Capítulo 1
Pov Magnus.
El verano ya había acabado, por fin entramos a clases e increíblemente –y que yo lo diga es muy humilde –me veía más hermoso que de costumbre, era fantástico como cada día superaba mi belleza inalcanzable.
-Magnus por favor. ¿Podemos irnos a clases? Vamos a llegar tarde idiota, y será tu culpa –regañó mi tierna mejor amiga, Catarina Loss.
Bueno, "mejor amiga" era quedarse corto, ella era prácticamente mi hermana.
Mi padre permanecía en viajes de negocios todo el tiempo, al igual que los padres de Catarina, así que se habían puesto de acuerdo y nos habían dejado vivir a los dos juntos, no había ningún peligro, después de todo. ¿Qué mal podría pasar? ¿Cómo desconfiarían de que haríamos cosas malas y sucias? Ella era muy responsable... y yo soy totalmente gay... claro, sólo por la excepción de que no lo soy.
Verán, hace tres años leí un artículo que cambió mi vida, en él estaba expuesto como las mujeres preferían rodearse por homosexuales, pues se sentían en mayor confianza, podían ser mejores amigas y yo... bueno, a mis quince años llenos de hormonas alborotadas, pensé: ¿Y porque no salir del clóset falso? Y así lo había hecho, era el único chico abiertamente gay en la secundaria Idris de Nueva York. Los chicos no se metían conmigo porque sabían que sus novias y amigas se enojarían con ellos por hacerlo y yo... bueno... gozaba de geniales pijamadas con chicas semidesnudas frente a mí. Era un paraíso.
Catarina, que era mi mejor amiga, desaprobaba aquella mentira, pero bueno, hasta en las ideas más estúpidas ella me acompañaba, así que a pesar de lanzarme una mirada terrible cada vez que hablaba sobre mi falsa homosexualidad, no me había echado al agua, y es que a estas alturas seguro que me quemarían vivo por fingir ser gay.
¡Incluso el director del Instituto había cambiado todo el reglamento de tolerancia cero para que mis derechos fueran totalmente respetados! Era muy tierno de su parte, seguro que si había algún gay en esta secundaria, lo agradecería.
Bueno, en realidad si nos ponemos a ser justos, yo había traído una integración en aquel instituto, había hecho un cambio al salir del clóset, si alguna vez alguien se enterara de mi mentira, no deberían estar enojados, deberían agradecerme por el gran cambio que hice... aunque claro, esperaba que nadie se enterara, después de todo, sería mi último año en la secundaria, así que... ¿Qué importaba fingir un poco más?
Luego iría a la universidad y todo esto quedaría atrás.
Estaba tranquilo porque la única persona que sabía de mi falsa homosexualidad era Catarina y sabía que ella jamás se lo diría a nadie.
-Sólo tenía que ver si estaba perfecto. ¿Y adivina qué? ¡Sí estoy!
-Eres insoportable –gruñó ella desde la puerta de los baños de hombres–. Si no sales en cinco minutos, yo te saco.
-Estoy seguro que a los chicos les encantará.
- ¡Sal ya imbécil! –Dijo esta vez más molesta, yo solté una risita y no queriendo tentar más mi suerte, salí de allí.
-Lo siento belleza, pero debo estar perfecto para mis pretendientes –dije echando mi cabello para atrás; unas chicas que pasaban por mi lado, al escucharme, suspiraron enternecidas y yo les guiñé el ojo–. Estoy seguro que acabo de mojar un par de bragas –le susurré suavemente a Catarina, quien se limitó a poner los ojos en blanco.
-Eres un imbécil. ¿Sabes? En estos tres años te has visto muy gay, pero no has tenido novio y tú jueguito se va acabar tarde que temprano.
- ¡Catarina cállate! –Reprendí mirando a nuestro alrededor–. Puede que no haya tenido ningún novio público, pero he tenido muchos ligues con hombres.
-Por supuesto que no, eres la persona más heterosexual que conozco, no podría imaginarte con un hombre.
Yo solté una risita.
-Es verdad, pero los demás no lo saben.
-Como sea, no quiero llegar tarde a la clase, Tessa me escribió, su primer periodo lo vio con el nuevo profesor y dice que es aterrador, no quiero hacerlo enojar.
Yo resoplé pero asentí y seguí a mi mejor amiga, quien corría entre la multitud buscando llegar a nuestra primera clase: Economía y política social.
Allí estaba el hombre del que habló Catarina, que tan pronto como nos miró entrar tarde, nos fulminó con la mirada.
-Llegan tarde –gruñó con voz gruesa; miré a mi mejor amiga tragar grueso y yo suspiré antes de lanzarle una sonrisa encantadora al maestro.
-Lo siento, tuve un asuntito en el baño que resolver.
Escuché a muchas chicas suspirar, quise reírme fuerte. Pervertidas, quién sabe que se imaginaron, estas chicas son terribles.
- ¿Algún gay de armario del que quieras hablarnos, Magnus? –Preguntó una de las jóvenes, no sé quién, ni siquiera me molesté en mirar, yo sólo reí y negué.
-Prefiero que salga a solas, no hay que presionar a los chicos.
-Cómo sea –interrumpió el maestro–. A sus asientos y espero que no se vuelva a repetir.
-Por supuesto que no –murmuró rápidamente Catarina, aterrada.
-Bien, ya basta de interrupciones.
Yo recorrí el salón con la mirada, sólo dos asientos estaban desocupados, uno para Catarina y otro para mí, los dos se encontraban de extremo a extremo del lugar.
¿Cómo sobreviviría a este período con un profesor obviamente malhumorado y sin mi mejor amiga?
¡Sería terrible!
Catarina se dirigió hacia el asiento que se encontraba junto a la ventana y yo rodé los ojos antes de dirigirme al rincón extremo.
-Ahora –el profesor habló–. Como les estaba diciendo antes de que nos interrumpieran –dijo el hombre fulminándonos con la mirada a Catarina y a mí–. Soy Robert Lightwood e impartiré esta asignatura, no tolero excusas ni retrasos en trabajos o en llegadas tardías en clase, lo odio. No quiero calificaciones bajas en mi materia porque no dudaré en reprobarlos. No acepto miradas tiernas, ni sonrisas encantadoras, ni dinero. No me van a sobornar. Para aprobar mi clase tienen que ser responsables. Ahora, como no los conozco a ninguno, por favor necesito que se presenten–. Todos los jóvenes en aquel lugar soltaron un quejido al unísono–. ¡Sin protestas! –Gruñó el profesor malhumorado antes de señalar al primer chico–. Preséntate por favor.
Pasaron quince minutos antes de qué un fuerte gruñido sonara a mi lado, hasta el momento me percaté que tenía un compañero... bueno sí, era un poco obvio que había visto alguien ahí, una figura, pero no había llamado mi atención hasta que vi como enterraba su rostro entre sus brazos. Sólo podía ver una melena de color azabache, unas orejas muy rojas y un suéter raído y descolorido.
- ¡Te dicho que te presentes!
-Es una estupidez –refunfuñó mi compañero por lo bajo.
-No me importa, preséntate.
- ¡Ya me conoces! –Gruñó el chico con voz ahogada.
-Alexander. Hazlo. Ahora.
-Excelente, me presentaste, así que déjame en paz.
-Alexander, ya –gruñó el maestro, el chico soltó otro fuerte gruñido antes de ponerse en pie fulminando al maestro con la mirada.
Yo lo vi sorprendido por dos cosas; la primera, era obvio que era nuevo, así que me fue totalmente impresionante como retaba de este modo al maestro... y por otro lado, sus ojos eran de un color azul zafiro, el azul más puro y bello que haya visto jamás, eran tan... hermosos.
-Mi nombre es Alexander Lightwood –oh claro, era hijo del maestro, pobrecillo con ese padre, su vida no debía ser nada fácil, menos si lo retabas enfrente de todos sus nuevos estudiantes–. Tengo dieciocho años, mi familia fue trasladada desde Londres gracias a que mi padre consiguió un trabajo en una estúpida secundaria...
- ¡Ya basta Alexander! Creo que con eso es suficiente, ahora tú, el chico del lado, el retrasado.
Okay eso me ofendió, sé a qué se refería, pero dolió.
Completamente enojado, fulminé con la mirada al maestro sin poder evitarlo, al tiempo que me ponía lentamente de pie.
-Mi nombre es Magnus Bane, tengo dieciocho años. ¿Y qué puedo decir? Soy encantador –todas las chicas en aquel lugar suspiraron y asintieron en acuerdo con mis palabras, el maestro me miró irritado y rodó los ojos antes de seguir con las presentaciones.
Yo suspiré cansado y me senté nuevamente antes de mirar atentamente a Alexander, nuevamente estaba hecho bolita en su asiento, al parecer no era de color rojo, simplemente su padre lo había hecho pasar por una gran vergüenza. Me pareció algo tierno ver sus mejillas completamente coloradas... espera. ¿Qué? ¿Tierno? No soy gay. ¿Estaba creyéndome mi propia mentira? No, alto, debía controlarme, un chico no podía pensar qué otro era tierno... bueno, al menos no un chico heterosexual. ¿Verdad?
Apartando aquellos pensamientos, seguí detallándolo. Su piel era blanca, casi albina, se veía suave y delicada, su cuerpo era delgado pero musculoso. ¿Haría ejercicio? Sí, probablemente sí.
Al notar que mi mirada estaba fija en él, se giró para verme con curiosidad y de nuevo la belleza de sus ojos me golpeó como un fuerte puñetazo en el estómago, estos estaban abiertos de par en par, fijos en mí y brillando con curiosidad. Sin poder evitarlo y como un reflejo tonto, bajé mi mirada a sus labios, estos estaban rosas, se veían suaves y delicados. Me estremecí cuando mis labios picaron por la necesidad de besarlos... y aquello fue demasiado para mí; tensé todo mi cuerpo mientras descaradamente lo recorría con la mirada. Él al notar eso, se sonrojó completamente.
¡Demonios!
Aquello lo hizo lucir malditamente tierno y encantador. ¿Qué me estaba pasando?
Yo era Magnus heterosexual Bane, podía fingir ser gay, pero no lo era.
¿Qué demonios?
Tan pronto como sonó el timbre para cambio de clases, tomé mi maleta y casi que salí corriendo del lugar, alejándome de aquel extraño chico.
Por favor, seguro estaba perdiendo la cabeza, yo ni siquiera conocía a aquel chico. ¿Por qué me había sentido así? ¿Qué demonios me estaba pasando?
Pov Alec.
¿Qué si estaba cabreado? Eso era decir poco.
¿Por qué mi papá me estaba haciendo eso? Ya me conocía, él era mi padre, aquello había sido cruel, porque a pesar de saber que yo odiaba hablar en público, me exigía que lo hiciera. ¿Por qué? Porque quería hacerse el buen padre y quería que socializara. Bueno sí, quizás estaba siendo un poco desagradecido.
Isabelle había tenido problemas en Londres. Mi padre había conseguido un nuevo trabajo en Nueva York y vio una oportunidad de una mejor vida para nosotros, además de un comienzo desde cero para mí, ya que, según él, yo era demasiado introvertido y tenía que aprender a hacer amigos... porque para ser sincero, mis mejores amigos eran mis dos hermanos, Isabelle y Jace, pero no era tan malo. ¿Verdad?
Aunque bueno... ellos sí tenían amigos, incluso Isabelle ya se había hecho amiga de una pequeña pelirroja en el primer periodo de clase y Jace... bueno, Jace por supuesto ya tenía a un montón de chicas rendidas a sus pies, yo por otro lado... no más al llegar a la secundaria, me había golpeado contra los casilleros al huir de una porrista rubia que me había gritado que era un insecto tras chocar con ella, aunque quizás podría abonarme puntos, había llamado la atención de un chico muy lindo en clase de papá.
Por lo que sabía y lo que había escuchado en rumores de pasillos, era Magnus Bane, el chico más popular en todo el instituto y bueno, el único en este lugar que se había declarado abiertamente gay,. Ojalá yo fuera igual de valiente a él, pero no, era todo un gay de armario, como había dicho aquella chica cuando Magnus había comentado burlón que se encontraba en el baño besándose con quien sabe qué afortunado, ojalá ese fuera yo, porque...
¡Demonios!
Mentiría si dijera que aquel hermoso moreno no me había cautivado inmediatamente, su cabello castaño oscuro estaba lleno de purpurina, su ropa era de colores extravagantes y ésta le quedaba ajustada, resaltando su bello cuerpo delgado pero musculoso. Muy bien formado. Sus ojos estaban maquillados resaltando ese hermoso color extraño verde-dorado, pero tan precioso como el chico que era dueño de ellos.
Y aquel bello chico se había fijado en mí, cuando noté que sus labios se fijaron en los míos, sentí que me iba a derretir.
¿Quería besarme?
¿Le gustaba?
Quise reírme histéricamente mientras caminaba en silencio hacia el jardín exterior del instituto para pasar mi tiempo de descanso del almuerzo allá.
Sí claro, pensé sarcásticamente, seguro que Magnus, aquel chico que podía tener al hombre que quisiera, se iba a fijar en mí, un perdedor introvertido y completamente aburrido, de verdad que a veces soñaba demasiado.
Aquello me deprimió un poco, pero era lo mejor, un chico como él jamás se fijaría en alguien como yo, debía despertar antes que me hiciera ilusiones con alguien que jamás se fijaría en mí.
Tan pronto llegué al jardín, me tiré bajo la sombra de un árbol, saqué un libro de mi maleta y me puse mis audífonos para sumirme en mi mundo. Así pasó un largo rato, hasta que noté una mirada que me taladraba. Sin poder evitarlo, alcé mi cabeza y sentí como mi corazón empezó a latir rápidamente cuando miré a Magnus observarme fijamente desde la lejanía.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro