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5.- Contra esquina.

"El dolor personal, privado, solitario es más terrorífico que el que cualquiera pueda infligir".

Jim Morrison

El resto de la semana ignoré a Colton tanto como me fue posible, una parte de mí sabía que lo hacía porque no quería enfrentarme a sus cuestionamientos, lo haría inevitablemente y yo no era lo suficientemente valiente como para responderle con la verdad.

Pero mis intentos de mantenerme alejado se esfumaron cuando Colton apareció en mi puerta el domingo por la noche.

—¡Dereck, te buscan! —el grito de mi padre me hace suspirar. Me incorporo de la cama y bajo hacia la sala, no esperaba verlo aquí, mi amigo sonríe en cuanto me mira y mi padre me observa por un par de instantes igual de extrañado.

—Estaré en casa de Gema hasta tarde —informa—. No te metas en problemas.

Sale de la casa y el silencio se apodera del lugar.

—¿Qué haces aquí? —inquiero.

—Bueno, ya que me has ignorado media semana, tenía que venir a ver si seguías vivo —admite.

Resoplo. Esta vez llevo una camiseta de manga corta, los moretones habían desaparecido y papá no había perdido el control de nuevo, así que no tenía absolutamente nada que ocultar.

—Te dije que estaba bien —le recuerdo.

—Si entiendes que estoy más que preocupado ¿no es cierto? —inquiere—. Eres mi mejor amigo, y lo que vi...

Suspiro.

—No tienes nada de qué preocuparte —respondo sin mirarlo—. Estoy bien.

—No tienes que mentirme —dice con firmeza—. Soy tu mejor amigo, puedes confiarme lo que ocurre, Dereck.

No respondo.

—Amigo, si tu padre...

—Lo hice enojar ¿bien? Hice algunas estupideces, es todo —mascullo—. Ahora ¿podemos dejar de hablar de eso, por favor?

Colton no parece convencido.

—Confío en que si alguna vez necesitas ayuda, vas a pedírmelo. —dice con firmeza.

Lo observo por un par de segundos.

—Lo haré.

Él asiente.

—¿Cómo es que nunca me invitas a tu casa? —inquiere mirando alrededor—. No imaginé que vivieras en una tan grande. Lo digo en el mejor de los sentidos, eh.

Sonrío.

Si bien no podía decir que nuestra economía era muy buena, el trabajo de mi padre le daba lo suficiente para costear un buen lugar para vivir. Claramente ese dinero no tenía nada que ver conmigo, pocas veces se preocupaba por mis gastos, o por lo que pudiera necesitar.

Él no comía en casa, más que algunas excepciones así que la nevera siempre estaba vacía. Y cuando se sumergía en sus ratos de alcoholismo, la casa terminaba siendo un completo desastre que yo tenía que arreglar.

Planteándolo de ese modo me sorprendía que una mujer como Gema saliera con mi padre, ella parecía tan...diferente.

—Sabes que para reuniones prefiero la tuya —admito—. Este no es un muy buen lugar para traer a amigos.

Me incorporo, haciéndole un gesto con la cabeza para que me siga hasta las escaleras.

—¿Has cenado? Porque quiero pizza —dice mientras se lanza sobre el colchón. Lo observo tomar su celular y teclear algo en él—. ¿Cuál es la dirección?

—¿Cómo llegaste si no sabes la dirección?

—Te he traído un par de veces, sé cómo llegar, pero no la dirección exacta —confiesa—. Así que... ¿tú dirección?

Se la dicto. El pasa un par de minutos escribiendo en el celular, ordenando lo que supongo es la comida y luego deja el artefacto a un costado.

—Bien, en cuarenta y cinco minutos tendremos una deliciosa pizza para comer —asegura—. Jen está preocupada porque no has estado con nosotros en el almuerzo.

—Deberías haberle dicho que no tiene nada de qué preocuparse —afirmo.

—Se lo dije, aunque eso de que no tengo nada de qué preocuparme es una completa mentira.

—Colton...

—Sí, sí. Dejaré de molestar —dice elevando los brazos.

Estar con Colton era agradable, desde el primer instante en el que nos conocimos fuimos amigos. Él tenía esa personalidad que sobresalía en todos lados, cosa que lo llevó a convertirse en el capitán del equipo de futbol, y aunque perfectamente podía pasar sus años escolares siendo el "chico popular" parecía que eso no iba realmente con él.

Pasamos el rato haciendo nada, la pizza llega en el tiempo establecido y antes de que pueda darme cuenta, es mas tarde de lo que planeamos.

—Espero que no me ignores mañana en la escuela ¿eh? —advierte antes de subirse a su auto.

—No prometo nada —respondo con una sonrisa divertida.

—Si necesitas algo, cualquier cosa, solo llámame. Hablo en serio.

—Lo haré. —Lo observo encender el auto y me dedica un gesto de adiós antes de avanzar por la avenida. Cuando lo he perdido de vista, tomo una profunda inhalación y libero el aire de a poco.

Regreso al interior de la casa, me deshago de la caja de pizza y coloco los platos sucios en el fregadero, justo cuando papá entra por la puerta.

—¿Has cenado? —pregunta mirándome por un escaso tiempo.

—Colton pidió pizza —informo—. La pagó él, no tomé tu dinero —aclaro.

Asiente. A pesar de que no parece tener intención de entablar una conversación, se mantiene apoyado en el umbral. Termino con los platos y los vasos que hemos ensuciado, y tras escorarlos en los estantes, tengo la disposición de marcharme.

—¿Qué opinas de Gema? —habla cuando me encuentro al borde de las escaleras. Giro, observándolo con confusión.

—¿De Gema? —Asiente.

—Es agradable —me encojo de hombros—. Pero supongo que lo que yo opine no importa.

—Dereck.

Suspiro, deteniéndome antes de volver a mirarlo.

—Ella vendrá a vivir con nosotros, ella y su hijo —sus palabras me sacan de balance.

—¿Qué?

—Gema vendrá a la casa. Tiene un niño de cinco años, Austin. Vivirá aquí también.

—¿Los traerás a casa? —mi voz brota en un susurro—. ¿Cuándo ibas a decirme?

—Te estoy diciendo ahora.

—No, ¿Cuándo ibas a pedir mi opinión, a preguntarme antes de decidir? Papá, esta también es mi casa, no eres el único que vive aquí. Ni siquiera la conozco y... ¿además tiene un hijo? ¿Por qué...? —no me atrevo a terminar la pregunta.

Mi padre suspira.

—Gracias por demostrarme una vez más que soy completamente invisible para ti —mascullo con amargura.

—No sabía si ibas a estar de acuerdo.

—¡Pero claro que no estoy de acuerdo! —grito—. ¡Es una desconocida para mí! ¡Este es mi hogar!

—¡No me levantes la voz! —grita elevando una de sus manos, pero se contiene y lucho por no encogerme, por mantenerme firme frente a él. Lo observo apretar el puño con fuerza mientras cierra los ojos.

No encuentro que responder. ¿Qué se supone que diría? ¿Gema conocía realmente a mi padre? ¿Sabía la case de padre que era?

—¿Sabe lo que haces?

Se tensa. No tengo que hablar más para que el entienda a lo que me refiero. No me da una respuesta, así que la respuesta definitivamente es negativa.

Tengo la intención de subir las escaleras, pero el agarre firme en mi brazo me detiene.

—No, y tú no vas a decírselo —afirma.

—Se dará cuenta por ella sola ¿no es verdad? —me libero con brusquedad—. A ver cuánto tiempo le dura el gusto de jugar a la familia feliz. Cuando se dé cuenta de la clase de padre que eres, no va a querer eso para su hijo.

—Dereck...

—¿Por qué te empeñas en destruir el único sitio en el que debería sentirme seguro? —no sé de donde reúno la valentía para hablar—. Parece que te esfuerzas demasiado en que odie este lugar. No importa lo que diga ¿verdad? Ya has decidido traerla a nuestra casa.

El sentimiento de decepción me invade de nuevo, aun cuando sé que no debo esperar nada de él.

—Gema es una excelente mujer, podrá ayudarte en lo que necesites. Podrá...

—No la necesito —afirmo—. No necesito que una desconocida venga a hacer el trabajo que deberías de estar haciendo tú. Sé que no quieres ser mi padre, nunca lo has querido, pero eso no te da derecho alguno a hacer mi vida miserable.

Le doy la espalda, subo con prisa las escaleras y cierro la puerta con un fuerte golpe. La fragilidad me invade de nuevo, pero esta vez no dejo que me domine.

No volvería a permitir que lo hiciera otra vez.

El lunes temprano mi humor no era el mejor, y Colton lo comprobó tan pronto me interceptó en la entrada de la escuela. El pobre terminó con un par de insultos de mi parte y una advertencia de que no volviera a molestarme por el resto del día.

El profesor de literatura habla sobre algo de lo cual realmente no estoy entendiendo, pero me esfuerzo por aparentar que sí.

Sostengo mi barbilla con una de mis manos hechas puños mientras con la otra dejo leves golpes sobre el escritorio con la goma del lápiz. La voz del director suena por los altavoces, y como no, mi nombre también.

La atención de la sala se posa en mí, el profesor suspira y me hace una seña para que vaya. Bueno, al menos me había librado de tener que escuchar al profesor hablar por media hora más sobre el renacimiento.

Tomo mis cosas y salgo. Camino sin ganas por el pasillo hasta detenerme en la entrada de la oficina del director, ingreso y sonrío hacia Daysi.

—¿Ahora qué fue lo que hice? —inquiero con diversión.

—Parece ser que eres testigo de algo importante —manifiesta. Antes de que pueda decir algo, ella señala la puerta—. Te están esperando.

Confundido, abro la puerta de la oficina del director Brooke. Hay cuatro personas frente a él, y retengo el impulso de rodar los ojos al ver a Halley, como recuerdo que se llama, a un costado.

—Buenos días —saludo. El director me observa con escudriño.

—Señor Jones, agradecemos su presencia —dice con tono firme.

—¿Qué ocurre?

—La señorita Williams dice que usted es testigo del "incidente" relacionado con sus horas en detención.

Arrugo la frente.

—¿Cómo?

—Dereck, estuviste aquí cuando el director no hizo caso a mi petición de traer a Gerald y por el contrario señaló con mayor firmeza la acción que tuve para defenderme.

Retengo la maldición. ¿Qué acaso esta chica no entendía que no quería problemas?

—Somos los representantes del consejo de padres —informa una mujer—. ¿Lo que la señorita Williams dice es cierto?

—Bueno, yo en realidad no escuché demasiado —respondo en un intento de librarme de un asunto con el que no estaba relacionado—. No podría asegurar nada.

—La señorita Williams le expresó al director la situación con su compañero ¿sí o no?

"Estaba sobrepasándose conmigo ¿por qué él no está aquí y yo sí?"

"El chico que intentó tocar a su hija por debajo de la falda quedó sin castigo."

Observo a Halley, ella me mira con algo parecido a esperanza, y el director parece estar a punto de estallar del coraje contenido.

—Si.

—¿Y él hizo algo al respecto?

—No hasta que me marché. Si hizo algo después, no estoy enterado.

Eso es suficiente para que los cuatro adultos, incluyendo al que deduzco es el padre de Halley por la forma en la que grita, pierdan el control.

Daysi ingresa sacándonos tanto a Halley como a mí de ahí.

—No deben escuchar eso —dice mientras nos obliga a salir al pasillo y cierra la puerta con rapidez.

Resoplo, dispuesto a marcharme, pero apenas he avanzado un par de pasos cuando el sonido de los tacones a mi costado capta mi atención.

—Gracias. Por lo de ahí. Hubiese sido realmente vergonzoso que dijeras que no.

—No agradezcas.

—Oh, no intestes ser modesto...

—No agradezcas porque no lo hice por gusto —la interrumpo—. Lo hice porque una niña dramática me puso entre la espada y la pared. ¿Hacer que el director me llame por los altavoces? ¿En serio, Halley?

Ella luce avergonzada.

—Intenté pedírtelo de buena manera y...

—Y yo recuerdo haberte dicho que no era asunto mío —le recuerdo—. Pero no, la niña quiso salirse con la suya.

—De todas formas, gracias.

—Ahórrate tus agradecimientos.

Continúo con mi camino, ignorándola.

—¡Eres un idiota! —sonrío.

—¿Y qué harás? ¿Lanzarme un bote de pintura azul? —ella no responde—. No vuelvas a molestarme, Halley.

(...)

No pude librarme de los cuestionamientos de mi amigo sobre mi segunda visita a la oficina del director en tan poco tiempo. Si quería que dejaran de molestarme, debía decirles lo que ocurrió, así que lo hice.

—Quien diría que Dereck Jones podría ser un caballero —dice Lucie con diversión golpeando mi hombro.

—Solo dije la verdad y ya, aunque estoy seguro de que ahora el director Brooke me detesta por eso —mascullo.

—Pusiste al consejo de padres en contra la directiva, si se desata una huelga, deberías sentirte orgulloso —dice Colton.

—No me alienta saber eso —admito.

—Por cierto ¿en dónde has dejado a tu amiga inseparable? —cuestiona Jen—. Es extraño verte sin tu chaqueta.

—Creo que debía cambiar mi apariencia un poco —respondo.

Nos despedimos en la entrada del estacionamiento, cada uno toma su rumbo y aunque no tengo el más mínimo deseo de volver a casa, lo hago solo porque no tengo otro lugar al cual ir.

Parece que mi padre hablaba más enserio con la mudanza de lo que siquiera imaginé, cuando llego a casa, montones de caja están en la sala, Gema está en el medio dando indicaciones a los hombres que las trasportan de en qué sitio colocarlas.

—Oh, hola. —Le dedico una sonrisa forzada.

—Sí que fueron rápidos —respondo.

Las risas provenientes de la cocina captan nuestra atención, papá aparece corriendo detrás de un pequeño niño, ambos se detienen apenas reparan en mi presencia.

—Llegaste —mi padre se acomoda la camisa, observo al niño que está a su lado.

—Dereck, él es Austin —dice Gema con una sonrisa—. Cariño, él es Dereck, el chico del que te hable.

—¿Es tu hijo? —gira hacia mi padre—. No dijiste que tenías un hijo, Patrick.

Algo se remueve en mi pecho cuando lo escucho decir aquello. Papá me mira, se aclara la garganta, pero antes de que pueda decir algo, estoy esquivándolo para conseguir subir las escaleras.

Era increíble como de pronto tu hogar puede dejar de sentirse tuyo. Lanzo la mochila contra la cama, un suspiro pesado brota de mis labios antes de soltar una maldición.

—¿Qué falta de respeto fue esa? —la voz de mi padre se deja oír a mis espaldas.

—¿Vamos a hablar de faltas de respeto? —inquiero con molestia—. ¿Por qué siento que no le dijiste a Gema que tenías un hijo hasta que fue necesario?

Él no responde.

—Si hablamos de faltas de respeto, tú has cometido muchísimas más que yo. Trajiste a esa mujer y a su hijo a nuestra casa y ni siquiera te molestaste en preguntar mi opinión. No me hablaste de ellos nunca, ni un solo comentario hasta hace menos de una semana.

Mi voz tiembla y me maldigo internamente por mostrarme así.

—No tengo porque pedirte tu opinión, no tengo porque hablar contigo de mis relaciones, o de lo que hago y dejo de hacer en mi vida. —la frialdad con la que habla se me incrusta en el pecho.

—¿Vas a ser un padre para ese niño también?

—Estoy con su madre ¿tú que crees, Dereck? —da un paso al frente y por instinto retrocedo—. Gema y Austin se quedarán aquí, y no me interesa si estás de acuerdo o no, vas a respetarla y les vas a dar el lugar que les corresponde en esta casa. No voy a tolerar que la hagas sentir incómoda. No me hagas perder la paciencia.

—¿O qué? ¿Vas a golpearme? Tal vez deberías de hacerlo para que ella se dé cuenta de la clase de hombre que eres.

Se acerca con demasiada rapidez que no tengo tiempo de pararlo, su mano se posiciona en la parte trasera de mi cuello y ejerce presión con tanta fuerza que me hace soltar un quejido adolorido ante el fuerte agarre.

Empuja hasta que mi espalda choca contra la pared. Aparta la mano sólo para conseguir sostenerme de los hombros y empujarme contra el material, mi cabeza golpea y el dolor se presenta de forma intensa.

—Que ella esté aquí no va a cambiar en nada el hecho de que perfectamente puedo darte tu merecido, Dereck —me suelta y caigo al piso. Su bota golpea contra mi costilla y retengo el quejido de dolor porque sé que Gema está abajo y será peor si lo escucha.

Coloco la mano en mi costado y me apego a la esquina que se forma entre el mueble y la pared, la repentina valentía que me había invadido para hablarle así desaparece y él lo nota.

Sabe perfectamente que no soy tan valiente.

Se aparta y sale de la habitación sin volver a mirarme. Cierro los ojos, apoyando la cabeza contra la pared y digo, en voz alta, la frase que solía decir cada vez que algo como esto sucedía.

Mamá, desearía que no me hubieses abandonado. 

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