11| Con cuchillo y tenedor
Un asesinato. ¡Tenía que investigar un asesinato! Lo mirase por donde lo mirase sabía que acabaría en desastre. Siempre me habían gustado los juegos de detectives, hubo una época en la que me vicié al Profesor Layton, pero eran solo eso, juegos. Y, por desgracia, no valían como experiencia en mi curriculum de detective.
Además, no me consideraba una chica muy lista. Más bien, era del promedio. Aunque mis profesor de matemáticas siempre decía que yo era un insulto viviente para la inteligencia humana, pero eso se lo decía a todos los que reprobaban su asignatura.
—¿(t/n)?
La llamada de Kokichi me devolvió a la realidad, y me dieron ganas de pegarle, porque estaba muy cómoda dentro de mis pensamientos.
—¿Qué quieres?
—Cuida tu mal genio, Miss Arisca —me advirtió, sacando un aparato de entre su ropa—. Saca tu monopad, anda.
Rodé mis ojos y saqué mi monopad (no porque él me lo ordenara, sino porque era esencial para la investigación). Cuando lo encendí, vi un mensaje en la pantalla: «archivo Monokuma actualizado». Al apretarlo, apareció la información básica del asesinato junto con una foto de la víctima.
ARCHIVO MONOKUMA:
• Víctima: Kaede Akamatsu.
• Tiempo estimado de la muerte: 7:00H.
• Causa de la muerte: La parte anterior del cuello de la víctima ha sido cortada con un objeto afilado. Ninguna otra herida ha sido identificada.
• Información adicional: El cuerpo fue encontrado en la sala de juegos.
—¿Quiénes encontraron el cuerpo? —pregunté con curiosidad a Kokichi.
—Veamos... —dijo él, llevándose una mano a los labios, y me di cuenta de que eran muy delgados y pálidos—. Fuimos Gonta, Kaito, Shuichi y yo.
—¿Tú?
—Cuando salí esta mañana de mi habitación, vi a Kaito y a Shuichi discutiendo con Gonta, así que me acerqué a molestarlos un rato y...
—¡Cómo no! —le interrumpí rodando los ojos, y él frunció el ceño—. Perdón, continua, mister embustero.
—Conseguí convencer...
—Manipular— tosí adrede, y él torció sus labios y entornó sus ojos—. Perdón.
—Como iba diciendo, convencí a Gontar para que dejara salir a Kaede unos minutos, pero cuando tocamos ésta no respondió. Usé mis habilidades de líder supremo para abrir la puerta y descubrimos que no estaba en su habitación. La buscamos y la encontramos muerta en la sala de juegos. Eso fue sobre las 9:00H, justo cuando sonó el anuncio de cadáver.
—Entiendo... —balbuceé, deslizando mi dedo por la pantalla para seguir leyendo el archivo—. La hora estimada de la muerte es a las siete de la mañana, eso es antes de que sonara el despertador de Monokuma de las 8:00H. Se supone que a esa hora no debería haber nadie despierto.
—Tú lo has dicho, «se supone» —puntualizó Kokichi—. Me pregunto qué haría Kaede levantada tan temprano.
—Yo me pregunto por qué acepté investigar contigo —le pinché.
—Porque me adoras —repuso con arrogancia.
—Ni en mil años adoraría a un chico tan repelente como tú —rezongué, girándole la cabeza.
No te pareces nada al Kokichi del juego que yo adoraba, tú eres mucho más arrogante y embustero.
—Ya veremos cuánto tardas en desmentir tus propias palabras —rió, picaresco.
—¡Volvamos al caso! —exclamé, arrugando la nariz.
—Eres tú quien se ha desviado del tema.
—¡Y ahora quiero volver a él! —exigí, pegando prácticamente mi nariz al monopad—. De hecho, ahora que lo pienso, fue una buena pregunta la que hiciste antes. —Y al ver que sonreía, exclamé—: ¡No pongas esa cara de sabelotodo! Lo que quiero decir es que Kaede estaba siendo vigilada por Gonta, ¿cómo se supone que salió de su habitación?
—¡No perdamos el tiempo y preguntémoselo a él directamente! —declaró, dándose la vuelta para salir de la sala.
—¡Espera! —lo detuve agarrando la tela de su camisa, y él se volvió hacia mí alzando una ceja—. Aún no hemos examinado el... cuerpo.
Tragué saliva y sentí mis dedos sudorosos. Durante el poco tiempo que llevábamos investigando, no me había atrevido a mirar el cadáver. Tenía la sensación de que si lo hacía, echaría todo el desayuno por la boca.
—No hace falta —comentó, negando con la cabeza—. Examinar el cuerpo no nos va a aportar nada nuevo.
—¿Tú qué sabes? —chisté—. No me hace ilusión hacerlo, pero pueden haber pistas importantes.
—¿Qué pistas van a haber? —dijo, rodando los ojos—. Es el aburrido cuerpo de Kaede, no va a haber nada nuevo.
No le hice caso y me dirigí hacia ella. Su cuerpo estaba inmóvil y pálido, probablemente en proceso de descomposición, y pensarlo me removía las tripas. Keebo estaba agachado examinando el cuerpo con mucha cautela, así que me acuclillé a su lado para observar mejor la escena.
La posición en la que había quedado el cadáver era un tanto tétrica. Kaede estaba boca arriba con un charco de sangre debajo de su cabeza, procedente de la herida de su garganta. Había sido un corte limpio y profundo. Sumado a eso, la mochila hacía que su espalda se arqueara dando una visión muy dolorosa de la escena.
—Keebo, ¿has visto otra herida aparte de la de su cuello? —quise saber.
—Negativo —proclamó, sin apartar su vista del cuerpo—. Ninguna herida externa aparte de la evidente.
—¿No hay ninguna pista importante que el asesino haya podido dejar atrás? —pregunté.
—Negativo —repuso con rapidez—. No he visto signos de forcejeo ni nada por el estilo. Todo apunta a que no tuvo tiempo de defenderse.
—Gracias, Keebo —dije con una sonrisa, y me puse en pie para volver con Kokichi, el cual me miraba con cara de «te lo dije».
Cuando llegué a su lado, su sonrisa se amplió.
—No lo digas —le advertí.
—Te lo dije —soltó, y pareció quedarse muy a gusto—. No servía de nada examinar el cuerpo, ahora por tu culpa hemos perdido un valioso minuto.
—¿Sugieres que no lo investigue y pase por alto alguna pista importante? —dije, cruzándome de brazos.
—Escucha —suspiró, y se volvió más serio—. El cuerpo no es importante, en cambio, la localización de éste sí.
—Creo que es obvio donde está localizado —comenté, señalando mi alrededor—. Estamos en la sala de juegos, ¿recuerdas?
—(t/n), te creía más inteligente —espetó Kokichi, exagerando la decepción—. A ver, ¿cuántas puertas tiene la sala de juegos?
—¿Te estás burlando de mí? —escupí, frunciendo el ceño.
—Podría, y tengo muchas ganas de hacerlo —empezó a decir, tragándose una sonrisa —, pero te estoy hablando muy en serio. Responde a la pregunta. ¿O es que no te han enseñado a contar?
—Dos —sentencié, lanzándole una mirada asesina—. Dos puertas.
—Exacto, la principal y la secundaria —afirmó, y luego levantó la comisura derecha de sus labios—: Me alivia que sepas sumar uno más uno, pensé que iba a ser demasiado para ti.
—¡Sabía que solo querías burlarte de mí! —le acusé.
—No puedo resistirme si me das tantas oportunidades para hacerlo —sonrió, divertido—. Pero ese no era mi objetivo principal.
—¿Tu objetivo principal? —repuse, sin entender un carajo.
Esto era peor que resolver problemas de energía cinética en clase de física. Y que yo dijera eso era preocupante.
—Si vinieras a la sala de juegos por el pasillo —comenzó a decir—, ¿por cuál de las dos puertas entrarías?
—Mmm... —Miré ambas puertas antes de contestar—. La principal, supongo. Tienes que caminar menos para entrar por esa.
—¡Ding, ding, ding! —exclamó, entusiasmado—. ¡Correcto! Ahora mira dónde está el cadáver.
—Está disfrutando de esto, ¿verdad? —murmuré.
—Digamos que soy experto en el tema de los asesinatos —aseguró con una tétrica expresión.
Le hice caso y miré el cuerpo de Kaede una vez más. Al principio no descubrí nada nuevo, pero luego me di cuenta de que estaba, prácticamente, en la entrada de la puerta secundaria.
—Espera ¿estás sugiriendo que Kaede entró por esa puerta? —dije, señalando la secundaria.
—¡Eso es lo que tenemos que averiguar! —proclamó, chocando su hombro con el mío, que estaban al mismo nivel—. ¿No es emocionante?
—No, la muerte no es emocionante.
—Tú tampoco eres emocionante —se quejó, emitiendo un chasquido de molestia.
—No es mi intención ser emocionante —sentencié—. Sigamos con el caso, no nos queda mucho tiempo. ¿Por qué mencionaste lo de las puertas?
—Porque la puerta principal estaba cerrada cuando Kaede intentó entrar a la sala de juegos, por eso entró por la secundaria —explicó—. Pero cuando nosotros descubrimos el cadáver, la puerta principal no estaba cerrada.
—Pues claro que no estaba cerrada —comenté mientras nos acercábamos a ella—. No tiene ningún cerrojo, no se puede cerrar.
—Eres muy simple —resopló—. No siempre van a estar las respuestas delante de tu cara, ¿sabes? A veces hay que buscarlas.
—¿Por qué estás tan seguro de que la puerta principal estaba cerrada cuando vino Kaede? —quise saber—. Pudieron matarla en cualquier sitio de la sala y arrastrarla hasta la otra puerta.
—Habría un rastro de sangre si hubiese sido así.
—Vale, tienes razón, pero pudieron matarla cerca de la puerta secundaria por simple casualidad.
Él suspiró y negó con la cabeza.
—Las casualidades no existen, (t/n).
—Sí que existen. —Al ver su expresión burlona, me di cuenta de lo que pasaba—. Sabes algo que yo no, ¿verdad?
—Nishishi, me has pillado —admitió—. Escuché a Ryoma decir algo de una puerta cerrada.
—¡Lo sabía! —rechiné—. ¡Y tú tratándome de estúpida!
—Es que lo er...
—¡Cállate! —le corté, con los mofletes hinchados—. Ya sé lo que vas a decir, y no quiero oírlo.
Hice una mueca con mis labios y me acerqué a la cerradura de la puerta principal para examinarla. Para mi sorpresa, habían pequeños arañazos en la parte metálica de la cerradura. Pasé mi dedo por ellos y sentí la superficie rugosa.
Me di la vuelta para advertir a Kokichi sobre las marcas, pero no estaba a mi lado. Lo vi unos pasos más allá, agachado en el suelo observando algo.
—¿Qué haces? —pregunté cuando llegué a su lado—. ¡El objetivo de investigar en parejas es hacerlo juntos, pero tú pasas de todo!
—Calla, estoy pensando —me chistó.
Fue entonces cuando me di cuenta de que estaba observando un tenedor roto. ¿Qué diantres hacía examinando un tenedor roto? Cualquiera podía haberlo dejado ahí.
Me agaché a su lado para mirarlo de cerca. De lo concentrado que estaba Kokichi, ni se percató de mi presencia. Cuando volví a mirar el tenedor, me di cuenta de que no estaba roto de una forma natural (aunque tampoco sabía cuál era la forma natural en la que se rompía un tenedor). La parte del mango estaba separada de la principal, que contenía las púas. Por si eso no fuera poco, las puntas de las púas estaban dobladas hacia dentro.
—¿Qué degenerado ha doblado así el tenedor? —inquirí, contrayendo mis facciones.
Kokichi no respondió, seguía inmerso en sus pensamientos, cosa que no ocurría a menudo. Me quedé mirándolo con perplejidad, esperando a que saliera de su aturdimiento para escuchar una de sus ingeniosas teorías sobre el crimen. Ahora que me fijaba, tenía un perfil bonito...
—Ya veo... Así que es eso —musitó en voz baja.
—¿Qué has dicho? —pregunté, y fue entonces cuando se dio cuenta que yo estaba a su lado.
—Nada, hablaba conmigo mismo —se apresuró a responder.
Me puse en pie (Kokichi seguía agachado) para parecer más alta e intentar imponer más respeto, cosa que se me daba de pena.
—Me estás ocultando información —sentencié.
—No.
—Sí.
—No estoy en la obligación de contarte todo lo que sé —comentó, mirándome con recelo mientras se ponía en pie y me igualaba en altura—. Podrías ser la asesina de este caso.
—¿Sigues pensando eso? —suspiré, y puse mis ojos en blanco—. Vamos, soy demasiado torpe como para matar a alguien.
—Sí, eso es lo que me echa para atrás —bromeó—. Si fueras tú, hubieras dejado muchas pistas incriminándote.
—Que te den.
—Arisca.
—Embustero.
—Veo que hay química entre vosotros dos —dijo una voz grave a mis espaldas.
Cuando me di la vuelta, me encontré a Rantaro sonriendo con dulzura mientras nos saludaba con la mano. Pero él no era la persona que había hablado. A su lado, y unos centímetros más abajo (muchos centímetros más abajo), se encontraba Ryoma, que escondió las manos en sus bolsillos mientras nos saludaba con un gesto de cabeza.
—Si te refieres a lo tóxico que es él —dije, señalando a Kokichi—, tienes razón.
Kokichi elevó una ceja y me lanzó una mirada de «mira quien habla». Por su lado, Rantaro y Ryoma soltaron una pequeña carcajada, haciendo que tanto Kokichi como yo los mirásemos con el ceño fruncido.
Ambos habían estado investigando juntos. Y a diferencia de nosotros, hacían un buen equipo. Habían terminado de investigar todos los lugares sospechosos y habían recopilado una gran cantidad de pistas. Ahora estaban preguntando por testimonios, de modo que nos pidieron nuestra coartada.
Tanto Kokichi como yo estábamos en el dormitorio en el momento en el que se produjo el crimen. Aunque Ryoma no pareció creer en las palabras de Kokichi, pues éste no paraba de reírse por lo bajo. Luego, llegó nuestro turno de preguntarles y abrí las notas del monopad para apuntar sus testimonios.
—Yo estaba en mi cuarto —contestó Rantaro—. No me desperté hasta que sonó el anuncio de Monokuma a las 8:00H —Rantaro me miró con ternura—. Ya tú sabes el resto, (t/n). Toqué en tu habitación y fuimos juntos al comedor.
Kokichi alternó la mirada entre Rantaro y yo, y le vi articular la palabra «cómplices» sin llegar a pronunciarla, por lo que solo yo me percaté de ello.
—Yo tengo un horario mañanero por culpa de la prisión —repuso Ryoma—, así que me levanté sobre las 7:00H y me dirigí a la sala de juegos para matar un poco tiempo.
Ryoma no se daba cuenta, pero nunca elegía correctamente sus palabras. ¿Matar el tiempo? ¿En serio?
—Pero desistí al no poder abrir ninguna de las dos puertas —terminó por decir Ryoma.
—¿Quieres decir que las dos puertas estaban cerradas? —inquirí, con los ojos bien abiertos—. Pero si ninguna de las dos tienen cerrojo...
—Me pregunto qué puede significar eso —canturreó Kokichi, haciendo notar que él sabía la respuesta (pero, obviamente, no nos la iba a decir)—. ¿A dónde fuiste después de eso, Ryoma?
—Al comedor —respondió éste—. Kirumi estaba allí cocinado, ella lo puede confirmar.
—Supongo que eso es todo —proclamó Kokichi, encaminándose hacia la puerta sin siquiera despedirse. Cuando se dio cuenta de que yo no le seguía, se dio la vuelta y me hizo un gesto con la mano—. Vamos, (t/n), mueve tu culo.
—Lo voy a matar... —mascullé por lo bajo.
—¿Has dicho algo? —preguntó Ryoma.
—Nada, nada —repuse con una sonrisa forzada—. Nos vemos luego, en el juicio, supongo.
Me encaminé hacia la puerta para reunirme con Kokichi y ambos salimos en búsqueda de otros testimonios, especialmente el de Kirumi. Queríamos saber si cuadraba con lo que Ryoma nos había contado.
No tardamos mucho en encontrarla, al parecer acababa de salir del baño que se encontraba en la misma planta que la sala de juegos, junto con Tenko. Me sorprendió no verla con Himiko, pero su ceño fruncido hablaba por sí solo.
—¡(t/n)! —se emocionó Tenko al verme, pero cuando recayó en Kokichi su sonrisa desapareció—. ¿¡Por qué ese hombre degenerado está tan pegado a ti!?
—Estamos investigando juntos, Tenko —repuse con una sonrisa forzada—. Imagino que tú estás con Kirumi, pensé que estarías con Himiko.
—Himiko prefirió investigar con «Angie» —dijo, haciendo un gesto de asco al pronunciar el nombre de esta última.
Madre mía, me venía una imagen muy graciosa a la mente al imaginarme a Himiko y a Angie investigando juntas. Una lo justificaría todo con Atua y la otra con su magia. Menuda investigación tendrían que estar haciendo...
—¡Pero Kirumi es muy inteligente, así que no me importa investigar con ella! —añadió Tenko.
A pesar de todo, se notaba que prefería investigar con Himiko, pero no dije nada.
—Gracias, Tenko —comentó Kirumi con dulzura—. Pero la pista del baño la encontramos gracias a ti.
—¿Pista del baño? —inquirió Kokichi.
—Kirumi y yo hemos encontrado pequeños arañazos en el lavabo —explicó Tenko, energética.
—Interesante... —musitó Kokichi para sí mismo, y esta vez ni me molesté en preguntarle su opinión.
—¿Podemos recoger vuestras coartadas? —les pregunté a ambas chicas, y ellas asintieron al mismo tiempo.
—Yo no tengo mucho que decir —contó Tenko—. Estuve en mi dormitorio durmiendo.
—Yo me levanté sobre las 6:50H y me dirigí al comedor directamente —aseguró Kirumi—. Necesitaba tiempo para preparar todo el desayuno, así que estuve en la cocina.
Asentí con la cabeza mientras apuntaba todo lo que me contaban en mi monopad. Le eché un vistazo a Kokichi y vi que él no apuntaba nada, tan solo arrugaba la nariz de vez en cuando. ¿Es que no pensaba apuntar nada? ¿Tan buena memoria tenía? Su expresión de seguridad me daba a entender que ya sabía quién era el asesino, y que no compartiera esas teorías conmigo me daba rabia.
—Debéis saber también que faltaba un cuchillo cuando preparé el banquete esta mañana —añadió Kirumi—. Me di cuenta porque es de los afilados y solo hay cuatro de ese tipo. Lo más curioso es que cuando recogí todos los platos y cubiertos de la mesa, el cuchillo volvió a aparecer.
—¿Estás completamente segura de que esta mañana faltaba un cuchillo? —inquirí, apuntándolo en mi monopad.
—Sin duda alguna —afirmó ella—. Incluso me aventuro a decir que es el arma homicida, aunque no habían restos de sangre en él.
—Un cuchillo desaparecido que aparece misteriosamente después del desayuno —repitió Kokichi con emoción—. Esto cada vez se pone más interesante.
—¿¡Cómo puede parecerte la muerte de Kaede interesante!? —le encaró Tenko, furiosa.
—Yo no he dicho eso —sonrió Kokichi, haciendo enfadar más a Tenko.
—¿Algo más que sea relevante? —intervine, para evitar que Tenko volviese a cargar contra Kokichi.
—Hay algo más —afirmó Kirumi—. Como sabéis, Gonta tenía que vigilar la puerta de Kaede. Pero cuando salí de mi habitación lo vi durmiendo. No era muy servicial de mi parte despertarlo, así que lo dejé estar.
—Eso quiere decir que Kaede pudo escaparse fácilmente sin llamar la atención —observé.
Nos despedimos de ambas chicas y seguimos buscando estudiantes por los alrededores para recoger sus testimonios. Después de dos minutos vagando por los pasillos, nos encontramos con Kaito y Shuichi. Me alegró ver que había buen rollo entre los dos.
—¿Cómo vais chicos? —pregunté, fijándome especialmente en Shuichi.
—¡Genial! —respondió Kaito con ímpetu—. Con Shuichi resolveremos el caso en un abrir y cerrar de ojos, estoy segurísimo.
—Todos están ayudando mucho —murmuró Shuichi con timidez.
—Kaito, sabes que tú también puedes usar eso que llaman cerebro, ¿verdad? —le pinchó Kokichi—. Aunque para lo que puedes hacer, mejor déjaselo a Shuichi, él sí sabrá utilizarlo.
—¡Yo también lo estoy usando! —protestó Kaito, sudando—. Es solo que... ¿para qué malgastarlo si Shuichi lo puede resolver?
—No creo que se malgaste nada —se burló Kokichi.
—¿Estás insinuando que soy estúpido? —masculló Kaito.
—Creo que eso no hace falta ni aclararlo —comentó Kokichi burlesco.
—¡Cómo te atreves! —rugió Kaito, poniéndose rojo de la ira—. ¡Voy a patearte el trasero, mocoso!
—(t/n), creo que se ha colado un troglodita en el juego —me susurró Kokichi lo suficientemente alto para que Kaito lo escuchara.
Puse mis ojos en blanco y vi que Shuichi estaba igual de incómodo que yo.
—¡Maldito enano! —farfulló Kaito, apretando el puño—. ¿¡A quién estás llamando troglodita!?
—En serio, creo que eres demasiado... ¡Auch! —se quejó Kokichi, cuando pisé disimuladamente su zapato.
—Chicos, necesitamos vuestros testimonios —anuncié sonriente, mientras Kokichi me fulminaba con la mirada—. Si no os importa, claro.
—Al menos hay alguien agradable por aquí —bufó Kaito, lanzándole una mirada asesina a Kokichi—. Mi coartada, ¿dices? Estaba haciendo ejercicio fuera. Un hombre de verdad se levanta temprano para entrenar. Deberías unirte a mí, Shuichi.
—¿Y-Yo? —se sorprendió éste.
—¿Alguien puede corroborar que estabas haciendo ejercicio y no matando a Kaede? —inquirió Kokichi con suspicacia—. Para ser alguien tan decidido a ejercitarse no pareces tener el cuerpo que lo refleje.
—¿¡Qué estás insinuando!? —gritó Kaito, levantando el puño a punto de abalanzarse sobre Kokichi.
Por suerte, Shuichi lo frenó poniéndose en medio.
—Kaito debemos seguir investigando —le recordó.
—No, no —intervino Kokichi, mirando fijamente a Shuichi—. Aún queda tu testimonio, Shuichi.
Se hizo el silencio entre nosotros por unos instantes. Era imposible que Shuichi hubiera matado a Kaede, y preguntarle por su coartada parecía casi un insulto.
—Está bien —suspiró Shuichi—. Estuve durmiendo hasta poco más de las 8:00H.
Shuichi y Kaito continuaron su camino, mientras nosotros decidíamos nuestro próximo destino. Kokichi propuso investigar en la habitación de Kaede por si encontrábamos algo relevante, y yo me mostré de acuerdo.
Ibamos avanzando por el pasillo para llegar a los dormitorios cuando Kokichi decidió romper el silencio.
—¿Por qué me has pisado antes? —se quejó, torciendo los labios.
—Porque eres incapaz de mantener tu boca cerrada.
—¡Kaito estuvo a punto de pegarme y no le dijiste nada!
—Tú lo provocaste.
—Solo dije la verdad.
—¿No eras tú el señor de las mentiras? —dije, alzando una ceja—. Deberías aprender a cuándo usarlas.
—¿Eres consciente de que con esa frase estás confirmando que Kaito es estúpido? —comentó con una sonrisa victoriosa en los labios.
—Yo no he... ¡Cállate!
—Nishishi, cómo desees, Miss Arisca.
Continuamos el camino a la habitación de Kaede en silencio, él con esa sonrisa maliciosa en la cara y yo con el ceño fruncido, jurando que algún día le estamparía el monopad en la nariz.
Cuando llegamos, vimos que la puerta de su dormitorio estaba cerrada, así que Kokichi volvió a usar las dos horquillas para forzar la cerradura. Una vez abierta, entramos para examinar cuidadosamente cada rincón. En la mesita de noche encontré una carta arrugada. Antes de abrirla, llamé a Kokichi para leerla junto a él.
Kaede, hoy en el gimnasio vi tu determinación por acabar con la mente maestra y me ha gustado. He
encontrado ciertas pistas que te pueden ayudar. No las he compartido con nadie por miedo, pero si estás interesada en ellas queda conmigo mañana a las 7:00H en la sala de juegos.
—Pero ¿qué? —gruñí, entornando los ojos—. ¡Esto, obviamente, es una trampa! Kaede nunca se creería esto...
—Puede que en condiciones normales, no —terció Kokichi—, pero estaba desesperada por recuperar la confianza de todos. Si tenía la oportunidad de saber algo sobre la mente maestra...
—No dudaría en tomarla para ponerle fin a este juego y que la perdonásemos —completé.
—Vaya, (t/n) —canturreó Kokichi, conectando sus ojos con los míos, y me di cuenta de que le brillaban—. Ya hasta nos completamos las frases, ¿no seremos el dúo perfecto?
—¿Un dúo contigo? —repetí con cara de asco—. ¡En la vida!
—Tienes razón, avanzaría más por mi cuenta que contigo —me pinchó—. La prueba de ello es que no nos va a dar tiempo de investigar el comedor para ver el cuchillo del que hablaba Kirumi.
—¡Oye! No es mi culpa...
—Para nada —murmuró con sorna.
Le lancé una mirada fulminante y centré mi atención en la carta.
—Definitivamente, Kaede fue a esa quedada... —musité para mí misma.
—¿Aún no te has dado cuenta de lo más importante? —suspiró Kokichi con cansancio—. Mira que eres lenta.
—¿De qué estás hablando? —protesté.
—La carta está escrita a ordenador —dijo, acercándose a mí para quitármela de las manos.
—Ey, me la podías haber pedido —me quejé, pero él solo sonrió de forma burlesca.
—Ninguno de nosotros tiene acceso a un ordenador —dijo él, con esa expresión de seguridad que ponía cuando sabía más que yo sobre algo—. Qué curioso, ¿no?
—Super curioso... —murmuré, rodando mis ojos—. Está claro que el asesino escribió esto para atraer a Kaede a la sala de juegos. Además, la convocó a las 7:00H. Eso es muy temprano, antes del anuncio, para que la mayoría de nosotros no tuviera coartada y poderla matar sin ser visto.
—Me alegra ver que se te ha pegado algo de mí —se burló Kokichi, y le hice una mueca.
Abría la boca para contestarle, pero el sonido de los monitores encendiéndose se alzó por encima de mi voz.
—Queridos estudiantes, se acabó el tiempo —anunció Monokuma por los monitores—. ¡Es hora del juicio escolar!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro