Capítulo 75
-Shuichi-
Me adentré en el pequeño cubículo y escudriñé cada rincón con la mirada. Pero no había nadie allí, y tampoco había otra salida que no fuera la puerta de roble por la que acababa de pasar. Quién fuera que estuviese ahí dentro se había desvanecido en el aire.
Escuché los pasos de mis amigos detrás de mí, que habían empezado a correr hasta llegar a mi lado.
"¿Qué carajos fue ese ruido?"
"¿Cómo has abierto la puerta?"
"¿Eso ha sido por mi magia?
Kaito, Keebo y Himiko habían hecho su pregunta al mismo tiempo y, sumado a que no entendía cómo la persona que hace segundos estaba en esta misma habitación se había esfumado, la cabeza comenzó a dolerme horrores.
"Alguien abrió la puerta mientras estábamos subiendo las escaleras, pero al vernos la cerró de inmediato." Expliqué. "Y a tu pregunta Himiko, no, esto no ha sido obra de tu magia, pero tampoco sé cómo explicar la desaparición de la persona que hace segundos estaba aquí mismo."
"¿Alcanzaste a ver algo de la persona que cerró la puerta?" Cuestionó Keebo mientras hacía un repaso de la habitación.
"No, solo llegué a ver cómo cerraba la puerta." Dije, maldiciéndome en voz baja. "Si hubiera sido más rápido..."
"Míralo por el lado positivo, Shuichi." Declaró Himiko. "Ahora podemos explorar esta habitación. Y estoy segura de que mi magia tuvo algo que ver."
"¡Así se habla, Himiko!" Exclamó Kaito. "No sabía que eras tan positiva."
"Hoy estás muy contenta, Himiko." Le dijo Keebo. "¿Puedo preguntar a qué se debe?"
"Ayer fui a mi laboratorio y usé la bola de cristal, esa que predice el futuro, y me mostró que no habrían más muertes." Explicó sonriente. "Por eso estoy feliz. Sé que nadie más va a morir."
Keebo y yo nos lanzamos una mirada de desaprobación. Ninguno de los dos se fiaba de la adivinación, y menos de una bola de cristal puesta en su laboratorio por Monokuma. En cambio, Kaito agrandó su sonrisa (si es que eso era posible) y anunció:
"¡Me alegra escuchar eso, ahora yo también estoy feliz!"
No nos entretuvimos más y comenzamos a explorar la nueva sala. Se nos hizo un tanto difícil, ya que la habitación era muy pequeña y apenas cabíamos los cuatro. Kaito chocó varias veces con el metálico hombro de Keebo, soltando un alarido de dolor cada vez.
El centro de la habitación lo ocupaba un escritorio de madera muy bien cuidado, y encima de éste había un aparato rectangular similar a un monitor pero más grueso. Keebo y M1-U se ofrecieron a investigarlo mientras los demás explorábamos el reto de la sala, intentando no pisarnos los unos a los otros.
Kaito se quedó observando los cuadros que colgaban de las paredes mientras murmuraba para sus adentros: «Qué mal rollo dan». Y tenía razón. Uno de ellos mostraba una imagen de Cerbero, el perro de tres cabezas, cuyas fauces abiertas dejaban entrever sus afilados dientes, capaces de arrancar un solo cuello de cuajo. La cabeza de la derecha lucía más tranquila y mansa, pero la de la izquierda estaba preparada para atacar. Ambas parecían estar comunicándose de alguna manera con la del medio.
Otro de los cuadros mostraba una fila de caras, vacías y huecas, que solo conservaban sus ojos, los cuales parecían seguirte con la mirada a dónde quiera que fueras. Y el último era el dibujo de un espejo, alargado y estrecho, que desilusionó mucho a Himiko porque fue a mirarse y no quedó reflejada.
Yo, en cambio, centré mi atención en una pequeña caja que se encontraba en la mesa del escritorio, al lado del monitor donde M1-U le reprochaba a Keebo que se acercara más a la pantalla para que ella pudiera ver mejor. El tamaño de la caja apenas superaba dos palmos de mi mano y se veía bastante desgastada, ya que en algunas partes se había desprendido la pintura rosada, dejando al descubierto el metal grisáceo de debajo, y la mayoría de las perlas ambarinas, que en su día habían formado un corazón, se habían desprendido.
Tiré de la cerradura en forma de estrella hacia arriba y la tapa de la caja se abrió. En la cara interna de la tapa había un espejo circular lleno de polvo, y delante de él la figura de una bailarina que trataba de dar vueltas sobre sí misma, pero el mecanismo parecía haberse roto hacía años. Al mismo tiempo que la figura intentaba moverse, sonaba una melodía de una sola nota que se repetía una y otra vez, como si le fuera imposible avanzar. Dentro de la caja había un cuaderno de color lavanda y encima de él un papel arrugado.
"¿De quién es esa caja de música?" Kaito se había acercado a mí y señalaba la caja que ahora estaba entre mis manos.
"Averigüémoslo." Dije cogiendo el papel arrugado y dejando la caja en la mesa.
Keebo y Himiko (M1-U había vuelto a ocultarse en el sistema de Keebo) dejaron de hacer lo que estaban haciendo y también se acercaron. Una vez alisé el papel, me di cuenta de que la caligrafía era pésima, como si hubiese sido escrita a toda prisa. Carraspeé y procedí a leer en voz alta:
Hermana, necesito tu ayuda, es urgente:
Hace semanas comenzamos el proyecto de neurología en niños con trastornos del sistema nervioso de carácter terminal. Connor me había dicho que a los niños escogidos para el proyecto les quedaba poco tiempo de vida y que habían sido traídos por sus padres como último recurso para buscar un tratamiento que los pudiera salvar.
Pero eso queda muy lejos de la realidad. Connor me mintió. Los niños no son enfermos terminales y fueron traídos a la fuerza. Ayer vi la noticia de un niño secuestrado en la tele y era igual que uno de los que había tratado esa misma mañana en el hospital. Me encaré a Connor y le dije que parara el proyecto, él no quería ayudar a esos niños, quería controlar sus mentes.
"¡Kaito!" Exclamé, y éste dio un respingo. "¡Tiene que estar hablando del caso de la cúspide de la desesperación, el que encontramos en mi laboratorio!"
"¿El caso de la cúspide de la desesperación?" Preguntó Keebo, extrañado. "¿Qué es eso de...?"
"Os lo contaremos después." Intervino Kaito con curiosidad. "Sigue leyendo, Shuichi."
Solo sobrevivieron tres de los trescientos niños del proyecto. No entraré en detalles, pero esos niños no merecían lo que les pasó. Me siento una sucia cómplice. Le he dicho a Connor que quiero el divorcio y que avisaré a las autoridades sobre esto, pero sus hombres han venido a matarme. Estoy muerta de miedo, hay gente muy poderosa metida en este asunto. Por ahora no he conseguido salir del hospital, sus hombre están por todos lados. Flinch, el conserje, me ha escondido en el armario, pero pronto me encontrarán. Le he dicho que te entregue esta carta en persona, es el único en quién confío.
No te preocupes, hermana, me las arreglaré para escapar. Compra cinco billetes de avión para irnos lo más lejos de aquí, dos para nosotras y tres para los niños, voy a intentar salvarlos.
Ten mucho cuidado, irán a por ti también. Y no acudas a la policía, ellos están metidos en esto.
"¡Sobrevivieron tres niños!" Exclamé con los ojos desorbitados.
"Entonces (T/N)... " Kaito no necesitó terminar la frase porque nuestras miradas hablaron por sí solas.
"Y la mujer que escribió esta carta es el cadáver adulto que encontraron entre los restos de los niños." Declaré. "Si esta carta está aquí, quiere decir que nunca llegaron a dársela a su hermana. Nunca logró escapar. Y, por ende, nunca salvó a los niños."
"Su marido... el tal Connor, ¿la mató?" Kaito había palidecido. "¿Es el que está detrás de todo?"
"Al parecer había mucha gente poderosa metida en ese asunto." Repuse. "Seguramente silenciaban a cualquiera que amenazara con destapar su..."
"¿¡Puede explicarme alguien qué está pasando!?" Gritó Himiko, cortando nuestra conversación.
No tardamos mucho en poner a Keebo y a Himiko al día, les contamos sobre el caso de la cúspide de la desesperación, sobre nuestra sospecha de que (T/N) estaba implicada en el caso como víctima y sobre la posibilidad de que el killing hubiera sido organizado por ese mismo hombre, el tal Connor.
"¿(T/N) fue víctima de ese hombre?" Himiko tembló aterrada.
"No tenemos pruebas sólidas, pero es muy posible que eso sea así." Afirmé.
Dejé la carta a un lado y me aventuré a coger el cuaderno color lavanda. Tenía la cubierta rota por los bordes y en la parte superior había algo escrito, pero el polvo acumulado lo tapaba. Lo limpié con la manga de mi camisa, haciendo estornudar a Himiko, y leímos que ponía: «Diario».
Todos me miraron con impaciencia mientras abría el diario por la primera página.
Querido Diario:
Eres un regalo del profesor por portarme «vien». «Estoi» muy contenta. Los otros dos niños me ignoran, pero al menos puedo hablar «con tigo».
Por la pésima caligrafía y las graves faltas de ortografía pudimos deducir que la propietaria de ese diario no pasaba de los siete años. Además, usaba adjetivos femeninos, por lo que sabíamos que se trataba de una chica.
Hola otra «ves» Diario:
Me di cuenta de que ayer no me presenté como «devería». Me llamo 025. No es un nombre muy bonito lo sé, pero es el que me tocó. Tengo dos amigos, se llaman 178 y 064, y están «sienpre» juntos. Nunca me hacen caso. Me siento muy sola. Al menos te tengo a ti, Diario.
"¿Qué clase de nombre es 025?" Espetó Kaito, estupefacto.
"Esta chica debió pertenecer al proyecto del que hablaba la mujer." Proclamé. "Seguramente les asignaron un número a cada uno en lugar de llamarlos por sus nombres reales."
"Los amigos de los que habla deben ser los otros dos supervivientes." Repuso Keebo.
"¿Crees que el diario sea de (T/N)?" Preguntó Himiko, apenada.
"Es posible." Dije, y seguí leyendo:
Querido Diario, soy yo:
064 ha salido llorando de la sala «proibida». Ni yo ni 178 sabemos qué ha pasado. Profesor dice que no tenemos que preocuparnos. ¡Y profesor es genial! ¿Sabías que a 064 le regaló un peluche? Me da mucha «enbidia», yo lo quería. Pero «sienpre» se lo puedo robar. No se lo digas a nadie. Confío en ti.
"Ese profesor del que habla... ¿se refiere a Connor?" Preguntó Kaito.
"Ya lo creo, parecía ser el encargado de todo el proyecto." Coincidí, y al pasar la página me di cuenta de algunas habían sido arrancadas.
Querido Diario, soy mayor, ya tengo nueve años:
Hace tiempo que no te escribo, casi me olvido de ti. Lo siento. Hace cuatro años te perdí y me puse muy contenta al encontrarte de nuevo.
Profesor dice que me estoy volviendo muy fuerte y que soy su favorita, porque ya no me duele la anestesia. No sé qué es eso, pero los médicos lo dicen todo el tiempo. A mí me parece una palabra muy fea. Anestesia. Anestesia. A-nes-te-sia. ¿Qué significa? Supongo que tú tampoco lo sabes.
Se notaba el incremento de edad tanto en la caligrafía, que había mejorado bastante, como en la ortografía. Y con respecto a la anestesia, seguramente la usaban para adormitarlos y experimentar con ellos, tal y como sugirió la carta de aquella mujer, donde mencionaba que el tal Connor lo único que quería era «controlar sus mentes». Me preguntaba hasta que punto había llegado para conseguirlo.
Querido Diario, quiero matar a alguien.
Puede sonarte brusco, pero tengo deseos de hacerlo. Es lo único que ronda mi cabeza estos días. Intento convencer a 064 de que matar está bien, pero 178 siempre se la lleva y evita que le dé consejos. ¿Por qué? Si mis consejos son mejores. Todos deberían morir. Como ese ratón que maté ayer con mis propias manos. Me divertí tanto...
"¡Mató a un ratón!" Dijo Himiko, asqueada. "¡Con sus propias manos!"
"¿Por qué carajos se está volviendo tan oscuro?" Kaito palideció.
"Debe ser por el proyecto, no sé qué clase de experimentos habrán hecho, pero está claro que les afectaban mentalmente." Expliqué, y entonces llegué a la última nota del diario, ya que la mayoría de hojas estaba arrancadas.
Querido Diario:
064 y 178 son débiles. No son como yo y el profesor. A 178 no le gusta la violencia y convence a 064 de que tampoco debería gustarle. Supongo que por eso soy la favorita del profesor. Cuando no está 178, 064 y yo hacemos cosas malas. Y me encanta. Casi matamos a uno de los enfermeros, ¡por qué poco!
Aunque tengo malas noticias... El profesor se ha enfadado conmigo, pero no entiendo por qué. Él siempre me ha enseñado que la desesperación es el camino correcto. Y ya no hay marcha atrás, porque la sed de sangre es lo único que me mantiene viva.
Además, ya me han puesto un nombre en condiciones, me llamo...
Pero el lugar donde debía estar escrito su nombre había sido arrancado. Demasiado conveniente. Aunque tampoco era muy difícil figurar que la propietaria de ese diario podía ser (T/N). Más tarde le preguntaría sobre él, pero no sabía si ella sería capaz de recordarlo. Ahora solo quedaba una única pregunta que a todos en esa sala nos inquietaba...
"Si ese diario es de (T/N)... ¿por qué está en la guarida de la mente maestra?" Himiko pronunció en voz alta lo que todos nos estábamos preguntando.
"Para mí está más que claro." Afirmó Keebo sin titubeos. "(T/N) es la mente maestra. Ya habéis leído como hablaba de matar sin ningún escrúpulo."
Kaito y Himiko adoptaron posturas de desaprobación y negaron que eso pudiera ser posible («(T/N) no puede ser la mente maestra, ella es solo una víctima», repetían ambos constantemente). Pero yo no estaba tan seguro de eso. Era cierto que (T/N) era una víctima de ese proyecto, dando por hecho que realmente participó en él, pero eso no quitaba que podía ser la que controlaba el juego de matanza.
Quizá ese tal Connor la había manipulado de alguna manera. Fuera como fuese yo tampoco quería creer que ella pudiera ser la mente maestra tan deliberadamente. Además, todo eran meras especulaciones, ya que no teníamos ni idea si ese diario era suyo. Pudo haber sido escrito por otro de los dos supervivientes.
Cuanto más investigábamos, más dudas aparecían en mi mente.
Como si el universo me hubiera escuchado, de una de las páginas del diario se deslizó un papel doblado por la mitad que aterrizó en el suelo. Había estado escondido entre dos de las páginas del diario y no nos habíamos percatado de él. Kaito se agachó para recogerlo y sus cejas se juntaron cuando lo desdobló. Keebo, Himiko y yo nos acercamos a él para contemplar aquello que le había hecho fruncir el ceño.
Para nuestra sorpresa, lo que se había desprendido del diario no era otra carta que hablara del proyecto, ni otra entrada del diario escrito por aquella niña, sino que se trataba de una fotografía. Estaba arrugada e incompleta, rota por su borde izquierdo, como si alguien la hubiera cortado.
El centro de la fotografía lo ocupaba la figura de una chica que no habíamos visto nunca antes. Estaba de pie con las manos detrás de su espalda. Su cabello, rojo cobrizo, estaba recogido en dos trenzas idénticas que caían a cada lado de su cintura. Y sus ojos, del mismo color que la sangre, miraban fijamente algo que se encontraba a su izquierda, justo en el lugar donde había sido cortada la foto. Llevaba puesto un camisón blanco que le llegaba por las rodillas y, a juzgar por su apariencia, debía rondar nuestra misma edad. El fondo de la imagen no daba muchas pistas, era simplemente una pared blanca.
"¿Quién es está chica?" Pregunto Kaito, y antes de que ninguno de nosotros pudiera contestarle, se apresuró a preguntar de nuevo: "¿Creéis que sea la dueña del diario?"
"Bueno... su foto estaba entre las páginas." Repuso Himiko, y luego mostró una sonrisa esperanzadora. "Eso significa que el diario no es de (T/N), sino de esa chica."
"¿Será esta chica misteriosa la mente maestra?" Preguntó Kaito. "Siempre pensé que la mente maestra era alguien que no participaba en el juego de matanza. Y se ve que tenía razón."
"No podemos sacar conclusiones precipitadas aún." Replicó Keebo. "Nunca hemos visto a esa chica, no sabemos siquiera si está viva. Yo no retiraría las sospechas de (T/N) tan rápido."
"¡Vamos, Keebo!" Le reprendió Himiko. "¡Cómo puedes sospechar de (T/N)! Ella siempre ha sido buena con nosotros y nos ha ayudado a resolver la mayoría de los juicios."
"¡Exacto!" Le apoyó Kaito. "Sin ella y sin Shuichi hubiéramos estado perdidos."
"Yo solo me remito a las pruebas." Se defendió Keebo, y luego se volvió hacia mí, como buscando una respuesta racional. "¿Tú que opinas, Shuichi?"
"¿Yo?"
Himiko y Kaito me miraron casi sin parpadear, estaba seguro de que los decepcionaría si me posicionaba del lado de Keebo. Pero lo cierto es que era demasiado pronto para sacar conclusiones. Si algo me enseñó mi tío es que sacar conclusiones precipitadas solo conducía a deducciones erróneas:
«Si das por hecho que sabes quién es el culpable sin plantearte otras posibilidades, te habrás vuelto ciego. A veces las cosas no son como uno cree, pequeño Shuichi».
Quizá fuera ese recuerdo el que me hiciera plantearme que tanto Keebo como Himiko y Kaito podían estar en lo correcto. Aunque había algo de lo que sí podía estar parcialmente seguro, y eso era que el caso de la cúspide de la desesperación estaba relacionado con (T/N), a pesar de no tener pruebas sólidas para confirmarlo, y que, de alguna manera, ese caso podía estar relacionado con la existencia de este juego de matanza.
"La foto de esa chica estaba entre el diario sí, pero no necesariamente quiere decir que pertenezca a ella, Himiko." Dije con un hilo de voz, haciendo que Himiko soltara un bufido.
"Supongo que tienes razón."
"Lo más probable es que la mente maestra sí participe en el juego de matanza, Kaito." Continué, esta vez dirigiéndome a él. "Puede que haya más de una persona detrás de todo esto, pero al menos una de ellas se está asegurando de que todo sale como ellos han previsto, y esta sala lo demuestra. Si realmente la mente maestra no participara en el juego, ¿para qué iba a tener una sala dentro de la academia? Lo más inteligente sería controlarnos desde fuera para evitar ser visto."
Kaito asintió con desgana y desvió la mirada antes de decir:
"Tienes razón, quizá canté victoria demasiado rápido."
"Y Keebo." Añadí. "No tenemos pruebas sólidas para culpar a (T/N) de todo esto. No debemos precipitarnos."
"Es cierto, aún nos queda mucho por investigar." Afirmó Keebo.
"Hablando de investigar..." Suspiré profundamente. "Keebo, ¿has encontrado algo relevante en el monitor?"
Keebo asintió y nos hizo una seña para que rodeáramos la pantalla del monitor. Una vez nos apretujamos a su alrededor, empezó a trastocar el monitor. Nosotros permanecimos en silencio sin saber muy bien qué estaba haciendo Keebo, y de vez en cuando nos lanzábamos miradas de confusión.
"He conseguido burlar el sistema... ¡Auch!" Keebo se frotó el pecho, dolorido, como si alguien le hubiera dado un patada desde dentro. "Perdón, hemos conseguido, M1-U y yo, burlar el sistema de descifrado del monitor y hemos accedido a los archivos importantes. Y mirad esto."
De repente, apareció en la pantalla la imagen de la mesa del comedor desde un ángulo inclinado en el que se podía divisar hasta la entrada de la cocina.
"¿Una imagen del comedor?" Se sorprendió Kaito.
"Es una cámara." Dijo Keebo, y tocó de nuevo el monitor haciendo que cambiase la imagen de la pantalla. "Mirad la biblioteca."
"¿Nos vigilan por estas cámaras?" Preguntó Himiko con voz temblorosa.
"Tenía mis sospechas de que algo así era posible." Repuse. "¿Toda la academia esta bajo vigilancia, Keebo?"
"M1-U y yo le echamos un vistazo por encima, pero sí, las cámaras están repartidas por toda la academia." Explicó. "Comedor, cocina, sala de juegos, biblioteca, casino, los laboratorios... e incluso nuestras habitaciones."
"¿Nuestras habitaciones también?" Saltó Kaito, que se había vuelto de un color azul. "E-Eso quiere decir que cuando nos cambiamos de ropa..."
Apenas había terminado la frase y a todos nos recorrió un escalofrío muy desagradable.
"AAAAH." Gritó Himiko mientras se tapaba con sus manos la ropa que le cubría el pecho.
"Sin embargo, hay una habitación sin cámaras." Anunció Keebo mientras trasteaba con el monitor. "Bueno, no exactamente. Más bien, parece que estén desactivadas."
Keebo fue pasando de cámara en cámara, buscando aquella que, según él, estaba desactivada. En la pantalla se mostró una habitación con el nombre de «Kaito Momota» en la parte superior, luego otra con el nombre de «Ryoma Hoshi» y finalmente la pantalla quedó llena de puntos blancos y negros. Me recordó a lo que se veía en el antiguo televisor de mi tío cuando no había ningún canal sintonizado.
"Es como si la cámara se hubiera quedado sin señal." Proclamó Keebo. "M1-U y yo intentamos recuperarla, pero es imposible."
"¿Sabemos de quién es el dormitorio?" Pregunté lleno de curiosidad.
"No muestra a quién pertenece, pero lo hemos averiguado por descarte." Repuso Keebo. "Todas nuestras habitaciones están perfectamente videovigiladas, excepto la de Kokichi. En la de él salen estos puntos blancos y negros."
"¿Kokichi?" Repitió Kaito, incrédulo. "¿Kokichi Oma?"
"¡No hay otro Kokichi, Kaito!" Exclamó Himiko.
"¿Pero por qué su habitación no está vigilada?" Preguntó Kaito con temor. "No me digas que realmente es la mente maestra..."
"Conociendo a Kokichi puede que haya encontrado la manera de desactivarlas." Declaré, pensativo. "Podemos preguntarle, pero no creo que vaya a colaborar..."
"Eso no es todo." Anunció Keebo cuando hicimos el ademán de separarnos del monitor. "También he encontrado esto. Mirad."
Keebo cerró el archivo de «cámaras» y entró en una carpeta que ponía «CV». Inmediatamente, aparecieron en la pantalla dos filas de imágenes, siendo un total de diecisiete. Cada una de ellas correspondía con el rostro de uno de nosotros y debajo de ellas habían siglas como PA, FC y FR seguidas de una serie de números.
"¿Qué es esto?" Preguntó Himiko.
"Es un control de nuestras constantes vitales." Respondió Keebo. "Cada uno de nosotros tiene sus correspondientes parámetros medidos, tales como la presión arterial, frecuencia cardiaca y frecuencia respiratoria."
"¿Qué?" Me quedé atónito. "¿Cómo que nuestras constantes vitales? Es imposible medirlas si no estamos conectados a una máquina."
"Quizá no son reales." Sugirió Kaito.
"No lo creo, ¿qué finalidad hay en tener una carpeta con constantes vitales falsas?" Dije mientras estrujaba mi mente para llegar a una conclusión. "No tiene sentido, pero tampoco lo tiene que sean verdaderas. ¿Cómo recogen nuestras constantes?"
"La tecnología que compone a Monokuma es muy avanzada, no me sorprendería que hubiera desarrollado un método para medirlas sin tener que conectarnos a ninguna máquina." Repuso Keebo, y añadió: "Las imágenes de las personas fallecidas están en blanco y negro y todos sus parámetros están a cero. Me supongo que la mente maestra lo utiliza para comprobar quienes están vivos y quienes a punto de morir."
Los ojos de Himiko recorrieron todas las fotografías hasta detenerse en una de ellas. Una que estaba pintada de blanco y negro y tenía todos sus parámetros a cero.
"Tenko..." Musitó con tristeza.
Mis ojos se quedaron más tiempo de lo necesario mirando el rostro de Kaede. La foto era muy parecida a la que se mostraba en la biografía que habíamos encontrado en el piso superior, con la excepción de que ésta era en blanco y negro. Además, todas sus constantes estaban a cero.
"¿Por qué el de Tsumugi está parpadeando en rojo?" Quiso saber Kaito.
Ninguno de nosotros se había dado cuenta, pero la imagen de Tsumugi parpadeaba con una luz roja intermitente.
"Su frecuencia cardiaca ha superado los ciento veinte latidos por minuto." Explicó Keebo, señalando los valores que aparecían bajo su imagen.
"Genial, ahora dilo en nuestro idioma." Espetó Kaito, que no se había enterado de nada.
"Las contracciones de su corazón han ascendido por encima de los valores promedio." Repitió Keebo.
"¿Y eso significa..?" Kaito seguía igual de perdido que antes.
"Sus pulsaciones son demasiado elevadas." En la voz de Keebo se distinguió un deje de irritación.
Pero se irritó aún más cuando vio la expresión pasmada de Kaito, que parpadeaba con mayor rapidez intentando digerir las palabras de Keebo.
Keebo suspiró y habló lentamente, arrastrando las palabras:
"Su corazón late más rápido de lo normal."
En los ojos de Kaito brilló la súbita comprensión.
"Ah... ¡Haberlo dicho antes!" Exclamó, dándole un golpe amistoso a Keebo en la espalda.
Por desgracia, solo recordó que su espalda estaba hecha de acero cuando su mano ya la había golpeado. Soltó un alarido de dolor mientras sujetaba su mano, que palpitaba y se hinchaba cada vez más.
"¿Por qué el corazón de Tsumugi late tan rápido?" Preguntó Himiko. "¿Y dónde están los demás? No los hemos visto a través de las cámaras."
"Ya no hay nada más que ver aquí, deberíamos ir a buscarlos." Sugerí, encaminándome hacia la puerta seguido por Keebo, Himiko y Kaito (que aún miraba su mano con expresión de dolor).
Cruzamos el pasillo de los ascensores y subimos por las escaleras ayudados por Keebo (esta vez no se escuchó el tintineo de las llaves), que nos sirvió de linterna para llegar hasta el piso de arriba. Una vez allí, colocamos la tabla de madera en su lugar y salimos por la puerta de la biblioteca.
Estaba un poco desilusionado. Habíamos explorado la guarida de la mente maestra, pero no habíamos encontrado ninguna pista que la destapase. Habíamos encontrado una carpeta con todos nuestros perfiles excepto el de (T/N), pero eso no quería decir que ella fuera la mente maestra. Aunque la tendría en el punto de mira a partir de ahora.
Habíamos resuelto el misterio de los ascensores. Sabíamos que la mente maestra podía acceder desde aquel pasillo hasta nuestras habitaciones sin ser vista desde fuera. Además, había traído conmigo el diario, la fotografía y la carta, pues sabía que me serían de utilidad. Quizá eran tres de la pistas más intrigantes que habíamos encontrado. Gracias a ellas habíamos descubierto que el caso de la cúspide de la desesperación estaba, muy probablemente, relacionado con el juego de matanza.
Por último, el monitor, lejos de resolver mis dudas, las aumentó. La mente maestra tenía videovigilada toda la academia, incluso los baños, pero no lograba entender por qué la habitación de Kokichi era la única que no podíamos ver. Ya sabía cual sería mi próximo destino.
Himiko y Keebo se dirigieron al laboratorio de éste último, que no se había abierto nunca, para explorarlo en busca de tecnología que pudiera explicar el misterio de las constantes vitales. Antes de que Himiko se fuera, le había pedido la tarjeta que abría la puerta del baño para guardarla yo, y así asegurarme de que no se perdía. Le eché un último vistazo a la guarida y cerré la puerta de la biblioteca.
Finalmente, Kaito y yo subimos las escaleras del sótano, lugar donde se encontraba la biblioteca, hacia el primer piso con destino a la habitación de Kokichi. Por el camino, Kaito sugirió destrozar la vitrina donde se encontraba Madrekuma para evitar que se crearan más Monokumas, pero yo me mostré en desacuerdo, pues los exisals aún merodeaban por la academia y no sabíamos si Kokichi aún los controlaba gracias a Monotaro o si la mente maestra ya había recuperado su control.
Por lo pronto, tenía como objetivo ir al dormitorio de Kokichi y hacerle unas cuantas preguntas. A pesar de que lo más probable era que se negase a contestarlas. Sin embargo, mientras cruzábamos el pasillo camino a las habitaciones, nos encontramos a Rantaro y a (T/N) cuchicheando por lo bajo. Su conversación cesó en cuanto Rantaro le hizo un gesto con la cabeza a (T/N), que estaba de espaldas a nosotros, para avisarla de nuestra llegada.
(T/N) se giró y nos mostró una sonrisa forzada. Entonces me di cuenta de que llevaba una cubitera de hielo en las manos, que rápidamente ocultó en el interior de una bolsa que llevaba Rantaro. Por la rapidez con la que lo hizo, le raspó el brazo a Rantaro haciéndolo sangrar ligeramente, pero éste ocultó la herida bajo la manga de su camisa y no protestó. Estaban nerviosos y agitados. La bolsa en sus manos parecía contener algo más que la cubitera de hielo que había metido (T/N) segundos antes.
"(T/N), Rantaro, no os vais a creer lo que hemos descubiert... ¡Auch! ¿Shuichi, qué haces?"
Le di un codazo a Kaito antes que de terminara la frase. Por la manera en la que nos miraban, sabía que esos dos tramaban algo. Y no era conveniente contarles sobre nuestro descubrimiento en ese momento.
"¿Qué habéis descubierto?" Quiso saber (T/N).
"Nada muy importante, ¿qué hacéis?" Pregunté, acercándome a ellos poco a poco, pero Rantaro descubrió mis intenciones y apartó la bolsa de mi vista.
"Nada en particular, solo pasábamos un rato juntos." Respondió Rantaro con voz calmada.
"Por curiosidad, ¿qué lleváis en la bolsa?" Pregunté, entornando los ojos.
Mi cuerpo empezó a temblar por lo nervios. Aunque intentara ser imponente, como debería serlo un detective, mis nervios siempre me jugaban una mala pasada. Y Rantaro, a pesar de lucir calmado, me miraba fijamente, como si le molestara mi presencia. Aunque lo que en realidad le molestaba eran mis preguntas.
"Comida." Repuso él. "(T/N) y yo queríamos pasar una tarde hablando en su habitación mientras picábamos algo."
"Qué casualidad, nosotros también vamos a la zona de habitaciones." Espetó Kaito, inocentemente. "Podemos ir juntos."
Rantaro y (T/N) intercambiaron miradas nerviosas.
"Resulta que se nos olvidó coger la bebida, así que tendremos que pasar de nuevo por el comedor." Se excusó (T/N). "Podéis ir sin nosotros, no queremos retrasaros."
Tanto ella como Rantaro se apresuraron a atravesar el pasillo hacia el comedor. Pero antes de que cruzaran la esquina al fondo del pasillo, les pregunté, alzando mi voz para que me escucharan:
"¿Habéis visto a Tsumugi y a Kokichi?"
(T/N) se alteró ante la pregunta, pero Rantaro contestó con su habitual tono sosegado:
"No, lo siento, no los hemos visto."
Y ambos desaparecieron tras la esquina al fondo del pasillo.
"Esos dos traman algo." Le dije a Kaito mientras entrabamos a la zona de habitaciones.
"¿Qué te da esa impresión?" Preguntó él.
Nos habíamos parado enfrente de la puerta del dormitorio de Kokichi para resolver el misterio de las cámaras. Pero antes de tocar, miré a Kaito y alcé una ceja.
"¿No te has dado cuenta de lo nerviosos que estaban?" Repuse en voz baja, y di tres toques en la puerta. "En esa bolsa llevaban algo más que la cubitera de hielo y ni siquiera sé para qué quieren el hielo. "
"Quizá quieran hacerse un cóctel, y no sería mala idea." Espetó Kaito babeando.
"No lo creo, Kaito." Volví a golpear la puerta al ver que nadie respondía.
"¿Y qué propones?" Quiso saber Kaito. "No se me ocurre otra razón. No han hecho nada malo, solo han dicho que iban a comer juntos. El hielo será para enfriar las bebidas. ¿No crees que estás sospechando de ellos demasiado?"
"Puede que tengas razón." Musité, y di otro golpe en la puerta. "Kokichi no responde. O no quiere abrirnos o no está en su habitación."
"Opto por la primera opción." Kaito elevó el tono de voz para que Kokichi lo escuchara si se encontraba dentro. "Seguro que está dentro riéndose de nosotros y no tiene intenciones de abrirnos. Shuichi, vámonos, no tiene sentido seguir aquí... Si hay alguien dentro, ya puede salir, nosotros nos vamos. Tiene vía libre."
Pero Kaito no se movió.
"¿Kaito, qué haces?"
El chico se llevó un dedo a los labios para que mantuviera silencio.
"Lo estoy intentando engañar." Susurró, guiñándome un ojo.
Como nadie respondió y la puerta seguía cerrada, decidimos volver a mi habitación. Quería buscar la cámara que grababa mi dormitorio y lo mostraba en el monitor de la guarida de la mente maestra. Kaito y yo la buscamos en cada rincón: suelo, techo, paredes, muebles... Pero no había ni rastro de ella. Era como si fuera tan diminuta que nuestra vista no alcanzaba a verla.
Terminamos por rendirnos. La mente maestra se había asegurado de esconder de tal manera la cámara que nos era imposible encontrarla. Y nos centramos en otra incógnita que aún no habíamos resuelto: ¿cómo era capaz la mente maestra de mover el armario con lo pesado que era?
Kaito y yo escudriñamos cada parte del armario. Éste se sostenía en cuatro pequeñas patas que lo levantaban unos centímetros del suelo. Y no fue hasta treinta minutos después que descubrimos una palanca en la parte inferior, que hacía emerger unas pequeñas ruedas en cada una de las patas cuando la presionabas. De esta manera, la mente maestra era capaz de rodarlo sin ningún tipo de esfuerzo. Solo tenía que agacharse y darle a la palanca que estaba oculta en la parte inferior.
"Estoy agotado." Kaito se derrumbó en la silla de mi escritorio. "No hemos hecho nada más que caminar hoy."
"¿Estás bien?" Pregunté preocupado. "Si necesitas descansar, nos podemos quedar en la habitación un rato."
"¡Shuichi! Ya te he dicho que no debes preocuparte por mí, eso solo te distraerá. No quiero resultar una carga para ti." Repuso con cierto deje de irritación.
"Eres mi amigo, Kaito. ¿Cómo pretendes que no me preocupe?"
Kaito estaba pálido. De hecho, lo estaba desde hace rato. Tenía que haberle dicho que fuera a descansar a su dormitorio, pero tampoco me hubiera hecho caso. Es muy terco.
"Estoy bien." Respondió, indignado
Pero su aspecto gritaba todo lo contrario.
"Solo necesito usar el baño un momento." Dijo, levantándose con dificultad y arrastrando los pies hasta la puerta del baño.
Mientras tanto, saqué mi libreta y me puse a repasar todo lo que había apuntado en ella, y añadí otras cuestiones que aún rondaban mi mente. Podía utilizar el Monopad, pero me negaba a darle más ventajas a la mente maestra. Sospechaba que podía leer todo lo que escribiéramos en él. Además, ya era costumbre para mí escribir mis deducciones en una pequeña libreta. Aun así, no me vendría mal tenerlo encima, así que metí el monopad en el bolsillo interior de mi camiseta.
Justo cuando Kaito abrió la puerta de baño, incluso más pálido que antes, se escucharon dos pequeños toques tras la puerta y una voz infantil que gritaba:
"Shuichi, ¿estás ahí? Soy Himiko. Creo que hay algo que deberías ver."
Himiko nos condujo a Kaito y a mí por un camino de tierra que había en el exterior de la academia mientras nos hacía partícipes de lo ocurrido. Ella y Keebo habían conseguido entrar en el laboratorio de éste último, y con la ayuda de M1-U clasificaron las máquinas que encontraron según si les podían resultar útiles o no. Himiko pensó que era buena idea apuntarlo en su Monopad para no olvidarse, así que dejó a Keebo y M1-U en el laboratorio y se fue a por su Monopad olvidado en su habitación.
En el camino de regreso, Himiko había divisado a lo lejos una sombra apoyada en un árbol. Al principio, había pensado que era alguno de los estudiantes; pero cuando se acercó, vio que aquella sombra no pertenecía a ningún humano. Kaito y yo lo pudimos comprobar con nuestros propios ojos en cuanto llegamos al lugar donde se encontraba aquella sombra.
"¿Monotaro?" Kaito no daba crédito a lo que veía.
"Cuando lo vi pensé que lo correcto era avisarte a ti, Shuichi." Dijo Himiko. "Fue lo primero que hice."
El cuerpo sin vida de Monotaro yacía apoyado en las raíces de un enorme árbol. Su abdomen se había abierto por la mitad y las piezas del interior se habían esparcido por los alrededores. Su rostro estaba vacío: carente de pupila y expresión.
"Voy a buscar a Keebo también." Anunció Himiko antes de darse la vuelta y salir corriendo hacia el laboratorio de Keebo.
Me agaché para examinar mejor la escena y me di cuenta de que su interior estaba completamente chamuscado, como si hubiera explotado una bomba en su abdomen. En el fondo había una especie de contador cubierto de ceniza y en cuya parte superior distinguí las palabras de «autodestrucción». En el centro del contador habían unos números imposibles de leer por la cantidad de cenizas que los cubría.
Saqué mi pequeña libreta y apunté lo que había encontrado. Quería indagar un poco más por el interior de su abdomen, pero el metal candente de su cuerpo me hubiera dejado quemaduras muy graves si lo tocaba. Por lo que me conformé con escudriñar visualmente la escena del crimen.
"¿Está muerto?"
La voz de Kaito era áspera y débil. Cuando me volví hacia él, me di cuenta de lo cansado que se veía. Su rostro estaba lívido, sus párpados caídos y sus cuerpo se veía endeble. Iba a aconsejarle que regresara a su habitación a descansar, pero una voz aguda de tono sarcástico pisó la mía.
"No, Kaito, yo creo que está perfectamente... ¡Pues claro que está muerto, idiota!" Exclamó M1-U, sentada en el hombro de Keebo.
"¿Qué ha pasado?" Cuestionó Keebo, que acababa de llegar junto a Himiko.
"Según lo que he visto, Monotaro se ha autodestruido." Repuse, poniéndome en pie nuevamente.
"¿Por qué haría eso?" Quiso saber Himiko.
"No creo que lo haya hecho él." Declaré. "Estoy seguro de que de lo ha provocado Monokuma."
"¿Por qué Monokuma haría eso?" Cuestionó Keebo.
"Monotaro desobedeció sus órdenes y se alió con Kokichi." Expliqué. "Supongo que eso no le habrá hecho ninguna gracia a la mente maestra."
"¿Y lo ha asesinado sin más?" Himiko tragó saliva.
"¿A quién le importa ese juguete defectuoso?" Se mofó M1-U. "Su sistema era una birria comparado con el mío."
"Keebo, ¿puedes apartar la ceniza de su abdomen?" Le pedí. "Tú no te quemarás al tocarlo y quiero comprobar una cosa."
Keebo asintió y se agachó enfrente del cuerpo. Introdujo su mano en el interior y desplazó el polvo que cubría el contador, de manera que recuperó el color ambarino que había tenido en un tiempo pasado. Gracias a ello, pudimos distinguir con facilidad los números trazados en su centro, los cuales correspondían con la hora en la que el contador había llegado a cero.
"El contador llegó a cero a las 15:24H." Informó Keebo.
"Eso fue antes de que sonara la alarma de incendios." Aclaré.
"Y aún no sabemos quién la hizo saltar." Se quejó Himiko, mirando a Kaito de reojo.
"A mí no me mires, yo ni siquiera sé cómo hacerla saltar." Se defendió Kaito. "Creo que es evidente que fue Kokichi."
"No, no fue Kokichi." Dije, empezando a caminar de aquí para allá. "Hay algo que aún no entiendo... Necesito volver a la guarida de la mente maestra."
"En ese caso, te acompañamos." Anunció Keebo.
Pasados diez minutos habíamos llegado de nuevo al cubículo donde se encontraba el monitor con nuestras constantes vitales y las cámaras. Por suerte, la puerta de roble seguía abierta. Keebo volvió a trastear con el monitor mientras yo inspeccionaba la zona. Himiko y Kaito se quedaron en el pasillo de los ascensores para evitar pisarnos los unos a los otros.
Escudriñé cada rincón de la sala. Sabía que tenía que haber una explicación a lo sucedido anteriormente. Nadie era capaz de esfumarse de la nada. Aquella persona que había abierto la puerta y la había vuelto a cerrar al darse cuenta de que nosotros estábamos allí tuvo que haberse escabullido por algún sitio. Y entonces lo vi.
Me maldije en voz baja por no haberme dado cuenta antes, mi tío tenía un pasadizo similar. El cuadro del espejo era tan alargado que llegaba a rozar el suelo, algo bastante inusual en un cuadro. Si estaba en lo correcto, no era más que una forma de tapar aquello que se ocultaba detrás.
Y en efecto. Cuando aparté el cuadro a un lado, quedó a la vista una puerta de metal.
Pero ésta era bastante peculiar, pues carecía de cerradura. En cambio, en un lateral había un mecanismo que ya había visto muchas veces con mi tío. Era un lector de retina. Sabía que ese tipo de dispositivos eran muy difícil de engañar, por lo que solo la persona que hubiera registrado su retina en el mecanismo podría abrir la puerta.
Llamé a Kaito y a Himiko (Keebo no apartó la vista del monitor) para mostrarles el pasadizo oculto tras el cuadro. Esta última trató de abrir la puerta con su ojo, pero, evidentemente, la puerta no se movió ni un milímetro.
"Chicos, creo que está pasando algo en la sala de máquinas." Nos avisó Keebo con voz agitada.
"¿De qué hablas, Keebo?" Preguntó Kaito.
"De las cámaras." Repuso, señalando la pantalla. "Hay una máquina en funcionamiento."
De inmediato, los tres nos acercamos al monitor. En la pantalla se mostraba la cámara de la sala de máquinas, la cual estaba colocada en un ángulo que dificultaba la visión completa de la sala. Aun así, se podía distinguir que la máquina en funcionamiento era...
"¿Esa no es la trituradora?" Se alarmó Kaito.
"¿P-Por qué la t-trituradora está a-activada?" Se estremeció Himiko.
"No es solo eso, escuchad." Keebo levantó el dedo índice y lo dirigió hacia la esfera de metal que simulaba su oreja. Todos guardamos silencio y escuchamos con atención.
El sonido que se escapaba del monitor nos puso los pelos de punta. La máquina emitía ruidos sordos, como si algo chocase constantemente contra el metal. Se nos cortó la respiración y ninguno se atrevió a hablar.
Era el sonido de la muerte.
"Es como si hubiera algo atascado en la trituradora." Soltó Kaito, tragando saliva.
"Algo o alguien." Dijo Keebo.
"¿Q-Qué es ese l-líquido que está s-saliendo de la m-máquina?" Tartamudeó Himiko, que no era capaz ni de parpadear.
"No lo sé." Repuse. En realidad, sí lo sabía. Todos sabíamos lo que era ese líquido rojizo, pero no queríamos creerlo. No podíamos. Estábamos aterrorizados. "Tenemos que ir a... la sala de máquinas."
"Y tenemos que ir ya." Añadió Kaito, que ya estaba dirigiéndose a la puerta.
"¡No!" Gritó Himiko, aterrorizada. "No tenemos que ir. No vayamos. No quiero..."
Himiko me miraba con los ojos bien abiertos. La última vez que la vi tan asustada fue en el cuarto juicio cuando Tenko confesó. No era bueno en estos temas, pero me acerqué a ella y la tranquilicé lo mejor que pude. A pesar de que yo también estaba aterrorizado.
"Himiko, sé que estás asustada, y puede que lo que encontremos allí no sea agradable pero..." Creo que en lugar de tranquilizarla la estaba asustando más. "Tenemos que ir."
"No quiero... No quiero ir." Musitó al borde del llanto. "No quiero ver lo que hay allí."
Miré una vez más la pantalla del monitor: cada vez había más líquido saliendo de la máquina.
"Himiko..." La miré insistente. "No puedes quedarte aquí sola. No es fácil para ninguno de nosotros, pero lo único que nos queda es ser fuertes."
Himiko clavó la mirada en el monitor y un escalofrío le sacudió los huesos. Dudó por unos instantes, pero tragó saliva y me devolvió la mirada.
"Está bien."
Salimos del cubículo al pasillo de los ascensores, donde nos esperaban impacientes Kaito y Keebo. Este último activó su función y lo seguimos en fila india hasta el piso de arriba, donde nos apresuramos a salir de la guarida y de la biblioteca. De soslayo vi que a Kaito le costaba respirar, pero lo trataba de disimular para no quedarse atrás. Aminoré el paso y dejé que me adelantase, así no se presionaría tanto para no quedarse el último.
Llegamos al primer piso y comenzamos a subir las escaleras. No hablamos ni nos miramos durante el trayecto, ni siquiera cuando nos encontramos con un exisal que casi nos aplasta. Cada uno estaba teniendo una batalla mental consigo mismo a fin de prepararse para lo que estábamos a punto de ver. Nuestras piernas corrían, pero nuestra mente gritaba que parasemos. Subimos al segundo piso, tercer piso... Y cuando llegamos al cuarto, nuestras miradas se quedaron fijas en la puerta cerrada de la sala de máquinas.
Sin pararnos ni un segundo a recuperar el aliento, corrimos hacia la puerta. Desde fuera se podía escuchar el lúgubre sonido que hacía la trituradora en funcionamiento, añadido al ruido ensordecedor de aquello atascado en su interior. Cuando por fin llegamos a la puerta, nos miramos entre nosotros con los ojos bien abiertos, como deseando que alguno levantara la mano y girara el pomo.
Como ninguno parecía tener intenciones de hacerlo, me armé de valor y abrí la puerta.
Una parte de nosotros esperaba que fuera todo falso. Una broma de mal gusto. Pero eso no era más que una utopía. Y nuestros ojos lo comprobaron por ellos mismos. Fue como si el choque de la realidad nos golpease a todos en la cara, porque retrocedimos al mismo tiempo. Habíamos tenido ocho minutos de trayecto para mentalizarnos antes de ver la escena, pero aquello superaba los límites de lo siniestro.
Una vez dentro, el sonido metálico era incluso más insoportable y estridente. Un olor muy característico impregnó nuestras fosas nasales: el hedor de la muerte, que a estas alturas conocíamos muy bien y que se mezclaba con el quemazón de la máquina. El interior del conducto, transparente, que conectaba la trituradora con la sala de control estaba lleno de salpicaduras de ese líquido rojizo y viscoso. Pero lo peor se encontraba delante nuestro.
De las púas de la trituradora, que aún estaban en funcionamiento, brotaba un río de sangre que formaba en el suelo un charco cada vez más grande. Era tal la cantidad de sangre acumulada que Himiko no pudo retener sus ganas de vomitar, y Kaito estuvo a punto de seguir sus pasos. Distinguimos unos grumos dentro del charco de sangre; y solo cuando nos acercamos nos dimos cuenta de que eran trozos de carne. Eran tan pequeños que apenas podíamos distinguir a qué parte del cuerpo pertenecían.
*Ding Dong, Bing Bong.*
"¡Parece que tenemos un cadáver!" Anunció Monokuma a través de los monitores. "¡Todos diríjanse a la sala de máquinas! El juicio escolar tendrá lugar dentro de poco, así que aprovechad el tiempo que tenéis."
El sonido de la máquina se alzaba por encima del anuncio de Monokuma, la sangre seguía saliendo del interior de la trituradora y de vez en cuando le seguía algún trozo de carne que había quedado atascado.
Nos habíamos quedado completamente inmóviles. Himiko se había caído sobre sus rodillas, Kaito se había vuelto de un color verdusco y yo no podía apartar mi vista del charco de sangre, deseando que no fuese más que una terrible pesadilla. Keebo fue el que nos recordó que no podíamos permanecer inmóviles para siempre.
"Hay que detener la máquina." Gritó por encima del ruido, y se dirigió hacia el cuadro de electricidad que había al lado de la puerta.
Sacudí la cabeza para salir del aturdimiento y me acerqué a él. Keebo intentó abrir la tapa del cuadro eléctrico para desactivar la electricidad en toda la sala y, por ende, detener la trituradora. Pero le fue imposible, porque el cuadro eléctrico estaba sellado con un material de aspecto similar al cemento. Keebo pasó sus dedos por el material que sellaba la tapa.
"Está caliente..." Musitó Keebo para sí mismo. "Este material lo he visto antes."
"¿Recuerdas dónde?" Quise saber, alzando mi voz por encima del estruendo.
"Estaba en la puerta de mi laboratorio." Contestó. "A Himiko y a mí nos costó entrar debido a éste."
"Entonces, ¿hay alguna forma de abrir el cuadro eléctrico?" Pregunté, y Keebo asintió.
"Usaré la misma función con la que abrí la puerta de mi laboratorio. M1-U me la añadió hace dos días, así que ponte detrás de mí por seguridad."
Seguí las instrucciones de Keebo y me separé del cuadro eléctrico. Himiko y Kaito seguían en la misma posición de hace unos minutos, conmocionados por la situación. Y el sonido de la máquina aún trituraba nuestros oídos. Keebo levantó su brazo en el aire y se escuchó el sonido de engranajes en funcionamiento.
De inmediato, su mano fue reemplazada por un pequeño tubo acabado en punta, parecido a un puntero láser, del cual emergió una luz de color rojo que comenzó a quemar el material que sellaba la cubierta del cuadro eléctrico. Saltaron algunas chispas y la sustancia comenzó a desprenderse. En un abrir y cerrar de ojos, Keebo se había deshecho de todo el material. Abrió el cuadro, bajó el interruptor y toda la sala perdió la corriente.
"Ha parado." Himiko levantó la cabeza por primera vez desde que se había derrumbado en el suelo. De sus ojos aún se escapaba alguna lágrima. "El ruido ha parado."
Como si la ausencia de sonido los hubiera devuelto a la realidad, Kaito también despertó de su aturdimiento.
"¿Q-Quién... Quién es?" Preguntó, señalando el charco de sangre.
Ahora que el estruendo se había detenido, el goteo de sangre que caía de la trituradora hacía eco en la sala. Y de vez en cuando era acompañado por el sonido de los restos del cuerpo triturado hundiéndose entre la sangre, como una piedra tirada a un lago.
"Es imposible saberlo, no queda nada del cuerpo." Se apresuró a responder Keebo.
Aunque la máquina hubiese cesado, se seguía escuchando un ruido metálico, como si hubiese algo atrapado en su interior. Rodeé el charco de sangre para no pisarlo y me acerqué a la trituradora, el olor a carne viva era pestilente. Sin embargo, si quería hacer lo que me había planteado, tenía que poner un pie dentro del charco de sangre y acercarme más.
Tragué saliva y traté de no mirar abajo. Sentí como mi zapato quedó envuelto en la sustancia viscosa y como mi suela pisaba los restos del cuerpo. Tomé nota de tirar esos zapatos a la basura en cuanto hiciera lo que quería hacer. Me aproximé a la trituradora y...
"¡Shuichi! ¿Qué crees que estás haciendo?" Exigió saber Kaito, mirándome como si me hubiera salido una segunda cabeza.
"He leído que algunos humanos cuando se encuentran en situaciones de estrés y pánico adoptan comportamientos extraños e inusuales." Repuso Keebo, seriamente. "Parece que eso mismo le ha ocurrido a Shuichi."
"¡Shuichi, vuelve en ti!" Exclamó Himiko a punto de ponerse a llorar.
"Voy a coger aquello que ha quedado atascado en la máquina." Espeté, intentando ignorar que mi zapato estaba hundiéndose en el charco de sangre. "¿No escucháis algo metálico en el interior?"
"¿Metálico? ¡Lo único que oigo es tu cabeza rodando por el suelo, porque la has perdido por completo!" Se alarmó Kaito, exagerando la situación.
"Solo quiero ver qué hay dentro" Repliqué. "Puede ser una pista importante."
"¿Y vas a meter tu brazo ahí? ¡Ya que estás pídele amablemente a la trituradora que te lo rebane!" Me increpó Kaito.
"Kaito, no hay electricidad." Dije, acercándome más a la máquina. "Keebo la desactivó. No pasará nada."
"¿Y si esa cosa se mueve igualmente? ¡Podrías perder el brazo y... !" Kaito resopló al ver que no lo estaba escuchando. "Nunca me hace caso..."
Con mucho cuidado, metí mi brazo en la máquina, entre la fila de púas superior y la inferior. Mis manos y la manga de mi camisa quedaron manchadas de sangre. Ignoré el escalofrío y las náuseas y seguí adentrando mi brazo en el interior de la trituradora, de modo que mis dedos rozaron el interior del conducto, que estaba cubierto de salpicaduras de sangre y otras sustancias. Tuve la sensación de que las tripas me iban a salir por la boca en cualquier momento.
Adentré mi brazo hasta que mi hombro tocó las púas de la trituradora. Ya no podía adentrarme más, así que exploré a ciegas el interior del conducto. Cada vez que mis dedos rozaban algo que no era capaz de identificar, un escalofrío me recorría de arriba a abajo. Hasta que, finalmente, encontré lo que estaba buscando. Era un pequeño objeto de metal atado a una cuerda.
"¡Lo tengo!" Anuncié, sacando el brazo de la trituradora y enseñando el objeto ensangrentado que había agarrado.
"¿Eso no es...?" Himiko se quedó petrificada.
Lo había sospechado en cuanto escuché el sonido metálico, pero no fue hasta que lo tuve en mi manos que lo pude comprobar con mis propios ojos.
"El collar de (T/N)." Proclamé.
El objeto de metal no era más que la llave que siempre llevaba atada en su cuello, por la misma cuerda que había salvado a la llave de ser triturada. Y en un lateral del metal había grabada una inscripción, «en caso de que lo necesites».
"Espera... si su collar está aquí... eso significa..." Kaito tragó saliva, pero yo me apresuré a contestar:
"Aún no lo sabemos... Lo que sí está claro es que el cuerpo solo puede pertenecer a una de las cuatro personas que no están aquí."
• ────── ❋ ────── •
Aaaaaaaaaah ¿Quién será? ¿Quién será? ¡Hagan aquí sus apuestas!
¿Soy tan malvada que voy a terminar el capítulo aquí? Sí ¿Merezco ir a la hoguera? Sí, confirmamos que merezco ir a la hoguera. Espero que no me matéis mucho xD Recordad que yo os quiero <3
Nos leemos el próximo lunes <3 Esta vez no puedo subir uno extra por cuestiones de tiempo. Recordad que soy una persona normal con estudios, familia, amigos y muchos otros hobbies!! Me gustaría mucho traer capítulos más seguido, pero no doy abasto.
Sin nada más que decir, agradezco a todos los que hayáis llegado hasta este aquí <3 Que ya son 75 capítulos!! Y los que nos quedan!!
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