Al día siguiente, Gumball avanzaba por los pasillos de la escuela, con su mochila al hombro, en un estado de ánimo agitado. Sus pensamientos estaban nublados, y su corazón latía con fuerza debido a la tensión acumulada desde el día anterior.

Tobías apareció de repente detrás de él, moviéndose con su habitual arrogancia. Se acercó a Gumball con una sonrisa burlona en el rostro, disfrutando claramente de la incomodidad de su amigo.

—Hey, ¿qué pasa, Gumball? —le preguntó Tobías, con una sonrisa de autosuficiencia que hizo que Gumball quisiera golpearlo—. ¿Has visto lo que te dejé en la mochila?

En ese momento, Gumball no pudo contener más su frustración. Con un movimiento brusco, sacó la revista de contenido para adultos de su mochila y la arrojó con violencia hacia Tobías, golpeándole en el pecho.

—¡No necesito esto, te pasaste! —dijo Gumball con voz temblorosa, claramente furioso. Sus manos temblaban de rabia contenida, y su rostro estaba rojo de indignación.

Tobías se rió, burlándose de Gumball con su típica arrogancia.

—Era una broma —dijo con una risilla—. Al parecer, te sirvió.

Gumball apretó los puños y se enfrentó a Tobías, endureciendo su mandíbula y preparándose para meterse en una pelea. Sus ojos mostraban una mezcla de furia y desilusión, y estaba a punto de abalanzarse sobre Tobías cuando una voz detrás de ellos los interrumpió.

—¿Qué está pasando aquí? —Era la voz de Tina, que había estado observando la escena desde una distancia segura, tratando de entender qué ocurría.

Gumball se dio la vuelta y la miró a los ojos, sintiendo una oleada de alivio al verla allí. La presencia de Tina parecía calmarlo de inmediato, aunque el enfado aún latía en su pecho.

—Mira, ya vino tu noviecita —dijo Tobías liberándose del agarre de Gumball, con una sonrisa provocadora en los labios.

—¡Cállate, Tobías! —le espetó Gumball, fulminándolo con la mirada—. Solo... no te metas.

Sin querer prolongar el enfrentamiento ni hacer más espectáculo, Gumball tomó la mano de Tina y salió del pasillo, dirigiéndose hacia la cafetería. Tina lo siguió en silencio, pero su rostro mostraba preocupación. Sabía que Gumball estaba molesto, y quería ayudarlo a calmarse.

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Cuando llegaron a la cafetería, Gumball y Tina buscaron una mesa alejada del ruido, donde pudieran hablar sin interrupciones. Se sentaron, y Tina se inclinó hacia Gumball, estudiando su expresión con cuidado.

—¿Estás bien? —preguntó Tina suavemente, acercándose un poco más a él, tratando de ofrecerle consuelo.

Gumball, aún sintiendo la adrenalina correr por sus venas, respiró hondo para calmarse. Miró a Tina a los ojos, sintiendo una oleada de gratitud por su preocupación. Lentamente, se permitió relajarse.

—Mucho mejor ahora —dijo Gumball, esbozando una pequeña sonrisa. Se inclinó hacia adelante y, sin pensarlo dos veces, le plantó un beso a Tina, agradecido por su apoyo y presencia en ese momento.

Tina, aunque sorprendida al principio, correspondió el beso, sintiendo un calor agradable en su pecho. Cuando se separaron, ambos se quedaron mirando a los ojos, compartiendo un momento de paz y comprensión mutua.

Gumball sabía que, pase lo que pase, mientras tuviera a Tina a su lado, podría enfrentar cualquier cosa. Y eso, para él, era todo lo que necesitaba.

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Fin