04| ¡Habéis picado!
Agotada, como si acabara de correr una maratón, me dirigí al cuarto que me habían asignado mientras los demás hacían lo mismo. El lado derecho de la zona común estaba reservado para los dormitorio de las chicas y el izquierdo para el de los chicos. De reojo vi a Maki lanzarle una mirada fulminante a Kaito, porque éste estaba buscando el cartel con su figura en el lado de las chicas por error.
Estaba a punto de abrir la puerta de mi habitación cuando distinguí una sombra que pasaba detrás de mí y se paraba en la puerta de la habitación contigua a la mía. Era Kaede, y estaba muy afligida por lo ocurrido en el túnel.
Me sentía mal por no haberla apoyado hoy, pero había jugado el juego varias veces y era imposible llegar hasta la salida sin los martillos eléctricos. Aun así, el remordimiento se apoderó de mí y sentí una fervientes ganas de disculparme.
—Kaede —la llamé antes de que ésta entrara a su dormitorio, y ella se giró hacia mí con los ojos vidriosos, cosa que aumentó mi sentimiento de culpa—. Lo siento, por lo de antes.
Kaede se sorprendió y dibujó en su rostro una sonrisa forzada.
—No te preocupes, no debí presionaros tanto, es mi culpa.
—No es tu culpa, solo intentaste levantarnos la moral. Todos estábamos tan cansados y desesperados que quisimos echarle la culpa a alguien, pero no hiciste nada malo.
Kaede me sonrió, esta vez de forma sincera. Parecía que mis palabras la habían animado algo más.
—Gracias, (t/n), valoro mucho que me hayas dicho esto. Buenas noches, descansa.
—Buenas noches.
Kaede entró a su habitación, y yo hice lo mismo. Mis disculpas no solo habían servido para hacerla sentir mejor a ella, sino que yo también me había animado, pues el remordimiento desapareció.
Escudriñé cada rincón del dormitorio con la mirada y me pregunté por cuánto tiempo me quedaría allí. Quizá mañana por la mañana me despertaba en casa con mis padres. Esperaba que no echaran de menos mi presencia, porque me iba a meter en un buen lío cuando vieran que «me había fugado de casa».
Mi habitación era igual que las que se mostraban en el juego. Las paredes estaban pintadas de distintas tonalidades de grises y el suelo era color pardo. Me suponía que todos los dormitorios serían similares. Entonces, me di cuenta de que había una llave encima de la mesa que había delante del sofá.
—¿Una llave? —pensé en voz alta—. Probablemente es la de mi habitación, es importante no perderla.
Como por arte de magia, apareció Monophanie delante de mí, y di un respingo. Nunca me iba a acostumbrar a que los monokubs apareciesen de la nada.
—En efecto, esa llave pertenece a tu encantadora habitación —canturreó Monophanie con dulzura.
—Gracias por la aclaración, supongo.
—Hay muchos chicos pervertidos por ahí, te aconsejo que siempre cierres la puerta con llave —comentó, mientras se movía de un lado a otro con parsimonia—. Pero ten cuidado, si alguien te roba la llave, podrá entrar fácilmente a tu cuarto.
«Mierda, conociendo lo desastre y olvidadiza que soy, tengo muchas papeletas para perderla», pensé para mí misma.
—Eso es todo, dulces sueños —se despidió Monophanie.
Y desvaneció sin dejar rastro.
Me acerqué a la mesita de noche que había al lado de mi cama y me fijé en el reloj digital que había encima de ella. Eran pasadas las 22:00H, y mañana íbamos a quedar a las 8:00H en el comedor, así que ya era hora de irme a dormir.
Me metí entre las sábanas como un rollito de primavera. Estaba agotada, incluso más que al acabar mis entrenamientos. Mientras me dejaba dormir, mi mente se lleno de todo tipo de preocupaciones, desde el partido al que nunca podría acudir hasta preguntarme si mi vida corría peligro dentro del juego.
⭑
*Ding Dong Bing Bong*
—Esto es un anuncio oficial de la academia de jóvenes con talento —gritó una voz chillona, que consiguió despertarme de mis dulces sueños—. Son las 8:00H, nerds. ¡Tiempo de despertarse y enfrentar este sangriento día!
«Mierda, ¿por qué habré puesto un despertador como ese?», pensé media dormida mientras buscaba mi mesa de noche a tientas con la mano.
—¿Qué hora es? —bostecé, buscando el movil. Y entonces me di cuenta—. ¡Oh no! ¡Hoy es el partido y llego tarde!
Aparté las sabanas y me levanté a toda prisa de la cama. Pero cuando observé mi alrededor, me topé con mi nueva realidad. No recordaba que no estaba en mi cuarto, sino que aún seguía atrapada en el juego. Y lo que me había despertado no era la alarma de mi móvil, sino el anuncio de la mañana.
Desorientada y adormitada, procedí a prepararme y acicalarme un poco. Tenía unas ganas tremendas de volver a la cama, pero habíamos quedado en el comedor y no quería llegar tarde.
Terminé de vestirme y me encaminé hacia mi destino. Por el camino, me encontré a Suichi, que parecía estar esperando a alguien. Me imaginaba que a Kaede.
—Buenos días, Shuichi —le saludé entre bostezos.
—Buenos días...
—¿Qué haces aquí? ¿No habíamos quedado en reunirnos en el comedor?
—E-Estoy espe-esperando a alguien —repuso, tapándose el rostro con la gorra.
Me sorprendía ver a Shuichi tan tímido y esperaba que pronto se desarrollase su personaje.
—Está bien, te veo allí entonces.
Shuichi asintió y continué mi camino hacia el comedor. Cuando llegué, la mayoría ya había tomado asiento alrededor de la alargada mesa. Así que yo hice lo mismo, y me senté entre Rantaro y Tsumugi. Minutos más tarde, entraron Kaede y Shuichi.
—Ya todos estamos aquí —anunció Kiyo—. Me alegro, se ve que no han habido víctimas esta noche.
—Por supuesto —confirmó Keebo—. Es ilógico asesinar a alguien.
—Por cierto.... —intervino Kokichi, levantando la comisura de sus labios con maldad—. ¿Estás bien, Kaede?
—¿A qué te refieres? —preguntó ella con nerviosismo.
Sabía lo que iba a pasar ahora: Kokichi iba a sacar el tema de ayer de nuevo para hacer sentir mal a Kaede.
—Es que pareces algo cansada —insistió con un tono vacilón—. ¿Has dormido bien? Porque me da la sensación de que ayer...
Decidí interrumpir a Kokichi antes de que sacara el tema de nuevo, y así evitar una pelea innecesaria.
—Eso, Kaede, ¿dormiste bien? —pregunté con amabilidad, y Kokichi me miró con el entrecejo fruncido.
—Oh... bueno... me levanté varias veces, pero dormí lo suficiente para empezar el día con energía —contestó ella con ilusión—. Ahora pensemos en maneras de salir de aquí.
Antes de que Kaede pudiera decir algo más, Monokuma hizo su aparición para darnos el primer motivo para matar.
—¡El motivo especial que he preparado se llama «La primera sangre derramada»! Lo que quiere decir que para el primer asesinato no habrá juicio. ¡Es gratis!Por lo tanto el primero que mate se graduará inmediatamente.
El pánico se volvió a desatar entre los estudiantes, hasta que Kaede desafió a Monokuma alegando que nunca cometería un crimen solo por salir de aquí. Lo cual fue bastante irónico. Aunque en parte era cierto y en parte no, pues trató de matar a Rantaro. Y aunque finalmente no cometió ella la atrocidad, tuvo intenciones de hacerlo.
—Es como el dilema del prisionero —comenzó a explicar Rantaro, aunque no presté mucha atención.
Había una nueva duda rondando por mi cabeza sin parar: ¿Debía evitar que "Kaede" matase a Rantaro?
Volví a la realidad cuando Kaito corrió hacia Monokuma para destrozarlo. Pero antes de que pudiera acercarse, aparecieron los monokubs para castigarlo por el intento de agresión a Monokuma. Sin embargo, acabó saliendo mal y aplastaron a su progenitor en lugar de a Kaito.
—No sé que está pasando, pero Monokuma está esparcido en piezas —observó Ryoma.
—Obtuvo lo que se merecía —sentenció Kaito haciéndose el héroe pero temblando por dentro.
—No celebréis aún —advirtió Kirumi—. Posiblemente hayan robots de repuesto que aparecerán momentáneamente.
En ese momento, tanto los monokubs como las piezas rotas de Monokuma se desvanecieron en el aire.
—¿Eso quiere decir que Monokuma está muerto? —quiso saber Maki.
—Hmm... todo es un desastre ahora, pero si no hay un jefe final —empezó a decir Kokichi con ilusión—, significa que este juego se ha cancelado.
—¿Cancelado? —repitió Gonta, confundido.
—No lo creo, Monokuma es solo un robot, tiene que haber alguien controlándolo —advirtió Rantaro.
Muy inteligente de su parte, me pregunto que hubiera pasado si no hubiera muerto tan rápido. Seguramente, hubiera sido muy útil en los juicios.
—Estoy de acuerdo con Rantaro —quise añadir—, muy posiblemente hay personas detrás de todo esto.
Inevitablemente, le lancé una sutil mirada a Tsumugi, quien lucía aturdida. Deberían darle un Oscar por la pedazo actuación.
—¡No os preocupéis tanto! —exclamó Kokichi, quitándole importancia—. ¡Definitivamente todo está resuelto!
Eso era una mentira en toda regla.
—¡Hurra! ¡Lo conseguimos! —celebró Angie con una sonrisa—. ¡Nyahaha!
Y Angie se la había creído.
—Esperad, aún no sabemos si... —Kaede trató de devolverlos a la realidad, pero Kokichi la cortó en seco.
—Kaede, para de ser una aguafiestas —farfulló Kokichi, irritado—. Todos seguimos enfadados contigo por lo de ayer.
«Mierda, al final sacó el tema, supongo que hay cosas que no puedo cambiar»
—¿Vas a seguir dándonos órdenes, Kaede? —cuestionó Kiyo con frialdad.
Rantaro trató de caldear el ambiente, pero falló miserablemente:
—Tranquilos, ayer estábamos todos muy cansados, no hay necesidad de...
—¡No me digas que nos quieres volver a meter en ese maldito agujero! —saltó Miu con repugnancia.
—Parad con eso, sabemos que es imposible —sentenció Maki.
—Lo siento... —se disculpó Kaede.
Me había vuelto a sentir fatal por ella.
—Como sea, veo que hemos terminado aquí —anunció Kokichi, feliz, como si hubiera logrado su objetivo—. Qué alivio.
Me hubiera gustado que Kokichi no se mintiera a si mismo, porque estaba claro que lo estaba haciendo. Él sabía perfectamente que el juego no había terminado. Aunque claro, yo no era la más indicada para hablar, pues estaba ocultando la identidad de la mente maestra y todo lo que ya sabía.
Todo el mundo decidió dispersarse, y yo salí tras Kokichi. Quería intentar que se abriera un poco más con nosotros para evitar que acabase como en el juego. Y para ello tenía que intentar hacerme su amiga. Además, tener a alguien como él de mi lado, me vendría bien, Kokichi era muy inteligente. Aunque eso último también podía jugar en mi contra.
Salí del comedor, lo alcancé al fondo del pasillo y le di un toqué en el hombro para captar su atención. Cuando se dio la vuelta y sus ojos se encontraron con los míos, alzó una ceja en confusión. Mierda, no había pensado en cómo empezar la conversación.
—Kokichi —lo llamé con nerviosismo—. ¿P-Puedo hacerte una pre-pregunta?
Mierda, (t/n), deja de tartamudear.
—Déjame pensar... No, no puedes —contestó con una sonrisa, y se dio la vuelta para continuar su camino.
Estaba claro que se estaba burlando de mí, pero lo que él desconocía era lo terca que podía llegar a ser. Y odiaba que me dieran la espalda, así que lo adelanté y le corté el paso.
—(t/n), voy a empezar a pensar que estás colada por mí —dijo con aire desenvuelto.
—¿De verdad crees que todo esto del juego de matanza ha terminado? —le pregunté, ignorando su comentario.
Kokichi esbozó una sonrisa traviesa que yo no correspondí, pues estaba centrada en ocultar el temblor de mis piernas.
—Monokuma está muerto, de ninguna manera puede continuar el juego.
—Suena como si estuvieras convenciéndote a ti mismo.
Había dado en el clavo, y eso le sorprendió. La sonrisa de Kokichi empequeñeció y me observó con perplejidad, como si me hubiera salido una segunda cabeza.
—¿Y tú? —preguntó con recelo.
—¿Yo?
—¿Qué te hace pensar que el juego va a continuar?—cuestionó con tono acusador—. ¿Acaso escondes algo?
Su pregunta me pilló desprevenida y mi reacción me hizo quedar como culpable.
—¿Qué te hace pensar que escondo algo?
Cálmate, estúpida, solo vas a verte más sospechosa si te pones nerviosa.
—Tanto tú como Rantaro sois los más sospechosos de aquí. Después de todo, sois los únicos que no "recordáis" vuestros talentos.
Genial, ahora sospechaba de mí.
Bravo, (t/n), tenías un solo trabajo y has fallado miserablemente.
—Supongo que tienes razón. No puedo negar que me veo sospechosa.
—No te preocupes, estoy seguro de que dices la verdad y que realmente no recuerdas tu talento —comentó con sarcasmo—. Una chica tan mona como tú no mentiría.
Maldición, que no se note la ironía.
—Tú también eres bastante sospechoso, está claro que sabes que esto no ha terminado, pero aún así dices todo lo contrario. Es como si quisieras infundirnos una falsa seguridad.
Mis intentos de defensa eran muy patéticos.
—Esto nos deja en un empate, supongo —dijo, encogiéndose de hombros—. Me voy, es mi hora de la siesta.
Dicho esto, me rodeó y desapareció por el fondo del pasillo.
Mi plan había fallado. En lugar de acercarme a Kokichi, había conseguido que sospechase de mí y me mirase como a una rarita. Vaya, era muy distinto interactuar con los personajes a tiempo real que a través de una pantalla, tardaría en acostumbrarme. Lo bueno era que no tenía que seguir la dinámica del juego, sino que podía hablar con quién quisiera cuando quisiera.
«¿Qué debería hacer? Tengo el día libre al completo. Quizá deba buscar pistas que me ayuden a averiguar cómo he acabado aquí», decidí para mis adentros.
Vagué por los pasillos hasta llegar a la puerta doble que daba al jardín de la academia. Un poco de aire me sentaría bien para reflexionar. Salí del edificio y me puse a caminar por los senderos de tierra. Sabía que a estas alturas Kaede y Shuichi debían estar en la biblioteca descubriendo la puerta secreta tras una de las estanterías.
Pensé en unirme a ellos, pero rechacé esa idea cuando vi una figura alta y robusta sentada en un borde de piedra. Era Rantaro, y estaba inmerso en sus pensamientos. La suave brisa movía su cabello con parsimonia mientras él jugaba con un de sus anillos.
Por lo que sabía de Danganronpa, Rantaro había participado en otros juegos de matanza anteriormente, pero Monokuma se había encargado de borrarle ese recuerdo de la memoria. Él mismo grabó un video antes de entrar a la academia donde le explicaba a su yo del futuro todo lo que debía saber sobre los juegos de matanza, pero ese video estaba en su laboratorio, y ahora mismo estaba cerrado.
Rantaro solo se dio cuenta de mi presencia cuando me senté a su lado y le dediqué una pequeña sonrisa.
—Eres Rantaro, ¿verdad? —pregunté para no levantar sospechas, a pesar de que los conocía a todos muy bien.
—Ese soy yo —suspiró, dejando de jugar con el anillo para introducirlo de nuevo en su dedo—. Tú eres (t/n) si no recuerdo mal, la chica que tampoco recuerda su talento.
—Vaya, así que voy a ser recordaba como la chica sin talento —bromeé.
—Si te sirve de algo, yo seré el inútil chico sin talento —comentó con una sonrisa—. Al menos podemos respaldarnos el uno al otro.
Bueno, él al menos tenía un talento de verdad, solo que no lo recordaba. Rantaro era el superviviente definitivo, pero Monokuma borró ese detalle de su memoria.
—Tienes razón —coincidí, sintiendo la brisa refrescarme la cara—. El jardín de la academia no está tan mal, ¿verdad? Se respira mucha paz aquí fuera.
—Coincido contigo, es un lugar perfecto para pensar. Y eso es justo lo que necesito ahora mismo, está situación me tiene inquieto.
—Sí, creo que todos estamos igual. A veces pienso que es todo una cámara oculta y que en algún momento vendrá alguien gritando: ¡habéis picado!
—Si eso llega a ocurrir, debo darle mis felicitaciones a esa persona, porque se lo ha montado muy bien. Por lo poco, es alguien con dinero, porque la tecnología que compone a Monokuma es muy avanzada. Al menos nunca había visto nada parecido.
—¿Crees que Monokuma se ha ido para siempre? —inquirí, observándolo de reojo.
—Si te soy sincero, no, no lo creo. Estoy seguro de que volverá. Ya ves que no soy muy optimista.
—En el comedor dijiste que, probablemente, Monokuma estaba siendo controlado por alguien. ¿Por qué crees eso?
—Es solo una corazonada —dijo, quitándole importancia—. Pero no te dejes llevar por mí, no suelo estar en lo correcto.
—No sé si lo mío es una corazonada —comenté—, pero yo también creo que hay una persona de carne y hueso detrás de todo esto.
—Solo espero que podamos salir cuanto antes de aquí, tengo que...
Su voz se quedó en un simple susurro.
—¿Qué has dicho?
—Nada —sentenció, poniéndose en pie—. Ha sido una charla agradable, (t/n), pero tengo cosas que hacer. Nos vemos.
¿Por qué tanta prisa de repente?
—Nos vemos luego...
Me quedé sentada en el borde de piedra viendo cómo la figura de Rantaro se hacía cada vez más pequeña en la lejanía. Aún tenía dudas sobre si debía interferir en la historia o ser una mera espectadora. Algo dentro de mí quería salvar a Rantaro, no se merecía morir tan rápido. Nadie se lo merecía. Pero para acabar con el juego de raíz, tendría que asesinar a Tsumugi. Y eso no entraba en mis planes, era demasiado torpe y cobarde como para salir airosa, y no quería morir ni ser ejecutada.
Quizá podía salvarlos a todos sin tener que mancharme las manos de sangre.
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