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Capítulo 31.

Las cosas no siempre salen como uno quiere.

Dev

Me estruje el rostro con ambas manos para quitar un poco la fatiga y la pesadez que se estaban haciendo presentes en mi cuerpo. Mire la hora en mi móvil que ya se estaba quedando sin pila, habían pasado cuatro horas desde que llegamos al hospital y no sabíamos nada de Alen ni Mees.

No podía aguantar más con esta incertidumbre de no saber nada, tenía tantas cosas en la cabeza, dudas, miedos, penas que no me dejaban en paz y esta agonía solo los hacía más y más grandes.

Me puse de pie para intentar relajar mis músculos. Elián siguió cada uno de mis movimientos pero antes de dar un paso más me detuve de golpe al ver a un hombre vestido con ropas azules, él venía hacia nosotros, con unos papeles en la mano. Su ropa estaba salpicada de sangre, sentí tanto miedo en ese momento. Él se veía agotado, cansado y más que nada preocupado, su cabello estaba despeinado, sus mejillas rojas y su frente tenía algunas gotas de sudor.

—Familiares de Alen y Mees De Vaux Venner.

El silencio que se había instalado en ese espacio se terminó cuando todos se pusieron de pie y se acercaron a él. Yo me quedé en mi lugar, atónita, sorprendida...No podía creer que después de tantas horas ya íbamos a saber algo de ellos.

—Nosotros somos los papás de Alen —habló Rykel y a su lado estaba la tía Aleid.

—Nosotros somos los padres de Mees —dijo mi padre con mamá a su lado.

—Bien —el doctor se pellizcó el puente de la nariz con dos dedos y soltó un suspiro cansado —. Los dos jóvenes llegaron con varios impactos de bala —empezó a buscar entre los papeles que sostenía en una mano —. Mees sufrió tres impactos, uno en el hombro y dos más en la parte del estómago. Mientras que Alen tuvo cuatro impactos, uno en la pierna izquierda, uno en el brazo derecho y dos más en el costado derecho, pero ninguno de ellos perforó un órgano vital.

—¿Pero ellos están bien, verdad? —inquirió el tío Rykel.

—El que ahora está más grave es Mees, pero se encuentran estables, en terapia intensiva.

—¿Los dos? —la pregunta de mi madre se escuchó con un poco de preocupación.

—Los dos están en terapia intensiva. Estamos revisando sus signos vitales y que pase la anestesia.

—¿Podemos verlos? Dígame que sí, por favor, es mi hijo.

Le suplicó mi madre, con los ojos llenos de lágrimas.

—Necesito ver a mi hijo —ahora la tía Aleid fue la que le suplicó al doctor.

—Solo podrán verlos un momento y desde afuera de las habitaciones. Cuando salgan de terapia intensiva podrán estar con ellos y quedarse a su lado, mientras tanto no pueden estar cerca —asentimos con la cabeza ante las palabras del doctor.

Mis padres suspiraron aliviados.

El doctor se dio la vuelta pero antes de dar un paso más se detuvo, su rostro era la viva imagen de la sorpresa, detrás de él íbamos todos, toda la familia De Vaux Venner, porque ninguno de nosotros se iba a quedar atrás, teníamos que ver a Mees y Alen con nuestros propios ojos que estaban vivos y que nada más les había pasado.

El hombre se dio la vuelta por completo y siguió por el largo pasillo hasta que llegamos a donde estaban los ascensores, era más que obvio que no íbamos a caber todos en el mismo así que nos dividimos y la mitad se fue en uno y la otra mitad en el otro.

—Tercer piso —avisó el doctor. Mis padres, Elián, Hein y yo entramos en el mismo ascensor.

El doctor, del cual desconocía el nombre, apretó el botón del tercer piso y las puertas se cerraron, no pasó mucho para que empezara a subir. El transcurso fue rápido y en menos de cinco minutos las puertas se estaban abriendo. Seguimos al doctor y dimos vuelta a la derecha, a cada lado del pasillo había varias puertas, al final de este dos puertas que estaban abiertas, algunas personas salían de las habitaciones, cerraron las puertas y nos acercamos detrás del doctor.

—Aquí se encuentra Mees De Vaux Venner —señaló a nuestra derecha —. Y aquí se encuentra Alen De Vaux Venner —señaló a nuestra izquierda —. Les pido que no hagan mucho ruido y que sean breves, los pacientes no pueden recibir visitas todavía.

Se alejó después de decir estas palabras, dejándonos solos.

Al voltear a ver a mi derecha, lo primero que vi fue el cristal que separaba a Mees del resto de nosotros, era un espacio grande, mi hermano estaba rodeado de algunos cables que salían de su cuerpo y se conectaban a algunas máquinas, una de ellas monitoreaba los latidos de su corazón. Algunas mangueras delgadas salían de su brazo y colgaban a su lado izquierdo, era un suero con otra botellita y algún tipo de medicamento líquido.

Mi madre empezó a sollozar al verlo así, con los ojos cerrados, con todos esos cables y máquinas a su alrededor.

—Mees —su voz salió rota, al mismo tiempo que apoyaba ambas manos en el vidrio —. Mees, ¿qué te hicieron hijo? —las lágrimas no paraban de salir. Mi madre estaba devastada y mi papá no se quedaba atrás. Puso ambas manos en los hombros de mamá, les dio un apretón y empezó a llorar.

—Te juro que van a pagar esto, cariño, lo van a pagar caro —mamá asintió con la cabeza, se dio media vuelta y se aferró a los brazos de mi padre.

Al observar a Mees me di cuenta que la bata que le habían puesto estaba manchada de sangre del lado izquierdo, su rostro estaba impecable, imperturbable, todo lo contrario a mí. Adentro era un mar turbulento con miles de emociones que salían a flote, no sabía si era coraje, dolor o miedo lo que me embriagaba en ese momento, pero todo esto me tenía muy mal.

—¿Dev, estás bien? —la voz de Elián se escuchaba lejana, como un eco que quería llegar a mí —. ¿Dev? —apretó su mano con la mía y fue así que me di cuenta que estaba temblando, todo mi cuerpo lo estaba y mi corazón latía con rapidez.

—¿Hija? —papá se acercó.

—Estoy bien —murmuré.

Solté un gran suspiro, sacando todo el aire caliente, mis hombros se relajaron, tuve que cerrar los ojos y volver a sacar el aire llenando mis pulmones de oxigeno limpio.

—Estoy bien —repetí.

Ahora que había visto a mi hermano podía respirar en paz, tranquila por saber que estaba bien, a pesar de todo lo malo él estaba vivo y eso era lo más importante para nosotros. Al voltear vi a Robin, estaba triste al ver a su hermano y el estado en el que se encontraba.

—Lo mejor será que ahora solo uno de nosotros se quede con Mees.

—Yo me quiero quedar —volteé a ver a mi padre y él negó con la cabeza.

—No voy a dejar que te quedes sola, Dev. Y no vamos a discutir eso.

—Pero...—no me dejó terminar.

—Voy a estar más tranquilo si te vas con tu madre y Elián, por favor, Dev.

No le podía decir que no, mucho menos si usaba ese tono de voz tan paternal.

—Está bien, pero más tarde vamos a estar aquí.

—Y no vamos a discutir, Daen —mamá señaló a mi papá.

—Prefiero que no estén saliendo de la casa, no quiero que les pase algo.

—No puedes estar aquí noche y día, Daen —mamá se acercó a él, acunó sus mejillas entre sus delgadas manos —. Tú también tienes que descansar.

—No voy a dejar solo a mi hijo, Myrthe —papá subió sus manos a la altura de las de mi madre.

—Lo sé, pero no te vamos a dejar solo.

Mi padre sonrió dulcemente.

—Sino viene Dev, vengo yo pero no te vas a quedar todo el tiempo en este lugar —papá no pudo decir nada porque mi madre unió sus labios a los de papá y lo calló.

—Eres necia.

—Lo aprendí de ti, cariño.

Le hizo un guiño y se acercó a Elián y a mí.

—Vamos a descansar un poco —antes de darme la vuelta le dije adiós a mi papá y me devolvió el gesto. Robin y la tía Aleid ya no estaban pero Rykel se quedó junto a mi padre.

—Nosotros vamos a ver a Haden y Hennie, saben que cualquier cosa que necesiten no duden en llamar —le dijo Hein a papá y Rykel. Ellos se dieron un abrazo.

—¿Mees va a estar bien, verdad? —le pregunté a mamá que no dudó en responder.

—Él y todos nosotros vamos a estar bien —se enganchó de mi brazo mientras que del otro lado Elián iba conmigo, con nuestras manos entrelazadas —. Vamos a salir de esto, chicos, yo sé que sí.

Al llegar a la entrada del hospital Robin, Mikhail y la tía Aleid estaban esperando. Nos detuvimos frente a una de las camionetas.

—Daen insistió en quedarse, pero solo vamos a descansar un poco y regresamos.

—Nosotras vamos a la casa a darnos una ducha y regresamos, no queremos que Rykel se quede solo —expresó Aleid.

—Yo voy a asegurarme de encontrar un lugar seguro para todos nosotros si es que las cosas se salen de control.

—¿Buscar un lugar seguro? —inquirió mamá.

—¿Te lo pidió Rykel, verdad? —Aleid levantó una ceja hacia Hein.

—Sabes que tu esposo siempre ha sido tan previsor, así que me pidió buscar un lugar seguro para todos, por si las cosas no salen bien.

—¿Creen que las cosas puedan ir más mal de lo que ya están? —les pregunté.

—Esperemos que no sea así, pero más vale prevenir que lamentar.

Suspire.

Todo esto era una mierda y yo quería que esto parara ya, pero esto estaba lejos de terminar y eso me daba más miedo, porque ahora sabía de lo que estas personas eran capaces de hacer y que no se tentaban el corazón para lastimar a quien sea con tal de cumplir su cometido.

—Yo solo quiero darme un baño y ya, es lo único que pido en este momento —se quejó Robin.

—Vamos a la casa —Mikhail le abrió la puerta a mi tía y esta entró en el asiento del copiloto, cerró la puerta y después la abrió para Robin que antes de subir se despidió de mí y los demás.

—Nosotros también nos vamos, Haden va a estar más tranquilo al saber que Alen y Mees están bien.

—Dile que todo está bien y que él no tiene la culpa de nada —mamá puso una mano en el brazo de Hein.

—Gracias cuñadita.

Nos despedimos de ellos y subimos a la camioneta.

Hein y Heleen se fueron detrás de nosotros.

Apoyé mi cabeza en el hombro de Elián e intenté cerrar los ojos pero por más que lo intentaba no podía hacerlo, quizá era el hecho de que el sol empezaba a salir y me era imposible dormir así. Aunque también era porque me preocupaba la salud de Mees y Alen, y aunque supiera que ya estaban bien no iba a estar tranquila hasta que los dos salieran del hospital.

—Cuando lleguemos a la casa me voy a dar un buen baño y voy a dormir cómo un bebé —musité.

—¿Quieres dormir conmigo? —volteé a ver a Elián.

—¿Tú me estás proponiendo dormir juntos? —murmuré para que mi mamá no nos pudiera escuchar.

—Solo si tú quieres, Dev.

—Sí quiero —sonrió.

—Entonces sí —le sonreí.

Me acurruqué en su regazo y cerré los ojos.

Quería descansar un poco antes de tener que regresar al hospital y cuidar de Mees, eso no me pesaba y estaba encantada en cuidar de mi hermano. Era mi mellizo y no podía dejarlo solo, así como él nunca me había dejado sola a mí.

Robin

Llegamos a la casa y lo primero que hice fue prepararme un rico café, al igual que lo hizo mamá y Khail. Nos quedamos en la cocina unos minutos, en donde ninguno de nosotros dijo nada, no había mucho que decir pero sí mucho que asimilar. Alen y Mees estaban bien pero todos estábamos en peligro y éramos conscientes de ello, ahora más que nunca teníamos que estar juntos y unidos para poder salir de esto.

—Voy a descansar un poco —mamá se puso de pie, dejando su taza encima de la isla —. Creo que ustedes deberían hacer lo mismo, antes de regresar al hospital.

—Lo haremos mamá —una dulce sonrisa se dibujó en sus labios.

—Me voy —se colgó el bolso al hombro y salió de la cocina.

Me giré por completo hacia Mikhail.

—¿Ya estás mucho mejor? —subió su brazo y cogió mi mano.

—¿Me veía tan mal?

—Es tu hermano, Ro, es entendible que te preocupes tanto por él, si yo tuviera un hermano también me iba a preocupar por él, así o más. Así que lo comprendo.

—Eres tan dulce, Khail.

—Solo contigo, rubia —la poca distancia que nos separaba fue borrada cuando Khail se acercó a mí y dejó sobre mis labios un tierno y dulce beso.

Ahora más que nunca necesitaba tenerlo conmigo, era la única persona que me entendía, él comprendía que no siempre quería hablar y que muchas de las veces solo quería guardar silencio y pensar. Tenía en la cabeza tantas cosas que me volvían loca, pero lo primero era que Alen y Mees despertaran y después sacarlos del hospital.

Ahora tenía que tener mis pensamientos fríos, porque así se sirve la venganza, los impulsos no me iban a llevar a nada bueno, no, pensar claramente y con inteligencia haría que las cosas salieran bien. Eso lo había aprendido de mi padre, él me enseñó todo lo que yo sabía y su vida estaba en mis manos.

—¿Quieres ir a dormir? —asentí con la cabeza ante la pregunta de Khail.

—Primero me voy a dar un baño y después voy a dormir como un bebé.

Sonrió y me dio un beso en la mejilla. Se puso de pie, me jaló hacia él y salimos de la cocina. Al entrar a mi habitación lo primero que hice fue quitarme la ropa y entrar al baño para darme un rico baño con agua caliente. Se sentía tan bien el agua deslizándose por mi piel, mis músculos se relajaron y dejé caer mis hombros soltando un largo y sonoro suspiro. Quité todo el rastro de mugre y sudor, me duché a gusto y cuando salí Khail ya se había duchado también, se había puesto un pantalón de chándal y una camiseta blanca que se ajustaba a su delgado cuerpo. Él era tan apuesto sin siquiera intentar serlo.

Khail estaba de espaldas a mí, mirando como los primeros rayos del sol se asomaban entre las pocas nubes que había en el cielo. Me acerqué al closet y empecé a buscar ropa para vestirme de una vez. Cuando encontré algo cómodo que ponerme me unte crema en todo el cuerpo y me vestí.

Khail se dio la vuelta y al verme se le dibujó una bonita sonrisa en los labios. Dio unos pasos hacia mí y al estar cerca rodeó mi cintura con sus brazos.

—Vamos a dormir —tiró de mi mano y me llevó a la cama, donde los cobertores calientitos nos hizo caer dormidos a los pocos segundos.

Khail metió una mano bajo mi nuca y la otra la puso en mi cintura, mientras que mis manos estaban apoyadas en su pecho y mis piernas encima de las suyas. Su calidez me reconfortaba y me hacia sentir bien, más tranquila y en paz.

Me quedé dormida en sus brazos y fue lo mejor que me pudo pasar en estos momentos donde todo estaba mal para nosotros.

****

Salimos de la casa por la tarde, después de que comimos y que mi madre prepara algo de comer para mi padre y Daen, que seguramente no habían comido nada, porque no les gustaba la comida del hospital, los conocíamos muy bien, a los tres.

Al llegar el hospital estaba bien custodiado por nuestros hombres, las camionetas bien situadas alrededor del complejo, algunos de los hombres vigilaban desde lejos y otros más cerca para asegurarse de que nadie sospechoso anduviera por ahí. Bajamos de la camioneta y entramos al hospital, Khail venía detrás de mi mamá y de mi. Pasamos por la sala de espera y seguimos de frente hasta llegar al ascensor y subir al tercer piso donde ahora estaban Alen y Mees. Al dar la vuelta hacia la derecha, donde se supone debían estar mi padre y Daen, no había nadie.

Mi madre frunció el ceño y se volteó a vernos.

—¿Mi esposo y Daen salieron? —le preguntó a Ruud.

—No señora, ellos no han salido del hospital.

—¿Donde puede estar tu padre? —inquirió.

—Voy a buscarlos —mamá asintió con la cabeza.

Al dar el primer paso me detuve al ver a mi papá caminar hacia mí. Cuando estuvimos frente a frente me dio un beso en la mejilla y sonrió.

—¿Pasa algo? —mamá se acercó, ellos se dieron un beso en los labios.

—Han pasado a Mees y Alen a una habitación —ya se veía más tranquilo.

—¿En serio? —asintió.

—Los acaban de pasar, hace unos minutos. Daen está con ellos.

Mamá y yo nos volteamos a ver, extrañadas.

—Me aseguré que los dejaran en la misma habitación, Daen y yo quedamos en que era lo mejor para todo esto que está pasando.

—¡Qué bien! —me le eché a los brazos a mi padre, dando saltitos de emoción —. Me alegra tanto saber que mi hermano y Mees ya están bien —me separé de mi padre. Puso sus manos en mis hombros y sonrió feliz.

—Menos mal que todo está saliendo bien —mamá suspiró aliviada —. ¿En qué habitación están?

—Vamos —se hizo a un lado —. Ruud, ve a cuidar por favor.

—Sí señor —escuchamos detrás.

Papá se adelantó y nos guió hasta la habitación donde ahora estaban Mees y Alen.

—Es aquí —nos detuvimos frente a una puerta que mi padre empujó, haciéndose a un lado y dejando que pasáramos primero. Al entrar lo primero que vi fue a Mees, Daen estaba con él, sentado en uno de los sofás a su lado izquierdo. A su lado, a una distancia prudente estaba mi hermano, todavía no había despertado pero ahora sí podía verlo más de cerca y no cómo horas atrás que lo tuve que ver detrás de ese cristal.

—Alen —solté un suspiro.

—Les hemos traído de comer —dijo mi madre.

Khail cerró la puerta y mamá sacó la comida que les había traído a mi papá y a Daen.

—No podemos comer aquí —musitó papá, mirándome a mí y a Khail.

—La comida de aquí no sabe a nada —se quejó ella.

Me acerqué con cuidado a Mees, sus ojos se mantenían cerrados y su rostro estaba libre de marcas o heridas. Su pecho subía y bajaba despacio, con calma. Seguía conectado a algunas máquinas, parecidas a las que estaba conectado Alen. Apreté la mano de Mees y me acerqué a Alen.

—Yo me quiero quedar a cuidarlos —me volteé a ver a mis padres y a Daen, que estaba comiendo al igual que papá.

—¿Tú sola?

—Khail se va a quedar conmigo y nuestros hombres están aquí, así que no estoy sola.

Mi padre miró con algo de duda a su hermano pequeño y este solo asintió con la cabeza.

—Yo quiero descansar un poco, además quiero ver a Drazen...

—Ni siquiera me menciones a ese inútil —se quejó mi padre.

Se podía notar que estaba molesto con el policía.

—Ahora mismo soy capaz de matarlo con mis propias manos —escupió. Lo vi apretar la mano izquierda al igual que su mandíbula que se tensó de inmediato.

—Ya no pienses en eso, cariño, solo come en paz —mamá puso ambas manos en los hombros de mi padre y los empezó a masajear, él se relajó de inmediato. Ese era el poder que tenía mi madre sobre él.

—Robin se puede quedar con ellos, mientras tanto vamos a la casa y yo les aviso a Myrthe y Dev lo que pasa. También he pensado en sacar a Elise, Cees, Joke, Anne y Marie de aquí.

—¿¡Qué!? —abrí los ojos con sorpresa.

No podía creer que Daen estuviera tomando estas medidas tan drásticas.

—Quisiera que Myrthe, Dev y Elián se vayan pero sé que no lo van a hacer.

—Pos supuesto que no —la voz de mi madre se escuchó indignada —. Myrthe jamás te va a dejar y lo sabes, será mejor que ni se lo menciones o se va a molestar contigo —señaló a mi tío con un dedo.

—Por eso no le voy a decir nada, no por ahora —volteó a ver sobre su hombro a Mees —. Lo que quiero ahora mismo es que Mees salga de este lugar.

Suspiró y siguió comiendo.

Mis padres y Daen se quedaron platicando un rato pero después cada quien se fue a sus casas, mientras que yo me quedé en el hospital con Khail para cuidar de mi hermano y Mees.

El doctor vino a la habitación y dijo que aún no habían despertado porque su cuerpo estaba muy lastimado y este sabía cuál era el momento perfecto para despertar ya, no antes ni después, sino en el momento justo.

Miraba a Alen y Mees mientras Khail salió para asegurarse de que todo estuviera bien. Apretaba la mano de Alen entre la mía y le pedía al cielo que por favor despertara ya. La puerta se abrió despacio, me estire un poco y vi que detrás apareció Dev, sonrió al verme y cerró la puerta detrás suyo.

—¿Qué haces aquí? —se quitó la sudadera y la dejó encima del sofá.

—¿Creías que te iba a dejar sola? —negó con la cabeza —. Pues no primita, te equivocas.

—No pensé que fueras venir sola.

—No he venido sola, Elián se quedó con tu novio ruso —se acercó a Mees, con cuidado.

Sus cejas se hundieron cuando reparó en su estado y soltó un suspiro, cansado.

—Ellos van a salir de aquí, ¿verdad? Van a salir en pie y bien, como debe ser.

—Como debe ser, Dev. Ellos son muy fuertes, primita, somos De Vaux Venner, nunca lo olvides.

Ella volteó a verme y sonrió.

—Eres la mejor, ¿lo sabes? La mejor asesina, la mejor mujer, sexy, inteligente, sabes lo que quieres, nunca te dejas pisotear por nadie y siempre le das su merecido a quien se lo merece. Además siempre tienes las palabras correctas para hacer sentir bien a quien sea.

—Tú también eres así, Dev y me siento tan orgullosa de ti y Hennie, más que mis primas son mis hermanas y las quiero mucho.

—Nosotras te queremos a ti —rodeó la camilla y se sentó en el sofá del lado izquierdo —. ¿Y qué se supone que haces en un hospital? —se puso cómoda.

—Ver tu móvil —resopló.

—Pues ya que —se levantó un poco y del bolsillo trasero de su pantalón sacó su móvil.

—No es tan malo como tú crees —entornó los ojos.

—Si tú lo dices —miró su móvil y me ignoró por completo.

Al ver a Alen pude darme cuenta que quizá estaba soñando porque hacia gestos y fruncía el ceño.

—Yo voy a cuidar de ti, Alen, aunque mi vida se vaya en ello —musité.

Pasaron algunos segundos y su ceño se relajó, quizá esto es lo que mi hermano necesitaba, saber que estaba aquí para él y que lo iba a cuidar siempre.

—Esta será una noche divertida —masculló Dev.

—Piensa que es como una pijamada entre alcohol, gasas, enfermos y sangre.

—Eso se escucha muy divertido, ¿crees que si me bebo una botella de alcohol me pueda emborrachar? —pensó.

—Ni se te ocurra —la señalé con un dedo —. Te voy a estar vigilando.

—Aguafiestas —me sacó la lengua y yo le mostré el dedo medio.

Al menos esta noche no iba a estar sola, tenía a Khail conmigo, a Dev y su delgado y callado novio. Ya solo faltaba que Alen y Mees despertaran para que todo esto fuera más ameno. Quizá las cosas no iban a regresar a la normalidad tan rápido como a mí me gustaría pero ya nada podía salir peor. O eso pensé yo.

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