Capítulo 10
Abrí la puerta de Draco y entré sin preguntar. Este se encontraba sentado en la cama poniéndose unos pantalones. Me lanzó una mirada represiva.
-¿Sabes que la gente inventó una manera muy útil de avisar que vas a entrar por una puerta? Se llama Llamar a la puerta.- pasé de su sarcasmo y me senté a su lado.
-Desembucha, canta, habla, me da igual como me lo cuentes pero quiero una historia ya- dije poniéndome cómoda en su cama.
-Eres una cotilla ¿lo sabías?- se tumbó a mi lado.
-No me vengas con cuentos, acabo de salvar a tu damisela de que la pillen, y me ha dicho algo muy interesante. Así que habla.-
-¿Te lo ha contado ella?-
-No, te ha dado el privilegio.-
Suspiró y comenzó a hablar.
-Fue el día que ocurrió lo del mortífago. Tú estabas en el suelo y no reaccionabas. Hermione y yo probamos de todo por despertarte pero nada, así que decidimos llevarte a la enfermería. Ahí fue la primera vez que cooperamos sin gritarnos o que yo la insultara.-
En ese momento recordé las palabras de Hermione.
Fue gracias a ti.
Draco continuó.
-Después de que Madame Pomfey te estabilizara, ella se pasó varias veces por la enfermería a ver que tal estabas y todas esas veces estuvimos hablando. Nos dimos cuenta de que todas esas peleas y ese odio que teníamos el uno por el otro ya no tenían sentido, y firmamos una especie de paz. Luego también la pedí perdón por lo ocurrido en mi casa y lo que le hizo mi tía. También pedí perdón por todas las cosas que había hecho por Voldemort, y ella me perdonó, no tuvo que pensárselo ni me mandó a la mierda, ella me perdonó.-
Un nudo se me hizo en la garganta. Draco lo había pasado muy mal después de la guerra. Él fue uno de los mortifagos del colegio que peores cosas hizo, y el solo recuerdo de Draco en el suelo de su habitación, con Blaise o conmigo a su lado abrazándolo mientras su alma se rompía un poco más me invadió la mente.
Pero ese nudo se me deshizo cuando dijo que ella lo perdonó. Vi como las lagrimas se acumulaban en los ojos de mi amigo y le abracé. Lo que más ansiaba Draco era el perdón. Continuó.
-Poco a poco nos fuimos acercando más. Cuando coincidíamos en la biblioteca nos sentábamos a leer en la misma mesa, hablábamos de vez en cuando cuando nos cruzábamos por los pasillos. Cada vez que la veía parecía que ese vació que siento siempre desaparecía. Hasta que un día la vi llorando. Estaba en una parte de la biblioteca muy poco frecuentada, pero aquel día tu me mandaste a coger ese libro raro que querías. Así que la vi y no pude evitar acercarme a consolarla. No pregunté por que lloraba solo la abracé, y en ese momento me di cuenta de que sentía algo por ella, y todo quedó confirmado cuando al día siguiente la besé.- ahí se calló.
No pude evitar pegarle en el brazo y mirarle enfadada.
-¡Qué una mujer esté llorando no implica que te olvides de coger mi libro!- dije cruzándome de brazos.
Me acuerdo perfectamente de ese día, yo debía entregar un trabajo y estaba muy pillada de tiempo, le pedí a Draco que bajase a la biblioteca y me trajera un libro indispensable para acabarlo, así que él fue pero volvió una hora después y sin el libro. Recuerdo que me tiré encima suyo y no lo maté porque entraron Harry y Ron.
-¿Te digo que me quedé consolándola y que me gusta Hermione Granger y tu me pegas por no traerte un libro?- dijo sonriendo divertido. Todo rastro de tristeza se había borrado.
-¡Pues claro! Me parece estupendo que salgas con ella, estoy super feliz de que hayas encontrado a alguien con quien estar, pero eso no implica que mi muy ganada media académica tenga que bajar.- dije incorporándome.
Draco no pudo evitar soltar una carcajada. Se incorporó y en gesto cariñoso me revolvió el pelo. Fruncí el ceño.
-Sin duda no conozco a nadie como tú.- dijo mientras se levantaba y continuaba vistiéndose.
-Claramente. Soy única.- dije mientras me levantaba y dirigía a la puerta.
-¿No quieres saber como continua la historia?- me preguntó mientras se ponía un zapato. Negué rápidamente.
-Sinceramente, vuestra vida sexual me importa bien poco- abrió los ojos y los puso en blanco.
-Y qué te hace pensar que nos hemos acostado- preguntó poniéndose de pie. Ni contesté, no hacia falta, simplemente le levanté una ceja.
-Está bien, tienes razón me callo- negó divertido.
-Me voy, tengo que vestirme y preparar una cosa- le dije mientras abría la puerta.
-Tessa, espera- me dijo mientras me cogía del brazo. Le miré.
-¿Hace cuanto que no duermes?- esa pregunta me puso tensa. La respuesta es varios días, pero no quería preocuparle.
-Solo esta noche, no tenía sueño. Ya sabes que a mí enseguida me salen ojeras- le dije intentando quitarle importancia al asunto. Me miró fijamente. No me creía.
-Aunque valoro que cada vez mientes un poco mejor, sigues siendo patética- se cruzó de brazos.
-Es cierto, no te preocupes. Hoy te prometo que me dormiré pronto ¿Tranquilo?- le pregunto. Él no me mira muy convencido, pero al final asiente de mala gana.
Me despedí de él y me dirigí a mi cuarto. Al entrar no pude evitar sentir un escalofrió. Miré a mi al rededor hasta encontrar el causante del escalofrió, la ventana. Esta estaba abierta de par en par, cosa que no recuerdo haber dejado así.
La habrá abierto el viento. Sin darle más importancia la cerré. Me encaminé al armario y cogí el uniforme; una falda gris oscuro acompañado de una camisa blanca, con una corbata con los colores de mi casa y la túnica negra.
Una vez acabado de vestirme me fui al baño a peinarme. El pelo lo tenía igual de rizado que siempre, ni muy peinado ni muy hecho un desastre. El problema no era el pelo, eran la ojeras. Unas profundas ojeras de color oscuro estaban bajo mis ojos. Con un simple hechizo las tapé, aunque el cansancio seguía presente en mis ojos.
Miré la hora y vi que quedaba menos de media para que empezara la primera clase, así que fui a donde el escritorio y recogí los libros que necesitaba. Pero me llevé una sorpresa al ver que había un trozo de pergamino doblado en mi escritorio.
Curiosa lo abrí y mis ojos leyeron el mensaje que había oculto en él.
En la torre de astronomía esta noche a las 12. Ven sola.
Giré el trozo para ver si había una firma o algo que me indicase quién había dejado el mensaje, pero nada. También me pregunté cómo había acabado ahí el papel, pero recordé la ventana abierta.
Volví a leer el mensaje y encogiéndome de hombros salí de mi habitación. Supongo que averiguaré esta noche quién lo manda.
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