Epílogo
Cris escuchaba murmullos excitados, los rayos del sol le molestan en los ojos, por eso los protegió con su mano. Se sentía débil y mareada. Intentó incorporarse y una voz la calmó al decirle que los médicos iban en camino. Su corazón brincó de emoción y esperanza, Turey necesitaba ayuda con urgencia, sus heridas eran de graves.
Le juró que cuando recuperaran las fuerzas se marcharían de la isla. No le hizo esa promesa en vano, viajarían a algún lugar de Suramérica, se internarían en lo más profundo de la selva y estarían a salvo. No sabía hasta cuando, pero por algo se empezaba.
Crismaylin recostó la cabeza en el suelo y cerró los ojos, pensó que iba a vomitar. Entonces volvió a oír las voces, en medio de su bruma mental quiso prestar atención porque un miedo atroz le caló en los huesos.
Ay padre amado, es la joven que estaba desaparecida.
Deben de llamar a la policía y a la prensa también.
Cuando llegara la ambulancia.
A Cris se le hizo un nudo en el estómago. Intentó preguntarles por qué hablaban así. En esa época las ambulancias ni la policía existen. Volvió a sentirse mareada, luego enojada cuando alguien puso algo sobre su cuerpo.
Ella no requería de ayuda, Turey, sí. Unos brazos la envolvieron susurrando que todos estaría bien. Sabía que esos gestos no eran más que una mentira reconfortante.
Abrió los párpados y a la distancia visualizó a un Gabriel desnudo, ensangrentado, movía sus manos con lentitud mientras una persona hablaba por un celular. Entonces, su mundo explotó.
Su mente le gritó a su cuerpo que se moviera. Y, cuando oyó el sonido de una sirena, colapsó, una pérdida muy, muy profunda se instaló en su corazón.
Un dolor insoportable la invadió y lágrimas quemaron sus ojos. Y cuando intentó levantarse no pudo, en cambio, gritó de frustración y de rabia. Lloró. Altos y horribles sonidos desgarraron su garganta, tan violentos que sacudieron todo su cuerpo.
Gracias al cielo llegaron los médicos.
Rápido, ayúdenlos, se están muriendo.
Crismaylin no podía creer que hubiera regresado, un dolor palpitante le retorció sus intestinos, encorvando su cuerpo. Turey no estaba con ella, lo había abandonado. Se arqueó con violencia. Él ya no existía, abrió la boca estupefacta mientras el dolor bajaba en cascada por su estómago.
Entonces, sintió la frialdad de la presencia de Gabriel, por un breve momento todo desapareció cuando sus miradas se encontraron. Le sonrió victorioso con rastros de sangre saliendo de su boca. Una ira pura y sin restricciones la llenó. Quiso golpearlo hasta matarlo. Sus labios temblaron y se sintió débil y patética.
De momento le daría paso a la locura, después, regresaría por él.
Aunque eso fuera lo último que hiciera en la vida.
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