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12| No se admiten pervertidos


Inmediatamente después de que sonara el anuncio de Monokuma, que había dado comienzo al juicio escolar, Kokichi y yo nos encaminamos hacia el jardín de la academia. Allí se encontraba la enorme puerta roja que escondía tras ella el ascensor que nos llevaría directamente a la sala de juicios.

En cuanto llegamos, Kokichi se separó de mí y no volvió a dirigirme la palabra. La mayoría de los estudiantes ya estaban esperando al ascensor, y entre ellos distinguí a Rantaro, que casualmente me miró en el mismo instante en el que yo lo hice. Me sonrió, y cuando le devolví la sonrisa, se acercó a mí.

—¿Estás nerviosa? —preguntó cuando llegó a mi lado.

Rantaro me sacaba dos cabezas, así que cuando alcé la mirada, tuve la sensación de haberme partido el cuello. Sus ojos eran enormes y sus pestañas más largas que las mías. Por no hablar de los distintos tonos verdes que coloreaban su iris. Estaba segura de que su mirada tenía que ser la envidia de todas las chicas.

—Un poco —repuse—, pero creo que entre todos podemos destapar al culpable, o eso espero.

—No suelo ser muy positivo, pero tener al detective definitivo de nuestra parte me da tranquilidad —comentó Rantaro, revolviéndose el cabello—. Aunque cabe la posibilidad de que sea él el culpable. En ese caso, lo tendríamos más difícil.

—Confío en que no se dará ese caso —murmuré, y mis ojos se fijaron en Shuichi, que estaba hablando con Kaito.

Se le veía bastante nervioso, incluso tenía un tic en la pierna. Esperaba que ese nerviosismo no fuera a causa de la ausencia de pruebas. Toda mi confianza en este juicio la iba a depositar en Shuichi. Aunque yo también aportaría mi granito de arena, al menos lo intentaría.

—Ya han llegado todos —me avisó Rantaro, haciéndome un gesto para que lo siguiera —. Vamos, el ascensor tiene que estar a punto de abrirse.

Cuando todos pusimos un pie dentro del ascensor, las puerta se cerraron. Se escucharon los traqueteos de cadenas oxidadas cuando éste empezó a descender, y recé para llegar sana y salva a la planta de abajo. Una vez se detuvo, se abrieron las puertas y entramos a la sala de juicios.

En el centro de la sala habían diecisiete podios colocados formando una esfera perfecta. Delante de ellos estaba Monokuma sentado en su prominente trono de color escarlata y a sus pies se encontraban los cinco Monokubs con tronos de menor tamaño.

—Esto es una réplica exacta de una sala de justicia —observó Keebo.

—Hum... Pues qué mal gusto tiene la persona que lo ha diseñado —comentó Ryoma, indiferente.

Monokuma comenzó a reírse por lo bajo.

—¿Qué te hace tanta gracia? —preguntó Tenko, exaltada.

—¿Así es como te entretienes? —cuestionó Rantaro, seriamente.

—Ver a extraños tambalearse en una fina línea entre la vida y la muerte es el mejor entretenimiento —rió Monokuma.

—¡Vaya mierda de humor! —exclamó Miu.

—Aquellos que se lo pasan bien son los verdaderos ganadores de este mundo —declaró Monokuma—, no importa lo que hagas o lo que te hagan si en el fondo te lo pasas bien.

—Es más una molestia que un entretenimiento —se quejó Himiko.

—¡Qué enfermizo! —exclamó Kokichi, casi conmovido—. Aunque eso lo hace más emocionante. En fin, ¿cómo comenzamos esto?

—Hay varios podios en el centro, colocaos en el que indique vuestro nombre —informó Monokuma, apasionado—. ¡Qué comience este juicio mortal!

Me preguntaba si habría un podio para mí. Me suponía que sí. Si había una habitación diseñada para mí, también habría un podio. O eso esperaba. No tenía ganas de dar explicaciones sobre la ausencia de éste. Muy en el fondo, me sentía una infiltrada en el juego, un glitch.

Me paseé por los podios buscando mi nombre. Cuando lo encontré suspiré aliviada. A mi lado llegó una figura alta y esbelta. Me di la vuelta y vi que Rantaro tenía su podio al lado del mío, a mi derecha. Sonreímos al mismo tiempo al darnos cuenta, pero mi sonrisa decayó en cuanto vi que Tsumugi se posicionó a mi lado izquierdo. Me mostró una expresión amigable que yo correspondí a duras penas, pues más que amigable parecía que me acababa de tragar un limón.

Genial, estaba entre el ángel y el demonio.

Una vez todos se hubieron posicionados en sus respectivos podios, Monokuma comenzó a explicar las reglas básicas del juicio. No presté atención porque mi mente quedó absorta en un mar de pensamientos.

¿Lograríamos encontrar al culpable? ¿Qué ocurriría si fallábamos? ¿Moriría de verdad o recuperaría mi vida normal? ¿Podría volver algún día?

Para cuando me di cuenta, Monokuma ya había dado comienzo al debate. Me crucé de brazos y clavé las uñas en mi piel por el nerviosismo.

La persona que había asesinado a Kaede estaba entre nosotros, solo teníamos que encontrarla.

—Hacía tiempo que no participaba en un juicio —comentó Kokichi con entusiasmo, y me percaté de que su podio estaba enfrente del mío.

—¿Ya has estado en otros juicios? —preguntó Tsumugi, con un tono que a mi parecer era muy molesto.

—Como soy un líder supremo del mal y esas cosas... —empezó a decir Kokichi, haciéndose el importante—, he hecho muchas cosas malas, más de las que os podáis imaginar.

Rodé los ojos y negué con la cabeza.

Fantasma.

—¿Qué se supone que tenemos que hacer? —quiso saber Kaito, mientras se frotaba la nuca—. ¿Cómo empezamos esto?

—Gonta nunca hacer juicio antes —dijo Gonta, decepcionado consigo mismo—. Gonta no seguro de cómo empezar.

—¡Primero inspiremos y expiremos lentamente! —exclamó Tenko, haciendo aspavientos con las manos, como si estuviera espantando a una mosca—. Nada de presionar, nada de correr, nada de hablar.

—Pero la comunicación es la fuente de cualquier discusión —protestó Keebo.

—No hay necesidad de preocuparse en cómo proceder —intervino Kirumi, poniendo orden—. No estamos en un juicio normal. Cada uno de nosotros puede ser un posible abogado, fiscal o miembro del jurado, procedamos con eso en mente.

—Kirumi tiene razón —la apoyó Rantaro—, debemos escuchar y respetar los turnos de cada uno para llegar al fondo de esto.

—Entonces ¿me permitís ofrecer el primer tema a tratar? —pidió Kiyo, educadamente.

—¡No intentes hacerte el inteligente, niña del pozo! —farfulló Miu, señalando a Kiyo—. ¡No queremos que ofrezcas una mierda! ¡Sé lo que pretenden las sabelotodos como tú!

—Es un chico, Miu —señaló Tsumugi.

—¿¡Esa cosa salida del infierno es un chico!? —gimoteó Miu

—Miu, no seas exagerada —resoplé, un poco harta de su actitud—. Deja que Kiyo hable.

—¡Tú cállate, sanguijuela! —me increpó Miu, y me llevé una mano al pecho, ofendida.

—Al menos escuchemos lo que Kiyo tiene que decir —intercedió Rantaro.

—Atua ha hablado —anunció Angie, extendiendo los brazos—, dice que es de vital importancia que escuchemos los testimonios de todos.

—No creo que necesitemos intervención divina para llegar a esa conclusión —terció Ryoma, levantando una ceja.

—Empezaré la discusión entonces —declaró Kiyo. No parecía molesto en absoluto por el insulto de Miu. Debería aprender de él—. Hay algo que encuentro muy curioso sobre este caso. ¿Cómo salió Kaede de su habitación si Gonta estaba vigilando su puerta?

—Eso es fácil de explicar —empecé a decir—, resulta que...

—¡Es muy obvio! —me interrumpió Kokichi aposta—. ¡Es porque Gonta es el culpable!

¿Qué?

Kokichi estaba mintiendo descaradamente. Él sabía que Gonta se había quedado dormido por la mañana gracias al testimonio de Kirumi.

—Kokichi, eso no... —iba a contradecirlo, pero alguien alzó la voz por encima de mí.

—¿Eh? ¡No! —negó Gonta, entristecido—. Gonta no hacer daño a la gente, Gonta verdadero caballero.

—¡Sabía que era un hombre! —rechinó Tenko, indignada.

—Apuesto a que usó magia —murmuró Himiko con desgana.

«Cero aporte, Himiko», pensé para mis adentros, y me imaginé un facepalm en toda regla.

—Yo creo a Gonta, él nunca haría algo así —le apoyó Tsumugi—. ¿No viste nada fuera de lo normal anoche, Gonta? ¿Alguien que entrara a la habitación de Kaede?

—Gonta no ver nada extraño —repuso éste, avergonzado—. Gonta quedarse dormido por momentos.

—¿Y cómo sabemos que dices la puta verdad, eh? —le encaró Miu— ¡Nadie puede confirmarlo, Hulk!

—¡Eso no es cierto! —me apresuré a decir, haciendo que todos se volviesen hacia mí. Mierda, me había emocionado demasiado y ahora todos me estaba mirando. Creo que me estaba tomando muy enserio el papel de protagonista—. Quiero decir, Kirumi puede confirmarlo.

—Así es, (t/n) —confirmó Kirumi con sosiego—. Salí de mi habitación a las 6:50H para completar mi deber como maid y preparar el desayuno. Gonta estaba apoyado en la pared durmiendo cuando yo pasé por su lado.

—¿Y por qué cojones no lo despertaste, limpiadora de manual? —le increpó Miu con aires de soberbia.

—Voy a ignorar ese comentario despectivo —repuso Kirumi, educadamente—. Gonta se veía bastante cansado, no era muy servicial de mi parte despertarlo.

—¿Gonta no culpable? —preguntó Gonta, esperanzado.

—Por ahora no, Gonta —lo tranquilicé—. Lo que sabemos es que Kaede pudo haberse escabullido de su habitación cuando Gonta estaba durmiendo.

—¿Y sabemos cuándo salió de su habitación? —quiso saber Ryoma.

—No creo que tengamos la suficiente información para llegar a esa conclusión —terció Keebo.

—De hecho, sí que podemos calcular la hora a la que salió de su cuarto —dije de repente, volviendo a captar la atención de todos. Por alguna razón estaba tomando las riendas del debate. No voy a mentir me agradaba hacerlo—. En su habitación había una nota que convocaba a Kaede para quedar a las 7:00H en la sala de juegos.

Metí la mano en el bolsillo de mi chaqueta y saqué la carta que Kokichi y yo habíamos encontrado en la habitación de Kaede. Se la di a Rantaro para que la viera, y éste se la pasó a Gonta, que a su vez se la pasó Keebo, y así hasta que todos le hubieron echado un vistazo. Cuando Tsumugi me la devolvió, la volví a guardar en mi bolsillo.

—¿Entraste a su habitación? —dijo una voz que me cortó la respiración. Shuichi había hablado por primera vez en todo el juicio, y lo había hecho utilizando un tono acusatorio—. Estaba cerrada cuando... yo lo intenté.

—¿¡Tiraste la puerta abajo!? —se sorprendió Tenko—. ¡Así me gusta! ¡Eres una mujer fuerte, (t/n)!

—Eh... —balbuceé con una sonrisa forzada—. No la tiré abajo...

—Yo la abrí —proclamó Kokichi con un tono infantil—. Como líder del mal, es mi deber saber cómo forzar cerraduras, ¿sabéis?

—No es propio de un líder del mal confesar tener esas habilidades —le advirtió Ryoma, pero Kokichi lo ignoró.

—Dejando eso de lado —intercedió Rantaro, pensativo—, está claro que esa carta fue escrita por el asesino para atraerla al lugar del crimen.

—El asesino probablemente estaba dentro de la sala de juegos sobre esa hora —añadió Kiyo—. Solo tuvo que esperarla y asesinarla sin darle tiempo a reaccionar.

—Está escrita a ordenador —puntualizó Maki—. Ninguno de nosotros tiene acceso a ordenadores.

—Maki tiene razón —coincidí—. No sabemos cómo lo hizo el culpable para escribir la carta.

—Oh, vamos, está claro quién fue —canturreó Kokichi con malicia—. La única persona capaz de  crear un ordenador: el sucio contenedor de semen.

—Sucio contenedor de... —murmuró Miu, babeando—. ¿Es a mí?

—Tú misma te has dado por aludida —se mofó Kokichi—. Eres la única que pudo escribir esa carta.

—¡No es verdad! —se excusó la chica, nerviosa, y miró a todos los estudiantes buscando a quien acusar, hasta que sus ojos se pararon en Keebo—. ¡El robot también puede!

—Mi maquinaria no presenta tal función —rebatió éste.

—Yo no he escrito eso —insistió Miu, sudando—, no tengo los materiales para hacer un ordenador.

—¿Tú no eras la que decía de extirparle las entrañas a Kaede? —recordó Kiyo, con un matiz amenazante. Se estaba vengando por lo de antes.

—S-Sí, p-pero... —balbuceó Miu, jugando con un mechón de su pelo con nerviosismo.

—No creo que fuera posible para Miu escribir esa carta —intervino Rantaro con seriedad.

—Ah, ¿no? —preguntó Kokichi, haciéndose el ingenuo.

—¿Te importaría explicarnos, Rantaro? —le pidió Kirumi.

—Esa carta fue escrita después de nuestro encuentro en el gimnasio —empezó a decir Rantaro—, pues se menciona específicamente en ella lo que pasó ayer. Y cuando acompañamos a Kaede a su habitación, nadie vio ninguna carta por fuera de su puerta, lo que quiere decir...

—Que la carta ya estaba dentro de la habitación de Kaede en ese momento —completé, y Rantaro me sonrió.

—¿Entonces alguien entró a su habitación mientras estábamos en el gimnasio? —cuestionó Tenko.

—Atua dice que eso es imposible —declaró Angie—. Kokichi es el único que sabe abrir puertas sin llave.

—¡Entonces el culpable es el patas cortas de ahí! —exclamó Miu, señalando a Kokichi.

—Con esa voz tan irritante, tú vas a ser la culpable de nuestra sordera —le pinchó Kokichi.

—Os olvidáis de que alguien pudo robarle la llave —recordó Ryoma, volviendo al tema.

—No creo —tercié—, nos hubiéramos enterado si la hubiera perdido.

—Atua piensa que Kaede no hubiera podido entrar a su habitación de haber perdido la llave —añadió Angie.

—N-No estáis t-teniendo en c-cuenta una c-cosa importante —murmuró Shuichi, haciendo que todos nos volviésemos hacia él. Dio un respingo cuando todos los ojos se fijaron en él—. Todos estábamos en el gimnasio cuando le pusieron la carta. Y luego nos dirigimos juntos a las habitaciones. No hay ningún momento posible para entrar a su habitación a escondidas y poner esa carta.

—Eso significa... —empezó a decir Kokichi con emoción—, ¡que ninguno de nosotros pudo haber escrito esa carta, ni siquiera Miu!

—Kokichi, ¿por qué hablas como si supieras eso desde el principio? —preguntó Tsumugi.

—Porque... puede que lo supiera y solo quisiera fastidiar a Miu o puede que no lo supiera —canturreó Kokichi con una sonrisa de medio lado—. Nunca lo sabremos, supongo.

—¡Os dije que era inocente, nenazas! —chilló Miu, y luego se volvió hacia Kokichi—. ¡Y tú me las pagarás por haberme puesto en el punto de mira!

—Pero si ninguno de nosotros pudo convocar a Kaede, ¿quién lo hizo? —preguntó Himiko.

—Está claro —sentenció Maki con frialdad—. Monokuma.

Por unos instantes, la sala se sumió en un silencio absoluto. Todos nos volvimos hacia Monokuma, el cual estaba disfrutando de un enorme cuenco de palomitas. En el momento en el que se dio cuenta de que todas las miradas estaban fijas en él, apartó el cuenco y se acomodó.

—¿Era una trampa, verdad? —cuestionó Maki, con un matiz amenazante.

—Padre nunca escribiría una carta así —negó Monokid.

—Eso no es verdad —terció Monotaro—. Yo vi cómo la escribí...

—Cállate, bastardo —le gritó Monokid.

—Ya la has cagado —se lamentó Monophanie.

—O sea que sí la escribió Monokuma —sonrió Kokichi.

Monokuma no dijo nada, pero su silencio hablaba por sí solo: estaba aguantándose las ganas de matar a sus hijos.

—Pero ¿por qué Monokuma escribiría eso? —quiso saber Tenko.

—Para matar a Kaede —concluyó Angie, oscureciendo su rostro.

—¡Ja! Sabía que el culpable era Monokuma —se regodeó Miu, señalándose a sí misma—. ¡Soy una puta genia!

—Más bien, solo puta —se burló Kokichi.

—Puede que yo escribiera esa carta —comenzó a decir Monokuma, lanzándole miradas asesinas a sus hijos—, pero yo no puedo mataros, las normas me lo prohiben.

—Tú no, pero sí la persona que está controlándote, ¿no es así? —le encaró Rantaro, mirándolo fijamente.

Monokuma no articuló palabra, tan solo entornó sus ojos hacia Rantaro. Este último había dado en el clavo, y eso había molestado al oso.

—¿Entonces el culpable es Monokuma? —preguntó Kaito, y mostró una expresión de sabelotodo—. Lo supe desde el principio.

—¿Y por qué no lo dijiste antes, huevón? —farfulló Miu.

—Eh... —balbuceó Kaito, sudando—. Prefería que lo adivinarais por vuestra cuenta....

—No es Monokuma —terció Ryoma, con una expresión un tanto tétrica—. El culpable es la mente maestra de este juego.

Inmediatamente, miré a Tsumugi de reojo. La chica hacía muy bien su papel de sorprendida. Nunca habría adivinado que ella era la mente maestra si no lo supiera ya. ¿Pero realmente fue ella la asesina de Kaede? ¿Así de fácil? En el juego ella mató a Rantaro, pero lo hizo porque se dio la ocasión perfecta para inculpar a otra persona. En este caso era distinto, no había nadie a quien pudiera inculpar.

—¿Quién es la mente maestra? —exigió saber Kaito—. ¡Qué de un paso adelante ya!

—Kaito, no creo que eso sea... —No pude terminar la frase, otra voz se alzó encima de la mía.

—Seguro que es uno de vosotros, hombres degenerados —acusó Tenko, en posición de ataque.

—No sirve de nada lanzar acusaciones al aire —declaró Rantaro—, debemos continuar repasando los hecho para encontrar más pistas.

—Coincido —dijo Kirumi—. Sabemos que Kaede se reunió con la mente maestra sobre las 7:00H en la sala de juegos, y al llegar allí cometió su asesinato.

—¿Ryoma no dijo que fue a la sala de juegos por la mañana? —dijo Kokichi, con un tono inocente que pretendió ser acusatorio.

—Hum —afirmó Ryoma con firmeza—. Así es.

—¿Y no viste al asesino de Kaede? —quiso saber Angie, balanceándose sobre sus talones.

—No —sentenció Ryoma—. Me desperté temprano y fui a la sala de juegos para matar un poco el tiempo, pero ambas puertas estaban cerradas, así que cambié de idea y me dirigí al comedor.

—¡Apuesto a que mataste algo más que el tiempo! —le acusó Miu.

—Puedo confirmar lo que cuenta Ryoma —añadió Kirumi—. Él apareció por el comedor poco después de las 7:00H.

—Tiempo suficiente para asesinar a nuestra pobre víctima —puntualizó Kiyo con suspicacia.

Ryoma no contestó, simplemente desvió la mirada, como si no estuviera interesado en el tema.

—Puede que Ryoma diga la verdad —salté en su defensa—. El cuerpo de Kaede se encontraba cerca de la segunda puerta. Eso como si hubiera entrado por esa, en lugar de la principal.

—La principal está más cerca, que pereza entrar por la segunda —musitó Himiko.

—Bueno, no es tan raro a lo mejor Kaede quería caminar más —sugirió Kaito.

—No, hay pruebas que nos indican que la puerta principal estaba bloqueada —terció Rantaro.

—Si mi información no es corrupta —proclamó Keebo—, ninguna de las puertas de la sala de juegos presentan cerrojos, es imposible cerrarlas.

—A no ser que utilices ese objeto... —balbuceó Kokichi como quien no quiere la cosa.

¿Ese objeto? ¿Se refería a....?

—¿El tenedor roto? —pregunté con un hilo de voz.

—Exacto —confirmó Kokichi—. La manera en la que lo rompieron lo confirma.

—Yo pensé lo mismo —agregó Rantaro—. He visto a varias personas usar esa estrategia. Al estar la púas dobladas hacia dentro, encajan perfectamente en la ranura de cierre de la puerta. Y si colocas el mango horizontalmente entre las púas del tenedor...

—Tienes un cerrojo casero —completó Kiyo, alzando ambas cejas.

—Exacto —afirmó Rantaro.

—Las marcas en la puerta principal refuerzan esa teoría —dictaminé—. Ahora solo nos queda averiguar por qué querían cerrar la puerta.

—¿No dijo el enano malote que las dos puertas estaban cerradas? —espetó Miu, señalándolo con desprecio.

—Pero solo había un tenedor en la escena del crimen —comentó Keebo.

—Quizá el culpable usó dos tenedores pero se olvidó uno en la escena del crimen —sugirió Angie.

—No creo que alguien sea tan estúpido como para eso —terció Maki con frialdad—, puede que Kaito, pero estamos hablando de la mente maestra.

—¿Por qué yo? —se quejó Kaito, pero Maki decidió ignorarlo.

—El tenedor solo se usó en la puerta principal —dijo Shuichi, de repente. Se notaba que estaba haciendo un esfuerzo para participar en el debate, y eso me alegró—. La puerta secundaria tuvo que ser bloqueada de otra manera, ya que no tenía las marcas que tenía la principal.

—¿Y cómo sabemos que Ryoma dice la verdad? —le pinchó Kokichi, parecía que su pasatiempo favorito era acusar a los demás—. Sabemos, indudablemente, que la puerta principal estaba cerrada aposta debido a las marcas que el tenedor dejó en ella, ¿pero la secundaria realmente estaba cerrada? No encontramos marcas en ella.

Shuichi parecía querer hablar pero fue cortado por Miu.

—¡Está claro! —exclamó Miu, haciéndose la inteligente—. El enano malote es el culpable. Entró en la sala antes que Kaede y cuando ella apareció por la puerta... ¡ZAS! Le cortó el cuello.

—Si Ryoma hubiera matado a Kaede —empezó a decir Rantaro—, se habría manchado de sangre, pero Kirumi no vio ni una gota en su ropa, ¿no es así?

—En efecto —confirmó Kirumi.

—Pudo haberse limpiado antes de dirigirse al comedor —propuso Kiyo—. Hay baños cerca de la sala de juegos.

—¿Y qué arma utilizó el asesino? —quiso saber Tenko—. Tuvo que ser bastante afilada, pero no encontramos nada en la escena del crimen.

—Kirumi puede responder a eso —observé.

—No tenemos pruebas certeras —empezó a decie Kirumi—, pero esta mañana faltaba un cuchillo de la cocina, uno de los cuatro más afilados.

—Entonces Ryoma se llevó el cuchillo de la cocina antes de que Kirumi llegara —empezó a explicar Kokichi con emoción—, se dirigió a la sala de juegos y se cargó a Kaede. Luego se limpió y volvió al comedor como si nada hubiera pasado.

—¿Pero Ryoma no se ofreció a morir como primera víctima para ayudarnos? —canturreó Angie.

—Eso es simple, era mentira —sentenció Kokichi—. Ryoma nos ha estado engañando a todos, decía que no le importaba morir para que luego no sospecháramos de él. ¿No es magnífico?

Maldito Kokichi, se salvaba que su podio estaba muy lejos del mío porque tenía unas ganas tremendas de pegarle una colleja. Estaba acusando a Ryoma sabiendo que él no era el asesino. Las pruebas que teníamos no apuntaban a él.

—Ryoma no es el culpable —anuncié, lanzándole una mirada fulminante a Kokichi—. Hay pruebas de ello, ¿no es así, Tenko?

—¿¡Qué!? —profirió Tenko, petrificada—. ¿¡Yo!?

—Tú fuiste al baño que está al lado de la sala de juegos, ¿verdad? —dije, volviéndome hacia ella—. Viste arañazos en el lavabo, ¿no es así?

—¡Oh, es verdad! —gritó ésta, dejándonos sordos—. ¡No lo recordaba!

—Probablemente fueron hechos al tratar de limpiar el cuchillo de sangre —concluyó Keebo.

—¿Qué ocurre con esos arañazos? —quiso saber Kiyo—. Eso solo nos confirma que el culpable fue al baño a lavar el cuchillo después de haber cometido tal atrocidad, no deja a Ryoma fuera de sospechas.

—No a cualquier baño —declaré—. Fue en el baño de chicas.

—Oh, entiendo... —murmuró Kiyo, asintiendo con la cabeza.

—¿Y qué más da? —bufó Miu, llevándose un dedo a la sien y girándolo como si estuviera clavando un tornillo—. ¿Lo tuyo es enfermedad o eres así de estúpida?

—Gonta no entender nada —se lamentó Gonta.

—Ya veo... —murmuró Rantaro, y se giró hacia Monokuma —. ¿Podemos entrar en el baño del sexo contrario?

—Pupupu —rió el oso—. Esta escuela no admite a pervertidos, así que entrar al baño del sexo contrario se castigaría con la muerte. Lo pone en las normas.

—¿Eso qué quiere decir? —quiso saber Himiko.

—Quiere decir que el culpable es una chica —declaré, tragando saliva y mirando a Tsumugi de reojo—. La mente maestra es una chica.

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