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13.- Permitirse confiar.


 «Puede que te engañen si confías demasiado, pero vivirás en un tormento a menos que no confíes lo suficiente.»

Frank Crane

No me consideraba un adicto al cigarrillo, pero ahora, con el nivel de tensión en mi cuerpo había requerido a utilizar la caja que guardaba en uno de los estantes. Me apego a la ventana antes de liberar el humo, la puerta se abre y me sobresalto cuando Austin ingresa.

Apago el cigarro contra el marco de la ventana y lo lanzo hacia afuera, mientras intento dispersar con la mano el poco humo que ha quedado en la habitación. No quería darle un mal ejemplo a un niño de cinco años.

Austin hace una mueca de desagrado cuando se acerca.

—Huele feo aquí —dice arrugando su nariz y el gesto me parece gracioso.

—¿Qué haces en mi habitación? —Él apega el cuaderno a su pecho, noto que trae algunos lápices de colores en una de sus manos, y me observa en silencio—. Te hice una pregunta—. Insisto.

—¿Puedes ayudarme? —inquiere.

Arrugo la frente.

—¿Qué hay de tu madre? ¿Por qué no te ayuda ella?

—Mamá no está, salió con Patrick —informa—. ¿Puedes?

Suspiro. Le hago un gesto con la cabeza para que me siga hasta la cama, me lanzo contra el colchón y espero hasta que él suba también. Sonrío cuando me muestra su cuaderno.

—¿Por qué te dejan tarea si estás en el preescolar? —cuestiono y él se encoge de hombros—. ¿Qué necesitas?

Él comienza a explicarme lo que tiene que hacer, se acomoda sobre la cama boca abajo mientras mueve los pies y parece demasiado concentrado en el cuaderno. Durante los siguientes veinte minutos la pasamos resolviendo ejercicios de colores, letras, y los números que Austin parecía orgulloso de contar hasta veinte.

—Dereck —llama cuando cierra el cuaderno.

—¿Si?

—Tengo hambre — informa con un mohín.

—¿Y qué quieres que haga? —cuestiono.

—¡Eres tan malo! —reclama cruzándose de brazos y no puedo evitar reír.

Reviso la hora, son cerca de las siete treinta y no parece que nuestros padres regresen pronto, así que me incorporo.

—De acuerdo, veamos que hay para comer —Austin baja de un brinco, siguiéndome hacia las escaleras. Algo que agradecía de la presencia de Gema en la casa es que, desde que llegó, la nevera estaba repleta de comida.

—¿Quieres comer unos panqueques? —inquiero sacando la leche y algunos huevos.

—¡Si! —se acomoda sobre una de las sillas del comedor, y se apoya los codos sobre las losas, sosteniendo su barbilla con las manos hechas puños.

Me concentro en preparar la mezcla, Austin se mantiene en su sitio tarareando una canción infantil, en determinado momento se calla y pronuncia mi nombre.

—¿Quién te enseñó a hacer panqueques? —inquiere con curiosidad—. ¿Tú mamá?

Sonrío con ligereza.

—No, mi abuela —respondo.

—¿Y tú mamá en dónde está? —cuestiona con curiosidad.

Suspiro. Enciendo la estufa, acomodando las cosas para comenzar a preparar los panqueques mientras intento encontrar una respuesta.

—Ella está ahora en un lugar muy lejos de aquí —respondo vertiendo la mezcla sobre el fuego.

Gracias al cielo no continúa haciendo preguntas. Comienza a hablar sobre su escuela, sobre lo agradable que es su maestra y me descubro a mí mismo escuchándolo con atención.

Cuando están listos, dejo frente a él algunos panqueques y sirvo un vaso de jugo para él y otro para mí.

Comemos en silencio, en el momento justo en el que terminamos, el sonido en la puerta principal me hace voltear. Gema viene junto con mi padre, ambos sostienen bolsas de supermercado y ella me sonríe tan pronto me ve.

No le devuelvo el gesto, recojo los platos sucios de la mesa y los dejo en el lavaplatos.

—Mamá, Dereck hizo panqueques —informa Austin. Una leve sonrisa aparece en mis labios.

—Oh, eso es genial. —responde Gema. Me observa de soslayo, enjuago el par de platos, papá deja el resto de las bolsas sobre la mesa y luego se encamina a las escaleras sin decir nada más.

Luego de volver a casa, las cosas se volvieron algo tensas. Mi padre no hablaba, parecía haber regresado a su rutina de encerrarse en el trabajo tanto como le fuese posible, solo coincidíamos a la hora de la cena, nada más.

No entendía cómo es que Gema aún permanecía aquí. Después de todo, decidió quedarse.

—Ve a lavarte los dientes —le pide—. En un momento te alcanzo.

Austin asiente y lo sigo con la mirada hasta que dobla el pasillo. Escoro los platos en la alacena, y me dispongo a salir cuando Gema habla.

—Dereck, ¿puedes quedarte un momento? —pide.

—¿Qué pasa?

Ella suspira. Pasa las manos sobre la tela de su pantalón antes de mirarme.

—Sé que estás molesto. —comienza—. Sé que no entiendes porque continúo aquí y...

—Sí, tienes toda la razón —la interrumpo—. No entiendo cómo es que sigues aquí. Como es que puedes estar tranquila en esta casa y exponer a Austin de esta manera. Tienes toda la razón, no lo entiendo.

—Dereck, es más complicado de lo que puedes imaginar —se apoya contra la barra—. Escucha, no tenía idea de lo que tu padre hacía. No lo sabía ni imaginé por un segundo que pudiera ser capaz de algo así.

—Bueno, pues ahora lo sabes. Y has visto por ti misma lo que es capaz de hacer—. Su mirada viaja hasta el vendaje en el brazo, pero no dice nada—. No sé porque sigues aquí, Gema. Él no es bueno.

—Prometió cambiar —es imposible retener la risa que brota de mí.

—¿Cambiar? ¿Te prometió cambiar? —inquiero—. Por Dios, Gema. No va a hacerlo. Sé que lo que te digo.

Ella permanece en silencio.

—No te conozco lo suficiente, no sé qué clase de persona es que Patrick te creo, no sé qué clase de cuento romántico te hizo creer, Gema, pero no es esa persona —volteo, asegurándome que no está cerca—. No es ese hombre cariñoso que es con Austin, no es el novio perfecto que se ha mostrado. Es un hombre explosivo, uno que cuando pierde el control es capaz de hacer y decir cosas que dañan. Te lo dice el chico que ha vivido con él dieciocho años de su vida. No sé qué Patrick conociste el último año, pero es seguro que no se trata de mi padre.

—Él va a cambiar.

Resoplo.

—Cuando te golpee, cuando pierda el control contigo, no digas que no te lo advertí —sentencio—. Cuando comience a desquitar su enojo con Austin, cuando descubras moretones en el cuerpo de tu hijo, no digas que no te alerté.

—No sería capaz de golpear a Austin —dice casi con horror—. No lo hará.

—Ah, ¿no? ¿Cómo estás tan segura? —inquiero—. ¿Qué te da la seguridad que no va a hacerlo? ¡Claro que lo hará!

—¡Claro que no! ¡Porque él tiene a su madre para defenderlo! —eso me desarma. Retengo la respiración por un par de segundos mientras retrocedo. Ella cierra los ojos y luego intenta acercarse.

—Tienes razón. —mascullo sintiendo la opresión en el pecho, sintiéndome desarmado y vulnerable otra vez.

—No, Dereck, yo no quise...

—Cuando ocurra, no digas que no te lo advertí.

—Dereck, espera...— Pero no lo hago, no aguardo por una respuesta y solamente me marcho.

Porque en el fondo tenía razón, la historia no se repetiría con Austin porque él, a diferencia mía, tenía personas que velaban por su seguridad.

Porque Patrick no se atrevería a tocarlo, a levantarle una mano porque no es yo. Porque hay alguien que saldrá en su defensa. Tal vez nunca levantaría una mano a Gema, tal vez nunca le gritaría a Austin, porque ellos, no son yo.

Porque no ve en ellos a su esposa muerta. Tal vez con ellos es el hombre que mamá conoció, tal vez con ellos era la clase de padre, que yo hubiese tenido si mamá no hubiese fallecido.

Tal vez soy yo quien nunca ha conocido la faceta real de Patrick Jones.

Esa era la verdad, por mucho que me costara admitirlo.

—¿Desde cuándo Halley Williams y tú son amigos? —inquiere Lucie.

—¿Ya son amigos? —inquiere ahora Jennie.

—Lo somos ¿hay problema en eso? —cuestiono con molestia—. Y desde cuándo, eso no es algo que les competa saber.

—Oh vamos, Halley es agradable —interviene Colton—. Y Dereck parece fascinado con ella.

—¿De qué hablas? —lo observo con molestia—. No estoy...

—Muffins de chocolate y trabajos en pareja. ¿Crees que no me he enterado que fuiste a su casa?

—¿Fuiste a su casa? —Lucie casi grita.

—¿Cómo si quiera sabes eso? —pregunto—. Y si fue así ¿qué? Por Dios, ¿por qué todos le dan tanta importancia?

Ninguno de ellos responde de inmediato, se forma un silencio que dura varios segundos antes de que Lucie hable de nuevo.

—Es que es raro en ti —dice con suavidad. Ahora ya no hay rastro de reproche o molestia—. Quiero decir, que te lleves tan bien con ella es...extraño. Pareces otro Dereck y eso que solamente los he observado en un par de ocasiones.

Mastico con lentitud el trozo de sándwich que me he llevado a la boca.

—No lo sé, es agradable —admito. Por inercia volteo, recorriendo la cafetería en un intento rápido de encontrarla. La localizo un par de instantes después, está a varios metros de distancia, pero sonrío con ligereza cuando ella voltea en ese instante, y se percata de la mirada sobre ella.

Eleva una de sus manos, formando un saludo y luego regresa la atención a sus amigos.

—Oh por Dios —Lucie hace una pausa entre cada palabra—. Te gusta.

—¿Qué? —niego de inmediato con la cabeza—. No, claro que no.

—¡Etapa de negación! —exclama—. Por dios ¿de verdad te gusta Halley?

—A él no le gusta Halley, apenas y se conocen, es ridículo —no pasa desapercibido el tono de molestia que Jen emplea al hablar.

—Tienes razón, es ridículo —concuerdo—. Apenas y llevamos pocas semanas hablando.

Colton y Lucie comparten una mirada, sin embargo, ninguno dice nada más durante el tiempo que dura el almuerzo. Apenas la campana suena, ellos se levantan, Jen y yo recogemos nuestras bandejas y cuando nos despedimos en el pasillo, antes de que pueda ir a mi siguiente clase, la mano de Jen se posiciona alrededor de mi muñeca.

—Dereck —llama. Observo el agarre por un par de segundos antes de enfocarla.

—¿Si?

—¿Fue cierto? Sobre que Halley y tú solo son amigos —mi entrecejo se arruga, confundido ante la pregunta de Jennie.

—Sí ¿por qué habría de mentir? —cuestiono—. Somos amigos.

Una leve sonrisa aparece en su gesto, me suelta y retrocede algunos pasos.

—Bien, solo eso necesitaba saber —dice, quiero darle una respuesta, pero ella ya me ha dado la espalda, y se pierde entre los demás estudiantes que buscan llegar a tiempo a sus clases.

Las palabras de Lucie se repiten en mi mente, por mucho que lo he intentado no consigo apartarlas, lo que me impidió poder concentrarme durante la clase de literatura.

—Hola, D —una sonrisa se dibuja en mis labios tan pronto como observo a Halley. —¿Cómo sigue la herida? —pregunta señalando el brazo.

—Está bien, solo necesitaré la venda por un par de días más —expreso—. ¿Qué hay de ti?

—Todo de maravilla —responde. Se acomoda el cabello detrás de las orejas y me observa—. De hecho, quería preguntarte algo.

—¿Qué cosa?

La observo tomar uno de los mechones de su cabello y enrollarlo entre uno de sus dedos, muerde su labio inferior y observa un par de veces a los costados del pasillo, como si estuviese nerviosa.

—Yo me preguntaba tal vez si querías venir conmigo a la Kermes anual que organiza mi madre —una mirada nerviosa es lanzada en mi dirección—. Es benéfica, recaudación anual para la escuela.

Había oído del evento, cada año se llevaba a cabo en uno de los parques más reconocidos de Portland con el objetivo de recaudar dinero para la escuela y la fiesta de graduación, no había asistido antes, en realidad nunca consideré hacerlo, hasta ahora.

—¿Quieres que vaya contigo? —inquiero un tanto sorprendido.

—Solo si quieres hacerlo, es el sábado a las doce —informa—. Entendería si tienes...

—No, en realidad me gustaría ir —admito—. El sábado a las doce.

Halley asiente.

—Te veo ahí. —Esta vez no se limita a solo dedicarme un gesto de adiós, da un paso al frente y sus labios se posicionan en una de mis mejillas. Sonríe, acomodando de nuevo su cabello y retrocede.

—Te veo ahí —repito.

La miro alejarse. Instintivamente llevo una de mis manos hacia la zona en la que sus labios se han posicionado segundos atrás.

Era ridículo estar atraído por Halley William ¿no es cierto?

Si la respuesta era afirmativa, definitivamente estaba en un problema.

(...)

Tan pronto como me detengo frente al club, comienzo a pensar si es buena idea el estar aquí otra vez. Me bajo de la moto, aseguro el casco y camino hacia la entrada.

—¡Dereck! —reconozco de inmediato la voz. Luke sonríe mientras baja del cuadrilátero dando un par de indicaciones a los chicos que se encuentran arriba, y camina a mi encuentro.

—Hola —saludo—. Quise pasar a saludar.

—Es bueno verte ¿Cómo estás? Esperaba verte aquí más tiempo.

—Volví a casa —informo y eso parece desconcertarlo.

—¿Y estás bien? ¿Todo en orden?

—Sí, bueno, mi padre fue por mí a la escuela —sé que no tengo necesidad de decirlo, pero de todos modos lo hago—. Dijo que lo sentía y yo...—un gesto comprensivo se posiciona en su rostro.

—Bueno, me alegra entonces que las cosas se hayan calmado —me doy cuenta que no dice "que todo está bien".

Hay una pizca de preocupación en su mirada, pero no dice nada más.

—Quería darle las gracias...

—Ya te dije que no es necesario tanta formalidad —me recuerda—. Me hace sentir viejo.

Sonrío.

—Quería darte las gracias —corrijo—. Por ayudarme.

Él se quita los guantes que lleva en las manos y fija la mirada en mí.

—Escucha, Dereck, sé que probablemente esto te resulta extraño viniendo de un desconocido, pero si algo he aprendido en todos estos años es que nunca sabemos cuándo podremos necesitar la ayuda de alguien. No importa si es conocido o un extraño, en algún punto, la necesitaremos.

Me hace un gesto con la cabeza, así que lo sigo hasta su oficina. Él cierra la puerta cuando entramos y adopta una postura más relajada.

—Pero para que esa ayuda llegue, a veces debe de ser expresada —habla con cautela—. Dereck, esos golpes no fueron por un asalto ¿verdad?

No respondo.

—He sido peleador en peleas clandestinas, soy boxeador y también me he metido en algunas peleas, me han golpeado y sé reconocer los golpes, Dereck. Esos que tú tienes, son de una pelea en la cual no te defendiste.

—Tengo que irme —intento esquivarlo, pero él me detiene.

—Dereck...

—Luke, tengo que irme —me libero de su agarre para conseguir salir. Él no me detiene, sin embargo, cuando abro la puerta de la oficina el vuelve a hablar.

—Nadie tiene el derecho de tratarte de esa manera —dice—. No sé si lo sabes o no, pero absolutamente nadie debe lastimarte de ese modo.

—¿Qué sabes tú? —inquiero girándome—. Ni siquiera me conoces.

—No hace falta conocerte para saber qué pides a gritos silenciosos ayuda, Dereck —da un paso al frente y retrocedo. Él suspira.

—No necesito ayuda— aseguro.

—Sabes dónde encontrarme, sabes que si me llamas te ayudaré —dice cuando he salido—. Pero nadie puede ni podrá hacer nada, si no lo expresas.

A pesar de que quiero marcharme, de que quiero salir corriendo, no lo hago. Algo en mí grita que tiene razón, que no debo rechazar la ayuda esta vez. Pero he pasado tanto tiempo sumergido en el mismo lodo, que no sé qué hacer.

Es la primera persona que intenta ayudarte.

Giro, Luke parece aliviado de verme regresar. Cierro la puerta detrás de mí y lo miro.

—No sé qué hacer —mi voz tiembla cuando hablo. Toda mi vida intenté mostrarme fuerte, intenté formarme una coraza que no dejaba ver mi vulnerabilidad.

Siempre pensé que, si nadie veía lo frágil que en verdad era, no podrían hacerme daño. No podrían darse cuenta de todo el daño que llevaba encima.

—Él siempre ha sido así. No...no conozco nada más. Así es como ha sido mi vida entera.

—Nadie tiene el derecho de tratarte de esa manera, ni siquiera tu padre. —mi visión se nubla y me aparto tan solo un poco—. Dereck, no imagino lo complicado que es esto para ti, pero no estás solo ahora.

—¿Y a quién tengo? ¿A ti? Soy un desconocido, un chico que encontraste durmiendo en un callejón ¿por qué habría de importarte? —mi voz se rompe—. ¿Por qué haces todo esto?

—Dereck...

—Lo agradezco, pero creo que ha hecho suficiente por mí.

Una parte de mí grita que deje de actuar de esta forma, que deje de aparentar que no necesito de nadie porque claro que lo hago. Sin embargo, si algo he aprendido es que, si pones fe en alguien, esa persona puede acabar decepcionándote.

Nadie tiene el poder de dañarte, si no se los das. Nadie ve que tan frágil eres, si no se lo dejas ver.

Me han abandonado a lo largo de mi vida, las personas con las que más debía de haber contado, decidieron hacerme daño.

¿Qué es lo que impedía que un desconocido como Luke no lo hiciera? ¿Qué garantía había en eso?

—Dereck, déjame ayudarte —pide y luce casi desesperado.

Cierro los ojos y tomo una larga inhalación antes de voltear.

—Si lo dejo ayudarme, si me permito creer y luego decide que no hay nada que hacer, se sumará a la lista de personas que me han abandonado —tomo una corta inspiración—. Si digo que sí y al final del camino no hay solución...

—No abandono a las personas que me importan —asegura—. No lo hago nunca. Y no importa si te conozco de toda la vida o de un par de días. No abandono a las personas que necesitan ayuda.

Y por primera vez, en toda mi vida, decido hacerle caso a la parte frágil de mi ser. Decido que, si al final Luke se suma a la lista, al menos tendré la seguridad de no volver a confiar.

Aunque eso no significaba que deseara con todas y cada una de mis fuerzas, que él tuviera razón. 

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¡Nos leemos el lunes! No se olviden de votar y comentar, significa mucho para mí. 

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