01| Realidad vs Ficción
Como he redactado de nuevo los primero capítulos, se han borrado todos los comentarios antiguos :(
No tengáis miedo de volver a comentar; yo estaré leyéndoos a todos <3
Me gustaría saber si sois lectores antiguos o nuevos, así que dejadme una R si estáis releyendo y una N si sois nuevos <3
Pd: Si alguien os dice que vais a necesitar terapia, no le hagáis caso, es mentira, jiji.
—Adiós, (t/n), nos vemos mañana en el partido —se despidió mi amiga, tras haberme acompañado hasta mi casa, después de un duro entrenamiento de voleibol—. Y no olvides tus rodilleras.
Mi amiga sabía lo mala que era mi memoria, así que para ella era costumbre recordarme ese tipo de cosas. Olvidarme de lo más importante era algo que me caracterizaba, y me había generado muchos: tierra, trágame.
—Lo sé, lo sé, no me volverá a pasar lo de la última vez —repuse, intentando tranquilizarla—. Nos vemos mañana.
Me acerqué a la entrada de mi casa, saqué las llaves y abrí la puerta. Al cruzar la cocina camino a mi habitación, saludé a mis padres, que ya estaban cenando.
—Cariño, cada vez salen más tarde de los entrenamientos —suspiró mi madre, preocupada, e hizo el ademán de levantarse de la silla—. ¿Te preparo algo de comer?
La oferta de mi madre era tentadora, pero en ese momento solo pensaba en lanzarme como una bala sobre mi cama. Estaba agotada. Además, aún conservaba en mi mesita de noche la caja de chocolatinas que me había regalado mi padre hacía tres días.
—No hace falta, mamá —rechacé, agotada—. Creo que me ducho y me acuesto directamente.
Después de atiborrarme a chocolatinas.
Entré en mi habitación, lancé la mochila a una esquina y fui directa al cuarto de baño, donde me desnudé y entré en la ducha.
Era mi momento de paz.
El chorro de agua hirviendo que caía desde mi cabello hasta la punta de mis pies relajó todo mis músculos. Mi cabeza se inundó de pensamientos, como si el agua caliente hubiera activado mi cerebro (cosa que no era fácil). Pensé en el partido de voleibol que tendría al día siguiente, en el maldito signo que me había jodido todo el problema del examen de matemáticas y en la épica pelea que habían tenido esta mañana dos chicas de mi clase, con tirones de pelo incluido.
Me lancé en la cama, recién duchada y con el pijama puesto, ese de lencería que me había regalado mi amiga por mi décimo sexto cumpleaños. Según ella para conquistar a los chicos, pero lo máximo que conquistaría yo sería a mi peluche con forma de cebra que dormía conmigo desde los cinco años.
Sí, tengo 16 años y duermo con peluches, me presento.
Me tapé con las sabanas, acerqué la caja de chocolatinas y cogí mi movil de la mesa de noche.
Era hora de pegarme la viciada.
Busqué en Youtube vídeos de personas que hubieran jugado Danganronpa V3, como casi todas las noches, y reproduje uno de ellos al azar mientras me atiborraba a chocolatinas, bien merecidas.
Al poco tiempo, el sueño me venció.
⭑
Cuando quise darle la vuelta a la almohada, mi brazo hizo contacto con una superficie congelada. Fue tan desagradable que me dio un escalofrío y abrí de inmediato los ojos, pero a mi alrededor solo había oscuridad.
Por favor, que lo que me haya tocado no sea una muñeca diabólica.
Intenté moverme hacia un lado para buscar mi móvil a tientas en la oscuridad, pero acabé dándome un cabezazo contra una superficie que parecía de metal.
Si sigues así, vas a acabar con las pocas neuronas que te quedan.
Vaya, mi voz interior siempre tan simpática.
Desesperada, empecé a patalear y a presionar con mis manos las cuatro paredes metálicas que me tenían encerrada.
Después de lo que me parecieron años, una de ellas se abrió y salí rodando hasta caer de bruces contra el suelo. De milagro no me partí los dientes. Pasé de encontrarme en un entorno oscuro a uno completamente iluminado, así que mi pupila se tomó su tiempo para enfocar mis alrededores.
Entonces, descubrí que había salido de una taquilla.
¿En qué momento había acabado ahí?
Me levanté del suelo, dolorida, y limpié el polvo de mi ropa. En ese momento me di cuenta de que ya no llevaba mi jodidamente sexy pijama de lencería, sino un uniforme de instituto muy feo.
¿Dónde diablos estaba?
Miré a mi alrededor para intentar solventar mis dudas, pero, lejos de conseguirlo, éstas no hicieron más que aumentar. Me encontraba en una clase de instituto, cuyas ventanas estaban cubiertas por gruesos barrotes y cables de color rojo.
Algo hizo click en mi cabeza.
No podía ser verdad.
Estaba en la clase donde despertaban todos los personajes de Danganronpa V3.
Me pellizqué para comprobar si estaba soñando, y...
—¡Auch! Mierda, soy una bruta, me he dejado una marca.
Si me había dolido significaba que aquello no era un sueño. No, era imposible. Me negaba a creerlo. Aunque tampoco me quejaba, me moría de ganas por salir de la habitación y explorar los alrededores. A pesar de que una parte de mí tenía miedo a lo desconocido.
Al salir, me encontré con un pasillo bastante mal cuidado. Hasta tal punto que la naturaleza crecía rompiendo las tablas del suelo y las paredes estaban cubiertas de moho. Parecía que nadie había habitado el edificio desde hacía siglos.
Me aventuré a seguir explorando hasta llegar a una enorme puerta doble de coloración grisácea, que reconocí como la que llevaba al gimnasio de la academia.
Venga, (t/n), abre la puerta, con dos ovarios.
Detrás de ella me esperaba una espesa claridad que me obligó a entrecerrar los ojos. Por esta razón, tardé en darme cuenta de que no estaba sola y que delante de mí había catorce adolescentes de mi misma edad que reconocí al instante.
Había hecho bastante ruido al entrar, así que todos se volvieron hacía mí, asustados. Me quedé inmóvil, debatiéndome mentalmente entre si saludarlos o no. Eran los personajes de Dangabronpa V3 en persona, y estaba a punto de darme un ataque al corazón.
Antes de que alguno de los presentes pudiera reaccionar, se abrió la puerta detrás de mí con un fuerte estrépito. Una chica de cabellos rubios y un chico que ocultaba la mitad de su rostro tras una gorra acaban de entrar al gimnasio. Eran Kaede y Shuichi, quienes se apoyaron sobre sus rodillas para recuperar el aliento.
—Oh, ha llegado más gente —observó Angie.
—¿Qué? —musitó Kaede, confundida, echando un vistazo a todos los estudiantes.
Como me mire, me desmayo.
Este era el mejor sueño que había tenido nunca. Porque me negaba a pensar que todo eso era real. Más tarde me despertaría mi alarma matutina para ir al instituto, así que tenía que aprovecharlo al máximo.
—¿Queréis que salga para ver lo que está pasando? —preguntó Kokichi.
Eché un vistazo rápido a cada uno de ellos mientras hablaban.
Madre mía, puedo verlos con mucho detalle.
Quiero ponerme a gritar.
No, (t/n), actúa con normalidad o quedarás como una rarita.
—¿Quiénes sois? —quiso saber Kaede, que seguía igual confusa que antes—. ¿Por qué estoy aquí?
—Y con ellos somos diecisiete —anunció Rantaro.
Me quedé petrificada. Rantaro me había incluido y eso confirmaba que podían verme. Por alguna extraña razón, pensaba que yo sería invisible para ellos, algo así como un fantasma, pero me equivocaba. Eso quería decir que podía interactuar con ellos, incluso cambiar la historia. O quizá me estaba emocionando demasiado.
—Me presentaré —proclamó Rantaro—. Soy Rantaro Amami. Dejémoslo ahí por ahora...
—Al fin se han reunido —intervino una voz tan aguda que chirrió en mis oídos.
—¿Eh? ¿Quién habla? —preguntó Tsumugi, asustada—. ¿De dónde viene esa voz?
Fue entonces cuando reparé en que conocía la identidad de la mente maestra: Tsumugi Shirogane. Me preguntaba si podría cambiar la historia o detener las muertes al saber ese pequeño dato.
De un momento a otro aparecieron cinco exisals en medio del gimnasio, los cuales era manejados por los pequeños y adorables monokubs. Sin embargo, cuando salieron de ellos, cambié radicalmente de opinión. Lejos de ser adorables parecían máquinas de matar. Tanta fue mi conmoción que di un respingo. Quería poner una reclamación. Los monokubs no daban tanto miedo en el juego.
—Esto es exactamente lo que pensé que era —masculló Rantaro, más para sí mismo que para nosotros—. ¿Quién está detrás de todo esto?
Los pequeños osos robots se dieron cuenta de que los estudiantes no habían recibido sus primeras memorias falsas, así que empezaron a pelear entre ellos mientras yo me preguntaba si me afectarían esos recuerdos falsos.
—¿Estas bien? —preguntó una voz a mis espaldas—. Estás temblando.
Cuando me di la vuelta, me encontré cara a cara con Kokichi. Al verlo tan cerca, me dio un vuelco al corazón. Tuve que esforzarme bastante para actuar con normalidad. Él no sabía que mi temblor era de euforia y no de miedo.
—Imagino que estás asustada —murmuró con un hilo de voz—, no te preocupes, todo va a salir bien.
No recordaba a Kokichi tan amable, pero imaginaba que era porque aún no había recibido sus primeras memorias.
Rápido, estúpida, dile algo o pensará que eres una maleducada.
—¿Gracias? —Por culpa de mi nerviosismo, más que un agradecimiento parecieron unas disculpas.
Siempre jodiéndolo todo, (t/n).
Estuve a punto de volver a hablar para agradecérselo como era debido, pero las luces del gimnasio se apagaron y no pude ver más allá de mis narices. Se escuchó el murmullo confuso de todos los estudiantes y las pequeñas risas de los monokubs, a quienes oía muy cerca de mí.
Las luces no tardaron en volver a encenderse y nos dimos cuenta de que algo había cambiado. Ninguno de nosotros llevaba ya ese uniforme tan feo, sino las prendas que correspondían a cada personaje. Me fijé en la mía y no estaba nada mal. Se ajustaba bastante a mi forma de ser, pero no me daba ninguna pista sobre cuál sería mi talento.
¿Crees que tú vas a tener un talento? Ingenua.
—Ahora sí parecéis estudiantes talentosos, solo faltan las memorias —proclamó Monotaro, encendiendo la linterna que tenía en la mano.
Lo primero que sentí fue un dolor punzante en mi cabeza. Luego, todo se oscureció y perdí el conocimiento.
Dejadme saber aquí qué os ha parecido este primer capítulo. Lo he mejorado muchísimo en cuanto a ortografía y gramática. Además, he intentado acortarlo un poquito.
Por ahora, no hay mucho drama (ni pandas), pero llegará. Os prometo que llegará. Primero nuestra protagonista tiene que adaptarse a su nueva vida.
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