Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 67


-Especial- (T/N) in Wonderland. (1/2)

Sí, este capítulo y el siguiente estarán basados en Alice in Wonderland (Alicia en el Pais de las Maravillas). Vi una foto y me pareció muy buena idea crear una mini historia sobre ello. Obviamente he cambiado muchas cosas a mí antojo.

No pasa nada si no has visto Alice in Wonderland, la historia se puede entender igual <3

Escritora... ¿no estarás haciendo tiempo porque no quieres que llegue el quinto juicio?

Puede.

Pero creedme, vosotros tampoco queréis que llegue. (Ahí lo dejo)

*se va lentamente*

Ahora sí, sin más dilación, os dejo con el capítulo. <3

• ────── ❋ ────── •

Me desperté cuando la intensa luz del sol atravesó mis párpados. Tuve que levantar la mano e interponerla entre los rayos del sol y mi rostro para observar mi alrededor. Me encontraba en el exterior de la academia con la espalda apoyada en el tronco de un árbol y mis piernas estiradas sobre la hierba.

¿En qué momento llegué aquí?

Apoyé una mano en el césped y me llevé otra hacia el pecho para jugar con mi colgante, era algo que acostumbraba a hacer a menudo. Sin embargo, mis dedos no encontraron aquel collar con la llave de mi laboratorio. Cuando bajé la mirada confirmé la desaparición de éste y hundí mis manos en la hierba por si se me había caído. Pero no había ni rastro del colgante.

Fue entonces cuando escuché un ruido detrás del tronco en el que estaba apoyada segundos antes. Me levanté lentamente e incliné mi cabeza para observar detrás de él.

Me quedé paralizada al ver que se trataba de Shuichi. Pero lo más impactante no era que fuese él, sino la manera en la que iba vestido. El detective llevaba una gorra cervadora de cuadros marrón que incluía dos largas y finas orejas blancas.

A juego con la gorra, vestía una gabardina con un reloj de bolsillo que marcaba las doce en punto. Shuichi me miró aterrorizado mientras apretaba el paraguas que agarraba bajo su brazo izquierdo.

¿Qué demonios?

Me di cuenta de que una cadena de plata sobresalía de su bolsillo, una que me resultaba muy familiar. ¿Shuichi me ha robado el collar? ¿Y qué diablos hace vestido así?

De repente, el chico agarró el reloj que colgaba de su gabardina y abrió los ojos de tal manera que casi se salen de sus órbitas.

"¡Dios mío, voy a llegar tarde!" Exclamó.

Quise pedirle explicaciones acerca de su vestimenta y mi collar, pero el chico no me dejó abrir la boca. Tan pronto como parpadeé, Shuichi salió corriendo hacia las afueras de la academia. ¿Acaso no sabe que no podemos salir por la gran jaula que nos rodea?

Sin pensármelo dos veces me dispuse a seguirlo. Intentaba alcanzarlo, pero el chico iba demasiado rápido. ¿En qué momento ganó tanta resistencia? Shuichi corría como si su vida dependiera de ello mientras le lanzaba miradas paranoicas a su reloj.

¿A qué estaba jugando? Esto no es propio de él...

De un segundo a otro desapareció de mi vista, pero seguí corriendo con gran agilidad. Cosa que era todo un logro después de haber adquirido el virus.

Sin embargo, mis pies dejaron de tocar el suelo, y cuando bajé la mirada, descubrí un enorme agujero en la hierba que daba paso a una caída bastante profunda. No me dio tiempo a reaccionar y mi cuerpo terminó cayendo por aquel agujero que parecía no tener fin.

Notaba el aire golpeando mi espalda a toda velocidad mientras mi cabello se desordenaba y tenía que apartar con dificultad varios mechones de mis ojos y boca. Me di cuenta de que en las paredes de tierra habían objetos incrustados. Los pasaba a tal velocidad que no me daba tiempo a identificarlos. Pero juraría haber visto un piano, un caballete y una raqueta de tenis.

La profundidad del agujero era tal que me haría papilla cuando cayese contra el suelo. Grité desesperada utilizando toda la fuerza que me permitían mis cuerdas vocales, la cual no era mucha, pues el pánico se las había llevado todas. Como era obvio, nadie podía oírme, solo me quedaba cerrar los ojos y esperar mi final.

El cual nunca llegó...

Es más, noté como mi espalda caía sobre una superficie acolchada, era como haber aterrizado sobre una nube de algodón. Cuando me incorporé y estudié mi alrededor, vi que me encontraba en una habitación completamente cerrada. Levanté mi mirada hacia el techo esperando ver el lugar por donde había caído, pero, para mi sorpresa, no había ningún agujero allí.

Solo encontré una pequeña mesa de madera en el centro de la sala. Me acerqué a ella y distinguí un minúsculo bote con una etiqueta que tenía escrito «Bébeme» y un pastel que ponía «Cómeme».

Di varias vueltas por la habitación para buscar una salida, pero era imposible. La única puerta que había era del tamaño de una hormiga, como mucho podría sacar un dedo por ahí.

Sin más opciones, decidí darle un pequeño mordisco al pastel. Mi madre me ha repetido desde pequeña que no acepte comida ni bebida de desconocidos. Pero aquí estoy yo, comiéndome un pastel que seguro que está caducado.

Al terminar de tragar el último bocado, sentí un cosquilleo en mi cuerpo. Mis músculos y huesos empezaron a agrandarse y desgarrar mi vestimenta. Para cuando me di cuenta, había crecido tanto que mi cabeza se chocó contra el techo.

¡Dios mío, podía medir perfectamente tres metros!

Solo me quedaba una cosa por hacer, beberme el contenido del bote. Con suerte, me devolverá a mi estatura normal. Como pude, le quité la tapa y me bebí su contenido, cruzando los dedos para que funcionase. De nuevo, un cosquilleo intenso golpeó mis músculos y piel, y mi cabeza fue despegándose del techo.

¡La poción había funcionado, estaba volviendo a mi estatura original!

Sin embargo, había llegado a mi estatura normal hace unos segundos y mi cuerpo seguía encogiendo. La mesa que había en el centro de la habitación ahora parecía del tamaño de un edificio. Mientras que yo mengüé hasta la altura de veinticinco centímetros.

En ese momento, me di cuenta de que la ropa me quedaba excesivamente grande. Y si no hacía algo, tendría que vagar desnuda por ahí. Por eso arranqué la manga de mi camisa, que ahora era de mi tamaño, y la utilicé como vestido. Aunque, más bien, era un trapo provisional.

Ahora que era de la altura de una hormiga, podía atravesar la diminuta puerta de la habitación. Al abrirla me encontré con un estrecho pasillo que daba a otra puerta idéntica a la anterior. Me fijé que colgando de la pared había un vestido azul con un delantal blanco cosido a éste. No era de mi gusto, pero sería más cómodo que llevar la manga de una camisa por traje.

El vestido parecía diseñado específicamente para mí, porque cumplía con mis medidas a la perfección. Una vez me ajusté bien la prenda, abrí la segunda puerta. Los rayos del sol penetraron en mi retina como finas llamas de fuego. Entrecerré los ojos y fruncí el ceño para evitar que el sol los quemara por completo, y cuando observé mi alrededor me quedé boquiabierta.

Me encontraba en pleno bosque, lleno de plantas de todo tipo y un camino de tierra que se abría paso entre la maleza. Los árboles, en realidad, eran enormes setas que proporcionaban algo de protección ante aquel sol abrasador. La fauna y la flora triplicaba su tamaño normal, o quizá lo percibía de aquella manera por mi diminuta estatura.

En la lejanía divisé a Shuichi. Aún tenía esa vestimenta extraña y había menguado al igual que yo. Estaba bastante lejos de mí, pero podía distinguir como miraba frenético su reloj.

"¡¡Shuichi!!" Lo llamé con toda la fuerza que me permitieron mis pulmones, pero el chico no se dio la vuelta y se alejó a paso ligero.

Salí corriendo por el camino de tierra dispuesto a perseguirlo. Necesitaba explicaciones sobre lo que estaba pasando. Pero cuando llegué, no había quedado ni rastro del chico. Había desaparecido otra vez, junto con mi collar.

En ese momento, escuché una escalofriante voz que, a estas alturas, supe reconocer ipso facto.

"¿Quién eres tú?"

Kiyo estaba sentando en una de las grandes setas fumando narguile, o en otras palabras, una pipa oriental. Jugaba con la boquilla como si de un profesional se tratase y expulsaba el humo en forma de círculos abiertos por su centro. Espera, ¿cómo puede estar expulsando humo si aún lleva la mascarilla? Nada tenía sentido para este punto.

"¿Kiyo?" Pregunté boquiabierta.

El chico me observaba con prepotencia y superioridad. Alzó ambas cejas antes de hablar, y ahí fue cuando me di cuenta de que llevaba un monóculo.

"Qué nombre tan intrigante, pero no le pega a alguien tan antiestético como tú."

¿Antiestética? Lo que me faltaba por escuchar de su sucia boca... Un momento, ¿piensa que me llamo Kiyo? Antes me pego un tiro.

"Qué detalle por tu parte, pero mi verdadero nombre es (T/N)." Espeté entre dientes.

"A ver si te aclaras... ¿Qué haces aquí tan sola, (T/N)?" Dicho esto, soltó una bocanada de humo que impactó en mi cara. Tuve que levantar mi mano en el aire y moverla de un lado a otro para disipar el vapor, pero no pude evitar toser debido a éste.

"Ni yo misma sé que hago aquí. Caí por un agujero, me comí un pastel y crecí, luego una bebida y mengüé..." Clavé mi vista en la oscuridad del bosque y tragué saliva nerviosa. "Esto es surrealista."

Me empecé a inquietar aún más. No sabía cómo había llegado aquí, ni qué era lo que estaba pasando. Tiene que ser un sueño, no hay otra explicación. Pero... ¿por qué se siente tan real?

"¿¡Acaso no te parece extraño este lugar!?" Miré de nuevo a Kiyo, el cual levantaba la boquilla de la pipa dibujando círculos en el aire.

"Ni una pizca, la extraña aquí eres tú."

"¿Yo?" Llevé una mano a mi pecho enarcando una ceja y el chico se encogió de hombros, acto que me enfureció. "¡¡Y deja de fumar!! ¿¡Cómo demonios puedes expulsar humo con esa mascarilla!?"

"Haces demasiadas preguntas, las cuales simplemente no tienen respuesta." Contestó con un tono agridulce.

Fruncí el ceño aún más rabiosa que antes. Kiyo no era alguien con quien me apeteciera hablar, y verlo tan sereno mientras yo estaba tan atacada, solo hacía que mi ira creciese.

"¡¡Cómo para no hacérselas!!" Bufé. "¿¡Has visto este lugar!?"

"Vigila ese mal genio, estás comenzando a ser irritante." Kiyo se inclinó desde lo alto de la seta y me tendió la boquilla del narguile. "Un poco de esto y todos tus sentidos se relajarán."

"No fumo." Le hice un gesto con la mano para que apartara la pipa de mí. "Te mata neuronas, quizá eso explica porque a ti te quedan tan pocas."

"Kehehe... Irónico que digas que soy yo el de las pocas neuronas." Se jactó. "Yo no soy el que dice haber crecido y menguado por haber comido un pastel y bebido una poción."

"Touché." Me crucé de brazos y desvié la mirada con molestia.

"Eres bastante maleducada con alguien que acabas de conocer." Repuso el chico.

"¿Acabar de conocer?" Pregunté enarcando una ceja.

¿Me estaba vacilando?

"Ya que usted se ha presentado, yo también haré lo mismo. Mi nombre es Absolem, aunque también soy conocido como la Oruga Azul."

Me quedé boquiabierta ante sus palabras. ¿Oruga qué? Tengo que estar soñando.

"Creo que me estoy volviendo loca." Dije llevándome las manos a la cabeza.

"Aquí todos lo están." Advirtió.

No puedo perder más tiempo con Kiyo, no me va a dar las respuestas que necesito. Además, había algo más importante que debía hacer, recuperar el colgante y preguntarle a Shuichi qué era lo que estaba pasando. Él seguro que sabe responder a eso.

"¿No habrás visto a Shuichi por aquí, verdad?" Pregunté. "Se llevó mi colgante e iba corriendo como loco..."

"¿Qué es un Shuichi?" Preguntó con total serenidad.

"..." Me tenía que estar vacilando. "Pues es un chico más o menos alto, con pelo oscuro, siempre lleva ropa de detective y es bastante tímido."

"No sé de que me estás hablando, lo único que he visto pasar ha sido al Conejo Blanco, iba con prisas como siempre." Expulsó otra bocanada de humo al terminar la frase.

"¡Ese es al que me refiero!" Exclamé esperanzada. "¿Sabes por dónde ha ido?"

"Seguramente se haya dirigido al palacio, sigue recto, no hay pérdida." Kiyo señaló un punto en la lejanía para, acto seguido, darse la vuelta. "Ahora si me disculpas..."

"¡Espera! ¿Dónde está el..." Pero el chico ya había desaparecido sin dejar rastro. "...palacio."

Mierda, tendré que buscarlo por mi cuenta. Dirigí mi mirada hacia las profundidades del bosque y tragué saliva. Tenía que admitir que estaba algo asustada, este lugar me transmite malas vibraciones.

Moví mi cabeza de un lado a otro para eliminar cualquier atisbo de pánico y proseguir mi camino. Esto es un sueño (T/N), no tengas miedo, pronto despertarás.

Me adentré en el tenebroso bosque en busca de algo que me indicara dónde podía encontrar ese castillo. Kiyo había dicho que siguiera recto, así que eso hice.

Caminé, caminé y seguí caminando. Pero todo a mi alrededor era igual que antes, daba la sensación de estar vagando en círculos. Iba tan concentrada en el frente que no me di cuenta de que las raíces de una flor habían crecido hasta ocupar parte del camino. Me golpeé el pie con ella y caí de bruces al suelo, raspándome el brazo en el proceso.

Por unos minutos pensé en quedarme en el suelo, no tenía ánimos para seguir. Si esto es un sueño necesito despertarme ya. Me puse en pie para continuar mi camino y sacudí el vestido de polvo. Mi brazo estaba hecho un desastre, la piel se había abierto y la tierra había entrado en la herida. Probablemente se infecte si no lo trato...

En ese momento, noté una presencia detrás de mí, pero cuando me giré no vi a nadie. El bosque estaba plagado de insectos y maleza, pero juraría que había visto algo grande moverse por el rabillo del ojo. No le di mucha importancia y seguí caminando.

Cada vez sentía esa presencia más cerca. Aceleré el paso aterrada mientras miraba hacia detrás para confirmar que no había un loco siguiéndome. Pero cuando volví a mirar al frente, me lo topé de cara, mirándome con esos ojos violeta intenso.

Delante de mí se encontraba, ni más ni menos que, Kokichi Oma, pero no como normalmente lo conocía. Esta vez de su cabello púrpura partían dos pequeñas orejas de gato del mismo color. Su vestimenta también había cambiado, pues la bufanda de color negro y blanco que solía llevar atada al cuello ahora era de distintos tonos violetas.

"Tengo la sensación de que estás perdida." El chico esbozó una enorme sonrisa, mostrando sus afilados y brillantes dientes. "¿Quién eres?"

Me quedé perpleja mirándolo. Muchas dudas pasaron por mi mente, pero la principal era, ¿por qué carajos estaba disfrazado de gato? Y la que más me dolió, ¿no me recuerda? Este es el peor sueño que he tenido nunca.

Kokichi, al ver que no respondía, desvió su mirada a mi brazo. Aquel que estaba a punto de convertirse en un nido de bacterias.

"¿Quién te ha hecho eso?"

Finalmente saqué el valor para aceptar la situación y contestarle.

"Me... tropecé con la raíz de una planta."

Sonaba más torpe y estúpido en voz alta, no puedo parar de hacer el ridículo ni en sueños.

"Será mejor que lo vea."

De repente, el chico se desvaneció. Y antes de que pudiese reaccionar, apareció de nuevo a mi lado tomando en sus manos mi brazo dañado para examinarlo. Me quedé atónita, hace unos segundos estaba delante de mí. ¿Cómo había hecho eso?

"¿Qué haces?" Aparté mi brazo de él algo asustada y clavé mis ojos en su ardiente iris violeta.

"Si no lo cura alguien se te pondrá putrefacto." La sonrisa del chico crecía por momentos, poniéndome los pelos de punta.

"P-Prefiero que no." Estaba muerta de miedo y no sabía exactamente por qué. Quizá era por el hecho de que, si esto era un sueño, sabía que mi mente era muy retorcida.

"No seas terca, al menos déjame que te lo vende." El chico sacó de la nada un par de vendas blancas y comenzó a enrollarlas en mi brazo. Solté unos gruñidos de dolor que al principio intenté reprimir para no parecer quejica. "¿Puedo saber tu nombre?"

"(T/N)." Contesté algo nerviosa. Era extraño presentarme ante alguien que, en teoría, ya debía conocerme.

"Mmm... Bonito nombre. A mí me llaman el Gato de Cheshire, o el Gato Sonriente, como prefieras."

El chico volvió a desaparecer de mi lado y apareció segundos después en la rama de un árbol. Parecía bastante cómodo allí, había apoyado su espalda en el tronco y estirado las piernas a lo largo de la rama. Sus ojos seguían clavados en mí, al igual que esa escalofriante sonrisa.

¿Cómo haces ese teletransporte?" Pregunté estupefacta.

"Se llama evaporación, puedo aparecer y desaparecer cuando me plazca." Explicó con entusiasmo. "Incluso, puedo desaparecer hasta que no quede más que mi amplia sonrisa."

Cada parte de su cuerpo se desvaneció en el aire, excepto su sonrisa, la cual seguía intacta e incluso más afilada que antes. Segundos después, volvió a aparecer con su cuerpo entero mostrando una expresión triunfal, como si hubiese hecho algún complicado truco de magia. Yo me había quedado de piedra al ver una sonrisa flotando, he tenido que golpearme demasiado fuerte antes de soñar esto.

"Es por eso que, muchas veces verás una sonrisa sin gato, pero nunca un gato sin sonrisa."

A mi cerebro le costó procesar esa última frase, voy a terminar volviéndome loca en mi propio sueño. Aunque ahora que me he encontrado con él, tengo que aprovechar y preguntarle el camino para llegar hasta Shuichi y, más importante, mi colgante. No sé por qué me empeño en recuperarlo, si esto es un sueño significa que no lo he perdido, pero algo dentro de mí me impulsa a hacerlo.

"¿Sabes dónde está el palacio?" Pregunté.

El chico hizo una mueca y me miró de arriba a abajo antes de contestar.

"¿Por qué te diriges al castillo?"

"Necesito hablar con Shui-" Fue entonces cuando recordé la reacción de Kiyo al escuchar ese nombre, y para ahorrarme explicaciones, decidí seguirles la corriente. "...con el Conejo Blanco para recuperar algo que me quitó."

"Si te lo ha robado el Conejo Blanco dalo por perdido." Kokichi se apoyó en el tronco del árbol con las manos detrás de su cabeza.

"¿Por qué?" Quise saber.

"Trabaja para la Reina de Corazones, y puedo decirte que su mal genio es tan descomunal como su fealdad." Soltó una carcajada de burla. "Condena con la pena de muerte a la menor ofensa."

Pues su nombre indicaba lo contrario, me imaginaba a una mujer cariñosa y bondadosa. Después de todo, si incluía la palabra corazones en su nombre no podía ser malo, ¿no?

"Pero necesito respuestas y recuperar esa llave." Dije con firmeza.

"No seré yo quien te frene, pero advertida quedaste." De un salto se bajó del árbol y me hizo un gesto con la mano para que lo siguiera." Te llevaré con la Liebre de Marzo y el Sombrerero, ellos te podrán ayudar."

"No, no quiero estar con más gente loca." Negué.

"Eso no lo puedes evitar." El chico se volvió a acercar a mí y me dio un toque en la frente con su dedo índice. "Aquí todos estamos locos. Yo estoy loco. Tú estás loca."

"¿Por qué piensas que estoy loca?"

"Tienes que estarlo para estar soñando conmigo." Su amplia sonrisa lanzaba escalofríos por mi columna vertebral. Finalmente, el chico me hizo un gesto con la mano y se dio la vuelta. "¿Vienes o no?"

No me quedaba más remedio que acompañarlo. Además, no me quería quedar ahí sola, así que asentí tímidamente y lo seguí por el oscuro y tenebroso bosque. Parecía que las rama de cada árbol trataban de atraparme para llevarme hasta las fauces de un feroz monstruo.

Caminamos durante un rato, yo sin saber exactamente a dónde íbamos y Kokichi con la mirada fija al frente. Aunque de vez en cuando se giraba para asegurarse de que seguía viva.

Finalmente, llegamos a un claro en el que había una enorme mesa con multitud de tazas, platos y teteras. También habían varios asientos rodeándola, pero solo tres de ellos estaban ocupados.

Kaito estaba sentado en una de ellas mientras intentaba tomarse una taza de té, pero terminaba tirando la mitad por fuera. El chico llevaba su característica chaqueta violeta que combinada con las alargadas y gruesas orejas que salían de su cabello. Enfrente de éste se encontraba Himiko, durmiendo como un lirón, con la cabeza apoyada sobre la mesa. Presentaba dos pequeñas orejas de ratón y una vestimenta bañada en rojo escarlata.

Por último, y encabezando la mesa, se encontraba Rantaro, el cual llevaba un gran sombrero de color negro que estaba rodeado en su parte inferior por una cinta verde pistacho. Iba vestido con un traje elegante y una pajarita en su cuello.

Kokichi se desvaneció de mi lado y apareció segundos después enfrente de Rantaro, aunque separado de él por la larga mesa. Su sonrisa se volvió a ampliar mientras apoyaba sus codos en la mesa y hundía el rostro en sus manos.

"¿Cómo está mi archienemigo el Sombrerero?" Le lanzó una mirada astuta a Rantaro mientras cogía una de las bolsas de té para jugar con ella.

Yo me quedé mirando la escena a pocos metros, no sabía como reaccionar al ver el nuevo aspecto de todos ellos. Vi como Kaito se llevaba un bollo a la boca antes de hablar y fruncir el ceño.

"¿Sois enemigos?" Al hablar con la boca llena era necesario un master para poder entenderlo. "Me entero justo ahora."

"Solo lo somos en su mente retorcida." Rantaro suspiró.

"Oh vamos, no me digas que no sería divertido." Kokichi le lanzó a toda velocidad la bolsa de té, pero Rantaro logró atraparla en el aire antes de que golpease su cara.

"¡¡Lo que no es nada divertido es que interrumpas nuestra merienda!!" Bufó Kaito poniéndose en pie para lanzarle la taza de té a Kokichi. Éste logró esquivarla desvaneciéndose antes de que golpeara su rostro. "¡¡Sé que solo quieres robar nuestra comida!!"

Ninguno parecía haberse percatado de mi presencia, aunque tampoco es que yo me hubiese esforzado por hacerla notar. Aún estaba admirando la escena con los ojos como platos.

A causa del ruido que estaban haciendo, Himiko levantó la cabeza de la mesa y comenzó a desperezarse. La chica estiró los brazos y bostezó profundamente.

"¿Se puede saber por qué hacéis tanto ruido?"  Se quejó mientras frotaba sus ojos. "Estaba en el más profundo de los sueños."

"Es culpa de la Liebre y su mala puntería." Se burló Kokichi sonriente.

"¡Sería más fácil si no hicieras trampa usando tus poderes!" Se excusó Kaito a la vez que se volvía a sentar de mala gana en su asiento.

"¿A qué se debe tu visita, Cheshire?" La voz calmada de Rantaro acalló a todos los demás. Sus ojos se encontraron con los míos y me observó con detenimiento. "¿Quién es esta dama?"

"Me llamo (T/N)." Quería que mi tono sonase firme, pero mi lado más tímido salió a florecer. Sentía que estaba hablando con completos desconocidos.

Kaito escupió todo el té que se había llevado a la boca y se levantó de la mesa apoyando sus manos en ella.

"Espera, ¿has dicho (T/N)?"

"¡No me lo puedo creer, es la de la profecía!" Exclamó Himiko con los ojos como platos.

"¿P-Profecía?" No tenía ni idea de lo que estaban hablando, pero, visto lo visto, seguro que sería otra locura.

"No me digan que de verdad creen que alguien va conseguir destruir a la Reina de Corazones." Kokichi soltó unas sonoras carcajadas. "Seguid soñando."

Rantaro dirigió su mirada hacia mí e hizo un gesto para que me sentara con ellos. "Por favor, toma asiento."

No tenía otra opción, así qué asentí con timidez y me senté en una de las sillas. Kaito trató de ofrecerme un poco de té, pero lo rechacé amablemente.

"Debes estar preguntándote quiénes somos." Rantaro se levantó de su asiento y se quitó el sombrero para hacer una reverencia ante mí. "Puedes llamarme, Sombrerero."

"¡Es mi turno!" Exclamó Himiko levantando su mano en el aire. "¡Yo soy el Lirón, encantada de conocerte!"

"Ey, yo también quiero presentarme." Kaito me mostró una sonrisa ingenua. "Yo soy la Liebre de Marzo, pero puedes llamarme, la Liebre de Marzo."

"¡Eso es exactamente lo mismo!" Rechinó Himiko. "¡No hagas el idiota delante de nuestra salvadora!"

"Pides algo imposible, Lirón." Bromeó Kokichi.

Rantaro aclaró su garganta haciendo que todos guardasen silencio y dirigió hacia mí su mirada.

"¿Qué te trae por estos parajes?"

"Busco a Shuic-... al Conejo Blanco." Expliqué mientras jugaba con un mechón de mi pelo. "Se llevó algo que me pertenece y quiero recuperarlo."

"Eso es fácil, el Conejo Blanco es amigo nuestro." Proclamó la Liebre de-... quiero decir Kaito. Este lugar me está afectando, si no salgo pronto acabaré volviéndome loca.

"¡No lo es!" Himiko se cruzó de brazos cual niña pequeña. "Es un traicionero que trabaja para la Reina de Corazones."

"¿Qué es lo que deseas recuperar, mi dama?" Preguntó Rantaro dando un sorbo a su taza de té. "Si me permite preguntarle."

"Solo un colgante con una llave..." Aunque, sinceramente, ya no sabía si valía la pena recuperarlo.

"Yo ya le dije que es imposible." Kokichi suspiró. "A estas alturas ese colgante estará en manos de la Reina."

"Pero ella es la de la profecía, es la heroína que nos salvará a todos." Proclamó Kaito. "Ella destruirá a la Reina."

"P-Perdona, pero... no sé de qué estáis hablando." Solté.

"¡Contémosle la historia!" Exclamó Himiko.

Rantaro dejó la taza sobre su plato y tomó aire antes de hablar.

"Hace un tiempo, este reino se hallaba en completa paz y armonía. Ninguna criatura estaba por encima de las demás, todo convivíamos con normalidad. Hasta que un día, una mujer, cegada por la codicia y el poder, quiso adueñarse del reino. Reunió todo un ejército de naipes y creó un imperio que se regía bajo su mandato. Cualquiera que se atreviera a desobedecerla sería ejecutado por sus soldados."

"Más que ejecutados, decapitados. "Le interrumpió Kokichi." Le gusta cortar cabezas y coleccionarlas en su salón, algo así como un museo."

Rantaro carraspeó varias veces y añadió:

"Como iba diciendo, las condiciones en su Reino eran muy deprimentes. Algunos escapamos con éxito y otros... se quedaron por el camino. Otra parte optó por rendirse ante ella y trabajar a su merced, como el Conejo Blanco. El ejército de naipes siempre está rondando por los bosques, por eso debemos andarnos con cuidado. Si caemos en sus manos seremos decapitados."

"Pero ahora la esperanza nos ha sonreído." Intercedió Kaito. "La profecía dice que una heroína, llamada (T/N), será nuestra salvación. La única capaz de derrotar a la Reina."

"¡Y esa eres tú!" Exclamó Himiko.

"¿Y-Yo?" Tartamudeé.

"No creo que esta chica pueda derrotar a la Reina." Espetó Kokichi. "No sabía ni cómo salir del bosque."

"¡¡Yo confío en ella!!" Kaito se levantó de su asiento y colocó una mano en su pecho. "Si en la profecía está escrito, es porque tiene la determinación necesaria para derrotarla."

"Yo creo que Kokic-...quiero decir Chesire tiene razón." Dije clavando la mirada en el suelo. "No creo que sea capaz de acabar con alguien tan poderoso."

"¿E-Eso significa que no nos ayudarás?" Himiko me miró con ojos de cachorro indefenso.

"Os dije que no creyerais en leyendas estúpidas." Se jactó Kokichi. "Sois muy ingenuos."

"Yo... lo siento." No pude mirarlos a los ojos, no creo ser capaz de poder derrotar a alguien con tanto poder, incluso si esto es un sueño...

Ni siquiera probé el té, toda esa conversación me estaba revolviendo el estómago. Solo quería que terminase este sueño. Me levanté de la mesa y me alejé unos metros de ella, debatiéndome entre irme o quedarme.

"¡N-No puedes rendirte tan rápido!" Kaito me miró aterrorizado.

"No nos dejes..." Himiko estaba al borde del llanto.

Ante mi nerviosa reacción, Rantaro decidió intervenir. El chico hizo un gesto con la mano para que todos se mantuvieran en silencio. Acto seguido, se levantó del asiento y se dirigió hacia mí con una expresión serena que logró calmar todos mis nervios. Antes de hablar, colocó sus manos en mis hombros.

"Comprendo que no quieras arriesgarte, pelear con la Reina no va a ser fácil. Pero quiero que sepas que nos tendrás a nosotros para respaldarte."

Rantaro me mostró una humilde sonrisa, haciéndome más difícil negarme a su propuesta. Aunque por las consiguientes palabras del chico, estaba claro que mi expresión aún denotaba negación.

"¿Qué te parece esto?, te ayudamos a encontrar al Conejo Blanco y recuperar tu collar. Por el camino puedes pensar mejor si quieres ayudarnos o no. Decidas lo que decidas, te apoyaremos."

No sabía exactamente como responder a eso. Lo único que sabía era que su nueva propuesta me gustaba mucho más. Podría recuperar mi collar y pensarme mejor lo de derrotar a la reina. Puede que esa sea la clave para despertarme.

Antes de que pudiera contestar, las orejas de Kaito se tensaron al igual que las de Kokichi. "¿Habéis oído eso?" El astronauta dirigió su mirada hacia la profundidad del bosque.

"¿Oír el qué?" Preguntó Himiko haciendo un esfuerzo por intentar escuchar algo. Yo estaba igual que ella, no se oía ni el canto de los pájaros.

"Los soldados naipe están muy cerca." Advirtió Kokichi.

"¿Los soldados?" Pregunté aterrada.

"Las pisadas se hacen cada vez más fuertes." Anunció Kaito algo tembloroso.

"Si no nos vamos nos pillarán." Himiko se levantó de un salto del asiento.

Rantaro clavó la mirada en la lejanía y advirtió:

"Tarde, ya están aquí."

Un ejército enorme de naipes caminaba con paso armónico hacia nosotros, todos llevaban una lanza de hierro muy afilada en sus manos. No se me dan bien las matemáticas, pero juraría que había cientos de decenas de ellos.

"Es hora de desaparecer." Fueron las últimas palabras de Kokichi antes de desvanecerse en el aire. Maldito cobarde.

Me había quedado atónita mirando el ejército que se dirigía sin pausa hacia nosotros, y por eso no noté como Rantaro me tomaba de la mano.

"Me temo que nos tenemos que ir ahora mismo, mi dama."

"¡Son demasiados, no nos dará tiempo de huir!" Himiko empezó a temblar.

"No os preocupéis, yo los distraeré." Se ofreció Kaito.

"Está bien, sacrifiquemos al más estúpido." Himiko estuvo de acuerdo con el plan de Kaito y se dispuso a salir corriendo junto a nosotros.

"P-Pero son demasiados." Dije algo preocupada por el astronauta. "¿Estarás bien, Kai-... Liebre?"

"¿Kai-Liebre? Buen mote, lo tendré en cuenta." Dijo levantando su dedo pulgar. "Lo tengo todo bajo control, tú concéntrate en ir al castillo y acabar con la Reina."

"No te preocupes, la Liebre sabe defenderse." Rantaro intentó tranquilizarme, pero aún me sentía algo inquieta. ¿Qué iba a hacer contra más de cien guardias?

Dicho esto, los tres salimos corriendo en dirección opuesta a los soldados, dejando a Kaito a su suerte. Espero que no lo atrapen.

Corrimos lo más rápido que pudimos, hasta que nos alejamos lo suficiente de ellos. No me había dado cuenta de que Rantaro aún me tomaba de la mano, pero la soltó cuando llegamos a una zona segura. Tuvimos que apoyarnos sobre nuestras rodillas para recuperar el aliento.

"El castillo está en esta dirección, sígueme." Rantaro hizo un gesto con la mano y yo lo seguí de cerca junto a Himiko.

"Debemos tener cuidado, hay guardias vigilando los alrededores del castillo." Advirtió Himiko mientras nos abríamos paso por la maleza. La naturaleza crecía por doquier.

"Cuidado con las espigas." Rantaro señaló una enrome plantación con espinas puntiagudas. "Son venenosas."

Genial, más razones para odiar este lugar. Aunque hay algunas cosas que no logro comprender.

"¿Por qué la Reina quiere ejecutar a todo el mundo?"  Pregunté curiosa.

"Al principio no era así. Solo quería que todos la amasemos." Contestó Himiko. "Pero la más adorada siempre fue nuestra antigua reina, ella era más bella y bondadosa. La Reina de Corazones siempre fue su sombra. Ella no soportó ser la segundona y por ello optó por la violencia, así es como acabó con la vida de nuestra verdadera reina."

"¿Vuestra otra reina?" Quise saber.

El camino de espigas había terminado y llegamos hasta un enorme río con corrientes peligrosas.

"Se refiere a la Reina Blanca, pero fue ejecutada por la Reina de Corazones hace mucho tiempo. La envidia la corrompió y no vio otra manera de hacerse notar que esparciendo odio y violencia." Rantaro observó el río con detenimiento hasta clavar su mirada en una fila de piedras alineadas. "Ayudémonos de las piedras para cruzar, pero tened cuidado de donde pisáis."

Himiko llegó de un salto a la primera piedra, no parecía muy difícil para ella. A diferencia de mí, que estaba sudando a mares. Sé de primeras que mi equilibrio nunca ha sido el mejor.

Rantaro siguió los pasos de Himiko, pero se dio cuenta de mi nerviosismo y estiró su mano hacia mí para animarme a saltar.

"Confía en mí, no te dejaré caer."

Su sonrisa consiguió calmar parcialmente mis nervios. Traté de mentalizarme y di un salto hacia la primera piedra. A mitad del salto la mano de Rantaro atrapó la mía asegurándose de que no perdiera el equilibrio.

"G-Gracias." Murmuré con timidez.

"¡Venga lentorros!" Exclamó Himiko desde el otro lado del río. "¡No tenemos todo el día!"

Rantaro y yo repetimos el mismo proceso hasta llegar a la última piedra. Los tres habíamos conseguido cruzar el río con éxito. Pero, según Rantaro, aún nos quedaba un trecho para alcanzar el castillo.

"Entonces, ¿todo esto se desencadenó con la muerte de la Reina Blanca?" Mi curiosidad estaba en su punto más álgido, necesitaba conocer la historia al completo.

"Así es, con la Reina blanca todo era distinto." Himiko resopló varias veces. "Este mundo solía ser un paraíso, y queremos que eso vuelva."

"Perdimos a muchos amigos que fueron atrapados por sus soldados." La mirada de Rantaro transmitía melancolía y arrepentimiento.

"Solo quedamos unos pocos que hemos conseguido sobrevivir." Himiko estrechó sus ojos con tristeza.  "Yo perdí a una persona muy importante para mí."

"A todos nos ha quitado algo la Reina de Corazones, y por eso tenemos un grupo clandestino que confabula contra ella." Explicó Rantaro.

"Queremos venganza y destituirla del trono, pero no somos lo bastante fuertes." Añadió Himiko. "Ahora que hemos encontrado a la chica de la profecía, podemos devolver la felicidad a este mundo."

"La profecía se esparció por todo el reino, incluso llegó a oídos de la Reina." Agregó Rantaro. "Se sabía que una chica, cuyo origen era de otro mundo distinto al nuestro, vendría para ayudarnos."

"Lo que quiere decir que eres famosa, y muy temida por la reina." Declaró Himiko.

"Ella haría cualquier cosa para mantenerte a raya y que no estropees sus planes." Espetó Rantaro. "Pero no dejaremos que eso pase."

"Pero alguien como yo nunca podría acabar con alguien como ella. No tengo ningún ejército, ni algún poder especial como el Gato." No es que tuviera poca fe en mí misma, solo era realista.

"Nos tienes a nosotros." Afirmó Rantaro.

Puede que él tuviera confianza en mí, pero eso no era suficiente para convencerme.

Seguimos caminando hasta que nos encontramos con un enorme precipicio. Y cuando digo enorme, me refiero a que podía tener perfectamente mil metros libres de caída. Lo único que podíamos utilizar para cruzarlo era un puente de madera colgante, el cual se veía bastante inestable, ya que lo sostenían en el aire tan solo dos cuerdas.

No pienso pasar por ahí.

"Solo tenemos que cruzar el puente y ya estaremos allí." Exclamó Himiko con alegría.

"¿N-No te referirás a ese puente, verdad?" Lo señalé y tragué saliva. "Tiene pinta de venirse abajo en cuanto pongamos un pie encima."

"Entonces asegurémonos de cruzarlo rápido." Espetó Rantaro, cuyas palabras, lejos de tranquilizarme, me llenaron de inquietud.

"¡Hay que estar loco para pasar por ahí!" Exclamé aterrorizada, me negaba rotundamente.

"Eso no es nada, cuando veas los perros gigantes que hay aguardando el castillo verás lo que es el miedo." Dijo Himiko con una sonrisa que me revolvió el estómago.

De repente, Rantaro estiró ambos brazos parándonos en seco y acallándonos en el proceso.

"Esperad, creo que he oído algo."

Cuando nos giramos, nos encontramos a varios soldados con la punta de sus lanzas dirigida directamente hacia nosotros. Estábamos acorralados, pero eso no era lo que más terror me causó. Pues encabezando el ejército de naipes se encontraba...

¿Keebo?

"Creíais que podíais escapar, pero mi base de datos es capaz de detectar el movimiento en un radio de cincuenta kilometros." Anunció con orgullo.

"La sota de corazones." Himiko estrechó sus ojos y se colocó detrás de Rantaro a modo de protección.

"¿Sota?" Pregunté confundida. ¿Qué diablos hace Keebo en el otro bando?

"Es el jefe del ejército de naipes, la mano derecha de la Reina de Corazones." Explicó Rantaro lanzándole una mirada amenazante.

"Debo cumplir su voluntad y llevaros ante ella, si oponéis resistencia será peor." Anunció con firmeza. "Os recomiendo rendiros ahora que podéis."

"¡En la vida nos rendiremos!" Himiko agarraba con fuerza la tela de la camisa de Rantaro. "Y menos teniendo a (T/N)."

"Himiko, no le digas qu-" Rantaro trató de advertirle, pero fue demasiado tarde, había metido la pata.

"¿(T/N)?" Keebo, ahora la Sota de Corazones, desvió su mirada hacía mí con los ojos como platos. "¿La de la profecía?"

"L-Lo siento..." Se disculpó Himiko con la cabeza gacha.

"Esto es malo... ¡Soldados atrapad a la chica, tenemos que llevarla ante la reina!" Ordenó Keebo.

"¿Y los otros dos?" Preguntó uno de los soldados.

"Son desterrados, deben ser ejecutados." Objetó otro.

"Olvidaos de ellos, la chica es nuestra prioridad." Y con esa última orden de Keebo, todo el ejército de naipes comenzó a acercarse a nosotros lentamente.

"(T/N), ponte detrás de mí." Me ordenó Rantaro.

"¡No nos dejaremos atrapar tan fácilmente, sé muchos trucos de escape!" Exclamó Himiko haciéndose la valiente.

"Entregadnos a la chica y nos replantearemos vuestra ejecución." Keebo transmitía una mirada vacía, una que solo había visto cuando Miu lo utilizó para su asesinato. "Si sois inteligentes sabréis que salís ganando."

Rantaro ladeó la cabeza para susurrarnos a Himiko y a mí.

"Escuchadme, vais a cruzar el puente mientras yo los retengo."

"P-Pero no podrás con todos." Replicó Himiko.

"No podemos dejarte aquí." Dije en voz baja.

"Entregadnos a la chica y os dejaremos libres, último aviso. De lo contrario, lo haremos por las malas."

La voz de Keebo solo lograba ponerme más nerviosa aún. Primero que todo, no iba a cruzar ese puente ni loca. Y segundo, no quería dejar a Rantaro a su suerte.

"No hay tiempo, no puedo dejar que te encarcelen, mi dama." Rantaro no me dejó replicar. "A la de tres corréis hacia el puente."

"E-Espera." Musité.

"Uno."

El contador comenzaba a correr y mis piernas temblaban como gelatina.

"Está bien, lo haremos por las malas entonces." Bufó Keebo enfurecido.

"Dos."

"S-Sombrero, no creo que pueda-." Intenté replicar, pero el estruendoso grito de Keebo me heló la sangre en las venas.

"¡Soldados, a por ellos! ¡A la chica la quiero viva!"

"¡Tres!" Rantaro nos hizo un gesto para que comenzáramos a correr.

Los soldados se avalanzaron hacia nosotros con sus puntiagudas lanzas, pero yo seguía paralizada por el miedo. Suerte que Himiko tiró de mí, agarrandome de la muñeca para llevarme hasta la entrada del puente. Mientras, Rantaro le quitó la lanza a uno de los soldados y la usó para luchar contra lo demás.

Sin embargo, no todos los soldados se concentraron en Rantaro, ya que uno de ellos nos siguió y nos bloqueó el paso.

"¡Alto!" Gritó.

Su lanza apuntaba peligrosamente hacia nuestro pecho. Si no nos lo quitabamos de encima, no podríamos cruzar el puente y nuestro plan fracasaría. Sin previo aviso, Himiko corrió hacia él y se agarró a su pierna como una garrapata, dejándome completamente perpleja.

"¡Corre, (T/N)!" Gritó la chica mientras el soldado sacudía su pierna para intentar quitársela de encima. "¡Tienes que llegar al castillo, nosotros estaremos bien!"

"¿Y-Yo sola?" Tartamudeé.

Quise ayudar a Himiko, pero otros dos soldados se acercaron a ella y la agarraron por la parte posterior de la camisa. Rantaro también estaba teniendo problemas para defenderse.

¿Qué se supone que debía hacer?

A la mierda, tendré que cruzar el maldito puente. Si nos atrapan a los tres, no habrá nada que hacer. Prometo salvaros después de esto.

Me detuve en la entrada del puente y me quedé pálida al ver como se tambaleaba de un lado a otro. Pero ya no podía titubear, detrás de mí habían varios guardias acercándose a paso acelerado. Sin darle más vueltas, salté a la primera tabla de madera, haciendo que ésta se moviese y amenazase con hacerme caer.

Traté de concentrarme en el frente para no fijarme en el precipicio que se abría ante mis pies, pero era imposible. Por más que me repitiera a mí misma que no mirara abajo, la tentación era mayor. Me ayudé de la cuerda que sujetaba el puente para seguir avanzando, pero a cada paso que daba, el temblor de mis piernas aumentaba.

Mis manos comenzaron a sudar, haciendo que mi sujeción al puente se dificultase. Nunca he sido fan de las altura y los mil metros de caída libre no ayudaban a apaciguar mi pánico.

Había avanzado hasta la mitad del puente cuando éste se balanceó con fuerza. El corazón me latía frenético, y mirar hacia detrás no mejoró la situación. Dos guardias se aventuraron a cruzar el puente tras de mí, si no me daba prisa acabarían alcanzándome.

Aceleré el paso intentando no perder el equilibrio. Y todo hubiera ido perfectamente si no hubiera mirado abajo. El vértigo se apoderó de mí en cuanto clavé mis ojos en el gran vacío que se abría ante mis pies. Me quedé paralizada por el miedo, ignorando lo cerca que estaban los guardias de mí.

Mis piernas no respondían, a pesar de que mi cerebro mandaba constantes estímulos de huída. ¿Cómo puede sentirse tan real si es un sueño? Si seguía así, acabaría cayendo por el precipicio.

"¡(T/N)!"

El grito de Rantaro me devolvió a la realidad. Los soldados estaban a pocos metros de mí, pero solo me quedaban cinco tablas de madera para llegar al otro lado. Vamos, (T/N). Tú puedes.

Rantaro, por su parte, se había acercado a la entrada del puente con la lanza de uno de los guardias. Me lanzó una mirada de advertencia que luego recayó en la roca que sujetaba la cuerda del puente. Entendí al momento lo que quería hacer, tirar el puente abajo. El único problema, yo estaba en él.

Reuní las pocas fuerzas que me quedaban para saltar a la siguiente tabla. El puente se tambaleaba de un lado a otro sin control. Pero a los soldados no parecía importarles porque, a diferencia de mí, avanzaban con rapidez.

"¡Corre!" Escuché a Himiko gritar.

Para este punto, mis manos ardían de dolor por la fuerza con la que agarraba la cuerda para no caerme. Pero tenía que seguir. La tierra del otro lado estaba cada vez más cerca, al igual que mis esperanzas por llegar sana y salva.

Di un último salto para alcanzar el otro lado y me dejé caer sobre la hierba. Los soldados estaban a punto de cruzar el puente, pero Rantaro se adelantó. Levantó la lanza y cortó la cuerda, haciendo que el puente se derrumbase con los soldados dentro.

Se escucharon gritos, seguidos de un fuerte estruendo. Los dos guardias que habían intentado seguirme cayeron al abismo haciéndose añicos. Fui la única que consiguió llegar al otro lado. Y ya no había manera de cruzar. Al menos, no por esa zona.

Estaba sana y salva, al contrario que Rantaro y Himiko. Ambos habían sido aprisionados por el resto de soldados y Keebo les ordenó retirarse. Después de que el robot me lanzara una mirada llena de ira, desaparecieron de mi campo de visión.

Tardé unos minutos en procesar todo lo que había ocurrido, y continué mi camino cuando logré calmarme. Se supone que debía dirigirme al castillo, pero sin Himiko y Rantaro dudaba mucho que consiguiera llegar sin perderme. Habría agradecido un mapa con el camino a seguir...

• ────── ❋ ────── •

Ahora quiero vuestras opiniones!!

¿Qué os está pareciendo esta mini historia?

Y antes de terminar quería pediros una cosa!!

Por favor, NO hagáis spoiler del libro, he visto varios comentarios así y los he tenido que borrar. Sé que la grandísima mayoría de vosotros no lo hace, por eso os pido que si veis a alguien hacer spoiler le llaméis la atención para que lo borre, por favor. Yo, de todas formas, siempre suelo leer los comentarios, pero por si alguno se me pasa. Me haríais un gran favor❤️

Dicho esto, que tengáis un buen día/noche❤️

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro