Capítulo 32.
Hay despedidas que duelen en el alma.
Hennie
Llegamos al hospital por la noche ya que Haden insistió en venir y no lo íbamos a dejar solo, así que aquí estábamos todos, con él, hasta Lieve había venido ya que no se atrevía a decirle a sus padres lo que en realidad estaba pasando y temía que la alejaran de mi hermano por esto.
—¿Hennie? —Mikhail junto a Elián se pusieron de pie al vernos llegar. Los dos estaban sentados en los sillones de aquella pequeña sala.
—Hola —nos acercamos y nos saludamos con un beso en la mejilla —. ¿Cómo están? ¿Cómo está todo?
—Bien, no hay malas noticias...
—...al menos —añadió Elián y Mikhail le dio la razón.
—Les hemos traído algo de comer —volteé a ver a mis papás y los dos hablaban con Ruud. De nuevo me giré hacia ellos —. Sabemos que la comida aquí no es muy buena y tampoco hay mucho qué comer, ¿donde están Dev y Ro?
—Están adentro con Mees y Alen —asentí con la cabeza.
A estas horas de la noche el hospital estaba tranquilo, no había muchas personas ni mucho ruido, lo típico de los hospitales: el sonido de los teléfonos sonar, los murmullos y el llanto, las pisadas de las personas que iban y venían, al igual que los doctores y enfermeros. Olía a limpio, a desinfectante y cloro.
—Voy a verlas —deje la bolsa en las manos de Haden. Miré a Mannes y solo asintió con la cabeza.
—Al final del pasillo, la puerta izquierda —informó Elián.
Camine por el pasillo, donde a cada lado había puertas y más puertas, me detuve al final de este y mire a mi lado izquierdo, empuje lentamente la puerta y me asomé, ahí dentro todo estaba a oscuras. Cerré con cuidado y entorné los ojos para intentar ver algo, pero no podía ver más allá que la punta de mi nariz.
—¿Ro? ¿Dev? —lo único que podía escuchar era el pitido de las máquinas y el ruido de los motores de los autos en la calle.
Ahogué un grito cuando me pegué en la rodilla con quien sabe qué y casi caigo de culo al suelo.
—¿¡Quien eres y qué quieres!? —gritó Robin. Una molesta luz me dio de lleno en el rostro y me llevé ambas manos a los ojos.
—¿¡Qué pasa!? —escuché a Dev.
—¡Soy yo! —levanté mi mano, todavía cubriendo mis ojos con la otra mano.
—¿Hennie? —la luz se apagó pero la habitación se iluminó —. Tonta casi me matas de un susto —suspiró Ro.
Dejó su móvil encima de la camilla y se acercó para darme un beso en la mejilla.
—Lo siento, debí avisarles que íbamos a venir.
Ro me soltó y fue el turno de Dev.
—¿Quien vino? —inquirió Dev para después bostezar.
—Haden, Lieve, Mannes y mis padres.
—Bien —ahora fue Ro la que bostezo —. Voy a hacer pipí —pasó a mi lado y vi que abrió una puerta frente a las camillas.
—¿Qué les han dicho? —le pregunté a Dev, acercándome a Alen.
—Han venido a supervisarlos, revisar el suero, ponerles más analgésicos y esas cosas, pero siguen diciendo lo mismo: se están recuperando —suspiró.
—Todo va a estar bien, ya verás —una sonrisa triste se dibujó en sus labios.
Bajé la mirada para ver a Alen y cogí su mano para darle un ligero apretón.
—Me duele verlos así, cuando los dos son un desastre total —Dev sonrió.
—Es que ambos lo son —le di la razón porque eso era más que cierto.
Sentí un apretón en mi mano, fue fuerte y me hizo crujir los huesos de mi delgada mano, al voltear a ver la mano de Alen esta se aferraba a la mía.
—Dev.
—¿Qué? —con la mirada señalé la mano de Alen —. Oh por Dios.
—¿Qué? —por inercia apreté los ojos.
—Mira —negué con la cabeza —. Sino abres los ojos no podrás ver.
—No quiero.
—No es nada malo —abrí un ojo primero y después el otro. Alen estaba despertando.
—¡Alen! —solté su mano y lo abracé sin mucho cuidado.
Mi pecho se infló y las ganas inmensas de llorar se apoderaron de mí.
—Estás bien, estás bien —le decía una y otra vez.
—Hennie —dijo con dificultad, como si le estuviera costando hablar —. He...
—¿¡Qué!?
—No me dejas respirar.
—Ups —me aparté rápidamente llevando mis manos a la espalda.
—¿¡Qué demonios pasa aquí!? —Ro salió del baño.
Al ver a Alen despierto nos miró a Dev y a mí, abrió los ojos y se llevó las manos a la boca.
—¡Por Dios! —me hice a un lado al ver que venía hacia mí. Me aparté y ella pudo abrazar a su hermano —. Estás bien, Alen. Dios.
—¿Qué fue lo que pasó? —después de llenarlo de besos en las mejillas se apartó.
—Les dispararon, a ti y a Mees —Alen volteó lentamente para ver a su izquierda, sus ojos se llenaron de lágrimas en el momento que vio a nuestro primo en esa camilla.
—Pero...—apretó los ojos y sacudió la cabeza —...lo recuerdo, fueron esos malditos chinos —espetó.
Devany sostenía la mano de su mellizo.
—Que bueno que ya has despertado, Alen, estábamos tan preocupados por ustedes —Alen sonrió ante las palabras de Dev.
—¿Y mis papás donde están?
—Estuvieron aquí —Ro se sentó en el sillón al lado de la camilla de su hermano —, pero se fueron a descansar. Pero les voy a llamar para que vengan —Alen asintió.
—Quiero verlos.
En ese momento la puerta se abrió y detrás apareció un doctor con dos enfermeras a su lado. Una de ellas traía un carrito con algunas cosas médicas, entre gasas, alcohol, suero, mangueras transparentes como las que tenían Mees y Alen. El doctor miró a Alen y se hizo a un lado para que las enfermeras pudieran entrar.
—Alen, que bien que hayas despertado —dejó la puerta abierta —. ¿Nos pueden dejar solos, por favor? —las tres nos miramos.
—Será un momento nada más.
No nos quedó de otra más que salir e ir hacia la sala de espera donde nuestros padres ya estaban ahí, todos ellos. Estaban platicando pero al vernos se quedaron callados y nos miraron a las tres, pensando que algo malo había pasado.
—¿Qué pasó? ¿Qué hacen aquí?
Haden
Hennie, Robin y Devany habían salido de la habitación y ahora las tres estaban aquí, frente a nosotros.
—¿Qué pasó? ¿Qué hacen aquí? —el primero en acercarse fue el tío Rykel, quien asustado abrió los ojos y se quedó frente a las tres.
—Todo está bien, papá —dijo Ro —. Lo que pasa es que Alen ya despertó y el doctor ha ido a revisarlos.
—¿Alen ya despertó? —la tía Aleid dio un paso hacia adelante.
—¡Sí! —chilló Robin, feliz.
—¿Y Mees cómo está? —toda sonrisa se borró, lo que nos quiso decir que Mees aún no despertaba y eso me hizo sentir más mal de lo que ya me sentía de por sí.
—Él todavía no despierta, pero si Alen ya lo hizo es posible que él también lo haga pronto —se adelantó.
—Eso espero —el tío Daen se dejó caer en el sofá más cercano y se pasó las manos por el rostro con frustración.
Era entendible que se sintiera de esta manera, Daen era su único hijo y le preocupaba su estado de salud y más que nada que estuviera expuesto en este lugar, lo único que ellos querían era sacarlos de aquí para irnos todos a uno más seguro.
—Nuestro hijo va a estar bien —la tía Myrthe se acercó a él y se sentó a su lado, cogiendo su mano y apretándola entre las suyas —. Él va a salir de esto, Daen.
Daen solo asintió con la cabeza, con un manto de pena en sus ojos.
—Alen ya está despierto —habló mi mamá —, y en cuanto Mees despierte nos vamos de este lugar.
—¿Qué? —Hennie dio un paso enfrente —. ¿Nos vamos a ir de aquí? —sus ojos se llenaron de lágrimas y no dudé en acercarme a ella para rodear sus hombros con mi brazo.
—Es lo mejor, Hennie, al menos que todos ustedes estén lejos de todo esto —papá se pasó una mano por el cabello, metiendo sus dedos entre las hebras negras —. No queremos que esto se vuelva a repetir y esta vez sea peor.
—Yo no me quiero ir —zanjó Devany —. Y no me pueden obligar a hacerlo.
—Pero, Dev...—su padre intentó hablar pero mi prima dio un paso hacia delante y levantó la barbilla enfrentando a su padre.
—No, no me voy a ir, no pienso dejarlos solos en esto.
—Pues yo tampoco me pienso ir de aquí —Ro se puso a su lado al igual que lo estábamos Hennie y yo.
—Y si Robin se queda yo me quedo con ella —dijo Khail.
—Pues no sé si yo pueda ayudar mucho, pero no voy a dejar a Devany —Daen y la tía Myrthe voltearon a ver a Elián, que al sentir todas las mirada encima suyo se encogió un poco en su lugar.
—Y yo no pienso dejar a Hennie —añadió Mannes.
—Pues de aquí nadie se va —Ro sonrió —. Y nadie deja a nadie atrás, mucho menos a la familia.
—No podemos exponerlos así —dijo mi padre, mirándonos a Hennie y a mí.
—Pero no los vamos a dejar, papá —le dije seguro —. Se han metido con Alen y Mees y eso no lo vamos a dejar pasar, ellos tienen que pagar todo el daño que nos están haciendo ahora.
Papá sonrió y se acercó a nosotros.
—Y ni creas que te vas a deshacer de mí, Daen —la tía Myrthe levantó un dedo y señaló a su esposo, que negó con la cabeza.
—Es difícil todo esto que estamos pasando pero vamos a salir de esto, todos juntos —las palabras de mi madre eran ciertas, todos juntos teníamos que salir de esta agujero al que habíamos caído y no lo podíamos hacer solos —. Somos una gran familia que siempre se apoya y está junta en todo momento, en las buenas y en las malas, nadie se queda atrás.
—Tengo que hablar con mi hermana y explicarle lo que está pasando —el tío Daen se puso de pie —. No quiero arriesgar a nadie más a que algo les pase.
—Tenemos que planear muy bien lo que vamos a hacer y como lo vamos a hacer, esta gente es peligrosa y no se van a quedar con los brazos cruzados. Los italianos mataron a nuestro padre para quedarse con este lugar, sus hombres y todo lo que él tenía, pero no contaron con que nosotros íbamos a sacar el negocio adelante y ahora son los malditos chinos los que nos quieren ver abajo...
—Pero no lo van a conseguir —añadió mi padre.
—No van a poder con nosotros, nadie va a poder dejarnos en el suelo.
—Así que como la gran familia que somos tenemos que pensar bien lo que vamos a hacer, marcar nuestro territorio y decirles a nuestros enemigos que somos fuertes y que nunca nos van a ver en el suelo —la rubia habló segura.
Las palabras de Robin eran frías pero tan ciertas.
Quizá este momento no era precisamente el mejor en nuestras vidas pero no estábamos acabados y eso tenían que saberlo todo.
—En unos días llega un cargamento de armas y me gustaría que tanto Khail como Robin vayan conmigo para asegurarnos de que todo está bien. Además quiero hablar con nuestros socios y para eso necesito que Daen y Hein estén conmigo.
—Por mí no hay problema, hermano —dijo mi padre.
—Yo tampoco tengo problema alguno en ir contigo.
—Bien —suspiró Rykel —. No vamos a dejar de hacer nuestras cosas por ellos.
—¿Creen que tarde mucho en salir el doctor? Quiero ver a mi hijo —suspiró la tía Aleid.
—No creo que tarde mucho —solté a Hennie y me hice a un lado, pero ella me volteó a ver, me cogió de la muñeca y me llevó un poco lejos de todos los demás.
—¿Qué pasa contigo?
—¿Qué pasa de qué?
—Pues contigo, desde ayer estás muy raro, ¿es por lo de Mees y Alen, verdad?
—No dejo de pensar que si yo hubiera estado ahí todo hubiera sido diferente.
No dejaba de sentirme culpable por ello.
—Sí, Haden, ahora mismo mis padres estarían como Daen y Rykel, preocupados sin saber si vas a salir de esto, ¿te has puesto a pensar que por algo no fuiste con ellos?
—A veces siento que soy un cobarde, Hennie —ella frunció el ceño y no dudó en darme un golpe en el brazo —. ¿¡Qué te pasa!? —grité bajo para que no nos pudieran escuchar. Me sobe donde me había golpeado mi hermana.
—¿Qué te pasa a ti? ¿Por qué dices este tipo de cosas?
—Porque yo no soy como Mees y Alen, ellos se arriesgan, usan armas como si fueran un juguete y yo tengo miedo tan solo estar cerca de ellas —dije bajo.
—¿Y eso qué? Que no seas como Mees y Alen no quiere decir que no seas fuerte —no entendía qué quería decir —. Tú eres fuerte, Haden, solo por vivir esta vida ya lo eres y no vuelvas a decir que no —me señaló con un dedo.
—Pero...
—Nada —me interrumpió —. Tú no eres cómo ellos y eso no te hace un cobarde, eres único Haden, eres tú y no puedes andar comparándote con los demás, porque entonces no te aceptas como eres y eso si que no lo voy a permitir, nunca.
Sus ojos se llenaron de lágrimas. ¿Por qué lloraba?
—¿Hennie?
—Tú no sabes el alivio que sentí al saber que no estuviste en ese lugar, sentí tanta paz que no hayas estado en medio de esa balacera y quizá sea egoísta de mi parte pero me alegra que no te haya pasado nada.
No dije nada, solo me acerqué para abrazarla y darle un beso en la frente. Sus brazos rodearon mi espalda y me apretó a ella.
—Te quiero, Hennie.
—Y yo te quiero a ti, Haden y siempre voy a estar para lo que sea que necesites —asentí con la cabeza.
—Gracias —nos separamos y con el puño de su sudadera se limpió debajo de los ojos, suspiró y sonrió —. Vamos con los demás.
Asentí y la seguí a la sala donde los demás estaban platicando de lo que íbamos a hacer de ahora en adelante.
De repente el mismo doctor que estaba atendiendo a Mees y Alen se acercó a nosotros.
—Buenas noches —todos volteamos a verlo. Era chistoso tener a todos nosotros aquí, hablando de una cosa y de otra, éramos unos escandalosos, eso sí.
—¡Buenas noches! —dijimos todos, al mismo tiempo, éramos como los niños en un aula que recibían gustosos a su profesor. El doctor sonrió un poco y siguió hablando.
—Como saben, Alen ya despertó, les hemos cambiando el suero y los hemos revisado, todo está bien por ahora, así que pueden pasar a verlos. Eso sí, no los alteren por favor.
—No se preocupe, doctor —dijo Daen.
El hombre se alejó y todos nosotros fuimos hacia la habitación, entramos de uno en uno y yo fui el último en entrar, pero al hacerlo me quedé sorprendido al ver a Mees despierto ya. Myrthe se acercó a él, estaba llorando y lo abrazó a ella con mucho amor.
Nadie decía nada, Alen tenía una gran sonrisa en los labios, parecía un tonto así. Todos sonreían al ver a Mees y Alen despiertos y yo no podía quedarme atrás.
—Ven acá —Alen me hizo una seña. Me acerqué a él y le di un abrazo, se quejó un poco por eso me separé rápidamente.
—Estás bien.
—Me duele todo pero estoy bien —sonrió.
—¿Por qué el doctor no nos dijo que ya habías despertado? —preguntó Myrthe.
—Desperté cuando me estaban cambiando el suero y le pedí que no les dijera nada —Dev se acercó a él y con cuidado le dio un golpe en el hombro derecho.
—Eres un tonto, no te imaginas todo el dolor que nos has hecho pasar —sollozaba —. Lo sentí, Mees, sentí tu dolor y fue horrible —los ojos de Mees se llenaron de lágrimas pero no lloró sino que tragó saliva, cogió la mano de Dev y la apretó entre la suya.
—Perdoname —ahora nos miró a todos —. Perdón por todo esto, nunca debimos ir a ese lugar y exponernos de esta manera, fue tonto e inmaduro.
—No hay nada que perdonar —habló Daen —. Ya pasó y ahora lo único que importa es que están bien y que pronto van a salir de aquí.
Mees miró a todos los presentes en la habitación, creo que esperaba que Elise estuviera aquí y al no verla sus cejas se hundieron.
—¿Qué pasa? —le preguntó Dev.
—¿Y Elise? —Daen y Myrthe se miraron.
—Ella está en la casa. Es mejor que por ahora no salgan de ahí, ¿lo entiendes, no? —Mees asintió con la cabeza, no muy convencido por lo que le había dicho su padre.
—Yo...entiendo —tragó saliva.
—Es lo mejor, Mees, no quiero que Elise o Marie corran peligro.
—¿Crees que pueda verla? Solo un momento, no pido más papá, por favor.
Su voz estaba rota, se podía sentir el dolor que llevaba dentro.
—Vamos a ver si uno de estos días puede venir —Mees sonrió feliz.
—¿Y yo podría ver a Marie? —Alen levantó la mano con cuidado —. Solo un momento.
—Alen —su madre arrastró cada una de las letras de su nombre.
—Por favor, no pido más.
—Ok, la vas a ver, pero no ahora —Alen hizo un puchero —. No pueden estar saliendo a cada rato de la casa.
—Bien, bien —Alen se acomodó en la camilla —. No me queda de otra, ¿o sí? —se cruzó de brazos
—No hagas pucheros —lo riñó Robin —. Porque sí vas a ver a tu novia.
En ese momento volteé a ver a Lieve y fue ahí que lo entendí todo, éramos una familia y nos apoyamos en todo. Yo no podía seguir poniendo en peligro a Lieve, ella era muy importante para mi vida pero era más importante su seguridad y ahora mismo estar a mi lado la ponía en peligro y si algo le pasaba nunca me lo iba a perdonar.
Me acerqué a Lieve y puse una mano en su brazo, le sonreí y me acerqué para que nadie más me pudiera escuchar.
—¿Podemos hablar? —asintió levemente con la cabeza.
—Vamos —ella salió primero y yo la seguí de cerca. Llegamos a la sala de espera donde ahora solo estaba Ruud, al vernos se apartó un poco, dándonos privacidad —. ¿De qué quieres hablar? —nos sentamos en un sofá de dos plazas.
Cogí sus manos, las miré y pasé mis pulgares por su suave piel. Sus uñas eran cortas, sus dedos largos y delgados. Levanté la cabeza y pude ver solo confusión en su mirada.
—¿Pasa algo, Haden?
—Pasa mucho, Lieve —rio.
—Aparte de todo lo que está pasando, Haden, ¿pasa algo más?
—Sí, pasa mucho, Lieve y es por eso que te lo voy a decir —solté un suspiro. Estaba agotado, cansado, triste.
—Me estás asustando, Haden —mi agarre en sus manos se hizo más fuerte.
—Yo te quiero, Lieve, te quiero mucho y sé que hemos estado tan poco tiempo juntos pero tú...tú me has hecho sentir muchas cosas en este tiempo...
—Me gustan tus palabras, Haden, pero siento que después de ellas se viene algo malo, ¿verdad? —asentí con la cabeza, Lieve apretó los labios y suspiró.
—Lo siento tanto, Lieve, pero tienes que alejarte de mí, estar a mi lado es peligroso y...
—Lo sé y lo entiendo —al mirarme a los ojos me pude dar cuenta que había derramado un par de lágrimas.
—Voy a hablar con tus padres, Lieve, tengo que hacerles saber lo que está pasando y que todo esto es mi culpa, mía nada más.
—Tú no tienes la culpa de nada, Haden —derramó un par de lágrimas que no se molestó en limpiar —. Nada de esto es culpa tuya.
—Pero yo dejé que entraras a mi vida, yo dejé que te quedaras en ella aún sabiendo los peligros dentro de esta.
—Y fueron los días más bellos de todos, estar a tu lado fue lo mejor para mí.
—Y para mí, pero si algo te llegara a pasar no me lo voy a perdonar. Quiero que tengas una vida normal, Lieve y a mi lado nunca vas a tener una vida así.
—Pero yo...—ni siquiera dejé que ella terminara, puse dos de mis dedos bajo su barbilla y la hice mirarme a los ojos.
—Te quiero, Lieve, por eso es mejor que por ahora estés lejos de mí.
Asintió al mismo tiempo que derramaba un par de lágrimas, mi corazón se estaba rompiendo lentamente por hacerla sufrir, pero sabía que me podía superar, que quizá el amor que me tenía se iba a borrar y que ella podía encontrar a alguien mejor que yo, que no la hiciera pasar por este tipo de cosas, ella no se merecía esta mierda, se merecía algo mejor.
Me acerqué a ella lentamente hasta que nuestros labios se rozaron, su aliento era tibio y mis labios pedían un beso suyo, quizá este sería el último que le iba a dar. Lieve terminó con la distancia que nos separaba y nuestros labios quedaron uno encima del otro, primero los humedezco un poco con mi lengua, después abro mi boca lento, profundizando el beso, mis labios se humedecen por su saliva y mi agarre en su mano se hace más fuerte. Mi corazón latía con rapidez y no podía contener las lágrimas que empezaban a salir de mis ojos. Aquel beso fue el más triste de todos, estaba repleto de despedidas y llanto.
—Voy a hablar con mi padre, sé que él te va a cuidar al igual que a tus padres —nuestras frentes se rozan —. Nunca olvides que te quiero, mi pequeña Lieve.
—Y yo te quiero a ti, mi Haden.
La abracé tan fuerte, sentí que le podía hacer daño pero al demonio todo, este era nuestro momento y no me iba a despegar de ella ni un segundo, no sabía si la iba a volver a ver.
🌸🌸🌸🌸
¡Hola! Este capítulo me ha costado mucho escribirlo, llevo dos tazas de café y es el momento que no sé si ha quedado bien o me he equivocado con algún nombre, estoy un poco malita y lo único que quiero es dormir así que disculpen si ven alguna incoherencia 😪. Pero díganme que les pareció el capítulo y si les gusta el rumbo que va tomando la historia.
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