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29.- Liberación

«Hay dolores que matan: pero los hay más crueles, los que nos dejan la vida sin permitirnos jamás gozar de ellas.»

—Antonie L. Apollinarie 

¿Te has sentido alguna vez dentro de una trampa de la cual no puedes escapar? ¿Cómo si algo te arrastrara de nuevo al fondo en el momento exacto en el que estás por alcanzar la superficie?

Esa es la sensación exacta que tengo en estos momentos.

No parece importarle lo que le he dicho, no parece darle ni la más mínima importancia al hecho de que Luke aguarda por mí justo en la entrada.

—¿Tienes idea de lo que has hecho? —inquiere y el agarre se hace más fuerte—. ¿Después de todo lo que he hecho por ti?

—¿Por mí? —espeto con los dientes apretados—. Por mí no has hecho absolutamente nada.

En un movimiento fuerte, me libero de su agarre y me aparto.

—No has hecho nada más que darme una vida de mierda, Patrick —muevo el cuello intentando deshacerme de la sensación dolorosa—. Y no fui yo quien llamó a protección de menores.

Da un par de pasos al frente, acercándose y retrocedo levemente.

—¿Y ahora buscas arruinarme? —inquiere—. Llamaron a mi trabajo, a mis amigos, están haciendo una maldita investigación.

—¿Y qué esperabas que sucediera? Alguien se daría cuenta tarde o temprano. No podías esconderlo por más tiempo.

—Eso crees tú —dice —. ¿Sabes lo que mi jefe hará? Hablar maravillas de mí, acabo de obtener el puesto como vicepresidente de la firma, mis amigos ¿qué dirán? Que soy un padre ejemplar, tu abuela y Gema van a confirmarlo. No van a encontrar nada, Dereck. Me he asegurado de mantener el camino limpio, y tú me ayudaste con eso.

—¿Si? Pues ya no más —afirmo—. Ahora lo saben. Y no voy a seguir mintiendo. Porque estoy harto de inventarme excusas para justificar lo que haces. Si una trabajadora vuelve, le diré la verdad.

La ira explota en su mirada, no me importa no llevarme nada, ahora lo único que quiero es largarme, así que eso hago. Sin embargo, cuando cruzo por su lado, toma uno de mis brazos en un movimiento fuerte, tira de mi cuerpo para atrás y apenas registro el puñetazo que va directo a mi rostro.

El dolor explota en mi mandíbula, extendiéndose por todo el rostro. Un segundo golpe en mi estómago me sofoca, obligándome a encorvarme y eso es suficiente para él. Vuelve a golpear mi rostro otra vez y empuja mi cuerpo con fuerza que caigo sobre la alfombra.

Se posiciona sobre mí, impidiéndome moverme, impidiendo hacer otra cosa que no sean intentos inútiles de librarme de él.

Su mano se envuelve alrededor de mi cuello en un agarre que me arrebata el aire.

Me sujeta con firmeza, con tanta fuerza que el pánico explota en mi interior.

—Soy todo lo que tienes —extiendo los brazos, intentando golpearlo, intentando hacer cualquier cosa para que me suelte—. Sin mí no tienes nada, me necesitas.

Me suelta apenas un par de instantes después, pero se siente como una maldita eternidad, toso cuando tomo una inhalación y el aire entra, sin embargo, no planea dejarme en paz. Sé que lo peor todavía está por venir.

Estoy lo suficientemente aterrado por lo que ha hecho antes que cuando se acerca otra vez, no preveo los golpes.

Ondas dolorosas impactan contra mi cuerpo, toda oportunidad de defensa se me ha sido arrebatada.

—Basta —suplico entre jadeos—. Papá...

Me toma del cuello de la camisa obligándome a incorporarme, empuja mi cuerpo de nuevo contra una de las esquinas y uno de mis costados golpea contra uno de los muebles, la madera clavándose en la piel produce una sensación de dolor intenso, tanto que caigo al piso de nuevo doblegándome.

Siento una de sus manos tomarme del cabello con fuerza, obligándome a mirarlo.

—Eres tan ingenuo, creo que esa es una de las características que has heredado de tu madre —golpea mi rostro y vuelvo a caer—. Ella era tan ilusa como tú.

Se aparta algunos pasos, el dolor no abandona mi cuerpo, mi costado duele lo suficiente como para obligarme a cerrar los ojos en un intento desesperado de apagarlo. El sabor a sangre se adueña de mi boca, es tan intenso que me provoca nauseas.

Me apoyo contra la alfombra, intentando colocarme de pie.

—Todos lo saben —jadeo—. No hay nada que puedas hacer para seguir ocultándolo.

Se acerca con tranquilidad, como si supiera exactamente qué es lo que hará. Un golpe me hace volver al suelo y luego su rodilla se coloca sobre uno de mis brazos, vuelve a tomarme del cuello, ejerciendo presión, la cual aumenta tras un par de segundos.

—No vas a hablar con nadie —asegura. Su rodilla está contra uno de mis brazos, con la otra mano me sujeta el otro brazo mientras incrementa el agarre firme en mi cuello—. Si hablas, Gema irá como cómplice. ¿Dejaras a un niño sin su madre?

La sensación de ahogamiento se intensifica y me siento desesperado. Me arrebata el aire, siento la presión hacerse cada vez más intensa, tanto que comienzo a entrar en pánico.

—Tú sabes lo horrible que es eso, quedarse sin su madre tan pequeño —la fuerza aumenta y siento que mi corazón va a estallar.

—Papá...—mi voz brota en un susurro ahogado—. Por...favor.

Siento sus uñas clavarse en la piel, aprieta la mandíbula y la fuerza aumenta.

—Papá...

Parece reaccionar, la presión se va y se aparta de mi cuerpo, toso con fuerza, inhalando con desesperación del oxígeno del cual se me había privado. Giro el torso quedando casi inclinado sobre la alfombra.

—Lo arreglaré —dice—. No irás por un tiempo a la escuela, o nos mudaremos. Hablaré con tu abuela, será fácil convencerla.

Mi mente está aturdida, demasiado aterrada como para reaccionar.

Se acerca al armario y sé lo que tomará.

—No...—mi voz sale ronca—. Eso es mío.

Patrick toma el dinero de la caja, coloca todo el dinero en sus bolsillos y gira de nuevo hacia mí.

—¿Tuyo? —inquiere—. No lo creo.

Me arrastro, retrocediendo cuando él camina hacia mí.

—Derry, debí de haber convencido a tu madre. Debí haberla forzado a deshacerse de ti.

—¿Dereck? —Patrick voltea con alarma cuando la voz de Luke suena en la planta baja—. ¿Dereck, todo en orden?

Cuando quiero hablar, Patrick se acerca y deja una patada con fuerza contra mi estómago, el aire me abandona de nuevo y repite la acción. Pronto me encuentro sobre la alfombra, incapaz de respirar mirando como él se marcha y el sonido que hace la puerta me deja saber que le ha colocado el seguro.

Apenas un par de minutos después, los pasos apresurados en las escaleras se escuchan.

—¡Dereck!

Ignoro el dolor, obligándome a mí mismo a incorporarme para llegar hasta la puerta.

—¡Luke! —golpeo la madera con fuerza.

—¡Abre la maldita puerta! —la voz amenazante de Luke se deja oír—. ¡Abre la jodida puerta, ahora!

—¡Llamaré a la policía!

—¡Oh, vamos! Si quieres los llamo yo mismo, a ver qué opinan de que tengas a tu hijo golpeado y encerrado. ¡Abre la jodida puerta o la tiro!

—No va a irse. Dereck no sale de esta casa.

—¿Sabes quién soy? —Es escalofriante la frialdad con la que Luke habla ahora—. ¿Tienes idea de que con una llamada puedo joderte? ¿Hacer que pierdas tu empleo? Puedo pagarle a cualquier abogado para enviarte a la cárcel y que te pudras ahí, así que, o abres la puerta, o juro que voy a partirte la cara, Patrick.

Un silencio se instala, y un par de minutos más tarde, la puerta se abre.

Luke ingresa, soy consciente de como la ira estalla en su mirada, gira con rapidez y de un segundo a otro, sostiene a Patrick contra la pared. Su antebrazo se coloca en el cuello de mi padre, ejerciendo fuerza que es más que evidente que no puede respirar.

—Eres un maldito hijo de perra —espeta con molestia—. Juro que, si no supiera que usarás cualquier cosa que haga contra ti, como el cobarde que eres, te partiría la cara ahora mismo. 

—Luke...—recuerdo sus palabras, golpear a mi padre le acarrearía más problemas a él que a Patrick—. Luke, solo vámonos.

Se aparta y Patrick parece recobrar la compostura. Le da la espalda y me ayuda a incorporarme.

—Si vuelves a acercarte a Dereck, vas a arrepentirte.

—¿Me amenazas?

—No, es una advertencia. Y te aseguro que no quieres comprobar si soy capaz de cumplirla.

Salimos de la casa, Luke me ayuda a caminar hacia el auto porque el golpe en mi costado es más doloroso de lo que siquiera esperé. No hace falta mirarme en un espejo para saber que luzco mal.

—Estoy bien —susurro cuando estamos dentro del auto—. Lo estoy, Luke.

—No, no lo estás —afirma sin mirarme—. Veo esas marcas en tu cuello y juro que quiero acabar con él.

—Y luego va a terminar demandándote —le recuerdo—. No quiero que tengas problemas en tu carrera por mi culpa.

Me apoyo contra el asiento, tomo una corta inhalación mientras cierro los ojos.

—Iremos al hospital.

—No —respondo con firmeza—. No iremos.

—Claro que sí. Y no te estoy preguntando. —afirma—. Iremos y...

—¡Harán preguntas! ¡No puedo...!

—¡Por Dios, reacciona ya! —grita con fuerza—. ¡Deja de ser tan ingenuo! ¡Pudo matarte! ¡Dos malditas veces! ¿Por qué no te das cuenta? ¿Por qué eres tan malditamente cobarde? Esperaba más de ti, ¡mucho más!

Sus palabras me golpean con brutalidad. La fragilidad amenaza con envolverme, pero me obligo a mí mismo a impedirlo.

—¿Crees que no he querido dejar de serlo? —mi voz brota con cautela—. ¿Realmente crees que no me reprocho a mí mismo el no ser tan valiente como todos lo esperan?

—No quise...

—No, está bien, porque en realidad todos lo creen. Halley, Colton, tú...—tomo una corta inhalación—. Una vez lo intenté. Estaba en sexto grado, llegué con un moretón en el rostro y no supe que decir, así que le dije a la profesora que mi padre me había golpeado.

Me aclaro la garganta, tomándome un par de instantes para conseguir seguir hablando.

—Ella dijo que era normal, dijo que seguramente había hecho algo para molestarlo. Y que, si quería evitarlo, debía portarme bien. Luego, ingresando al octavo grado, le dije exactamente lo mismo a la profesora de ciencias, y dijo que era normal.

Permanece en completo silencio, mirándome en espera de que continúe.

—¿Sabes lo que eso me hizo? Me hizo creer que lo que Patrick hacía era normal. Me repetía constantemente que solo necesitaba portarme bien. Pero cuando ni así se detuvo, entendí que no era normal, pero...así era mi vida. Patrick...me hizo creer y me convenció que todo era mi culpa. Que yo lo ocasionaba, que yo era el problema, que yo me lo había buscado. Lo intenté, Luke, te juro que intenté marcharme, pero hay algo...había algo...que no me dejaba hacerlo.

—Es como si una parte de mí se hubiese resignado a que ese sitio era todo lo que tenía. Puedes llamarlo cobardía, puedes llamarlo miedo, puedes llamarlo como quieras. Pero nunca vas a entender que tan jodido es vivir en un ambiente en el cual se te detesta. Eso te destruye, Luke. Dejas de ser tú mismo. Te hunde más y más hasta que te das cuenta que estás demasiado lejos de la superficie como para nadar. Así que solo te dejas ir. Dejas de luchar. Te resignas a que eso es todo.

—La ayuda está, Dereck. Solo tienes...

—¿Qué buscarla? —interrumpo—. ¿En serio? Si protección de menores interviene, si tengo suerte y Patrick va a prisión, ¿qué crees que pasará? Mi abuela no querrá recibirme, el hermano de mi padre es un total desconocido que puede resultar igual o peor, ¿entonces qué? ¿Voy a un maldito centro?

—Dereck...

—Son tres años, tres y tengo la mayoría. No quiero pasarlos en un maldito centro de ayuda, Luke. No cuando se supone que podría ir a la universidad, y vivir como un chico normal.

—Me pones en una situación complicada —expresa encendiendo el auto—. No quiero que se me acuse de cómplice de maltrato.

—Solo necesito unos meses y lo resolveré —pronuncio sin mirarlo. Era evidente que su ayuda no sería para siempre.

Luke tenía a su familia, tenía una carrera que cuidar, no se permitiría marcharla por un chico.

—No quise decir eso, Dereck.

—Lo sé, pero es la verdad —intento sonar desinteresado—. Tienes a tu familia, y una carrera. Tienes una vida de la cual no soy parte y que no debería ser afectada por mi culpa.

—Dereck...

—Si te deja más tranquilo, cuando la trabajadora social vuelva, hablaré con ella y si tengo que pasar los siguientes tres años de mi vida en una casa hogar, lo haré.

Luke no responde, y en el fondo, no sé si en verdad me hubiese gustado que lo hiciera, o que guardara silencio.

Si lo que quería era sacarme de esa casa, lo consiguió. Y eso debería ser suficiente.

—Ningún golpe fue lo suficientemente grave —Louis, un amigo de Luke, como fue que se presentó, informa mientras se aparta—. El golpe en tu costilla resultó en una pequeña contusión, no hubo daño en las costillas ni en ningún órgano. Todo está bien.

—Te lo dije —señalo hacia Luke.

—Te recetaré un par de medicamentos para el dolor, pero todo en orden, Luke. No tienes que preocuparte por el chico.

—Gracias Louis. —Ambos salen. Alessandra se acerca tendiéndome de nuevo el empaque de hielo.

—Gracias —se coloca a mi costado, tomando una corta inhalación antes de hablar.

—Luke me contó de su conversación en el auto. Y sabes bien que no quiso decir que no va a ayudarte.

—Lo sé, pero como dije, ustedes tienen a su familia, no...

—¿Podrías aceptar la ayuda por una vez sin replicar? —inquiere con algo de impaciencia—. ¿Y puedes permitirme terminar de hablar?

Asiento.

—Escucha, Luke es alguien que busca ayudar siempre, y cuando no lo consigue, se desespera un poco. Te apreciamos, te queremos lo suficiente como para preocuparnos por ti. Entiendo que tengas el temor de un hogar temporal o algo por el estilo, pero...no va a pasar.

—¿Cómo sabes?

—Porque si protección de menores llega, nosotros responderemos por ti —dice—. Y antes de que reclames, queremos hacerlo. En serio.

Sonrío con ligereza.

—Gracias.

—Oh, qué bueno que no replicas. Porque tenía preparado un largo discurso por si tu respuesta era una réplica —señala con diversión—. Hablaremos con alguien para que vaya por tus cosas, no tendrás que volver a verlo.

Extiende una de sus manos para acariciar el costado de mi rostro.

—Le pediremos a Louis que haga una carta de justificación, esos golpes durarán algunos días. Y supongo que quieres evitar preguntas.

Asiento levemente.

—Bien, lo arreglaremos.

Me regala una sonrisa antes de salir de la habitación. Tan pronto como me quedo solo, los recuerdos llegan. Llevo una de mis manos hacia la piel amoratada del cuello, la marca de los dedos sigue ahí y tardaría algunos días en desaparecer.

¿Realmente tuve que llegar a esto para darme cuenta de quién es Patrick en realidad?

Un suspiro pesado brota de mis labios y aparto el empaque de hielo cuanto siento el sitio entumecido. Gema no estaba en casa, y realmente esperaba que se hubiese marchado o hiciera cualquier otra cosa, excepto permanecer ahí.

Sabía que Austin estaba en riesgo, un hombre tan inestable como Patrick no merecía convivir con él.

Una llamada entrante me hace mirar en celular, Less ingresa de nuevo a la habitación en ese mismo momento y es ella quien lo toma de la mesa de noche.

—Es tu abuela —dice entregándomelo—. ¿Responderás? ¿O quieres que lo yo lo haga?

Extiendo la mano.

—Tengo que hacerlo. Es momento de que ella lo sepa.

Less asiente con comprensión y me entrega el teléfono. Deslizo la pantalla, tomando la llamada antes de que cuelgue y digo, aquello que debí de haber dicho desde hace ya bastante tiempo.

—Hola, abu. Hay algo importante que debes de saber.

Muchas veces pensé como sería el momento en el que mi abuela se enterase de todo lo que ocurría, recuerdo haber imaginado cientos de posibles escenarios, desde los más ridículos, hasta los reales. Pero ninguno me preparó para esto.

Margarita se encuentra en la habitación, Luke y Less se encuentran justo detrás. No quería que se marcharan, los necesitaba aquí.

—Di algo —casi suplico.

—Tú padre me advirtió que dirías algo como esto.

Parpadeo, intentando entender lo que dice.

—¿Qué?

—Hablé con Patrick. Realmente no puedo creer que llegaras a este punto. No puedo creer que seas capaz de inventar eso de tu propio padre —reclama y siento algo desgarrarse en mi interior.

—Abu...

—¿Inventar que te golpea? ¿Qué intentó hacerte daño de esa manera? ¿Cómo puedes ser tan...?

—¿¡Tan qué!? —espeto con molestia—. ¿Tan qué, Margarita? ¡Lo estás viendo! ¡Esto me lo hizo él!

—Dereck...—Luke da un paso al frente—. Señora, con todo respeto...

—¿Podría dejarnos solos? —inquiere mi abuela.

—No creo que...

—Está bien, Luke.

Él no parece convencido. Sin embargo, toma la mano de Less y ambos salen de la habitación en la que nos encontramos.

—Tu padre me contó todo —dice cuando nos hemos quedado solos—. No quise decir esto frente a ese matrimonio, pero sé lo de Sellwood, sé lo de la droga y sé lo de las peleas en las que te involucras.

Mientras habla, la incredulidad crece en mi sistema. La daga se incrusta más en mi pecho, dejando una sensación de dolor mientras me atraviesa, de un dolor agudo y sofocante, porque sabía que esto pasaría, pero me negaba a creerlo.

—¿Vendes droga en Sellwood, sí o no?

—Ese no es el tema aquí.

—¿Cómo puedo creerte cuando lo que dice tu padre sobre eso es cierto? —reclama—. Gema tenía razón, realmente la noticia de su embarazo te afectó.

Retrocedo, intento decir algo, pero ninguna palabra sale de mis labios.

—¿Embarazo? ¿Ella...?

—Ellos dijeron que debió ser demasiado para ti. Has sido hijo único por largos años, esto...

—¡Ellos están mintiendo! ¡Gema sabe todo! —exclamo con desesperación—. ¿Le preguntaste? ¡Joder, abu! ¡Ella sabe todo!

Por la forma en la que me mira, sé que Gema no habló. Algo se rompe en mi interior al caer en cuenta de lo que realmente buscaba, quería alejarme, quería que Patrick se deshiciera de mí. Al parecer soy más estúpido de lo que siquiera puedo imaginar.

—Dijo que tal vez tendrías envidia y...

—¿Envidia? ¿Por qué lo tendría? Lo único que siento por ese futuro bebé es lástima. Lástima del padre que va a tener, y que no debería ser considerado como tal.

—Estoy tan decepcionada, Dereck. —Retengo la respiración. Sus palabras duelen a pesar de saber que no deberían, nunca ha estado para mí, ¿por qué me importa lo que opine?

Me siento derrumbado, cansado, hastiado de todo esto.

—Tú madre estaría tan decepcionada.

Cuando la menciona, la ira me llena. Así que no pienso lo que digo.

—Y lo estaría mucho más de ti. De ver la abuela en la que te has convertido. Estaría tan avergonzada de que fueras su madre.

Las palabras brotan por impulso, que no me tomo el tiempo de analizarlas. De un segundo a otro, la palma de su mano impacta contra mi mejilla. Volteo el rostro, cerrando los ojos y sintiendo el ardor en la zona que ha golpeado.

Mi visión se nubla, maldigo una y mil veces el sentirme de este modo. ¿Qué esperaba? ¿Qué algo fuese diferente?

—Dereck...—intenta acercarse, pero me aparto.

—Tal vez Patrick tiene razón —susurro con un nudo en la garganta—. Tal vez debí de haber sido yo quien muriera esa noche.

Un dolor intenso se presenta en mi pecho, tomo una inhalación para después soltar el aire de a poco, en un inútil intento de recobrar el control.

—No volveré a ser un recordatorio para ti ni para Patrick —mascullo—. Dile que puede ser tan feliz con su nueva familia como quiera, dile a Gema que procure no morir o condenará a sus hijos a la vida que yo tuve.

Camino hasta la puerta, la abro con brusquedad y observo a Margarita.

—Vete, y no vuelvas a llamar.

—Dereck...

—Que te vayas —ordeno—. Ahora.

Cuando cruza por mi lado, el dolor aumenta. Sale por completo de la habitación y solo cuando está lejos, cierro la puerta con fuerza. Un grito furioso abandona mi boca ante la confirmación de que Patrick tuvo razón. Margarita jamás iba a creer en mí palabra, si ella no lo hacía, ¿por qué los demás sí?

Me apego contra una de las paredes y me deslizo hasta tocar la alfombra. La puerta se abre, Luke y Alessandra aparecen, ambos se acercan y me siento tan vulnerable que no hago nada por impedir que me vean en este estado.

—Ella no me creyó —susurro con dolor—. Ella...

Luke se acerca, sus brazos me envuelven y me rompo completamente, me rompo como no lo he hecho antes, quedando en pequeños trozos imposibles de juntar.

—Nosotros te creemos —asegura—. Nosotros siempre vamos a creer en ti. Aquí tienes un lugar, tienes una casa, con nosotros vas a tener una familia, Dereck.

Un sollozo brota de mis labios, me aferro a él como no me he aferrado a nada nunca antes. A la vaga esperanza de que dice la verdad.

—Nosotros vamos a estar para ti. Yo voy a estar para ti. —sentencia—. No volverás a esa casa, Dereck, tu padre no volverá a golpearte.

Less se coloca en cuclillas. La siento tomar mis manos y la miro.

—No estás solo. No lo estarás nunca. —dice con tanta seguridad que me rompo—. Ya no tendrás que enfrentar las cosas tú solo, estaremos contigo. No vamos a dejarte.

Y me permito creerles. Por primera vez decido que debo dejar de ser un cobarde, que debo afrontar lo que sea que suceda después de esto. Pero por ahora, tan solo por estos instantes, me permito ser tan frágil como necesito, porque hoy, hoy hay alguien para sostenerme. 

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¡Nos leemos el Lunes! ¡Gracias por todo el apoyo!

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