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Capítulo 72


Ya tenía ganas de que llegara el lunes para publicar. Y creo que vosotros también jeje. Estoy ansiosa por leer vuestra reacción al capítulo. Recordad votar y comentar para hacerme saber que os está encantando la historia. Y me callo ya, disfrutad.❤️

• ────── ❋ ────── •

Si estoy en lo correcto, Tsumugi tiene toda la academia bajo vigilancia, de esta manera descubre la identidad de los asesinos y víctimas mucho antes que nosotros. Guiándome por esto, crear un plan elaborado para asesinarla es un completo error, pues las cámaras me delatarían. El único elemento a mi favor es el factor sorpresa.

El problema es que no tengo ni idea de dónde está Tsumugi ahora mismo, y aún no he decidido el método que usaré para eliminarla. No estoy muy segura de estar haciendo lo correcto, acabar con la vida de alguien no es un juego, y es más fácil decirlo que hacerlo.

Apoyé los codos sobre la mesa del comedor mientras golpeaba el suelo con la punta de mi zapato. Rantaro se había ofrecido a prepararme algo de comer cuando ambos dejamos de llorar, y lo vi como la oportunidad perfecta para pensar en cómo llevar a cabo mi plan. Además, centrarme en ello me hacía olvidar el dolor que aún permanecía en mi corazón.

Rantaro salió de la cocina sujetando dos pequeños platos con un dulce y una taza de té cada uno.

"Aquí tienes." Me entregó uno de ellos y fue a sentarse enfrente de mí. "Un poco de azúcar ayuda a aliviar las penas."

"En ese caso, creo que necesitaré una caja entera de dulces..." Murmuré.

Acuné mis manos a cada lado de la taza y soplé suavemente, disipando por unos instantes el humo que brotaba de ella. Rantaro hizo lo mismo que yo, y la sala se sumergió en un silencio meditabundo, ambos absortos en nuestros propios pensamientos.

Debía darme prisa con el plan. Si quería acabar con Tsumugi, tendría que hacerlo antes de que Kokichi moviera ficha. Al principio opté por métodos no sangrientos, como envenenarla, pero tardaría demasiado en preparar un veneno, y era muy arriesgado buscar uno en el laboratorio de Shuichi. También pensé en encerrarla en el congelador de la sala de máquinas, pero Tsumugi nunca confiaría en mí para ir hasta allí.

Un enfrentamiento cuerpo a cuerpo tampoco era factible, pues mi fuerza no era muy superior a la de ella. Lo ideal era un arma que no llamara la atención y que pudiera esconder bajo mi ropa con facilidad. En el laboratorio de Maki habían decenas de ellas, pero sospecharía si me viera entrar por las cámaras.

Entonces se me ocurrió la idea perfecta. Un arma pequeña, afilada y sigilosa. Una que podía conseguir con un solo movimiento y que podía esconder rápidamente entre mi ropa, de esa manera a Tsumugi no le daría tiempo de verlo por las cámaras. Si por algún casual, la taza entre mis manos cayera al suelo, se rompería en miles de cristales puntiagudos.

Cristales capaces de rajar un cuello sin problemas.

Di un sorbo al té y lo volví a colocar en la mesa, pero esta vez cerca del borde. Rantaro tenía la mirada clavada en algún punto fijo de la habitación, inmerso en su mundo. Le di un pequeño toque a la taza con mi dedo índice y se acercó aún más al bordillo de la mesa.

Rantaro no apartó la vista del lugar que observaba, y frunció el ceño, concentrado en sus pensamientos. Le di un toque más a la taza... y otro más... Hasta que ésta impactó directamente contra el suelo, rompiéndose en mil pedazos.

Rantaro se sobresaltó y enseguida me observó con preocupación.

"¿Estás bien?" Preguntó. "¿Te has cortado?"

"No, estoy bien." Dije mientras me agachaba para localizar el cristal más puntiagudo de todos. "Lo siento, soy un poco torpe."

"Ten cuidado con los cristales del suelo." Rantaro se levantó de su asiento. "Espera, te ayudo."

Aproveché que la mesa se interponía entre nosotros para esconder el más afilado de todos entre mi ropa. Ya tenía el arma homicida para mi crimen. Ahora solo necesitaba separarme de Rantaro y buscar a mi víctima.

Entre los dos, recogimos el resto de cristales y limpiamos la mancha de té que se había quedado grabada en el suelo. Rantaro se ofreció a hacerme otro y acepté, pero mientras él lo preparaba, me excusé alegando tener que usar el servicio.

No sospechó de mí y salí del comedor como un bólido. No tenía tiempo que perder. La academia era muy grande y Tsumugi podía estar en cualquier parte.

Mientras la buscaba, mi mente recreaba todos lo escenarios posible ante aquella inquietante situación. En el mejor de los casos, conseguiría acercarme a ella sigilosamente y clavarle el cristal en el cuello sin darle tiempo a reaccionar. Y pensarlo me revolvía el estómago.

Tenía que recordarme a mí misma que lo hacía por él, para salvarlo. Sabía que Kokichi haría lo que fuera con tal de desenmascarar a la mente maestra, y no tenía ni idea de el qué. Pero lo que sí sabía es que si no había mente maestra, su plan ya no tenía sentido.

La muerte ha pasado tantas veces a mi lado, rozado mi hombro, y por poco arrastrándome a las profundidades del abismo: la enfermedad que me consume, el intento de asesinato de Kiyo... Esta vez era yo la que iba directa a la boca del lobo, directa al abismo.

Pero había descubierto lo que era querer alguien con locura, y no dejaría que le pasase nada malo. Era lo último que querría.

Aunque si Tsumugi resultaba no ser la mente maestra, yo sería ejecutada como muchos otros después de un juicio. Esa idea antes me aterraba y, aunque lo sigue haciendo, ahora había otra que me aterraba más.

Perderlo a él.

Busqué el cristal entre mi ropa para comprobar que seguía allí, y así era, tan afilado como recordaba. Estaba segura de que lograría abrir la piel a cualquiera con solo rozarlo. Y pensarlo me puso la piel de gallina.

Me preguntaba si sería capaz de hacerlo, si no dudaría cuando tuviera a Tsumugi delante. Porque mis manos temblaban y apenas había rastro de la chica. Sabía que si fallaba, ella tomaría represalias contra mí.

Habían pasado casi treinta minutos y Tsumugi no aparecía, era como si se hubiese desvanecido en el aire. Me dirigí por cuarta vez al lugar donde inicié mi búsqueda, la biblioteca. Pero cuando llegué seguía igual de solitaria y polvorienta como de costumbre.

La única diferencia de la última vez, fue que cuando salí, me tropecé con el hombro de alguien y caí de bruces al suelo. Me di un fuerte golpe en la parte trasera y me hice daño en las manos al apoyarlas para suavizar el impacto.

"¿Por qué tanta prisa?" Y cuando reconocí la voz, me quedé congelada. "Pensaba que habías dicho que te ibas al servicio unos segundos. Pero pasaron treinta minutos y decidí ir a buscarte para comprobar que todo iba bien, y te encontré entrando a la biblioteca. ¿Qué estás haciendo, (T/N)?"

Rantaro me tendió la mano para ayudarme a levantarme, y la acepté sin dudarlo. Luego, me froté la cabeza dolorida, su hombro no era precisamente blando.

"Fui al servicio, pero me entretuve, solo quería asegurarme de que... la puerta secreta seguía cerrada y..." A quién engaño... se me da fatal poner excusas.

Rantaro inhaló con profundidad y luego suspiró, como si intentara reunir paciencia para hablar conmigo.

"No quiero más mentiras." Soltó, y mi rostro palideció. "¿Qué estás haciendo? Y, por favor, dime la verdad. Desde que se te rompió el vaso has estado actuado raro, te tiemblan hasta los huesos. ¿De qué tienes tanto miedo?"

Tragué saliva y clavé la mirada en el suelo. Sabía que no podía contárselo. Si lo hacía, me detendría, y entonces Kokichi moriría.

"Confía en mí." Le escuché decir.

No pude mirarlo a los ojos y pasé de largo, con la mirada fija en el suelo.

Entonces, él intentó detenerme y, al hacerlo, el cristal guardado entre mi ropa cayó al suelo, rompiéndose por la mitad.

Se me cortó la respiración en cuanto escuché el sonido del cristal quebrantándose contra el suelo de madera. El objeto captó rápidamente la atención de Rantaro, que se agachó para recogerlo.

"Así que lo de la taza de té no fue un accidente..." Sentenció, y me mostró las dos partes del cristal roto. "¿Qué pretendías hacer con esto?"

Me quedé inmóvil, con el corazón a punto de salirse de mi pecho. Me había descubierto y mi plan había fracasado. Por lo que tenía que pensar en otra solución para evitar que Kokichi hiciera una locura.

Rantaro suspiró por quinta vez, sujetó mis hombros con sus manos y se inclinó para quedar a mi altura.

"(T/N), no importa cuán terrorífica sea tu respuesta. Pase lo que pase, siempre estaré de tu parte, siempre confiaré en ti." Aseguró, apretando su mandíbula.

Me sentía dolorida, perdida y angustiada. Necesitaba desahogarme y Rantaro era la persona idónea para ello. ¿Pero cómo le dices a alguien que intentabas matar a una persona? Es imperdonable.

"Rantaro, si te lo dijera... tu opinión sobre mí cambiaría." Musité.

Sus ojos se chocaron con los míos con intensidad, brillantes como dos esmeraldas.

"Aunque me dijeras que ibas a asesinar a alguien, mi opinión sobre ti no cambiaría, porque sabría que tendrías una razón de peso para ello." Dijo, suavizando la mirada. "Nunca matarías a nadie si no fuera por una buena razón, lo que me gustaría saber es... la razón."

Había deducido mis intenciones, cosa que no era muy complicado, pues poco se podía hacer con un cristal roto.

Miré a los lados y hacía detrás para comprobar que estábamos solos.

"¿Puedo confiar en ti?"

Mi pregunta fue, más bien, una búsqueda desesperada de apoyo, necesitaba descargar todo lo que retenía en mi interior, aquello que llevaba ocultando desde un principio.

"Pues claro, no me cansaré de repetirlo, siempre estaré de tu parte." Aseguró con firmeza. "Puedes contar conmigo."

"En ese caso... es mejor que vengas a mi dormitorio." Sugerí, mirando en todas las direcciones. "Aquí alguien podría estar escuchándonos."

Rantaro podía haberse negado, pues me había pillado con un arma puntiaguda en las manos, y quedarse a solas con una persona que había estado a punto de asesinar a otra no era un movimiento muy inteligente. Aun así, decidió confiar en mí, y fue algo que agradecí enormemente.

Lo conduje hasta mi habitación, intentando no llamar la atención (sobre todo de Tsumugi), y cerré la puerta con llave al entrar. Cuando Rantaro me escuchó suspirar supo que la historia sería larga, así que se sentó en el sillón y me observó con inquietud.

"Tómate el tiempo que necesites." Dijo al verme hiperventilar.

Necesitaba relajarme, estaba demasiado nerviosa, más que nunca. Y es que no solo tenía pensando contarle mi intento de asesinato hacia Tsumugi y los acontecimientos de la noche de ayer, sino que esta vez contaría toda la verdad. Aquella que les he estado ocultando a todos.

Rantaro siempre había sido sincero conmigo, y yo a cambio había ocultado quién era, de dónde venía y cuál era la identidad de la mente maestra. Eso, me guste o no, me hacía cómplice. Antes tenía miedo de que no me creyeran, y puede que nunca lo hagan; pero me di cuenta de que si quería derrotar a la mente maestra, tenía que confiar en ellos, porque ellos confiaban en mí. Y no iba a dejar que Kokichi se sacrificara por todos, prefería morir a manos de Tsumugi a perder a la única persona que me había hecho sentir viva.

Estaba desesperada por salvarlo, y ya no me importaba nada de lo que pudiera pasarme.

En los ojos de Rantaro brillaba la curiosidad. En el fondo, él sabía que lo que estaba a punto de contarle no era fácil de digerir, porque hizo un gesto para que me sentase a su lado y me sonrió. Una sonrisa que me llenó de confianza y me dio el valor para iniciar la conversación cuando me acomodé a su lado.

"Nunca he sido realmente honesta contigo, Rantaro..."

Tragué saliva y él asintió con la cabeza para que continuase.

"No soy como tú, ni como Shuichi, ni como Himiko. Para empezar, nunca tendría que haber estado aquí." Hice un pausa para pensar bien mis palabras, pero era mejor soltarlo cuanto antes. "Vengo de otro mundo, del mundo real. Y esto no es nada más que ficción."

Le conté a Rantaro cada detalle de lo que sabía, de cómo todo lo que nos rodeaba solo era producto de un juego ficticio, de cómo un día me fui a dormir y desperté en la academia con los demás; que todas sus memorias eran falsas; que en el juego original la historia era distinta, y que él era asesinado el primero, pero en esta versión yo lo había salvado de la bola de acero.

Él no me interrumpió ni una sola vez, ni siquiera puso cara de estar escuchando a una loca. Tan solo se quedó pensativo, como si en su cabeza estuviera atando cabos, cosas que antes no entendía y ahora sí. 

Le expliqué con pelos y señales que Tsumugi era la mente maestra, que me había amenazado varias veces y que, por eso, antes le tenía miedo. También le relaté los acontecimientos de la noche anterior: el intento de asesinato de Kiyo y la aparición de Kokichi en el momento adecuado para salvarme. Rantaro pareció contrariado por no haber podido salvarme de las garras de Kiyo, pero le alegró que Kokichi hubiera podido impedir mi muerte. Evidentemente, me ahorré la parte en la que Kokichi y yo nos liábamos en el comedor.

Le conté lo que pensaba hacer con el cristal roto: matar a Tsumugi para impedir que Kokichi hiciera una locura, porque sabía que la haría. En definitiva, me abrí ante él. Por primera vez en mucho tiempo fui sincera con él y conmigo misma.

"De verdad, (T/N), no... no me esperaba esto."

Tragué saliva y me estremecí en el sillón. Sabía que toda la historia sonaba a locura y que cabía la posibilidad de que no me creyera, pero tuve que arriesgarme. Me pidió que confiara en él y eso hice.

"¿Le has contado esto a alguien más?" Quiso saber. Su rostro no me daba indicios de que se hubiera creído mis palabras, pero tampoco de que no lo hubiera hecho.

"No." Espeté. "Eres la primera persona que lo sabe."

"¿Cómo vamos a hacerlo?" Preguntó, poniéndose serio.

Arrugué la frente y torcí los labios, sin entender bien a qué se refería. Él se dio cuenta de mi desconcierto y volvió a hablar.

"Tsumugi.... ¿Cómo vamos a matarla?"

Mi boca se abrió de par en par. Esa era la primera vez que veía a Rantaro tan decidido. Me sorprendió que no preguntara nada más acerca de mi familia, del mundo real o del juego ficticio; en cambio, había decidido creerme y unirse a mí.

"¿Me crees?" Pregunté, atónita.

"No deberías ni preguntarlo. Pues claro que te creo, si fueras a mentirme te hubieras inventado una historia más creíble. Es tan surrealista que escapa a la ficción. Y si sabemos que Tsumugi es la mente maestra, sabemos cómo acabar este juego. Tenemos que acabar con ella."

"Pero... yo pude haber parado todas esas muertes. Sabía que Tsumugi era la mente maestra desde el principio." Repliqué, atónita, como si realmente esperara que me odiara.

"Y tenías miedo de contraatacar, es comprensible. No puedes culparte de muertes que no has cometido tú. Tsumugi te amenazó, cualquiera en tu lugar estaría muerto de miedo." Repuso él. "La única culpable de todo es ella."

No daba crédito a lo que escuchaba. Rantaro siempre había sido educado y cordial con todos los estudiantes, y nunca imaginé que pudiera hablar de matar a alguien con tanta tranquilidad. Pero eso había cambiado, porque no existía la duda en su mirada.

"Además, dije que estaría a tu lado pasase lo que pasase. No pienso faltar a mi palabra. Nunca." Dijo desde el corazón. "Y casi se me olvida... gracias por salvarme la vida. Te debo una bien grande."

A pesar del riesgo que tenía el haberle contado todo, me sentía feliz y liberada, porque al fin alguien sabía quién era yo realmente. Era la primera vez que experimentaba algo parecido a tener un amigo, y no quería que esa sensación terminase nunca.

"Tengo algo más que contarte." Espeté, moviendo mi pierna con nerviosismo, y esperé a que asintiera para continuar: "¿Recuerdas lo mal que estaba Kaito el otro día?"

"En el show de Himiko... sí, lo recuerdo."

"¿Y recuerdas el virus del que hablaba aquel libro que leímos Shuichi, tú y yo en mi laboratorio?" Cuando Rantaro tensó su mandíbula y volvió a asentir, me revolví en el asiento y continué. "Kaito se contagió y comenzó a tener síntomas hace unas semanas. Según lo que leímos, no había cura posible y la humanidad quedó al borde de la extinción. "

"Pero el libro decía que había ciertas personas inmunes a ese virus, entre ellas nosotros." Repuso Rantaro. "Kaito debería ser inmune..."

"Exacto, pero no lo es... y yo tampoco."

Rantaro se quedó inmóvil y su rostro palideció. Fijó su mirada en una esquina de la habitación, y juraría que estaba teniendo un debate mental consigo mismo, porque se quedó de esa manera hasta que agité mi mano por delante de sus ojos.

"¿Rantaro?"

"No puede ser... dime que no..." El chico me miraba aterrorizado, parecía que toda la calma que solía tener cuando se encontraba en este tipo de situaciones se había esfumado. "¿Desde cuándo?"

"Antes del cuarto juicio..."

"¿Cómo no pude darme cuenta antes?" Rantaro apoyó los codos en sus rodillas y ocultó el rostro entre sus manos.

"No pasa nada, no es tu culpa." Le tranquilicé, acomodando mi mano en su hombro. "Ya lo he asumido. Tenemos que centrarnos en lo que importa: acabar con Tsumugi."

Rantaro parecía más abrumado por esto último que por todo lo que le había contado anteriormente. Nunca lo había visto tan nervioso, incluso me atrevería a decir que parecía enfadado. De repente, levantó la cabeza y su rostro se veía más decidido que nunca.

"Tenemos que hacerlo ya." Sentenció con voz firme. "No queda tiempo, no te queda tiempo. Debes salir de este mundo cuanto antes para que ese virus no te mate. Y para poder salir, primero tenemos que derrotar a la mente maestra."

Rantaro se levantó de un salto del sofá.

"Está decidido." Anunció. "Lo haremos hoy. Y será conveniente avisar a Kokichi también, tres cabezas piensan más que dos. Si él tiene un plan para acabar con la mente maestra, debemos pararlo antes de que interfiera con el nuestro. Tienes que contárselo todo. Cuantos más aliados tengamos a nuestro lado mejor, y tú confías plenamente en él."

"¿¡C-Contarle todo a Kokichi!?" El simple hecho de pensarlo me aterrorizaba. "No sé cómo se lo tomará, no sé si reaccionará bien, o si me creerá..."

"Lo hará, él te creerá. Así como yo lo hice." Dijo, torciendo los labios. "Yo no confío en él, no después de ver cómo se comportó contigo en el laboratorio de Kiyo, pero tú sí, y yo confío en ti. Para hacer lo que vamos a hacer necesitamos toda la ayuda posible y, aunque me cueste admitirlo, Kokichi es una persona astuta e inteligente. No nos vendría mal tenerlo de nuestro lado."

"No sé... tengo miedo de que..."

¿De qué tenía miedo? ¿De que me odiara? ¿De que pensara que era una loca con problemas mentales? Eran muchas cosas las que me frenaban, pero Rantaro tenía razón. Si había confiado en él, ¿por qué no hacerlo en Kokichi? De esa forma, pondría fin a su ridículo plan y actuación. Y no había nada que desease más, que tenerlo de nuevo a mi lado.

"Está bien, se lo contaré." Dije con firmeza.

El primer lugar al que nos dirigimos fue a la puerta de su dormitorio. Tocamos varias veces, pero no hubo respuesta. Mis nervios estaban a flor de piel. Me aterraba pensar en su reacción cuando le contase la verdad. Aunque las cosas no podían empeorar después de nuestro encuentro en la azotea.

O sí.

Cuando toqué por cuarta vez, me di cuenta de que la puerta no estaba cerrada del todo. Así que la empujé con suavidad y asomé mi cabeza poco a poco hacia el interior. Rantaro hizo lo mismo por detrás de mí. Y cuando la puerta se abrió lo suficiente como para dejar a la vista el interior del dormitorio, el pulso se me detuvo en seco.

Parecía que un huracán había arrasado con toda la habitación. La cama estaba desordenada y las sábanas tiradas por el suelo. La pizarra blanca, que solía tener al lado del escritorio, había sido tirada al suelo y partida por la mitad, probablemente de una patada. La ropa colgaba de los cajones y las fotos que antes había pegadas a la pizarra ahora estaban repartidas por el suelo.

Entre los trastos tirados por el suelo, encontré una bolsa de cartón que me resultó muy familiar. Era la misma que usó Maki para devolver el cuchillo, con el que había matado a Kaede, a la cocina. Apoyado en una esquina divisé el cuadro de la piscina que Angie había pintado para despistar a Ryoma sobre la hora de la muerte de Kirumi. A su lado se encontraba uno de los muñecos guía que había utilizado Miu para transportar el cuerpo desmembrado de Ryoma en la casa del terror. Y encima de la mesa había un bote de semillas de sésamo, las cuales intercambió Kiyo para intentar matar a Himiko, acabando con la vida de Gonta y Tenko en su lugar.

Kokichi había estado guardando pistas de cada uno de los asesinatos.

Apenas podíamos adentrarnos en la habitación, ya que el suelo estaba cubierto por distintos cachivaches, incluso había una pila enorme de cajas llenas de papeles. La última vez que entré en su dormitorio estaba mucho más ordenado, y ahora parecía que dos osos se habían peleado dentro. Lo peor era que no había rastro de Kokichi. Y él nunca dejaba la puerta abierta, era extremadamente cuidadoso con eso.

Me azotó un mal presentimiento y mis piernas comenzaron a temblar. ¿Y si Kokichi estaba herido? ¿Y si ya era demasiado tarde? Estaba a punto de darme un ataque de pánico, incluso olvidé que Rantaro había venido conmigo, y no lo recordé hasta que habló detrás de mí.

"No está aquí."

"T-Tenemos que encontrarlo, Rantaro." Dije, llevándome las manos a la cabeza. "Si le ha pasado algo... si ya es demasiado tarde... yo voy a... voy a morir."

"(T/N), cálmate, respira." Rantaro dio un último vistazo a la habitación y tiró de mí hacia fuera. "Aún no sabemos lo que ha pasado, puede que estemos a tiempo."

"L-La habitación... él nunca la deja abierta." Dije con cierta dificultad para respirar. "¿Y si alguien ha entrado? ¿Y si le han hecho daño? Nunca me lo perdonaría... tenemos que encontrarlo."

"Vamos a buscarlo, pero primero necesito que te calmes." Rantaro colocó sus manos encima de mis hombros y me obligó a mirarlo a los ojos. "Si empiezas a sentirte mal tardaremos más en encontrarlo, por eso necesito que inspires y espires... así es... tranquila. Ahora vamos a..."

"¿Estás bien, (T/N)?"

Una voz se alzó por encima de la de Rantaro. Y cuando nos dimos la vuelta, vimos a Shuichi acercándose a nosotros con una expresión de confusión en el rostro.

"¿Has visto a Kokichi?" Quise saber, desesperada, ignorando su pregunta.

"No... desde lo ocurrido en el laboratorio de Kiyo no lo he vuelto a ver." Sentenció, rompiendo en trocitos mis esperanzas. "Tampoco he visto a Kaito desde hace rato. Lo estaba buscando y os iba a preguntar si lo habíais visto. Estoy preocupado por él después de lo que pasó en el show de Himiko porque... "

Dejé de escuchar la voz de Shuichi. Solo podía pensar en lo estúpida que había sido por haber salido corriendo de la azotea en lugar de quedarme y enfrentarme a Kokichi. Y si Kaito también había desaparecido... solo podía significar una cosa.

"Estás muy pálida, (T/N)..." Shuichi nos miraba a Rantaro y a mí con el ceño fruncido. "¿Qué está pasando?"

"No hay tiempo para explicaciones." Anunció Rantaro volviéndose hacia mí. "(T/N), tú conoces a Kokichi mejor que yo. ¿A dónde iría para completar su plan?"

"¿Su plan?" Quiso saber Shuichi.

Piensa, (T/N). ¿A dónde iría Kokichi para llevar a cabo su plan? Tiene que ser un lugar alejado, uno al que nadie se le ocurriría ir, uno capaz de acabar con su vida... Como un destello de luz, la respuesta apareció en mi mente.

"¡La sala de máquinas!" Exclamé, abriendo los ojos de par en par.

"¡Vamos, no hay tiempo que perder!" Rantaro nos hizo un gesto y los tres empezamos a correr.

"¿Alguien... me puede contar... qué está pasando?" Pidió Shuichi entre jadeos.

Pero yo no era capaz de articular palabra. El corazón me latía hasta la garganta y mi cabeza daba vueltas, pensando en lo peor. Rantaro corría a mi lado y me lanzaba miradas fugaces, temiendo que me desmayara antes de llegar. Pero el virus era lo que menos me preocupaba ahora mismo.

Por favor, Kokichi, no me dejes...

La fábrica estaba en el último piso, junto a mi laboratorio, y las escaleras parecían no terminar nunca. Cada vez que subía un escalón, sentía que aparecían tres más. Era una tortura. Mi cuerpo debía de estar demasiado débil como para hacer ese sobreesfuerzo, pero la adrenalina que corría por mis venas me mantuvo activa durante todo el trayecto.

Solo me importaba él.

Llegamos entre jadeos hasta el último piso. Desde la lejanía podía ver la puerta cerrada de la sala de máquinas. Entonces caí en que éramos tres personas, y si al abrirla sonaba el anuncio de Monokuma, mi mundo se derrumbaría. Una parte de mí quería correr hacia la puerta y abrirla de un solo portazo, pero la otra estaba petrificada y no era capaz de mover un músculo.

Se escuchó un estruendo que provenía de la sala de máquinas justo cuando nos acercamos a la puerta. Y entonces, la parte de mí que era incapaz de moverse desapareció. Abrí la puerta tan rápido que me hice daño con el pomo, pero ni siquiera sentí el dolor, porque mis ojos buscaban desesperadamente a Kokichi en el interior de la fábrica.

Unos ojos violetas se toparon con los míos en cuanto puse un pie en la sala, pero no eran los que yo ansiaba encontrar. Kaito estaba de pie delante de una de las máquinas y se había sobresaltado con nuestra entrada. Nos miraba con los ojos bien abiertos, como los de un niño que ha sido atrapado haciendo una travesura.

Mi mirada aún buscaba algún rastro de Kokichi. Y mi corazón no volvió a latir hasta que vi su cabeza asomarse por detrás del torso de Kaito. Solté un suspiro tan grande que me sorprendió no haberme quedado sin pulmones. No había pasado tanto miedo en mi vida. Y la sensación de tranquilidad que recorrió mi cuerpo al ver que estaba vivo fue suficiente para relajar todos mis músculos.

Habíamos llegado a tiempo.

"Kaito, ¿qué estás haciendo?" Quiso saber Shuichi.

"Esto... yo... estaba... quería... um." El astronauta se movía adelante y hacia detrás con nerviosismo.

"¿Qué estabais tramando?" Preguntó Rantaro, cruzándose de brazos.

Kokichi no abrió la boca, se quedó quieto, mirándome con los ojos bien abiertos. No nos hizo falta hablar, porque nos comunicamos con una sola mirada. La suya reflejaba el arrepentimiento y la mía pasaba del alivio a la furia.

"Esto... um... no es lo que parece." Se justificó Kaito, mirando de reojo a Kokichi para que lo respaldara.

Pero Kokichi no había apartado sus ojos de los míos, y se hacían cada vez más grandes a medida que me acercaba a él.

"¿Y qué es lo que parece?" Cuestionó Rantaro para presionar a Kaito.

Kokichi no movió un músculo cuando me paré enfrente de él. Nunca lo había visto tan callado. Pero todo en lo que podía pensar era en largarme de ese lugar, y me iba a llevar a Kokichi conmigo.

Él abrió la boca para decir algo, pero no le di tiempo a replicar. Lo agarré por la muñeca y tiré de él hacia la salida. Todos nos siguieron con la mirada, incluso vi de soslayo como Kaito palidecía al ver que me llevaba a Kokichi y lo dejaba solo.

"(T/N)..." Rantaro me llamó cuando estaba a punto de cruzar la puerta.

"Déjanos un momento a solas, Rantaro." Sentencié, y salí por la puerta llevando a Kokichi a rastras conmigo. El chico no había opuesto resistencia alguna. Caminaba detrás de mí mientras yo tiraba de su muñeca, y no abrió la boca en ningún momento.

"¿¡En qué estabas pensando!?" Rugí cuando nos hubimos alejado de la sala de máquinas. Mantuve la vista en el frente y afiancé el agarre en su muñeca mientras caminábamos por el pasillo.

No obtuve respuesta por su parte y tampoco me atreví a darme la vuelta para enfrentarlo cara a cara. Aún seguía dolida por sus palabras en la azotea, fuesen mentira o no. Y lo que antes me aterrorizaba se había convertido en furia.

"¿¡En qué mierdas estabas pensando, Kokichi!?" Repetí con más fuerza, como si la primera vez no me hubiese escuchado bien.

Pero seguí sin obtener una respuesta por su parte, y eso solo aumentó mi ira.

"¿¡Te lo has pasado bien jugando a ser la mente maestra!?" Escupí. "¿¡Creías que podías acabar con todo tú solo y apartarme de tu lado como si no te importase lo más mínimo!? ¡Y no me vuelvas a decir que solo jugabas conmigo porque no me lo pienso tragar!"

Con cada palabra que soltaba, apretaba más el agarre en su muñeca, pero él no se quejó, como si creyera que se lo merecía.

"¡Si tu estúpido plan era apartarme de ti, mala suerte, no ha funcionado!" Gruñí con ira. "Porque te quiero, Kokichi, y si tú no sientes lo mismo... prefiero que lo digas aquí y ahora. Porque creo que me estoy volviendo loca. Cuando pensaba que te perdía, sentía que mi mundo se rompía en pedazos, que ya nada tenía sentido y...

"Lo siento." Musitó.

"¿Lo sientes?" Me frené en secó, y él se chocó contra mi espalda. "¿¡Que lo sientes!? ¡No tienes ni idea del miedo que me has hecho pasar! ¿¡Y tú solo eres capaz de decir que lo sientes!?"

Entonces, estallé, no pude aguantarlo más. Las lágrimas que había estado reteniendo desde que entré en su habitación con Rantaro, ahora brotaban sin control. Solté su muñeca y lo enfrenté. Su rostro se había oscurecido y tenía la mirada clavada en el suelo.

"Lo siento, por ser un completo imbécil." Dijo, apretando ambos puños a cada lado de su costado. "Nunca me había sentido de esta manera: débil, muy débil."

"¿De qué estás hablando?" Pregunté mientras me secaba las lágrimas.

"Desde hace un tiempo, cada día en la academia se ha convertido en una tortura. Estamos atrapados en un juego dónde cualquiera puede morir en cualquier momento. Y al principio no me importaba, pero se ha vuelto una tortura pensar que alguien puede hacerte daño, que un día alguien te pueda elegir como víctima. Ese pensamiento me mata por el día y no me deja dormir por las noches. Me juré a mí mismo que te protegería, pero cuando Kiyo intentó asesinarte... casi no llego a tiempo, (T/N). Y si no hubiera llegado... yo... me hubiera muerto."

Kokichi había empezado a temblar, y yo aún no sabía muy bien como reaccionar.

"Por eso, decidí acabar con todo de una vez por todas." Prosiguió con la cabeza gacha. "Si eliminaba a la mente maestra, entonces podrías ser feliz, y yo también. Pero el plan que había pensado te haría demasiado daño si me querías, por eso tuve que hacer que me odiaras. Planeaba mi propia muerte. Necesitaba que me odiaras para que no sufrieras e inventé todas esas mentiras para lograrlo. Sabía que me costaría demasiado, pero valía la pena hacerlo si conseguía salvarte."

"¿Salvar mi vida a cambio de la tuya?" Espeté. "No eres el único que tiene miedo de perder a alguien, Kokichi. Si te pasara algo a ti... yo... no podría soportarlo.

"Fui un egoísta, pero era la única forma de acabar con todo este sufrimiento." Dijo con la mirada aún clavada en el suelo. "Pensé en crear un asesinato que ni la propia mente maestra pudiera resolver, incluso impliqué a Kaito cuando me enteré de su enfermedad."

Mi rostro palideció cuando nombró la enfermedad de Kaito, ¿sabría que yo también me había contagiado? Se me empezó a formar un nudo en la garganta al pensarlo, pero Kokichi no dijo nada más acerca del tema.

"Aproveché la ejecución de Kiyo para hacerme pasar por la mente maestra." Continuó. "Así, incitaría a los demás a ir a por mí y nadie te escogería como víctima. Estarías a salvo mientras yo preparase el plan, porque todos se centrarían en mí."

"No necesito que me protejan, Kokichi." Rechiné, aún algo enfadada. "Al menos no de esa manera..."

"Kiyo casi acaba con tu vida, (T/N)." Replicó, levantando la mirada. Nunca había visto tanta tristeza en los ojos de alguien. "Tenía tanto miedo de perderte que no me importó poner en riesgo mi propia vida."

Y entendía perfectamente cómo se sentía, porque yo estuve a punto de arriesgar mi vida para matar a Tsumugi y salvarlo a él.

Kokichi estaba hablando desde la verdad, lo podía ver en su mirada: sincera y carente de maldad. Era muy diferente a la que me había mostrado en la azotea.

"Todo lo que dije en la azotea sobre ti... sobre nosotros..." Kokichi suspiró. "...eran todo mentiras. Aun así, mis palabras te hirieron y nunca me lo perdonaré. Necesitaba que me odiaras, pero me arrepentí cuando vi tus lágrimas. Me sentí la peor basura de este mundo."

"¿Entonces no fui solo un pasatiempo?" Pregunté, limpiando las últimas lágrimas que habían caído por mi mejilla. En realidad, ya me imaginaba cuál sería la respuesta, pero necesitaba oírla de su boca.

"Pues claro que no..." Repuso, y sus mejillas se enrojecieron. "Cualquiera con dos ojos en la cara se daría cuenta de lo perfecta que eres y de lo imbécil que he sido por dejarte ir."

Mi rostro se volvió tan rojo como el suyo, y ese cosquilleo agradable que tanto extrañaba volvió a aparecer en mi estómago. Acorté la distancia entre nosotros y él observó mis movimientos con detenimiento, dudaba si acercarse a mí o quedarse en el sitio, como si creyera que no tenía el derecho de volver a acercarse a mí.

"No vuelvas a dejarme así..." Me acerqué aún más a él y apoyé mi cabeza en su hombro. No quería que viera lo desastroso que estaba mi rostro, mi cabello estaba desordenado y mis ojos enrojecidos e hinchados. Además, anhelaba sentir el calor de su cuerpo cerca del mío.

"No lo haré, te doy mi palabra. Ni loco vuelvo a dejarte ir." Kokichi me envolvió con timidez en sus brazos, uno de ellos acariciaba mi cabello y el otro permaneció en la parte alta de mi espalda. "Lo siento mucho."

"Está bien..." Susurré, devolviéndole el abrazo. "La próxima vez que quieras hacer una locura así... no la hagas solo. Si queremos derrotar a la mente maestra necesitamos unir fuerzas."

"¿Qué quieres decir?" Preguntó, confundido.

Rantaro tenía razón, teníamos que unir fuerzas. Y ahora que se lo había contado todo a él, me veía en la obligación de hacerlo también con Kokichi. No sé si reaccionará igual que Rantaro, pero si sus sentimientos hacia mí son reales, sé que me creerá.

"Ya que tú te has sincerado, yo también lo haré..." Rompí el abrazo para mirarlo directamente a los ojos. "Hay algo que tengo que contarte."

Kokichi me observó expectante, esperando que continuase. Pero los nervios empezaron a apoderarse de cada célula de mi cuerpo.

"Es mejor que vayamos a la habitación..." Murmuré. "Será una larga historia."

Kokichi asintió y me hizo un gesto para que lo siguiera, pero agarré la tela de su camisa para detenerlo.

"Aún hay algo que no entiendo. ¿Por qué Monotaro estaba acatando tus órdenes?"

"Hice... un trato con Monokuma." Desvió su mirada cuando vio que yo abría mis ojos de par en par. "Una vida por otra vida... Me dejó romper el monopad de Kiyo para tener una excusa a la hora de ejecutarlo. Yo sabía que él era peligroso y quería quitarlo de en medio. Monokuma dejó a Monotaro a mi merced, con ciertas restricciones, pero, a cambio, tenía que acabar con la vida de otra persona y hacer más interesante el quinto juicio. Pero nunca pretendí matar a nadie, iba a acabar con mi propia vida."

"¿El trato era que Monokuma matara a Kiyo y, a cambio, tú tendrías que provocar un asesinato?"

"Así es, pero yo solo quería quitar a Kiyo de en medio para asegurarme de que no intentaba asesinarte, cosa que hizo de todas maneras." Explicó. "Monotaro y yo teníamos planeado acabar con Kiyo al día siguiente, pero él se nos adelantó y trató de asesinar. Monotaro fue quién me avisó de que Kiyo estaba a punto de matarte."

¿Monotaro lo avisó? Eso quiere decir que la mente maestra me quería viva. O quizás solo quería eliminar a Kiyo. ¿Pero por qué tanto interés en acabar con Kiyo y salvarme a mí?

"¿Y cómo conseguiste que Monotaro activara los exisals?" Quise saber. "Me supongo que eso no entraba en los planes de Monokuma."

"Que yo me hiciera pasar por la mente maestra no entraba en el trato. Monokuma no sabía nada. Es más, se supone que Monotaro no debía acatar mis órdenes, pero fue muy fácil engañarlo y manipularlo. Solo le tuve que decir que si hacía lo que le decía, reviviría a sus hermanos."

"¿Y sabes cómo revivirlos?"

"Claro que no, pero eso él no lo sabía."

"Pues olvídate del trato." Proclamé. "Porque Monokuma tiene las horas contadas."

Repetí el proceso que hice con Rantaro, conduje a Kokichi hacia mi habitación y le conté todo lo que me había estado guardando hasta ahora. Me puse algo más nerviosa que con Rantaro, pero no se me hizo muy difícil, pues Kokichi me escuchó atentamente en todo momento. A diferencia de Rantaro, Kokichi me hizo muchas preguntas sobre mi vida en el mundo real, pero no eran acusatorias, sino por mera curiosidad.

Kokichi no dudó de la veracidad de mis palabras y tampoco me odió por no haberlo contado antes, algo que me llenó de confianza. No me dejé un solo detalle por contar, excepto la enfermedad. Preferí esperar un poco más antes de contárselo, pues no me sentía preparada. No era lo mismo decírselo a Rantaro que a Kokichi, y después de lo que había pasado, tenía miedo de que intentara otra locura.

"¿A qué estamos esperando entonces?" Declaró Kokichi con firmeza. "Vamos a por ella."

Justo en ese momento, alguien tocó la puerta de mi habitación. Ambos nos sobresaltamos, pero en cuanto escuché la voz de Rantaro detrás de ella, solté un suspiro de alivio. Lo dejé entrar y me aseguré de que no había nadie por los alrededores antes de volver a cerrar la puerta.

Cuando Kokichi vio aparecer a Rantaro por la puerta, frunció el ceño; y el segundo se cruzó de brazos y levantó una ceja. Los dos cruzaron miradas retadoras, parecía que se habían olvidado de mi presencia.

"¿Se lo has contado ya?" Preguntó Rantaro sin apartar sus ojos desafiantes de los de Kokichi.

"¿Él también lo sabe?" Kokichi estrechó sus ojos y dio un paso hacia Rantaro.

Parecía que ambos estaban en un concurso de miradas, y ninguno tenía la intención de perder. La diferencia de altura le daba un toque divertido a la situación, pero ninguno de los dos se estaba riendo. Más bien, parecía que se tirarían al cuello del otro en cualquier momento.

"No eres el único en quien (T/N) confía." Espetó Rantaro.

"Pero sí el único que ha probado sus labios." Le pinchó Kokichi.

Decidí arrojar algo de calma e interponerme entre ellos antes de que se mataran el uno al otro. Kokichi retrocedió y emitió un chasquido de molestia, mientras que Rantaro desvió la mirada y soltó un suspiro agotador.

"Necesito que os calméis un momento." Proclamé, señalándolos a ambos. "Para hacer lo que vamos a hacer necesitamos trabajar juntos, y eso implica dejar de lado las diferencias. Al menos por esta vez."

Ambos chicos desviaron la mirada, sin decir ni una palabra. Hasta que Rantaro decidió hablar.

"Tienes razón, el enemigo no somos nosotros, sino la mente maestra." Dijo Rantaro, tendiéndole la mano a Kokichi. "¿Firmamos la paz?"

Kokichi observó vacilante la mano de Rantaro. Luego, levantó la vista hacia el rostro del chico, que mostraba una sonrisa un poco forzada. Y finalmente, su mirada recayó en la mía, la cual pedía a gritos que aceptara. Kokichi puso los ojos en blanco y suspiró.

"Solo por esta vez..." Dijo, dándole la mano a Rantaro y apretando un poco más de lo necesario.

"¡Genial!" Exclamé, y apoyé mi mano encima de las suyas. "Pongámosle fin a este juego."

Los tres nos miramos con decisión y asentimos al mismo tiempo. Ya no había vuelta atrás. Y esta vez no estaba sola.

Prepárate, Tsumugi, porque vamos a por ti.

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Esto se pone interesante... jeje

Ahora son un equipo y van a por Tsumugi sin dudarlo. ¿Qué ocurrirá? ¿Lograrán eliminarla? ¿Terminará al fin el juego? ¿O todo se tornará de un tinte oscuro? Dejad aquí vuestras maravillosas teorías :)

Y no viene al caso pero me arrepiento de no haber hecho a (T/N) como un OC (original character). Creo que así hubiera sido más fácil y no hubiera recibido tantas quejas sobre que su personalidad no va acorde con algunos lectores. ¿Ustedes qué opináis? ¿Hubierais preferido a rayita como un OC?

Aclaración a lo del OC: No lo voy a cambiar, rayita se quedará como rayita. Lo preguntaba principalmente para historias futuras. Gracias por sus opiniones❤️

Un fuerte abrazo y nos leemos la semana que viene (lunes)❤️

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