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14| Un disparo, un segundo

Maki se quedó en silencio.

Todos la miramos esperando una confesión de su parte, pero nunca la obtuvimos.

—Quién iba a decir que la niñera acabaría matando... —se mofó Kokichi—. Aunque tampoco me sorprende, su cara es propia de un asesino en serie.

—¡Maki! —la llamó Tenko, aterrada—. ¿Por qué?

—¿De verdad tenemos pruebas suficientes? —terció Kaito, de forma testaruda—. Quiero decir... Me cuesta creer que Maki sea la mastermind.

El murmullo volvió a hacerse presente en la sala. Al menos hasta que la voz de Maki nos acalló a todos. Nuestras miradas se posaron en ella. La suya era una mirada fría y sin corazón.

—¿Podemos acabar con esto de una vez? —preguntó, dirigiéndose a Monokuma.

La voz de Maki sonaba muy distante. Ella no tenía que morir. ¿Era culpa mía? ¿Fue por salvar a Rantaro que la mente maestra les tendió una trampa? ¿O era Maki la verdadera mente maestra? No, imposible, ese papel le pertenecía a Tsumugi.

Miré a Tsumugi de reojo, pero no pude captar ninguna expresión en su rostro que la delatase.

—Entonces es cierto —sentenció Ryoma—. Maki es la mente maestra.

No, no, no. Esto no tiene sentido.

—¡Misterio resuelto! —se pavoneó Miu—. Y todo gracias a una servidora. De nada, perdedores.

—¡No me digas! —exclamó Kokichi, sarcástico—. Realmente tienes una mente privilegiada Miu.

—Nyhahaha. —Angie comenzó a mover la cabeza de un lado a otro—. ¡Todo gracias a Atua!

—Dirás gracias a Shuichi.... —le corrigió Himiko.

No, no, no... ¡NO!

—¡Esperad! —grite sin pensar, y todos se giraron hacia mí.

—¿Hay algún problema, (t/n)? —preguntó Kiyo.

—No sabemos si Maki es la mente maestra —sostuve, aunque soné demasiado desesperada.

—Tú misma nos guiaste hasta ese razonamiento —replicó Kirumi, confundida—. Todos estuvimos de acuerdo de que nadie, excepto Monokuma, podría haber escrito esa carta.

Lo sabía.... Sabía que Kirumi tenía razón, pero tenía que haber algo que se me estuviera escapando. Algún error. Chasqueé los dientes con impotencia. Quería gritar que Tsumugi era la mente maestra, quería que se la llevaran y quería volver al mundo real, pero, desgraciadamente, no tenía más remedio que callarme. De lo contrario, solo empeoraría mi situación.

—¿(t/n)? —La voz de Rantaro me sacó de mis pensamientos.

No sabía qué decirles, no sabía cómo decírselos...

¿Realmente fue Maki? Prácticamente, ha confesado, pero...

—Deja de intentar alargar esta mierda —me reprochó Miu—. Ya todos sabemos que esa doña coletitas es más puta de lo que parece.

—¡Me niego a creer que Maki es la martermind! —saltó Kaito de repente—. Puede que.... Maki al principio parezca una persona fría y distante, capaz de matar a alguien, pero, por lo poco que he podido compartir con ella, puedo afirmar al cien por cien que nunca mataría a nadie.

Maki ni siquiera se inmutó.

—No seas idiota —le soltó Maki, secamente—. Ni si quiera sabes quién soy.

—¿Quién eres? —repitió Ryoma, tratando de entender el mensaje secreto tras esas palabras.

—¡No me importa! —sostuvo Kaito—. No me hace falta conocerte más para saber que eres una persona que se preocupa por los demás, solo que lo haces a tu manera. Me da igual lo que digan. ¡Es imposible que seas la mente maestra! Yo creo en ti.

Guau.

Eso me había llegado al corazón hasta a mí.

Por desgracia, Maki no pensaba lo mismo que yo.

—Serás idiota y terco —murmuró la chica por lo bajo—. Pero tienes razón. No soy la mente maestra, pero eso no importa porque nadie me va a creer.

—Yo también te creo —solté, al ver que nadie decía nada—. No creo que Maki sea la mente maestra.

—Según las pruebas, Maki es la única que pudo cometer este crimen —contradijo Keebo.

—No he dicho que Maki no sea la culpable —aclaré, y empecé a sentir un nudo en la garganta. Culpar a alguien de asesinato no era tan fácil como creía—. Estoy diciendo que ella no es la mente maestra.

—La mente maestra era la única que sabía de la existencia de la nota —arguyó Kiyo.

—(t/n) tiene razón —dijo Shuichi, de repente—. Nos hemos centrado en la nota que la mente maestra le dejó a Kaede, pero... ¿Y si la mente maestra le tendió una trampa al culpable también?

—¿Te refieres a que el culpable también recibió una carta de Monokuma? —comentó Rantaro.

—Que no la encontrásemos no quiere decir que no exista —proclamé, tragando saliva—. Monokuma pudo haberle tendido una trampa a ambas para que ocurriese un crimen.

—Tiene sentido —añadió Tenko—. Estaba muy nervioso al ver que nadie había matado cuando el tiempo límite llegó a su fin.

—Uff... qué alivio —suspiró Kokichi—. Si hubiésemos descubierto a la mente maestra tan rápido hubiera sido aburrido.

—¿Entonces, Maki es la culpable pero no la mente maestra? —resumió Tenko.

—Pupupupu, así es —interrumpió Monokuma, entre risas—. Maki Harukawa no es la mente maestra de este juego de matanza. Mató por su propia voluntad, yo solo le di un empujón.

Maki bajó la mirada.

—Supongo que no hay que fiarse de las niñeras —dijo Ryoma.

—¿Entonces el verdadero mastermind sigue entre nosotros? —inquirió Tsumugi.

—Es una posibilidad —enunció Kirumi.

—Gonta no entender por qué Maki asesinar a Kaede —se entristeció Gonta.

—Eso es porque la Maki que conocéis es una mentira —dijo Monokuma de repente.

—¿Una mentira? —pregunto Himiko, confuso.

Ella era la asesina definitiva, pero no quería que se supiera. No quería que pensaran de ella como una psicópata. Mataba por una buena razón, para darle dinero al orfanato.

—Maki, ¿por qué? —musité, con un ápice de tristeza.

No quería esto. No imaginaba que Maki sería capaz de matar a alguien dentro del juego. Esa era la última prueba que necesitaba. Todo estaba cambiando. Yo lo estaba cambiando.

—No tengo la obligación de explicaros nada —sentenció Maki, con frialdad—. Monokuma acaba con esto.

—¡Maki! —gritó Kaito—. No puedo aceptar esto, necesito una explicación. Se que alguien como tú no mataría tan fácilmente.

—Pupupupu, no puedes estar más equivocado Kaito —se burló Monokuma mientras se levantaba excitado de su asiento—. Después de todo, Maki realmente es la asesina definitiva.

—¿Eh? —Kaito se quedó conmocionado—. Eso no es posible...

—¿Asesina definitiva? —tartamudeó Miu—. ¿Qué clase de descerebraos contrataría a una niñera asesina?

—Maki, ¿cómo te atreves a mentirnos? —le regañó Kokichi, falsamente—. Eres muy mala.

—Así que no era una niñera después de todo —comentó Ryoma.

—Pupupu que comience la hora del vo... —Monokuma no pudo terminado su frase.

—¡No lo acepto! —insistió Kaito—. No me importa que sea la asesina definitiva. Sé que Maki tiene un buen corazón, confío en mi intuición.

Pero todos pensaban lo contrario, la veían como una asesina de sangre fría...

Aunque yo sabía que eso no era así. Casi me sentía culpable de su muerte, pero, ¿realmente era culpa mía?

—Maki... —Apenas tenía voz para llamarla—. ¿Podrías al menos explicarnos la razón? Dudo que lo hayas hecho por entretenimiento.

—¿No está clara la razón? —bufó Kokichi con gracia—. Es una asesina. Sólo quería salir de aquí y seguir matando a más gente.

Maki le lanzó una mirada de odio.

—Monokuma te engañó, ¿verdad? —le preguntó Shuichi a Maki.

—No se por qué tenéis tantas ganas de saberlo —espeto esta, con tono amenazador—. Soy la asesina definitiva, pero no mato por placer, tengo mis motivos.

—¿Motivos? —repitió Kirumi, con curiosidad.

—Me pagan por matar —soltó de repente, y la sala se quedó en silencio.

—¿Por qué Kaede? —preguntó Rantaro—. ¿Alguien te pagó por ello?

—No, nadie me pagó —La voz de Maki era tan afilada como el cuchillo que había usado para desgarrarle la garganta a Kaede—. El dinero no va para mí.

—¿Quién recibe el dinero entonces? —pregunto Kaito, dolorido.

—Monokuma, acaba con esto ya —zanjó Maki.

Se hizo el silencio en la sala. Nadie se atrevía a hablar. Maki no parecía querer contarnos nada más, después de todo siempre fue muy reservada y no le dio tiempo a establecer un vínculo especial con Kaito. Ni siquiera llegaron a gustarse...

—¡Es hora de votar! —exclamó Monokuma, felizmente.

En la pantalla de mi podium aparecieron varios cuadrados con imágenes de cada uno de nosotros. Me armé de valor y coloqué mi dedo sobre la foto de Maki. Una vez votamos, Monokuma activó un gran panel que mostraba el conteo de los votos. Todos fueron hacia Maki excepto uno, que fue para ¿Kaito? ¿Acaso se votó a si mismo? ¿O Maki lo votó? No, conociéndolo se habrá votado así mismo.

—El culpable ha sido elegido, ¿estaréis en lo correcto o habréis elegido la opción mortal? —anunció Monokuma, entusiasmado.

Entonces comenzó a girar una rueda en la que habían figuras de nuestros cuerpos. Se paró justo en la figura de Maki. Seguidamente leíamos un «felicidades».

—Parece que habéis identificado correctamente al culpable —declaró Monokuma.

Maki no tenía intenciones de volver a dirigirnos la palabra o mirarnos.

—¡No es justo! —Kaito seguía insistiendo—. ¡Fue engañada por Monokuma, él es el verdadero culpable!

-Quién sabe..., puede que lo hiciera igualmente, es una asesina después de todo —intentó fastidiar Kokichi.

—No, estoy seguro de que Maki no es... —Kaito intentó replicar, pero la propia Maki lo acalló.

—¿Por qué me defiendes? Soy una asesina.

—Dijiste que matabas por dinero y que ese dinero no iba para ti —aclaró Kaito—. Eso quiere decir que el dinero es para alguien que quieres, ¿verdad?

Todos se quedaron asombrados ante el razonamiento de Kaito, dejando entrever que Maki podía no ser la mala persona que ellos creían.

—Basta de charla es hora del castigo —interrumpió Monokuma.

Nadie supo que decir. Kaito estaba derrotado, todos en cierto modo lo estábamos. Ninguno de los presente quería ver morir a uno de nosotros pese al crimen cometido. Kaede no se merecía morir, pero Maki tampoco.

Kaito trató de parar a Monokuma, pero era imposible, el castigo había comenzado. Todos bajamos nuestra mirada evitando presenciar tal atrocidad.

—He preparado un castigo especial para la asesina definitiva, Maki Harukawa.

—Maki... —susurró Kaito con la voz rota.

—!ES HORA DEL CASTIGO!

Maldito juego.

Maldito Monokuma.

Maldita Tsumugi.

Si no hubiera sido tan cobarde, quizá esto no hubiera pasado.

Tengo que pensar en una estrategia para derrotar a Tsumugi sin poner en peligro mi vida.

Rantaro pareció darse cuenta de mi batalla mental y acudió a mi lado para poner una mano en mi hombro en señal de apoyo.

Como por arte de magia un enorme botón rojo apareció delante de Monokuma. Este sacó un martillo y se dispuso a apretarlo con él.

GAME OVER

Maki ha sido declarada culpable.
¡Hora del castigo!

De la nada, el suelo bajo los pies de Maki se abrió de golpe y cayó al vacío. Nos quedamos congelados mientras Monokuma colocaba una pantalla gigante delante de nuestras narices para que no nos perdiéramos ni un solo detalle de la terrorífica ejecución.

Me sudaban las manos. No era capaz de procesar lo que estaba a punto de ver. La iba a ver morir. Iba a ver cómo su vida expiraba lentamente sin poder hacer nada. Ni siquiera había música, tan solo gritos de terror.

Cuando la pantalla se encendió, mostró a Maki en una especie de habitación llena de armas. La chica rápidamente cogió una de las pistolas y una daga. De repente, personas armadas y vestidas de negro comenzaron a entrar en la habitación acercándose a ella para asesinarla.

Sorprendentemente, Maki consiguió derribarlos a todos y abrirse camino por las puertas mientras se topaba con más enemigos y hábilmente los esquivaba. Poco a poco su fuerza fue descendiendo y comenzó a tener dificultad para esquivar algunos movimientos, de modo que varias dagas le arañaron el hombro y el estomago.

A pesar de todo llegó a su destino: una habitación de niños vacía. Maki bloqueó la puerta para evitar que más hombres de negro entraran y observó la habitación con cierta nostalgia. La chica corrió a chequear todas las camas y en todas ellas había una foto de un niño con un escrito que ponía: «R.I.P». Maki dio varios pasos hacia detrás, aterrada, y juraría que se le escapó una lágrima.

Justo en ese momento, la puerta se abrió de golpe, dejando entrar a más de cincuenta hombres de negro. Sin embargo, Maki no se inmutó esta vez. Se quedó en el sitio mirando las fotos de los niños. Los hombres de negro estaban cada vez más cerca de ella. No estaba segura, pero creo haberle leído en los labios: «les he fallado».

Al mismo tiempo, Monodam empujó a Monokid hacia los hombre de negro, los cuales lo dejaron hecho piezas.

Acto seguido, pasó lo impensable. Antes de que los hombres pudieran alcanzar a Maki, cogió la pistola y la levantó en el aire. Seguidamente colocó la punta del arma en su sien y puso un dedo en el gatillo. No me dio tiempo a pensar en nada más, nos deslumbró un haz de luz y nos sacudió un estruendo aterrador.

¡PUM!

Era el sonido de la pistola.

Un disparo. Un segundo. Un segundo es lo que tardó Maki en desaparecer.

Su cuerpo sin vida cayó al suelo delante de los confundidos hombres de negro. Durante una milésima de segundo me pareció haber visto la imagen de una mujer de mediana edad tendida encima de una charco de sangre, pero duró tan poco tiempo que di por hecho que me lo había imaginado. Al parpadear, el cuerpo de Maki seguía acostado en el suelo, sin vida.

Se había suicidado.

De su cabeza comenzó a salir un chorro de sangre muy desagradable a la vista. 

Era la primera vez que era testigo de la muerte de una persona.

Y creedme cuando os digo que es la peor experiencia que un ser humano puede vivir. Ahí es cuando te das cuenta de lo efímera y frágil que es la vida humana.

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