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53.- Un futuro grande.


«Si no conoces todavía la vida, ¿cómo puede ser posible conocer la muerte?»

—Confucio.

Patrick Jones

Cuando Dereck nació, fue el día más feliz de mi vida. Cuando lo sostuve entre mis brazos, experimenté ese amor instantáneo del que todos siempre hablan.

Esa conexión inmediata, esa luz que ilumina al sostenerlo en brazos por primera vez. Y era tan parecido a su madre, que eso solo me hacía amarlo aún más.

—Dereck —Julieth susurra con una sonrisa débil—. Es un nombre hermoso, ¿no lo crees?

—Creo que cualquier nombre que tú elijas es hermoso —respondo acercándome a ella.

Asiente débilmente. Es evidente que está agotada así que me acerco a ella, balanceando a nuestro hijo entre mis brazos.

—Descansa, amor mío —Julieth sonríe—. Necesitas hacerlo.

—Quiero estar con él —susurra y su mirada se cristaliza—. Es apenas un bebé.

—Tiene a su padre, ¿lo olvidas? —inquiero—. Necesitas estar fuerte por él, por nosotros. Por mí. Los tratamientos comenzarán y tu cuerpo necesita recuperarse, no será para siempre, mi amor.

—Es un bebé —susurra con voz rota. Me acerco, entregándole a nuestro hijo y ella lo apega a su pecho—. Por Dios, míralo, Patrick. Es tan pequeño. ¿Cómo voy a apartarme de él?

—Será solo por un tiempo, por un corto tiempo para que tengas toda una vida con nosotros —susurro acomodándome a su costado—. Porque te necesitamos con vida, Juls.

—No voy a morir —dice—. No me atrevería nunca a dejarlos.

Debí saber, en ese momento, que el cáncer no permite hacer afirmaciones de ese tipo. De haber sido consciente, hubiese insistido más cuando el médico dijo que estaba en remisión, hubiese solicitado tanto análisis como fuese posible para saber que en realidad mi esposa no estaba sana.

Nunca lo estuvo.

Amé a Dereck cada segundo desde que nació hasta el día en donde Julieth rompió su promesa. Hasta el día en donde dijo que se había rendido.

—No, Juls, no —tomo su mano con firmeza—. No me hagas esto, no se lo hagas a él.

—No va a resultar, nada va a resultar —susurra con pesar—. No merece verme así, no merece una madre enferma.

—Y tampoco merece que su madre muera, te necesita, Julieth. Yo te necesito.

—Van a estar bien —susurra—. Necesito que me prometas que no vas a culparlo.

—Julieth...

—Necesito que digas que sabes que no es su culpa —pide—. Necesito que me prometas, que vas a cuidar de él, así como lo hiciste cuando nació. Patrick, si voy a irme, quiero saber que nuestro niño va a estar seguro.

—No puedo perderte —mi voz se rompe mientras me aferro a ella—. Juls, no puedo hacerlo. Si te pierdo, es como si muriera también. Por favor, quédate conmigo. Ya lo escogiste a él una vez, ahora necesito que elijas quedarte conmigo. Necesito que elijas luchar.

—Ya lo he hecho lo suficiente —susurra—. Patrick, ya he luchado lo suficiente.

—Julieth por favor, elige quedarte conmigo. —suplico.

Creo que todos saben lo que pasó. Una vez más, ella no me eligió.

No hay nada peor que tener que sepultar a la mujer de tu vida. No hay nada que desgarre tanto como saber que pudo vivir, saber que, si tan solo hubiese elegido la otra opción, yo la tendría conmigo.

No mentí al decir que, con la muerte de Julieth, una parte de mí también moriría con ella. Me sentí desfallecer, cuando féretro bajó, sentí que mi alma se iba con ella.

Llevábamos apenas siete años de matrimonio, debimos tener más. Debimos hacer todos esos planes que prometimos, debimos visitar todos los sitios que ella deseaba conocer.

Debimos hacer tantas cosas.

Cuando el dolor es tan grande, la mente decide evadir la responsabilidad. Cuando atravesamos un duelo, necesitamos sentirnos a salvo. Necesitamos algo a lo cual aferrarnos. Si no lo hay, si no lo tenemos, todo va a salir mal.

Y para mí, todo salió absolutamente mal.

Debí aferrarme a él, debí aferrarme a lo único que me quedaba de Julieth. Pero el duelo tiene cinco etapas, la negación, la ira, la negociación, la depresión y la aceptación.

Yo nunca salí de la segunda.

Dereck tenía cinco cuando su madre murió, tenía cinco cuando se plantó frente a mí, y preguntó por su madre.

Tenía cinco cuando lo tomé del brazo con más fuerza de la necesaria, tenía cinco cuando su llanto aterrado se clavó en mi pecho como un puñal. Es un sonido que no olvido, la sensación de mi palma contra su pequeño cuerpo, el llanto aterrado, la mirada llena de pánico.

Siempre dije que Dereck tenía una energía exorbitante, una energía que podía acabar contigo. Pero luego de esa noche, todo desapareció.

Solo preguntó dos veces más por su madre, dos veces en donde en vez de saber la verdad, acabó llorando y encerrado en su habitación.

Cada noche, cuando sabía que estaba dormido, iba a su habitación, y solo lo miraba dormir. Y ahí, en medio del silencio y la oscuridad me preguntaba.

Patrick, ¿Qué le estás haciendo?

Me deshice de todos los recuerdos de Julieth. No la quería en casa, no quería escuchar su nombre.

Conseguí una casa cerca del centro de Portland, y no dudé en mudarnos ahí. La casa que compartí con Julieth fue vendida con todo y muebles, no quería nada de ella, no quería ni un solo recuerdo.

Pero el niño que correteaba por la sala y me decía papá, ese se quedó conmigo. Nada cambió durante los meses siguientes, Dereck dejó de preguntar por su madre, de cierta manera, tal vez entendió que no volvería.

Margarita no quiso llevárselo, pero no se negó a visitarlo. Supongo que ella le habrá dicho lo que ocurrió, no me molesté en averiguarlo. Dereck seguía siendo el mismo, Julieth siempre estaría en él. Cuando lo miraba corretear por la sala, cuando reía a carcajadas mirando las caricaturas, era la esencia de Julieth.

La misma sonrisa, la misma vibra.

Pero lo inevitable llegó en el primer aniversario de su muerte, cuando el alcohol nubló mi mente, cuando los recuerdos son tan borrosos que no sé qué pasó. Tal vez ahora incluso Dereck no consiga recordarlo, es un secreto que yo tendré en la memoria, como un maldito castigo.

Amanecer la mañana del dos de julio y descubrir el rostro y cuerpo de mi hijo con moretones. Con moretones que yo había causado.

Mirar a mi hijo correr lejos de mí tan pronto me vio abrir los ojos, y encerrarse por voluntad en el armario.

Algo cambió, tenía seis años cuando dejó de verme como su padre. En donde sus risas se apagaron, en donde no hubo más carcajadas con esencia de Julieth. En donde no hubo más sonrisas que me la recordaran.

Tenía seis cuando Dereck comenzó a tenerme miedo. Lo sabía porque tan pronto llegaba a casa, el sonido del televisor se apagaba. Los juguetes eran abandonados en medio de la sala, el silencio se apoderaba de la casa. Lo supe cuando margarita dijo que Dereck pidió ir las vacaciones de verano con ella, porque en West Haven si podía jugar.

Dejó de pedir cuentos para dormir, dejó de pedir regalos de navidad. Dejó de llamarme para jugar. Se quedaba solo en casa la mayor parte del tiempo, algunas veces lo descubría con nuestra vecina, comiendo galletas de chocolate y sonriéndole a la mujer que me miraba con desaprobación cuando tocaba su puerta para llevar a Dereck a casa. Conmigo no sonreía.

Cuando iba por el a la escuela, y lo miraba correr con los demás niños, parecía otro. No se parecía al niño silencioso en el que se transformaba al subir al auto. Aquel que bajaba la vista y tan pronto como llegábamos, corría a su habitación.

Si quería eliminar todo recuerdo de Julieth, lo hice.

En cada uno de sus cumpleaños, pasaba al supermercado y compraba un pastel de chocolate, me detenía en casa, pero nunca fui capaz de entregárselo. Todos acabaron en el bote de basura de la cuadra.

Me encerraba en mi habitación, o simplemente me marchaba de casa tanto para no verlo, para no explotar con él ese día. El veinte de abril para mí era una tortura, las veinticuatro horas del día eran un jodido remordimiento de consciencia.

Cuando cumplió dieciséis fue la única vez que me atreví a darle algo. Una motocicleta que Margarita me había dicho que Dereck deseaba, no me importó pagar miles de dólares para conseguirla, no fue una entrega especial, no hubo un moño, ni felicitaciones.

Pero sonrío, por primera vez pareció olvidar, pero cuando intentó acercarse, no lo toleré. Entonces volvimos a lo mismo.

Y luego, el maldito asunto de Sellwood. Sabía en qué estaba metido, sabía lo que hacía y me repetía constantemente que yo lo había orillado a ese lugar. Cuando se hacía tarde y el no volvía, la preocupación me envolvía. Me sentía un maldito hipócrita por eso, en casa yo era la principal persona que le hacía daño, ¿por qué entonces seguía preocupándome por él? No estaba tranquilo hasta que el sonido de la motocicleta se escuchaba, y sus pasos en la escalera me indicaban que había vuelto.

Pese a eso, no hice nada por cambiar. Y ese fue mi mayor error.

El tiempo pasó, dejó de ser un niño, pero el miedo seguía ahí. Cumplió diecisiete, y conocí a Gema.

Gema Mitchell pareció ser lo que necesitaba para sentirme de nuevo una buena persona. Ayudarla a ella y a su hijo, me hizo convencerme que no era tan malo, que no era un maldito monstro. Convivir con Austin, me convenció de que no era yo el problema. Gema me hizo sentir que, al fin, después de tanto tiempo, tenía a alguien que realmente se preocupaba por mí. Creí incluso que Dereck estaría mejor, una figura materna, ingenuamente pensé que llevando a Gema a casa, podía arreglar algo de todo el desastre que había causado.

Pero hubo algo, un pequeño detalle que no consideré en la ecuación. No consideré, que Dereck en algún punto, dejaría de temerme.

No consideré que la esencia de Julieth volvería. Aquella que lo guiaba, aquella que lo hacía ser fuerte, que lo hizo marcharse de casa ese día, y no volver. No consideré que Dereck se encontraría con esa familia.

Cuando se marchó, cuando la demanda llegó, cuando todo pareció irse al carajo, me acerqué a la casa de los Lewis. Tenían grandes ventanales que permitían ver parte del interior, y ahí estaba él.

Riendo con alguien en la sala, una mujer a su costado decía algo, luego una pequeña niña se lanzaba contra él y Dereck la recibía.

Entonces reconocí la sonrisa, reconocí que la esencia de Julieth había vuelto. Me tomé el tiempo de investigar a los Lewis, una maldita familia de millonarios, él estaría bien, me repetía constantemente. Era lo mejor para todos. Tenerlo lejos, ¿no fue eso lo que siempre quise?

Nunca consideré que descubriría lo que era capaz, no consideré que el miedo desaparecería, y dejaría de ser el chico indefenso. No creí que verlo tan firme, tan dispuesto, tan feliz...me hiciera tanto daño.

Tanto...como para decidir que, si yo no tenía nada de eso, el tampoco debería tenerlo.

No tenía nada, perdí mi empleo, perdí a Gema, al hijo que ella esperaba y del cual me había alejado, perdí todo. Conseguí recuperar la liberta, pero eso no significaba nada.

Y aquí estoy, sosteniendo un arma contra mi sien, mirando a mi hijo quejarse de dolor, con la sangre brotando de las heridas.

—Ahora ambos volveremos a ver a Julieth, Derry —Son las últimas palabras que le dedico. Luke corre hacia mí, está a menos de un par de metros así que tengo que hacerlo.

Tengo que disparar.

Dereck tenía dieciocho cuando cerró los ojos, tenía dieciocho cuando tiré del gatillo junto a su cuerpo, y conseguí apagar el dolor.


Dereck.

Dicen que cuando mueres, hay una luz al final del túnel, una especie de camino que te conduce hacia el sitio a donde estés destinado.

Pero no es el caso, no es ningún túnel oscuro, solo hay una luz, una lo suficientemente fuerte como para permitirme ver lo que hay a mi alrededor.

Solo hay alguien frente a mí, alguien a quien conozco bien, porque tengo su rostro grabado en mi mente, cada facción, cada rasgo.

Hola, Dereck —sonríe—. Mi niño brillante, te dije que no te dieras prisa.

Su voz, tan dulce como siempre la imaginé. Tan suave como un susurro, tan cariñosa como solo puede serlo la voz de una madre.

—¿Mamá?

—Te eché tanto de menos. ¿Quieres venir y darme un abrazo?

No tengo duda en correr hacia ella, en aferrarme a sus brazos, sintiéndome reconfortado, sintiéndome bien de tenerla otra vez.

Tenías toda una vida, mi niño. Te dije que te esperaría —una suave caricia es dejada en mi rostro—. Llegaste más pronto de lo que pensé. Pero está bien, estarás bien, lo prometo.

Te extrañé tanto —susurro—. Mamá fue un infierno, te necesité.

Lo sé, perdóname. Nunca quise eso, de haberlo sabido, nunca me hubiese ido. Te lo juro, pero se ha acabado. Todo eso acabó.

—Mamá...

Está bien, Dereck. Ahora todo está bien.

Una parte de mí se siente agradecida de verla otra vez, de poder abrazarla, y escuchar su voz. De confirmar que mamá es como siempre la imaginé. Pero la otra, la otra amaba la vida que tenía.

Amaba estar con Luke, con Less. No sé cuánto tiempo ha pasado, pero echo de menos a Alessia, a Lili. Extraño lo que tenía.

Y quiero ir con Halley. Porque quiero una vida con ella, porque a pesar de estar aquí, de sentir que todo el dolor se ha acabado, quiero volver. Quiero estar con mi familia.

—Mamá...

—Lamento que estés aquí tan pronto, mi niño.

—No quiero estarlo —confieso con voz rota—. No quiero estar aquí mamá.

Sonríe. De una forma cálida, como en esas fotografías que Brisa me dio.

Que estés aquí no quiere decir que vayas a quedarte —susurra acariciando mi rostro—. Tu padre te espera.

—¿Qué?

Señala algo detrás de mí, es una imagen de hospital, mi cuerpo esta sobre una cama y se siente tan extraño mirarme a mí mismo. Luke está a mi costado, sosteniendo mi mano mientras dice algo.

"Te quiero, Dereck. No me dejes. Por favor, eres un luchador, así que necesito que despiertes hijo, necesito que lo hagas"

—Mamá...—giro hacia ella.

—Me hace tan feliz verte ahora, pero tienes que volver. Vive la vida que siempre desee para ti, tienes un gran futuro, no lo olvides. Te prometo que todo ha acabado.

—Te quiero, mamá —susurro.

—Y yo te quiero a ti, Dereck.

Me envuelve en un abrazo, casi tan rápido como ha aparecido, todo se esfuma. Todo se vuelve oscuridad otra vez, pero ya no estoy asustado.

Ya no hay miedo, dolor ni temores.

Porque sé que hay alguien ahora, que espera por mí.

No sé si es de inmediato, o si ha trascurrido algo de tiempo, no sé cómo, pero ocurre.

Un flashazo de luz me ciega, los sonidos se escuchan más fuertes de lo que deberían ser, las voces alrededor, las pisadas apresuradas, todo es más nítido. Cada sonido me golpea, y el dolor vuelve.

Mi cuerpo se siente débil, como si el hecho de abrir los ojos me hubiese arrebatado toda la energía.

Rostros desconocidos me rodean, alguien parece revisar algo a mi costado y me siento desorientado.

—Dereck —la voz de Luke me regresa algo de calma. Less aparece a su costado, se acerca con rapidez y coloca las manos a los costados de mi rostro.

—Mi niño —dice y la voz se le rompe. Sus brazos me envuelven, y lo único que puedo hacer es quejarme cuando la acción me produce dolor—. Lo lamento, lo lamento.

Me siento aliviado de verlos a ambos, una parte de mí se siente aliviada de saber que Patrick no pudo arrebatarme de mi familia.

—Halley...—mi voz brota en un susurro ronco, más débil de lo que me gustaría.

Ellos se miran.

—Despertó, está...está algo delicada, pero estará bien.

Cierro los ojos, los recuerdos vuelven a mi mente. Ya no hay paz, flashazos de lo que había ocurrido me nublan, me conducen de nuevo al sitio aterrador que hace mucho no visitaba.

Pero está bien, no quiero reprimirlos porque entonces solo se vuelven más fuertes.

—Él...

—Él no podrá hacerte daño otra vez —susurra Less acercándose, su mano se pierde entre mi cabello, brindándome una caricia suave—. Se acabó, cielo.

La miro, sus ojos solo reflejan alivio.

—Se acabó, todo acabó —repite—. No volverá a dañarte, no volverá a lastimarte.

Me siento demasiado débil como para responder.

—¿Ella está bien? —inquiero cerrando los ojos ante el cansancio.

—Lo estará —responde Luke—. Ambos lo estarán.

Less tenía razón, Patrick no podría volver a hacernos daño, pero, ¿Cuál había sido el precio? ¿Qué es lo que tuvo que pasar para llegar a este punto?

—Quiero verla —pido—. Necesito verla.

—Apenas estás despertando, estuviste casi cuatro días inconsciente, debes recuperarte.

—Necesito verla —repito.

—Lo harás —Less coloca un gesto comprensivo—. Te prometo que lo harás, pero debes recuperarte antes.

No tengo fuerzas para oponerme, para insistir en que debo verla. Solo me queda confiar en que dicen la verdad.

Porque ellos no me mentirían.

Dos días después, aún no he podido ver a Halley.

—Entiende que tienes una herida seria en el torso —me recuerda Luke—. No puedes abandonar la cama.

—Puedo usar una silla de ruedas —objeto—. Por favor, necesito verla. O al menos, dime que ocurre.

Los padres de Halley vinieron un par de horas después de que desperté, el pensamiento de que tal vez ellos pudieran reprocharme el que Halley estuviese en el hospital se esfumó tan pronto los vi.

Pero ninguno quería decirme lo que ocurría. Ninguno quería hablar. Y yo necesitaba saber que está ocurriendo con ella.

—Ella no está bien, ¿verdad? —mi voz brota en un susurro—. Me mentiste al decir que estaba bien.

—Dereck...

—No —interrumpo—. Te pregunté si estaba bien y dijiste que lo estaría y te he preguntado muchas veces después de eso. Luke...dime que es lo que ocurre con ella.

—Está en estado crítico —admite.

—Pero dijiste que despertó...

—Lo hizo. Pero está débil. Demasiado —el pánico explota en mi pecho.

—Solo...solo recibió uno...yo...

—Dereck, tus heridas fueron distintas. Tu perdiste demasiada sangre y por eso estuviste inconsciente. La herida del hombro solo lesionó ligamentos, y la del abdomen no atravesó ningún órgano, pero la de Halley...

El pánico explota dentro de mi cuerpo, como una maldita bomba que arrasa con todo. Retengo la respiración, preparándome para lo que dirá.

—La de Halley perforó el pulmón izquierdo, produjo una hemorragia interna que apenas pudo ser controlada por los médicos. No hubo orificio de salida así que tuvieron que hacerle cirugía. Los médicos dicen que su cuerpo puede reponerse porque es joven.

—Tengo que verla —intento incorporarme, pero él me detiene—. ¡Déjame verla, maldición! —exploto.

—Dereck...

—¡Necesito verla! —bramo ignorando el dolor en el abdomen—. ¿No lo entiendes? Necesito...necesito verla, papá yo solo...yo solo tengo que verla.

Asiente.

—Bien, hablaré con el médico, pero tienes que prometerme que vas a estar tranquilo —advierte—. Necesito que lo estés.

Asiento a prisa.

"Nunca vas a entender lo que hiciste, hasta que vivas en carne propia lo que es que alguien te arrebate lo que tanto amas"

Las palabras de Patrick se reproducen en mi mente, cuando Luke se marcha de la habitación una nube de culpabilidad me envuelve.

Cierro los ojos, apoyando la cabeza contra la almohada y recordando todas las indicaciones de la terapeuta, no pensar por adelantado, no creer que todo va a resultar mal.

El ejercicio de aferrarme a un recuerdo, no funciona ahora. Porque en estos momentos, la misma chica que me hace sentir seguro se encuentra ahora en riesgo.

Esperaba que me dejaran verla pronto, pero no fue así. Pasaron varias horas antes de que Luke consiguiera que el medico aceptara sin peros el que me moviera de la cama.

No fue tan sencillo como esperé, bajar de la cama hacia la silla de ruedas, fue un calvario, pero valdría la pena.

Creo que nunca he sentido el grado de ansiedad que experimento cuando Luke empuja la silla por la sala del hospital hasta la habitación de Hallie.

No creí sentirme de esta manera al verla, no creí que pudiera sentirme tan malditamente aterrado de ver el estado en el que se encuentra.

Un disparo, uno solo le había arrebatado todo aquello de lo cual era poseedora. Cuando ingreso a la habitación, el corazón se me encoge en un movimiento doloroso.

Está dormida, o al menos, eso es lo que parece. Luke se retira en silencio, y yo permanezco ahí, mirando a la chica que parece tan frágil con la máscara de oxígeno, con los cables brotando de su cuerpo.

Quiero tomarle la mano, quiero que me mire, quiero escuchar su voz, pero solamente permanezco en silencio a un costado, porque no deseo despertarla.

Pasan varios minutos, en los cuales solo la observo y me repito la misma frase:

"Ella va a estar bien"

En determinado punto, ella se remueve, voltea con ligereza y abre los ojos.

—Dereck —su voz brota en un susurro débil. Soy consciente de cómo su mirada se ilumina tan pronto me ve—. Mamá no mintió, estás bien.

—No estoy bien, Hallie —susurro acercándome—. Lo siento tanto...

—Sin disculpas —pide débilmente. Se aparta la máscara de oxígeno y sonríe.

El gesto me envuelve en una sensación cálida.

—No quiero disculpas —repite—. Porque nada fue culpa tuya.

Extiendo la mano hacia colocarla a un costado de su rostro, trazo una caricia suave a lo largo de su rostro, ella arruga el entrecejo y me veo en la necesidad de apartar la mano cuando requiere de nuevo la máscara.

Cierra los ojos, con la frente arrugada y pasa un largo rato antes de que su respiración pueda regularse otra vez.

Me desgarra verla de este modo, saber que es mi culpa que ella se encuentre en este estado. Saber que Patrick nos hizo esto.

—Vamos a estar bien —susurro apretando su mano—. Vamos a estarlo.

Voltea con ligereza, asiente levemente antes de devolverme el apretón.

—No vas a dejarme ¿verdad? —inquiero apegándome tanto a ella como me es posible—. Hallie dijiste que no ibas a abandonarme.

—¿Me crees capaz? —inquiere apartando la máscara y sonriendo—. No podría hacerlo, porque tenemos un futuro grande, D.

—Tenemos un futuro grande —concuerdo tomando su mano, conduciéndola hasta mis labios y conseguir dejar un beso sobre sus nudillos—. Claro que lo tenemos.

Asiente, cierra los ojos antes de colocarse la máscara de nuevo y me quedo a su lado, mirándola dormir. No me voy, aun cuando el dolor se presenta, me quedo.

Aferrándome a la idea de que todo iba a estar bien.

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¡Nos leemos mañana!

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