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44.- Fuego extinto.



«Me gustan más los sueños del futuro que la historia del pasado.»

Thomas Jefferson

Volver a la escuela, prepararme para la exposición que se llevaría en menos de una semana, visitas a la terapeuta y al médico encargado de llevar el tratamiento, tomar el medicamento, joder, era demasiado.

Sebastián me llamó apenas Luke le informó sobre el diagnostico, que había sido confirmado apenas un par de días después de la primera visita a la terapeuta. Estaba preocupado y eso era demasiado evidente, sin embargo, intenté convencerlo de que todo estaba bien, y que marchaba como debería.

Aunque no estoy completamente seguro de eso. Intentaba retomar mi vida, continuar como todos parecían opinar que debía hacerlo, pero era más complicado de lo que siquiera esperé.

—¿Realmente está dibujando flores y mariposas? —inquiero mirando a Alessia lo bastante entretenida con sus crayones.

—Parece ser que si —responde Halley con una sonrisa—. Tendrás una bonita férula para cuando acabe.

Su mano busca la mía, deja un apretón cuando entrelaza nuestros dedos y la miro.

—¿Cómo vas? —inquiere con suavidad—. ¿Todo en orden?

—Tan bien como puede —expreso—. Luke ha pasado el resto de la semana durmiendo en un colchón inflable a lado de mi cama, por las pesadillas.

—¿Siguen ocurriendo?

—Solo algunas veces —sonrío cuando Alessia me pide mirar los dibujos—. Le he dicho que estaré bien y puede volver a su cómoda cama, pero el hombre es testarudo.

—Solo se preocupa por ti —aclara—. ¿Cómo te sientes en la terapia?

—Mejor de lo que esperé —admito—. No me hace sentir que he perdido la cabeza.

Halley ríe.

—Estoy segura de que esto pronto acabará, D —asegura con una sonrisa—. No te presiones. Además, la exposición es en tres días, ¿estás emocionado por eso?

—Estoy nervioso, no pretendía presentarme con un par de muletas, y una férula decorada con colores rosas y amarillo —expreso mirando a Alessia—. Eres toda una artista.

Ella sonríe, abandona los crayones y se lanza hacia mí. La recibo en brazos y la acomodo sobre mis piernas.

—Mira —dice enseñándome sus pequeñas uñas—. Lili pintó.

Era enternecedor escucharla hablar, omitía palabras, y lo decía en un tono tan dulce que era imposible no sentirse como en un balde lleno de azúcar.

—Pero que bonitas —digo tomando su mano.

—¡Tú! —dice tomando uno de mis dedos.

—Tus manos se verían mucho más lindas con pintura brillante —expresa Halley en medio de una risa—. ¿Verdad Alessia?

—¡Si! —exclama. —Aquí, aquí

Se baja en un brinco, y la miro ir hacia las escaleras.

—¿Aquí? —inquiere Halley.

—Lo dice cuando quiere pedirte que no te vayas a otro sitio —aclaro—. Pero las escaleras...

—Voy —la observo ir detrás de Alessia y alcanzarla cuando esta sube los primeros escalones.

Luke y Alessandra habían salido debido a un compromiso, Lili no estaba en casa y parecía que Luke no olvidaba el hecho de que no me agradaba la idea de quedarme solo, así que tan pronto como Halley llegó, le pidió que se quedara mientras ellos volvían.

Me sentía como un niño pequeño al que todos querían cuidar, y eso no me ayudaba, en lo absoluto.

Fijo la atención en el ventanal que queda justo frente a la sala, y por una fracción de segundo, lo veo. Sacudo la cabeza, era imposible que Patrick estuviese aquí.

Tu mente puede hacerte ver cosas que no son, Dereck.

Las palabras de la terapeuta vuelven a mi mente. No era la primera vez que me parecía ver a Patrick. Y el sentimiento era el mismo.

—Halley —llamo.

—¡Bajamos en un segundo! —exclama.

No aparto la mirada del ventanal, el sentimiento de malestar vuelve y la inquietud por eso me envuelve. Me incorporo, tomando las muletas y acercándome al ventanal. Corro la cortina y resoplo.

—Evidentemente no va a estar por aquí —mascullo. El timbre resuena por la casa en el momento justo en el que volteo, y me sobresalto.

—Voy...

—No abras—pido cuando Halley se detiene con Alessia en brazos a mitad de las escaleras. Ella me observa con confusión.

—Debe ser la...

—No abras.

—Dereck...

—¡Que no abras la puerta, maldita sea! —grito cuando deja a Lessy en el sillón y comienza a caminar hacia la puerta, Halley se detiene ante mi grito.

—Ordenamos comida —dice en un susurro—. ¿Lo olvidaste? Debe ser el repartidor.

Me da la espalda, tan pronto abre la puerta la escucho hablar con alguien, cierro los ojos mientras me apoyo contra una de las paredes. Cuando vuelve con el par de cajas de Pizza entre sus manos, me siento avergonzado.

—Solo era la piza —pronuncia con suavidad—. ¿Quieres cenar?

—No tengo hambre —mascullo. No tolero seguir viéndola porque me siento avergonzado de considerar, tan solo por unos momentos, que Patrick podría ser la persona detrás de la puerta.

—Dereck...

Cruzo la sala, en dirección a la habitación. Evito mirar las escaleras, ese era otro factor que aún no podía enfrentar. Las malditas escaleras.

Cierro la puerta, me dejo caer con pesar sobre el colchón y suspiro. Por más que lo intentaba, por más que quería dejar de sentirme de este modo, no lo conseguía.

Cuando sientas que comienzas a perder el control, enfócate en un recuerdo bueno. Algo que te haga sentir bien.

Mi vista se posa en las mariposas de color rosa dibujadas sobre la férula del pie. Las pequeñas flores trazas con líneas irregulares, hay círculos y líneas de diversos colores y pronto me encuentro sonriendo ante los dibujos de Alessia.

—¿Dereck? —salgo del pequeño trance cuando escucho la voz de Halley. La puerta se abre levemente, y asoma la cabeza por la abertura—. ¿Puedo?

No respondo, empuja un poco más la puerta y termina por abrirla completamente.

—Siento haberte gritado —me disculpo.

—Está bien.

—No, no está bien —mascullo—. Nada está bien. Siento como si hubiese dejado de ser yo, como si ahora fuese otra persona la que está en mi cuerpo. Un chico al que no reconozco. Que no sé quién es.

—Sigues siendo el mismo —asegura con suavidad—. Nunca has dejado de ser tú.

—Puede que tengas razón, pero no lo siento de ese modo —susurro—. Siento que soy otra persona, que desde el momento en el que desperté en el hospital, lo hizo alguien más. Una parte de mí continúa, pero la otra parece haberse quedado estancada en aquel sitio, voy a la escuela, tomo las clases, vuelvo aquí y me esfuerzo por ser el mismo, por olvidar lo que pasó.

Un suspiro tembloroso brota de mis labios.

—Y quiero dejar de sentirme así, quiero ser el mismo Dereck que fui antes de todo esto, quiero sentirme bien, Hallie, y hace mucho que no lo hago. Todo ha sido una constante ida y venida de emociones que me aterran. Y no sé qué es lo que tengo que hacer. Me aterra no ser ese chico otra vez.

—Yo creo que no has dejado de ser tú —susurra tomando una de mis manos—. Nunca has dejado de serlo, solo estás asustado y mi amor, eso es completamente comprensible, tener miedo es normal, más de lo que crees, nos hace ser humanos, nos hace saber que no somos invencibles.

—Has sido fuerte, tan fuerte que estoy orgullosa de ti —asegura—. Todos lo estamos, y estoy completamente segura, de que tu madre también lo estaría.

—No, no la menciones —pido con los ojos ardiendo por las lágrimas, y mordiendo el interior de mi mejilla.

—Ella lo está, Dereck —susurra—. No tengas duda de eso.

Me tomo unos minutos para recomponerme, para conseguir hablar sin romperme porque estaba harto de sentirme tan frágil.

—Creo que la vida me recompensó enviándote a mí lado —susurro—. Creo que se dio cuenta de lo jodido que estaba y lo mucho que necesitaba de alguien que estuviera conmigo, así como tú lo has estado. Tengo una vida de mierda, Hallie, pero tenerte en ella, la hace mucho mejor.

Extiende una de sus manos, colocándola al costado de mi rostro en una caricia suave.

—Los infiernos no son para siempre, hasta el fuego más intenso, termina por consumirse —asegura—. No durará para siempre.

Antes de que pueda darle una respuesta, Alessia entra y apenas tengo un par de segundos para reaccionar y recibirla en mis brazos.

—¡Brillo!

Y cuando toma una de mis manos, para colocar el glitter de uña en ellas, no me resisto en lo absoluto.

Los tres días restantes para la exposición trascurrieron con más rapidez de la que me gustaría. El museo de Arte luce más lleno que de costumbre, hay varias exposiciones de cuadros, con diversos artistas, pero parece ser que soy el único que viene de un distrito escolar.

—¿Todo bien? —inquiere Luke con una sonrisa. Él y Less visten tan elegantes como nunca antes los he visto.

—Todo bien —respondo dirigiendo la mirada hacia las plataformas en donde las piezas se encuentran.

Un aire orgulloso me invade cuando las miro.

—Oh, y ahí están —regreso mi atención a Luke, el señala hacia la entrada del museo, y me bastan un par de minutos para reconocer a las personas que vienen entrando.

Caleb y Montserrat dicen algo entre ellos, y tan pronto como se encuentran lo suficientemente cerca, esta última me envuelve en un repentino abrazo.

—Me alegra tanto verte bien —admite—. Y ¿Dónde está ese arte?

Señalo mi costado.

—Justo ahí —informo.

—Por Dios, tenemos a un artista en la familia —una leve risa me invade cuando habla con entusiasmo—. Vuelvo enseguida, tomaré un par de fotografías.

—Montserrat sin fotografías no sería Montserrat —expresa Caleb—. Felicidades, estamos orgullosos.

—Gracias por venir —expreso.

—¿Cómo faltaríamos? —inquiere—. Luisa quiso venir, pero nuestros hijos acapararon su tiempo y atención, pero te envía sus felicitaciones.

—No hay problema —Caleb señala el mismo sitio en donde su hermana se encuentra y luego se marcha hacia ahí.

Recorro la sala del museo con la vista, intentando encontrar a Halley. Dijo que estaría aquí tan pronto comenzara la exposición, pero llevaba cerca de media hora y no la veía por ningún sitio.

—Vendrá —observo a Luke—. Tranquilo, tal vez solo se le hizo tarde.

Asiento levemente, le doy un vistazo rápido al celular y luego lo coloco de nuevo en mi bolsillo.

—Parece que a la gente le gusta —señala.

—Sí, eso parece —respondo—. Es increíble que cinco piezas me hayan traído hasta aquí.

—Bueno, cinco piezas es solo el comienzo —afirma—. Un futuro brillante, no lo olvides.

Palmea uno de mis hombros, cuando estoy por responder, la veo. Viene con sus padres, portando un bonito vestido en color azul turquesa. Su cabello está completamente suelto y con ondas cayendo por sus hombros, y le basta acercarse tan solo un poco más para eclipsarme por completo.

—Estás preciosa —susurro con una sonrisa.

—Lamento la demora, tuvimos algunos percances —dice la señora Williams—. Muchas felicidades, Dereck.

—Gracias por venir, lo aprecio —la mano de Halley se entrelaza con la mía.

—Los trajes te sientan bastante bien —expresa—. Estás guapísimo.

—La férula me da el toque —ella ríe—. Las mariposas y flores son parte del vestuario.

—Hay que darle gracias a Alessia entonces —admite entre risas—. Estoy muy feliz por ti, D.

Me envuelve en un abrazo y deja un corto beso sobre mis labios antes de apartarse.

—Realmente me siento orgullosa. Mereces esto

—Aún creo que es increíble —admito mirando al grupo de personas que se han congregado alrededor del sitio en donde se encuentran las piezas.

Los padres de Halley y Luke se han apartado, parecen mantener una conversación lo bastante entretenida.

—Ahí viene Colton —volteo, Halley tiene razón, pero no viene solo. Los señores Harrison vienen con él.

—Amigo, felicidades —expresa Colton con una sonrisa—. Son excepcionales.

—Gracias —sonrío levemente—. Señores Harrison.

—Pues al parecer al arte si deja cosas buenas —la madre de Colton me observa con una sonrisa de fingida amabilidad—. Al menos es un museo, y no una callejuela en Portland.

—Mamá, por favor —Colton luce avergonzado—. Sé educada.

—Sí, bueno, algunos tenemos que luchar por las cosas que queremos —respondo con firmeza—. No todos tenemos la suerte de nacer en una cuna de oro.

—¿Todo bien? —La voz de Alessandra se escucha detrás de nosotros.

—Si —respondo.

—Deberías escoger mejor a tus amistades, Colton. No a chicos que no saben respetar.

—Solo le doy mi respeto a las personas que se lo merecen —aseguro—. Y usted no es una de ellas.

—Lo vago...

—Suficiente, no voy a tolerar que le falte el respeto a Dereck —Alessandra da un paso al frente—. Si quiere que le den respeto, lo primero que debe hacer es darlo. Una mujer tan fina y elegante no querrá que los guardias le pidan retirarse, así que es mejor que lo haga por voluntad.

—Es un museo público —interviene en padre de Colton—. No puede...

—Y ustedes acaban de ofender a uno de los artistas. Y por si no lo saben, eso es suficiente para que se les pida marcharse —Less tiene una postura firme.

—Sí, es mejor que se vayan. —Colton voltea hacia sus padres—. Porque lo único que hacen es avergonzarse. Dereck es por mucho el mejor amigo que puedo tener, mamá.

—Colton...

—Vete, madre —una mirada despectiva es lo que obtengo antes de que ambos se den la vuelta y se marchen.

—Dereck lo siento tanto, insistieron en venir que creí que se compartían diferente. Lo siento, en verdad. —Sonrío.

—Tranquilo, tus padres me traen sin cuidado —aseguro.

—Por Dios, que personas más desagradables, con todo respeto, Colton —aclara Alessandra.

Mi amigo ríe.

—Intenta pasar diecinueve años con ellos —dice soltando una risa—. Lo siento.

Ella le hace un gesto para restar importancia, y luego gira hacia mí. Sus manos se colocan a los costados de mi cuerpo y sonríe.

—¿Todo en orden?

—Todo en orden, gracias Less.

—Nadie ofende a mis hijos —se acerca y deja un beso en una de mis mejillas y luego, me da la espalda para volver con Luke.

Pero yo me quedo ahí, procesando lo que dijo. Sintiendo mi corazón dar un vuelco furioso.

—¿A caso...? —la señalo. Halley y Colton asienten con una sonrisa—. ¿A caso me llamó su hijo?

—Sí, creo que eso hizo —Halley da un pequeño brinco emocionado y me sonríe tan radiante que me comparte el sentimiento.

Antes de poder decir o hacer otra cosa, el profesor Jackson se acerca.

—Dereck, ven conmigo. Hay algunas personas que quieren hablar contigo —informa—. Coloca tu mejor sonrisa, porque estás por conocer al decano de la universidad de Chicago.

Halley a mi costado ahoga un grito, ay joder, demasiadas noticias por hoy.

—¿Al decano?

—Está impresionado por las piezas. Esta es tu oportunidad así que, venga, vamos.

Sonrío, ahora mismo desearía no tener que utilizar las muletas para caminar y poder dar una imagen más presentable, pero cuando nos detenemos frente al hombre mayor que el profesor presenta como el Decano Peter Keltner, sé que eso es lo menos importante.

Porque el infierno aún no acababa, pero estaba completamente seguro de que pronto lo haría. El fuego comenzaba a consumirse, pronto se extinguiría.

Ahora estaba convencido de eso. 

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