sé padre, es que... hablé con... –Alec se giró para verme antes de volver su mirada hacia su padre–. Lo que pasó fue que... –una nueva mirada por parte del chico de zafiros ojos–. Estaba pensando en... –Alec chasqueó la lengua mirándome con irritación–. ¿De verdad tienes que estar aquí? –Inquirió fastidiado; yo sonreí de lado y asentí con fervor.
-Alexander, explícate –apuró su padre, aunque por una sonrisa que el hombre parecía tratar de ocultar, supuse que éste ya sabía lo que quería decir su hijo.
-Papá...
-Habla Alexander.
Alec tomó una bocanada de aire antes de darme la espalda.
-Hablé con Magnus y yo... y yo... y...
- ¿Y tú? –Preguntó su padre. Yo solo era un espectador de lo que ellos decían.
-Creo que lo herí –habló el chico con la voz, pude notar yo, bastante rota.
Robert me miró de reojo con preocupación, pero yo solo me limité a agachar la cabeza, no quería que notara lo mucho que me había dolido recordar nuevamente la conversación con su hijo.
- ¿Y por qué crees que lo lastimaste? ¿Qué tiene que ver eso con tu comportamiento para con tu hermana?
-Papá yo... yo... creo que amo a Magnus, ver su dolor cuando le dije que estaba saliendo con Jonathan Morgenstern... noté como se le rompió el corazón... y con el suyo, el mío también se quebró –admitió mi chico, que para este momento ya estaba llorando, al igual que yo.
-Ay mi bebé –Robert se acercó a su hijo para acunarlo en sus brazos–. Si sabías que eso iba a lastimarlos a los dos, ¿por qué le has dicho eso a Magnus? ¿No es verdad, o sí? –Alec negó con fervor mientras que se escondía en el pecho del chico–. ¿Entonces por qué has dicho eso mi niño?
-No estoy saliendo con Jonathan, eso es verdad, pero el chico sí me pidió que lo hiciéramos, yo acepté porque... porque creí que con ello podía olvidar lo que siento por Magnus... pero es inútil, no dejo de pensar en él.
-Alexander...
-Alexander –me interrumpió Robert como si no me hubiera escuchado–. Entiendo que por lo que estás pasando es difícil, pero no puedes desquitarte con tu hermana, ella no tiene la culpa...
-Ella intenta alejarme de Magnus...
-No –lo cortó su padre–. La única persona que intenta alejarte de Magnus eres tú mismo, no culpes a las personas por tus errores Alexander... estás castigado, una semana entera, tendrás que venir después de clase.
-Pero padre...
-Nada, ya he dicho, como tu padre no puedo permitir que le hables así a tu hermana y como maestro no pienso tolerar esas escenas en pleno almuerzo. Una semana –el hombre se giró rápidamente hacia mí. Aquello me aterró–. Tú también.
Yo miré al hombre completamente ofendido mientras posaba una de mis manos enjoyadas en mi pecho.
- ¿Pero yo por qué? –Exigí saber molesto.
-Porque puedo –el hombre me sonrió de lado y me guiñó el ojo–. Te espero desde mañana, no faltes.
Ahí lo entendí todo...
Maldito Robert Lightwood.
Lo amaba tanto.
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