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Capítulo 7

Tessa

Después de una larga e intensa conversación con Potter y Weasley llegamos a la conclusión de que ellos hablarían con el resto de Gryffindors que habían presenciado la escena. Sinceramente no me encontraba mentalmente estable para hablar esto con mucha gente. Con los Slytherin no hacía falta hablar porque todos lo sabían.

Subí a mi habitación y un leve olor a canela me inundó. Sonreí sin pensar. Cerré la puerta y me desvestí lentamente y frente al espejo pude ver que mi cuerpo estaba lleno de moratones y cicatrices. Algunos nuevos, otros no tanto. La sonrisa se borró.

Me puse el pijama y me metí en la cama. No dormí, las pesadillas no me lo permitieron.

A la mañana siguiente estábamos Draco, Blaise y yo desayunando tranquilamente cuando una pequeña cabellera morena se acercó corriendo a la mesa y me abrazó.

Jamie me saludó sonriente y se sentó frente a nosotros. Estuvo el resto de la comida hablando y haciéndonos reír. Este niño era pura alegría, siempre sonreía y hacía sonreír a los demás, algo que la mayoría de componentes de esta mesa necesitaban. También me alegré al enterarme de que se había vuelto inseparable del pequeño rubio de Gryffindor que había conocido en el tren. Me encantaba la idea de ver que no les importaba estar en diferentes casa, sin contar que casas eran, nada menos que Gryffindor y Slytherin. Blanco-negro.

Al acabar el desayuno nos dirigimos a la clase de pociones. El olor ácido y extraño de la clase mezclado con el frió de las mazmorras me saludó al entrar. Desde pequeña la clase de pociones me había gustado y entusiasmado. Tanto, que durante un tiempo llegué a pensar ser mendimaga en San Mungo.

El alivio se hizo presente en mí al saber que pociones lo compartíamos con Huflepuff.

Había perdido varias clases en la semana y media que estuve en la enfermería, pero mi habilidad en este campo me ayudó a pillar el ritmo de mis compañeros rápido y sin problemas.

Las clases fueron pasando una a una sin problemas. Hasta que me tocó la clase temida, Defensa Contra las Artes Oscuras. No es que tuviera miedo de que sucediera lo mismo de la última vez, solo que las palabras del mortífago se repetían en mi cabeza a cada paso que daba.

Aquí el monstruo eres tú.

Un escalofrío me recorrió la espalda al entrar en el aula. No había mucha gente, cosa que me alivió. Me senté tras Draco y mi primo. Hablaban de algo, pero no escuchaba.

-Hey, Tessa, reacciona.- me dijo mi primo mientras pasaba la mano frente a mi cara.

-Perdón ¿Qué decíais?- pregunté.

-Decíamos que mañana hay partido de Quidditch y esta tarde entrenamiento. Necesitamos a nuestra buscadora en plena forma. Así que hoy no te libras del entrenamiento.- dijo Draco sabiendo como reaccionaría.

Hace cuatro años

Draco, Blaise y yo nos encontrábamos en un campo que había detrás de la escuela para practicar Quidditch. Ellos, claramente. Yo solo había sido arrastrada hasta allí para "ver" y "alabar" la magnificencia de Draco.

Los chicos estaban colocados a la par y en cuanto con un conjuro levanté la bola ellos corrieron tras ella. Subieron, bajaron, fueron para adelante, volvieron hacia atrás... hicieron de todo pero fueron incapaces de atrapar la bola.

Bajaron al suelo para descansar.

-Mira que sois malos. Ni que fuera tan difícil atrapar una bola.- dije una vez a su lado. Blaise se tiró al suelo y comenzó a respirar teatralmente.

-Si según tú es tan fácil ¿Por qué no pruebas a cogerla?- me dijo Malfoy irritado tendiéndome su escoba.

Miré el objeto de manera cautelosa. Había volado muchas veces, de echo me encantaba volar, pero nunca persiguiendo una bola. El problema era que no podía dejar pensar a Draco que no quería porque diría que soy una miedica.

-Está bien.- cogí el objeto. Maldito orgullo.

Me coloqué de manera indicada y ascendí. Miré a Draco y este con una sonrisa de suficiencia alzó la bola. La pequeña pelota de color azul comenzó a moverse por el cielo y mis ojos no se separaron de ella. Cuando creí haber encontrado un posible movimiento suyo incliné mi cuerpo hacia delante y la escoba descendió. Por muchos movimientos que hiciera, mis ojos no se movían de la bola. La adrenalina corría por mi sangre y la sensación de aire golpeándome la cara me agradó.

Cuando menos me lo esperé, la pequeña bola azul se encontraba entre mis dedos.

Con los aplauso y risas de mi primo y el refunfuño de Draco, descendí hasta el suelo.

-¡Muy bien prima, así se hace !- mi primo me abrazó y levantó los pulgares hacia arriba. Miré a Malfoy esperando su lloriqueo. Me encantaba cuando se tragaba sus palabras. Sin duda vivía por y para eso.

Pero no. Simplemente sonrió y me dijo;

-Bien hecho, Zabini, sin duda serías una muy buena buscadora.-

En la actualidad

Sonreí ante el comentario de Draco.

-Claro que voy a jugar. No pienses que os quedareis sin buscadora.-

Los dos se miraron y chocaron los cinco entre ellos. Negué divertida.

Los alumnos comenzaron a llegar y a sentarse en sus sitios. No me pasó desapercibido las miradas indiscretas o los comentarios por lo bajo. Pero no me importó, hoy había entrenamiento y mañana partido.

La puerta se cerró y un "Buenos días alumnos" sonó por detrás. Los pasos fueron acercándose hasta que el profesor se colocó frente a la escalera que daba al despacho.

Era igual al hombre del otro día, y eso me provocó un escalofrío. El profesor pasó la mirada por toda la clase hasta que se paró en mi. Sus ojos transmitían tranquilidad, al contrario que los del mortífago, eso hizo que me olvidara de lo ocurrido el otro día. Este hombre no tenía la culpa, así que decidí darle una oportunidad.

-Bien alumnos, hoy continuaremos  hablando sobre licantropos. Abrid el libro por la pagina del otro día.-

Y así estuvimos durante una hora. No es que no me guste el tema de los licantropos, es solo que ya lo hemos dado mucho. La mejor parte vino en los duelos.

El profesor decidió hacer una batalla de duelos. Cada uno tenía su equipo y debíamos dejar al otro sin oponentes. Pero lo que más me llamó la atención y gustó, fue que no nos dividiera por casas. Juntó tanto Griffyndor como Slytherin.

La lucha comenzó y los alumnos fueron cayendo uno a uno. Los grupos se fueron reduciendo hasta quedar Granger, Blaise, Weasley y yo contra Potter, Draco, Neville y Nott.

Killian nos dio cinco minutos para establecer una estrategia. Nos colocamos en corro en una de las mesas.

-Yo digo de atacar todos a la vez.- dijo el pelirrojo.

-No digas estupideces Ronald, ese ataque es demasiado brusco. Yo opto por que cada uno se quede con alguien. Así hay más probabilidades de ganar.- dijo Granger.

-Me gusta esa idea.- dije sonriendo en su dirección. Al girar mi cabeza hacia ella un leve olor a vainilla me llegó. Abrí los ojos sorprendida. Vainilla.

-¿Y quién lucha contra quién?- preguntó Blaise.

-Blaise, tu contra Neville. Tessa tu contra Harry y tu Ro...- no la dejé acabar. Quería comprobar algo.

-Ron luchará contra Nott. Tú lo harás contra Draco.- dije de manera despreocupada. Ella se puso tensa, lo noté.

-Bien, sin problemas, allá vamos.- dijo Weasley agarrando la varita y deshaciendo el circulo.

Nos colocamos los cuatro, cada uno frente a su pareja. Parecía que ellos habían tenido la misma idea, pero no me quedaba todavía claro. El resto de alumnos nos observaba desde lejos.

-Bien chicos. Comienza el duelo final.- habló Killian. Dichas estas palabras, todos habíamos soltado nuestro primer conjuro.

Mi equipo fue más rápido. Los otro debieron de darse cuenta de cual era nuestra estrategia y la siguieron.

-¡Serptun!- grité en dirección a Potter.

Este esquivó mi ataque y me lanzó otro. Por el rabillo del ojo vi que Ron, Neville, Nott y Blaise habían caído. Solo quedábamos cuatro.

Draco tenía a Granger acorralada, un misero Expelliermus habría sido suficiente para ganarla, pero no lo hizo. No movió ni un dedo. Fue ella quien lo desarmó a él.

-¡Neshina!- gritó Potter, y una descarga eléctrica me recorrió entera. Puse una mueca de dolor y me retorcí, pero no caí al suelo. Con una sonrisa de lado, lancé un conjuro.

-Cyra- susurré. Un pequeño resplandor cegó al ojiverde, tiempo suficiente para acabar.

-¡Expelliermus!- grité. Su varita salió volando y cayó al suelo. Un silencio sepulcral invadió la sala. No me había dado cuenta de que los demás habían terminado.

-Muy bien por hoy alumnos, un excelente trabajo. Pueden irse. Os veo mañana en el partido de Quidditch.-

Todos empezamos a recoger nuestras cosas. La gente ya estaba la mayoría fuera cuando el profesor me llamó.

-Theresa, ven a mi despacho un momento por favor.- dicho esto se metió dentro.

Miré a Draco y Blaise, que me dijeron que me esperaban y entré al despacho. Este era el mismo de siempre; pequeño, con una ventana y un escritorio delante suyo. Pero la gracia de este pequeño lugar era ver cómo lo decoraba cada profesor. Tenemos como claro ejemplo el año cuando estuvo la mujer del ministerio en el que acabó de rosa y lleno de platos con gatos, o cuando vino el ilustre escritor/mentiros que parecía que había caído una bomba en el lugar.

Este año estaba limpio, ordenado y lleno de fotos de él con otras personas. Pero la mayoría eran en lo que parecía la selva. Un pequeño camaleón caminaba lentamente por la mesa. Killian estaba sentado en el escritorio y me hizo sentarme.

-Solo quería decirte que lamento lo ocurrido en mi clase la semana anterior. Espero que no te sientas brusca o mal al estar en mi clase y que si ocurre cualquier cosa puedes decírmelo.- Parecía preocupado de verdad, así que me relajé un poco más. Ahora que lo veía de cerca pude distinguir más sus facciones.

Era moreno de pelo, piel bronceada y ojos azules, su nariz estaba ligeramente torcida y tenía una cicatriz en la ceja que le daba un aire atractivo. Le sonreí agradecida.

-No se preocupe por mi. Estoy bien y no tengo ningún problema por acudir a su clase.- pareció tranquilo con mi respuesta.

-Me alegro, ahora corre, tus amigos siguen esperándote fuera.- su voz sonó extraña, pero no le di importancia. Le sonreí a modo de despedida y salí por la puerta.

Hoy me esperaba una tarde interesante.

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