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7.- ¿Otra vez tú?

«Cuanto más profunda es la herida, más privado es el dolor.»

– Isabel Allende


—¿Crees que puedas prestarme el auto el sábado por la noche? —inquiero hacia mi padre.

Gema me observa con curiosidad. Decir que no me había atrevido a preguntarle eso solo porque ella estaba presente, era una mentira.

—¿Para qué lo necesitas? —inquiere.

—Es el baile de bienvenida. Y necesito pasar por Jennie, podría usar la motocicleta, pero...

—Pero eso sería por completo una falta de caballerosidad —interviene Gema. —Jennie ¿es tu novia?

—Es solo una amiga —aclaro—. Pero iremos juntos.

Escondo las manos en la bolsa delantera de la sudadera, aguardando por una respuesta.

—Supongo que puedes llevártelo —dice papá sin mirarme—. Aunque lo quiero de vuelta sin un solo rasguño.

—Gracias. —Sonrío—Me voy a la escuela.

—¿Podrías llevar a Austin a tomar el autobús? —inquiere Gema. La mención de su hijo parece invocarlo, él me observa por un par de segundos y luego mira a su madre—. Pasará a recogerlo justo en la esquina ¿podrías hacer eso por mí, Dereck?

—Seguro —respondo—. Vamos, Austin.

Me acomodo la mochila, y Austin llega casi corriendo a mi costado. En los días que habían pasado, no habíamos convivido demasiado, aunque no es como que tuviera demasiada intención de convivir con un niño de cinco años. Nos limitábamos a compartir un poco de tiempo durante las cenas que ya se habían vuelto una costumbre.

—Ven, dame tu mano —pido mientras avanzamos sobre la acera—. ¿Tú madre siempre te manda en autobús?

Él va dando pequeños brincos a mi costado. Demasiado concentrado en eso como para mirarme.

—Si, a veces me lleva en auto —dice—. ¿Tú tomas el autobús?

—No, yo viajo en mi motocicleta.

—Cool —dice con una sonrisa—. ¿Puedes llevarme algún día?

Sonrío.

—Puede que sí, si tu madre lo permite, claramente.

Nos detenemos justo en la esquina, a un costado de la señal de autobús y permanecemos en silencio.

—Patrick nunca gritaba en casa —dice de la nada—. ¿Por qué ahora si grita?

—No tengo idea, Austin —miento desviando la mirada de él.

—Mamá dijo que somos hermanastr...—parece buscar la forma de decir la palabra. Lo miro, arruga su frente y me enternezco ante el gesto.

—¿Hermanastros? —inquiero.

—¡Si! —dice, luego luce apenado—. ¿Eso es cierto?

—No del todo, ya que tu mamá y mi padre aún no están casados —expreso y me arrepiento ¿Quién era yo para negar lo que su madre le había dicho?

—¿Estás molesto porque estemos en tu casa?

Joder ¿por qué los niños hacían tantas preguntas?

—Ahí viene el autobús —señalo, evadiendo la pregunta—. ¿No olvidas nada en casa?

Niega. Cuando el autobús se detiene frente a nosotros, él sube. Me causa gracia la manera en la que brinca los escalones, y cuando está en la ventanilla, sacude la mano en un gesto de adiós.

—¡Adiós, Dereck! —grita cuando el autobús avanza unos metros y lo observo asomar la cabeza por la ventanilla.

Le correspondo el gesto y solo en ese punto mete la cabeza, no me doy cuenta de la manera en la que sonrío hasta un par de instantes después, y me siento ridículo por eso.

Vuelvo a casa, no me molesto en despedirme, saco la motocicleta, me coloco el casco y acelero por la calle en el momento justo en el que Gema sale por la puerta.

—Hola, pareja —saluda Jen a la hora del almuerzo—. ¿Ya tienes traje para el sábado por la noche?

—¿Irán juntos de nuevo? —Cuestiona Lucie—. Por Dios, Jen, deberías de intentar tener citas. Sin ofender, Dereck.

—Sí, iremos juntos de nuevo y eso no tiene porqué significar un problema para ti —señalo con molestia—. Y Jen, sabes que los trajes no son lo mío. ¿Camisa y pantalón de vestir te parece bien?

—Si te pones un saco negro encima, ya es un traje, tonto —objeta Lucie.

—A veces me pregunto cómo es que somos amigos —ambas chicas ríen.

—Hablo en serio, chicos, Dereck escuché que hay un par de chicas en primer grado que quieren ir contigo. Colton lo mencionó el otro día, y tú eres guapísimo —arqueo una de mis cejas.

—¿Acabas de llamar guapísimo a mi mejor amigo? —inquiere Colton dejándose caer a mi costado con brusquedad.

—Oh, vamos. No puedes negarlo —señala Lucie—. Amargado y todo, pero tiene lo suyo.

Una risa brota de mis labios mientras niego.

—¿De primer grado, Lucie? —cuestiono después de un rato—. Las citas no son lo mío, lo sabes bien.

—Deberían intentarlo, a todos comenzarán a sospechar que ustedes son pareja. —Jen y yo compartimos una mirada—. No...

Ambos soltamos una risotada ante el semblante desencajado de Lucie.

—No somos pareja, tranquila —le doy un sorbo al refresco antes de mirarla—. Pero eso no quiere decir que debas arreglarnos citas ¿Quién te crees? ¿Cupido?

—Parece que eso es lo único que desea hacer —asegura Colton.

El resto del tiempo en la cafetería se resume con las chicas decidiendo que clase de vestido deberían de llevar, el peinado e incluso el maquillaje. Era divertido verlas debatir sobre si el color rojo era demasiado sensual o el negro demasiado formal.

Como de costumbre, nada interesante pasa durante el resto de las clases. Y tampoco durante el resto de la semana.

Entre Gema y mi padre terminando la mudanza, los deberes de la escuela y los asuntos en Sellwood, el sábado llegó con más rapidez de la esperada.

Gracias al cielo mi padre no cambió de opinión sobre el auto, aunque era más que evidente que quería hacerlo, y por primera vez desde que Gema llegó a la casa, agradecí que estuviera con él.

A las ocho en punto recojo a Jen en la puerta de su casa, saludo a su madre quien parece encantada de que sea yo quien pase con su hija, y tras vernos en la necesidad de acceder a algunas fotos (que fueron más de las que nos hubiesen gustado) nos deja ir.

—Realmente luces apuesto en traje ¿no que no usarías uno? —cuestiona con diversión.

—Bueno, tal vez quise probar cosas nuevas —admito—. Y tú luces bellísima.

—Se hace lo que se puede —afirma con una sonrisa tirando de sus labios.

Mientras conduzco por la avenida, Jen es la encargada de colocar la música, así que durante todo el trayecto cantamos tan fuerte como se nos es posible todas las canciones que se reproducen por el estéreo.

Nos toma algunos minutos encontrar un lugar adecuado para aparcar, cuando lo hacemos ayudo a Jennie a bajar y luego caminamos hacia la entrada de la escuela.

Colton y Lucie ya estaban dentro, esta última nos había enviado un par de mensajes para cuestionarnos sobre nuestra demora. Jen contesto a ellos y pronto nos encontramos en la entrada del gimnasio, sitio que se había adaptado como una enorme sala de fiestas.

Suelto un chiflido al mirar la decoración del lugar.

—Parece que los del consejo se lucieron este año —admito. Una gran bola de luces de colores se encuentra sobre nosotros, lanzando rayos de distintas tonalidades hacia toda la estancia. Una masa de gente baila en el centro y alrededor hay distintos carritos con toda clase de comida.

No se nos es difícil encontrar a Colton, Jennie y Lucie sueltan un chillido emocionado al verse.

Luego, como de costumbre y es habitual en Jennie en cada baile, me arrastra hasta el centro de la pista. Eran pocos los momentos en los que podía decirse que me sentía tan relajo como ahora.

Ni siquiera luego de fumarme un par de cigarrillos se comparaba a la sensación de estar con la música al tope, sintiéndome ligero. Jen insistía en que tenía habilidades de bailarín, no creía en mis respuestas de que nunca había tomado clases de baile, y siempre parecía estar en búsqueda de algún dato de mi vida que me relacionara con la danza.

Pero no había ninguno.

En algún punto detenemos el baile para cantar a todo pulmón la canción que se reproduce por las bocinas, el pecho me vibra debido al intenso volumen y los cientos de luces de colores me marean por una fracción de tiempo.

—Dereck —Jen se acerca, sonríe con ligereza y fijo la mirada en ella por una fracción de tiempo. Una sonrisa tira de mis labios, pero titubea cuando ella se detiene, quedando de pie frente a mí.

Envuelve los brazos alrededor de mi cuello, al inicio creo que se tratará simplemente de otro movimiento de baile, sin embargo, de un momento a otro sus labios se posan sobre los míos.

El gesto me toma tan desprevenido, que detengo de manera abrupta mis movimientos. La siento apegarse a mí, el contacto de sus labios es tan sorprendente y acaba tan rápido que, cuando se aparta y sigo sin reaccionar, Jen articula una frase de disculpa y se pierde entre la multitud.

—¡Idiota, ve tras ella! —exige Lucie mientras empuja mi espalda para obligarme a avanzar.

—¡Jen! —grito localizando la falda del vestido rosa que porta—. ¡Jennifer espera!

¿Qué tan extraño es que tu mejor amiga desde el inicio de la preparatoria te bese sin razón alguna?

—¡Jennie! —pese a mis gritos, ella no se detiene.

Fuera del gimnasio aún hay gente, algunos carritos de comida y parece que la fiesta continúa aún en el exterior. Un grupo de personas se encuentran en grupo bebiendo algo que definitivamente no es refresco, y me tardo algunos instantes más en encontrar a Jen.

Atravieso el pasillo sin molestarme en prestar atención a si hay alguien más en ellos, y tal vez debí de haberlo hecho.

—¡Imbécil! —el grito penetra en mis oídos y segundos después, el frío líquido cae sobre gran parte de mi rostro y ropa.

—¿Pero qué mierda? —gruño deteniéndome justo a medio del pasillo, giro con brusquedad. —. ¿Qué carajos te pasa? —grito con molestia.

El idiota al que supongo iba dirigido aquel baño desaparece tan rápido que lo único que puedo es enfocar a la culpable, una palabrota sale de mis labios al mirarla.

Halley Williams sostiene un vaso de plástico, ahora vacío, y tiene una mirada de horror mientras observa lo que ha hecho.

—Williams ¿otra vez tú?

Y cuando no hace más que mirarme como si hubiese cometido el peor de los delitos, sé que definitivamente esta noche se fue a la mierda. 

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¡Nos leemos el lunes! 

¡Gracias por todo el apoyo!

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