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Capítulo 9

Rebecca

¿Que había pasado con Amaya?Alexander no tenía la más mínima intención de decirme, ni él, ni nadie de su familia. Solo sabía que le habían disparado, joder, le habían disparado. Algo me decía que esto era más que un pequeño atentado, era un problema más grande, un problema en el que Amaya no tenía nada que ver sino su padre, el señor Antonio Davies y no solo él, mi padre también estaba involucrado de alguna manera.

Siempre supe que sus negocios eran un tanto...misteriosos. Papá obviamente nunca me quiso hablar de ello, trató de mantenerme lo más alejada posible al punto de no dejarme escuchar ni una de aquellas conversaciones importantes con sus "socios". Al principio me dió igual, pero ahora, después de conocer a Alexander y parte de su oscuro mundo, del que mi padre intentaba manterme alejada, ya era demasiado tarde para calmar mi curiosidad y estaba segura que lo que le había sucedido Amaya era solo el comienzo del caos.

Me aseguré de que mi padre no estuviera en casa para dirigirme a su despacho. Avancé por el oscuro pasillo, hasta llegar a una puerta de madera que, aunque algo desgastada, tenía el nombre de mi padre grabado en dorado. Empujé la puerta suavemente y entré. La verdad es que no sabía por donde empezar a buscar así que me decidí por las gavetas del escritorio, comencé a abrir una por una. En la primera solo habían algunos documentos que a mi parecer no eran importantes pero de igual forma les eché un vistazo. Abrí la segunda gaveta y encontré más documentos, papeles que decían cosas que yo no entendía. Abrí una de las carpetas y de ella salió un sobre amarillo algo desgastado con un sello que indicaba la muerte de mi madre: 22 de noviembre del 2004 el dia de mi cumpleaños número 2.

Rápidamente abrí el sobre y saqué una hoja que estaba igual de desgastada, parecía ser una carta, una escrita hace mucho tiempo. Pasé mi vista por ella con rapidez, ponía un nombre. Era el nombre de mi madre.

Para mi hermosa Marina:

Las noches sin ti se han vuelto frías y vacías, no sabes cuanto me ha dolido tu pérdida, Marina. Extraño aquellos ojos azules que me volvían loco, tu sonrisa, tu pelo, todo de ti. Me haz dado el mejor regalo que un hombre puede pedir: nuestra hija, Rebecca. Quisiera que vieras lo rápido que está creciendo, todo de ella me recuerda a ti, ojalá pudieras ver como corre por los pasillos de la casa llenándola de alegría con sus risas. Perdóname por haberte arrastrado a este infierno. Por no detenerlo cuando aún era posible, por no haber sabido protegerte. Si pudiera echar el tiempo atrás estarías aquí conmigo y con tu hermosa hija. Nunca debí dejar que te entrometieras en esos asuntos tan peligrosos y ahora lo haz pagado con tu vida. No sabes cuanto me duele tu muerte, Marina, intento ser fuerte cada día por nuestra pequeña Rebecca, la protegeré con mi vida así sea lo último que haga.

Eres, fuiste y serás la mujer de mi vida. Te amo y te amaré siempre

Siempre tuyo, Morgan.

Al terminar de leer la carta, sentí como el aire volvía a mis pulmones. Todo estos años he vivido engañada, mi madre no había muerto en un accidente, la habían matado y lo peor de todo era que aquellos negocios de mi padre tenían que ver con su muerte. Él me había ocultado la verdad, una verdad que yo merecía saber. Sin embargo eso no era todo, había otro papel doblado dentro del sobre y algunas fotos. Las fotos eran de mamá y papá juntos cuando jóvenes y una en donde aparecía yo. Desdoblé el papel que estaba junto con las fotos y empecé a leer.

Lugar: El almacén en la Via San Giorgio, a las afueras de la ciudad.
Fecha: 22 de noviembre de 2004.
Hora: 9:00 PM

Morgan

Es hora que resolvamos nuestros asuntos pendientes. Ya sabes lo que está en juego. Nos veremos en el almacén esta noche para discutir los próximos pasos en el trato. No olvides que cada decisión que tomas afecta a todos los involucrados. No falles, o ya sabes quien pagará las consecuencias.

Matteo Rosetti

Matteo Rosetti? Quién era? Tenía que ver con la muerte de mi madre?. No lo sé, pero si algo tenía seguro es que tenía algo que ver con mi padre. Recordaba perfectamente aquella noche 22 de noviembre del 2004, papá había salido por un asunto importante y mi madre salió unas horas después de que él se fuera. Me habían dejado con la nana, recuerdo que mi madre me dió un beso antes de irse, yo le sonreí, sin saber que esa sería la última vez que la vería.

Algunas lágrimas bajaron por mi rostro al recordar aquel momento, pero las limpié rápidamente y guardé el sobre en el mismo lugar que estaba. Salí rápidamente del despacho de mi padre, no quería saber más nada, era suficiente con lo que había visto. Negocios sucios, el asesinato de mi madre, aquel hombre misterioso. Por qué mi padre nunca me había dicho nada?, si quería protegerme la mejor forma de hacerlo no era alejarme de la verdad.

Definitivamente no conocía a Rafael Morgan. Ese no era el hombre que me había criado, que me había amado y que me había protegido de todos. Detrás de todo eso habían secretos, muchos secretos, secretos que yo desconocía y que no se atrevía a contarme. Un sentimiento de odio comenzó a crecer en mí y recordé las palabras de Jane «No te conviene Rebecca, mantente al margen de todo esto».

Al carajo con todo aquello. Si nadie, ni siquiera mi propio padre, se atrevía a contarme la verdad, yo la descubriría, cueste lo que cueste. Empezando por investigar quien era ese tal: Matteo Rossetti.

「⋆」

Caminaba apresuradamente por las congeladas calles de Italia. Ya casi estábamos en invierno y el frío que hacía era irresistible, apesar de que traía un abrigo que me cubría hasta el cuello. Mis labios temblaban al igual que mis manos mientras mi cabello se enredaba con el fuerte viento. Llegué a un pequeño bar y me asomé por el cristal observando a través de el, me pareció ver unas caras conocidas y me apresuré a entrar.

Aunque por fuera se veía pequeño, por dentro era gigante. Adentro había una cantidad considerable de personas y en una esquina sentados en una mesa estaban Jane, Javier y Alexander bebiendo una que otra cerveza, justo lo que buscaba. Me acerqué a ellos cuidadosamente, Alexander tenía su típica cara de culo mientras que los otros dos miraban a la nada.

—¡Rebecca! —exclamó Jane al verme.

—Hola —saludé tímidamente y me senté justo al lado de Javier.

—¿Y tú que haces aquí? —habló Alexander llevándose la cerveza a la boca. Parecía no muy afectado por lo de su hermana, aunque su rostro inexpresivo no me decía nada.

—Pasaba y de casualidad los he visto, ¿no deberías estar cuidando de tu hermana? —cuestioné, alzando una ceja. Alexander me dedicó una mirada fría y seria como si quisiera desaparecerme en ese mismísimo instante.

—No es tu problema —respondió cortante, apartando la vista.

Jane soltó una risa seca y me entendió una cerveza, la cual no rechazé. Todos permanecíamos en silencio hasta que Javier habló.

—¿Cómo está tu hermana Alexander? —preguntó Javier, su mirada era de preocupación.

—No lo sé, pero cuando encuentre al desgraciado que le hizo esto, no vivirá para contar como fue asesinado por las magníficas manos de Alexander Davies —dijo, con un tono de voz frío y lleno de amenazas.

Mis piernas comenzaron a temblar y no era debido al frío. Las amenazas de Alexander me ponían los pelos de punta, realmente temía que cumpliera con lo que decía, aunque no dudaba de su capacidad para matar a alguien. Después de todo, él también era igual a mi padre o incluso peor. Su forma tan tranquila de hablar sobre la muerte, la manera en la que te mira como si pudiera atravesarte el alma y su habilidad única para implantar miedo en los demás, lo hacía aún mas escalofriante.

—¿Tienes alguna pista de quién fue? —preguntó Jane, dándole un sorbo a la cerveza.

—El mayor rival de mi padre, nadie más sería capaz. —dijo Alexander con firmeza, como si estuviera muy seguro de lo que hablaba.

—¿Rossetti? —preguntó Jane, con una expresión de confusión. —Creí que Morgan era el único con ese enemigo, al parecer ambos lo comparten.

Rossetti. Ese apellido me resultaba conocido y sí que lo era. Era el nombre que aparecía en aquel sobre, aquel señor que había citado a mi padre el día de mi cumpleaños y que después de eso mi madre había muerto. Acaso...

—Matteo Rossetti —dije y todos me miraron sorprendidos, no se esperaban que yo supiera sobre el asunto.

Alexander me dedicó una mirada escalofriante. —¿Qué sabes tú de ese hombre? —preguntó

—Que quizás mató a mi madre y ahora va a por tu familia —dije con seguridad, como si supiera mucho más que él. Aunque en realidad el miedo me invadía más que nunca.

Alexander seguía inexpresivo, pero se podía ver algo de desesperación en su rostro. Él sabía, sabía cosas que yo no.
—Y si no cierras tu boca, vas a ser la segunda en su lista de muertos —soltó sin más

Un escalofrío me recorrió la espalda, estaba vez Alexander tenía razón, de echo siempre la tuvo, nunca debí entrometerme en los asuntos de mi padre, pero también quería saber la verdad. Aquel hombre iría a por mí y por todos los que me rodeaban, solo era cuestión de esperar.

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