Capítulo 79
Hago un pequeño inciso para recordaros que si os gusta mucho la historia le deis a la estrellita, comentéis y la compartáis. <3
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-Shuichi-
La primera consecuencia de mi mentira se vio reflejada en el rostro de Kaito, que frunció el ceño de tal manera que sus dos cejas se unieron en una sola. A diferencia de él, que sabía la verdad, Keebo y Himiko habían quedado petrificados por la nueva información. Nunca llegué a decirles que la llave de (t/n) realmente no encajaba en la cerradura de los ascensores, así que se creyeron mis palabras sin dudarlo, y eso solo me hizo sentir peor de lo que estaba.
«Lo hago para descubrir la verdad. Lo hago para descubrir la verdad», me repetía constantemente para mis adentros.
—¿Que mi llave qué? —(t/n) se veía realmente confusa, incluso me atrevería a decir que estaba al borde del pánico.
—Tu llave abre la puerta de los ascensores —repetí, intentando no titubear.
—En ese caso ya no hay nada más que hablar —sentenció Keebo, mirando a (t/n) con dureza—. Eres la mente maestra, ya no puedes seguir negándolo.
El rostro de (t/n) se descompuso, como si hubiese visto a un fantasma. Sus manos temblaron cuando las apoyó en el frontal de su podio, y no era capaz ni de parpadear. Cada célula de su cuerpo estaba entrando en pánico, no hacía falta ser un experto para darse cuenta. Se notaba que no tenía ni idea de que yo mentía, por lo que pude deducir que nunca intentó abrir los ascensores con su llave, sino me hubiera desmentido.
—Shuichi eso es... imposible —replicó con voz queda—. Yo ni siquiera conocía la existencia de esos ascensores.
Y la creía, porque su voz sonó sincera por primera vez durante todo el juicio. Aunque por debajo de esa sinceridad pude sentir un deje de desesperación. La estaba llevando al límite y no me sentía bien por ello, pero necesitaba alcanzar la verdad. Nunca me la diría si no la presionaba.
—Qué golpe más fortuito, Shuichi —escupió Kokichi, torciendo los labios—. Esa mentira ha sido muy rastrera. Pensaba que los buenos detectives no mentían tan deliberadamente, pero supongo que tú no eres ni bueno ni detective.
Un sentimiento que llevaba años intentando eliminar recorrió mi pecho, rompiendo las cicatrices de aquellas heridas que habían conseguido sanar y que ahora volvían a sangrar. Mi baja autoestima había vuelto a atacar. Por si no tenía suficiente con mi propios pensamientos negativos, también tenía que escuchar los de los demás. Tampoco tenía derecho a quejarme, pues sabía que me merecía eso y más.
—Shuichi nunca mentiría sobre un tema así —me defendió Keebo, haciendome sentir aún más culpable—. No ganáis nada defendiendo a la mente maestra, os aconsejo dejar vuestros sentimientos por ella a un lado y pensar con la cabeza.
—Nunca mentiría sobre un tema así, eh... —Kokichi me miró con rabia—. Dime, Shuichi. Si tenías una pista de ese calibre, ¿por qué no la sacaste antes a colación? ¿Por qué ahora que te has quedado sin recursos?
—Está claro que es su último as bajo la manga —espetó Rantaro, indignado—. Me has decepcionado muchísimo, Shuichi. Esperaba más de ti.
—Pues... yo creo a Shuichi —musitó Himiko con los ojos enrojecidos—. Quiero creer en (t/n), pero hay muchas pruebas que apuntan a ella y se ha comportado muy raro durante todo el juicio, y lo de la llave ya es demasiado.
—Qué manipulables sois —bufó Kokichi—. Creéis en la palabra de Shuichi solo porque es Shuichi, ni siquiera os paráis a pensar en lo ilógica que es la situación. Por gente tan estúpida como vosotros es por lo que nunca vamos a descubrir quién es la verdadera mente maestra.
—No tiene nada de malo creer en alguien —saltó Kaito a mi favor, sin mirarme a los ojos. Estaba decepcionado, pero seguía creyendo en mí y me siguió la corriente—. Si lo hacemos es porque esa persona nos ha demostrado ser de confianza.
«Gracias, Kaito, por confiar en mí una vez más», le agradecí para mis adentros.
—Shuichi, por favor, escúchame —(t/n) se veía realmente desesperada. Sentía pena por ella. No quería seguir con la mentira, pero solo necesitaba unos minutos más para que ella llegara a su límite—. ¡No puedo ser la mente maestra, tú no lo entiendes, no puedo serlo!
—Lo eres, (t/n) —sentencié, y sentí un pinchazo de culpabilidad en mi pecho—. Las pruebas solo nos llevan a ti.
«Lo siento, de verás, lo siento.»
—¡Yo ni siquiera sabía que mi llave podía abrir esos ascensores! —gritó con la respiración agitada.
—¿Pretendes que creamos que siempre llevabas encima la llave pero no tenías ni idea de su función? —comentó M1-U con un tono burlesco—. Eres más tonta de lo que pensaba, y no pensaba que fueras muy lista.
—¡Digo la verdad! —rabió (t/n) con voz trémula—. ¡No sabía nada de los ascensores! Ni siquiera tiene sentido que hayan unos ascensores ahí, eso no estaba en...
—(t/n) —se apresuró a interrumpirla Kokichi—. Shuichi solo intenta presionarte.
—No es solo Shuichi —terció Keebo—. No podéis seguir defendiendo lo indefendible. Rantaro, Kokichi, rendíos de una vez y contadnos cómo os ha engatusado (t/n).
—Tú... —musitó Himiko, mirando a (t/n) con las mejillas enrojecidas y lágrimas en los ojos—. Dejaste que Tenko muriera.
—¡No, Himiko! —dijo (t/n), llevándose las manos a la cabeza—. ¡Nunca querría eso! Tenko era mi amiga, yo no quería que le pasase nada malo, quería salvarla, quería... ¡Yo no soy la mente maestra! ¡Tenéis que creerme! Kaito, tú me crees, ¿verdad?
Pero Kaito eligió confiar en mí y, a pesar de que sabía que yo mentía, no se dignó a mirar a (t/n) a los ojos.
Ahí fue cuando ella llegó a su límite. Se sentía acorralada y desorientada. Estaba dolida por las palabras de Himiko, por las miradas burlonas de M1-U, por el tono con el que le hablaba Keebo, por cómo la había ignorado Kaito y por la acusación tan grave que yo le había hecho. Y era comprensible. Tal y como había dicho Kokichi, mi mentira era muy rastrera.
—¡Shuichi, por favor, estás equivocado! —me suplicó (t/n), y su podio se sacudió por el temblor de su cuerpo—. ¡No lo entiendes, no entiendes nada! ¡Yo sabía quién era la mente maestra, siempre lo he sabido porque...!
—¡(t/n)! —le cortó Kokichi con brusquedad—. No digas ni una palabra más. Él no te va a creer, no quiere ver ni escuchar la verdad.
(t/n) se había alterado y estaba a punto de superar su límite, si es que no lo había hecho ya. Su pecho ascendía y descendía con rapidez y sus manos apretaron con mucha fuerza los laterales de su podio. Me sentía asqueroso por lo que había causado, pero al menos ahora sabía que ocultaba algo y que mi mentira no había sido en vano.
—¡Asesinamos a Tsumugi porque ella era la mente maestra! —soltó (t/n) de improviso, causando un «¿qué?» por nuestra parte—. ¡Yo sabía que era ella desde el principio porque...!
—(t/n) —Esta vez fue Rantaro quien le llamó la atención.
—¿Asesinasteis a Tsumugi porque creíais que era la mente maestra? —quiso saber Keebo.
—No lo creía, estaba segura de ello —repuso (t/n) en pánico.
—¡(t/n)! —le increpó Kokichi, y apretó con fuerza sus labios—. Para, por favor.
—¡No! —terció (t/n) con nerviosismo—. Es hora de que sepan la verdad. No llegaremos a ninguna parte si...
—Te pido, por favor, que no digas nada —le pidió Kokichi intentando suavizar su tono de voz, y luego me arrojó una mirada asesina—. Shuichi, ¿esto era lo que querías? ¿Llevarla hasta el límite? Eres un miserable. Tu talento deja mucho que desear.
—¡Por fin la bocaza de (t/n) sirve de algo! —dijo M1-U, riendo por lo bajo.
—(t/n), estoy de acuerdo con Kokichi, no deberíamos decir nada —intercedió Rantaro, volviéndose hacia ella con una expresión paternal—. No nos van a creer.
—¿Creer el qué? —preguntó Kaito, alzando una ceja—. ¿De qué carajos va esto?
—¡Sabía lo de Tsumugi porque yo...! —comenzó a decir (t/n), pero no pudo acabar la frase porque Kokichi golpeó su podio con el puño.
—¡Ya está bien! —le increpó a (t/n), y luego se volvió hacia mí—. ¡Shuichi, confiesa tu estúpida mentira! Sé que mientes, está escrito en toda tu cara, así que admítelo de una vez y pídele disculpas a (t/n). Antes dijiste que la llave que abría los ascensores estaba en paradero desconocido y ahora mágicamente ha aparecido. ¿¡Me tomas por estúpido!?
—Shuichi nunca mentiría con algo así, ¿no, Shuichi? —preguntó Himiko con firmeza.
—Yo... —Tragué saliva.
Estaba tan avergonzado que me costaba admitirlo en voz alta. Sabía que después de esto perdería toda mi credibilidad. Y ni siquiera había conseguido que contaran todo aquello que ocultaban.
—Kaito estaba con él, así que también lo puede confirmar —añadió Keebo, dirigiéndose a Kaito—. La llave encajaba con la cerradura, ¿verdad?
—Em... ¿la cerradura dices? —balbuceó Kaito, sudando, y me lanzó una mirada de socorro.
—Kaito, sabías la verdad y la ocultaste, eres igual de patético que Shuichi —masculló Kokichi, que tenía un enfado descomunal.
—¡Pero si tú eres el primero que siempre miente, chihuahua rabioso! —le echó en cara M1-U.
Sin embargo, nadie prestó atención a su comentario, porque estaban esperando una respuesta de mi parte. Ya no podía prolongarlo más.
—No culpéis a Kaito, él no tiene nada que ver, todo fue idea mía —admití, bajando la mirada—. Kokichi tiene razón, fue una mentira muy lamentable.
—¿Qué? —Keebo se quedó paralizado.
—¿Era mentira? —musitó Himiko.
Ambos me miraron como a un extraño.
—Me quedaba sin recursos y necesitaba presionar a (t/n) —repuse, y sentí un pinchazo en mi pecho—. Sabía que ocultaba algo y no lo iba a contar si no la ponía entre la espada y la pared. No me he sentido bien haciendo esto, pero era necesario para avanzar. Lo siento muchísimo, (t/n).
Ella no contestó, sino que se quedó igual de petrificada que Keebo. Hasta ella misma había confiado en mis palabras, sin plantearse siquiera que podía estar mintiendo. La persona en la que siempre depositaban su confianza los había decepcionado.
—¿Y tú lo sabías, Kaito? —quiso saber (t/n), decepcionada.
Kaito no contestó y agachó la cabeza.
—Después de esta actuación tan lamentable, espero que hayáis aprendido la lección —soltó Kokichi, emitiendo un chasquido de molestia—. Shuichi no es de confianza. De hecho, estoy llegando a pensar que él mismo es la mente maestra y ha intentado cargarle el muerto a otro.
—Shuichi ha mentido por una buena razón: recabar información —me intentó defender Keebo—. La mente maestra no arriesgaría su credibilidad como lo hizo Shuichi. Puede que nos obsesionáramos con (t/n), pero si nos ocultáis información no vamos a descubrir nunca a la mente maestra.
—Se supone que ya tendríais que saber quién es la mente maestra, ¿no? —sentenció Rantaro—. Después de todo, fuisteis vosotros quienes investigaron su guarida al completo.
—Bueno, no al completo —negó Himiko—. No pudimos entrar por la puerta del escáner de retina.
Investigamos su guarida, pero no encontramos ninguna pista que nos llevara directamente a la mente maestra. Toda la sospecha sobre (t/n) no había sido más que mi propia especulación. Y había fallado. ¿O estaba en lo correcto? A estas alturas estaba más confundido que nunca.
«Vamos, Shuichi, piensa. Tiene que haber alguna prueba que nos dé un nombre, algo que identifique a la mente maestra»
—¿Y no encontrasteis nada que pudiera llevarnos hacia alguien? —quiso saber (t/n), aún molesta conmigo.
—No, lo poco que encontramos nos llevaba hacia ti—repuso Keebo.
—¡Lo tengo! —exclamé en voz alta sin darme cuenta—. ¡Dios mío! ¿Cómo no he podido pensarlo antes? ¡Ya sé quien es la mente maestra!
—¿Qué? —profirió (t/n).
—¿Sabes de verdad quién es? —preguntó Kaito con los ojos como platos.
—¿No será otro farol? —dijo Kokichi, haciendo una mueca de desprecio.
—No, os aseguro que no lo es —declaré con mucha seguridad—. Himiko, ¿puedo hacerte una pregunta?
—¿Eh? ¡Ah, sí! —asintió ella algo aturdida.
—(t/n) estuvo contigo mientras preparabais el show de magia aquella vez, ¿verdad? —quise saber.
—¡Sí! —confirmó—. Tanto ella como Rantaro y Tsumugi estuvieron conmigo en mi laboratorio preparándolo todo.
—(t/n) no es la mente maestra —anuncié, dándome un golpe en la frente—. ¡Nos hemos estado equivocando todo este tiempo!
—¡Pues claro que no lo soy! —repuso ella—. Te lo he dicho mil veces...
—¿Sabes qué, Shuichi? —dijo Kokichi con frialdad—. Es gracioso escucharte decir cosas obvias y que te pienses que has descubierto América.
—Déjame que lo entienda, Shuichi —Dijo Kaito, frotándose el cabello—. ¿Crees que (t/n) no es la mente maestra solo porque estuvo preparando el show en el laboratorio de Himiko?
—¡Exacto! —exclamé—. Ni ella ni los que estuvieron en ese laboratorio con Himiko.
—¡Eso no tiene sentido! —rechinó M1-U—. ¡A ver si pensamos con la cabeza y no con el p...!
—¿No lo entendéis? —intercedí—. ¡Estoy hablando de Madrekuma! Antes del show de Himiko, Monokuma acabó hecho pedazos por culpa de Monotaro. Lo que significa que la mente maestra tuvo que escabullirse hacia su guarida para decir las palabras clave y crear uno nuevo.
—Y nosotros fuimos directamente al laboratorio de Himiko después de ese momento —completó (t/n) cuando se dio cuenta de la situación—. No nos separamos ni un solo momento y el nuevo Monokuma apareció en el show de Himiko. Por lo que la mente maestra fue a su guarida durante el tiempo en el que nosotros estábamos preparándolo.
—Lo que quiere decir que aquella persona que estuviera sola durante ese tiempo es sospechosa —añadió Rantaro.
—¿Y quién estaba solo durante ese momento? —quiso saber Himiko—. Porque Rantaro, (t/n), Tsumugi y yo estamos descartados.
—Kaito —lo llamé—. Tú fuiste tras Kokichi después de que se sentara encima de la mesa para que no pudiéramos transportarla. ¿Os separasteis en algún momento?
Kaito le lanzó una mirada fulminante a Kokichi antes de hablar.
—Por desgracia, no —repuso él—. Salí corriendo detrás de Kokichi, pero no logré alcanzarlo. ¡Y cada vez que se alejaba de mí, volvía en sus pasos para burlarse y llamarme tortuga!
—Sabía que no podías correr por tu enfermedad y me aproveché —se burló Kokichi—. ¡Soy culpable!
—Eso los descarta a ambos —concluyó Rantaro—. ¿Y tú, Shuichi?
—Yo estuve con Keebo todo el tiempo —repuse—. Tuvimos que transportar entre los dos todos los materiales porque Kaito y Kokichi nos abandonaron.
—¡Pero eso nos descarta a todos! —exclamó Himiko, decepcionada.
—¡A todos no, pedazo de imbéciles! —nos increpó M1-U—. Kiyo estuvo en paradero desconocido durante ese tiempo.
—Eso está genial saberlo mini Miu... —murmuró Kaito—. ¡Excepto por el simple detalle de que está muerto!
—¡Eso es un detalle sin importancia! —se justificó ella, sudando.
—¿Qué estáis insinuando, que Ki... ese tipo está vivo? —dijo (t/n), perpleja—. Todos vimos su cadáver.
—Kiyo está muerto, no hay dudas de ello —coincidí.
—Entonces ¿a qué venía todo ese rollo de que sabías quién era la mente maestra? —rezongó Kokichi.
—Porque... —Pero me cortaron antes de que pudiera terminar.
—¡Espera! —exclamó Himiko—. ¡Ya sé quién es la mente maestra! (t/n) tenía razón, era Tsumugi. Lo estuve pensando bastante. La única que salió un momento de mi laboratorio con la excusa de traer el maquillaje y el vestuario fue ella.
—Eso también está genial saberlo, Himiko... —empezó a decir Kaito—. ¡Excepto por el mísero detalle de que también está muerta!
—O no —declaré, haciendo que todos fruncieran el ceño.
—¿Qué significa o no? —espetó M1-U—. ¿Significa que «Tsu-mugre» ha revivido de entre los muertos o que «Tsu-mugre» nunca se convirtió en papilla?
—¡Por favor, que sea lo segundo! —imploró Kaito, agazapado.
—Lo que insinúas es imposible, Shuichi —terció Kokichi—. Es imposible que Tsumugi esté viva.
—Exacto, vimos su... Bueno, los restos de su cuerpo —añadió Himiko.
—¿Y si ese no era su cuerpo? —inquirí.
—Negativo —refutó Keebo—, había ropa y pelo de Tsumugi en el charco.
—Los pudo colocar ella —sentencié—. Pensadlo bien, solo tendría que utilizar un cuerpo como señuelo y luego triturar su ropa y varios mechones de su pelo.
—¡«Tsu-mugre» iba desnuda por ahí! —se burló M1-U.
—Shuichi, todos vimos la sangre que salía de la trituradora y los trozos de carne —terció Kaito—. ¿Estás diciendo que todo eso era falso?
—¡Si fuese falso no hubiera sonado el anuncio! —exclamó Himiko como si hubiera dado con la solución a todos nuestros problemas.
—Si Tsumugi es la mente maestra pudo haber hecho sonar el anuncio independientemente de que fuese real o no el cuerpo —expliqué.
—¿Y qué es lo que propones? —quiso saber Rantaro—. ¿De quién era el cadáver?
—¡Era el cuerpo de Kiyo! —saltó M1-U.
—¡Estás pesada con ese tipo! —le reprochó Kokichi con aversión, y es que al parecer (t/n) se estremecía cada vez que escuchaba su nombre—. ¡No puede ser él porque su cuerpo estaba colgando en su laboratorio! ¡A ver si te enteras, pesada!
—¿¡Pesada yo!? —rabió M1-U—. ¡Eres tú quien es más pesado que matar un cerdo a besos!
—¡Exacto! —exclamé al darme cuenta—. ¡Un cerdo!
—S-Shuichi, e-era b-broma —tartamudeó M1-U, nerviosa—. No se puede matar un cerdo a besos. ¡Y te recomiendo que no lo intentes!
—No es eso —me apresuré a decir—. Lo que quiero decir es que la sangre y los trozos de carne que vimos pertenecían a uno de los cerdos congelados de la cámara frigorífica.
—Eso tendría más sentido —confirmó Keebo—. Si Tsumugi es la mente maestra, podría crear un falso asesinato y que el anuncio sonara de todas formas. En otras palabras, fingir su propia muerte.
—¿¡Con un cerdo!? —repitió Kaito, atónito—. ¡Todo este juicio por un cerdo!
—No, Kaito, todo este juicio no es por ti —se burló M1-U.
—Supongamos que Shuichi tiene razón —declaró Rantaro—. ¿Para qué iba Tsumugi a fingir su propia muerte?
—Para ejecutar injustamente a alguien —repuse—. En pocas palabras, librarse de uno de nosotros.
—Eso es literalmente imposible, Shuichi —terció (t/n)—. Porque eso significaría que sobrevivió al bote de gas tóxico, y es imposible.
—¡O sea que admites haberla envenenado con el bote! —saltó M1-U.
—¡No he admitido nada! —trinó (t/n)—. Ya se sabía que habíamos utilizado el bote de gas para matarla, no es nada nuevo.
—(t/n) tiene razón, Shuichi —coincidió Himiko—. Tu teoría no tiene consistencia.
—Es cierto, no la tiene —repuse—, pero por algún punto hay que empezar.
—¿A qué te refieres? —quiso saber Kaito.
—He estado dándole vueltas a un pequeño detalle muy importante —anuncié—. No me puedo quitar de la cabeza cómo es que seguimos todos vivos.
—¿Qué? —profirió Keebo.
—¿Se te ha ido la pinza del todo, Shuichi? —me increpó Kokichi.
—Seguimos vivos porque no hemos muerto —respondió Kaito, como si hubiera dicho una frase muy elaborada—. Espera, ¿no estarás insinuando que en realidad todos estamos muertos?
—¿Estamos muertos? No entiendo nada... —se quejó Himiko.
—Dejad que se explique —intercedió Keebo, cediéndome el turno de palabra.
—Veréis... El laboratorio de (t/n) está completamente cerrado, no tiene ventanas ni ranuras que dejen pasar el aire —empecé a explicar—. Lo lógico hubiera sido que el gas tóxico se quedase contenido en el laboratorio, pero eso no pasó, porque cuando nosotros entramos e inspiramos el aire de la sala no nos ocurrió nada. Lo que quiere decir que nunca hubo gas tóxico.
—¡Tienes razón! —exclamó Kaito, dándose un golpe en la frente—. No morimos, por lo que nunca hubo gas.
—No me había percatado de ese detalle —comentó Keebo—. Bien visto, Shuichi.
—Vaya, entonces Tsumugi no murió por el gas tóxico —concluyó Himiko—. La teoría de Shuichi empieza a tener consistencia.
—Siento ser la persona que os agüe la fiesta, pero sí que había gas tóxico en ese bote —indicó Kokichi—. Nos aseguramos de ello.
—Por eso mismo utilizamos la máscara de gas y cerramos la puerta del laboratorio —añadió Rantaro—. Porque sabíamos que el gas se quedaría en la sala.
—Quizá lo hicisteis para despistar —sugirió Keebo—. En mi opinión, la teoría de Shuichi es bastante acertada. Puede que la transportaran viva a la cámara frigorífica y...
—¿No nos estáis escuchando? —le interrumpió (t/n), levantando la voz peligrosamente—. ¡Tsumugi murió por el gas!
—(t/n), sé que quieres creer que Tsumugi está muerta, pero tenemos que plantearnos otras posibilidades —dije, bajando mi tono de voz—. Si Tsumugi es la mente maestra, matarla no va a ser tan fác...
—¡Te digo que está muerta! —me atajó—. ¡Tiene que estarlo! En ese bote había gas venenoso. ¡Yo misma lo comprobé, porque yo lo cogí!
—¡(t/n)! —le increpó Kokichi—. ¿Puedes callarte un momento?
—Y (t/n) ha vuelto a meter la pata —se jactó M1-U—. Aunque a nadie le sorprende.
—¡Qué más da, Kokichi! —le encaró (t/n)—. ¡Ni siquiera nosotros sabemos qué es lo que ha pasado!
—Es mejor que no digamos nada —le contestó Kokichi, intentando relajar su tono de voz.
—Debemos poner de nuestra parte, de lo contrario nunca sabremos lo que pasó realmente —dijo (t/n), volviéndose hacia mí—. Shuichi, yo fui a tu laboratorio a coger el gas venenoso y me aseguré de mirar bien la etiqueta. Estoy segura de que cogí el bote correcto.
—En eso la cara rata tiene razón —declaró M1-U—. La etiqueta que analicé pertenecía a un gas tóxico sin duda.
—¿Creéis que Tsumugi pudo cambiarla? —sugirió Rantaro, y Kokichi lo fulminó con la mirada por haberse unido a nosotros—. Kokichi, (t/n) tiene razón, debemos colaborar.
—Es muy posible que intercambiara las etiquetas, una perteneciente a un gas venenoso por otra de un gas inocuo —concluyó Keebo—. De esa manera, confundiría a (t/n) cuando fuera a cogerlo.
—(t/n) pensaría que estaba cogiendo el bote indicado, pero el contenido era muy distinto —prosiguió Himiko—. ¡La engañó completamente!
—Es imposible... —musitó (t/n)—. Eso significa que...
—Tsumugi sabía de nuestro plan —completó Rantaro, apretando la mandíbula.
—¿Y quién intercambió las etiquetas? —preguntó Kaito.
—¡Pues Tsumugi! ¿Quién va a ser? —gruñó M1-U—. Kaito, con esa cabeza tan gorda que tienes no me extraña que te baile el cerebro. Deberías ponerte relleno de almohada.
Kaito estaba demasiado débil para gritar, pero escuché que masculló algunos improperios por lo bajo.
—¿Pero cuando cambió Tsumugi las etiquetas? —preguntó Himiko.
—Tuvo que ser antes de que la dejáramos inconsciente y la transportáramos al laboratorio de (t/n) —repuso Rantaro.
—¿Y eso cuando fue exactamente? —quiso saber Keebo.
—Chicos... —dije en voz baja.
—No lo sé, ¿sobre las 18:00H, quizá? —calculó (t/n).
—La última vez que nosotros vimos a Tsumugi fue en la zona de las habitaciones —aseguró Himiko—. Y eso fue sobre las 17:30H, creo.
—¡Maldita sea! —masculló Kokichi—. ¿Cómo pudo Tsumugi...?
—¡Chicos! —exclamé, haciendo que todos se volviesen hacia mí—. No creo que haya sido Tsumugi.
—¿Cómo? —balbuceó Himiko con el ceño fruncido.
—Tsumugi obtuvo ayuda —sentencié—. En otras palabras, hay un traidor entre nosotros.
—¿Un traidor? —repitió (t/n), incrédula.
—¿Ya estás con tus delirios, Shuichi? —me increpó Kokichi.
No, no eran delirios. Y eso era lo que más me asustaba, porque lo sabía. Sabía quién era la persona que había pillado dentro de mi laboratorio mirando una vitrina de venenos y medicinas. En aquel momento no sospeché nada, pero ahora no me cabía duda. Kaito fue el único que pillé en mi laboratorio cuando vimos a Tsumugi por última vez.
—¿Y quién es ese traidor? —preguntó Kaito.
Tragué saliva e intenté responder, pero las palabras se atragantaron en mi garganta. No era capaz de decirlo en voz alta. No era capaz de acusar a mi amigo de ser el traidor, pero como detective tenía que hacerlo. Una parte de mí esperaba que todo fuese un malentendido.
—Solo hay una persona a la que vi en mi laboratorio husmeando —murmuré con la voz quebrada.
—¡Quieres decirlo ya! —bufó M1-U—. ¡Qué manía con dejar el suspense!
—¿A quién viste, Shuichi? —quiso saber Rantaro.
No quería acusarlo directamente, así que intenté suavizar el impacto.
—Kaito, tú... tú estabas en mi laboratorio mirando las vitrinas de los venenos.
Por un momento, el silencio se apoderó la sala, hasta que Himiko fue capaz de romperlo.
—¿¡Kaito!? —se sorprendió Himiko.
—Vamos, Shuichi, ¿antes (t/n) y ahora Kaito? —se apresuró a decir Kokichi, escéptico—. ¿Así tratas a tus amigos?
Esa frase fue una daga directa a mi pecho. Y cuando escuché la trémula voz de Kaito, sentí un vacío en mi estómago, como si estuviera bajando una escalera y me hubiese saltado un escalón.
—Shuichi... yo estaba buscando medicinas, ¿no te lo dije? —titubeó Kaito—. No conseguí encontrar una cura entre los libros de medicina de la biblioteca, así que intenté rebuscar entre las medicinas de tu laboratorio.
—Eso tiene más sentido —repuso (t/n)—. Es imposible que Kaito sea el traidor.
—Yo tampoco creo que Kaito sea capaz de hacer algo así —musitó Himiko.
—¡Por una vez su estupidez va a servir de algo! —se mofó M1-U.
Sabía que reaccionarían así, porque yo tampoco quería creerlo. Pero tenía que ceñirme a las pruebas, como lo haría un buen detective, sin sentimientos de por medio.
—Cuando sonó la alarma, todos acudimos a la zona de los dormitorios menos Kaito —expliqué en contra de mi voluntad—. Eso me lleva a pensar que la alarma simplemente fue una medida de distracción para que todos nos mantuviéramos alejados del cuarto piso, donde está mi laboratorio. Mientras que todos nos reunimos en la zona de habitaciones, Kaito subió a mi laboratorio para buscar el veneno y cambiarle la etiqueta. Pensé que había sido (t/n) la persona que activó la alarma, pero fuiste tú, Kaito.
Todos aguardaron en silencio, como si esperasen que al final de la frase dijese que todo era una broma. Sus rostros seguían escépticos, incapaces de creer que Kaito podía hacer algo así. Incluso algunos me miraban con repugnancia, como si fuera mi culpa. Lo que no sabían era que estaba peor que todos ellos, porque era mi amigo al que estaba dejando en evidencia. Ese amigo que siempre me había dado esperanzas y que ahora me las estaba quitando.
—Shuichi... —me llamó Kaito con voz ronca, sacándome de mi debate mental—. No sé que es lo que crees que he hecho, pero es todo un malentendido. Yo ni siquiera sé cómo activar esa maldita alarma.
—¡Y no hace falta que nos lo jures! —se burló M1-U.
—Cuesta creer que haya sido Kaito —intercedió Rantaro—. Shuichi, ¿puede ser que te hayas confundido?
—Ojalá me hubiera confundido —Y me armé de valor para soltar la evidencia final—. Kaito fue la persona que dejó la tarjeta en mi habitación.
—¿¡Qué!? —gritó (t/n), incrédula.
—¿¡La tarjeta que abre la puerta del baño!? —Himiko no se lo podía creer—. ¿Kaito la colocó ahí?
—Shuichi... ¿de qué estás hablando? —dijo Kaito con nerviosismo—. Yo estaba contigo cuando deslizaron la tarjeta por debajo del umbral, ¿recuerdas?
Esto iba a ser más difícil de lo que pensaba. Mi corazón y mi cerebro mandaban estímulos distintos. Mientras que uno me obligaba a parar de hablar, el otro me instaba a hacerlo.
—Tú fuiste el último en salir de mi habitación, Kaito —continué, con un dolor terrible en el pecho—. Asumimos que alguien la coló por debajo del umbral cuando estábamos en tu habitación, pero fuiste tú quien la dejó en el suelo antes de salir de la mía.
De nuevo, la sala permaneció muda. Kaito se tambaleaba sobre sus talones mientras se frotaba la nuca con nerviosismo. No era capaz de mirarlo a los ojos, pero no era el único, porque él también rehusaba mi mirada.
—Pero eso es casi un plan perfecto —comentó Rantaro—. Kaito tendría una coartada porque estaría con Shuichi en el momento en el que dejaron la tarjeta en su habitación.
—Lo único que le falló fue que Shuichi lo pilló en su laboratorio —puntualizó Keebo—. Si no fuera por eso, nunca lo hubiéramos podido vincular como el traidor.
—¿Traidor? —repitió Kaito, asustado—. Vamos, chicos, vosotros sabéis que yo nunca haría algo así, ¿verdad?
—No voy a mentir, lo que expone Shuichi tiene mucho sentido —me apoyó Keebo.
—Shuichi, no estás pensando con claridad —me reprendió (t/n)—. Conocemos bastante a Kaito como para saber que él no haría algo así.
—Sí, todos sabemos lo estúpido que... —M1-U se quedó pensando—. Espera un momento... ¿Y si todo ese rollo de ser idiota era solo un papel?
—Si de verdad ha estado actuando todo este tiempo, he de felicitarlo, por la magnifica actuación por supuesto —bromeó Kokichi—. Has logrado hacernos creer que eras solo un pobre idiota... Ahora eres un idiota y además un desgraciado.
—¡No me digas que Kaito nos ha estado mintiendo durante todo este tiempo! —exclamó Himiko, tapándose la boca.
—Todo apunta hacia él —insistí en contra de mi voluntad—. Las etiquetas, la alarma, la tarjeta...
—¿De verdad Kaito es el único que pudo haberlo hecho? —Rantaro estaba igual de incrédulo que (t/n).
—Chicos, por favor, es todo un malentendido —repitió Kaito—. ¡Yo no soy ningún traidor, tenéis que creerme!
—Suenas muy desesperado, Kaito —le pinchó Kokichi—. ¿Alguien tiene miedo a ser ejecutado?
—¡Kaito, me cago en las farolas que alumbran las tumbas de todos tus muertos! —soltó M1-U—. ¿¡Cómo has podido engañar a un cerebro tan prestigioso como el mío!?
—No puedes insultarlo así, mini Miu —le regañó Keebo—. Tenemos que hablar seriamente sobre tu horario para salir y entrar de mi sistema.
—¡No me oprimas! —exclamó ella—. ¡Puedo salir cuando me plazca!
—Esto es una locura —protestó (t/n)—. ¡Kaito no puede ser el traidor!
—(t/n), a mí también me cuesta creerlo, pero no hay otra explicación —insistí.
—¡Claro que la hay, solo hay que buscarla! —bufó ella—. Pensé que Kaito era tu amigo, y en lugar de defenderlo lo atacas.
—Me duele más que a ninguno lo que está pasando —admití.
—No te duele, porque si fuera así buscarías otra alternativa —me increpó (t/n) con frialdad—. Está enfermo, Shuichi, ¿cómo va a ser el traidor? ¿Te estás escuchando?
—Soy el último que quiere acusar a Kaito —repliqué, y sentí un fuerte dolor en mi pecho—, pero las pruebas...
—¡Tus pruebas son una mierda! —me increpó ella—. Antes mentiste con mi llave, ¿cómo sé que no lo estás haciendo ahora? Quizá Kokichi tuviera razón y fuiste tú quien tenía la tarjeta.
—Yo no... —intenté justificarme, pero no me lo permitió.
—No confio en ti, Shuichi —sentenció con resentimiento—. Kaito nunca haría algo así. No entiendo cómo puedes considerarte el detective definitivo cuando...
—Está bien, (t/n) —le interrumpió Kaito, oscureciendo su rostro y bajando la mirada—. No tienes por qué defenderme más.
—¿Cómo? —(t/n) se volvió hacia él, desconcertada.
—Shuichi tiene razón —Admitió éste con frialdad—. Yo intercambié las etiquetas de los botes y dejé la tarjeta en la habitación de Shuichi.
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OMG ESTO SE EMPIEZA A PONER INTERESANTE. (Os dije que no os fiarais de nadie)
Quiero avisar de que el siguiente capítulo será MUY intenso, y quiero disculparme porque me ha quedado demasiado largo, pero es que me motivé escribiendo, jeje. Normalmente hago los capítulos de 5K o 6K palabras, pero el 80 me quedó de 10K. OMG es demasiado largo, pido perdón de antemano. :(
Lo podría partir en dos capítulos, pero creo que mejora la experiencia si lo leéis todo junto. Si a alguno le parece mucho lo puede leer en varios días. Sorry again <3
Sin nada más que decir, nos leemos la semana que viene. Tengo muchas ganas del siguiente capítulo, AAAH.
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