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9.- Sentirse bien.


» Los recuerdos te calientan desde dentro. Pero también te destrozan. «

-Kafka en la orilla de Haruki Murakami.

Nunca se me había complicado mentir, sabía que decir, sabía las excusas que todo el mundo se creía respecto a los golpes, pero cuando esa mañana Gema preguntó, no supe que responder.

>> ¿Puedes creer que se ha liado a golpes en el baile de bienvenida?

Esa había sido la respuesta de mi padre ante mi silencio.

No, Gema, no me he liado a golpes. Patrick decidió que era buena idea darme un puñetazo solo por encontrar el saco de la noche anterior en el asiento del copiloto, y al cuestionarme decir que era ridículo que se enojara por eso.

Pero no le digo, al contrario, me ahorro los comentarios y tolero a Gema durante los minutos del desayuno riñéndome por mi comportamiento "agresivo". Por favor, si conociera de verdad a Patrick se daría cuenta que yo no tengo absolutamente nada de agresivo comparado con él.

Y luego estaba Colton, que no dejaba de insistir para que admitiera que mi padre había sido el causante del moretón.

—Han pasado dos días —le reclamo—. ¿Por qué no lo superas?

Él mira a nuestro alrededor, asegurándose que nadie más escucha antes de responder.

—¿Tengo que recodarte que no me creeré más esas excusas de que los golpes te los ocasionaste en Sellwood? —inquiere con molestia—. Mucho menos me creeré que te golpeaste contra el marco de la puerta.

—Y si sabes lo que ocurrió ¿por qué preguntas? —cuestiono con molestia—. Detesto como el infierno hablar sobre eso. Si lo sabes, es solo porque no tuve opción, porque de tenerla ten por seguro que nunca te habría dicho.

Sus intentos de replicar se acaban cuando Jennie y Lucie llegan. La primera me dedica una sonrisa, y la segunda parece haber aumentado su desagrado hacia mí.

Luego de lo que había ocurrido en el baile de bienvenida, Jennie me había interceptado a la hora del almuerzo y aseguro (más de una vez) que lo que ocurrió no fue otra cosa que un impulso del momento. Somos mejores amigos desde el inicio de la preparatoria, echar por la borda la amistad por lo pasó sería demasiado ridículo, así que todo quedo olvidado.

O eso quería pensar.

Había conseguido evadir las preguntas de Jen y de Lucie tan pronto como se dieron cuenta del golpe, casi pude escuchar maldecir a Colton cuando dije: "Un altercado en Sellwood el domingo, nada importante".

Sabía de sobra que solo quería ayudarme, pero su insistencia por admitir algo que él sabía de sobra, era demasiado intolerable.

—¿Han comenzado con el listado de las universidades? —inquiere Lucie—. El profesor Lee dijo que debíamos comenzar a buscar cartas de recomendaciones. ¿Tienen en mente algo?

—Al entrenador Burton, por supuesto —expresa Colton—. No tengo que hacer una lista, Harvard espera por mí.

—Deberías tener algunas otras opciones ¿no lo crees? —cuestiono—. Solo por si algo falla.

—Oh, pero miren quien menciona las "otras opciones" —dice formando comillas con los dedos—. El que menos quiere ir a la universidad.

—He estado pensando en Roseburg —confieso.

—¿Qué ahí no hay solo dos? —cuestiona Lucie—. Umpqua Community College no es precisamente la universidad más segura.

—Sí, pero tomando en cuenta que es la más económica, creo que es una buena opción —admito encogiéndome de hombros.

Centro la atención de nuevo en la comida que tengo enfrente, eso no era una mentira. Sabía bien que una universidad en Roseburg no era la mejor opción, pero también era consciente que papá no querría costear una universidad mejor, lo había dicho un par de veces, para él no merecía la pena.

Mi abuela repetía que no tenía que preocuparme por eso, a la muerte de mi madre dejó un fondo para mi "educación", dinero que mi padre seguramente se había acabado durante los primeros años de su constante encierro y alcoholismo.

La universidad correría por mi cuenta, y Roseburg era lo único que apenas y podía permitirme.

—¿Y has pensado la carrera? —cuestiona Jen.

» Artes.

Tengo el impulso de responder, pero no lo hago porque es estúpido. Los recuerdos de lo que ocurrió la primera vez que me atreví a pensar en el arte como algo serio, regresan. Los golpes, los gritos, la cerámica esparcida por toda la sala, parecen tan frescos que me obligo a mí mismo a reaccionar antes de que puedan notar que algo ocurre.

—No realmente —me encojo de hombros—. ¿Qué hay de ustedes?

Colton iría a Harvard, de eso no quedaba ni una sola duda y estudiaría negocios internaciones y relaciones públicas, Lucie planeaba ir a la misma universidad que Colton (como no) y estudiaría diseño industrial, por su parte, Jennie planeaba postularse en una de las universidades más reconocidas al norte de Oregón.

Parecía que todos tenían su futuro bien trazado, sabían exactamente lo que debían de hacer, en cambio yo, no tenía ni una maldita idea de lo que resultaría.

Había estado guardando un poco de dinero, no era demasiado, pero sabía que intentar ir a la universidad acarrearía más gastos de los que podría cubrir, así que quería estar preparado.

La universidad de UCC ofrecía becas y apoyo económico, las probabilidades de entrar a esos programas eran demasiado bajas, pero nunca cero.

El almuerzo pasa con rapidez y pronto me encuentro en la clase de historia. Henry, un compañero de clase y con el que había entablado más de una conversación, se acerca.

—Dereck ¿ya sabes con quien realizarás el reporte? —cuestiona—, Estaba pensando...

—Sí, ya sabe. Conmigo —Halley aparece detrás—. Lo siento, Henry. Pero Dereck trabajará conmigo. —Le hace un gesto al chico que termina por marcharse, y solo entonces toma asiento a mi costado.

—¿Qué fue eso?

—No iba a arriesgarme a que cambiaras de opinión y decidieras trabajar con alguien más —dice con una leve sonrisa.

—Eres la mejor de la clase, evidentemente no iba a cambiar de opinión —sentencio solo para molestarla. Sus intentos de réplica se ven interrumpidos por la entrada el profesor.

Y durante la siguiente media hora Halley se asegura de tomar todos y cada uno de los apuntes que el profesor dicta para el reporte, no me preocupo por hacer anotaciones porque era evidente que ella tendría todo, así que me limito a escuchar.

Historia es la última clase, así que salimos juntos al estacionamiento. Halley parlotea a mi lado sobre la mejor forma de hacer el trabajo, sobre el tema y por una brevedad de tiempo, me arrepiento de haber aceptado.

—Oye, tranquila —pido con diversión—. No va acabarse el mundo. —Ella resopla.

—Me gusta tener las cosas por anticipado —me rio ante eso. —¿Y bien? —inquiere.

—¿Y bien qué?

—¿Lo haremos en tu casa o en la mía? —intento aguantarme la risa que su pregunta me produce, pero no lo consigo demasiado bien y eso parece irritarla—. ¡Eres un pervertido!

—Vaya, Williams. Que atrevida —ella golpea mi hombro, sin embargo, termina por reír—. Es pronto y...

—¿La tuya o la mía? —insiste. Ruedo los ojos. Ni de broma la llevaba a casa.

—La tuya —respondo.

—Bien, a las cinco en punto. Comenzaremos hoy —un auto estaciona frente a nosotros—. No te atrevas a llegar tarde, Jones. —advierte antes de subir al auto.

—No prometo nada —respondo divertido. Ella rueda los ojos y sacude la mano como ademán de adiós antes de que el auto avance, y entonces se marcha.

Deslizo el navegador hasta encontrar lo que busco. La página oficial de la universidad de UCC se despliega frente a mí, deslizo hasta encontrar la parte de "ayuda financiera" y leo con detenimiento los requisitos.

Probablemente pudiera encontrar un trabajo tan pronto me mude a Roseburg, eso contando con que me admitan en la universidad. Sabía que si quería hacerlo posible debía mejorar mis calificaciones y tal vez acumular algunos créditos con las clases extracurriculares o con los talleres que Cleveland impartía.

—Hola —la puerta de mi habitación se abre, Gema me sonríe mientras ingresa con una charola de galletas y un vaso de lo que creo es jugo.

—Hola —respondo.

—Te traje un poco de esto —dice dejando el plato a un costado del escritorio, da un par de pasos hasta colocarse detrás de mí y observa la pantalla—. ¿Aplicarás para la UCC?

Cierro la ventana, girando hacia ella.

—Lo estoy considerando —murmuro—. Gracias por las galletas.

—¿Ayuda financiera? ¿Solicitaras beca? Tengo entendido que no tienes necesidad de hacerlo, Dereck. A tu padre le va bien.

—No quiero ser una carga, así que si puedo costearla yo mucho mejor.

—Oh, imposible que seas una carga —dice con una leve sonrisa. Se coloca en el borde del colchón, mirándome con detenimiento—. ¿Estás bien?

—Si ¿Por qué no habría de estarlo? —cuestiono.

—No lo sé, últimamente has estado un poco a la defensiva —admite—. Sé que no tenemos una relación cercana, pero, si necesitas cualquier cosa, aquí estoy.

Permanezco en silencio, dejo de mirarla para centrar la atención en las galletas. Estiro una de mis manos para conseguir tomar una de ellas y le doy un mordisco. El sabor a mantequilla se extiende por mi boca, luego el chocolate me llena el paladar y disfruto del sabor.

—¿Qué opinas de la carrera de artes? —inquiero.

—¿Artes? —repite—. Creo que es una carrera muy interesante, ¿planeas estudiar artes?

No respondo.

—No lo sé —admito al fin.

Gema sonríe con suavidad. Extiende una de sus manos y la coloca sobre la mía, observo el gesto, hay un toque de dulzura en la manera en la que me observa.

—Es normal no saberlo, Dereck —dice—. Estás en la edad en la que debes descubrir quien eres realmente, y qué quieres hacer con el resto de tu vida. No tengas temor a equivocarte, es solo parte del proceso.

—En la escuela pidieron listas de posibles universidades. La UCC es la única que he considerado, pero...—me detengo, dudando en si continuar.

—Bueno, entonces tal vez más tarde pueda ayudarte con eso —dice incorporándose—. ¿Te parece bien?

Sonrío, asintiendo con lentitud.

—Me parece bien.

Camina hasta la puerta, cuando está por salir gira y señala las galletas.

—Las hice pensando en ti, Austin dijo que te gustaba el chocolate —expresa.

—Gracias, Gema.

—No hay de que —responde, y termina por salir de la habitación.

Paso el resto de la tarde en mi habitación, Halley me había enviado la ubicación de su casa y cerca de las cuatro treinta, tomo la mochila y bajo. Aún estoy en las escaleras cuando escucho las risas de Austin y de mi padre, me detengo antes del último escalón, en donde soy capaz de ver hacia la sala.

Ahí están ellos, varios autos de juguetes los rodean y papá sonríe mientras ambos juegan sobre la alfombra. La oleada de recuerdos vuelve, causando una punzada en el pecho.

Papá toma los juguetes y se los entrega, recuerdos fugaces de lo que ocurría conmigo en el mismo sitio me nublan la mente.

Papá rompiendo los autos que la abuela me había regalado para navidad, rompiendo los muñecos y repitiendo una y otra vez lo cansado que estaba del desastre que dejaba en la sala.

Y luego sus golpes cuando no dejaba de llorar por lo aterrado que me sentía. Ahora luce diferente, como otra persona, no como el hombre que se aseguró de destruir mi infancia.

Sacudo la cabeza, eliminando los recuerdos y termino de bajar la escalera.

—Saldré, volveré tarde —informo.

—¿A dónde vas? —la voz de mi padre me detiene.

—Tengo que hacer un trabajo para la escuela, en casa de Colton —miento.

—¿Desde cuando sales a hacer trabajos para la escuela? —inquiere incorporándose.

—Desde hoy —respondo con impaciencia. Abro la puerta, pero su voz vuelve a detenerme—. Papá, te estoy diciendo la verdad, iré a hacer un trabajo para la escuela, además ¿desde cuándo te importa a donde voy o a qué hora vuelvo? Creí que lo que menos querías era tenerme en casa.

—Dereck ¿saldrás? —Gema aparece y el cuerpo de mi padre se tensa más.

—Iré a hacer un trabajo.

—¿Te esperamos para cenar? —inquiere.

—No, no lo esperaremos. Volverá tarde —dice papá—. ¿No es verdad, Dereck?

Sonrío con falsedad.

—Así es.

Y tras decir eso, me marcho de la casa dando un portazo.

—Oh, vaya —murmuro cuando ingresamos a la casa de Halley—. Sí que te gusta pintar.

Ella sonríe. Observo los cuadros que cuelgan de las paredes, todos tienen la firma de Halley al final, la manera en la que están creados es impresionante. Hay retratos, cuadros abstractos, paisajes, es impresionante.

—Creo que internamente mis padres desean que deje de pintar porque no hay más espacios para los cuadros —confiesa entre risas—. Ven.

Subimos las escaleras, pronto nos encontramos al interior de una habitación (más grande lo que imaginé) y Halley informa con orgullo que es la suya. Un par de libros de historia ya se encuentran abiertos sobre la cama, al igual que algunas hojas y plumas de colores.

—Parece que habías comenzado sin mí ¿debería sentirme ofendido? —ella sonríe.

—En lo absoluto —sentencia—. Solo intentaba adelantar.

Tomo asiento frente al escritorio, saco el libro de la mochila y la observo.

—¿Comenzamos? —inquiero y Halley vuelve a sonreír.

Durante el siguiente par de horas intentamos terminar el reporte y casi lo conseguimos. Una amable señora a la que Halley había presentado como su nana, nos trae comida y algo para tomar.

—¿A tus padres no les molesta que un chico esté en tu habitación? —inquiero.

—No, ellos confían en mi con los ojos cerrados —asegura con orgullo—. Además, estamos haciendo tarea.

—Bueno, ese es el pretexto más utilizado para...

—Oh, no lo digas, por favor —masculla con fastidio—. ¿A caso tu utilizas ese pretexto?

Sonrío.

—Solo digo que es extraño —me defiendo.

—No respondiste ¿tú usas ese pretexto?

—De acuerdo ¿Cómo pasamos de hablar sobre la primera mundial a los pretextos que se utilizan para tener sexo?

Halley ríe con fuerza, deja caer el rostro sobre la cama, pero aún soy capaz de escuchar el sonido de su risa. Ambos nos encontrábamos sobre el colchón, boca abajo y con la computadora de frente.

—Tu comenzaste —reprocha.

Mi celular suena, lo sacó del bolsillo observando el mensaje de Flyn diciendo que tiene una entrega para mí. Resoplo, incorporándome de la cama bajo la mirada extraña de Halley.

—¿A dónde vas?

—Lo siento, tengo un asunto que resolver —informo—. Podemos terminar el trabajo mañana en la biblioteca.

—Oh, por favor. Mantenía la esperanza de librarme de esto hoy. No puedes irte.

Elevo una de mis cejas.

—¿Disculpa? Aún tenemos tiempo antes de la entrega, no seas tan nerd, Williams.

Ella luce ofendida.

—No soy una nerd —se defiende—. No puedes irte.

Tomo el libro guardándolo en la mochila y me coloco los zapatos.

—Observa como lo hago —sentencio.

Salgo de su habitación. Halley sigue repitiendo que soy un pésimo compañero de trabajo, aun cuando bajamos las escaleras sigue insistiendo en que no puedo marcharme.

—Halley, solo faltaron un par de páginas, por Dios —reclamo—. Fácilmente lo terminamos mañana.

—Nos faltaron cerca de diez, tonto —expresa.

—Es lo mismo.

—Dereck...—me subo a la motocicleta, me coloco el casco y la miro.

—Adiós, Halley —antes de que pueda avanzar, ella se acerca con rapidez y un par de segundos más tarde se encuentra sobre el asiento, detrás de mí—. ¿Qué crees que haces?

—Iré contigo, y luego vendremos aquí a terminar la tarea —sentencia con firmeza.

Me quito el caso, mirando sobre mi hombro.

—De ninguna manera vas a ir conmigo —afirmo—. Baja ahora.

—No.

—Halley, baja de la moto ahora. No voy a llevarte conmigo. No te va a gustar.

—Ya dije que no —sentencia.

Una palabrota sale de mis labios, giro el torso un poco y le entrego el casco.

—Ponte esto —ordeno. Ella lo hace—. Sujétate.

—Estoy bien —dice y noto que se agarra de la parte trasera de la moto.

—Williams, sujétate de mí —pido—. No...

—Que estoy bien —repite—. Solo arranca.

—Que conste que te advertí —señalo con diversión.

Acelero con fuerza y luego freno, un grito agudo se escucha y luego las manos de Halley envolviéndome el torso.

—¡Dereck! —replica.

—Yo te lo advertí —murmuro divertido—. Sujétate fuerte.

La siento apegarse a mi cuerpo, su agarre se vuelve firme y sonrío de lado antes de acelerar y comenzar a avanzar hacia la Sellwood.

—¿Qué es lo que haces en este lugar? —inquiere Halley mientras nos adentramos al edificio—. Dereck...

—Solo guarda silencio y sígueme —pido.

—Este sitio no se ve seguro.

—Te dije que no iba a gustarte —le recuerdo.

Ella no replica, avanzamos hacia el fondo y aunque estamos a un par de metros, distingo al grupo de chicos que siempre solía estar aquí.

—¡Jones! —dice Flyn cuando nos encontramos cerca—. Veo que hoy vienes bien acompañado.

Halley permanece a unos pasos de distancia. Flyn me hace un gesto para que lo siga al interior de la habitación y antes de hacerlo me vuelvo hacia Halley.

—Quédate aquí ¿quieres? —ella asiente—. No me tardo nada.

Ingresamos al pequeño cuarto, lejos de la atención de los demás chicos.

—¿Tienes la mercancía? —inquiero.

—Claro que sí —dice. Tomo el dinero de la mochila y se lo tiendo. Hace lo habitual, cuenta el dinero asegurándose que está completo y luego me entrega la bolsa—. Ten cuidado.

—Lo sé —respondo metiendo la bolsa en el interior de la mochila—. Gracias, Flyn.

—Cuando quieras.

Cuando salgo de nuevo, Halley se encuentra en el mismo sitio. Parece aliviada de verme volver y le hago un gesto con la cabeza para indicarle que es hora de irnos.

—¿Qué haces en este sitio? —pregunta.

—Ganar dinero —respondo entregándole el casco—. Vamos.

—¿Cómo? ¿A caso...?

—Es mejor que no hagas preguntas —mascullo.

Y lo hace, aproximadamente una hora después nos encontramos de regreso en su casa, sus padres nos reciben en la sala y me sorprende la habilidad que tiene para encontrar una rápida respuesta que resulta totalmente convincente.

Terminamos el reporte esa misma noche, son cerca de las diez cuando salgo de la casa, Halley se abraza a sí misma mientras me observa subir a la moto.

—Quien diría que Dereck Jones es tan agradable —dice con una sonrisa.

—Puedo decir lo mismo, Williams —respondo.

—¿Nos vemos en la escuela?

—Seguro —sentencio—. Adiós, Halley.

Sonríe en mi dirección, eleva una de sus manos y se despide.

—Adiós, D.

Sonrío, porque nunca antes nadie me ha llamado de esa manera. Y por extraño que resulte, se siente bien.

Bajo el visor, elevo la mano y luego avanzo por la avenida, sintiendo el aire golpearme de frente y por primera vez, en mucho tiempo, me siento realmente bien. 

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