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41.- Aceptar la realidad.


«No que me hayas mentido, que ya no pueda creerte, eso me aterra.»

Friedrich Nietsche

La sensación de dolor se apodera de mi cuerpo apenas mi mente parece reaccionar. Un quejido brota de mis labios mientras intento abrir los ojos, pero la luz es demasiado intensa como para conseguirlo.

Las voces a mi alrededor se escuchan lejanas, mi nombre se escucha como un sonido a distancia, alguien me llama, pero no soy capaz de hacer algo más que sentir la pesadez en mi cuerpo. Alguien me toca el rostro, el tacto es suave y entonces intento de nuevo abrir los ojos, pasa largo rato antes de que sea capaz de abrirlos por completo sin sentir la luz blanca tan molesta.

—¿Dereck? —la visión es borrosa, intento hablar, hacer algo más que solo intentar aclarar la visión, pero no lo consigo. Me quejo cuando intento moverme—. Tranquilo, estás bien, tranquilo.

No conozco la voz, no consigo reconocerla y cuando tras varios minutos, la visión se vuelve clara, solo soy capaz de enfocar al hombre que parece tener tanto parecido a Patrick que, por un segundo, creo que se trata de él, tanto que me aterro de tenerlo cerca.

No sé si el hombre se ha dado cuenta de la manera aterrada en la que lo miro, pero se acerca colocando las manos sobre mi torso evitando mis intentos de incorporarme.

—Dereck, está bien, no soy quien crees —dice y el tono de voz me lo confirma. Es cálido y cuando me fijo en sus ojos, son de un verde claro, no azules como los de Patrick.

—Agua —mi voz brota en un susurro ronco. Él asiente, se aparta tan solo un poco y luego vuelve con un vaso y una pajilla que coloca entre mis labios. El líquido me refresca de manera inmediata, cuando bebo lo suficiente cierro los ojos.

Varias personas más ingresan, mi mente es una maraña de recuerdos confusos, como si no acabara de despertar por completo.

—Hola, Dereck —saluda el que creo es el médico—. Vamos a revisarte, ¿de acuerdo? Sigue la luz con la mirada.

Hago lo que dice, luego me pide hacer cosas básicas, como mover los dedos del pie, la mano, y me pregunta cosas tan sencillas como mi fecha de cumpleaños, o mi nombre completo.

—No parece haber daño en el cerebro —se gira hacia el hombre del cual aún no sé el nombre—. Todo parece en orden, no hay daño en la memoria, ni en el sistema nervioso. Pero deberá estar internado por varios días para monitorear la inflamación del cerebro.

El médico gira hacia mí de nuevo.

—Es posible que estés confundido, estés soñoliento, te sientas mareado o tengas náuseas, tuviste una fuerte contusión cerebral, si sientes dolor te aplicaremos una pequeña dosis de morfina, solo la necesaria.

Asiento levemente.

—Las enfermeras vendrán pronto —cuando el médico sale, es cuando Tiana ingresa.

—Hola, Dereck —saluda con una sonrisa cálida—. Todo esto debe ser complicado para ti, ¿recuerdas lo que ocurrió?

Flashazos de lo que pasó vuelven a mi mente, las palabras de Luke, la llamada de Austin, el golpe de Patrick.

—Sí.

—Ha acabado, Patrick no podrá hacerte daño otra vez —dice con seguridad—. Él es Sebastián.

—No me conoce —expresa—. No nos hemos visto en años, ¿verdad, Dereck? Eras apenas un niño pequeño la última vez que te vi. Pero estoy aquí, y voy a cuidar de ti.

Solo en ese punto mi mente lo reconoce.

—Eres mi tío.

—Sí, así es —dice con una leve sonrisa—. Vine por ti, y no me iré.

Tiana dice un par de cosas más a las que no le presto atención, y termina por salir cuando lo nota.

—Probablemente quieras ver a personas que conoces —expresa con amabilidad—. Hay varias esperando afuera.

—¿Luke está aquí? —inquiero débilmente.

—Sí, casi no se ha marchado de la sala. Está preocupado.

Tenerte es un problema.

Sus palabras se repiten en mi mente, dejando de nuevo la opresión dolorosa.

—¿Quieres que...?

—No, no quiero verlo —expreso—. No a él.

Sebastián parece confundido, pero asiente.

—Humm, entonces...tu novia. Ella también está afuera. O si no quieres ver a nadie, te dejaré...

—No, ella...ella está bien.

Sonríe, asintiendo antes de apartarse y salir. Cuando me quedo solo, reparo en la cosa que tiene sujeto uno de mis hombros, también en la férula que hay en uno de mis tobillos.

El silencio que se produce es insoportable. Solo me alivio cuando le puerta se abre, y la miro entrar.

—Hallie —deseo que mi voz salga con más fuerza, pero no lo consigo. Camina con rapidez, avanza a pasos agigantados hasta llegar a la cama y envolverme en un abrazo.

Retengo el quejido adolorido que me produce porque la sensación de bienestar es mucho mayor, se aferra a mi cuerpo y eso me hace sentir bien, me devuelve un poco de la seguridad de la cual carezco ahora.

—Dios mío, D —se aparta, acunando mi rostro entre sus manos—. Estaba aterrada de que algo pudiera pasarte.

—Pues si me pasó —susurro con una sonrisa ladeada.

—Oh, cállate —dice antes de colocar sus labios sobre los míos.

El contacto me devuelve al sitio seguro, a aquel sitio en donde todo parecía ir bien. No se aparta de inmediato y yo deseo que no lo haga nunca. Pero inevitablemente se aleja.

—¿Por qué no me llamaste? —inquiere con suavidad acariciando mi rostro—. Mis padres te hubiesen dado un lugar, lo sabes. Ellos te hubiesen recibido.

—No quería causarles problemas. No quería molestarte en tu curso, además era tarde y...

—No eres un problema —asegura y me siento frágil al escucharla decir aquello—. No me causarías problemas jamás.

—Le causé a Luke...

—Sí, sé de eso —dice dulcemente—. Y que se joda.

—¿Qué?

—Que se joda el señor Lewis —espeta—. Nada es cierto. Todo lo que él dice que te dijo, que no se en realidad que sea...son mentiras.

Mi visión se vuelve borrosa cuando dice lo último.

—Lo sabes, sabes que son mentiras. Lo que sea que te haya dicho, son mentiras —asegura con firmeza—. Dilo.

Niego.

—Dereck, dilo —pide con suavidad—. Son mentiras.

—Todo lo que dijo son mentiras —mi voz se rompe y ella sonríe.

—Así es mi amor —dice con tanta dulzura que termino por romperme otra vez—. Ven aquí.

Se acomoda a mi costado, abriendo los brazos y apegándome a su pecho. Cierro los ojos cuando la calidez de su cuerpo me envuelve. La necesito cerca, porque ella es ahora todo lo que me queda.

—No me abandones —suplico con voz rota—. Por favor, Hallie, no lo hagas.

—Juro por lo que más quiero en la vida que no voy a abandonarte —promete—. No lo haré. Estaré aquí para ti, siempre.

Me siento agotado a pesar de que casi acabo de despertar, y estando sobre su pecho, sintiendo sus manos trazar caricias por mi rostro y cabello, solo cierro los ojos.

Deseando dejar de sentir esto, ésta molesta sensación que me taladra el precio, y que parece no querer dejar de doler.

Sebastián no parece una mala persona, sin embargo, sigue siendo un completo desconocido para mí, aun cuando me ha hablado de su familia, de su esposa e hijas, se siente como una persona extraña. Y el parecido físico con Patrick, lo hace más complicado.

Ha intentado explicarme lo que ha pasado en los dos días que estuve inconsciente, y todo se siente como una bomba de información.

—Así que, ¿irá a prisión? —inquiero.

—Sí, por abuso, violencia doméstica e intento de homicidio —cierro los ojos cuando dice lo último—. Le esperan varios años en la prisión. Gema fue catalogada como una víctima más, no perdió su embarazo lo que es algo bueno en realidad, y tampoco la custodia de Austin, pero será canalizada a terapia.

—¿Y qué hay de mí?

—Tu padre perdió los derechos paternales, y todo derecho legal sobre ti —informa con cautela—. Margarita fue catalogada no apta para tu cuidado, así que solo quedo yo.

Sonríe con suavidad.

—Estarás bajo mi cuidado hasta que tengas la mayoría de edad, seré tu tutor legal. Sé que no me conoces, pero...te prometo que quiero lo mejor para ti. Apenas te recuperes, te mudarás a Texas conmigo y...

—¿Texas? —interrumpo—. Pero...

—De acuerdo, creo que está siendo demasiada información y apenas llevas unas horas despierto. —dice incorporándose.

—No, es que...—me detengo por algunos segundos—. Toda mi vida está aquí, todo...

—Lo sé —interrumpe—. Será un proceso complicado, pero no hay opción. Probablemente tengas que perder este curso escolar porque van por la mitad y será casi imposible inscribirte a alguna preparatoria en Texas. Lo siento, Dereck, realmente si tuviera otra opción, la tomaría.

—Así que ya está decidido —susurro—. No importa lo que opine, ¿verdad?

—Tú tienes tu vida aquí, yo la tengo en Texas —manifiesta—. No puedo cambiar todo por ti, suena cruel, Dereck, pero trata de ponerte en mi lugar, recibo una llamada a media noche informando que mi hermano intentó asesinar a mi sobrino, me importas, me preocupo por ti de lo contrario no estaría aquí, pero no puedo cambiar y reorganizar toda mi vida en otro sitio.

Me mantengo en silencio, observándolo colocar la mano en el puente de su nariz.

—Apenas te recuperes nos iremos a Texas. Ya está decidido —pronuncia con firmeza—. Será complicado, lo sé, pero te ayudaremos. Tendrás a tu familia.

En realidad, no tengo una familia, nunca la he tenido.

—No los conozco—. Él vuelve a tomar asiento.

—Lo sé. Patrick y yo nunca tuvimos una buena relación, cuando tu madre murió fue la última vez que nos vimos. No voy a excusarme, Dereck, él se alejó y cuando dejó de tomar mis llamadas, yo dejé de insistir. Hice mi vida, me casé, y no supe de Patrick otra vez. Hasta hace un par de días, cuando Tiana me contactó.

—Así que nunca intentaste acercarte otra vez —sentencio.

—No. Y no voy a venir a decirte que lo intenté porque solo le llamé los primeros meses, luego dejé de insistir. Patrick y yo nunca recuperamos la relación luego de la muerte de tus abuelos, ya no teníamos un motivo para fingir cordialidad. Y fue peor cuando Patrick se convirtió en otra persona luego de la muerte de Julieth, dejé de reconocerlo, así que solo me aparté.

No le doy una respuesta, Sebastián suspira incorporándose.

—No nos conoces, pero Lindsay estará encantada de conocerte, las niñas igual, danos tiempo para demostrarte que puedes confiar en nosotros. Todo es por tu bienestar —me recuerda—. Es lo mejor para ti.

Cuando sale, suelto una maldición. Mis costados duelen, las costillas rotas son más dolorosas de lo que imaginé, casi no puedo moverme por la férula del hombro, y de repente me siento de nuevo impotente.

Impotente ante la posibilidad de tener que alejarme de todo lo que conozco. De Halley, de mis amigos, de los planes para la universidad, de absolutamente todo.

Tal vez Patrick no había acabado con mi vida, pero me arrebató todo lo que amaba, me condenó a una vida de mierda y, aun cuando estuviese lejos, eso no cambiaría.

Una parte de mí me grita que esto es algo bueno, alejarme de todo, de Luke, de Patrick, empezar de cero en otro sitio, con otras personas que parecen buenas, pero hay otra voz que poco a poco comienza a perder fuerza, esa que luchaba por volverse fuerte, esa a la que le costó gritar que el arte era lo que quería hacer, que insistió en que las cosas con Halley podían funcionar, esa que dice ahora, que no debo marcharme.

Pero no tenía opción, al parecer las cosas estaban dictaminadas por alguien más, tal vez siempre sería así.

Si me marchaba a Texas y Sebastián no resultaba ser en realidad la persona que decía, ¿a quién iba a recurrir?

Tengo la experiencia de que las personas que aparentan ser buenas, en realidad no siempre lo son.

Y nada me aseguraba que esta vez, las cosas resultarían bien.

El medico tuvo razón al describir los síntomas que podría tener, porque los tuve, todos y cada uno de ellos. Los vómitos eran lo peor, contraer el estómago con dos costillas rotas era tan malditamente doloroso.

Me sentía agotado, como si fuese capaz de dormir largas horas. Colton entró por algunos minutos, y tuve que repetir hasta el cansancio que dejara de decir una y otra vez que debió de haber hecho algo más. Parece que todo el mundo sentía la obligación de disculparse, pero no lo quería de este modo, porque no se sentía sincero.

No he querido ver a Luke, ni a Less a pesar de que sé que no se han marchado de la sala de espera. No me atrevo a mirar a Luke a la cara y ser capaz de no recordar todo lo que dijo. ¿Por qué no pudo respetar su propia petición y mantenerse alejado?

—Has vuelto a esa actitud —dice Halley con suavidad—. A esa que aparenta que ya nada le importa.

Acaricia mi cabello. Se había marchado para asistir a Cleveland y la había echado de menos en ese tiempo, ella era la única persona con la que me sentía cómodo.

—¿Qué más puedo hacer? Tal vez me ayude para el momento en el que tenga que marcharme a Texas.

—No eres tú, no te obligues a volver a armarte de esa fachada —pide—. Te costó salir de ella, no vuelvas.

—No lo entiendes —susurro—. Tal vez nunca debí de abandonarla, tal vez no debí de aferrarme a tantas cosas que echaré de menos ahora.

—Escucha, Dereck, si al final tienes que ir a Texas, no va a ser el fin del mundo por eso. Encontraremos la manera, nada va a cambiar.

—Todo va a cambiar, Williams. Estaremos a miles de kilómetros, con suerte podré verte en vacaciones y luego irás a la universidad y...—Sus labios se posan sobre los míos, deteniendo mis palabras.

—No cierres las puertas antes abrirlas... ¿recuerdas? —inquiere—. Creo que...

—¡Ganaste! —Lucie, Colton y Jen ingresan a la habitación sobresaltándonos con su grito emocionado, seguidas por las enfermeras que dicen que no pueden hacerlo—. ¡Dereck ganaste el concurso de cerámica!

—¿Qué? —inquiero. Halley suelta un grito a mi costado que me hace dibujar una mueca.

—¡Expondrá tu cerámica en el museo! —Todo el sentimiento de malestar que invadía mi cuerpo se esfuma por completo cuando caigo en cuenta de lo que dicen.

—¡Lo sabía! —dice Halley abrazándose a mi cuerpo y me quejo cuando lo hace demasiado fuerte.

—Las costillas —gimo y se aparta casi de inmediato, pese al dolor, estoy sonriendo—. Esto es...

—Wow, wow, ¿por qué tanto entusiasmo?

—Señor Jones, ¡Dereck ganó el concurso de cerámica! —expresa Halley—. Expondrá sus piezas en el museo de Portland.

Sebastián sonríe.

—Vaya, felicidades, pero, ¿Cuándo es?

—En tres semanas, estarás recuperado para entonces, ¿no es cierto? —inquiere Halley girándose hacia mí, pero soy incapaz de responderle, porque reconozco la mirada que Sebastián lanza en mi dirección, esa que hace que todo sentimiento positivo se esfume.

—¿Pueden dejarnos solos? —inquiere—. Por favor, chicos.

Los tres me miran, asiento levemente y solo entonces salen. Sebastián da un par de pasos acercándose, y no necesita hablar para que lo sepa.

—No podré asistir, ¿verdad? —inquiero y no puedo evitar que mi voz salga decepcionada.

—Tres semanas es mucho tiempo, el médico dijo que te darán de alta al finalizar esta semana, no puedo permitirme más tiempo.

—¿Y no hay forma de esperar al menos hasta el día de la exposición? Es importante, me ayudará para la universidad y...

—Dereck, es seguro que pierdas este curso escolar —dice interrumpiéndome—. En todo caso sería tiempo desperdiciado. Escucha, tengo un trabajo, no tengo demasiados días libres como me gustaría y estoy usando mis días de vacaciones por adelantado, no puedo esperar tres semanas.

—Pero es importante —susurro—. Es probablemente una oportunidad que no volveré a tener.

—Debes entender que desde lo que ocurrió, todo lo que tenías organizado y planeado se ha ido. Debes adaptarte a esto, no puedo hacer nada más, Dereck.

Asiento levemente, intentando ocultar la gran decepción que eso me produce.

—Sí, lo entiendo —susurro—. Supongo que tendré que llamar a la escuela y decir que no podré hacer esa exposición.

—Puedo encargarme de eso —dice—. Lo lamento.

No respondo.

—Dereck...

—¿Puedes dejarme solo? —inquiero—. Por favor.

Él no se opone, asiente y sale de la habitación. Maldigo tan pronto se va, cierro los ojos con fuerza mientras siento la frustración abrirse a pasos agigantados en mi sistema.

¿Por qué parecía que todo se me estaba siendo arrebatado de las manos?

—Todo es una mierda —pronuncio.

—Eso parece —abro los ojos de golpe cuando reconozco la voz de Luke—. Sé que no quieres verme, pero necesito hablar contigo.

—Señor Lewis —no sé cómo es que mi voz sale tan estable.

—No...no me llames de esa forma —susurra—. Dereck, yo...

—No necesito su compasión —mascullo con molestia. No estaba en mi mejor momento para hablar con él—. No necesito que ahora que mi padre intento asesinarme, se muestre amable.

—Dereck...

—Quería que me alejara. ¿No? Me quería lejos de su familia. Así que eso haré, Texas está muy lejos de aquí, así que no tendrá que volver a verme, señor Lewis.

—Deja de ser tan formal.

—¿No fue eso lo que pidió?

—Dereck...

—No estoy enojado, no le guardo rencor si eso es lo que le preocupa —susurro cerrando los ojos, aclarando un punto que no tengo necesidad de dejar en claro. —Al final dijo la verdad.

—No. Esa no era la verdad.

—Claro que sí. Dijo que Patrick tenía razón. Esa es la verdad, que siempre la tuvo respecto a mí. Absolutamente todo lo que dijo, fue cierto. Creo que su sinceridad no puede ser cuestionada. Siempre dijo lo que pensaba.

—No. Eso no es verdad. Nada de eso es cierto, estaba enojado y...

—Bueno, pues no puede ir diciendo cosas por la vida y luego hacer lo contrario. ¿O es que se sientes culpable?

Él no responde.

—Así que es eso —una punzada me atraviesa y me olvido del tono formal —te sientes culpable y por eso estas aquí. No porque quieras, sino porque de no hacerlo, no estarías tranquilo contigo mismo, ¿no es verdad?

Un corto silencio se instala entre nosotros.

—No es culpa tuya. Yo ocasione todo, si hay un culpable, soy yo. Fui a esa casa sabiendo a que me enfrentaría, no esperé que Patrick hiciera lo que hizo, pero sabía los riesgos y decidí ir. Yo decidí ir a Sellwood otra vez, decidí tomar la mercancía y fue mi decisión no decirte nada. Fueron mis elecciones las que me trajeron hasta este punto, Luke. Tú no tuviste nada que ver.

—No estoy aquí porque me sienta culpable. Estoy aquí porque me preocupo por ti, porque...

—Ya no soy tu problema —espeto sin mirarlo—. No tienes que preocuparte más por mí. Y creo, que, de hecho. Deberías marcharte.

—Dereck...

—Estoy hablado en serio, señor Lewis —me atrevo a mirarlo, me observa como si le hubiese clavado un puñal. Y tal vez lo hice.

Pero si iba a alejarme, si haría mi vida a kilómetros de distancia no quería tener nada que añorar aquí.

Tal vez incluso debería terminar con Halley. ¿Qué caso tenía? Estar a miles de kilómetros, con una distancia gigantesca ente ambos, ¿cómo planeaba que funcionara?

—No eres un problema —asegura —nunca te consideré uno. Y necesito disculparme por eso, necesito que sepas que me arrepiento de todo lo que dije, no pensé con claridad. No es lo que pienso sobre ti.

—Sí, bueno, eso no importa ahora. —respondo —creo...

—No. No voy a dejar que me alejes. Tu cometiste un error, no, en realidad no hiciste nada malo. Fui yo quien cometió el error, yo al no escucharte y al no prestar la atención suficiente a lo que decías, es toda mi culpa, Dereck, me sentí traicionado, y cuando algo como eso pasa, no pienso con claridad. Pero no voy a dejar que esta vez me aparte de personas a las que quiero.

—Debería usar su propio consejo y usar su razón.

—Deja de hablarme de usted —exige— y no. Está vez me rehúso.

Se acerca. Se coloca al borde del colchón y sonríe. De pronto la imagen cálida vuelve, se convierte en el hombre que me ha ayudado todo este tiempo, pero me repito que no es real. Que tan pronto vuelva a equivocarme, aunque sea en la más mínima cosa, no dudará en hacerlo de nuevo.

—Dije que no iba a abandonarte —me recuerda.

—Ya lo hizo. —susurro en un hilo de voz.

Luke cierra los ojos, no se aparta. Permanece un tiempo en silencio antes de volver a mirarme.

—No debí de echarte de esa manera. Debí de haber permitido que encontraras un sitio primero, haber hablado a Tiana, cualquier cosa excepto echarte a media noche.

—En su lugar, hubiese hecho lo mismo.

—Hago y digo cosas cuando estoy enojado de las cuales después me arrepiento —se sincera —parece que la parte impulsiva de mí no ha desaparecido. Pero no quiero acabar así. Eres parte de mi familia. Dereck.

Una sonrisa triste se filtra en mis labios.

—¿Por qué mientes? —mi voz tiembla—. ¿Por qué me dices todo esto cuando sabes que no es verdad?

—Claro que es verdad y tú lo sabes. Caleb está en la sala de espera, Montserrat ha llamado. Todos estamos preocupados por ti. Tienes razón, me siento culpable porque me prometí a mí mismo protegerte y no lo hice. Ahora estoy intentando enmendar mis errores, déjame hacerlo. Habla conmigo, sigo siendo el Luke en el que puedes confiar, te lo prometo.

—¿El Luke que vuelve solo cuando estoy en peligro? —inquiero en un hilo de voz. —¿O el que dijo que, si no me marchaba iba a golpearme? Dime, Luke, ¿cuál de ellos es?

La culpa explota en su mirada.

—Dereck...

—Yo puse en riesgo a tu familia y tú me mostraste esa parte de ti que todos tenemos, esa que daña —susurro. —No me pidas confiar en ti cuando usaste lo que me haría daño para hacerme salir de tu casa. No te culpo por echarme... sino porque sabias bien lo que me haría escuchar esas palabras viniendo de ti... y aun así las dijiste.

—Nada es verdad, Dereck...—habla con desesperación—. Estaba...es decir...estoy pasando por...

—Oh, y aquí viene, el pasado trágico, las personas que te lastimaron, toda la mierda que dirás para justificarte, hablarás de la muerte de tu amigo, de la traición de tu ex novia y usarás mil malditas excusas —hablo con brusquedad porque estoy enojado, porque de pronto la ira es incontrolable—. Todos tenemos una vida de mierda, Luke. Pero al menos yo no uso eso para justificar mis malas decisiones. Nunca lo he hecho.

—No eres un problema —dice con firmeza—. Nunca lo fuiste, nunca lo serás. Y no me arrepiento de ayudarte, jamás me he arrepentido. Ni siquiera cuando esos idiotas entraron y dijeron que venían a cobrar la deuda que tenían pendiente contigo, ni siquiera mientras destrozaban mi hogar, y veía a mi esposa aterrada mientras otro hombre la apuntaba, tampoco cuando soltaron dos disparan tan cerca de Less que pensé que iban a matarla.

Sus ojos se cristalizan.

—Nunca me arrepentí, pero cuando se fueron y me di cuenta de lo que había pasado, me asusté. Por ti, por mi familia, por mi hija. Me asusté y algo en mi dejó de razonar. Me asusté tanto que la única salida fue culpar a alguien más.

No soy capaz de responder.

—No me decepcionaste. Creo que fue al revés, creo que fui yo quien te decepcionó.

—Aplicó lo mismo, ¿no? Entre la seguridad, la familia, o alguien que no tiene nada... ¿qué es lo que siempre se elige?

Aparta la mirada, su cuerpo se tensa y no es capaz de mirarme.

—En realidad no lo conozco —susurro—. Me mostró lo único que estaba dispuesto a dejar ver, en cambio yo, yo le dejé saber que no tenía nada ni a nadie, le mostré al Dereck vulnerable, a ese chico necesitado de una familia, lo conoció a detalle y luego usó eso mismo en mi contra.

—Dereck...

—No le guardo rencor, señor Lewis —un dolor se instala en mi pecho ante la formalidad, porque todo se siente lejano—. Pero no pretenda que confíe en usted otra vez. Porque creo que las personas no son tan buenas como lo aparentan. Y eso lo sé gracias a usted.

—Lo siento tanto.

—Yo también —susurro—. Debe irse.

Asiente, se incorpora y sale sin decir nada más. Cuando se ha ido, extiendo la mano hacia la mesa de noche y tomo el celular. Abro el navegador y en la barra de búsqueda escribo:

Luke Lewis.

Había algo que no estaba diciendo. Si Luke no me permitía saber sobre él, obtendría la información yo mismo.

Porque conocía mis debilidades, pero yo de él, no tenía ninguna. 

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¡Nos leemos mañana! Gracias por todo el apoyo. 

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