Capítulo 13
Pov Magnus.
Era lunes, por fin. Estaba ansioso por ver a Alexander, pero también estaba nervioso, tenía miedo.
¿Y si las cosas con sus padres no habían salido bien?
¿Y si había sido impresión mía?
¿Y si en realidad ni Robert ni Maryse sabían que era gay?
¿Y si reaccionaban mal?
Bueno, aquello último era de lo que menos desconfiaba, después de todo, los padres de Alec parecían realmente buenos, parecían comprensivos, aunque bueno, muchas veces la apariencia engaña...
¿Y si en verdad se enojaban con él?
¡Demonios!
Sería culpa mía. Yo lo había alentado y había dicho que le dijera a la verdad a sus padres. Si todo salía mal no sería más que mi culpa... tenía miedo...
¿Y si salía mal todo y Alexander me culpaba?
¿Y si no quería volver a verme?
- ¡Magnus! –Gruñó Catarina–. ¿Qué te pasa hoy? –Preguntó mirándome con una ceja arqueada–. Llevas media hora mirando el interior de tu casillero. ¿Qué pasó? –Inquirió ella molesta; yo me giré hacia ella. La vi sin verla. Simplemente mi rostro se giró hacia mi amiga pero mis pensamientos seguían con el ojiazul–. ¿Magnus? ¿Hola? –Catarina chasqueó los dedos frente a mi rostro, molesta. La chica furiosa cerró mi casillero de golpe haciéndome sobresaltar.
- ¿Qué pasa?
-Eso te pregunto. ¿Qué te está pasando? ¿Es que algo salió mal con Alexander?
-No –musité con suavidad–. Bueno, al menos no lo creo.
-Ay Magnus... estás perdido –la chica miró sobre mi hombro–. Y hablando del rey de Roma...
Me giré bruscamente para verlo allí, Alexander llevaba una sonrisa enorme en su rostro y lo vi diferente. Parecía más... tranquilo, más feliz, siempre que veía a Alexander estaba nervioso, siempre iba a cabizbajo. En aquel momento llevaba ropa bastante buena, considerando que siempre andaba con suéteres llenos de agujeros. En aquella ocasión llevaba una camisa básica color negro, un jean del mismo color y me encantaba... se veía sexy, confiado, sus ojos color zafiro resaltaban más, al igual que su piel albina... y se dirigía hacia mí...
Se veía tan confiado...
-Bueno, ya me voy –musitó Catarina junto a mi oído antes de alejarse rápidamente y sin disimulo alguno.
Alexander llegó a mi lado y miró a mi amiga, que estaba desapareciendo entre la multitud.
- ¿Qué le pasa? –Preguntó divertido.
-Creo que quería dejarnos solos.
-Está bien... –Alexander rió suavemente antes de besarme en la mejilla–. Hola.
-Hola Alexander –saludé yo dejándome contagiar por su bella sonrisa–. Supongo que las cosas con tus padres salieron muy bien.
-Salieron a la perfección, Magnus... –el chico me tomó de la mano. Yo lo miré sorprendido. Normalmente siempre era reservado con que los demás no nos miraran. En aquel momento parecía que no le importaba lo que pensaran los demás a nuestro alrededor. Sólo éramos él y yo en nuestra burbuja personal, disfrutando nuestra cercanía–. Quiero agradecerte –dijo con suavidad antes de besarme el dorso de la mano–. Sin ti, sin tu apoyo, quizás nunca hubiera podido hablar con mis padres como lo hice y bueno... creo que eres lo mejor que me ha pasado.
Yo suspiré profundamente y lo miré encantado.
- ¿Eso significa que me he ganado el derecho a otra cita?
Alexander soltó una risa cantarina y asintió.
-Eso significa que te has ganado el derecho a todas las citas que desees... aunque en realidad –Alec entrelazó sus dedos con los míos antes de dirigirnos hacia mi salón de clases–. Era yo el que quería invitarte a salir hoy después de clases. ¿Te parece?
Yo asentí con fervor.
- ¡Sí, por supuesto que sí! ¡Me parece! Es decir... –aclaré suavemente mi garganta–. Creo que estaría genial –Alec asintió antes de detenerse frente a la puerta del salón donde tenía mi primer periodo–. Gracias por traerme.
-Cuando quieras –Alec me besó suavemente la mejilla–. Nos vemos a la hora del almuerzo, si quieres, por supuesto.
-Me encantaría –dije hechizado por su bella sonrisa y sus hermosos ojos. Alec asintió antes de agitar su mano en señal de despedida y alejarse entre la multitud.
Cuando entré al salón, varias chicas me miraban fascinadas por la escena que acabamos de presentar, pero no me importaba.
Alexander, mi bello y tímido Alexander, ahora parecía más seguro de sí mismo... parecía más feliz... a mí aquello me daba una bella satisfacción que no se comparaba con nada de lo que hubiera sentido antes.
Pov Alec.
- ¿Lo hiciste? –Me preguntó mi hermana tan pronto como llegué al gimnasio para nuestro período libre; yo la miré sonriendo antes de asentir con fervor.
-Lo hice –Isabelle lanzó un chillido y yo la miré con diversión ignorando las miradas extrañadas que nos lanzaban–. No grites o no te volveré a contar nada.
-Ay, es que ustedes dos son tan lindos y además, no creí que te atrevieras a hacerlo.
Yo la fulminé con la mirada.
- ¿Me estás diciendo cobarde?
-Sí, exactamente, eres bastante cobarde Alec. ¿Quién diría que tú, el tímido chico, invitaría a Magnus Bane a salir?
Yo lo fulminé una vez más con la mirada.
-Ey, me haces sonar como si fuera gallina.
-Ay hermanito –ella me miró con ternura–. Lo eres y mucho, pero bueno, eso no es lo importante –dijo ella antes de que yo pudiera decir algo–. La cosa es que lo hiciste hermanito.
Yo suspiré y asentí.
-Sí, lo hice. ¡Demonios! Lo invité a salir y no tengo nada preparado. ¿Qué haré?
-Oh Alexander –ella me abrazó con fuerza–. Yo me encargaré.
-Eso no se oye bien.
Mi hermana me dio una sonrisa, tan malvada que me hizo temblar.
Demonios Isabelle, contrólate por favor.
(❀◦‿◦)
Al final Isabelle sí había terminado por cuadrar todo.
Yo había visto a Magnus en el almuerzo. Habíamos comido juntos con las miradas pícaras de mis hermanos encima de nosotros. Aquello había resultado un poco incómodo para mí, esperaba que Magnus no sé molestara por ello, pero al parecer no la había hecho, pues le gustaba tomarme de la mano y darme suaves besos en la mejilla en frente de mis hermanos, como dándoles razones para que nos siguieran molestando. Tambié se escucharon suspiros a nuestro alrededor, de nuestras fanáticas.
En serio. ¿Por qué las chicas se fijaban tanto en lo que nosotros hacíamos?
¿Por qué les obsesionaba tanto una pareja gay?
No lo entendía, pero bueno, Magnus parecía disfrutar de la atención brindada. Yo sólo podía rodar los ojos mientras me dejaba abrazar por el moreno, por supuesto no iba a discutir contra ello, pero volviendo al tema de la cita...
Isabelle había organizado un picnic en Central Park, puesto que con ayuda de Catarina pudimos descubrir muchas cosas que le gustaban a Magnus. Una de ellas era mirar un amanecer o un atardecer, así que el plan era mirarlo en el parque con el moreno. Le había dicho a mi hermana que era un tanto cursi, pero bueno, Magnus valía la pena, por supuesto que sí.
Era algo muy sencillo, como le había pedido a Isabelle que quería que fuera, ella parecía un tanto decepcionada, pero había aceptado aquella condición. En aquel momento me encontraba nuevamente siendo el juguete de mi hermana.
Ella se encargaba de arreglarme para ir a recoger a Magnus, pues sí, nos habíamos perdido el último período de clases para huir a casa y ponerme presentable.
-Isabelle, sí papá se entera, nos va a matar.
-Seguro ya está enterado y no creo que se enoje... tanto, pero luego lo entenderá, después de todo el parece muy feliz de que salgas con Magnus.
Yo sonreí recordando nuestra conversación y asentí.
-Sí... Isabelle, tengo miedo. ¿Y si se aburre? No sé qué hacer.
-Oh vamos hermanito, relájate, tú te preocupas demasiado.
-Vamos a estar toda la tarde en un parque, seguro que lo voy a aburrir, no sé de qué hablar.
-Deja que las cosas fluyan Alexander –gruñó mientras terminaba de deshacer los nudos de mi cabello antes de rociarme con un poco de perfume–. Estás perfecto, adelante.
-Bien –suspiré intentándome relajar–. ¿Vendrás conmigo?
-Por supuesto que no, no voy a volver a la escuela, que aburrido.
Yo la miré exasperado pero asentí. Me miré una vez más frente al espejo. Le sonreí a mi hermana y salí de casa para entrar a mi auto y encaminarme hacia el instituto.
Tú puedes Alexander, tú puedes, me animé mentalmente.
Debía hacerlo.
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