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Capítulo 29.

El dolor es permanente.

Dev

Todos llegaron puntual a la casa, para hacer la pijamada, incluso Haden junto a Lieve, creí que era una broma cuando él dijo que quería venir pero al verlo aquí supe que lo decía enserio.

Subimos a mi habitación y preparamos todo lo que íbamos a necesitar. Ro trajo unas mascarillas y también algunos esmaltes para las uñas. Yo odiaba eso pero esta noche haría una excepción. Le pusimos una mascarilla a Haden que estaba encantado con todo lo que le hacíamos. Elián solo miraba desde una esquina sabiendo que él era el siguiente para quitarle la mascarilla pero ponerle algo más de dudosa procedencia.

—Esto se siente bien —Haden sacó su móvil y tomó una foto que mandó al grupo donde estábamos todos incluidos.

—Después será el turno de Elián para pintarle las uñas.

Ro señaló a Elián y este negó con la cabeza de manera divertida. Nos reímos y seguimos en lo que estábamos. Ahora ponemos esmalte a las uñas de Haden.

Elise y Marie miraban una película mientras que Lieve peinaba el cabello de Haden, haciéndole dos coletas, su cabello era tan largo que no tuvo problema alguno.

—¿Y tú que le dijiste? 

Ro nos estaba platicando que Mikhail le dijo por fin que la amaba. Sus ojos se iluminaron tan solo al decirlo así que me podía imaginar lo que sintió cuando se lo dijo.

—Pues que también lo amo, y mucho —Lieve chilló. 

—¿En serio o solo lo dices porque sí? —inquirió Hennie. Ella limaba las uñas de su hermano de una mano.

—¿Y cómo sabes que es amor y no otra cosa? —preguntó Haden. Ro le dio un manotazo en la parte trasera de la cabeza.

—¿Qué más puede ser sino es amor, tonto? —masculló.

—¿Pero cómo sabes que es amor? —insistía Haden.

—Solo lo sientes y ya, Haden, cada que miras a esa persona, como tu estómago se retuerce como si tuvieras miles de estúpidas mariposas dentro. Es una bonita sensación que te hace volar y caer al mismo tiempo —suspiró Robin.

Hennie, Lieve, Marie y Elise también suspiraron.

—Ahora regreso.

Ro dejó las cosas a un lado y salió de la habitación.

Ya era casi medianoche y nosotras teníamos muchas cosas que hacer.

—¿Y tú qué sientes por Mannes? —le preguntó Elise a Hennie.

—Lo quiero, es un gran chico y me trata bien.

—Y eso es lo que más importa ¡Elián ven aquí! —le gritó Marie a Elián que estaba sentado en la cama —. Es tu turno.

Negué con la cabeza y sentí una gran opresión en el pecho, como si una gran piedra estuviera encima de mí y me impidiera poder respirar bien. Me quejé llevándome una mano al pecho y apreté los ojos.

—¿Estás bien? —Hennie me miraba con preocupación.

—No, es que...—de nuevo sentí una punzada, fue más fuerte que la anterior, tuve que dejar las cosas a un lado y sentarme al lado de Haden que me miraba con preocupación también —. Me duele —respiraba con calma, era solo pasajero pero ya me había pasado un par de veces y en ese momento no dejaba de pensar en Mees.

—Voy por un vaso con agua —Hennie se acercó y Elise salió de la habitación. Elián se puso a mi lado de rodillas cogiendo mis manos.

—¿Quieres que le digamos a tus padres? —negué con la cabeza.

—No, solo...—suspiré tomando una gran cantidad de aire —, llamale a Mees.

Ellos se miraron entre sí, sin saber el porqué les pedía esto.

—Llamale por favor —le pedí a Elián.

Sin soltar mi mano sacó su móvil y movía su dedo encima de la pantalla.

Elián puso el altavoz y se escuchaba como sonaba el móvil de Mees pero él no lo cogía y aquello aumentaba más mi preocupación, haciendo que aquel dolor se acrecentara mucho más, sentía un gran nudo en la garganta y esta molestia no se iba.

—¡Devany! —escuché la voz de mi padre, era demandante y tenía un deje de preocupación también.

Quise ponerme de pie pero el dolor en mi pecho no me dejó ni siquiera intentarlo.

La puerta se abrió abruptamente dejando ver a mi padre con el rostro descompuesto y lágrimas en los ojos.

—¿Qué pasa papá? —Marie se acercó a él.

—Es Mees, él y Alen sufrieron un ataque —en ese momento todas mis defensas se fueron para el suelo, aquel dolor se hizo más grande y la angustia se apoderó de todo mi ser.

—¿Qué? —jadeé con pena —. No es cierto —negaba con la cabeza.

—Tenemos que ir al hospital, ahora —con la ayuda de Elián y Hennie me pude poner en pie —. Nos vamos en cinco minutos —anunció mi padre saliendo de mi habitación.

—¿¡Pero cómo están ellos!? —papá no respondió. Marie se pasó ambas manos por el rostro. 

No sé como pero Elián me ayudó a poner una sudadera, él y Haden se quitaron los restos de mascarilla y cuando Ro y Elise entraron y nos vieron así se quedaron bajo el umbral de la puerta.

—¿Qué pasa? —Marie tenía lágrimas en los ojos y Lieve se estaba poniendo una pijama.

—Haden y Mees están en el hospital —el rostro de Ro se descompuso, el vaso que sostenía Elise cayó al suelo y se llevó las manos a la boca.

—¿¡Qué!? Dime que mi hermano está bien.

—No sé, Ro, no sé nada —negaba con la cabeza.

—¡Pero, Dev!

—¡Qué no sé! Ya vámonos —pase a su lado y salí a toda prisa cruzando el pasillo. Detrás de mí venía Elián y detrás de él los demás.

Haden se veía muy mal, parecía como si sintiera culpable por lo que había pasado. 

Al salir de la casa el frío de la noche me golpeó el rostro, la brisa movía mis cabellos y mis ojos empezaron a escocer con ganas de derramar lágrimas de dolor por el inmenso dolor que estaba sintiendo en ese momento.

Mis padres ya estaban afuera, mamá era un mar de lágrimas, se estrujaba las manos y caminaba de un lado al otro. Papá sostenía el móvil con una mano mientras que con la otra se pasaba los dedos por el cabello.

—Ya nos podemos ir —avise y de inmediato mi madre se acercó para abrazarme. 

—Él va a estar bien, mamá, yo sé que sí.

Solo asintió con la cabeza, sollozaba y sentía que mi corazón se estaba rompiendo poco a poco.

La abracé por algunos minutos en lo que los demás salían.

—Nos vamos en las camionetas, en el hospital vamos a ver a Rykel y los demás.

Me separé de mi mamá y se limpió las lágrimas con los pulgares.

Me subí a la misma camioneta con mis padres, Elián, Robin y Haden. En otra de ellas se subieron Elise, Marie, Hennie, Lieve. Dos camionetas más llenas de hombres venían detrás de nosotros, armados hasta los dientes.

—Yo tenía que estar ahí —musitó Haden, mi madre volteó a verlo y papá lo miraba a través del espejo retrovisor.

—¿Qué quieres decir? —cogí sus manos entre las mías.

—Que yo tenía que ir con ellos, a esa carrera, estar ahí —Haden estaba temblando, no sabía si era de coraje, de miedo o qué, pero sus manos no dejaban de temblar y sus ojos estaban cristalinos.

—No, eso no, por algo es que tú no fuiste con ellos —le dijo mi madre. Haden levantó la cabeza para verla.

—Pero yo...

—Nada de eso, Haden —Ro puso una mano encima de la suya y la mía —. No sabemos que hubiera pasado si tú hubieses ido —tragó saliva —. No te culpes por esto, Hadensito, no es tu culpa.

Haden le sonrió a Robin y aunque ella tenía los ojos llenos de lágrimas le devolvió la sonrisa a Haden que ya estaba un poco mejor, pero todavía se veía intranquilo. Ni una de las chicas nos cambiamos de ropa, solo nos pusimos una sudadera y salimos así de la casa, no había tiempo para nada más solo queríamos saber como estaban Alen y Mees.

Al llegar al hospital los hombres de mi padre salieron primero y minutos después lo hicimos nosotros. El tío Rykel ya había llegado, fuera del hospital había cuatro camionetas negras con varios hombres afuera vigilando los alrededores. Miré a cada lado y Elián cogió mi mano, sentía que el mundo se me venía encima y que no iba a poder más.

Robin

Entramos al hospital que estaba custodiado por los hombres de mi padre. Tuve que mandarle un mensaje para saber en qué parte del hospital estaban y todos fuimos hacia allá. Al llegar a la sala de espera la primera persona que vi fue a mi madre, entre sus manos sostenía un pedazo de papel y sus ojos estaban hinchados e inyectados en sangre. Todo esto me recordaba a la vez que mi padre sufrió aquel ataque, era como un maldito deja vu, esto se volvía a repetir.

—¡Robin! —mamá se puso de pie y corrió hacia mí. Al llegar a mí sus brazos rodearon mi cuerpo y nos fundimos en un fuerte y doloroso abrazo.

Papá se puso de pie y se acercó a Daen que para este punto iba con las manos hechas puños, molesto, en su campo de visión estaba Vandor que al verlo sabía perfectamente a lo que iba su jefe.

—¿¡Qué te dije que hicieras!? —sin previo aviso lo cogió del cuello de la camiseta, que estaba manchada de sangre —. ¡Te dije que cuidaras de mi hijo! —Daen explotó, estrellando la espalda de Vandor contra la pared.

Menos mal que no había personas en la sala de espera sino aquello hubiese sido todo un espectáculo.

—¡Te dije que cuidaras de él y me lo entregas así, en un maldito hospital! —por un momento el agarre de Daen en las ropas de Vandor se aflojaron, el pobre hombre no se atrevía a mirarlo a los ojos.

Mamá se separó de mí y se limpió bajo los ojos.

—¡Daen, basta! —intervino mi padre apartando a Daen de Vandor.

Daen se pasó una mano por la boca y empezó a llorar cómo un niño. Myrthe no dudó en acercarse a él y abrazarlo a su cuerpo para consolarlo.

—No hagas esto —le pidió ella con la voz queda —. Por favor, cariño, ahora no.

—Es mi hijo, Myrthe, él está...no quiero perderlo, no quiero que algo malo le pase —sollozaba en los brazos de mi tía.

Devany miraba la escena abrazada de Elián quien no se despegaba de ella. Lieve se sentó en una de las sillas acolchadas y Hennie junto a Haden hicieron lo mismo. Marie no paraba de llorar en silencio.

—¿Les han dicho algo? —pregunté y papá negó con la cabeza.

—Salió un doctor para decir que los iban a intervenir quirúrgicamente, están graves, solo eso dijeron.

Asentí con la cabeza. No veía a Mikhail por ningún lado y me preocupaba donde podía estar. Creo que mamá pudo ver la preocupación en mi mirada porque me dio un empujoncito con las caderas.

—Mikhail fue a ver que todo esté bien —le sonreí.

—Vandor, puedes irte. Asegurate que todo esté bien —Vandor asintió con la cabeza y salió mirando de reojo a Daen, quien seguía en los brazos de Myrthe. 

—Vamos, Daen —Myrthe obligó a Daen para que se sentara con ella.

—¿Qué pasó? —Daen se dirigió a mi padre.

—Estaban al final de las carreras y de entre las personas salieron estos sujetos, al parecer llegaron después de que lo hicieron Alen y Mees. Los atacaron, algunos jóvenes fallecieron —Hizo opresión con dos dedos en su sien, suspiró frustrado y miró a Daen —. Al menos unos diez jóvenes.

—Esto no puede seguir así, Rykel. Nuestros hijos están en peligro, a cualquier lado que vayan es peligroso para ellos, ni siquiera en sus casas están tranquilos, no los podemos tener encerrados, no podemos seguir así, ya no —dijo de tajo.

—Voy a hablar con Drazen, pero antes Alen tiene que salir de esto, ya después hablo con él.

Daen asintió con la cabeza. 

Haden se puso de pie sin decir nada, lo seguí con la mirada hasta que dio la vuelta en uno de los pasillos. 

—Ahora regreso —me puse de pie y recorrí el camino que siguió Haden, llegué a un pasillo y no supe si ir hacia la derecha o la izquierda, pero cuando al final lo vi me acerqué a él. Tenía la espalda apoyada en la espalda y las piernas recogidas cerca de su pecho.

—Haden —levantó la cabeza.

El pasillo estaba desierto, no había nadie y se sentía más frío aquí, las luces eran un poco más tenues en esta área del hospital.

—¿Qué pasa? —me hinqué frente a él, poniendo mis manos en sus rodillas —. ¿Estás bien? —negó con la cabeza —. ¿Qué pasa, Haden?

—No puedo creer que esto les esté pasando a Alen y Mees, me hubiera gustado estar ahí para ellos.

—¿Y si te hubiera pasado algo malo, Haden? ¿Crees que tus padres iban a poder con eso?

—Pero mira como están Daen, Myrthe y tus padres, me siento muy mal.

—No es tu culpa, Haden, nadie podía saber que esto iba a pasar.

—Dime que les vas hacer pagar por lo que han hecho —cogió mis manos entre las suyas y les dio un fuerte apretón —. Dime que van a sufrir y pedir clemencia antes de que los mates. Dímelo, Ro.

—Lo juro, Haden, les haré pagar por cada una de nuestras lágrimas y todo el sufrimiento que nos están causando. 

—Gracias, Ro —le sonreí pero dentro de mí todo se estaba pudriendo. El sentimiento de rabia se apoderaba de mí y quería verlo arder todo, quería quemar toda la maldita ciudad y ver sufrir a quien nos estaba haciendo esto.

Alen se puso de pie y yo con él, regresamos a donde estaban nuestros padres y ya habían llegado Hein y Heleen, al verlos Haden corrió a los brazos de sus padres que no dudaron en abrazarlo y darle besos. Detrás de ellos iba entrando Mikhail y mi corazón dio un vuelco al verlo, sentí tanta paz y tranquilidad que no pude evitar caminar hacia él y abrazarlo.

—Khail —solté todo el aire cuando me tuvo entre sus brazos.

—Rubia —murmuró y me dio un beso en la cabeza —. Todo va a estar bien, Ro, todo va a estar bien —asentí.

Retuve las lágrimas en mis ojos porque ahora menos que nunca debía dejarme caer, tenía que ser fuerte por mis padres y por mi hermano quien ahora estaba luchando por su vida y quizá iba a estar fuera de combate por algún tiempo, porque Alen tenía que salir de esto, él era muy fuerte y no se iba a dejar vencer tan fácil.

—Vamos a salir de esto, Ro, juntos —asentí con la cabeza. Me separe de él un poco —. Lo     que sea que necesites solo dime —acunó mis mejillas entre sus manos.

—¿Han dicho algo de los chicos? —Haden se sentó al lado de su mamá, no dejaba de llorar y me sentía muy mal por verlo así.

Lieve y Hennie estaban juntas, Dev seguía con Elián y Elise junto a Marie que no paraba de llorar. Khail no dejó de abrazarme y agradecí tanto tenerlo a mi lado en estos momentos.

—No, no han dicho nada —papá suspiró —. Tenemos que hacer algo, hay que llamar a Jo y Anne para decirles lo qué está pasando, deben salir de sus casas lo antes posible, todos están en peligro.

Hein, Daen y mi padre se pusieron manos a la obra para sacar a Cees, Joke y Anne de sus casas y trasladarlos a la nuestra para que no corrieran peligro. Koert llegó unas horas después, él también estaba en peligro por el hecho de ser amigo de Daen y eso es lo que él menos quería.

Pasaron las horas en una desgastante agonía por no saber nada ni de Alen mucho menos de Mees, las enfermeras y los doctores pasaban pero ni uno de ellos sabía nada. Daen estaba a punto del colapso por no saber nada de su hijo, no paraba de maldecir y dar vueltas por la sala de espera, mi padre estaba igual que él. Repetía que esto no se iba a quedar así, que todos iban a pagar por haberles hecho esto y pobre del que se había atrevido a meterse con su familia.

Preguntamos por Alen y Mees en la recepción del hospital pero solo nos dijeron que estaban en el quirófano, pero que nadie había salido a dar noticias de ninguno de los dos.

Daen, Koert, Hein y mi padre salieron a fumar un poco, hacia mucho que no los veía fumar a ninguno de los tres pero esta maldita incertidumbre los había orillado a hacerlo de nuevo. 

—¿Cuanto más nos harán esperar? Tengo que saber algo de Alen sino...—mamá se puso de pie.

—No te pongas así, Aleid —la tía Heleen se acercó a ella —, no ganas nada.

—¡Pero quiero saber algo de mi hijo! —Heleen hizo el amago de coger sus manos pero mamá se apartó. Negó con la cabeza ante la tierna mirada de su hermana y pasó a su lado para salir de la sala de espera y recorrer el pasillo.

—No es tu culpa, Heleen —musitó Myrthe —. Aleid lo está pasando muy mal —sollozó pero Hennie la abrazó a ella.

Myrthe apoyó la cabeza en el hombro de Hennie y cerró los ojos.

Me ponía mal verla así, a todos, todo esto era tan triste y me llenaba de impotencia no poder hacer nada, no tener el poder para parar su dolor y terminar con todo esto de una maldita vez por todas. 

Salí de la sala y caminé por los pasillos sin saber exactamente a donde ir, ni siquiera conocía este lugar solo deje que mis pies me llevaran a donde sea. Me detuve bajo una puerta cuando vi la luz de la luna, detrás de dos puertas corredizas había un pequeño jardín donde, para mi buena suerte no había nadie, ni ahí ni en la sala, atravesé la sala y me detuve antes de salir al pequeño espacio.

Sentí un horrible dolor en el pecho que no me dejaba respirar bien, eran punzadas que me atravesaban el cuerpo, como dagas filosas que se incrustaban en mi carne y me hacían sangrar por dentro. No pude soportar más este dolor y me deje caer al suelo soltando un sonoro grito que me desgarró la garganta, llevándome ambas manos al pecho, dolía, ardía y me quemaba por dentro. Lágrimas amargas recorrieron mis mejillas y todo mi cuerpo temblaba por el incesante dolor que se había apoderado de mí.

—Robin —escuché detrás de mí. 

No me importó que me viera tan rota, tan llena de dolor y llorando, no pare cuando sus brazos se cerraron en mi cintura y me apretaron a él con mi espalda cerca de su pecho.

—Quiero que esto pare, Khail, quiero que todo esto se termine ya.

Sollozaba. Sentía la garganta seca.

—Quiero ver a mi hermano en pie, quiero que esto jamás hubiera pasado. 

—Todo esto va a terminar, Ro, en algún momento vas a obtener la paz que tanto quieres.

—Pero quiero que sea ya, Khail, esto es una jodida tortura para mis padres, para Daen y Myrthe. Tú lo viste, Khail, Daen está mal, quiere destruir todo.

—Sé que tú también quieres hacerlo —asentí con la cabeza.

Apreté los ojos y las lágrimas no paraban de rodar por mis mejillas. El dolor en mi pecho era insoportable, era una jodida tortura tener estos sentimientos tan negativos y llenos de odio pero no podía pensar en nada más que no fuera en ver a todos esos hijos de puta sufriendo y pidiendo clemencia, pero no la iba a tener, no iba a tener piedad por sus vidas y los iba a matar de la manera más cruel y sadica de todas. 

—Cuando sepa quienes fueron te juro que los haré pagar, Khail y no voy a tener compasión por ninguno de ellos. Los haré sufrir y los voy a torturar hasta que ellos me pidan que yo misma los mate —apreté mis manos y se convirtieron en puños.

Mis uñas se enterraron en mis palmas causandome dolor, pero era más el dolor en mi pecho así que lo hice a un lado, sentí la sangre escurrir por mis dedos, era tibia y espesa.

—No te voy a dejar, Ro, no te voy a dejar nunca.

Apoyó su barbilla en mi hombro y soltó un suspiro.

Estaba cansada, estaba agotada tanto física como mentalmente pero sabía que esto estaba lejos de terminar, se venía una maldita guerra donde habría muchos muertos, íbamos a perder a muchos de los nuestros pero haríamos que cada una de las muertes valiera la pena. 

—Nunca me dejes, Khail, por favor. Nunca me vayas a dejar.

—Siempre voy a estar contigo, Ro, en las buenas y en las malas, siempre voy a estar contigo.

Me di la vuelta para que me abrazara con mucha más fuerza. Sentir sus brazos rodear mi cuerpo era la sensación más plena que podía sentir en este momento donde todo mi mundo estaba de cabeza y solo necesitaba tenerlo a él para que todo esto valiera la pena.

Podía con esto y más, solo eso, no quería nada más que estar en sus brazos y que me dijera que todo iba a estar bien, que íbamos a salir de esto, que se iba a quedar a mi lado e íbamos a enfrentar todo esto juntos. 


🌸🌸🌸🌸
¡Hola! Hemos entrado a la recta final de esta historia, desde ahorita faltan diez capítulos para que esto finalice. Espero les esté gustando todo lo que está pasando y que lo que viene también les guste.

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