CAPÍTULO XVII
Venimos — Miss Cafeína
Venimos del mismo lugar, de un año de mierda, de rabia sexual.
Venimos del mismo lugar, de dormir con desconocidos para evitar algunas preguntas que no sé contestar.
UN IMPOSIBLE DE OJOS BONITOS Y FINAL INALCANZABLE
○○○
BROOKE
Los Arison
Marshie: ¡Buenos días, congéneres de sangre! ¿Cómo habéis amanecido?
Malcolm: Fatal, gracias.
Brooke: Cansada. Ayer me acosté tardísimo por culpa de un proyecto de la academia.
Malcolm: Tienes que descansar y respetar el ciclo del sueño. Brooke. Así no vas a rendir bien.
Morguinchi: ¡Bieeen! He salido a correr y acabo de volver.
Vaya, a eso lo llamo yo alegría mañanera...
Brooke: Fíjate, Morgan... Has cambiado las resacas por cardio. ¡Qué bien!
Marshie: Has batido tu récord de mañanas limpias. Una semana entera sin mencionar la palabra fiesta, qué orgullo.
Morguinchi: Estoy reformándome para que Malcolm no pida más citas en el Hospital.
Malcolm: Todavía no te has hecho la prueba de la ETS...
Morguinchi: Continúo vivo ¿no?
Marshie: Y follando con protección, espero.
Malcolm: ¿Por qué siempre os las ingenáis para terminar hablando de sexo?
Brooke: Ahora que sacas el tema, ¿Qué tal tu vida sexual?
Marshie: Brooke, no se le habla al pobre de dinero.
Malcolm: Marshall, prueba a no abrir la boca durante un año, y luego durante dos; y así sucesivamente.
Morguinchi: Pues yo ayer eché un polvo magnífico con el hermano mayor de Lacoste.
Marshie: Si el hermano está igual de bueno que tu amigo, bien hecho.
Morguinchi: ¡¿Lacoste te parece guapo?!
Marshie: Después de escandalizarte sobre la indiscutible belleza de tu amigo ¿De verdad tienes la osadía de considerarte bisexual, Morgan?
Brooke: Tu amigo Lacoste les devuelve la vista a los ciegos con una sonrisa, Morgan.
Marshie: Si algún día sigo tus pasos, Morgan, y convierto a Lyon en un toro bravo, pregúntale a tu amigo cómo beso.
Brooke: Y tu amigo López también es muy guapo.
Morguinchi: Y folla bastante bien.
Malcolm: No necesitaba saber eso...
Brooke: Hunter dice que opina lo mismo que tú, Morgan.
Brooke: Y Larichi que tú eres el más guapo de todos. También dice que le encanta que salgas a correr todas las mañanas y que me contagies las ganas.
Brooke: No le hagas caso. Miente.
Morguinchi: ¿Algún otro amigo por el que babeéis?
Brooke: Hunter se pregunta si tu amigo el de acento dicharachero está soltero.
Morguinchi: ¿Hernan, el andaluz? ¿O López?
Brooke: El otro, el que se ríe mucho. López dice que no, que ese no sonrió ni en las fotos de la comunión.
Morguinchi: Hernan sale con una argentina que lo trae loco de la cabeza. Llevan de lío "serio" unos cuantos meses.
Morguinchi: Lo siento, Hunter.
Brooke: Dice que no pasa nada, que tú también le vales. Guiño, guiño.
Marshie: Brooke, dile a tu amigo que de mayor quiero ser como él.
Brooke: Dice que gracias. Y que si en algún momento vuelves al ruedo de la soltería, que lo llames.
Brooke: Audio.
Morguinchi: JAJAJAJA
Morguinchi: Sí, Hunter, ya he cumplido los dieciocho.
Marshie: No, Hunter, aún no me he casado. No romperías ningún matrimonio, solo una unión conyugal en potencia.
Malcolm: Madre mía...
Brooke: Hunter dice que tú también puedes llamarle para acabar con la sequía, Malcolm. No cree en la heterosexualidad.
Malcolm: Me voy a trabajar... Y vosotros deberíais iros a estudiar...
○○○
Después de haber quedado en casa de uno de nuestros compañeros del proyecto de fin de curso y casi tirarnos de los pelos por no casar ideas, Trevor y yo salimos de su piso alternativo con una alegría en el cuerpo que raya lo absurdo. Como Sharif ha vuelto al ruedo en el mundo de la música, la discográfica le ha conseguido entradas para una fiesta súper exclusiva. ¡Vamos a codearnos con famosos!
Las páginas del calendario han volado en el viento y han detenido la borrasca a mediados de febrero, así que... ¡Mañana empiezan los Carnavales! Debido al nivel de caché de la fiesta tan exclusiva a la que nos hemos acoplado como una extensión de la persona de Sharif, los seis hemos pasado un mes entero planeando un disfraz lo suficientemente chulo para destacar, pero no desentonar. Sin embargo, como no nos poníamos de acuerdo, al final hemos optado por el manido disfraz de pirata. Sharif prefería ir de "corsario", pero como es el único invitado real de la fiesta, le hemos encasquetado el sombrero de capitán.
Nuestro disfraz se basa en Jack Sparrow. Nos hemos plantado unos pantalones negros anchos, una camisa blanca semiabierta y una banda granate en la frente cuyos extremos nos caen por un hombro. Lara, Hunter y yo hemos añadido un corsé de cuero marrón que hemos rescatado de un disfraz del año pasado y unos cuantos cinturones de hebillas gigantescas. Y los hetero-básicos han optado por llevar parte del pechito al aire, disimulando su exhibicionismo con collares largos y mucha bisutería del bazar de abajo y de nuestras abuelas. Bueno, de las abuelas de ellos, porque ni Sharif ni yo tenemos abuelos.
Trevor, que decía que la banda le picaba en la frente, ha prescindido de ella y se ha alborotado más todavía el pelo, añadiendo pequeñas trencitas que le ha tejido Hunter en la nuca. Rash, que directamente carece de pelo porque se rapa a diario, no lleva nada en la cabeza, pero, aun así, el disfraz le ha quedado niquelado. En el mundo existe gente que ha nacido con estilo, y Rash pertenece a ese grupo de favoritos de Dios. Por otro lado, Hunter, Lara y yo vamos prácticamente iguales.
Sin embargo, el punto fuerte del disfraz se concentra definitivamente en la figura de Sharif, que está buenísimo con este look de tonos oscuros que le favorecen tantísimo y esa gruesa gabardina hosca que volotea a la altura de sus rodillas, ajustándose a sus pasos como si hubiera nacido con ella puesta, con cada paso que avanza.
La babilla...
Calla.
Nos hemos maquillado los ojos con un ahumado, añadido una X a la altura de la mejilla y Sharif ostenta un sombrero como el de Jack Sparrow junto con unas botas militares más sucias que mi mente después de verlo vestido así.
—¡¿Hay barra libre?! —exclama Hunter, que pretendía colar alcohol en la fiesta—. Pero ¿Qué me dices, Trevir? Menuda merluza me voy a pillar.
El tío para de volcar el ron en una botellita de plástico al tiempo que Sharif entra en la cocina con ese porte de rey del mundo que desprende por cada poro de piel. Yo estoy sentada en el taburete fumándome un cigarro—cigarro que, por cierto, casi se me cae de la boca cuando lo veo—. Sharif ojea las cinco caras que hay desperdigadas por la cocina antes de detenerse en mí. Entonces, esboza una sonrisa granujilla y el cuerpo entero me tiembla mientras se acerca lentamente a mí. Que andares tiene, el cabrón.
—Qué guapa, Brooke—y me muero cuando mueve una mano y la desliza por mi cintura hasta posarla en mi espalda al tiempo que acerca su boca a la mía—. ¿Hoy no vas a responderme con un lo sé?
Uf, uf, uf...
Hoy he perdido cualquier facultad del habla.
Yo, que siempre he sido de respuesta rápida y estoy acostumbrada a ponerle la puntilla a todo, me he quedado con menos aliento que un muerto. Trago saliva con fuerza. Dios, que bien le queda la puta raya del ojo. Me mato aquí mismo.
¡Reacciona!
¡SÍ! Tengo una reputación de inalcanzable que mantener.
—A veces sobra decir lo obvio—respondo, sonriendo de lado—. Tú tampoco estás mal, capitán.
Sharif suelta una risita entre dientes, y ese silencio sostenido que se trenza entre los milimétricos intersticios de nuestras bocas me erizan la piel de la nuca, porque pueden significar tantísimas cosas...
Me cuesta creer que, conociéndonos, llevemos dos meses liándonos, pero siempre con ropa. Aunque bien es cierto que nunca encontramos hueco para acostarnos, porque últimamente vivimos a contrarreloj y tampoco vamos a dedicarle veinte viles minutos al reencuentro sexual más esperado de nuestras vidas. Bueno, no sé si sea el más esperado de la vida de Sharif; desde luego, de la mía sí.
—Bueno—Rash da una palmada y Sharif vuelve la cabeza en su dirección, molesto—, ¿Nos vamos?
Sin más protocolo, el capitán Henzo regresa a mis ojos y sonríe de lado.
—Id tirando—los echa disimuladamente, sin despegar la mano de mi espalda—. Yo tengo que llamar a mi representante para solucionar una cosa.
—Pues como tu representante no se llame No hay tiempo para darse el lote, seguramente pueda esperar. Vamos, casanova, ya piratearás más tarde.
Tanto Sharif como yo encorvamos los labios en un mohín cuando Rash lo engancha del cuello de la rígida gabardina para alejarlo de mí mientras nuestros amigos nos miran con diversión. Bueno, Trevor, por el rabillo del ojo, todavía sigue repasando a Hunter de arriba abajo creyéndose que sabe disimular. Con lo avispada que tiendo a ser en estas situaciones, me sorprende no haberme percatado antes de que Trevor realmente sí se sentía atraído por mi amigo, quien hoy se ha propuesto liarse con un famoso y pegar el braguetazo del siglo.
La gente del metro nos mira un poco raro cuando subimos al vagón. Como es hora punta por la noche, todos los asientos están ocupados y me toca aferrarme a la barra vertical. Sharif se ha colocado detrás de mí y de rato en rato me choco contra su pecho cada vez que el vagón frena o arranca. Y, en todos esos momentitos de colisión corporal, el soplo de su risita sugestiva discurre discreta por el hombro que llevo al aire, erizándome la piel.
Como bien dicta mi vena de fashion victim, he customizado el disfraz de tal manera que los hombros de la camisa caigan por la parte alta de los brazos mientras una banda negra impide que se me vean las tetas, aunque realmente todo el mundo las haya visto ya.
—Nos bajamos aquí—anuncia Sharif, que me empuja con el pecho para que avance—. Bajad, que vamos tarde.
—Los guays siempre llegan tarde—replica Hunter, resolutivo.
—Pero nosotros no somos los guays en una fiesta de guays—Larichi pone una mueca. Que nerviosa la han puesto siempre las macro reuniones sociales—. Somos más bien como los invisibles de los guays.
—Vamos con Henzo—recalca Hunter mientras subimos las escaleras del metro—. En su día coronó la lista de éxitos de Spotify y ha resurgido de las sombras para reclamar el trono de top 1. Créeme, Larichi, si a esa fiesta no han invitado a la despampanante Taylor Swift, no hay competencia.
Cuando emergemos de los pasillos subterráneos, la algarabía y las luces que nos rodean indican que hemos salido en pleno centro. La contaminación lumínica alcanza tal pico en este punto de la ciudad que da la impresión de que continúa siendo de día cuando realmente anocheció hace un par de horas. Ninguno conocemos la ubicación de la fiesta, así que orientamos el cuerpo hacia Sharif, que me coge instintivamente de la mano cuando empieza a avanzar calle abajo.
—Seguidme.
Me. Ha. Cogido. De. La. Mano.
Dios. Las tiene súper suaves. Manos de cirujano...
Después de una caminata de cinco minutos, llegamos a una de esas discotecas gigantescas y súper exclusivas donde, seguramente, en cualquier otro momento nos hubieran prohibido la entrada por racismo, clasismo, elitismo y homofobia. Sharif se salta la cola entera y se aproxima directamente al guardia jurado de la puerta que revisa los documentos de identidad de la gente que hemos saltado y que nos mira con los ojos súper abiertos o con ganas de usarnos como sacrificios de un ritual satánico por colones.
—Hola, buenas—saluda Sharif, al tiempo que saca el móvil y toquetea algo rápido en la pantalla para después enseñárselo al guardia—. Sharif. Avisé a Patrick de que añadiera a la lista cinco amigos más.
El hombre repasa a Sharif de pies a cabeza y luego nos echa un vistazo perezoso al resto. Revisa algo en la Tablet, después aprieta un botón del pinganillo de la oreja izquierda y farfulla algo a toda velocidad. Como Sharif encabeza la fila, el resto no podemos ver nada, pero el gorila ha retomado la entrada de la gente de la fila, que van pasando dentro con sus disfraces igual o más originales que los nuestros—igual porque nada puede ir por debajo de pirata en la escala de originalidad y más original porque todo va por encima de pirata en la en la escala de originalidad.
¿Qué está pasando? ¿Por qué pasan todos, menos nosotros? ¿Por qué no avanzamos? A las espaldas de Sharif, que actúa con total tranquilidad, todos intercambiamos una mirada de circunstancia.
—Como el gorila ese nos mande al final de la cola después de habernos saltado la fila entera y que todos nos vieran la cara, me voy a mi casa y me confino para siempre ¿Eh? —asegura Hunter, angustiado por el impecable estatus social que se cree que tiene.
Como Sharif encabeza la marcha y nos representa a los cinco, nos da la espalda a todos. Así que tengo que darle un toquecito en el hombro para que vuelva la cara y me mire.
—Oye—susurro—, han pasado dos minutos y la gente está entrando como si nada ¿Por qué nosotros seguimos aquí parados?
Sharif frunce el ceño, como si no entendiera la pregunta.
—¿No vamos a poder entrar? —parafraseo.
Entonces, el tío se echa a reír y alza una mano. ¿Eso es un cigarr...? No puede ser.
—Estoy fumando—aclara, tan pancho—. Pasamos cuando termine. O, bueno, podéis ir entrando. No hace falta que me esperéis.
Justo voy a asegurar que lo esperamos, cuando Hunter echa a andar hacia la puerta, arrastrando a Trevor y a Larichi con él.
—Os esperamos dentro, fumadores—cuando pasan por detrás del segurata, el hombre los repasa de pies a cabeza y Hunter alza la barbilla con esa soberbia suya—. Vamos con Sharif.
Di que sí.
El señor busca confirmación en nuestro amigo, que sonríe y asiente con la cabeza. Trevor, que todavía forma parte semiactiva del club de los fumadores, nos mira desolado hasta que Hunter abre las puertas del interior del pasillo de entrada, permitiendo que la música salga disparada al exterior durante el tiempo que tardan en aventurarse en las profundidades de la discoteca y que las hojas vuelvan a conectarse.
Nosotros permanecemos fuera cinco minutos más y, cuando entramos dentro, nos recibe una sala gigantesca con dobles niveles. En el centro baila un montón de gente y, pegados a la pared, algunas personas se han apropiado de los sillones y mesas bajas. La música resuena por todas partes y un DJ corona el fondo de la discoteca, subido a una especie de palco privado, como una de esas cabezas de ciervo gigante que mi padre colgó hace siglos en la cumbre de la chimenea de la casa de campo. Odio ese velado alarde de poder. Pobre ciervo...
Un despliegue de luces rosáceas nos colorea a los tres mientras Sharif nos conduce hacia unas escaleras custodiadas por un grueso cordón rojo y otro segurata con complexión de gorila alfa. Supongo que arriba se encontrará el reservado. Repitiendo la misma mecánica que en la entrada, ellos dos intercambian cuatro palabras y el hombre nos permite el paso. Subo las escaleras sintiéndome súper diva. Nunca antes había pisado la zona VIP.
Desde esta planta, se puede ver a la gente que baila abajo si te asomas al parapeto que flanquea toda la zona superior. Arriba, la proporción gente-espacio no da ganas de comprar bombonas de aire y las personas se pasean y bailan de forma más ordenada. Todos visten disfraces súper currados. Una chica, que justo acaba de pasar por delante de nosotros, incluso arrastra unas alas de ángel preciosas. Y yo vestida como Jack Sparrow creyéndome una diva por llevar la camisa caída por los hombros...
Bueno, cada uno hace lo que puede con lo que tiene...
Buscamos a nuestros amigos y los encontramos pidiendo en la barra con forma de L del fondo. Justo vamos a unirnos a ellos cuando oigo una voz a mi espalda. Giro la cara y me doy de bruces con una muchacha súper guapa que ha enganchado a Sharif por la mano que no aprieto yo.
Entonces, lo siento.
Siento ese burbujeo nocivo en la boca del estómago, esa rabia interna que te espolea a soltar una bordería que dejaría constancia de tus celos.
Celos.
Pero no entiendo por qué siento celos. Es decir, nosotros no somos nada. Si Sharif quisiera, podría liarse con ella. Igual que yo podría liarme con otra gente. Creo que justo en este momento acabo de decidir que, si él se lía con ella, yo me pienso liar con otro para no ser menos. Pero, juro por Dios que como Sharif se morree con otra, a mí no me vuelve a besar. Vamos, faltaría más.
Puf... Celos... Es orgullo, no celos. ¿Cómo voy a sentir celos por alguien? Ni siquiera los sentí cuando pillé a Ayax liándose con una mujer de su edad en la puerta de la academia a los tres meses de cortar nuestra relación mera y exclusivamente sexual.
Esa chavala que retiene a Sharif por la mano libre que él no me da A MÍ y no a ella no me despierta celos. Para nada. Ese burbujeo nocivo simplemente ha surgido como una reacción de mi orgullo ante la posibilidad de que Sharif se enrede con otra delante de mis narices. Orgullo, nada más. Perfectamente entendible.
Tú engáñate todo lo que quieras, pero te has puesto más celosa que cualquier tóxica de película.
¡MENTIRA!
—¿Qué tal? —saluda ella, y aprieto los dientes cuando se inclina hacia Sharif para darle dos besos y una agradable brisa a perfume caro me abofetea la cara de mejilla a mejilla—. Cuanto tiempo, Henzo. Me alegro muchísimo verte. ¡Estás estupendo!
—Bueno, el tiempo lo cura todo ¿No? —bromea él, y lo noto bastante tenso—. Azahara, te presento a... —intercambio MUY incómodo de miradas entre nosotros dos. A ver cómo me presentas, valiente. Entonces, ocurre lo que imaginaba, pero no lo que esperaba de él: el tío carraspea y señala enseguida a Rash—... mis amigos. Él es Rash y ella Brooke.
Será cerdo.
Azahara, con su nombre árabe tan elegante y sofisticado, nos regala una sonrisa radiante que me sienta peor que si hubiera respondido con una mueca cínica o altiva. Mierda, la tía, además de guapísima, es maja. Así no puedo odiarla. Tiene unos ojos azules gigantescos, como dos zafiros, y el pelo negro le cae a cascadas por los hombros. Va vestida de Cleopatra y... y de verdad que los hombres desafiarían a los Dioses por ella. Vamos, yo misma desafiaría los dioses por ella.
Bisexual panic.
—Encantado—y ella también saluda a Rash con dos besos.
Claramente, he de abrir la boca y ser majísima y simpatiquísima, así que despliego los labios en mi mejor sonrisa.
—¡Hola! —quizá demasiado efusiva—. Encantada, Azahara.
Azahara aterriza los ojos en mí y, menos mal, que es igual de bajita que yo, porque así estamos a la misma altura cuando también me responde con la misma efusividad a la hora de darme dos besos.
—¡Me encanta tu disfraz! —me piropea, y no puedo evitar pensar que se está burlando de mí en mi puta cara—. Vais todos guapísimos.
—El tuyo también es muy bonito—le devuelvo el halago.
—¿El mío? —se echa reír, mirándose a sí misma—. Tía, pues le he metido tijera a una cortina de mi casa para el vestido y comprado cuatro chuminadas en el bazar de debajo de mi piso ¿Cómo te quedas?
Helada. Me quedo helada.
—Nosotros tampoco nos lo hemos currado demasiado—dijo la chica que se ha tirado dos horas en el baño haciéndose un ahumado—. Jack Sparrow, un clásico.
—No importa el vestido, Brooke—me guiña un ojo, señalándome entera con un gesto—, importa la percha. Y tú vas fantástica, chica. La que es preciosa, es preciosa. Y tú date por aludida.
Si ahora mismo protagonizara una serie de dibujos animados, la mandíbula se me habría abierto hasta el suelo como a Sebastián en La Sirenita. ¿Azahara me está tirando fichas? ¿A mí? Bueno, lo entiendo ¿Eh? Sharif es guapísimo, pero yo también. De hecho, Hunter una vez me dijo que yo era la guapa y él el atractivo de la relación. Comentó algo de que la belleza dependía de la simetría facial, y que yo al ser más simétrica que Sharif agradaba más a la vista, pero que él me daba mil vueltas en lo que atractivo se refiere, porque eso orbita en torno la seguridad en uno mismo y Sharif de eso tiene para dar y regalar, mientras que yo solo finjo que la tengo.
—Bueno—el atractivo carraspea, y noto que pronuncia el agarre de nuestras manos—, vamos a emborracharnos un poquito, Azahara. Ya nos vere...
—¡Anda! —ella da una palmada—. Justo iba a pedir yo también. ¡Vamos todos juntos! ¿Y vuestros amigos, Brooke?
Entonces, Sharif señala hacia nuestros amigos. Y lo hace con la mano que mantiene unida a la mía, a lo que Azahara se queda mirándolas el tiempo suficiente para captar la indirecta, pero no para incomodar a nadie. Mhm... Interesante ¿Alguien más se ha sentido amenazado...? Bueno, yo no me he sentido amenazada por nadie ¿Eh? Que conste en acta. Ha sido mi orgullo el que ha reaccionado así. No yo. Mi orgullo, que, aunque forme parte de mi entramado idiosincrático, no me representa en mi totalidad.
¿A alguien más le huele a autoengaño?
Aunque... maldito Sharif. Qué chico más listo. A mí nunca se me habría ocurrido destacar un detalle tan importante como nuestros dedos entrelazados de esta manera tan discreta, pero eficaz. Azahara sigue la dirección que le indicamos y sonríe al dar con una piratilla pelirroja. Me da a mí que esta chica congeniaría la mar de bien con Hunter y ambos se lo pasarán en grande dando putivueltas.
—Todo a babor, capitán—le guiña el ojo a Sharif antes de salir disparada hacia Larichi, que da un respingo cuando la tía la asalta por la espalda.
Azahara no disimula en absoluto su interés por nuestra amiga y Sharif niega con la cabeza mientras sonríe un poco.
Obviamente, casi al instante de que las dos empiecen a hablar, ausculto por el rabillo del ojo la reacción de Rash. Y enseguida concluyo que a Larichi no le va a interesar saber que su exnovio ni se ha inmutado al ver que otra persona se ha interesado por ella. Larichi tampoco me ha pedido que recabe este tipo de información, la verdad. De hecho, todo lo contrario; me dijo que no analizara ni escrutara cada reacción ni cada gesto que se pudiera malinterpretar. No entiendo cómo ambos han gestionado tan asombrosamente bien la ruptura para que su amistad ni siquiera se haya resentido un poquito.
Madurez emocional y responsabilidad afectiva lo llaman.
—Necesito un buen copazo—suspira Rash, ojeando el ambiente—. Me siento un poco forastero en este ecosistema de pijerío y flirteo.
—Imagínate yo—murmura Sharif—. Todos esperan rencontrarse con el rey de la fiesta, y... Bueno, se van a llevar una buena decepción.
Pensaba preguntar a qué se refería con eso de rey de la fiesta, pero me abstengo de meter el hocico en su vida privada. Últimamente me estoy esforzando mucho para no inmiscuirme en sus secretos personales. Larichi me ha recomendado que, literalmente, me muerda la lengua cada vez que mi curiosidad asome las orejas e inste a mis cuerdas vocales a vibrar. A este paso, calculo que, en dos minutos, podré hacerme un piercing gratis.
Cuando nos acercamos a la barra, pedimos unas cuantas copas y varias rondas de chupitos hasta que el alcohol surte su efecto y nos animamos a bailar. Azahara no se ha separado de Larichi en ningún momento, y mi amiga la mira un poquillo incómoda porque no sabe cómo decirle que no le gustan las chicas. Hunter ha tonteado con varios chicos, pero ninguno ha caído en sus redes porque cuesta fijarse en alguien que en cuanto se da media vuelta después de haber coqueteado contigo, empieza a comerle la oreja al pirata rubio de su izquierda. Rash se limita a hacerse amigo de media fiesta cada vez que da un paso y Sharif y yo... Bueno, nosotros nos hemos alejado un poquito del corro y estamos perreándonos otro poco.
Sus manos se deslizan por mi cintura hasta anclarse en mis caderas mientras, nariz con nariz, nos cantamos muy cerca de la boca. Le he quitado el gorro de pirata hace unas cuantas canciones y ahora se me va escurriendo poco a poco en la cabeza. Aprieto los dedos en sus mejillas cuando la canción rompe y, de un momento a otro, el cuerpo entero me arde mientras sus labios canturrean sobre los míos. Dios, literalmente me estoy muriendo por un beso suyo.
—No te sabías la canción—le digo, riéndome.
—Ya lo sé. Pero fíjate, no te has quejado hasta el final.
—No me he quejado en ningún momento—deslizo los dedos hacia su nuca y me pongo de puntillas, haciendo que él desdoble un poco las rodillas—. Ahora voy a cantarte yo.
Apenas enlaza el DJ una canción con otra, cuando Sharif abre su boca sobre la mía y nos mezclamos en una amalgama de besos lánguidos y caricias apretadas. Saboreo cada porción de su cuerpo que un beso en público me permite y aguanto un suspiro cuando siento en el dorso de los dedos la suavidad de su pelo. Sus palmas se escurren hacia la parte baja de mi espalda, pero enseguida se olvidan de formalismos y se me escapa una sonrisa cuando Sharif me da un apretón en el culo. En su expresión también se respira algo feliz mientras frota su nariz con la mía.
—Te doy permiso para cantarme todas las canciones que quieras.
—Qué honor, capitán Henzo.
Empieza a sonar una canción más lenta y Sharif me acerca más a él, empujándome desde el culo. Me muerdo la sonrisa, maliciosa, cuando se inclina para darme un beso corto y yo me aparto un pelín, luego él se ríe entre dientes y mi estómago sufre un efecto colateral muy fuerte a esa risita. Madre mía. Madre mía. Entrelazo los dedos en su nuca y empiezo a mover suavemente la cadera contra la suya.
—Joder, Brooke—vuelve a reírse, negando con la cabeza. Las erres acaban de bailarle muchísimo; no sabía que hubiera bebido tanto—. Me estás arrastrando al límite, que lo sepas.
Yo también veo un poco doble y me arden las ganas de enredarnos sin ropa. De hecho, en cualquier otro momento de mi vida, habría enganchado a Sharif de la muñeca y echado el pestillo del baño. Pero... pero mi parte racional ha recuperado el control de la situación y, sinceramente, no me apetece que nuestro reencuentro sexual acontezca en un pestoso cubículo de discoteca.
Sharif vuelve a intentar darme un beso, pero le hago otra cobra, sonriendo con malicia, y él chasquea la lengua, sin parar de reírse entre dientes. Masculla una palabrota que sabe a dulce frustración y mi postura de chica fina flaquea cuando sus pulgares empiezan a dibujar círculos en la linde del final de mi espalda. Pierdo un poco el ritmo de la canción y Sharif aprovecha para apoderarse del control, volviendo a inventarse las letras de las canciones sobre mi boca. Lo peor es que el tío improvisa de putísima madre.
¿Qué esperar de un experto en freestyle?
Trago saliva con fuerza cuando desplaza los labios hacia las comisuras de los míos, luego arrastra el aliento por mi mejilla y la piel del cuerpo entero ya burbujea cuando me da un mordisquito en el lóbulo de la oreja, haciendo que suelte todo el aire de mis pulmones.
—Llevo queriendo besarte desde que te he visto en la cocina—murmura, pegándome más a él—. Ese pintalabios oscuro me está volviendo loco.
—Granate—consigo balbucear, sin saber muy bien por qué—. El color, digo.
Sharif vuelve a alinear su boca con la mía, y sus ojos entraman puro fuego entre caricias furtivas y susurros cómplices cuando se muerde la curvatura de los labios. Entonces, su rostro se ilumina en una expresión muy poco seductora y muy inocente en comparación con las manos que no se despegan de mis bolsillos traseros.
—Soy daltónico ¿Sabes?
No he podido escuchar bien. Decidme que no ha cortado la conversación para decirme eso.
—¿Qué? —acerco el oído a su boca.
—¡Que soy daltónico! No sé de qué color te has pintado los labios, pero me encanta. No puedo dejar de mirarlos.
—¡Es granate! —le digo por segunda vez, al oído, intentando sonar más alta que la música.
Volvemos a intercambiamos los puestos de emisor-receptor y sus labios regresan a mi oreja.
—Si quieres matarme, que yo quiero que me mates, ¿Puedes pintártelos de granate todos los días?
Se me escapa una carcajada y Sharif sonríe más todavía. Va bastante borracho. Cada vez lo pienso más. No paro reírme hasta que de pronto siento que aleja una mano de mi cuerpo. Entonces, la mueve a mi cara y aguanto el aire casi al instante de que me alce la barbilla con el dorso de los dedos, enredando su mirada con la mía. Ya ninguno sonríe. De hecho, apenas queda un recuerdo de nada de lo anterior cuando su pulgar recorre con suma devoción mi labio inferior. Las rodillas me tiemblan. Juro por Dios que le arden las pupilas, y yo siento que sus ojos siembran partículas de fuego por cada tramo de piel en el que se posan, desatando un incendio indómito en todo mi sistema nervioso. En mi vida me habían mirado así.
—Brooke—murmura, con la voz muy ronca.
—Sí—no le dejo ni que lo pregunte.
Mando a la mierda todo el discursito de chica recatada y dejo que Sharif me conduzca hacia los baños de la discoteca. Aparta a la gente sin mucha delicadeza, pero nadie le dice nada. De hecho, muchas personas se quedan mirándolo con los ojos muy abiertos, casi fascinados. Entonces, llegamos a los baños y Sharif ni siquiera se detiene a pensar que en los lavabos todavía nos puede ver cualquier tío que entre cuando me empuja contra la pared y empieza a besarme con ansias.
Que barbaridad.
La cabeza me da vueltas mientras sus manos imprimen cascadas de fuego por mi espalda, recorriéndola entera, especialmente la parte que la camisa deja al aire. Sus besos se vuelven más ávidos. Y sus mordiscos me encienden como una bengala cuando perfila mi hombro desnudo con ellos. Me empuja más fuerte contra la pared y ni siquiera pienso en la imagen que debemos proyectar mientras me acaricia el muslo de abajo arriba hasta agarrarme del culo, sacándome un sonido vergonzoso de la garganta. Eso a él le llena, y yo me siento en una nube de temblores cuando me dibuja el labio inferior con el aliento.
—Creo que no eres consciente de todo el tiempo que llevo deseando repetir esto—medio jadea, acelerado—. No entiendo por qué hemos tardado tanto en hacerlo. Joder, no sabes como me arrepiento de haber hecho esto antes.
Repetir. ¿Ha dicho repetir?
Sharif baja los labios a mi cuello, pero yo lo agarro de las mejillas para que me mire a los ojos. Necesito confirmar esto. Necesito confirmarlo porque el cerebro entero acaba de darme un vuelco y el baúl de mis recuerdos se ha sacudido hasta que ha saltado la tapa por los aires, liberando ese maldito «Todo va a salir bien, Brooke» «Pues a mí sí que me ha gustado esta noche» «Pues felicidades, porque para mí ha sido la peor de mi vida»
De un momento a otro, me veo arrollada por miles de imágenes reminiscentes y... y... Dios, esto lo cambiaría todo. Todas las murallas, todos los fuertes que erigí esa noche... No puede ser. No, no, no. Madre mía, debo ir muy borracha para, siquiera, considerar la idea de que con Sharif—el prototipo de tío con fobia a las relaciones serias y mochilas cargaditas de traumas—podría construir algo como lo de aquella noche. Pero es que cada vez que lo miro me siento idiota por pensar en lo mucho que me encanta y en que lo estoy empezando a querer, ya no solo como novio, sino como amigo.
Entonces, cuando entrelazamos miradas, Sharif tiene los labios hinchados y... Dios, que pare de mirarme así, por favor. No digo nada y él arruga el ceño, sin entender por qué lo he frenado.
—¿Repetir? —inquiero finalmente, casi ahogándome en mi propio aliento.
—Sí—y lo sujeto más fuerte cuando trata de regresar a mi cuello—. ¿Qué pasa?
—¿Repetir? —insisto, porque no quiero creer lo que estoy pensando.
Sharif debe percibir la urgencia que palpita en mi voz, porque acentúa los surcos de su frente, cada vez más confuso, extrañado y acelerado con esto de magrearnos en un baño y que una tía lo haya frenado para preguntarle treinta veces lo mismo.
—Sí, Brooke—responde, y suena impaciente—. Repetir. No saliste de mi cabeza. De hecho, me acuerdo de ti cada vez que veo una película de Almodóvar, porque me contaste que te encantaba. Lo de aquella noche fue jodidamente increíble. Y me pones una puta barbaridad vestida así.
Pero... pero ¿No me odia por haberlo dejado creer que para mí fue horrible?
—Sí que lo fue—coincido en un murmullo—. Yo también me he acordado de ti a lo largo de estos dos años. Ojalá las cosas hubieran salido diferentes.
Sharif contrae el músculo de la mandíbula casi al instante de oír eso y... y por un segundo el corazón se me detiene al pensar que aquí termina todo. Sin embargo, se permite descansar la mirada en la mía y ese silencio sostenido vuelve a erizarme la piel porque significa mucho más de lo que cualquiera de los dos podría expresar mediante palabras. Entonces, justo cuando me armo de valor para confesarle algo que llevaba mucho tiempo queriendo decirle, la puerta del baño se abre de golpe.
¡NO!
Y menuda bofetada de sorpresa nos arrea la vida cuando Trevor se choca conmigo y Hunter con Sharif. En cuanto los cuatro nos recuperamos del golpe, nos miramos todos entre todos. Yo tengo la camisa prácticamente por las caderas, Sharif usa la banda de la frente como diadema después de todo lo que le he toqueteado el pelo, el cinturón de Hunter se ha desabrochado mágicamente y Trevor trae los labios más hinchados que los míos cuando los embadurno en gloss.
Bien. Genial. Reunión de idiotas calenturientos en el baño.
Tía, Hunter se ha líado con Trevor ¿Y solo te preocupas por eso?
Voy borracha y estoy rayada, déjame.
De algún modo inexplicable, los cuatro debemos estar extrasensorialmente conectados unos con otros, porque mediante algún mecanismo de metalenguaje improvisado, acordamos un silencioso Aquí no ha pasado nada y, muy precavidamente, cada uno nos arrimamos a nuestro interés amoroso, quedando unos frente a otros.
—Bueno—lentamente, Sharif echa una mano hacia la puerta de salida al tiempo que Hunter hace lo propio con una de los cubículos—, nosotros nos vamos al de tías.
—Sí, vas con una de ellas, te aceptarán—responde él, en el mismo tono de aquí no ha pasado nada—. Esto... Que os sea placentero.
—Yo me voy—suelta Trevor de pronto, acelerado—. Voy muy borracho. Esto no... Madre mía... Yo no... Dios mío...
—Pero ¿Por qué? —le pregunta Hunter enseguida, y se me encoge el corazón cuando lo escucho tan frustrado y dolido, como si se lo hubiera preguntado cincuenta veces—. ¿Qué hago mal para que no quieras quedarte conmigo? Dime qué he hecho para que no me des una oportunidad.
Trevor para de pasarse las manos por el pelo mientras avanza hacia la puerta y le devuelve la mirada. Entonces, abre la boca y atisbo el segundo exacto en el que recula y se guarda todo aquello que confesó aquel día en el comedor de los chicos.
—Yo...—aprieta los ojos con fuerza y huye a la puerta—. Lo siento. Ya me lo agradecerás Hunter. Te prometo que me lo agradecerás.
La puerta batiente aletea con su salida y Hunter se queda mirando la hoja con los ojos un poco llorosos. Creo que si Sharif no se hubiera movido para ir tras Trevor, Hunter se habría roto en ese preciso instante.
—Todos, Brooke—me mira de golpe, impotente—. Todos me usan.
Mierda. Voy demasiado borracha para esta conversación. En el interior de mi mente, trato de ordenar el batiburrillo de pensamientos y frases de consuelo que logran salir a flote entre tanto alcohol. A ver si formulo una frase con sentido. Aunque tanto esfuerzo no sirve de nada cuando la puerta batiente del baño vuelve a estamparse contra la pared. Entonces, dos pantalones negros entran enredados, chocándose con las paredes. Y una melenita pelirroja capta toda mi atención.
—¡Rash! —exclama Hunter.
—¡Larichi!
Los dos se separan de golpe y levantan las manos, en plan Manos arriba.
—¡No es lo que parece! —se excusan a la vez.
Sin embargo, tampoco nos da tiempo a exigirles explicaciones cuando alguien vuelve a estampar la puerta del baño contra la pared. Vamos a terminar echando abajo los azulejos negros...
—¡Hunter! —Trevor entra embalado al baño, pero detiene la marcha cuando se da de bruces con esta reunión de expresiones culpables—. Pero ¿Qué pasa aquí?
A la pobre puerta batiente apenas le da tiempo a un aleteo más cuando una zarpa se clava en la madera, volviéndola a empujar con fuerza. Nos va a tocar pagar la reforma de los azulejos del baño, ya lo veréis.
—¡No me refería a que lo empotra...! —Sharif, muy inteligentemente, cierra la boca al fijarse en el público que lo rodea—. Pero ¿Qué hacéis todos aquí?
La hoja de la puerta continúa batiéndose en torno a las bisagras del marco mientras los seis transitamos la mirada de una cara a otra, buscando al más culpable de todos para abalanzarnos sobre él y encubrir nuestros propios crímenes. Obviamente, Rash y Larichi han comprado todas las papeletas para convertirse en la cabeza de turco.
—¿Os estáis liando? —pregunta Trevor enseguida, perplejo.
—¡Solo hoy! ¡Lo juro! —Larichi vuelve a alzar las manos, aunque enseguida lo señala—. ¡Tú te has besado con Hunter!
De un momento a otro, la reunión muta al juego de la patata caliente, donde todos nos pasamos la bomba de la vergüenza de unos a otros, rezando para que no explote mientras vibre en nuestras manos.
—Pe-per...—balbucea Trevor.
—¿Te has liado con Hunter? —pregunta Rash, súper sonriente—. Qué bien ¿no?
—¡NO!
—Han entrado al baño siendo uno—asegura Sharif.
—Sí, y hemos interrumpido vuestro magreo—contrataca Hunter—. Por cierto, un poquito de consideración la próxima vez ¿Eh? Esta fiesta no incluía una sala porno.
—Lo mismo te digo—salto yo, frunciendo el ceño. Aunque enseguida le devuelvo la patata caliente a Larichi, el objetivo fácil—. ¿Con tu ex, Larichi? ¿En serio?
—Eso, Rash—coincide Trevor enseguida—. ¿Con tu ex?
—Todos nos hemos liado con nuestro ex en algún punto de nuestra vida—resopla Sharif, restándole importancia—. No escurras el bulto, bribón.
—¡No escurro nada! —protesta Trevor.
—Desde luego que no...—rumia Hunter, diciéndoselo a su hombro—. Aquí el único que escurre es el mismo de siempre...
Trevor lo escucha y se vuelve de una forma súper dramática hacia él.
—¿Perdona? Si tienes algo que decir, puedes compartirlo en voz alta.
—Lo mismo te digo—replica, frunciendo el ceño—. Aquí el único que realmente debe una explicación a alguien eres tú.
—¡¿YO?! —exclama.
—¡Sí! Ellos dos—señala a Larichi y a Rash—, follarán como ex; error recurrente después de los primeros meses de ruptura. Y estos dos... Estos dos se deben un revolcón desde hace años. Y tú a mí me debes infinitas explicaciones desde hace semanas.
—Yo-yo... No-no... No vamos a hablar e-esto con-con público.
Rash alza una ceja.
—Tío, pero si de los presentes el único que no conoce la historia es Hunter. Qué irónico ¿No?
Oh, oh...
—¡¿Cómo?! —exclama el peor parado de esta triste reunión de monillos en celo—. ¡¿Me habéis ocultado la verdad?!
Larichi y yo damos un respingo cuando nos damos cuenta de que Hunter se ha dirigido a nosotras. Claro, no le actualizamos sobre los cotilleos del piso porque consideramos que le daríamos falsas esperanzas y Rash acaba de delatarnos sin darse cuenta.
—Creímos que... —empieza Larichi, pero el alcohol interfiere en sus procesos de sinapsis—. Nosotras... Ehm...
—Se trataba de algo que debía contarte Trevor—escurro el bulto, como siempre—. Además, habías vuelto con Peter.
—Ni menciones a ese mamonazo ahora.
—Tampoco hables así del pobre Peter...—murmura Trevor.
Hunter se gira hacia él, hecho un energúmeno.
—¡Me refería a ti! Peter será un gilipollas, pero al menos no es un cobarde que teme reconocerse la verdad a sí mismo y va de cara.
Trevor le sostiene la mirada, y nadie sabe cuánto tiempo permanecen así hasta que aprieta los labios en una dura línea.
—No necesité reconocerme ninguna verdad porque lo supe desde el principio, Hunter—responde, frío—. No soy gilipollas, sé cuando me gusta alguien y cuando no.
—¡¿Entonces?! —exclama, y sé que ha empezado a gritar porque le colapsa no entender las cosas—. No entiendo qué problema puede haber si te gusto y tú me gustas.
一¡No es tan fácil!
一¿Qué no es tan fácil? ¿Vas puto en serio?
一¡Me estás agobiando!
一¿¡Qué yo...?! Mira, mira, mira...
一¿Mira qué? Estoy intentando hacer las cosas bien.
一¿Hacer las cosas bien? Tócate los huevos一Hunter, presa de la frustración, da una vuelta sobre sí mismo, y apenas ha avanzado dos pasos hacia la pared cuando se gira de golpe hacia Trevor, con los ojos llorosos一. Me rompe el alma estar esperando a que me veas y saber que no quieres hacerlo ¿Sabes? Así que ni te atrevas a creer que estás haciendo las putas cosas bien.
一¡Eres tú el que...!
一¿Acaso mentiste con lo que me dijiste aquella noche? 一le interrumpe, con una mano en el pecho, como si tratara de mantener unidas un conjunto de piezas rotas一. ¿De verdad te da pánico salir conmigo por miedo a hacerme daño? ¿Diciéndome eso también intentabas hacer las cosas bien? Porque a veces tengo la sensación de que todo lo que me dices es mentira y de que no estás intentando nada. A veces creo que solo te divierte marearme e ilusionarme.
Trevor da un paso atrás, como dolido.
—No vamos a discutir esto delante de todos.
—¡Y una mierda! —espeta Hunter, de pronto, rabioso. Normal...—. Vamos a discutirlo ahora porque estoy harto de que me des todas las largas del mundo, menos la que quiero.
A Sharif se le escapa una risa nasal y le arreo un codazo.
—¡No me refería a esa clase de larga, malpensado! —vocea Hunter, hecho una furia—. Me refería a que, si no nos liamos porque te niegas a reconocer tu bisexualidad, suéltame la larga real que te justifique para que pueda cerrar tu puto ciclo de una puta vez.
Trevor aprieta más todavía los labios. Creo que se está cabreando de verdad. No hace falta conocerlo demasiado para intuir que el chaval es componente activo de ese grupo de personas que protege su intimidad con uñas y dientes. Y Hunter está haciendo pública una situación bastante privada.
—Hunter, párate. Te he dicho que no es el momento, ni el lugar.
—¡NO! —lo sujeta del brazo cuando intenta huir, dándole la vuelta de un tirón—. ¡¿Por qué todos me hacéis siempre lo mismo?! ¡Dime qué coño hago mal!
Trevor pierde un poco el equilibrio por el tirón, y creo que ese momento de desubicación momentánea que produce tambalearse estando borracho, termina de desbordarlo.
Y pierde los papeles.
—¡Nada! —explota, encarándole desde muy cerca—. ¡El problema lo tengo yo, no tú! ¡Te lo he insinuado mil quinientas veces, joder! ¡Hasta te avisé de que no te pillaras de mí porque no podía corresponderte!
—¡Mentira!
—Pero ¿Cómo puedes tener los huevos de asegurar que miento cuando te lo dije después de que me la chu...? —se calla en cuanto su cerebro le recuerda que sigue habiendo público. Nos echa un breve vistazo de reojo y suelta un gruñido de impotencia—. ¡AGH! ¿De verdad tenemos que hablarlo delante de todos, Hunter?
—Sí—murmura, y suena tan abatido que tengo que contenerme para no darle un abrazo tan fuerte que le estruje todas las inseguridades de golpe, sacándoselas afuera—. Porque no lo entiendo. Me estás haciendo un lío, Trevor.
Trevor vuelve a apretar los labios. Nos lanza una mirada bastante potente y nosotros decidimos salir del baño para darles intimidad. Aunque, como cotillas empedernidos, nos apelotonamos al otro lado de la puerta batiente. De hecho, Rash la empuja muy cuidadosamente con los dedos para abrir un pequeño resquicio por el que asomarnos los cuatro.
—Hunter—empieza Trevor, como si le doliera—, yo no... Ya te dije que no puedo darte lo que quieres.
—No lo sabes—protesta, frustrado—. Solo... No entiendo por qué no podemos intentarlo. Yo sé lo que quiero, y te quiero a ti. Es así de fácil. ¿Tú me quieres?
Trevor abre la boca, pero enseguida chasquea la lengua y sacude la cabeza.
—Hunter, no funciona así.
—Mírame a la cara y responde la pregunta, Trevor.
—Hunter, yo...
—Trevor—repite, con más intensidad, y lo coge de las mejillas—. Mírame a la cara y respóndeme a la puta pregunta. ¿Me quieres?
Pero él no alza la mirada del suelo. Dios, Trevor, mírale a la puta cara ya.
—Trevor—insiste, y la voz le tiembla un poco—, es la última vez que pienso pedírtelo. Mírame a la cara y...
—Lo siento—musita, y Rash deja de empujar la puerta cuando los hombros de su amigo empiezan a sacudirse.
—Vámonos—nos dice a los demás, alejándonos del baño—. Nos hemos pasado cuatro pueblos escuchando a hurtadillas.
—Pero...
—Brooke—Sharif me coge de la muñeca, y lo miro, frustrada—, vámonos. No nos incumbe.
—Eso lo dices porque tú sabes la verdad一se me escapa.
—Todos conocemos la verdad—me recuerda, frunciendo un poco el ceño—. Y si Trevor pretende contársela a Hunter, lo justo es que se abra sin cuatro pares de ojos acechándole.
—¿Qué más da? Luego nos lo van a contar. No entiendo por qué...
—¡Dios! —Sharif revienta de pronto, y suelta mi muñeca—. ¿Por qué no sabes respetar la privacidad de nadie, Brooke? ¿Tanto te cuesta aceptar que hay cosas que uno prefiere mantener ocultas porque le avergüenzan o no quiere sacarlas a la luz?
» A ti nadie te pregunta por esas putas fotos ni por qué te esfumaste de mi vida después de que pasara la puta noche entera consolándote. Ni tampoco te exijo saber por qué me dejaste creer que actué como el culo y te hice pasar la peor noche de tu vida durante años. Esa mañana, solo te pedí un puto mensaje, Brooke. Un puto mensaje que aclarara las cosas y no me enquistara esa puta espinita en el pecho. Y nunca te he exigido una explicación que me debes. Porque sé respetar los tiempos de cada persona, no como tú.
Bueno, Paca, pues ya está dicho...
Paro de hablar al instante. Me quedo mirando a Sharif, sin saber siquiera saber qué decir. Y él es consciente de que acaba de dejarme sin palabras. Aunque tenga los puños apretados, en su rostro se anida un arrepentimiento y sentimiento de culpabilidad enorme. Incluso él mismo sabe que acaba de cagarla muchísimo.
—Mierda—se pasa una mano por la cara, luego me mira—. Brooke, yo no...
—Muy bien—zanjo la conversación—. Vámonos.
Y, esta noche, los chicos se van andando a su piso y nosotros tres a nuestra residencia.
Algo se ha roto en el grupo. Algo muy fuerte de lo que realmente solo somos conscientes quienes lo hemos sentido crujir por dentro. Rash y Lara notarán que algo no encaja. Pero nosotros cuatro vamos a notar los clavos que se hienden en nuestra piel cada vez que nos miremos a la vez, cada vez que nos pensemos y cada vez que la realidad nos golpee y nos ponga un imposible de ojos bonitos y final inalcanzable delante de nuestras narices.
Porque a veces, simplemente, no puede ser.
Y no será.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro