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Capítulo 71


Me despertó el sonido de los toques en mi puerta. Sabía que ya había amanecido, pero se me habían pegado las sábanas y no me dejaban salir de la cama. Me había pasado toda la noche dando vueltas, pensando en mi encuentro con Kokichi.

Después de habernos liado en la mesa del comedor, me acompañó hasta la puerta de mi dormitorio y se despidió de mí con un beso en la mejilla. Lo hubiera preferido en los labios, pero eso no hubiera calmado el ardor de sus pantalones.

Si cerraba los ojos, aún podía oler su aroma y sentir sus labios rozando los míos. La manera en la que sus manos se desplazaban por mi cuerpo haciendo arder mi piel, me volvía loca. Él me volvía loca.

"¡Ya voy!" Grité media dormida al escuchar que los toques en la puerta persistían.

Sabía que no era Kokichi la persona detrás de ella, él hubiera entrado sin tocar. Por eso, la idea de levantarme de la cama no me hacía mucha gracia. Pero lo hice de todas formas, intentando no marearme en el proceso y caminando hacia la puerta cual zombie.

"¿Otra mala noche?" Rantaro me sonrió desde el otro lado de la puerta. Ya era la segunda vez que me veía con un aspecto desfavorecedor.

"Sí, me costó dormirme." Mentí. Quitando que casi fui asesinada, había sido la mejor noche de mi vida.

"¿Te caíste de la cama?" Preguntó señalando mi frente.

Aún conservaba la venda que me había puesto Kokichi la noche anterior, y por la ausencia de dolor imaginaba que el proceso de cicatrización ya había comenzado. La causa de la herida no fue precisamente agradable y me recordó inmediatamente que aún teníamos que lidiar con el cuerpo de Kiyo. Pero preferí no entrar en detalles.

"Algo así, pero no me hice mucho daño, no te preocupes." Intenté restarle importancia para que no sospechase. "¿Vienes a buscarme para que desayunemos juntos?"

"¿Kokichi no te avisó a ti?" Frunció el ceño confuso.

Aunque yo lo fruncí más que él.

"¿Avisarme de qué?"

"Entró en todas nuestras habitaciones, quiere que nos reunamos en el comedor para anunciarnos algo importante. Y por el tono de su voz parecía urgente." Repuso con un mano en la nuca. "Pensé que te había avisado y te habías quedado dormida..."

Se me empezó a revolver el estómago, solo había dos cosas por las que Kokichi pudo haberlos reunido. Y no sabía cual de las dos era peor. Para colmo, era la única que no se había enterado de la convocatoria.

"Me preparo y salgo."

Rantaro asintió y me lanzó una mirada de «te espero aquí».

Los nervios me devoraban por dentro mientras me vestía. Sabía que en algún momento teníamos que contarles sobre Kiyo, pero el hecho de pensarlo me aterraba. ¿Debíamos contarlo todo o ahorrarnos detalles? Y no hablo sobre nuestro calentón, eso daba por sentado que no diríamos ni una palabra.

Me quité la venda enfrente del espejo para observar el estado de la herida. Aún no se había cerrado del todo, como era obvio, probablemente necesite seis o siete días más. En realidad, no era tan grave, pero se había formado un morado alrededor que agravaba el aspecto.

Era mejor dejarla al aire libre para acelerar la cicatrización, y para no levantar sospecha diré que simplemente me caí de la cama.

"Estoy lista." Anuncié al salir de mi dormitorio.

Pero la realidad era que no lo estaba. No estaba lista para afrontar lo que se nos venía encima.

Todos estaban en el comedor cuando nosotros dos llegamos. Kokichi se sorprendió al verme, pero lo intentó disimular. No quería que yo viniera y lo podía notar desde lejos.

¿Qué diablos le pasa?

Si realmente va a contar lo sucedido la noche de ayer, yo también tenía que estar presente, ya que fui una de las principales implicadas. Me daba miedo, pero no podíamos hacer como si nada y esperar a que se enteraran por su cuenta. Además, no habría juicio, así que no pasaría nada malo.

Rantaro notó mi inquietud y apoyó su mano en mi hombro para intentar apaciguar mis nervios. Llevábamos tanto tiempo juntos en la academia que era capaz de leer mis emociones.

Desde el otro lado del comedor la mirada de Kokichi estaba fija en la mano de Rantaro. No dibujó ninguna expresión en su rostro, solo tensó su mandíbula. Luego sus ojos se encontraron con los míos, pero rápidamente los desvió.

No quería mirarme.

Definitivamente, tiene algo entre manos. Y yo tengo un mal presentimiento.

"¿¡Se puede saber por qué nos has despertado tan temprano!?" Le reprendió Himiko a Kokichi, frotándose los párpados.

"Eso no es lo que deberías reprocharle, Himiko." Intercedió Tsumugi, se veía molesta. "¿Por qué has entrado en la habitación de las chicas sin permiso?"

"¡Porque es un pervertido!" Exclamó la mini Miu con excitación. "Seguro que las espía en silencio y luego rebusca entre su ropa interior."

"¡Kokichi, no voy a consentir ese tipo de comportamiento!" Bufó Kaito.

"¡Apuesto a que tiene una colección entera de mi creadora en su habitación!" Se mofó la mini-Miu. "¡Por eso ella vestía sin ropa interior!"

"No me sorprende." Se jactó Kokichi. "La llamaría puta, pero tú y yo sabemos que nadie hubiera pagado por ese trozo de mugre."

"T-Trozo de mugre..." Jadeó la mini Miu. "C-Cómo te atreves, enano de jardín."

"¿Para qué nos has reunido aquí, Kokichi?" Interrumpió Shuichi, devolviendo el orden.

"Querías comunicarnos un asunto importante, ¿estoy en lo correcto?" Quiso saber Keebo.

"Así es, y no me quiero entretener más, así que iré directo al grano." Espetó inexpresivo. "He matado a Kiyo."

Y vaya que había ido directo al grano. Su rostro quedó impertérrito, mientras que a mí se me formó un doloroso nudo en la garganta. Un gélido escalofrío recorrió mi cuerpo y me froté los brazos para entrar en calor, pero mis manos temblaban como gelatina.

La sala se sumió en un silencio abrumador, seguido de miradas confusas y finalmente expresiones de escepticismo.

"Buen intento, Kokichi, pero no voy a caer otra vez en tu mentira." Kaito sonrió orgulloso.

"¿¡Nos has levantado temprano solo para eso!?" Berreó Himiko.

"Ya te dije que no deberías mentir sobre la muerte." Le advirtió Rantaro.

"Pero... ¿y si dice la verdad?" Sugirió Tsumugi espantada. "Quiero decir, Kiyo no está aquí."

"Desde el último juicio no suele reunirse con nosotros, no es tan raro que no se haya presentado." Repuso Shuichi.

"Definitivamente debe ser una mentira, nadie en su sano juicio confesaría ser el asesino en estas circunstancias." Aseguró Keebo.

No se lo creían, y con razón. No fue él quién mató a Kiyo realmente, pero sabía que quería darle dramatismo. Tensé mis hombros y empecé a golpear el suelo con la punta de mi pie. Intentaba relajar mis nervios...

Hasta que la mini Miu clavó en mí su mirada.

"¿¡Y a ti qué mierdas te ha pasado en la frente!?" Me pinchó. "¿Has golpeado la pared con tu cabeza hasta quedarte más estúpida de lo que ya eras?"

Todos en el comedor se volvieron hacía mí, reparando en la herida de mi frente. Kokichi también condujo su mirada hacia mí, y sin que nadie pudiera notarlo negó con la cabeza. No quería que contase la verdad y, sinceramente, yo tampoco quería hacerlo.

Tragué saliva y entreabrí mis labios para hablar, pero fui acallada por la suave voz de Rantaro.

"Se ha caído de la cama, ¿verdad, (T/N)?"

Rantaro me dedicó una sonrisa. Sus palabras sonaron veraces, pero, en el fondo, él sabía que esa no era la razón de mi herida. Me conocía bastante bien. Solo me estaba encubriendo, y estaba segura de que más tarde me preguntaría por la razón real.

"Di demasiadas vueltas y terminé en el suelo." Repuse, y Kokichi suspiró aliviado.

"Tuviste que caerte varias veces para hacerte esa herida." Tsumugi no sonaba muy convencida, pero, por alguna razón, cambió de opinión de inmediato. "Supongo que puede pasar, las camas en la academia son bastante altas."

"Ya me imagino qué tipo de sueños estarías teniendo para haberte caído así." Se burló la mini Miu.

"Métete en tus asuntos, trozo de chatarra." Le advirtió Kokichi.

"¿Te duele?" Preguntó Kaito, preocupado.

"¡Yo puedo hacer un hechizo de curación!" Exclamó Himiko.

"No, gracias." Aseguré con una sonrisa temblorosa. "Estoy bien, se curará en unos días."

"Si ya hemos terminado aquí, volveré a mi habitación." Tsumugi estaba a punto de salir por la puerta, pero la voz de Kokichi la detuvo.

"Os enseñaré pruebas." Musitó.

"¿Pruebas?" Cuestionó Keebo.

"De que Kiyo está muerto." Repuso con frialdad. "Seguidme."

Sabía perfectamente a dónde nos estaba dirigiendo Kokichi, y con cada paso mis nervios aumentaban. ¿Seguiría su cadáver allí? ¿Estaría intacto el laboratorio desde la última vez?

La puerta aún estaba cerrada. Pensar en lo que encontraríamos al abrirla me revolvió las tripas y mi cabeza empezó a dar vueltas como un trompo. No estaba segura de ser capaz de ver su cuerpo sin vida, no sin que me viniese la imagen de él sujetando la katana encima de mí, a punto de atravesarme el cuello.

Kokichi se paró enfrente de la puerta mientras los demás esperaban que éste la abriera. Pero no quería hacerlo, no conmigo delante. Comprendí al instante por qué no me avisó, debí haberme quedado en la habitación.

No me di cuenta de que estaba hiperventilando hasta que Rantaro me preguntó:

"¿Estás bien?"

Asentí con la cabeza sin apartar mis ojos de la puerta. Mi pecho ascendía y descendía sin control, si no me calmaba pronto estaba segura de que me desmayaría.

"Kokichi, ¿vas a abrir la puerta?" Preguntó Tsumugi al ver que el chico no movía un músculo.

"¡Es para hoy!" Resopló la mini Miu.

"Sabía que estaba mintiendo, esta vez no caí en tu..." Kaito se frenó en seco, puso sus ojos en blanco y por poco se desploma de espaldas contra el suelo.

Kokichi había abierto la puerta.

Seguía allí, su cuerpo intacto desde la última vez, colgando de la viga del techo. Su piel había palidecido y estaba en proceso de descomposición, alguna que otra mosca ya volaba a su alrededor. Su cabeza estaba inclinada hacia un lateral, sin vida, y su cuello parecía hecho de goma, pues la cuerda se había hundido con profundidad en él.

Quería gritar y soltar todo el pánico acumulado, al igual que habían hecho Himiko, Kaito y Tsumugi, pero no quería que el fétido hedor de la muerte se metiese en mis pulmones. Si hubiera tenido comida en el estómago probablemente ya la hubiera expulsado de mi cuerpo.

Comencé a oír un zumbido en mis oídos, como un enjambre de abejas atrapado en mi cabeza. A mi alrededor veía que los demás movían su boca pero no emitían ningún sonido.

No los escucho hablar.

Reprimí mis ganas de romper a llorar, pero el castañeo de mis dientes y el temblor de mi barbilla me delataron.

La imagen de Kiyo intentando asesinarme se repetía una y otra vez dentro de mi cabeza. Yo tirada en el suelo de madera mientras él dirigía la punta de su katana hacia mi garganta. Recuerdo sentirme tan indefensa...

Había dejado de respirar y no me di cuenta hasta que Rantaro pasó su mano por mi cabello. Lo miré a los ojos y, en ese instante, él supo que algo no iba nada bien. Pero, rápidamente, devolví mi mirada al cuerpo sin vida de Kiyo.

No lo sigas mirando (T/N), centra tu atención en otra cosa...

Como en sus ojos violetas, en su nariz respingona y en su cabello sedoso. Parecía un milagro, pero Kokichi consiguió que el pitido de mis oídos desapareciera. Él me lanzaba miradas pasajeras, como si temiera que colapsara en ese mismo momento.

"¡Me parece que Kiyo tiene un nudo en la garganta!" Se mofó la mini Miu.

"N-No puede ser..." Tembló Kaito. "Kiyo está..."

"Muerto." Intercedió Kokichi.

"Por eso no se presentó en el comedor." Añadió Keebo. "Lo han ahorcado."

"¡Todo concuerda!" Se burló la mini Miu. "¿Lo pilláis? Con. Cuerda."

"Tus chistes no son graciosos." Le reprendió Tsumugi.

"Lo voy a decir, lo voy a decir..." Himiko se empezó a poner roja hasta que gritó. "¡¡Qué te jodan, Kiyo!!"

"¡H-Himiko!" Le reprochó Kaito.

"L-Lo siento, me moría de ganas de decirlo." Se disculpó con la cabeza gacha.

"Un momento." Shuichi captó la atención de todos. "¿Por qué no ha sonado el anuncio de Monokuma?"

"Se me ocurre una idea." Repuso Rantaro. "Es algo alocado pero... puede que Kiyo fuese la mente maestra."

"¡Ese colgado nunca podría ser la mente maestra!" Se jactó M1-U.

"Sigue sin hacer gracia." Replicó Tsumugi.

"¿De verdad? Yo creo que a Kiyo sí que le ha hecho gracia... ¡porque lo he dejado sin aire!" Exclamó jocosa.

"Pero si Kiyo no era la mente maestra... ¿Por qué no hay anuncio de cadáver?" Cuestionó Keebo.

"Porque la mente maestra no es la víctima, sino el asesino." Soltó Kokichi.

Nuestras miradas se quedaron fijas en él; había oscurecido su expresión hasta la más macabra que le había visto nunca. Abrió sus ojos de manera que casi se salían de sus cuencas y arqueó la comisura de sus labios hasta el punto máximo.

"¡Yo soy la mente maestra de este juego infernal!" Su voz, escalofriante y fúnebre, arañó nuestros tímpanos hasta hacerlos sangrar. "¡Yo maté a Kiyo con mis propias manos!"

Mi corazón se paró en seco y mis ojos se abrieron tanto que casi se salen de sus órbitas. ¿Por qué está mintiendo? Él no es la mente maestra, es Tsumugi. Él no mató a Kiyo, fue Monokuma. Él no es el malo, es...

"¿E-Eres la mente maestra?" Tsumugi tembló.

"¡Cómo si fuera a creerme eso!" Exclamó Kaito. "Kokichi, ya puedes ir diciendo que es mentira o te pegaré un puñetazo."

"Es obvio que..." Intenté replicar pero Kokichi no me lo permitió.

"No es mentira, es más, nunca había sido tan sincero." Aseguró, sin mirarme a los ojos.

Estaba mintiendo.

"¿Qué fue lo que pasó?" Quiso saber Rantaro con ojos desafiantes.

"Korekiyo quiso asesinar de nuevo, lo pillé preparando su crimen. Y como es obvio, intentó matarme para silenciarme, pero se topó con la persona equivocada. La mente maestra. Ni más ni menos." Contestó. "No iba a dejar que me asesinase, por eso Monotaro me ayudó a ahorcarlo de la viga del techo hasta que su último aliento de aire expiró."

"Eso no fue lo que..." Me interrumpió de nuevo.

"Me intentó asesinar con su propia katana, la cual suelta piezas de oro al usarla, y podéis comprobarlo por vosotros mismos." Kokichi le hizo un gesto a Shuichi, que se acercó al cadáver y vio en sus manos el oro del que hablaba el chico. "¿Veis?, no tengo motivos para mentir."

Exploré la habitación con la mirada, buscando el pequeño charco de sangre que había dejado mi herida. Pero, para mi sorpresa, no quedaba ni rastro de él. Kokichi lo había limpiado y también había guardado el bote lleno de bichos en la cristalera. Se había desecho de cualquier prueba que me incluyera.

"¡Es por eso que no hay anuncio, ni tampoco juicio!" Espetó con una sonrisa maquiavélica.

"¿No hay juicio?" Himiko abrió sus ojos como platos.

"¿Pero eso no es injusto?" Cuestionó Tsumugi.

"¿Desde cuándo este juego es justo?" Se burló Kokichi.

"¿Y por qué nos lo dices ahora?" Quiso saber Shuichi, entornando sus ojos.

"Porque ya me he aburrido de jugar." Escupió Kokichi. "Al principio disfrutaba viendo el miedo en vuestros ojos, pero me he cansado de jugar con vuestras patéticas vidas. Así que ahora haremos las cosas de una manera distinta. Tenéis dos días para asesinarme, a mí, la mente maestra. Si para entonces no lo habéis conseguido... pondré en marcha todos los exisals para que acaben con vosotros. ¿No es divertido? El juego terminará con una trágica masacre."

"¿Exisals? ¿Masacre?" Se alarmó Keebo.

"¿¡Nos estás incitando a matarte!?" Bufó Kaito.

"Kokichi, eso no..." Y me volvió a interrumpir. Me estaba poniendo furiosa.

"Si aún no me creéis..." Kokichi chasqueó los dedos y, como por arte de magia, Monotaro apareció a su lado. "Monotaro, activa los exisals alrededor de la academia. Que los vigilen bien para que no escapen."

"A su órdenes, jefe." El pequeño robot asintió y desapareció sin dejar rastro.

"¿¡Jefe!?" Kaito estaba al borde del desmayo.

"Habrán exisals merodeando por el exterior de la academia, así que si intentáis huir os destruirán." Advirtió Kokichi con una mirada malévola. "Mientras yo esté vivo no podréis salir de aquí. Por eso, vuestro objetivo será matarme."

"No puedo más... Si sigues mirándonos así, voy a tener que usar el baño." Espetó la mini Miu aterrada, y se adentró en el sistema de Keebo.

"¿Kokichi ha sido la mente maestra todo este tiempo?" Himiko tembló.

"¡No puedo creerlo!" Exclamó Kaito, abatido. "¿Por qué, Kokichi?"

"¿Te divierte el sufrimiento de los demás?" Le encaró Rantaro.

"El tuyo en concreto." Se mofó Kokichi.

"¡Basta, Kokichi!" Exclamé con una mezcla de rabia y desconcierto. "Tú no eres..."

"¡Eres muy molesta, (T/N)!" Gruñó, y esta vez mirándome directamente a los ojos, algo que me dejó de piedra. Hasta ahora había evitado hacer contacto visual conmigo, pero eso se acabó, sus ojos estaban clavados en los míos, carentes de emoción. "¡Cállate de una vez!"

Un intenso dolor golpeó mi pecho, lo arañó y lo hizo trizas. Fue agonizante escucharlo hablarme así, y aunque me convenciera a mí misma de que era mentira, el dolor era insoportable.

"No le vuelvas a hablar así." Ordenó Rantaro, sus ojos estaban fijos en los de Kokichi, desafiándolo con la mirada.

Kokichi abrió los ojos más de lo normal y permaneció en silencio, pues no se esperaba esas palabras por su parte. Y cuando vio que Rantaro limpiaba una lágrima que se había escapado de mis ojos, sus pupilas se llenaron de tristeza. Pude sentir como su corazón se retorcía de dolor, porque el mío también lo hacía.

"Os quedan dos días..." Musitó, ocultando su rostro y alejándose de nosotros.

Estaba sumida en un profundo pozo de desconcierto del que no podía salir. Me quedé inmóvil viendo como su figura se hacía cada vez más pequeña en la lejanía. No entendía su comportamiento. No entendía que, después de la noche de ayer, me hablase de esa manera.

Y desde luego no entendía qué quería conseguir haciéndose pasar por la mente maestra. No tenía ni idea de por qué Monotaro estaba acatando sus órdenes, pero sabía que él no era el malo. No podía serlo, porque me destruiría por dentro.

A pesar del daño de sus palabras, no me daría por vencida, iba pedirle explicaciones. Y si pensaba hacer algo parecido a lo que hizo en el juego, la llevaba clara, porque no le iba a dejar.

"Deberíamos investigar el laboratorio aunque no haya juicio." Sugirió Keebo.

"Y-Yo necesito ir al baño un momento." Kaito se tapó la boca con las manos y salió corriendo, dejando a Shuichi preocupado.

"¿Podemos hablar un momento, (T/N)?" Escuché a Rantaro llamarme, pero yo ya estaba dispuesta a seguir a Kokichi en busca de respuestas.

Y no quería estar, un segundo más, cerca de ese laboratorio.

Crucé la puerta y avancé por el pasillo. Sin embargo, no pude ir muy lejos, pues Rantaro vino detrás de mí y me sujetó del brazo para detenerme.

"No vayas." Sus ojos se clavaron con intensidad en los míos y su tono de voz era uno de súplica. "Él es peligroso."

"Kokichi no es la mente maestra." Aseguré, intentando que me soltara. "Y no es peligroso. Tú y yo sabemos que no le haría daño ni a una mosca."

"Pero a ti te lo ha hecho, ¿no es así?" Espetó, y desvié mi mirada.

Al ver que yo no respondía, tensó su mandíbula y apretó los labios formando una línea recta.

"Suéltame, Rantaro." Le ordené con sequedad.

"¿Qué pasó anoche, (T/N)?" Su mirada buscaba desesperadamente la mía. "Necesito que confíes en mí."

Me mordí el labio tan fuerte que por poco lo hago sangrar. No tenía tiempo para darle explicaciones a Rantaro, ni ganas para hablar sobre lo que intentó hacer Kiyo.

"Confío en ti, Rantaro, pero ahora no es el momento." Sentencié, intentando librarme de su agarre.

Y entonces, me dejó ir.

La forma en la que me miró, con la decepción brotando de sus ojos, me encogió el alma. Pero no podía perder más el tiempo, necesitaba encontrar a Kokichi antes de que hiciera una locura.

Lo busqué por toda la academia, comedor, sala de juegos, laboratorios, su habitación, incluso en la mía... pero no había ni rastro de él. El corazón me latía a mil por hora, temiéndome lo peor.

Estaba cansada, los pulmones me ardían y la fuerza de mis músculos se agotaba, pero tenía que seguir. Y no pararía hasta encontrarlo.

¿Por qué, Kokichi? Ahora que podíamos estar más cerca que nunca, te alejas...

Entonces vi a Monotaro subiendo las escaleras y, sin pensármelo dos veces, lo seguí. Mi pecho ardía como la llama de una cerilla y cada piso que subía era una tortura para mis piernas, pero ignoré el dolor y seguí adelante.

Mi cabeza ya empezaba a dar vueltas cuando llegamos al último piso. Pero no aquel donde estaba mi laboratorio, sino uno más arriba. Aquel dónde nadie subía, la azotea de la academia.

Por favor, dime que estás bien...

Todo mi cuerpo se destensó cuando lo vi apoyado con sus codos en la barandilla, su mirada perdida en el horizonte y su cabello violáceo siendo movido por la suave brisa. Si la situación hubiese sido distinta habría aprovechado para sacarle una foto y conservarla para la posteridad.

Me apoyé en mis rodillas para recuperar el aliento perdido y lo llamé entre jadeos:

"Kokichi..."

Él dio un respingo y se volvió hacia mí. Pude ver la preocupación reflejada en sus ojos cuando vio la intensidad de mis jadeos, incluso pensó en venir a ayudarme, pero se detuvo a sí mismo.

"No deberías haberme seguido." Repuso, con tanta frialdad que me heló los huesos.

"¿Qué estás haciendo?" Pregunté, inhalando con fuerza. "Sabes muy bien que tú no eres la mente maestra."

Él apretó los dientes y dejó caer sus puños cerrados a cada lado de su costado. Y entonces, gritó:

"¿¡Quieres abrir los ojos de una maldita vez!?"

Su tono de voz me sobresaltó, pero no me iba a dejar intimidar.

"¡¡Siempre fui el malo, el despiadado villano detrás de este juego!!" Gruñó, intentando aguantarme la mirada. "¡¡Pero tú solo niegas lo evidente!!"

"¿Crees que soy estúpida?" Espeté, acercándome a él. "Yo no voy a caer en tus mentiras como lo hicieron los demás."

Él retrocedió unos pasos y bajó la mirada.

"Siempre fuiste fácil de manipular..." Soltó por lo bajo. "Es por eso que, aún habiéndose descubierto que soy la mente maestra, crees que soy inocente. ¿No te das cuenta? Siempre te tuve a mis pies, incluso ahora."

Sus puños cerrados temblaban, al igual que su voz. Cada una de sus palabras golpeaban con ferocidad mi pecho, pero eso era justo lo que él quería.

"Mientes." Repliqué.

Kokichi cogió una bocanada de aire antes de soltar un chasquido de molestia y mirarme con indiferencia, como si no le importase lo más mínimo.

"Eres muy patética..." Se mofó, y luego me dio la espalda. "Vete antes de que te humilles más a ti misma."

Me mantuve firme a pesar del profundo dolor que comenzaba a acumularse en mis ojos.

"Te conozco, Kokichi, sé cuando mientes." Insistí.

"Si lo supieras... no hubieras dejado que jugase contigo durante tanto tiempo." Sentenció.

Con esa frase sentí decenas de trozos de cristal clavándose en mi corazón. Lo arañaban y arrancaban sus paredes, bañando todo el interior de mi cuerpo en sangre.

"¿A qué viene esa cara?" Se burló, y se acercó a mí con prepotencia. "¿De verdad creías que me gustabas?" Soltó una carcajada sonora. "Nunca me enamoraría de alguien como tú. Fuiste un pasatiempo muy entretenido, un juguete de usar y tirar, pero ya me he aburrido de ti."

El llanto contenido en mis ojos era difícil de retener, mis dientes castañeaban y mis piernas pronto cederían ante mi peso.

"No es verdad..." Mi voz se apagó a mitad de camino." Si solo fuera... un pasatiempo para ti, no me hubieras salvado de Kiyo."

"Lo que hice no fue para salvar tu miserable vida." Escupió, dándose la vuelta. "Ya sabes toda la verdad, ahora vete."

"¡¡No!!" Grité, y cerré los ojos para retener las lágrimas.

"No quiero que te acerques más a mí." Me increpó. "¡Lárgate!"

Sentía que me faltaba el aire. No podía respirar.

"¡Me iré si eres capaz de mirarme a los ojos y decirme que aquel beso no significó nada para ti!"

Mi voz temblaba, y él lo noto. Sabía lo peligroso que era pedirle aquello y lo rota que me iba a sentir después de su respuesta.

Kokichi vaciló por unos instantes, pero finalmente se volvió hacia mí. Y cuando lo hizo no vi más que maldad en su mirada. Entonces supe que mi mundo se desmoronaba.

"Fue el beso más lamentable de toda mi vida."

Había ido demasiado lejos y mis lágrimas ya inundaban mi rostro. Sentí un pinchazo que recorrió todo mi cuerpo, como una daga afilada abriéndome la piel.

Una parte de mí murió en ese mismo instante.

Mentira o no, había cruzado la línea.

Me forcé a sonreír y sentí el salado de las gotas cayendo de mis ojos. Intenté apretar el puño, pero me había quedado sin fuerzas, me sentía hundida en un pozo de desesperación.

"Bien jugado, Kokichi." Y ante mis palabras él borró su sonrisa. "Realmente me hiciste pensar que teníamos algo. Algo especial."

Su cuerpo se retorció con mis palabras. Intentaba mantener su fachada de indiferencia, pero el simple sonido de mi voz era suficiente para romperla en pedazos.

"Pero ya veo que eran todo mentiras..." Era la ira la que hablaba por mí. "¡¡Puedes irte a la mierda!!"

Y escapé de allí, lejos de él. Ni siquiera esperé una respuesta de su parte, no la necesitaba. Ya me había dejado bien claro que no me quería a su lado y mi corazón necesitaba un sitio tranquilo para llorar.

Kokichi había hecho pedazos mi felicidad.

~ • ~

-Narrador omnisciente-

(T/N) huyó del lugar lo más rápido que pudo, dejando a Kokichi inmóvil, incapaz de mover un músculo. Él sabía que se merecía esas palabras y todos los insultos que ella quisiera decirle, pero ser consciente de ello no apaciguaba el desgarrador dolor en su pecho.

Quería ir tras ella, abrazarla, tocarla, besarla. Se moría por estrecharla entre sus brazos y decirle que todo era mentira, pero se convenció a sí mismo de que no podía hacerlo.

Y el daño ya estaba hecho.

A Kokichi nunca le habían temblado las manos tanto como ahora, nunca se había arrepentido de una mentira y nunca le habían hecho sentir tan vivo como lo hacía ella.

Pero si quería que su plan funcionase, la necesitaba lejos.

El único pensamiento que lo reconfortaba era saber que ella sobreviviría, aunque fuese sin él, y que sería feliz con otra persona que la amara tanto como lo hacía él.

(T/N) no se dio cuenta, pero mientras discutían alguien los observaba escondido detrás del extractor de la azotea. Esa persona no estaba allí por casualidad, fue convocada por el propio Kokichi porque era una pieza esencial para su plan, y llevaban días maquinándolo.

"Esta vez la has jodido pero bien jodida." Espetó Kaito, apareciendo de su escondite.

"No me importa lo que me diga." Mintió Kokichi, ocultando su rostro, lo último que quería era mostrarse débil ante alguien como Kaito.

Kokichi se enteró hace días de la enfermedad del astronauta y utilizó eso para convencerlo de que lo ayudara. Kaito era alguien fiable para él, era demasiado estúpido como para ser la mente maestra y, de todas maneras, no le quedaba mucho tiempo de vida.

Lo curioso es que no se dio cuenta de que otra persona había sido contagiada hace días. Y moriría si se enterase de que esa persona era (T/N).

"No soy tan estúpido, Kokichi." Le reclamó el astronauta. "Tienes miedo de que tu máscara se rompa, pero lo cierto es que ya lo ha hecho. He visto el dolor en tus ojos cuando veías que la perdías, y los ojos no mienten."

Antes de subir a la azotea, Kaito no tenía ni idea de que Kokichi y (T/N) sentían algo el uno por el otro, pero enseguida se dio cuenta al presenciar aquella discusión.

"¿Qué sabrás tú?" Resopló Kokichi con rabia. Algo que no soportaba Kokichi era que le dieran lecciones de vida. Y menos cuando tenían razón. "No somos amigos, qué te quede claro, solo estás aquí porque eres el candidato perfecto para mi plan."

Y era cierto, Kaito era la única persona que encajaba en el plan de Kokichi. El astronauta podía haberse ganado un Óscar por la interpretación que hizo en el laboratorio de Kiyo, pues él sabía que hacerse pasar por la mente maestra era parte del plan de Kokichi.

"No hace falta que te pongas así." Murmuró Kaito, rascando su nuca. "Me he unido a ti porque quiero salvar a los demás, quiero que encuentren la felicidad fuera de este juego del demonio. Y tú quieres lo mismo, no tenemos objetivos tan distintos."

"Yo no quiero salvarlos a ellos, solo quiero el prestigio de haber acabado con la mente maestra, incluso si significa mi muerte." Sentenció Kokichi.

"Entonces no te importa lo que le pase a (T/N)." Soltó Kaito. "¿No has notado algo raro en ella?"

Los ojos de Kokichi se clavaron en los del astronauta, ardientes de curiosidad e inquietud. ¿Acaso Kaito sabía algo de ella que él no? Tampoco tenía derecho a reclamar nada después de cómo la había tratado.

"¿Raro?" Quiso saber, ahora toda su atención estaba puesta en Kaito y la posible información sobre (T/N).

El astronauta tenía ganas de decirle que (T/N) también estaba enferma, principalmente para que no hiciera el imbécil y aprovechara el tiempo con ella. Kaito sabía de primera mano lo que era perder a aquellas personas que amaba sin poder despedirse. La muerte de su familia lo había marcado y le había hecho ver el mundo con otros ojos.

Sin embargo, le había hecho una promesa a (T/N) y no quería romperla. Ella era la que debía tomar la decisión de contárselo cuando quisiese. Después de todo, ella también guardó su secreto. Aunque ahora todos sabían qué le pasaba algo a él por lo ocurrido en el show de Himiko.

"Nada, cosas mías." Quiso disimular pero no era muy bueno haciéndolo. "Deberías confiar un poco más en ella, podrías contarle sobre el plan."

"¿Desde cuándo tú das consejos?" Gruñó Kokichi.

Estaba rabioso porque sabía que Kaito tenía razón, pero si le contaba sobre el plan, ella no le dejaría llevarlo a cabo.

"¡Desde que actúas como un completo imbécil!" Exclamó Kaito.

"¡¡Tuve que apartarla de mi lado para que no sufriera!!" Kokichi comenzaba a sentir la ira en su interior. Y no era ira hacia Kaito, era hacia sí mismo.

"¿¡Y no crees que la has hecho sufrir igual!?" Bufó Kaito.

Kokichi no podía aguantarlo más. Intentaba ser fuerte, pero rompió a llorar en ese mismo instante, dejando escapar todo el dolor acumulado en su corazón. Y no le importó que Kaito estuviera delante.

"¿¡Te crees que no lo sé!?" Gritó en un mar de lágrimas. "¿¡Te crees que no sé que todo lo que dije fue una asquerosa mentira!? ¿¡Que en realidad la amo con todo mi ser!? ¿¡Que ese beso que nos dimos ha sido lo mejor que me ha pasado en la vida!? ¡¡Tenía que mentir para protegerla!!"

Kaito se sorprendió al ver a Kokichi de esa manera y le dieron ganas de reconfortarlo, pero sabía que él no se iba a dejar. Así que simplemente se quedó callado, escuchando cómo se desahogaba.

Sin quererlo, ambos se hicieron un poco más cercanos. Kokichi, aunque no lo dijo, agradeció que alguien lo escuchara y Kaito entendió un poco más cómo funcionaba la mente retorcida de Kokichi.

~ • ~

-(T/N)-

Me dolían las piernas de tanto correr, pero nunca superarían el dolor que sentía ardiendo en mi interior. Me sentía humillada, estúpida e insignificante. No quería otra cosa más que desaparecer y olvidarme del mundo.

La idea de creer que alguien me quería era demasiado bonita para ser verdad, como bien él dijo, nadie se enamoraría de alguien como yo. Inútil, ingenua, patética. Aun así, tenía la esperanza de que esta vez iba a poder ser feliz, que esta vez iba a ser diferente.

Pero no lo fue.

La vida es muy hija de puta.

¿Pero qué me esperaba? De todas formas no iba a poder estar con él, somos de mundos distintos y mi vida se está consumiendo minuto a minuto.

"¿(T/N)?"

Escuché mi nombre mientras corría, pero no quería pararme, necesitaba estar sola. Y por encima de todo, necesitaba algo de aire, llevaba minutos sin poder respirar bien y me estaba ahogando.

Ahogando en mi propio sufrimiento.

Me alejé de todo y de todos, hasta llegar al punto más alejado del jardín de la academia, justo donde se encontraba la gran jaula que nos aprisionaba en su interior, esa jaula que ahora sentía que aplastaba mi corazón. Apoyé mi espalda en ella y me deslicé hasta quedar sentada en el suelo.

El césped me picó las piernas dejando puntos rojos en ella, como finas agujas atravesando mi piel. Los rayos del sol brillaban tanto que quemaban, pero no superaban el dolor abrasador que corría por mis venas.

Abracé mis rodillas y escondí la cabeza entre ellas, quedando en una total oscuridad. Ahí dejé que mis ojos se desahogaran y se limpiaran. La cabeza me palpitaba de dolor, como si alguien en su interior estuviese golpeándola con una bola de demolición.

Cualquiera en estas circunstancias querría volver a casa con su familia, con su padre, madre, hermanos, amigos... Pero yo no tenía nada de eso, estaba sola, completamente aislada. Y lo sabía, lo supe desde el primer momento, pero me engañé a mí misma, lo escondí todo en el cajón más oculto de mi mente.

Y debe seguir oculto.

Porque si lo contara... me trataríais como una enferma.

Y no lo soy...

Yo lo único que quería era ser feliz. ¿Era mucho pedir?

"(T/N)..."

De pronto, el remolino de pensamientos negativos en mi mente se disipó. Y, aún con los ojos hinchados y enrojecidos, levanté la mirada. La persona que estaba de pie enfrente de mí se interpuso entre los rayos del sol y mi cuerpo, haciendo que dejaran de abrasar mi piel. Su sombra me envolvió en sus brazos aliviando mi dolor y refrescando cada parte de mi ser.

El rostro de Rantaro se entristeció al verme y fue capaz de sentir la magnitud de mi dolor, como si compartiéramos el mismo corazón.

"Te ha hecho daño, ¿verdad?" Preguntó, y después apretó los labios.

Mi única respuesta fueron más lágrimas brotando de mis ojos. Intentaba limpiarlas con la manga de mi camisa, pero mis mejillas ardían por tanto roce.

"Lo sabía." Espetó, desviando la mirada y pasando una mano por su cabello. "Te gusta Kokichi."

Era más que obvio que me gustaba, incluso sentía algo más peligroso que eso. Aquel beso fue para mí uno de los mejores momentos de mi vida, nunca me había sentido tan viva. Pero la vida volvió a ser cruel, y solo me permitió ser feliz para que la caída fuera mayor.

La esperanza parecía casi una crueldad a estas alturas.

Rantaro no dijo nada más, solo se acercó a mí y me tendió la mano. Al principio lo miré algo confusa, casi no tenía fuerzas para mantenerme en pie. Pero cuando me ayudó a levantarme, me acercó a él y me envolvió en un suave y reconfortante abrazo.

Su cuerpo era mucho más robusto que el mío. Presionó una de sus manos en mi espalda y la otra rodeó mi cintura. Mi cabeza y manos descansaban en su pecho, por eso sentí como su corazón se aceleraba.

"Desahógate." Me susurró. "Me quedaré a tu lado hasta que estés bien."

Mis ojos volvieron a llenarse de lágrimas y con mis dedos arrugué la tela de su camisa, pero a él no pareció importarle. Y entonces, rompí en un llanto histérico.

Las palabras de Kokichi hicieron daño, demasiado daño. Y aunque mi mente racional gritaba que era mentira, la herida de mi corazón no cicatrizaba. Sabía que Kokichi había conseguido lo que quería, alejarme de él. Estaba claro que tenía algo entre manos y, a pesar de lo ocurrido en la azotea, aún le quería, aún me moriría si le pasara algo.

Si me hubieran avisado de esto, hubiera aprovechado la noche de ayer al máximo. No había pasado ni un día y ya extrañaba sus labios en los míos, sus manos acariciando mi cabello y su cuerpo cerca del mío.

Entonces sentí una gota caer por mi frente, una lágrima que no era mía. Y cuando alcé la mirada me di cuenta de que Rantaro también estaba llorando. Un llanto silencioso pero desgarrador.

"¿Por qué lloras?" Pregunté entre sollozos.

"No soporto verte así..." Musitó entrecortado por su respiración. "Lo siento."

"No te disculpes por eso, tonto..." Me sacó una sonrisa que le contagié segundos después.

Ambos riendo por una estupidez mientras las lágrimas inundaban nuestro rostro.

Y entre sus brazos, decidí que no quería lamentarme más. Aunque Kokichi no me quisiera a su lado, no iba a dejar que se sacrificase para acabar con todo. Porque lo iba a hacer yo misma. Ya no tenía miedo, no le temía a la muerte y no le temía a ella. No me importaban las consecuencias...

Iba a matar a Tsumugi Shirogane.

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¿Soy la única que con ese final se imagina música de fondo en plan *tan* *taan* *taaan*?  xD

¿Qué tal el capítulo?

¿Qué hubierais hecho en el lugar de la protagonista? (Aparte de darle tres puñetazos a Kokichi) ¿Os atreveríais a matar a Tsumugi?

Un abrazo virtual y nos leemos la semana que viene (lunes)❤️

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