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Capítulo 4

Harry

Esta chica siempre me había parecido extraña. No porque fuera rara, sino porque siempre iba con Malfoy y los suyos pero nunca nos hizo nada. De hecho, creo que hasta nos defendía, pero eso es ya mucho suponer.

De hecho, cuando me enteré de que ella era nuestro topo no podía creermelo.

Todavía recuerdo el primer día que la vi.

Hace seis años

-Bah, bah... es evidente que la fama no lo es todo.-

Estaba en mi primera clase de pociones con el profesor Snape y ya me estaba acribillando a preguntas para desacreditarme. Creo que no le caigo bien.

-Vamos a intentarlo de nuevo, Potter. ¿Dónde buscarías si te digo que me encuentres un bezoar?- Hermione agitaba la mano tan alto que parecía que se le iba a descolocar el brazo.

Detrás mio Malfoy se desternillaba de risa junto con sus amigos.

-Malfoy, cállate por una vez en tu vida. Tú tampoco tienes ni idea de la respuesta- escuché que decía una voz femenina detrás mio.

-¿Tiene algo que comentar a la clase señorita Zabini? - peguntó Snape. Toda la clase se giró para mirar.

Era una Slytherin. Era bajita y de ojos verdes como los míos, su pelo era rizado y lo llevaba recogido en una coleta, pero lo más extraño era que su pelo era de color plateado.

-No , profesor, solo le decía a Malfoy que dejara de reírse ya que él tampoco sabe la respuesta- dijo despreocupada. Estaba claro que no temía a Malfoy.

-¿Quién es esa?- le susurro a Ron.

-Theresa Zabini, prima de Blaise Zabini y amiga de Draco desde pequeños. Mi padre me contó que sus familias se conocen desde hace años, pero al parecer Malfoy y Theresa no se llevan muy bien- me susurró.

La observé más detenidamente. Era guapa, pero al verla tan cercana al circulo de Malfoy me olvidé.

-¿Y bien, Señor Potter?-

-No lo sé, señor- dije cabizbajo.

Cuando la clase acabó caminé junto a Ron hablando de como me odiaba Snape hasta que me detuvo.

-Mira- dijo señalando con la cabeza como Malfoy seguía a la chica.

-Sigamosles, a lo mejor la hacen daño- le digo mientras vamos tras ellos.

Ya cuando dejamos atrás las mazmorras Draco la agarra del brazo y tira de ella. Esta se sobresalta del susto pero se relaja al ver que solo es él.

-¿Cómo te atreves a hablarme así en la clase?- dijo Malfoy molesto.

-¿Cómo te atreves a hablarme así aquí?- pregunta ella de la misma manera.

Esperé a que Draco contestara pero no lo hizo, simplemente se miraron durante largos segundos hasta que ella le guiñó un ojo pillándole así desprevenido. Y se fue.

-Que chica más extraña- comento en voz baja.

-Y que lo digas. Mi padre me contó que su pelo es así porque un día su padre hizo mal una poción y al explotar la alcanzó. Estuvo varios días en el hospital y casi muere, esa poción la dejó con el pelo así- me contaba Ron.

-¿Cómo sabe tu padre todo eso?-

-Porque el padre de Theresa estaba bajo investigación por el uso de aparatos muggles para las pociones. Así que le asignaron parte del caso-

Y ahí fue cuando descubrí a la extraña niña de pelo plateado.

En la actualidad

Lo que me dijo ayer por la noche me dio de que pensar. No sabía a que se refería con lo del sufrimiento por su parte, que yo sepa su única familia eran su primo y sus tíos, que están ahora en Azkabán.

-¿En qué piensas Harry? Te noto ausente- me dijo Ginny.

-Nada, cariño, no te preocupes- le dije mientras la besaba la coronilla cariñosamente.

Tengo que descubrir más sobre ella.

Tessa

Bajé las escaleras para ir a la clase de Defensa Contra la Artes Oscuras, teníamos dos horas. Todavía no sabíamos quién sería nuestro nuevo profesor pero el mero recuerdo de Snape gritándonos y llamándonos alcornoques me sacó una sonrisa débil.

Al llegar al aula comprobé que allí se encontraban mi primo, Malfoy y Nott. Me senté al lado de este último ya que siempre había sido mi pareja desde hace años.

-Hey, ayer no te vi- le dije mientras le abrazaba. Él me devolvió cariñosamente el abrazo.

-Te he echado de menos renacuajo- dijo sonriendo. Me separé y alcé una ceja indignada. Siempre habían usado la excusa de mi escasa estatura para ponerme motes estúpidos solo para fastidiarme.

-Voy a ignorar ese comentario- sonrió.

-Luego tengo que presentaros a alguien- dijo refiriéndose a los tres.

En ese instante apareció por la puerta un joven de apenas veinticinco años vestido completamente de negro; camisa, pantalón, zapatos...
Sus ojos eran azules y su pelo castaño claro.

-Buenos días alumnos. Mi nombre es Killian Hawk y soy vuestro nuevo profesor de Defensa, lo primero que voy a hacer es pasar lista y luego os explicaré como irá este año la asignatura ya que....ha habido unos cambios- su mirada recorría toda la clase de manera meticulosa, cosa que me recordó a Snape, otra vez.

Suspiré frustrada. La mayoría me recordaba a él. Todavía sigo dolida por su muerte. Él era el otro topo que había y me cubrió siempre que pudo, me enseñó la mayoría de los hechizos complicados que sé y cómo ser más efectiva a la hora del ataque. Siempre se preocupó por mí, cosa que me hizo quererle como a un padre.

-Comencemos- empezó a decir nombres y a levantar la cabeza para asignar cada nombre a su persona. La clase de Defensa la compartíamos con los Gryffindor, al igual que pociones y herbología. Al acabar nos miró de nuevo a todos hasta que continuó.

-Bien. Como habéis podido comprobar, este año la asignatura de Defensa es doble. Esto se debe a que el Ministerio de Magia obliga a que en esta asignatura una de las horas se dedique para hacer Duelos.-

Un murmuro generalizado recorrió toda la clase.

-No es mala idea- apuntó mi primo.

-No lo es, pero deberían haberla pensado antes. Con estas clases hubiera muerto mucha menos gente- dije mirando al infinito. Todos asintieron.

Lo peor de la guerra no era estar en el bando equivocado. No. Era el simple hecho de cargar con todas las muertes y los echos atroces que cometiste. Ninguno de nosotros tres queríamos hacer nada malo, pero el amor que sentíamos por las personas con las que nos amenazaban era demasiado grande.

-Hoy, la clase se dedicará entera al duelo- añadió el profesor. Todos vitorearon.

-Quiero que empiecen...- recorrió la mirada por toda la clase hasta que se detuvo en Malfoy y en mi.

-El rubio y la teñida- nos dijo a los dos- acérquense.- Eso hicimos.

-¿Sus nombres?-

-Draco Malfoy-

-Theresa Zabini, y por cierto, no soy teñida- dije entre dientes. Toda la clase rió por lo bajo.

Ahora que estaba más cerca suyo me di cuenta de que ese hombre me resultaba familiar, no me acordaba de qué pero le conocía. Había algo en él que me resultaba conocido.

-Bien señorita Zabini,- sonrió de medio lado- colóquese frente al señor Malfoy si es tan amable- Draco y yo nos colocamos como nos ordenó.

-Bien, ahora quiero que organicen un duelo, nada de normas excepto una, no hagáis uso de ninguna maldición imperdonable- se alejó de nosotros y nos miró impaciente.

Miré a Draco y asintió, me miró y asentí.

-¡Expelliarmus!- grité.

-Protego- dijo Draco repeliendo mi ataque.

Continuamos lanzándonos hechizos y contra hechizos cada vez más peligros. Una de las cosas que sabíamos la mayoría de lo Slytherin eran conjuros extraños de ataque. Tras varios intentos logré desarmar a Draco.

-Bien. Muy bien señorita Zabini, ahora debe acabar- le miré confusa al igual que el resto de alumnos.

-Creo no haberle entendido profesor- dije serena. No me daba buena espina. Además, esa sensación de que le conocía y de nada bueno cada vez era más fuerte. Había algo, esa manera de parpadear, cómo si tuviera un tic juraría que me recordaba a alguien.

-No es tan difícil. Usted cuando pelea contra alguien y lo desarma lo siguiente que hace es matarle- su tono de voz era tranquilo.

Un murmullo de sorpresa e incredulidad inundó el ambiente. Por una milésima de segundó logré divisar a Potter y Granger que me miraban igual de extrañados.

-Eso solo en caso de vida o muerte, señor- intenté que la voz me saliera serena, pero no lo conseguí. No me estaba gustando por donde iba esta conversación.

-Eso no es verdad, a fin de cuentas es usted una mortífaga- dijo mordaz.

Abrí los ojos como platos y me lancé contra él pero los brazos de Malfoy, que había reaccionado a tiempo, me atraparon.

-¿Cómo se atreve a decirle eso a una alumna?- la voz que preguntó eso fue la de Hermione Granger.

Ella junto con Potter, Weasley, el ministro de magia, la directora Mcgonagall, Draco y mi primo era de las únicas personas que sabían que yo era la que les pasaba información.

-Solo digo lo que todos en esta sala sabemos, además, le estoy enseñando como actuar en un duelo ya que es mi obligación, y la suya es sentarse en esa mesa y acatar todo lo que yo digo- sus palabras y su semblante mostraban un deje de superioridad que me puso enferma.

-Es usted...- comencé a escupir pero me interrumpió.

-No ose juzgarme, el monstruo aquí es usted-

-Callese- susurré.

Todo aquello que intentaba olvidar, todo aquello por lo que intentaba pasar página, me vino a la mente. Su muerte me vino a la mente, ver como la luz de sus ojos se apagaban por mi culpa.

-Mucha gente murió en sus manos, o por acciones suyas- continuó.

-¡Silencio!- grité tapándome los oídos. Sé que es un gesto cobarde pero había sufrido para olvidar aquello que esa persona estaba desenterrando en segundos.

-Gente que creía en una causa murió, murió por lo que provocaron sus acciones- me señaló acusador y con una sonrisa que hizo que temblase al recordar de que me sonaba. -Gente como su hermano-

Me quedé pálida, en shock. El aula se sumió en un silencio sepulcral, y de repente su imagen apareció en mi cabeza.

El circulo rodeándome, mi hermano al que traían a rastras, un conjuro, una luz verde, y su muerte. Él fue quien empuño la varita que mató a Daniel. Un tic en el ojo izquierdo.

-Tú- susurré. Miré a Draco con pánico en los ojos. - ¡Es uno de ellos!- grité, pero era demasiado tarde, el profesor les había lanzado a todos contra la pared.

-¡Petrificus totalus!- apuntó a los alumnos y todos quedaron estáticos.

Le miré con los ojos abiertos y como el resto de la clase observé como el hombre iba cambiando de aspecto. Ahora era bajo, moreno, de ojos verdes pero con el tic característico en el ojo izquierdo que lo había delatado.

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