Capítulo 35.
Hay amenazas que no deberíamos dejar pasar.
Robin
Khail se había ido un día atrás y yo lo extrañaba como una loca desesperada. Sé que las cosas entre nosotros no terminaron de la mejor manera pero esperaba de todo corazón que regresara y así poder arreglar aquello que se había roto por culpa de los dos, porque esto fue por ambos, ambos no supimos calmarnos y he de aceptar que yo no supe como manejar la situación. Nadie podía culparme, era la primera vez que me enamoraba de esta manera tan intensa y tan profunda, era la primera vez que quería la felicidad plena para la otra persona y tampoco lo quería tener atado a esta ciudad y mucho menos a mí cuando él tenía que arreglar cosas en su país y con su padre.
Amaba a Khail tanto como amaba mi vida y a mi familia, por eso quería tenerlo lejos por su seguridad, estar conmigo era una sentencia de muerte para él y yo no me iba a perdonar si algo llegaba a pasarle, no iba a poder vivir en paz con esta culpa.
Hoy entrenaba con Joep, necesitaba sacar todo este coraje que llevaba dentro, no dejaba de pensar en la insípida esa. Maldita rubia tonta. No sabía con quien se estaba metiendo, haría de su muerte la más lenta y dolorosa de todas, le haría pagar el atrevimiento de haber lastimado a mi hermano y a Mees, y sí, quizá ella no había apretado el gatillo de aquella pistola pero ella tuvo mucho que ver e iba a sufrir las consecuencias de sus estúpidos actos.
Joep sostenía el saco del otro lado con ambas manos, mientras yo le daba patadas a diestra y siniestra sacando este coraje que crecía y crecía dentro de mí.
—¡Robin! —ahora golpeaba con mis nudillos, dolía sí, pero era la única manera para sacar esto, este dolor que me estaba quemando el pecho —. ¡Robin, basta! —escuché a Joep y solté el saco —. ¿Qué pasa contigo?
Sostuvo el saco que se movía de un lado al otro por la fuerza ejercida por mis puños.
—Déjame en paz, Joep —resoplé y fui hacia la banca donde tenía una botella con agua y una toalla. Me senté y cogí la botella, la abrí ignorando el ardor en mis nudillos y bebí desesperada.
—¿Cómo quieres que te deje en paz? ¿Ya te viste? —señaló mis nudillos.
—Esto no es nada —escupí molesta. Joep se sentó a mi lado.
—No puedes hacerte eso, Ro, esta no eres tú —cogió una de las toallas y con precaución tomó mi mano para con la toalla limpiar los restos de sangre que tenía. Los nudillos se me habían despellejado y ni siquiera me importaba —. ¿Qué pasa contigo?
—¿Qué pasa de qué? —pregunté de mala gana.
—Contigo y este carácter, parece que estás molesta con todo el mundo —Joep seguía limpiando mis heridas, no sentía dolor en esa zona solo una ligera molestia. De nuevo le di un sorbo a la botella y esperé que Joep terminara con mi mano izquierda. Dejó mi mano izquierda y ahora limpiaba los nudillos de mi mano derecha.
—No estoy molesta con todo el mundo —le aclaré a Joep.
—No, solo con la ex de tu ex novio.
—Khail no es mi ex novio —lo miré de reojo.
—¿Y él sabe eso o sigue creyendo que lo suyo se terminó? —inquirió.
—Déjame en paz, Joep, tú no sabes nada —quise ponerme de pie pero Joep agarró fuerte mi mano impidiendo que me pusiera de pie, me obligó a sentarme de nuevo a su lado y no me quedó de otra que escuchar lo que sea que tenía para decir.
—No puedes huir toda tu vida, Ro, lo hiciste conmigo y desapareciste por bastante tiempo, ahora has alejado a Khail con un pretexto tan tonto que hasta a mí me parece absurdo. Si de verdad lo quieres no te vas a ir, no lo vas a alejar y no vas a dejar que el miedo gane, no esta vez.
—¿Por qué me dices eso? —fruncí el ceño —. ¿No se supone que es mejor para ti que Khail no esté?
—Él no me agrada mucho pero aquí solo soy tu amigo y a quien debe agradarle todo lo que tiene que ver con él es a ti y nada más que a ti.
—No me imaginaba que pensaras de esta manera, Joep.
—Desde hace mucho entendí que lo nuestro ya pasó, te he dejado atrás, Ro, solo quiero que seas feliz.
Le sonreí, era una sonrisa genuina, porque sus palabras eran genuinas.
—Gracias, Joep.
—No es nada, solo quiero que seas feliz, Ro, nada más que eso.
Joep era un gran amigo y más allá de que fuimos novios sabía que podía contar con él como un gran amigo y consejero, porque siempre tenía un buen consejo que darme, me tenía paciencia y eso que era una testaruda y un poco orgullosa, pero debo admitir que tener a Joep en mi vida era lo mejor de todo.
Mikhail
Aquel día salí temprano de la casa con la esperanza de poder hablar con Mila, quería entender, saber, comprender todo lo que estaba haciendo y más que nada cuando dejó de ser la chica linda para convertirse en esta persona que no era capaz de distinguir entre lo bueno y lo malo.
Llegué a la casa de sus padres pero como me lo esperaba ella no quiso hablar conmigo ni ese día ni el siguiente ni el que le seguía a este. Ella estaba ahí dentro pero no quería verme, en gran parte la entendía pero este no era el momento para que se pusiera en este plan de diva, quizá ella ya sabía que yo estaba enterado de todo y estaba tomando las precauciones debidas para no toparse conmigo.
Insistí e insistí. Fui tres días seguidos a verla pero siempre se negó a verme, no me iba a dar por vencido y si tenía que hacer lo que sea para poder hablar con ella tan solo unos minutos lo iba a hacer. La vigile todo un día esperando que saliera de su casa pero ella no lo hizo, así que regresé a mi casa con las manos vacías, pero iba a insistir hasta verla y si eso me tomaba toda la vida lo haría.
Hasta aquel día en que después de tanto esperar Mila salió en uno de los autos de su padre acompañada por tres de sus hombres que cuidaban cada uno de los movimientos de la pequeña rubia. Fueron al centro de Moscú y entró en algunas tiendas, salieron con bolsas y más bolsas de ropa y cajas con zapatos. Al final del día me colé en la tienda de vestidos a la que entró, no podía desaprovechar esta oportunidad ya que sería la única que iba a tener, así que fui hasta los vestidores, empuje la puerta donde ella se encontraba y la cerré. Quiso gritar pero puse una mano en su boca y con mi brazo en su pecho la empuje hacia la pared. Estaba solo en ropa interior.
—No te imaginas las ganas que tengo de hacerte pagar todo lo que estás haciendo —suspiré —, pero te voy a dar la oportunidad de explicarte, Mila.
Abrió sus ojos tan grandes que parecía se iban a salir de sus cuencas.
—Si abres la boca no voy a dudar en hacerte daño y no quiero eso —con cuidado le mostré la pistola que siempre llevaba conmigo —. Así que habla y ten mucho cuidado con lo que haces.
Quite mi mano de su boca pero mi brazo seguía presionando su pecho, con la mano libre saque la pistola y puse la punta del cañón en su sien.
—¿Creíste que me iba a quedar con los brazos cruzados después de lo que me hiciste? Pues no, Mikhail, de una u otra manera tenía que hacerte pagar por el dolor que me causaste —escupió molesta.
—Pero ese dolor lo cause yo, Mila, esas personas no te hicieron nada a ti —en sus labios se dibujó una sonrisa burlona.
—Pero a la zorra de tu novia sí y eso es lo que quería, si ella sufre tú sufres.
—No puedo creer que me estés diciendo este tipo de cosas —hablé bajo —. ¿En qué momento te convertiste en esta mujer? —Mis ojos estaban fijos en los de ella, intentaba buscar una pizca de compasión y amor pero en estos no había nada más, estaban vacíos.
—Mi padre me abrió los ojos. Sin él no vería las cosas cómo son, tú me usaste, jugaste conmigo, rompiste mi corazón, Mikhail.
—Y lo entiendo, sé que debo pagar por eso, ¿pero por qué ellos? Ellos no te hicieron nada. Por tu culpa casi mueren dos chicos inocentes, Mila —espeté.
En este punto yo ya estaba molesto por sus respuestas tontas y sin fundamentos lógicos.
—Supongo que la zorra lo pasó muy mal, ¿no? —hizo un puchero —. Me hubiera gustado estar ahí para verla sufrir.
—No la vuelvas a llamar así —mi brazo hizo presión en su cuello y no me importaba si le estaba haciendo daño.
—Eso es, una zorra ——rio.
—¡Cierra la maldita boca, Mila! —ejercí más fuerza, tanto en su cuello como en el cañón en su sien —. Cierra la maldita boca antes de que te dispare en la cabeza —espete.
—Me estás haciendo daño, Mikhail —empezó a rasguñar mis brazos, su rostro se estaba poniendo rojo pero no me importó —. Khail, ¡Khail!
Intentaba gritar pero la falta de aire en los pulmones se lo impedía.
—¿Ahora si te importa, Mila? Dime porque debería tener compasión de ti y no matarte de una vez antes de que Robin te encuentre y lo haga ella misma. Debería matarte yo mismo, en este momento, por todo lo que has hecho, pero no lo voy a hacer.
Me separé de ella y empezó a toser, abría la boca buscando aire, estaba roja y tenía los ojos inyectados en sangre. No sentía lástima por ella, ahora no sentía nada más que solo odio hacia su persona. Di un paso lejos para dejar que se recuperara.
—¡Casi me matas! —chilló
—Casi lo hago, ¿pero sabes por qué no lo hice? Porque voy a dejar que Robin lo haga, en este momento debe estar pensando la manera para acabar contigo y tu padre, te hará sufrir y le vas a suplicar por tu vida.
Mila se rio a carcajadas.
—Ella nunca me va a encontrar.
—No estés tan segura de eso porque cuando se propone algo siempre lo consigue.
—Pues no le tengo miedo —claro que sí lo tenía pero no lo iba a demostrar.
—Deberías tenerlo, Mila —guardé mi pistola.
—Quizá ella esté muerta antes, Mikhail, no vayas a llegar tarde a Ámsterdam.
—¿Qué quieres decir? —una sonrisa de suficiencia se dibujó en sus labios.
—Te vas a llevar una grata sorpresa —se acercó solo para dejar un beso sobre mis labios y dio un paso atrás —. Ahora lárgate antes de que llame a mis hombres y te maten aquí mismo.
Ella sabía que yo podía matar a los tres hombres que la cuidaban, pero pretendía que no era así y creerse su mentira.
—Nos vemos pronto, Mila —me di la vuelta y abrí la puerta del probador.
—¡Púdrete, Mikhail! —espetó detrás de mí.
Ahora tenía que ir a mi casa, tenía que regresar a Ámsterdam y avisar a Robin que algo muy grande se venía, tenía que estar allá con ella para lo que sea que pudiera pasar. Siempre le dije que estaría a su lado y no estaba cumpliendo con lo que dije. Era el peor de los hombres y no la merecía, ella mucho para mí.
Haden
Llegamos a la casa de los padres de Lieve, que estaba custodiada por los hombres de mi padre, aunque ellos no lo sabían, solo Lieve pero papá le pidió ser discreta con todo esto, no quería que sus padres hicieran alguna tontería.
—¿Estás seguro de esto? —Gerrit apagó el auto.
Giré la cabeza para ver la casa de Lieve, todo estaba en calma.
—Sí, ellos tienen que saber lo que está pasando. Tienen que salir de aquí antes de que algo peor pase —volteé a ver a papá y solo asintió con la cabeza.
—Está bien, vamos —salió por el otro lado del auto. Abrí la puerta y salí.
Nos acercamos a la puerta y fue mi padre quien tocó el timbre, esperé junto a él por algunos segundos antes de que la puerta fuera abierta por el señor Prinsen, quien nos miró de arriba abajo.
—Buenas tardes —saludó mi padre —, mi nombre es Hein De Vaux y supongo que sabe quien soy, él es mi hijo Haden —levante mi mano con timidez.
—El chico que sale con mi hija Lieve —me miró a mí.
—Así es, necesitamos hablar con ustedes acerca de un asunto muy delicado que tiene que ver con su hija y ustedes también —el señor Prinsen nos miraba no muy convencido. Quizá me odiaba por haber terminado con su hija.
—No estoy seguro —se rascó la mejilla.
—No le vamos a hacer nada, solo queremos hablar, no nos tomará mucho tiempo.
El hombre no dijo nada, solo se hizo a un lado y nos dejó pasar. Al entrar vi a una mujer, su esposa y Lieve que iba bajando las escaleras, no nos habíamos visto desde ese día. Mi pecho se infló de felicidad, la iba a ver por última vez y no podía ser más feliz en este momento.
—¡Haden! —corrió hacia mí con los brazos abiertos, al estar cerca la atrapé entre mis brazos y le di un beso en la mejilla.
—Lieve, te extrañé tanto.
—Y yo a ti —suspiró.
Nos separamos cuando mi padre se aclaró la garganta, pero me quedé a su lado.
—¿Qué es lo qué está pasando? —preguntó el padre de Lieve —. Mi hija no nos ha querido decir nada pero por las noticias sabemos que algo muy malo está pasando en su familia.
—Por eso estamos aquí. No le voy a mentir, las cosas no están muy bien en nuestra familia, hay un par de cosas que nos tienen en peligro y...
—Lo sabía —interrumpió el hombre —, sabía que de tu relación con este jovencito no iba a salir nada bueno, Lieve.
—Papá, por favor, solo escucha al señor De Vaux —su padre estaba molesto.
—Queremos ponerlos a salvo a ustedes y a su hija, que se vayan por un tiempo de la ciudad en lo que salimos de esto. Por su relación con mi hijo, Lieve y ustedes corren peligro. Nadie debe pagar por nosotros, absolutamente nadie.
—¿Irnos? —inquirió su madre —. Nosotros no tenemos a donde ir, toda nuestra familia está aquí en Ámsterdam, no tenemos dinero para costear un viaje y mucho menos para rentar una casa lejos de aquí —su mamá se veía preocupada.
—Los gastos corren por mi cuenta, tanto el viaje como la casa donde se van a quedar de ahora en adelante al igual que de los hombres que se van a encargar de su seguridad. Les pido que acepten ya que en gran parte esto es nuestra culpa y mi hijo no quiere que nada le pase a Lieve —mi papá hablaba con total calma y tranquilidad —. No es un préstamo ni mucho menos, no están en deuda con nadie, al contrario, nosotros estamos en deuda con ustedes por hacerles pasar esto.
—Nunca fue mi intención meter en problemas a Lieve —cogí su mano y enlazamos nuestros dedos —. Nunca quise que esto pasara, se los juro —miré a sus padres. Ellos no se veían malas personas, quizá iban a entendernos, o eso esperaba.
—Es que...—habló el hombre —...yo tengo un trabajo y no puedo dejarlo así como así, Lieve está en el colegio y no quiero que deje sus estudios.
Se pasó una mano por la nuca y ejerció presión.
—¿Qué vamos a hacer? ¿A dónde vamos a ir?
—Eso ya está resuelto —habló papá —. He hablado con su jefe y ha aceptado que usted trabaje desde casa, aunque sea por el tiempo que estén lejos. Sé que será un cambio muy drástico para ustedes pero mi hijo no quiere que les pase nada.
—No me podría perdonar si algo malo les pasa por mi culpa —mire a los padres de Lieve y no sabría decir que era lo que estaban pensando en ese momento, pero había mucha confusión en sus rostros, más que nada por parte de su padre.
Su mamá fue muy amable y nos invitó a pasar a la sala, donde nos llevó una jarra con agua de sabor, nos invitó una botana también y aunque le dijimos que no ella insistió y no tuvimos de otra. Lieve estaba a mi lado y yo no podía estar más feliz por estar esta última vez con ella, no sabía cuánto tiempo íbamos a estar separados pero el tiempo que fuera sería una tortura para mí.
Lieve se había convertido en una de las personas que más me importaban pero mantenerla lejos era lo mejor por ahora, esto solo era pasajero. No quería huir toda la vida, no estaba en mis planes llevar este tipo de vida.
—Es que yo no sé que decir —habló el padre de Lieve —. Esto es tan repentino y...
—Sé que lo es y me da mucha pena llegar así a su casa, decirles esto y que se lo tomen bien, pero entiendan que entre más pronto salgan de la ciudad es más seguro para ustedes. Todo es nuestra culpa y me siento muy apenado que ustedes tengan que pagar por nuestros errores.
—Nunca quise esto, se los juro, de haber sabido ni siquiera me acerco a su hija, pero Lieve es muy importante para mí y quiero que tanto ella como ustedes estén seguros. Por favor —los miré a ambos —. Acepten nuestra ayuda, salgan de este lugar y vayan a donde estén seguros, por favor —no sabía como más pedirles esto, no sabía como hacerles entender que lo mejor para ellos era salir de aquí cuanto antes para que nada malo les pasara.
—¿Estaremos seguros? —preguntó su madre y papá no dudó en responder.
—Lo van a estar. Estos días han estado cuidando de ustedes y a donde van también habrá quien cuide de su seguridad. Nadie a parte de mí sabrá a donde van, pero no pueden estar en comunicación con nadie, es lo mejor. Piensen que estas son como unas vacaciones, unas largas.
Papá sonrió.
—Lo vamos a aceptar, Hein, solo por nuestra hija, no queremos que nadie le haga daño y si esto es lo mejor para nosotros está bien, lo aceptamos.
—Que bueno que se dan cuenta que lo mejor es no estar aquí. Hoy mismo me encargo de arreglar los boletos para que mañana mismo salgan de este lugar.
Papá se puso de pie.
—Haden es hora de que te despidas, hijo —aquellas palabras no me gustaron mucho, pero tenía que hacerlo, tenía que despedirme de Lieve.
—Nosotros los dejamos solos —dijo su madre y casi arrastrando se llevó a su esposo fuera de la sala, papá salió de la casa y solo nos quedamos Lieve y yo.
—Ya es oficial —sus manos estaban entre las mías, no quería verla a la cara y sentirme peor de como ya me sentía pero esta era la última vez que la iba a ver en quien sabe cuánto tiempo —. Ahora sí me voy a ir, Haden.
Asentí con la cabeza con pesar.
—Te voy a extrañar mucho, Lieve. Te quiero mucho y aunque no podamos hablar no quiero que lo olvides, nunca —mi agarre en su mano se hizo más fuerte.
Tenía que dejarla ir.
—Y yo te quiero a ti, Haden, te quiero tanto —se soltó de mi agarre y me abrazó, no dudé en hacerlo porque esto era lo que necesitaba con urgencia, un abrazo suyo —. Piensa en mí cada día.
—No te voy a olvidar, Lieve.
—Mira —se separó y llevó sus manos hacia su nuca —. Esto es para que nunca me olvides —se quitó la cadena que llevaba con ella, era su nombre —, y cuando nos volvamos a ver me la entregas.
—Pero esto es tuyo, no podría quitártelo —sonrió y puso la cadena en mi mano que apretó entre las suyas.
—No me estás quitando nada, Haden, yo te la estoy dando, es como un recuerdo mío para ti, para que pienses en mí cada día que estemos lejos.
—Siempre voy a pensar en ti, Lieve —una dulce y tierna sonrisa se dibujó en sus labios —. Quiero besarte pero tus padres están aquí y...
—Lo sé, yo también te quiero besar pero me conformo con que me abraces —extendió los brazos y la abracé a mí. Fue un largo abrazo sin palabras pero que dijo mucho en medio de aquel silencio que nos estaba acompañando a ambos.
—Nos vamos a ver pronto, Lieve.
—Lo sé, Haden.
Nos separamos y me acompañó hacia la puerta principal de su casa, en ningún momento soltó mi mano, algo que agradecí. Salí de su casa y ella se quedó dentro.
—Tengo que irme.
—Y yo tengo que preparar una maleta —suspiró.
—Todo va a estar bien, lo prometo. Cuando regreses todo aquí se habrá calmado y no tendrás que irte de nuevo.
—Te creo, Haden.
—Siempre cree en mí, Lieve, yo nunca te voy a defraudar.
🌸🌸🌸🌸
¡Hola! Espero hayan tenido un buen inicio de semana, yo paso a avisarles que esta semana termino esta historia, todavía no sé cuando vaya a subir la tercera parte ya que tengo más proyectos que me gustaría terminar y otros que quiero vean la luz, pero espero no tardar tanto para empezar con la tercera parte.
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