Capítulo 13
Rebecca
El estruendoso rugido del motor del auto se apagó, indicando que finalmente habíamos llegado. Se detuvo justo frente a la gigantesca mansión, ante mis ojos. Sin pensarlo dos veces, me lancé fuera del auto. Al levantar la vista ví a Lucas, mi mejor amigo de la infancia, con los brazos cruzados y su semblante totalmente serio. Su mirada reflejaba un profundo desdén hacia a Alexander como si su presencia le repugnara por completo.
—¿De verdad Rebecca? —preguntó incrédulo, como si no pudiera procesar lo que estaba ante sus ojos.
—Lucas, ahora no —respondí, tratando de restarle importancia a la situación.
Lucas frunció el ceño.
—Yo preocupándome por ti y tú apareces con este tipo. Tienes prohibido acercarte a él —dijo Lucas, su tono autoritario resonando en el aire.
—¿Y quién lo dice, tú? —interrumpió Alexander, con su habitual sarcasmo.
—No te he pedido tu opinión —se defendió Lucas.
—Claro, y dime, ¿quién eres tú para dar órdenes aquí, eh? —replicó Alexander, desafiándolo.
La discusión se intensificaba y me ví en la necesidad de intervenir.
—¡Basta! —grité, lo suficientemente alto para que ambos me escucharan. —Tú a tu casa —dije señalando a Alexander— y Lucas, tú y yo hablaremos adentro.
Alexander chasqueó la lengua con desdén y me lanzó una última mirada, fijando sus ojos en los míos antes de ofrecerme una sonrisa de lado.
—Ya ves. Todos te tienen en sus manos, Becca —dijo, utilizando un diminutivo de mi nombre que me hizo sentir incómoda. Le devolví una sonrisa forzada y, sin más, me giré para dirigirme hacia la casa. Lucas lanzó una última mirada a Alexander antes de seguirme.
—Rebecca, tienes que alejarte de ese tipo, no te hace bien. Siempre desobedeces solo por seguirlo y ¿para qué? Para que luego haga lo que quiera contigo —dijo Lucas, su tono lleno de preocupación.
—Ya —respondí, desestimando su sermón.
—Te comportas como una cualquiera —añadió, y esas palabras me hirieron como un puñal.
La rabia burbujeó dentro de mí. Sin pensarlo, levanté la mano y la impacté contra su rostro con toda la fuerza que pude reunir. El sonido del golpe resonó en la habitación, y el silencio que siguió parecía eterno. Lucas se quedó paralizado, tocándose la mejilla algo sorprendido.
—¡No te permito que me hables así! —grité, mi voz temblando de furia.
—Solo me preocupo por ti —se excusó él, con una mano en su mejilla aún enrojecida por el golpe.
—¡Vaya! Es guay la forma en la que te preocupas por mí —exclamé con ironía, alzando un poco más la voz.
—Tengo suficientes razones para hacerlo —replicó, dando un paso hacia mí.
—¿Sí? ¿Cuáles? —pregunté, cruzándome de brazos y fijando mis ojos en los suyos, desafiándolo a explicarse.
De repente, sin previo aviso, él se inclinó y pegó sus labios con los míos. El shock me paralizó por un instante, pero luego reaccioné rápidamente. Lo empujé con fuerza, alejándolo de mí.
—¿Qué haces? —grité, furiosa.
Mi corazón latía con fuerza mientras lo miraba, sintiendo una mezcla de sorpresa y rabia. No podía creer que hubiera cruzado esa línea.
—Lo que he querido hacer hace muchos años —confesó.
Aún no podía creer las palabras que salían de su boca, todas causando impacto en mí. Lucas ha sido mi mejor amigo desde que tengo uso de razón, sabía que él tenía algún tipo de amor platónico por mí, siempre lo rechazé, pero no directamente. El salía a fiestas, se liaba con chicas, y eso no me incomodaba para nada. Llegué a pensar que por fin había aceptado que lo nuestro era definitivamente imposible, pero ahora me doy cuenta que ha reprimido esos sentimientos todo este tiempo.
—No sé de que me hablas, Lucas —mentí, tratando se desviar el tema.
—Sí, sí lo sabes —dijo, acercándose un poco más a mí, dejándome atrapada entre él y la pared.
—Sabes cuán obsesionado he estado contigo desde que nos conocemos -continuó, su dedo índice apuntándome—. Y tú —me señaló con firmeza- siempre me has rechazado.
Tragué grueso, sintiendo cómo las palabras se atascaban en mi garganta. Me fijé una vez más en sus ojos verdes, que brillaban con una intensidad casi hipnótica. Las pupilas se dilataban lentamente, reflejando una mezcla de deseo y desesperación que me hizo sentir un escalofrío.
Su pecho subía y bajaba agitadamente, y su expresión era de frustración, como si esperara una respuesta positiva de mi parte.
—Lucas...yo no..
—¿Me vas a rechazar de nuevo? —interrumpió con un tono de voz molesto—¿Es por ese tal Alexander, no?.
Trataba de buscar una respuesta adecuada, una que le aclarara todas sus dudas, pero no la encontraba. Mi mente seguía en blanco tratando de procesar la situación, y todas aquellas confesiones.
—¡Que carajos tengo que hacer para que me ames, Rebecca! —gritó con frustración, haciéndome dar un salto. —¿Por qué? ¿Por qué él? —preguntó con voz quebrada.
—Lucas, para mí eres solo un amigo, nada más —declaré, y su expresión cambió drásticamente. Esta vez, parecía estar mucho más furioso que antes.
Con pasos decididos se acercó a mí, colocando una mano firmemente en mi cuello, presionándome contra la pared. Mi respiración se volvió entrecortada mientras Lucas parecía estar completamente fuera de sí, como si hubiera perdido el control. Sentía la presión de sus manos aumentando cada vez más, casi ahogándome, incapaz de emitir un solo sonido.
—Vas a amarme, Rebecca, lo quieras o no. Serás mía y solo mía; no importa lo que tenga que hacer con ese tal Alexander —sentenció con voz grave.
★
Me aseguré de que la puerta de mi habitación estuviera bien cerrada. La idea de que Lucas volviera a aparecer me aterraba, especialmente después de su comportamiento violento. Aquel chico ya no era el mismo que había conocido; había cambiado de manera drástica y repentina. El miedo comenzó a invadirme, y mi mente se llenó de una lluvia de preguntas sin respuesta. ¿Qué sería capaz de hacer Lucas para deshacerse de Alexander? No tenía idea. No conocía realmente a Lucas, ni a Alexander, ni a nadie en mi vida. Todos parecían esconder oscuros secretos que ocultaban sus verdaderas intenciones.
Mientras me sentaba en el borde de la cama, intenté calmarme, pero la inquietud seguía creciendo dentro de mí. Un leve golpe en la puerta me sacó de mis pensamientos. Giré la cabeza rápidamente en dirección a ella, deseando con todas mis fuerzas que no fuera él, no otra vez.
—Señorita, su padre dice que baje a cenar —habló la sirvienta, transmitiendo un poco de paz con su voz dulce.
—No me apetece —respondí, mientras me recostaba en la cama cerrando los ojos, intentando olvidar todo lo sucedido.
—Es importante, a su padre no le gusta que lo hagan esperar —insistió ella, en el mismo tono de antes.
—Vale — cedí.
Pude escuchar los tacones de la sirvienta resonando por el pasillo, el sonido se desvanecía poco a poco, indicando que la mujer se alejaba. Di un suspiró y con un poco de pereza me levanté de la cama. Salí de mi habitación y bajé las escaleras hasta llegar al amplio salón. No tenía ganas de comer, y mucho menos con mi padre. Además se me hacía raro que justamente él, quisiera cenar conmigo, cuando claramente nunca lo hace con tal de resolver sus "asuntos importantes", cosas de negocios, supongo.
Pasé la vista por el salón y juro que casi se me para el corazón al ver a Lucas sentado en la mesa, al lado de mi padre, parecían tener una conversación bastante agradable. Entre abrí la boca al verlo allí, en mi casa, no lo creía capaz, después de su acción tan violenta. Pero lo que más me sorprendió fue su forma tan cínica de saludarme.
—¡Rebe! —exclamó con entusiasmo —Te estábamos esperando, ven siéntate —dijo, haciendo una seña con sus manos para que me sentara justo a su lado.
No se en que momento mis pies comenzaron a moverse solos en dirección a él. Algo me decía que lo mejor era no negarse a ir, temía de lo que fuera capaz de hacer, aunque la idea de sentarme a su lado no era una de mis favoritas. Sin embargo, lo hice.
—Te queremos dar una súper noticia —anunció mi padre con entusiasmo, como si fuera la mejor noticia que daría. Tanto las expresiones de Lucas como las de él, me decían que no se trataba de algo que me fuera a gustar exactamente, y sí, eso era.
—Lucas se encargará de cuidarte —habló mi padre, con una sonrisa de oreja a oreja como si aquello fuera lo mejor del mundo. Abrí mi boca para intentar protestar, pero mi padre me interrumpió. —Sabía que te negarías así que quién mejor que tu amigo de la infancia para protegerte. —añadió.
Era la peor noticia que me habían dado en toda mi vida después de la muerte de mi madre, una vez más, el señor Rafael Morgan intenta controlar mi vida. La expresión siniestra en la cara de Lucas, observándome, esperando una repuesta de mi parte, una respuesta que lo dejara satisfecho. Pero me negaba a ser parte de su malvado plan, no dejaría que Lucas también quisiera controlarme, no permitiría que hiciera de mí lo que le diera su gana, ni él, ni mi padre.
—No — negué con la cabeza.
Mi padre me miró confuso y el semblante sonriente de Lucas, ahora era serio.
—Me niego, no necesito a un guardaespaldas papá. Estoy harta de que me controlen, soy lo suficientemente adulta para tomar mis propias decisiones —dije, con firmeza.
—No vamos a discutir ya está decidido. Lucas se encargará de ti y punto, yo tengo que resolver unos asuntos de negocios así que me iré de viaje por unos días a Rusia y él te vigilará. No cometas más errores ¿eh, Rebecca?. —advirtió mi padre con ese tono tan característico que implantaba autoridad.
Intenté objetar, pero Lucas apretó mi pierna fuertemente y me dedicó una sonrisa ladeada antes de acercarse a mi oído y susurrar.
—Si intentas negarte, contaré lo de tu querido Alexander. No creo que a tu padre le guste saber que andabas de puta con él ¿no?.
Lo último me hizo hervir la sangre, él estaba sobrepasando todos mis jodidos límites.
—Os juro que esto no se va a quedar así —susurré de vuelta en su oído.
Lucas sonrió una vez más y apartó su mano de mi pierna, dejándola libre. Intenté poner mi mejor cara, como si nada hubiera pasado en esos últimos minutos. Quería enfrentar a mi padre y decirle que ni de coña aceptaría un puñetero guardaespaldas, quería decirle que Lucas no estaba bien de la cabeza, que no era la persona que él creía, pero no me veía capaz de hacerlo. Tenía miedo, y no solo por lo que fuera a contar de Alexander, si no, por lo que sé que él es capaz de hacer. Así que decidí quedarme callada.
—Bien, entonces os dejo, Lucas cuida muy bien de Rebecca, no le quites ni un ojo de encima. —ordenó mi padre para después levantarse de la mesa y salir de allí, dejándonos completamente solos.
No estaba entre mis deseos quedarme con Lucas, a solas.
—¿Por qué carajos estás aquí Lucas? —pregunté, alzando la voz.
—Por ti y solo por ti —declaró, mientras se servía una copa de vino.
—Creí que era por tu madre —dije observándolo fijamente, con los brazos cruzados.
Lucas soltó una risa seca.
—De echo si, estoy esperando que se muera de una vez por todas —confesó con total normalidad.
Me había quedado boquiabierta con aquella confesión. No lo creía capaz de llegar a tal punto, Lucas nunca había sido así, algo en él había cambiado o simplemente no lo conocía lo suficiente, no lo conocía como yo decía conocerlo.
—Eres un cínico de mierda —alegué, aún sorprendida.
—Shh. Ya te irás acostumbrando —contestó con voz relajada, llevándose la copa de vino a los labios.
—¿Acostumbrarme? —inquirí, nerviosa —Joder ¿De verdad eres mi mejor amigo?.
—Sigo siendo el mismo, es jodido que no me conozcas en realidad —dijo, dejando la copa sobre la mesa con un leve golpe para después regalarme una de sus siniestras miradas.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro