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39.- Cumplir el propósito.

Segundo capítulo del día, ¡Disfrútenlo!



"Las personas buenas pueden hacer cosas malas, tomar malas decisiones no los hace malas personas".

Sonia Sotomayor.

Lili cumplió su promesa y Luke no estuvo enterado de mi salida. Parecía que el asunto de la pelea que tendría, o que estaba considerando tener, lo tenía más tenso que de costumbre.

Pese a eso, no puedo esquivar el hecho de que me veo en la necesidad de preguntarle si es posible que pueda ir a la casa de los Williams. Es ridículo, tomando en cuenta que me ausenté más de una hora y no pareció notarlo.

—Te quiero en casa a las diez —dice—. Ni un minuto más.

—De acuerdo —respondo.

—Y cuando vuelvas, hablaremos de ese asunto de Sellwood —dice.

—Podemos hacerlo ahora —expreso—. Los Williams...

Luke suspira.

—Ahora no, ve a esa cena, despide a Halley y luego hablamos, ¿bien? —me sonríe con ligereza, y es el último gesto que obtengo antes de que ingrese de nuevo a su estudio.

La actitud de Luke en los últimos días distaba mucho de cómo solía ser. Parecía más tenso, más preocupado.

Me convenzo de dejarlo pasar, repitiéndome que, si hablaríamos sobre Sellwood, era mejor que disfrutara este par de horas, antes de enfrentarme a lo que sea que sucedería tan pronto como Luke supiera todo.

Teniendo como hora de llegada las diez, no podría acompañar a Halley al aeropuerto, y eso parece desilusionarla tan pronto como se lo hago saber. No me toma demasiado tiempo llegar a la casa de los Williams, el trayecto era relativamente corto y a velocidad, no se extendía más de lo necesario.

Halley estaba enterada del accidente en la motocicleta, aunque no le di demasiados detalles. Sus padres me reciben en la entrada y ambos parecen entusiasmados de verme llegar.

—Será una semana larga sin ella en casa —dice el señor Williams—. Pero ese curso podría asegurarle una beca en Yale.

—Es de pintura y reproducción del arte de estilo victoriano —informa Halley con entusiasmo—. Al final te emiten un certificado, si consigo reproducir al menos una pieza, será m boleto para Yale.

—Estoy seguro que sí, eres talentosísima —expreso.

—Claro que sí, cielo —concuerda su padre—. Lo harás.

—¿Qué hay de ti, Dereck? —inquiere su madre—. ¿A dónde aplicarás?

—Mamá, sabes bien que no hay que...

—No, de hecho, ya lo he pensado —interrumpo—. Aplicaré para Yale, y para la universidad de arte de Chicago.

—¡Yale! —exclama la señora Williams—. Cariño, de conseguirlo irán juntos a la universidad. Eso es grandioso.

Soy consciente de la mirada iluminada que hay en el rostro de Halley.

—Dereck participa en el concurso de cerámica —dice con algo parecido a orgullo—. Tienes que ver las piezas que presentó, son bellísimas.

—¿Ese concurso que está relacionado con el museo de Arte de Portland? —inquiere su padre.

—Ese mismo.

—Vaya, pues mis mejores deseos, Dereck. Cuando ganes, espero que nos invites a la exposición.

Sonrío con sinceridad.

—Claro que si —siento la mano de Halley buscar la mía por debajo de la mesa, la alcanzo cuando ella deja reposar sus dedos sobre la tela del pantalón y entrelazo nuestros dedos.

La cena trascurre con normalidad, en un ambiente tan agradable que por el tiempo que paso en la casa de los Williams, olvido el asunto de Sellwood.

—Realmente te echaré de menos —admito cuando Halley termina de subir sus cosas al auto.

—Yo también, D. —admite acercándose—. Te llamaré todos los días, y tan pronto tengas los resultados del concurso, llámame, ¿sí?

—Serás la primera persona a quien llamaré si son buenas noticias —prometo—. Cuídate.

—Lo haré.

Enrosca las manos alrededor de mi cuello, sus labios se apoderan de los míos y por el tiempo que el contacto dura, me siento bien. El roce suave me hace sonreír, así que lo hago contra sus labios, manteniendo la mano en su espalda baja para evitar que se aparte.

—Te quiero —susurra—. No hagas nada tonto.

Suelto una leve risa.

—No puedo prometer eso —se aleja un par de pasos, me dedica una sonrisa y hace un ademán de adiós—. Envía un texto cuando llegues, ¿de acuerdo?

—Lo haré. Adiós —sube al auto y me despido de sus padres, permanezco sobre la acera, escondiendo las manos en el interior de mis bolsillos para mitigar el frío.

Cuando el auto está lo suficientemente lejos, observo la hora en el celular, contaba con el tiempo exacto para volver a casa, sabía que al hacerlo también tendría que enfrentar el hecho de decirle la verdad a Luke, y no sabía si estaba preparado realmente para lo que eso significaba.

Durante los minutos que conduzco de regreso, me repito que por primera vez necesito enfrentar la verdad, necesito hacerme responsable de lo que hice.

Sin embargo, lo que encontré al llegar a casa, no estuvo ni de cerca parecido con lo que había esperado.

Varios autos de policía rodeaban la casa, más de un oficial adentro y cuando por fin me dejan pasar, encontrar la sala completamente destrozada.

Luke se mantiene de brazos cruzados, hablando con un oficial. Todo está hecho un maldito desastre, y cuando Luke centra la atención en mí, sé que lo he jodido.

En grande.

Tan pronto como Luke cierra la puerta, despidiendo al último oficial, sé que debo prepararme.

No habla, se mantiene dándome la espalda por largos minutos sin decir absolutamente nada. Less está sentada en el sillón, acariciando el sitio en donde antes solía estar su anillo de compromiso.

—¿Cuándo ibas a decirnos? —inquiere encarándome—. ¿Cuándo planeabas decirnos que nos estabas mintiendo todo este tiempo?

—No, no es así yo...

—Vinieron a mi casa, Dereck. Entraron a mi hogar y lo destrozaron por tu culpa.

—No entiendo que pasó, yo lo arreglé...Luke...

—Lo arreglaste tomando el dinero de Lili, ¿no es cierto? Pues déjame decirte que... ¡No arreglaste una mierda! —brama—. ¡Porque esos idiotas volvieron!

—Luke...

—Nos prometiste que te habías apartado —Less se incorpora, un tono decepcionado le llena la voz—. Y confiamos en ti cuando dijiste aquello.

—Y lo hice, pero Flyn vino y dijo que, si no lo hacía, iba a encontrar el modo de perjudicarte —explico—. Intenté decirte, Luke, intenté decirles a los dos, pero...

—Eso no cambia el hecho de que nos mentiste —espeta con molestia—. De qué hiciste la única cosa que te pedimos que no hicieras.

—Luke...

—Confíe en ti, Dereck —reclama—. ¡Te di toda mi confianza! ¡Te apoyé como un padre! ¿Y así es como tú me pagas? ¿Mintiéndome a la cara? ¡Te di todo, maldición!

—No quise...

—Amenazaron a mi familia, Dereck. ¡Colocaron una maldita arma frente a mi esposa! ¡Mi hija y Lili estaban arriba! Lili pudo sufrir un colapso cardiaco, ¿consideraste eso? ¿Consideraste las consecuencias? ¿Tienes una jodida idea de lo que pudieron hacerles? ¿Tienes una maldita idea del peligro en el que nos pusiste a todos?

—Lo lamento, nunca...

—Nada de lo que digas ahora, podrá solucionar todo lo que has causado —sisea—. Estoy tan decepcionado de ti.

Algo me atraviesa el pecho cuando dice lo último.

—Estoy tan decepcionado de esperar de ti algo que claramente eres incapaz de dar.

—Lo siento —tomo una corta inhalación—. Iba a decirte.

—Alessandra ve arriba —ordena Luke.

—Luke...

—Que vayas arriba, ahora.

Ella nos observa, no parece querer hacerlo, pero al final asiente, la miro subir las escaleras con lentitud, y solo cuando él se asegura que Less ya está lejos, vuelve a mirarme.

—Te quiero fuera de mi casa —habla con autoridad—. No te quiero aquí, y tampoco quiero verte por mi club.

Retengo la respiración, intentando procesar lo que ha dicho.

—¿Qué?

—Que te quiero fuera de mi casa, ¿es eso difícil de entender para ti?

—Luke es que no tengo a donde ir —hablo en un susurro aterrado—. Yo no...

—Rompiste mi confianza. Te apoyé en todo cuanto pude, pero si hay algo que no tolero, es a los mentirosos. No mereces nada de lo que hice por ti, y no sabes cómo me arrepiento de haberte ofrecido mi ayuda esa noche.

Mi visión se nubla en cuestión de segundos, estoy apretando los dientes tan fuertes que estos comienzan a doler. Joder, esto es mucho más doloroso que las palizas de Patrick.

—Luke, por favor, solo déjame estar aquí por un par de noches, mientras consigo algo...

—Eso no es mi problema —responde con desdén—. Tú ya no eres más mi problema.

—¿Así que siempre fui un problema?

—¿Realmente quieres que responda eso? —inquiere. Algo en mí se desgarra al escucharlo hablar de esa forma.

Lo mereces. Esto es solo lo que mereces.

—Me iré mañana temprano, antes de que todos despierten, no tendrán que verme, solo...

—¡Dije ahora! —brama acercándose y retrocedo—. ¡Te quiero fuera de mi casa! ¡Toma tus cosas y vete!

—Luke lo siento tanto, no tengo nada, ¿A dónde se supone que vaya? Es media noche, hace un frío de mierda y no tengo a nadie —me escucho suplicante pero justo ahora eso no me interesa—. Lo siento tanto, de verdad que lo hago. No me eches, por favor. No tengo nada.

Él no se inmuta.

—Debiste pensar en eso, debiste de ser agradecido. Y no traicionar nuestra confianza, ¿no tienes nada? Pues ahora mismo eso no me importa.

—Luke...

—¿Sabes algo? Al final Patrick tuvo razón —escuchar la mención del nombre de mi padre hace que el pulso se me dispare—. Tenerte es un problema.

Retrocedo, mirando al hombre plantado frente a mí, ese que repitió una y otra vez que mi padre mentía, ahora le daba la razón. Ese que dijo que las palabras de Patrick eran solo mentiras, y ahora decía lo contrario. Pero una parte de mí sabe que tiene razón, que siempre la ha tenido.

Sus palabras se me clavan en el pecho, ocasionando que la visión borrosa vuelva, colocando un nudo en la garganta tan doloroso que no consigo hablar.

Desearía que me hubiese golpeado.

Porque entonces la sensación dolorosa del golpe, sería mucho menor comparada con esta.

—No te preocupes, Luke. Lo...

—Señor Lewis —corrige con frialdad—. Aprende a respetar.

Cierro los ojos por una fracción de tiempo sintiendo el conocido dolor en el pecho, un par de lágrimas caen y las limpio con rapidez con el dorso de la mano.

De pronto la imagen cálida de Luke se esfuma, solo hay un hombre que me resulta desconocido. Alguien que parece detestarme igual o incluso más que Patrick.

—No se preocupe, señor Lewis —. Mi voz se rompe.

—No te quiero cerca de mi familia. Te quiero lejos, ¿entiendes? No quiero volver a verte por aquí.

La presión aumenta, el temor me llena por completo al verme arrebatado de la única cosa que parecía tener.

—Ahora largo—. Ya no es el hombre cálido que conocí. Me observa con indiferencia, la preocupación que siempre estuvo en él, se ha esfumado y me siento aterrado por eso.

Asiento, armándome de valor para hablar sin romperme.

—Está bien, lo haré.

Permanezco mirándolo unos pocos segundos más antes de darle la espalda y subir por las escaleras, hacia la habitación.

Cuando llego, tomo la mochila con la que llegué el primer día aquí. Coloco con rapidez las prendas en el interior, solo tomo lo necesario, las que realmente son mías. Todos los obsequios de Less, las camisas que Montserrat me obsequió porque dijo que iban con mi estilo, todo se queda.

Las lágrimas me impiden ver con claridad, pero no me detengo. Estoy enojado conmigo mismo, tan malditamente furioso por haber echado todo a perder.

Sé que es media noche, y es probable que Colton no responda, pero lo llamo de todas formas.

—¿Hola?

—Colton —me aclaro la garganta, esperando que mi voz sea lo suficientemente estable—. ¿Crees que pueda quedarme en tu casa esta noche?

—¿En mi casa? ¿Por qué? ¿Qué ocurrió?

—Me ha echado. Y no tengo donde quedarme.

—Joder, amigo...

—Puedo quedarme donde sea, solo necesito...

—Dereck, te ayudaría, pero mis padres están en casa. Sabes lo que opinan.

Que soy un pobre vago, una mala influencia para su hijo perfecto.

—Puedo transferirte algo, o pagarte alguna reservación de hotel solo...

—No —lo interrumpo sintiéndome avergonzado—. Lo resolveré.

No le doy tiempo de responder, cuelgo la llamada y coloco el celular en uno de mis bolsillos. Cuando tomo la billetera y reviso el interior, solo hay cerca de veinte dólares dentro.

Recuerdo el dinero que Luke me daba cada semana, pero no lo tomo. Ni siquiera considero llevarlo conmigo porque no me pertenece.

Me obligo a recomponerme, en ningún momento considero llamar a Halley, sabía lo importante que ese viaje era para ella, no iba a recurrir a su ayuda. Es momento de hacerme responsable de lo que yo mismo he ocasionado.

Recorro la habitación con la vista, una punzada dolorosa me atraviesa el pecho cuando caigo en cuenta de que es la última vez que estaré aquí.

Antes de marcharme, voy hacia el escritorio. Tomo una pluma y una hoja con rapidez y escribo con descuido sobre ella. No me preocupo por la caligrafía, ni por la forma tan descuidada de escribir debido a la rapidez, cuando termino, la sujeto con uno de los pisapapeles y retrocedo.

Un último vistazo de la habitación se siente como tortura, tomo una inhalación antes de que pueda arrepentirme, y salgo.

Luke sigue abajo, observando los trozos de cristal esparcidos por la alfombra.

—Realmente lo siento —susurro—. Señor Lewis...

—Solo vete, Dereck —espeta sin mirarme—. Solo vete y no vuelvas por aquí. Y tal vez deberías llamar a tu trabajadora social, porque no vamos a volver a asistir a esas estúpidas evaluaciones. No quiero seguir haciéndome responsable de ti.

—Luke...—mi voz se rompe—. Por favor, solo...

—Juro que si no te vas ahora, voy a golpearte y no quiero caer tan bajo —suelto un jadeo, reteniendo el sollozo y me aparto.

—La trabajadora social no volverá a molestarlo —hablo con voz rota—. Le agradezco por todo.

No hay una respuesta. No me mira y no sé si en verdad deseo que lo haga, así que solo hago lo que pide.

Irme.

El frío me golpea apenas pongo un pie en el exterior, la nieve comienza a cubrir las calles y me estremezco ante la sensación helada.

Libero el casco de la moto, y subo. Gracias al cielo enciende sin problema, no tengo idea de a donde iré, no tengo ningún plan, ningún sitio. No tengo nada justo ahora y eso es tan malditamente aterrador.

Pero sé que no puedo quedarme aquí, así que acelero. El casco evita que el viento helado me golpee el rostro, pero el resto del cuerpo siente el frío golpearme, avanzo por la avenida sin saber a dónde ir.

Esto es lo que mereces.

Una voz en mi interior repite constantemente la misma frase.

Patrick tuvo razón.

Dos frases que no dejo de repetirme, dos frases que me recuerdan cual es mi realidad, una realidad de la que quería escapar aferrándome al único sitio, que pude considerar un verdadero hogar.

He recorrido las calles de Portland por alrededor de una hora, y he terminado en el último sitio que pensé que lo haría.

La nieve cubre por completo la inscripción de la lápida, así que me inclino apartando la nieve del nombre.

Julieth Black.

—Hola, mamá —el vapor brota de mis labios cuando hablo—. Ha pasado tiempo.

La última vez que estuve aquí, tenía cerca de diez años. Dejo sobre el nombre la pequeña rosa que había conseguido en una tienda de autoservicio y me dejo caer sobre la nieve.

—Como podrás darte cuenta, no estoy en la mejor condición ahora —susurro—. Ni siquiera sé que estoy haciendo aquí.

Me abrazo a mí mismo cuando el frío se hace más intenso.

—Creo que vine aquí, porque es el único sitio al que se me ocurrió acudir. Porque he jodido todo, y creo que este es el precio de las malas decisiones que he tomado en todo este tiempo.

La nieve continúa cayendo, cierro los ojos por un par de instantes en donde intento convencerme de que puedo solucionarlo.

—¿Realmente esto es lo que merezco, mamá? —mi voz brota en un susurro tembloroso—. Debería dejar de ser un maldito cobarde y solo aceptarlo, pero creo que tal vez, nunca dejaré de ser alguien que no se atreve a enfrentar la verdad. Pensé que sería diferente, que yo podría ser diferente, que en serio podía tener algo, pero...creo que al final todos llegamos al sitio al que estamos destinados, ¿o no?

La visión se me nubla.

—Te extraño tanto —admito—. Solo fueron cinco años, poco tiempo comparado a todos los años que he estado sin ti. ¿Por qué te rendiste? ¿No pensaste en mí? Decías amarme, pero fuiste la primera en abandonarme, Julieth. Fuiste quien me condenó a este maldito infierno. Te amo tanto, pero no voy a perdonar jamás que me abandonaras con Patrick. No voy a perdonarte que no volvieras a casa esa noche.

Me incorporo, dándole la espalda a la lápida y camino con rapidez fuera del lugar, la temperatura ha bajado lo suficiente como para hacer que sienta el frío hasta en los huesos.

Cuando llego al sitio donde he dejado la moto, la idea de rentar un cuarto por un par de noches me tienta, pero entonces tendría que gastar el poco dinero que cargaba conmigo.

Recuerdo entonces el número de Tiana, la trabajadora social. La idea de llamarla me llena por completo, pero sabía que, si lo hacía, no habría vuelta atrás.

Pero estoy solo, en una maldita calle congelándome hasta la médula, con unos pocos dólares en el bolsillo y sin nadie a quien recurrir. No molestaría a los Williams, los padres de Colton no me dejarían ni siquiera pasar la noche en su sala, así que no tengo nada más.

Sabía que a cualquier persona que llamara, que no fuera la trabajadora social, solo llevaría problemas.

Porque Patrick tenía razón. No importaba el sitio, nada cambiaría.

"Ahí acudes cuando no tienes donde quedarte"

Las palabras de Luke cuando le mencioné el centro llegan a mi mente. Tal vez era momento de aceptarlo, dejar de huir de la realidad.

Casi no siento las manos por el frío mientras busco el contacto de Tiana, me encojo intentando mitigar la sensación helada en mi cuerpo, pero esta no desaparece.

—Hola, soy Dereck —me aclaro la garganta apenas responde—. Dereck Jones.

—¡Hola! Me alegra que llamaras, pero es tarde, ¿estás bien?

—No —tomo una corta inhalación—. ¿Aún puedes ayudarme?

—Claro que sí, ¿estás herido?

—No, no. Solo...solo necesito un sitio para pasar la noche —cierro los ojos al hablar—. No tengo donde quedarme.

Un corto silencio se instala.

—¿Dónde estás? ¿Necesitas que envíe a alguien por ti?

—Si me mandas la dirección, puedo llegar solo —susurro.

Bien, te la enviaré —asegura—. Estaremos esperando por ti, Dereck. No te preocupes.

—Gracias —ella se despide. Corto la llamada y apenas unos segundos después, la pantalla se ilumina. Abro el chat, mirando la dirección por algunos segundos antes de bloquearla de nuevo.

Solo son tres años, Dereck.

Has sobrevivido trece, ¿qué son tres años más?

Enciendo el celular, respondiéndole que llegaré pronto. Cuando me encuentro sobre la moto, dispuesto a marcharme, el celular suena.

Mi cuerpo se paraliza al leer el nombre.

Patrick.

Observo el celular, tentándome a colgar la llamada. Pero son las dos de la mañana y no entiendo por qué me está llamando.

—¿Qué mierda quieres, Patrick? —espeto con molestia apenas respondo.

No hay respuesta.

—Sea lo que sea por lo que me llamas, no vuelvas a...

¿Dereck? —me callo cuando reconozco la voz de Austin.

—¿Austin? —consigo percibir algunos gritos de fondo—. ¿Estás bien? ¿Austin?

Tengo mucho miedo, Dereck. Dijiste que tenía que decirte cuando Patrick me asustara —solloza y me alarmo—. No deja a mamá salir de la habitación, está gritando mucho, ven por favor.

—¿Siguen en casa?

Si —solloza—. Por favor ven.

—Estaré ahí —aseguro—. Deja la puerta abierta, ¿sí? Luego ve al armario de mi habitación, aguarda ahí hasta que te llame. Estaré contigo pronto.

—Tengo miedo.

—Lo sé, pero no va a ocurrir nada. Llegaré pronto. Necesito colgar, pero voy a llamarte apenas llegue. Lo juro.

Austin dice que está bien, cuando me asegura que ya está en el armario, cuelgo.

Abro de nuevo el chat de Tania.

Envía a la policía. Calle 22, Southwest con número 137. Mi padre está agrediendo a una mujer embarazada.

No espero una respuesta, enciendo la motocicleta y acelero, tenía que ir por Austin. Tenía que sacarlo de ese maldito lugar.

Austin está bajando las escaleras apenas llego, me he demorado cerca de diez minutos, y se suponía que la policía ya debería de haber llegado. Abro los brazos para recibirlo, los gritos se escuchan desde la planta alta y Austin esconde el rostro en el hueco de mi cuello.

—Ya estoy aquí —susurro—. Ven, iremos a...

—¡Tienes que ayudar a mamá! —grita con desesperación. No hago caso, salimos de la casa y cuando él nota que tengo la intención de sacarlo, se remueve con fiereza entre mis brazos—. ¡Tienes que ayudar a mamá!

—¡Tenemos que esperar...! ¡Austin! —Consigue zafarse de mis brazos, y vuelve dentro—. ¡Austin! ¡Joder!

Lo miro subir corriendo las escaleras y no dudo ni un segundo ir tras él.

—¡Mamá! —grita deteniéndose frente a la puerta del dormitorio de Patrick—. ¡Mamá!

—¡Patrick abre la jodida puerta! —golpeo con fuerza la madera. Un golpe seco se escucha deteniendo los gritos, y luego el silencio.

Una punzada de terror me invade.

—¡Mamá!

Me coloco en cuclillas, tomando a Austin por los hombros.

—Escucha, si quieres ayudar a tu madre ve con la vecina, con la señora Porter, dile que necesitas ayuda, que llame a la policía —ordeno—. ¡Ve ahora!

Cuando baja las escaleras, tomo una inhalación antes de volver a golpear la puerta.

—Papá, abre la puerta —mi voz es firme—. ¿Qué...?

La puerta se abre, Patrick se aleja y lo primero que mis ojos captan, es la sangre en sus nudillos. Y luego, el cuerpo de Gema justo en medio de la habitación.

El horror me invade.

—¿Qué mierda hiciste, Patrick? —observo al hombre que parece tener la mirada perdida—. ¿Está...?

—Vete, Dereck —dice impidiéndome el paso—. No debes estar aquí.

Empujo su cuerpo para ingresar, me inclino sobre el cuerpo de Gema y algo en mí se alivia al ver que sigue respirando.

Cuando quiero tomarla en brazos para sacarla, Patrick tira de mi cuerpo.

—¡Largo!

—¡Casi la asesinas! —bramo—. ¡Patrick si no la llevo a un hospital va a morir!

—¡Fuera de mi casa! —empuja mi cuerpo hacia la salida, pero no estoy dispuesto a marcharme, esquivo el golpe que lanza contra mí, y por primera vez, desde que tengo uso de razón, me defiendo de él.

Mi puño se impacta contra su rostro y se tambalea hacia atrás, empujo su cuerpo con fuerza contra uno de los muebles, su cuerpo cae hacia atrás en un ruido seco.

—Dereck...—un susurro débil se deja escuchar. Observo de reojo a Patrick, y decido que tengo que sacarla de aquí.

—Vamos, Gema —ella toca su vientre. Emite un quejido adolorido cuando la ayudo a incorporarse—. Tenemos que salir de aquí.

—Austin...

—Está bien, fue por ayuda —informo—. Vamos.

—Tú no vas a ningún sitio —advierte Patrick.

—La policía está en camino. Si nos haces algo te atraparán, has hecho suficiente daño Patrick. Déjalo ya.

No soy demasiado rápido como me gustaría, Gema se cubre cuando Patrick toma una de las decoraciones y la lanza en su contra. Un flashazo de recuerdo se me cruza por la mente, el momento donde lanzó la botella de vino hacia mí, solo que esta vez, no se arrepiente.

—¿Qué es lo que quieres? —inquiero en un grito—. ¿Quieres asesinarla, eso buscas?

Me coloco entre ellos, justo frente a Patrick. Las luces de las patrullas se cuelan por la ventana, mi padre voltea y aprovecho ese momento, para tomar a Gema y casi arrastrarla fuera de la habitación.

Gracias al cielo aún puede caminar, pero no debí darle la espalda a Patrick, debí de haber cerrado la puerta...

Debí, debí, debí...

Un dolor agudo estalla en la parte trasera de mi cuello, me inclino hacia adelante sosteniéndome del barandal de las escaleras. Mi mente se aturde mientras llevo una de mis manos hacia la zona del golpe, las yemas de mis dedos se impregnan con sangre, permanezco unos segundos de pie, observando la mancha roja en mis dedos, antes de voltear.

Un golpe seco me sacude, tan fuerte que mi mente se desconecta. No me ha golpeado con su puño, ha usado otra cosa porque mis pasos se vuelven torpes, mis ojos reconocen el borde de las escaleras y luego su puño golpeándome de frente, impulsa mi cuerpo hacia atrás.

—¡No! —el grito aterrado de Gema me llena por completo mientras intento sostenerme de algo, pero no hay nada.

Es en ese punto en el que caigo en cuenta que estoy en el borde de las escaleras, mi cuerpo cae al vacío inevitablemente y es una fracción de tiempo que se siente eterna.

Un golpe tras otro, mi cuerpo impactando contra los escalones es la única sensación que reconozco. El aire abandona mis pulmones, siento los bordes de cada escalón clavarse contra mis costillas como cuclillas, mi rostro impactar contra la madera y para cuando mi cuerpo cae contra la alfombra, mi mente es apenas consciente.

Levántate. Hazlo ya.

Una voz en mi interior me grita, una respiración entrecortada de brinda tan solo un poco de oxigeno que resulta insuficiente. Gimo con dolor cuando intento mover el brazo, el dolor explota tan intenso que resulta insoportable.

Los pasos bajando las escaleras me llenan, y cuando reconozco a Patrick algo en mí se aterra. Porque sé que es lo que busca.

Voltea mi cuerpo, su cuerpo se coloca sobre el mío para después colocar una de sus manos contra mi cuello, el agarre me sofoca, arrebatándome el poco aire que he conseguido respirar.

—Todo hubiese sido más sencillo con las malditas galletas —dice mientras eleva la mano izquierda—. Una reacción alérgica, un accidente. Pero tuviste suerte.

Sostiene algo entre sus dedos, algo que no reconozco y me observa de una manera escalofriante.

—Papá...—un susurro ahogado brota de mis labios.

—Te hago un favor, verás a tu madre otra vez. —la puerta se abre, alguien grita algo y las luces rojas y azules iluminan la sala.

—¡Patrick, no! —el grito aterrado me envuelve al mismo tiempo que Patrick utiliza lo que sea que sostiene en la mano para golpearme.

Un golpe seco, fuerte, que es suficiente para apagar la luz.

Es suficiente para hacerme saber que, tal vez, Patrick al final si cumplió su cometido. 

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¡Nos leemos mañana! 

No se olviden de votar y comentar, significa mucho para mí. 

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