25.- Respuestas
«A veces es difícil entender por qué las respuestas al presente se encuentran en el pasado.»
—Alex Michaelides
Sabía que mis amigos estaban preocupados, más que preocupados de hecho. No había que ser demasiado inteligente para darse cuenta.
El profesor Jackson también se mostró interesado sobre lo que había ocurrido, aunque su insistencia fue mucho menor. Todo parecía volver a la normalidad, excepto que Luke no me tomaba las llamadas.
Lo había llamado varias veces desde la cena con Halley, pero no tomó ninguna. Una parte de mí me repetía que era esto lo que merecía, que yo lo alejé y ahora no tenía derecho a arrepentirme, pero lo hacía.
Si no me cogía el teléfono, mucho menos iba a presentarme al club. No olvidaba que no le pagaba una mensualidad, ¿Cómo aparecería así de pronto? No quería arriesgarme a que terminaran echándome por no ser parte.
Luke no sería capaz.
El tiempo que debía de pasar en el club, lo sustituí para continuar con las entregas de Flyn. No quería arriesgarme y hacer entregas más grandes porque sabía lo que eso significaba, pero Flyn insistía demasiado que mis negativas comenzaban a volverse débiles. Si mantenía cuidado ¿qué podría salir mal? Lo había hecho antes, sabía cómo conseguirlo y pasar desapercibido.
En un par de días tenía más que en lo que había conseguido juntar en varias semanas con la mercancía normal. De seguir así, para cuando el curso escolar terminara tendría lo suficiente para marcharme a Roseburg y rentar una habitación, en lo que el proceso universitario comenzaba.
Intentaba no pensar demasiado en eso, sabía perfectamente que lo que Halley había dicho era verdad. No importaba si Patrick estaba intentando, no importaba si iba a cambiar, yo debía marcharme.
Halley había prometido mantenerse al margen, pero por alguna razón, sabía que algo ocurría. La forma en la que conversaba con Colton antes de mis llegadas a los almuerzos, y como se detenían apenas aparecía, me hacían sospechar que algo tenían entre manos.
Y la incertidumbre no era agradable. Intenté hablar con ella, intenté que me dijera lo que ocurría, pero no lo conseguí.
—Tendrá una pelea pronto —informa Halley cuando le expreso que Luke no toma las llamadas—. Un campeonato, seguramente por eso es que no te ha respondido.
—¿Peleará?
—Es el campeón del mundo, debe hacerlo —dice con una pequeña sonrisa—. Suele aumentar su entrenamiento, ya sabes, ser más estricto. Así que no comiences a pensar que te está apartando.
Halley regresa la atención al cuadro. Había llegado a su casa luego de la escuela, su madre me había invitado a comer y no encontré excusa para rechazarla, además de que me agradaba pasar tiempo con mi chica.
Es impresionante la habilidad que tiene para trazar las líneas sobre el lienzo. La miro arrugar ligeramente el entrecejo y su estado de concentración parece aumentar.
Los cuadros de Halley eran coloridos, todos ellos reflejaban colores, alegría, los mirabas y había algo en ellos que te hacían sentir bien. Como si lo que buscara trasmitir con ellos fuese todo lo bueno del mundo, de la vida, un positivismo increíble que conseguía contagiarse.
—¿Alguna vez has pintado algo que no sea tan colorido? —cuestiono con curiosidad. Enjuaga el pincel antes de mirarme.
—No —admite—. Siempre pinto para olvidarme de las cargas, y los colores me ayudan. No soy alguien que pueda hacer cuadros oscuros, no va conmigo. Papá dice que es porque no he experimentado lo suficiente, que cuando el dolor se presente tal vez lo consiga, aunque no creo querer algo como eso.
Sonrío.
—Parece que es tu marca distintiva —expreso—. Todos son tan alegres.
—Me gusta retratar todo lo bello, creo que ese es el punto del arte, poder trasmitir la visión que se tiene de la vida. Y para mí, así es; llena de colores, de brillos, lo más bonito que se pueda ver. Me gusta cuando los demás pueden apreciarlo del mismo modo que yo.
—Y es por eso que me gustas tanto —voltea de inmediato cuando me escucha hablar—. Eres esa parte colorida de mi vida.
—¿De verdad? ¿Algo así como un arcoíris?
—Más que un arcoíris —sentencio—. Contigo me siento yo mismo. Me gusta sentirme así, es como si no tuviera la necesidad de esconderme solo...soy yo.
—¿No te sientes así con tus amigos? ¿Con Colton?
Suspiro.
—Sí, pero creo que gran parte de nuestra amistad la pasé intentando que ninguno se diera cuenta de lo que ocurría conmigo, detesto las miradas de compasión de los demás, creo que es lo más odioso de vivir de este modo. Me creé otro Dereck para ellos, ese chico al que no le importaba nada, porque si no conseguían descubrir que en realidad soy más vulnerable de lo que aparento, no había riesgo de que pudieran aprovecharse de eso.
—Son tus amigos, no creo que sean capaces de aprovecharse de algo como eso.
—No me refiero a ellos, sino a todos —admito—. No lo soportaría.
—Sería un buen tema para tu ensayo —dice ladeando la cabeza—. El miedo a mostrar quien eres en realidad.
Lo pienso por un segundo. Las clases para tratar los temas del ensayo habían comenzado, y lo primero era elegir un tema.
—Creo que si —concuerdo—. Supongo que lo escribiría bien.
El sonido de un celular llena la habitación, lo reconozco y agradezco que, en ese momento, Halley regrese su atención al cuadro.
El teléfono desechable que Flyn me había entregado muestra una notificación, retengo el suspiro pesado que quiero lanzar porque no quería marcharme, pero debía hacerlo.
—¿Todo bien?
—Sí, solo es mi padre —miento—. Tengo que irme.
—¿Tan pronto? —deja a un lado los pinceles—. ¿No hay forma de que estés un poco más de tiempo?
—Me temo que no —tomo la mochila, colgándomela en uno de los hombros y me acerco a ella—. Dile a tu madre que gracias por la invitación, cocina deliciosa.
Me inclino, dejo un beso sobre sus labios y luego retrocedo.
—Te veo luego —sacudo la mano en un ademán de adiós.
—Cuídate, ¿sí?
—Lo haré —la miro por una última vez antes de darle la espalda y salir de la habitación.
La entrega de Flyn me llevó más tiempo del pensado. Estaciono fuera de un pequeño establecimiento de café que estaba de camino a casa, pido algunos panecillos para Austin y un café para llevar.
Cuando la orden sale, la cajera pronuncia mi nombre y lo recojo, sin embargo, aún estoy ahí cuando alguien me intercepta.
—¿Dereck? ¿Dereck Jones? —volteo, una mujer se encuentra a mi costado, observándome con algo parecido a emoción.
—Eh, sí —respondo—. ¿Quién es usted?
—Por Dios, que grande estás —me envuelve en un abrazo que me deja más desconcertado—. La última vez que supe de ti eras apenas un niño pequeño. ¿No te acuerdas de mí?
—Lo lamento, no —niego apartándome porque me siento repentinamente incómodo—. Lo siento, llevo prisa.
Cuando quiero marcharme, ella habla impidiendo que lo haga.
—Soy Brisa, mejor amiga de tu madre ¿me has olvidado?
Giro, intentando encontrar en un recuerdo, pero no hay nada.
—Lo lamento, no la recuerdo.
—Entiendo, eras demasiado pequeño. ¿Cómo has estado? ¿Crees que podamos conversar? —dice señalando una de las mesas del café—. ¿Tienes tiempo?
—¿Dijo que fue amiga de mi madre?
—Más que su amiga, éramos como hermanas —expresa adoptando un gesto melancólico—. ¿Tienes tiempo?
Tomo asiento en la mesa que ha señalado, dejo la bolsa de panecillos sobre una de las sillas y me concentro en el café mientras la mujer pide. Cuando la orden llega en menos tiempo del esperado, un silencio se instala en el medio.
—¿Cómo has estado?
—Bien.
Asiente.
—¿Qué hay de tu padre? —inquiere—. ¿Cómo está él?
—Él está bien. —no quiero hablar de papá, quiero preguntarle sobre mi madre—. Si dice que fue mejor amiga de mi madre, ¿Por qué...?
—¿Por qué no fui de visita? —inquiere—. Lo intenté, pero Patrick solo se alejó, de todos los amigos, de los conocidos, te alejó de todos. Fuimos de visita, pero nunca nos dejó verte y luego, solo se mudó.
El recuerdo de la repentina mudanza si está en mi mente, supongo que porque es el momento en el que el infierno comenzó.
—Eres tan parecido a ella —dice con una leve sonrisa—. Sigues siendo su niño brillante, estaría orgullosa.
—¿Qué?
—Ella te llamaba "su niño brillante", estaba orgullosa. Te amaba, Dereck. Julieth te amaba en serio.
Una opresión se presenta en mi pecho. ¿Cómo es que mi propia madre podría ser una desconocida para mí?
—Papá nunca habla de ella.
Sus hombros caen, parece entender todo. Extiende una de sus manos a través de la mesa y toma la mía.
—Fue un golpe duro para tu padre, él la amaba muchísimo. Eran la familia feliz, perderla fue...fue más que un golpe. Tengo algunas fotos de ella, y de ti cuando eras un bebé, puedo hacértelas llegar si quieres.
Sonrío.
—Sí, eso...eso sería genial. —admito—. ¿Puedo preguntarte algo?
—Claro.
—¿Mi madre tenía un abrigo rojo? —inquiero—. Es que hay un recuerdo, de ella y yo en el parque, ella...
—Empuja el columpio y tú saltas —termina la frase por mí—. Sí, ese abrigo fue un obsequito de tu padre para uno de sus aniversarios, y lo usaba todo el tiempo. Ese recuerdo, yo estaba ahí, fue en el parque Washington. Hace bastante tiempo, me sorprende que lo recuerdes si apenas tenías como tres o cuatro años.
Entonces es real.
Su celular suena y ella suspira.
—Es del trabajo, me estoy quedando en la ciudad —informa. Toma una pluma y una de las servilletas y escribe algo en ella—. Me gustaría seguir hablando contigo, puedes llamarme, si tienes preguntas, si quieres hablar...llámame ¿de acuerdo?
—Lo haré —deja algunos billetes sobre la mesa y ambos nos incorporamos. No lo preveo, se acerca hasta envolverme en abrazo y esta vez, lo acepto.
—Fue bueno verte, cuídate. Si necesitas algo, no dudes en llamarme.
Nos despedimos y la observo salir del establecimiento, cuando la pierdo de vista regreso la atención al número escrito en la servilleta. Tomo el celular, registrando en contacto porque definitivamente la llamaría, si fue la mejor amiga de mi madre, no había nadie mejor que Brisa para hablar sobre mamá.
Y tal vez, era mi oportunidad de encontrar las respuestas a todas las preguntas que me han acompañado todos estos años.
No he dejado de mirar la foto de mi madre desde que llegué a casa. Es como si de cierta manera, la conversación con Brisa me hubiese sumergido en un estado de melancolía, deseando saber más, ansioso por conocer más de mi madre.
Un par de toques me hacen guardar la fotografía con rapidez en el interior del cajón.
Gema sonríe mientras ingresa. Cierra la puerta una vez que está dentro y se acerca.
—¿Cómo estás? ¿Has tomado el medicamento?
—Ayer fue el último día, estoy bien.
—No me disculpé, yo supuse que las galletas eran para ambos —dice con algo de culpa—. De haber sabido...
—¿Podemos dejar ese tema a un lado? —inquiero un tanto incómodo—. No te culpo, si eso te preocupa.
Sonríe con ligereza. Toma asiento en el borde del colchón y mira los dibujos en la pared, soy consciente del gesto dulce que adopta y el recuerdo de lo que dije, sobre que era una mala madre, vuelve a mi mente.
—Yo también te debo una disculpa —admito. Ella me observa con confusión—. Por aquella vez, cuando dije que eras una mala madre.
—Dereck...
—No tengo derecho a juzgar la madre que eres con Austin. Me disculpo, no quise ofenderte.
—Creo que los dos tuvimos algo de culpa. Estabas enojado y yo no fui muy sensata en ese momento —expresa—. Me alegra cuando nos llevamos bien, realmente te aprecio, Dereck.
—Es complicado para mí a veces. Creo que ya conoces la peor faceta de Patrick. Desde que mamá murió, esa es la única que conozco. Así que estés aquí es...extraño, no consigo entenderlo.
Gema permanece en silencio.
—¿La echas de menos?
La miro por un par de segundos, luce genuinamente interesada.
—Si. —Mi voz brota en un susurro—. Mucho.
—Yo también echo de menos a mi madre, murió de un ataque al corazón apenas un año después de que Austin naciera.
—Lo siento mucho —me giro hacia ella, quedando de frente.
—¿Tú madre de que falleció?
No hay una respuesta inmediata, porque no tengo idea,
—No lo sé —confieso al fin—. Supongo que estaba enferma, pero no lo sé en realidad.
—¿Tú padre...?
—A papá no le gusta hablar sobre ella —admito—. No lo hacemos nunca.
—Debe de ser complicado para ti —extiende la mano para tomar la mía en un gesto suave.
—Me he acostumbrado. A veces es mejor no preguntar.
Asiente con comprensión. No debería estar haciendo esto, pero abro el cajón en donde he guardado minutos atrás las fotografías de mi madre, y se las enseñó.
—Es ella —una sonrisa se filtra en sus labios—. Se llamaba Julieth.
—Oh, Wow, el parecido es increíble —dice sonriendo un poco más y es la primera vez que alguien sonríe al decir algo como eso.
—Sí, eso dicen.
—Debe de ser bueno para tu padre, quiero decir, así puede recordarla.
Mi cuerpo se tensa, observo las fotos antes de responder.
—Creo que en realidad no quiere recordarla. A veces me gustaría hablar de ella con él, pero ese es un tema prohibido en esta casa —susurro intentando restarle importancia—. Como verás, no permite ni siquiera tener fotografías de ella en casa.
—Dereck...
—Gema, creo que eres una excelente madre. Creo que eres una mujer increíble y por eso, debes dejar a mi padre.
—¿Qué?
—Austin no merece un padre como él, nadie lo merece. Yo me iré, apenas tenga lo suficiente para marcharme lo haré y no quiero...no quiero tener que preocuparme por tu hijo, no quiero quedarme con la duda de si Patrick hará algo para lastimarlo. Sé que crees que es incapaz, pero yo también lo pensaba, y creo que no tengo que decirte lo que pasó después.
—Dereck...
—Debes dejarlo, porque cuando yo me marche, no habrá nadie que cuide de tu hijo. Si ese día no intervenía, seguramente iba a golpearlo. ¿Austin te lo dijo? ¿Te dijo lo mucho que lo asustó? —no hay respuesta—. Sé que eres una buena madre, así que como tal, piensa en tu hijo.
—¿Qué hay de ti?
Sonrío.
—Me las arreglaré. No falta mucho para librarme de esto, estoy ahorrando, una vez que entre a la universidad, él no volverá a verme.
—Dereck, déjame hacer algo por ti. Puedo hablar con Patrick...puedo...
—¿No lo entiendes? Gema, si hablas con él vas a arruinarlo todo. Por primera vez mantente al margen, no intervengas en algo que no te corresponde.
El sonido del auto estacionando afuera nos hace mirar hacia la ventana. Gema se incorpora. Antes de que pueda marcharse, le insisto.
—Debes dejarlo. Por el bien de tu hijo.
No me da una respuesta, tan pronto me quedo solo, la bruma vuelve, junto con la incertidumbre sobra la única pregunta que necesitaba responder. No lo pienso demasiado, tomo el celular y marco el número recién agendado.
—Brisa, necesito que me digas como murió mi madre —pido apenas responde—. Necesito saberlo.
Responde que sí, me dice que podemos vernos en un café cercano, pero me niego, entonces me envía la ubicación del hotel en donde se está quedando.
Así que, sin pensarlo, salgo de casa y conduzco hacia ahí. Necesitaba respuestas, de una vez por todas, necesitaba saber por qué mi padre parecía detestarme tanto.
Necesito saber, si el culpable de la muerte de mi madre, realmente soy yo
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¡Nos leemos mañana! Gracias por todo el apoyo <3
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