Capítulo 18
Pov Alec
¡Maldición!
Estaba cayendo en sus encantos.
¡Maldito Magnus Bane y su sonrisa perfecta!
¡Maldito Magnus Bane y su preciosa presencia!
En aquel momento el moreno se dirigía hacia mí con paso relajado. Junto a él estaban Ragnor y Raphael hablando animadamente con el chico que tanto me fascinaba. Tan pronto como llegaron a la mesa del fondo –donde me encontraba aislado ya que no podía soportar nuevamente la lástima de todos como el día anterior –el moreno me sonrió encantadoramente.
-Hola Alexander –saludó el chico con suavidad, yo lo fulminé con la mirada.
- ¿Qué quieres?
-Te traje un batido, de fresa, tu favorito.
Yo mordí mi labio intentando no sonreír tontamente, Magnus siempre sabía cómo complacerme...
¡No! ¡Maldición no! ¡Reacciona Alexander! Me gritó mi parte racional. ¡Recuerda lo que te hizo!
-No lo quiero –respondí con sequedad.
-Oh vamos querido, sé que te fascina...
- ¡Ha dicho que no lo quiere! –Gruñó una voz detrás de mí. Yo me congelé, conocía esa voz perfectamente, aquella voz que me había defendido de todo el mundo durante años a pesar de que yo era mayor.
-Vamos querida Isabelle...
Y todo ocurrió con tal rapidez qué tanto Magnus como yo no pudimos reaccionar. Mi hermana tomó el batido y se lo tiró en la cara, dejándolo completamente empapado. Su camisa básica blanca se le pegó al cuerpo y a través de ella se veía sus perfectos músculos. Mi boca se secó y sentí como toda la sangre en mi cuerpo se dirigía al lugar equivocado. Tuve que pensar en mis padres y en la forma que los han encontrado para que la sangre se alejara de la cabeza equivocada de mi cuerpo.
-He dicho que te vayas, idiota –gruñó Isabelle, yo me levanté rápidamente intentando no mirar el perfecto cuerpo de mi novio... ex novio.
-Está bien Izzy...
-No –me cortó con sequedad mi hermana antes de mirar con odio a Magnus–. Aléjate de él.
-Pero Isabelle...
- ¡Que te largues imbécil! –Gritó Izzy.
-Pero... –el chico intentó hablar nuevamente pero yo lo interrumpí en seco.
-Mags... Magnus, no quiero volverte a ver, lárgate, estoy hablando en serio –miré como el moreno tragaba grueso y parpadeaba con rapidez. Lo sabía, estaba a punto de llorar y quise abrazarlo, quise darle paz y amor, pero me había prometido no volver a caer ante sus encantos y debía mantenerme firme en mi posición–. Por favor –musite ésta vez con suavidad.
El chico agachó la cabeza y miré como Ragnor le susurraba al oído. Magnus asintió lentamente y se dejó llevar por sus dos nuevos amigos, esperaba que ellos estuvieran a su lado para que no estuviera mal. Sí, quería dejarle de hablar, quería dejar de sentir lo que sentía por el chico, pero eso no significaba que lo odiara o que quisiera que estuviera mal.
-Espero que no se te vuelva a acercar –rugió mi hermana, yo la miré con reproche.
-Yo soy grande Isabelle, no tienes que defenderme.
Ella me miró con seriedad mientras se cruzaba de brazos.
-Lo haré hoy y siempre.
-Isabelle...
-Nada –me interrumpió ella antes de abrazarme y besarme en la mejilla–. Ahora vamos con los chicos, odio que estés solo.
Yo suspiré y negué.
-Y yo odio que sientan lástima por mí –le devolví el beso en la mejilla–. Estoy cansado de eso.
-Alec...
Yo negué nuevamente y me alejé lentamente de mi hermana ignorando sus llamadas, quería estar solo.
Hoy y siempre.
Pov Magnus.
-Él no me dará la oportunidad. ¿Verdad? –Le pregunté con tristeza a Ragnor mientras arrancaba el césped del patio trasero donde nos habíamos dirigido al salir de la cafetería.
-Dale tiempo Magnus –musitó Ragnor acariciándome suavemente la espalda–. No puedes esperar que la primera vez que tratas de ser lindo, él salte a tus brazos.
-No después del estúpido error que cometiste –señaló Raphael, noté como Ragnor lo fulminaba con la miraba antes de rodar los ojos, luego se giró hacia mí.
-Sólo dale algo de tiempo, la herida aún está demasiado abierta...
-Y su hermana me odia –yo suspiré con tristeza–. ¿Quién diría que hace tan sólo unos días Isabelle me adoraba y los dos salimos de compras?
-Lastimaste su hermano, Magnus yo también te odiaría –indicó Raphael.
-Como sea –rugió Ragnor–. A la próxima vez idearemos un buen plan.
- ¿Cómo qué? –Pregunté yo arqueando una ceja; Ragnor sonrió abiertamente, como el gato de Cheshire, nuevamente me aterré.
¿Ahora qué planeaba este chico?
(◕‿◕✿)
- ¿Estás listo? –Me preguntó Ragnor mientras los tres nos encontrábamos escondidos detrás de unos casilleros esperando qué Isabelle pasara por allí.
Llevábamos días estudiando la ruta que la pelinegra y su hermano tomaban a diario, y ahora qué estábamos seguros cuál era, nos encontramos allí, esperando pacientemente... y nuestra hora había llegado.
- ¿Está seguro Ragnor? –Le pregunté mirándolo con bastante preocupación–. Conozco a Isabelle y si lo haces podría matarte.
-No le tengo miedo –respondió Ragnor bufando–. No te preocupes.
-Amor –ésta vez habló Raphael–. Eres tan valiente... yo jamás podría hacer eso.
- ¿Por qué son tan dramáticos? –Inquirió Ragnor rodando los ojos segundos antes de fingir salir de un salón que estaba junto a los casilleros con su refresco y se lo echó encima a Isabelle en el vestido. La chica lanzó un grito ahogado y fulminó con la mirada a mi nuevo amigo.
- ¿¡Qué demonios te pasa, idiota!? –Gruñó furiosa–. Fíjate por dónde vas pedazo hijo de...
- ¡Isabelle! –Reprendió Alec–. No hay porque hace tanto ruido.
- ¡Mira cómo me dejó! ¡Me ha arruinado el vestido!
Isabelle tomó del cuello a Ragnor y noté como Raphael se tensaba a mi lado. Yo puse un brazo en el pecho del chico para que se quedara en aquel lugar o si no, nos descubrirían escondidos. Miré sorprendido a Isabelle sacudiendo a Ragnor mientras lo acorralada contra los casilleros opuestos a nosotros, dándonos la espalda.
-Ahora ve –musitó Raphael junto a mi oído, yo asentí y me acerqué lentamente a Alec, que también nos estaba dando la espalda mirando curioso el próximo movimiento de su hermana.
Sin hacer ruido en absoluto, cubrí la boca de Alec, el cual se tensó inmediatamente, pero antes de que pudiera hacer algo, comencé a arrastrarlo hacia el salón más cercano y solitario que había en aquel momento. Una vez los dos estuvimos adentro, dejé de cubrirse la boca a Alexander quién me miró iracundo.
- ¿Pero qué demonios te pasa Magnus Bane? –Preguntó Alec frunciendo el ceño, yo lo miré sonriendo de lado.
-Quería hablar contigo.
- ¿Y no era más fácil decírmelo? Casi me matas del susto –Inquirió arqueando una ceja mientras sus manos se posaron en sus caderas.
-Lo he intentado, pero tú guardaespaldas no me deja.
- ¿Isabelle? –La comprensión inundó el rostro de Alexander y supe lo que me preguntaría a continuación antes de que lo hiciera–. Ragnor Fell no le tiró accidentalmente su soda a mi hermana, ¿verdad?
Yo sonreí inocentemente y Alexander me dio un fuerte golpe en la cabeza.
- ¿Qué demonios Alexander?
- ¿Hiciste que tu amigo se sacrificara por ti? ¡Isabelle podría matarlo!
-Yo se lo advertí, pero él quiso ayudarme, seguro que estará bien.
-Yo no estaría tan seguro –Alexander chasqueó la lengua y suspiró–. En fin, ¿qué querías decirme?
-Alexander, sé que fui un idiota y si tú pudieras darme otra...
-Magnus, por favor –Alexander posó sus dedos sobre mis labios interrumpiéndome–. Quiero dejar todo eso atrás.
-Alexander, por favor...
-Ya basta, no quiero hablar de eso.
-Yo sí Alexander –le tomé la mano pálida entre las mías, me fascinó el contraste de nuestras pieles, me encantó cómo aún mi mano encajaba con la suya, como su mano se sentía tan bien contra la mía, como si hubieran sido hechas para estar juntas siempre–. Alexander yo te amo y te necesito, por favor.
- ¿Qué tal si somos amigos?
-No digas eso, sabes que sólo una amistad no es lo que quiero contigo, no sé si podría con eso...
-Estoy saliendo con Jonathan Morgenstern –dijo él suavemente. Yo sentí como mi corazón estaba siendo destrozado y retrocedí un paso, apoyándome contra una mesa al tiempo que cerraba los ojos.
- ¿Desde cuándo? –Le pregunté mientras abría los ojos de golpe.
-Desde hace muy poco –respondió Alec en un hilito de voz.
- ¿Te gusta? ¿Son novios? ¿Sientes algo por él?
-Magnus... no, sólo estamos empezando.
-Pero Alexander...
-Lo siento Magnus pero no puedo con esto, no quiero eso, mejor déjalo así...
-Alexander... –lo tomé de la mano antes de que saliera del salón–. Creo que sí podríamos ser amigos, prefiero tener tu compañía, me haría muy feliz.
-Amigos –respondió él mientras miraba nuestras manos unidas y soltó la mía suavemente antes de salir del salón, dejándome allí, sólo, con el corazón completamente destrozado.
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