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Capítulo 33.

Alguien quiere derramar sangre.

Mees

Aquí estaba yo, en un hospital, con una sonda saliendo de mi brazo, sueros, analgésicos, desinflamatorios, etc. Me dolía el brazo izquierdo, tanto por la sonda como por el disparo que recibí en el hombro. Las heridas seguían abiertas y sino fuera por la gran dosis de analgésicos que me suministraban constantemente juro que me tiraba por la ventana, el dolor era insoportable.

—¿No me puede dar una dosis más alta? —miré a la mujer y esta negó con la cabeza, mientras ajustaba el suero.

—Son las indicaciones del doctor —siguió con lo suyo.

—Bien —espete.

Volteé a ver a Alen y estaba desayunando, me miró y negó con la cabeza.

—¿Ahora te vas a volver adicto a los analgésicos?

—Cierra la boca —mascullé.

Alen se rio y negó con la cabeza para después meter la cuchara en su boca, hoy nos habían traído una sopa que parecía más agua y no tenía sabor a sopa, alcancé a ver unos pedazos de champiñones y creo que esas hojas verdes eran espinacas. La enfermera salió de la habitación junto con el carrito que empujaba con ambas manos, cerró la puerta y nos dejó solos.

—¿Te sabe a algo eso? —señale el plato que tenía encima de la mesita.

—Algo es algo —hice una mueca. Acerqué la mesita hacia mí y mire los platos encima, aquello no se veía nada apetecible —. ¿No vas a comer?

—No tengo hambre, solo quiero ver a Elise, nada más eso.

—Yo también quiero ver a Marie, pero tengo hambre también —se encogió de hombros y se metió la cuchara a la boca de nuevo. No me quedó de otra que desayunar también aunque aquella comida no me supiera a nada.

—¿No viste un poco raro a mi papá ayer cuando le dije que quería ver a Elise?

—Ahora que lo dices sí, papá también se puso raro, pero debe ser todo lo que está pasando, ¿no? Es obvio que estén así de paranoicos, esto se les está saliendo de control, Mees, nunca habíamos tenido que llegar a estos extremos.

—Ni me digas —resoplé y me dejé caer en las almohadas que tenía en la camilla —. Quiero que esta mierda termine ya, Alen, quiero salir de aquí, no soporto estar aquí.

—A mí me duele el trasero ya, más que las heridas de las balas.

Alen y yo nos reímos con mucha dificultad, ya que hasta eso era tan doloroso. Sentía que las heridas me ardían y que hasta se abrían pero eso era solo por el esfuerzo que estaba haciendo por reírnos así.

—No me hagas reír que se me van a abrir las heridas y ya quiero largarme de aquí —Alen tenía una mano en su estómago, hice el amago de arrojarle una almohada pero esta no llegó ni a la mitad de la habitación.

—Idiota —suspiró Alen y dejó caer la cabeza en la almohada.

La puerta se abrió lentamente y detrás de esta estaba mi papá y el tío Rykel. Al entrar los dos cerraron la puerta y se colocaron frente a las camillas donde estábamos Alen y yo. Por el rostro que tenía papá y Rykel me di cuenta que algo no iba bien, además de las pronunciadas ojeras que tenían los dos bajo los ojos, ellos no habían dormido bien y esto era culpa de nosotros.

—¿Qué pasa? —me deslice hacia arriba de la camilla, acomodando las almohadas en mi espalda.

—Tenemos que hablar con ustedes —habló Rykel. Metió las manos a los bolsillos de su pantalón y suspiró.

—Es sobre Elise y Marie —Alen dejó de lado su comida y yo preste atención a lo que sea que ellos tenían que decir. Esto era importante para mí.

—¿De qué quieren hablar? —inquirió Alen.

—Hemos hablado con Anne, con Cees y Joke, los tres están de acuerdo en que lo mejor para ellos es que estén lejos de todo esto, mientras resolvemos lo que sea que está pasando. Las chicas lo han entendido y aunque no estén del todo de acuerdo saben que es muy peligroso estar en este lugar —Rykel habló con calma.

—Ya tenemos el lugar a donde se van a ir, es seguro y hay vigilancia, ahí nadie los va a encontrar —papá suspiró, sacó las manos de los bolsillos de su pantalón —. Nos hubiera gustado que ustedes fueran pero nadie quiere irse de aquí y tampoco los podemos obligar, aunque que más nos gustaría que nos obedezcan —papá y Rykel rieron y este último negó con la cabeza.

—Como todos ustedes ya saben lo que hacen, solo les pedimos que no salgan sino es por una emergencia y que tampoco se expongan a que algo malo les pase, ya no queremos que esto vuelva a pasar, ¿entendido, Alen?

—Sí papá —respondió mi primo.

—¿Lo entiendes, Mees? —inquirió papá.

—Lo entiendo, papá —ambos suspiraron.

—Hemos traído a Elise y Marie para que se despidan, hoy mismo se van de Ámsterdam y sé que se quieren despedir —sentí un horrible nudo cuando Rykel dijo que ellas habían venido para despedirse, eso quería decir que se iban lejos de aquí, tan lejos que por mucho tiempo no nos íbamos a ver y aquello me estaba rompiendo el corazón.

Papá que estaba más cerca de la puerta se acercó y la abrió, miré a Alen y se podía notar la tristeza en sus fanales claros, él estaba igual que yo. De nuevo gire la cabeza hacia mi papá y la primera en entrar fue Elise, mi corazón latía con rapidez, sentía cómo golpeaba las paredes de mi tórax, era el dolor que más me gustó sentir en ese momento. Sabía que estaba vivo y que esto no era solo un sueño, mi rojita estaba aquí conmigo y yo no podía ser más feliz en este momento. Marie entró detrás de Elise y se hicieron a un lado de la puerta, ninguna de las dos se atrevía a acercarse.

—Los vamos a dejar solos, tienen unos minutos para despedirse —dijo Rykel y junto a mi padre salieron de la habitación.

—Rojita —mi voz era un hilo, sentía que en cualquier momento mi mundo se iba a venir abajo y no sabía si lo iba a poder soportar.

—Mees —suspiró y se acercó a mí.

—Ven aquí, Marie —mi hermana no dudó en acercarse a Alen, que ya tenía los ojos cristalinos.

—Papá habló con todos nosotros —Marie se acercó a Alen y se sentó a su lado en la camilla —. Él y Rykel nos han explicado como están las cosas en este momento.

—Y que lo mejor es que nos vayamos de aquí —Elise se sentó a mi lado, no tardé en coger sus manos y apretarlas entre las mías. Mi rojita estaba aquí conmigo, ahora me sentía más vivo que nunca.

—¿Qué dijeron tus padres? —suspiró.

—No se lo tomaron bien, mamá está algo molesta de que todo esto afecte nuestras vidas, pero acepta que nos vayamos, nos están esperando en la casa.

—No será por mucho tiempo —murmuré al mismo tiempo que pasaba un mechón de cabello detrás de su oreja. Quería observarla tanto como se pudiera ya que no sabía cuando la iba a volver a ver otra vez.

—¿Cómo puedes estar tan seguro de eso? —derramó un par de lágrimas. No me gustaba verla llorar.

—Porque lo sé y ya. Te juro que cuando todo esto acabe yo mismo iré por ti para traerte de regreso a nuestra casa —sonrió.

—¿Lo prometes? —asentí con la cabeza.

—Lo prometo, rojita —subí sus manos a la altura de mis labios y le di besos en los nudillos y su dorso —. Voy a regresar por ti y tendremos la vida que siempre has querido.

—Solo quiero una vida contigo, Mees, nada más que eso —con los pulgares limpie las lágrimas que había derramado. Esto me estaba rompiendo el alma, no me gustaba verla así y en gran parte era mi culpa.

—Y tendremos la vida que tú quieres, rojita, cuando todo esto termine.

Sonrió y se acercó para dejar un beso sobre mis labios.

—Te voy a extrañar cada día, Mees.

—No más que yo, Elise.

Su nariz rozaba la mía, sentí un cosquilleo en el estómago y apreté mis labios a los de ella, eran suaves, tersos, apetecibles. Nuestro beso fue lento y dulce, no quería que terminara, solo quería sentir el calor de su cuerpo una vez más. Necesitaba tenerla cerca para salir de esta mierda, pero no quería ponerla en peligro por ello, así que mantenerla lejos y a salvo era lo mejor por ahora.

—Piensa siempre en mí, rojita —apreté mi frente contra la suya y con los pulgares acaricie su mejilla.

—Piensa siempre en mí, Mees.

Asentí con la cabeza. Mire sus labios y como en estos se dibujaba una sonrisa cálida, suspiré y le di un último beso antes de que la puerta se abriera y nos tuviéramos que separar.

Papá fue el único en entrar, pero se quedó bajo el umbral de la puerta.

—Es hora de irnos —Elise asintió con la cabeza. El agarre de mi mano en la suya era fuerte, no quería dejarla ir, no quería tenerla lejos, le necesitaba tanto como respirar. Elise se puso de pie sin soltar mi mano.

—Te quiero, Mees.

—Y yo te quiero a ti, rojita —solté su mano y caminó hacia mi padre. Marie no dejaba de llorar pero al final se separó de Alen y salió junto con Elise de la habitación.

—Voy a dejarlas y regreso.

No dije nada, solo tomé aire para contener las inmensas ganas que tenía de llorar, solté un suspiro y volteé a ver a Alen. Mi primo se miraba mal, muy mal.

—Quiero a tu hermana, Mees y cuando toda esta mierda termine yo mismo iré por ella.

—Y yo no voy a decirte que no —Alen sonrió.

Esperaba más que nadie que toda esta mierda terminara ya, que todo regresara a lo que fue meses antes donde no me tenía que preocupar por mucho, donde era feliz y no lo sabía. Solo quería que esto terminara de una vez por todas.

Robin

Papá y Daen llevaron a Elise y Marie al hospital para despedirse de Alen y Mees, ellas junto a sus padres se iban a ir lejos y no sabíamos a donde, solo lo sabían ellos dos: Rykel y Daen. Solo ellos sabían a donde iban a mandarlos para que no les pudieran hacer daño, así como nos lo estaban haciendo a nosotros.

Bajamos las maletas y las dejamos al pie de las escaleras. La tía Anne revisaba su bolso, mientras que Cees y Joke esperaban impacientes al lado de la puerta.

—Que respires de esa manera no hará que ellos lleguen más rápido —le dijo la tía Myrthe a Joke.

—Estoy desesperada, Myrthe, quiero irme ya de este lugar.

Joke volteó a ver a su amiga y suspiró sonoramente.

—Nunca pensé que llegaría el día en que me dijeras esto —Myrthe rio un poco —. Pensé que te gustaba vivir aquí.

—Y me gusta —Joke se acercó a Myrthe y cogió sus manos entre las suyas —. Pero tu esposo tiene razón, tengo que sacar a Elise de aquí, por una vez tengo razón con él —las dos rieron.

—Y eso es raro en ti —añadió Cees.

—Tú no digas nada —Joke sacudió la cabeza —. No es cierto mi amor, sabes que te quiero mucho.

—Y yo te quiero a ti, pecas —Joke rodó los ojos y se centró en su amiga.

—Prométeme que nos van a mantener informados de todo lo que pase, sea lo que sea nos van a decir, no importa que tan malo sea nos tendrán informados. Pero más que nada prométeme que te vas a cuidar y que vas a salir ilesa de esto, que nos vamos a ver muy pronto y que jamás nos vamos a volver a separar.

—Te lo prometo, Joke, les vamos avisar lo que sea que pase y pronto nos vamos a volver a ver —Joke sonrió —. Te quiero mucho.

—Y yo te quiero a ti, Myrthe—se dieron un largo abrazo antes de separarse.

—Me da pena que esto esté pasando —murmuró Khail a mi lado.

—Y yo, ellos no tienen que pagar por nuestra culpa —suspiré.

Cees se acercó a Myrthe y se dijeron un par de cosas, se abrazaron y se despidieron.

—Ustedes van a estar bien —habló mamá —. Al lugar donde van es seguro y no les va a faltar nada.

—Esperemos que esto termine pronto —habló la tía Anne —. Pero más que nada que todo salga bien —mi madre se acercó para darle un abrazo —. Cuídense mucho y por favor que nada malo le pase a Daen.

—Vamos a cuidar de él —le aseguró mi madre a la tía Anne —. Ustedes cuídense mucho, por favor.

La tía Anne se veía tan indefensa y pequeña al lado de mi madre, pero se podía defender de quien sea, solo era su apariencia inocente, porque ella era igual de fuerte que todas nosotras.

—No se preocupen por nosotros, vamos a estar bien —mi madre y la tía Anne se separaron.

La puerta de la casa se abrió, la primera en entrar fue Marie, seguida de Elise, detrás papá y a lo último lo hizo Daen. Al ver a su madre Marie se echó a sus brazos, estaba inconsolable, ellas habían ido a despedirse de Mees y Alen.

—¿Nos vamos? —preguntó Daen.

Su hermana asintió con la cabeza.

—Yo los llevo al aeropuerto y tú vas con Robin y Mikhail a ver eso —le dijo Daen a mi padre, a lo que asintió con la cabeza.

—Con cuidado, por favor.

—Lo tendré.

Salimos al patio y sacamos las maletas, Ruud y Vandor se encargaron de subirlas a las camionetas.

—Cuidate mucho, Daen, no quiero que nada te pase.

—Voy a estar bien, hermanita, no te preocupes por mí.

—Lo hago porque eres mi hermano mayor —se dieron un largo abrazo.

—Robin —volteé a ver a Marie —. ¿Te puedo pedir un gran favor?

—Dime, Marie.

—Cuida de Alen, por favor, no quiero que nada le pase —sus palabras eran lindas. Ella era linda por preocuparse por mi hermano.

—Lo voy a cuidar, Marie, tú también cuídate mucho —nos dimos un abrazo.

—Y tú cuídate, Ro.

—Lo haré —al separarnos le di un beso en la mejilla. Marie se subió en la misma camioneta que su madre, Daen cerró la puerta y se subió del lado del copiloto.

—Cuídate mucho, Ro —Elise me abrazó —. Y tú también, Khail —nos separamos.

—Cuídense mucho, Elise —dijo Khail a mi lado.

Se alejó con una sonrisa y nos dijo adiós con la mano. Ella se subió a la misma camioneta con sus padres. La primera camioneta arrancó y detrás de ellas salieron las otras tres, la verja se cerró cuando la última salió.

Suspiré. Sentía un gran nudo en la garganta. Todo esto nos estaba haciendo daño, a cada uno de diferente manera pero todo era una mierda.

—¿Has hablado con tu padre? —Khail y yo entramos a la casa.

—Sí, él está bien. Sabe lo que está pasando y dice que si necesitan algo no dudemos en pedírselo —cerró la puerta.

Caminamos hacia la sala donde mis padres esperaban, al igual que la tía Myrthe.

—Espero que no lleguemos a esos extremos pero dale las gracias a tu papá.

—Es un honor para nosotros, rubia —sonreí.

—Robin, Mikhail —nos llamó papá —. Vamos a revisar ese cargamento, es grande y muy valioso, por lo que más de uno va a querer llevárselo, pero si eso llegase a pasar vamos a estar bien armados —papá hizo una seña y varios de sus hombres salieron con armas en las manos. Joep se acercó y me dio una glock y una metralleta. Me sorprendí al verlo aquí, hacia días que no sabía nada de él.

—Joep, ¿qué haces aquí? —cogí las armas que me dio.

Me hizo un guiño ante la mirada de Khail.

—¿Creías que te iba a dejar sola en esto? Pues no, aquí estoy para lo que sea que necesites.

—¿Y tus papás?

—Lejos de aquí, en un lugar seguro, tu padre se aseguró de eso.

Mire a mi padre que le daba instrucciones a sus hombres.

—Me alegro que estés aquí, Joep.

—Y a mí me alegra estar aquí, Ro.

Joep miró a Khail pero este no tenía una buena cara, creo que la presencia de este no le gustaba mucho, estaba serio y tenía la mandíbula tensa.

—Tenemos que cuidar estas armas y no dejar que nadie se acerque a ellas.

Gerrit se acercó a mi padre con una metralleta colgando de su hombro, le entregó una a mi padre y este le quitó el seguro.

—¿Entendido? —su voz se escuchó por toda la sala, ahí había al menos unos veinte hombres sino es que más.

—¡Sí, señor! —dijimos todos al mismo tiempo.

Mis padres se despidieron y fue mi turno de acercarme a mi mamá.

—Con mucho cuidado, Ro —asentí.

—Voy a regresar, mamá, nunca dudes de mí —. Nos vemos tía Myrthe.

—Con cuidado —sugirió y me di la vuelta para salir de la casa.

Afuera mi padre ya se había subido a una de las camionetas y Khail esperaba afuera con su arma bien agarrada. Se hizo a un lado para que pudiera subir y vi que Joep ya estaba ahí arriba. Por eso el ruso estaba así, Joep no le agradaba y no fingía lo contrario.

—Va a ser un viaje interesante —musitó Joep a mi lado. Khail cerró la puerta y apretó las manos.

—Sí que lo va a ser —solté un gran suspiro.

Dev

Miraba mi móvil mientras Mees y Alen hacían lo mismo. Elise, Cees, Joke, Anne y Marie ya debían estar en el aeropuerto yendo a quien sabe donde. Solo papá y el tío Rykel sabían la ubicación de ese lugar, nadie más debía saberlo por la seguridad de ellos.

—¿Creen que ya hayan llegado? —levanté la mirada de mi móvil hacia Alen.

—Eso no lo vamos a saber —dijo Mees.

—Hasta que ellos regresen —añadí yo.

Mees soltó un suspiro y dejó a un lado el móvil. Mi hermano se veía triste y agotado.

—¿Estás bien? ¿Quieres que te traiga algo? —me miró, negó con la cabeza y sonrió.

—Estoy bien, pero ya me quiero ir de aquí —se quejó mientras se acomodaba en la camilla.

—Yo también ya me quiero largar —masculló Alen —. Al menos en la casa voy a dormir en una cama cómoda, no como esta cosa —con la mano izquierda jaló la sábana —. Me duele el trasero.

—Que quejumbrosos son.

—Ya quiero verte aquí y que no te estés quejando —me dijo Alen.

—No discutan —se quejó Mees —. Ya tengo suficiente con todo esto para que ustedes estén discutiendo.

La puerta se abrió abruptamente y Ro apareció con una gran y triunfal sonrisa en los labios.

—¡He llegado! ¿Alguien me extrañó? —se sentó al lado de Mees.

—¿Cómo les fue? —Alen se deslizó para quedar un poco sentado.

—Bien —suspiró la rubia —. No hubo contratiempos y las armas ya están en casa, bien guardadas por si las tenemos que usar.

Se bajó de la camilla y se sentó en el sofá al lado izquierdo de Mees, subió los pies a la camilla y suspiró.

—Al menos esto no salió mal.

De nuevo la puerta se abrió pero esta vez todos entraron en la habitación, mis padres, Rykel, Aleid, Haden Hein, Heleen, Hennie, Mikhail, Mannes, Elián, Joep...Todos hablaban al mismo tiempo y no se les entendía nada a ninguno de ellos. Fruncí el ceño, parecía que los adultos tenían una discusión pero no sabíamos cual era ahora.

—¡Oigan, oigan! —Ro se metió —. ¡Silencio, todos! —quedó en medio —. ¿Qué les pasa? ¿Ahora por qué discuten? —bufó.

Elián se acercó a mí y se sentó a mi lado.

—¿Cómo estás? —levantó una ceja.

—¿Me preguntas tú a mí cómo estoy? El que debería preguntar soy yo.

—No estás acostumbrado a esta vida, Elián, es entendible que te sientas mal por esto.

—Estoy bien, estás a mi lado y eso es lo que más importa —sonreí.

—Te quiero —ahora fue él quien sonrió.

—Y yo te quiero a ti, Dev.

Pasó un brazo por mis hombros y me atrajo a él.

Antes de que alguno de los aquí presentes dijera algo escuchamos tres golpecitos en la puerta. Hennie fue a sentarse al lado de Alen.

—Ha de ser el doctor, nos va a pedir que nos vayamos por escandalosos —se quejó la tía Aleid. Se acercó a la puerta mientras allá afuera volvían a tocar.

Jaló la puerta hacia ella y todo se quedó en silencio hasta que la persona detrás de la puerta se dejó ver. Era un hombre alto, cabello negro peinado hacia atrás, se veía de unos veintiseis años más o menos, en las manos traía una carpeta.

El primero en dar un paso al frente fue Rykel.

—Hasta que te apareces —se quejó —. ¿Dónde mierda habías estado, Kappel? —la tía Aleid cerró la puerta.

Todas las miradas estaban puestas en ese sujeto, más que nada la de papá, el tío Hein y Rykel.

—He estado investigando, además mis hermanos también estuvieron en ese tiroteo —miró de reojo a Mees y Alen.

—¿Cómo están ellos? —le preguntó mi hermano.

—Bien, gracias por preguntar —suspiró.

—¿Y qué has investigado? —inquirió mi padre, algo molesto.

—Son muchas cosas —soltó el sujeto —. Para empezar no solo los chinos están metidos en esto, también uno de los primos de los italianos, una pequeña banda rival que se conforma de pocos hombres y otras personas que no sabemos quienes sean —abrió la carpeta y se la mostró a Rykel que era quien estaba más cerca de él.

»Hemos seguido todos sus pasos e investigado a todos los que aparecen aquí pero de estas últimas personas no sabemos nada, es como sino existieran. Sabemos que se reúnen cerca de la frontera, tienen armas que llegan en camionetas particulares, están armando un gran ejército en su contra.

Rykel revisaba los papeles, hasta que se detuvo en uno en particular.

—¿Quienes son ellos? —todos se acercaron, hasta yo lo hice —. No sé quienes sean ellos —con el dedo señaló a una mujer rubia y un hombre.

—Oh mierda —habló Ro, la volteamos a ver.

—¿Tú sabes quien es, sobrina? —inquirió Hein.

—¿Que sí sé quien es?, ¡por supuesto que sé quien es! —masculló.

—Ella es Mila...—dijo Khail, ahora lo volteamos a ver a él.

—¿Y quien es esa tal Mila? —todos estábamos confundidos, al igual que Haden.

—La ex novia de Khail.

—Carajo —musitó Haden.

—Esa maldita...pero se va a topar conmigo y...—masculló —, la voy a matar con mis manos, lo juro.

El pobre Mikhail ahora tenía todas las miradas en él, se pasó una mano por el cabello y suspiró.

—No pensé que Mila fuera capaz de esto.

—Maldita —espetó Robin con ganas de matar a alguien.

—Robin —Rykel arrastró cada una de las letras de su nombre.

—Pues la voy a matar, ya dije —se sentó de nuevo al lado de Mees y este, al verla tan molesta se corrió unos centímetros lejos.

Mejor prevenir que lamentar, ¿no?

—¿Qué más tienes que decirnos, Drazen?

Con que ese era tal Drazen.

—Hay más cosas pero es mejor hablarlo en privado —Rykel asintió con la cabeza, mi papá y Hein lo siguieron fuera de la habitación. Los que nos quedamos dentro estábamos estupefactos, sorprendidos, pero Robin era la más molesta de todos.

—No sabes como voy a disfrutar cortar la cabeza de tu ex novia —le dijo Ro a Khail.

Este solo tragó saliva, estaba asustado.


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¡Hola! Les dejo este capítulo esperando que les haya gustado, díganme sus teorías y que piensan que va a pasar en los siguientes capítulos.

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