Capítulo 23.
Quien podría adivinar que esto iba a pasar.
Mikhail
Ro era una diosa en toda la extensión de la palabra, desde la manera en la que caminaba, pasando por su manera de hablar, hasta terminar por como se vestía y lucía cada prenda como única e irrepetible.
Su cabello rubio se movía con la suave brisa de la noche y esos jeans se ajustaban a las curvas de sus caderas, la blusa blanca se ceñía a sus pechos y su delgada cintura, dejando ver su ombligo y unos cuantos lunares que adornaban su piel.
Algunas miradas se fijaban en ella cada que se llevaba el chupito de tequila a los labios y echaba la cabeza hacia atrás. Dejaba el vaso encima de la barra y procedía a beber más. Estábamos en uno de los tantos pubs de los De Vaux, ahora que el Geen estaba siendo re modelado por lo sucedido semanas atrás.
—¿Qué me miras tanto? —al verla fijamente me pude dar cuenta que tenía las mejillas encendidas, los ojos un tanto rojos y algunas gotas de sudor perlaban su frente y sus sienes.
—Te ves hermosa —bajó del taburete donde estaba sentada para meterse entre mis piernas lo más cerca que pudo estar.
—Lo sé —se regocijó en sus palabras, subiendo ambas manos a mi nuca y rodeando mi cuello con sus brazos. Se acercaba más a mi cuerpo, que no tardó en reaccionar a los húmedos besos que iba dejando desde mi barbilla hasta llegar a mis labios.
—Ro, no sigas con eso, sino...—me interrumpió.
—¿Si no qué? —inquirió sin quitarme los ojos de encima.
—Sabes lo que provocas en mí, rubia sexy —una de sus comisuras se elevó en una sonrisa lasciva.
—Me gusta provocarte, ruso —apretó sus labios a los míos al mismo tiempo que soltaba mi nuca y una de sus manos se deslizaba por mi torso hacia la evidente erección que tenía entre mis pantalones. Aquel roce fue una tortura, porque juro que sino hubiésemos estado ahí le quitaba la ropa y la follaba en ese maldito taburete, así que me tuve que conformar con jadear y reprimir todas mis ganas por ella.
—Creo que mejor nos vamos —levantó una ceja —. Tú estás jugando con fuego y te puedes quemar.
—No me importaría arder en tus llamas, Mikhail.
Dejó un último beso sobre mis labios, para después proceder a coger su chaqueta con los dedos y terminarse lo que quedaba en su vaso, echando la cabeza hacia atrás y llevandose el alabo de las personas a su alrededor. Empezó a caminar, tuve que dejar mi vaso encima de la barra y la seguí de cerca. Sus caderas se movían de un lado al otro, algunos hombres la miraban descaradamente como si ella fuera solo un trozo de carne nada más. Pero a Ro eso no le importaba, no se fijaba en que la miraban porque su mirada se mantenía fija en la salida del lugar. Cruzamos la calle, fijándonos que no hubiera nada raro y le abrí la puerta para entrara al coche, cerré la puerta y espere que se pusiera el cinturón. Entre y me puse el cinturón, mientras Ro ponía algo de música en Spotify.
—¿A dónde vamos? —le pregunté encendiendo el auto.
—Tú conduce y yo te digo —asentí a sus ordenes, encendí el motor y nos pusimos en marcha hacia donde sea que tenía pensado ir.
Conduje unos minutos en donde seguía las indicaciones de Ro, que para este momento ya se le había subido el alcohol y cantaba a todo pulmón dentro del auto. Conduje hacia el sur de la ciudad, alejándonos un poco de la civilización y llegamos a una gran extensión de terreno donde no había absolutamente nada, nos metimos en un pequeño camino que llevaba al río y detuve el auto. Estábamos ahí, en medio de la nada, solos.
Ro le bajó el volumen a la música que retumbaba en los altavoces y dejó caer la cabeza en el asiento, soltando un suspiro. Se quitó los botines y los echó a los asientos de atrás.
—Quien lo iba a decir, ¿no? —gire la cabeza para verla mejor. Solo la luz de la luna que se colaba por las ventanillas me dejaba ver su hermoso rostro.
—¿El qué?
—Que estemos aquí, tú y yo —sonrió —. ¿Alguna vez te has enamorado? —parpadee.
—Una sola vez, pero no se sentía como ahora, ¿y tú? —cogí su mano que estaba en el asiento.
—Creí que lo estaba, pero...—se mordió el interior de su mejilla.
—¿Pero?
—No lo sentía así, esto que siento por ti es arrasador, me quema, me incendia, Khail, es tan vivo y tan feroz —suspiró —. A veces me da miedo, pero me quiero arriesgar contigo. Quiero dejarlo todo, quiero empezar, quiero darte todo de mí —mi agarre en su mano se hizo más fuerte con esas palabras —. ¿Me vas a dar todo de ti? —asentí, sin dudarlo.
—Te voy a entregar todo, Ro, todo lo que tengo —una dulce sonrisa se deslizó en sus labios.
La vi quitarse el cinturón sin soltarme y se puso a horcajadas encima de mí, con sus piernas a mis costados. Rodeó mi cuello con sus brazos y la atraje a mí con mis manos en su trasero, enterrando mis dedos en la estorbosa tela que lo cubría.
—Tú eres un sueño, Khail, cualquier mujer sería afortunada de tenerte a su lado.
—Pero solo me tienes para ti, rubia —subí una mano para hacer a un lado sus cabellos y ponerlos detrás de su hombro —. Soy solo tuyo, lyubov —la escuché gemir muy bajito.
—Me encanta cuando me dices palabras en ruso —su boca estaba peligrosamente cerca de mis labios que suplicaban por un beso suyo, solo uno para saciar esta sed que me estaba quemando por dentro.
Cuando sus labios se juntaron a los míos todo desapareció y solo existimos ella y yo. Su lengua era suave, húmeda, tenía todavía el ligero sabor del alcohol. Sus besos me devoraban los labios, los succionaba, me estremecía, me consumía por completo. Empezó por moverse encima de mí, rozaba a propósito su intimidad en mi miembro que no tardó en reaccionar a cada uno de sus roces.
—Quiero que me hagas tuya —gimió separando solo unos centímetros sus labios de los míos.
No lo dudé mucho cuando ya me estaba quitando los pantalones junto y ella los suyos. Baje el asiento del copiloto hasta que quedó por completo abajo. Cogió su bolso y sacó una bolsita metálica que desgarró con dos dedos y de esta sacó un preservativo que ella misma se encargó de poner en su lugar, apretando ligeramente a su paso. Se subió de nuevo encima mío, cogió mi miembro con una mano para proceder a deslizarse por este, hasta llegar al final.
Apoyo sus manos en mi pecho, mientras se movía de adelante hacia atrás despacio, lento y pausado. Con ambas manos me deshice de su brallete, que puse a un lado, dejando expuestos sus senos que no dude en apretar con mis manos. Gimió de placer. Sus paredes se apretaban a mí, la sentía húmeda, cálida por dentro y apretada. Su cabello se movía cada que ella se deslizaba de arriba hacia abajo, sensual, ardiente, sexy. Todo su cuerpo era una obra de arte y yo no me cansaba de apreciarla, de repasar los lunares de su estómago, de observar su tersa piel, sus pequeños perfectos y duros senos. Aquella zona libre de vellos, sus piernas largas y torneadas. Toda ella era perfecta y yo no podía estar más enamorado.
—Oh Dios —jadeó cerrando los ojos. Enterrando sus uñas en mi piel, moviéndose mucho más rápido acrecentando el éxtasis que yacía dentro de mí. Lo sentía venir y apoderarse de todo mi ser que ahora era de ella, todo de mí le pertenecía hasta mis orgasmos eran solo de ella, nada más —. Así, Khail —gimió. Se mordió el labio.
Cogí sus caderas entre mis manos, cuando el éxtasis explotó dentro de mi ser, gemí y jadeé su nombre apretando los ojos y dejándome llevar por el placer que estaba sintiendo en ese momento. Solo quería alargarlo lo más que se pudiera y dejar que me invada de pies a cabeza. Robin no tardó en correrse, la sentí apretarse más a mí, sus uñas se enterraron más profundo, sus movimientos fueron salvajes, rápidos, concretos, se estaba llevando todo de mí.
Fue un orgasmo poderoso, tan intenso que tuve que esperar unos minutos para reponerme por completo, sentía las piernas débiles, las manos sin fuerza y todavía sentía los estragos de lo que había pasado tan solo minutos atrás. Al abrir los ojos me encontré con su dulce mirada, su cuerpo desnudo y esa sonrisa que me decía todo estaba bien.
—¿De qué te ríes? —seguía dentro de ella, con sus manos en mi pecho.
—¿De qué te ríes tú, rubia?
—Eso fue...uf —resopló —. Solo tú me das los mejores orgasmos.
—Fuiste tú quien lo hizo todo.
—¿Y te gustó?
—No, no me gustó, me encantó, rubia, todo lo que tú haces me encanta —sonrió satisfecha.
—Ya lo sabía —se bajó de encima y se puso los pantalones. Yo por mi parte me quite el preservativo que metí en la bolsita y guardé en uno de los compartimientos del coche. Ro se estiró para buscar su brallete y se lo puso, cubriendo sus senos en el proceso —. ¿No te vas a enojar?
—¿Por qué me iba a enojar? —levanté una ceja.
—Por lo que dije —se peinó el cabello con sus dedos.
—No, no tengo porqué —se deslizó cerca y depositó un beso sobre mis labios.
—Bien —cogió el volante con ambas manos —. Yo conduzco —mire sus pies descalzos unos segundos y después la miré a ella.
—¿No te vas a poner tus botines? —señalé sus pies. Ella negó con la cabeza.
—No, ya vámonos —metió la llave y le dio vuelta encendiendo el motor y arrancando derrapando las llantas que rechinaron en el proceso.
Al llegar a la ciudad ya era de madrugada y había pocos autos en las calles, pasaban de las tres de la mañana y era raro no ver tanto movimiento como los días anteriores. Mire por el espejo retrovisor y lo ajuste en el momento que un auto se posiciona detrás de nosotros.
—Ro.
—¿Mhm? —me volteó a ver de reojo.
No pude decirle nada, no pude advertirle porque en menos de un parpadeo escuchamos una detonación que nos hizo volar por los aires con todo y auto, el impulso fue tan fuerte que me golpee la cabeza con el techo del auto. Robin gritó horrorizada y todo pasó en cámara lenta frente a mis ojos. Los vidrios se estrellaron, algunos impactaron en mi rostro, mis brazos y mis manos. Al caer el auto lo hizo con las llantas al aire. Perdí el conocimiento unos segundos, pero me esforcé para no quedar ahí. Parpadeé lentamente hasta que mis ojos obedecieron a las órdenes que le daba a mi cuerpo. El cinturón ayudó a que no saliera volando por los aires y me sostuvo al asiento. Al voltear Robin estaba despertando.
—¡Khail! —gritó.
Levantó un dedo y señaló hacia mi lado derecho. Las luces de un auto me cegaron por completo. Con la mano busque quitarme el cinturón y caí al techo del auto. Ro hizo lo mismo y gateó hacia los asientos traseros.
—¿¡Qué haces!? ¡Debemos irnos! —cogí su tobillo.
La vi quitar los asientos sin tanto problema y empezó a sacar varias armas y ametralladoras.
Robin
Había sido una buena idea llenar los autos y las camionetas con armas. No estaba tan loca como Alen llegó a pensar.
Khail estaba detrás de mí, mirando como sacaba arma tras arma, que cogía con las manos y las dejaba afuera del auto que ahora estaba inservible. Salimos por la ventanilla de la cual no había quedado nada, solo vidrios rotos. Nos escondimos detrás del auto.
—¿Estás lista? —le quite el seguro a una de las pistolas y volteé a ver a Khail, con una sonrisa en los labios.
—Yo nací lista, cariño —le di beso fugaz. Me asome por el lado izquierdo mientras él lo hacía por el lado derecho.
—Son muchos, Ro —apoyó la cabeza en el auto.
—Nosotros podemos con ellos.
No iba a morir esta noche que había tenido un gran orgasmo y que esperaba tener muchos más al lado de mi sexy ruso.
—No voy a morir, Khail, no vamos a morir —le aseguré con determinación. Asintió con la cabeza y soltó un suspiro.
No pasó mucho para que escucháramos las detonaciones y las balas estrellarse en el costado del auto. Khail tenía un gran golpe en la frente, del lado derecho, sus brazos tenían marcas al igual que en su rostro, yo debía estar igual, me dolía la cabeza y sentía que en cualquier momento me iba a desmayar pero obligue a mi cuerpo a no decaer, a dar todo en este momento.
Cada quien empezó a disparar a diestra y siniestra, como si el mundo se fuera a acabar esa noche. Las detonaciones eran fuertes y estruendosas.
—¡Es mejor que se rindan! —escuchamos gritar del otro lado.
—¡Nunca nos vamos a rendir! —gruñí, llena de rabia con la adrenalina corriendo por mis venas como si fuera un poderoso veneno que me hacia sentir invencible y poderosa. Yo era poderosa.
—¡Si sales viva de esta dile a tu padre que vamos a acabar con él y todo su imperio!
—Maldito —escupí.
Me asomé para seguir disparando a los hombres que intentaban llegar a nosotros. Tres cuerpos quedaron tendidos en el asfalto, pero más se acercaban para querer matarnos de una vez.
—¡Maldita sea! —gruñí cuando el arma se atascó y tuve que arrojarla a un lado. Pero Khail fue más rápido y me entregó la suya. Gesto que agradecí en demasía. Me puse de rodillas y seguí disparando mientras Khail lo hacía desde su lugar de donde no se movió —. ¡Corre! —le grite —. ¡Corre! —cogí su camiseta con mis dedos y nos echamos a correr, cogiendo un par de armas en el proceso.
—¿Qué pasa? —no me dio tiempo a responder porque una gran y poderosa explosión nos tumbó al suelo, lejos del auto y de las armas.
Mi rostro se estampó de lleno en el concreto, rompiéndome el labio y abriéndome una ceja. Mi pecho dolió, mis manos se rasparon, la cabeza me palpitaba.
—¡Robin! —la voz de Khail se escuchaba como un eco a lo lejos, tan lejos que no podía llegar a ella —. ¡Robin, despierta! —al abrir los ojos sentí un tirón en los cabellos que me hizo despertar por completo.
—¡Ah! —grité llevándome las manos a los cabellos y sentí los dedos enredarse en mis hebras rubias.
Al voltear hacia donde estaba Khail lo vi pelear con un sujeto que le encestaba golpe tras golpe en el estómago.
—¡Suéltame hijo de perra! —escupí a la vez que me arrastraba por el asfalto, tirando de mis cabellos sin piedad alguna —. ¡Suéltame maldito bastardo!
El sujeto me soltó pero para posarse encima de mi cuerpo lastimado y empezar a golpear mis costillas con sus puños, me dio un puñetazo en el rostro, justo donde tenía el labio roto que se abrió mucho más por el impacto.
—¡Suéltala! —escuché la voz de Khail mucho más cerca.
Al ver el rostro de aquel hombre me pude dar cuenta que sus ojos eran rasgados. Sus manos se cerraron en mi cuello y apretaba con mucha fuerza. Sentía el rostro rojo, me faltaba el aire y mis pulmones estaban a punto de colapsar. No me iba a dar por vencida así que rasguñaba sus manos y pataleaba para quitármelo de encima y cuando pensé que este sería mi fin su cuerpo abandonó el mío, empecé a toser y buscar aire con desesperación. Volteé y Khail golpeaba al sujeto con ira e ímpetu, era como una bestia furiosa llena de rabia. Estrellaba sus puños en su rostro una y otra vez, una y otra vez hasta que se cansó pero lo cogió del cuello y lo llevó consigo hacia el auto donde abrió la puerta y metió su cabeza dentro para cerrarla y romperle el cuello sin piedad alguna.
—¡La vas a pagar rubia! —hacia mí venía un tipo enano, delgado, de piel amarillenta. Asiático.
Sin pensarlo dos veces me puse de pie, el frío del asfalto me caló los huesos, mis piernas estaban débiles, todo el cuerpo me dolía, las fuerzas me estaban abandonando.
—No me voy a rendir —escupí la sangre que se acumulaba dentro de mi boca —. Te voy a matar maldito japonés de mierda —se detuvo frente a mí.
—No soy japonés, soy chino —espetó.
¿Chino? ¡Maldita sea!
—¡Me importa una mierda! —le grité a la vez que le encestaba una patada en los testículos, llevandose ambas manos a la zona dolorida, aproveche esa pequeña distracción para acercarme a él y rodear su cuello con mis brazos que hicieron opresión para después romper cada uno de sus huesos. Quedó en el suelo con la cabeza de lado y los ojos abiertos.
Khail estaba exhausto, yo quería morir ya, no podía más, las costillas me dolían y todo me daba vueltas. Pero aquello estaba lejos de terminar porque en el momento que caminaba hacia mí escuchamos el motor de varios autos. Khail me hizo una seña para que me agachara como lo hacia él. Me acerqué al auto, los vidrios bajo mis pies se incrustaban en mi piel desnuda. Nos escondimos esperando lo peor.
—Son los malditos chinos —escupí llena de coraje.
Khail tomó mi mano cuando una ráfaga de balas empezó a llover detrás de nosotros, me cubrió con su cuerpo, protegiéndome de todo. Lo abracé a mí. Sentía que mis ojos se cerraban que mi cuerpo ya no podía más, ya lo había dado todo y tenía que descansar.
—¡Robin! —levante la cabeza.
Los disparos cesaron. Todo se quedó en un abrumador silencio que me dejó estupefacta, sorprendida. Escuché mi nombre de nuevo y una figura masculina se posicionó frente a nosotros.
—¿Hein? —fueron las últimas palabras que salieron de mi boca antes de que todo se empezara a oscurecer y cayera de lleno en los brazos de Khail.
Alen
Cuando supimos lo que estaba pasando con Robin y Khail mi padre no tardó en querer ir a ayudarles, pero tanto Hein como Daen se lo impidieron y fueron ellos los que se encargaron de ayudarle a mi hermana y al ruso. Llegaron en el momento indicado para sacarlos de ahí y matar a esos malditos chinos.
—¿Cómo pasó esto?
Robin seguía inconsciente, mi mamá se encargó de llamar al doctor que la curó y limpió cada una de sus heridas, dijo que tenía las costillas inflamadas alrededor pero que por fortuna no tenía ni una rota, solo golpes y rasguños.
—Rykel —le pidió mamá a papá.
Ahora todos estaban aquí, preocupados por lo que les había pasado.
—¡Te exijo que me digas, Mikhail!
—Fuimos a beber algo, Rykel, nos emboscaron.
—¡Y una mierda! —espetó mi padre —. Nunca debieron salir sin mis hombres, que tienen órdenes de cuidar de ustedes —lo señaló.
—Lo siento —se disculpó Mikhail, realmente arrepentido.
Papá se pasó la mano izquierda por el cabello, estaba molesto, muy molesto. Nadie decía nada, solo estábamos en silencio, esperando a ver qué pasaba. Se dio la vuelta y en su rostro solo había preocupación, miedo, ira.
—¡Eres un....!
No terminó de decirlo porque Ro se metió entre Mikhail y mi padre.
—¡Él no tiene la culpa! No culpes a Khail de esto, porque no la tiene —papá abrió los ojos, con sorpresa.
—Mi-er-da —musitó Haden a mi lado.
—¿Qué?
—Khail no tiene la culpa de nada, él me defendió, me salvó la vida, no lo culpes a él —Robin le levantó un dedo a papá.
—Nunca debió hacer eso —dijo Mees.
Tenía razón.
—¿Lo estás defendiendo? —Robin asintió con la cabeza.
—Estoy bien, rubia, es mejor que descanses —la voz de Mikhail para con mi hermana era completamente diferente que con mi padre y creo que él se dio cuenta porque parpadeó un par de veces.
—¿Lo defiendes? —volvió a preguntar, estupefacto. Mamá negó con la cabeza y se puso de pie —. ¿¡Por qué lo defiendes!?
—¡Por qué lo quiero!
—Oh shit —dijimos Haden, Mees y yo.
Devany y Hennie se quedaron con la boca abierta. Myrthe y Heleen no sabían que más hacer aparte de abrir los ojos y quedarse sin habla. Hein y Daen estaban de brazos cruzados. Mamá intentó poner una mano en el hombro de papá pero este dio un paso quitándosela de encima.
—¿Disculpa?
—Yo lo quiero. Él solo me cuidó, me salvó y no tienes por qué culparlo cuando yo tengo gran culpa por no llevar a tus hombres con nosotros.
Papá no dijo nada en varios segundos y aquello me preocupó, ya que él no era de quedarse en ese estado de...Pero cuando se le fue a Mikhail encima y le dio un fuerte y certero golpe en la boca tirándolo al suelo, ahí fue cuando todos reaccionamos.
—¡Te burlaste de mí y traicionaste mi confianza! —lo señalaba con un dedo.
—¡Papá! —le gritó Robin, pero la ignoró.
—¡Mientras yo confiaba en ti tú te metías con mi hija! ¡Con mi única hija y te reías a mi espalda!
Mikhail se puso de pie y lo enfrentó. Papá le había roto el labio y este sangraba un poco.
—¡Nunca fue mi intención traicionar tu confianza, Rykel, solo se dio y ya!
—¡Y una mierda! —escupió.
—¡Rykel, basta! —se metió mi madre.
Yo me quedé a una distancia prudente, sabiendo que no era el momento de ponerme del lado de nadie.
—Robin ya no es una niña a la que le debes decir que hacer o qué no. Es una mujer inteligente, que sabe lo que quiere —con prudencia subió las manos a los hombros de papá que respiraba agitado —. Robin no es tonta, Rykel y sabe que si Mikhail no es bueno para ella no se estaría arriesgando de esta manera.
Papá los miró de reojo, pero mamá subió sus manos a sus mejillas para acunarlas y hacer que la viera a los ojos.
—No te quiero ver ahora mismo, Mikhail —dijo su nombre de una manera despectiva —. Vete de aquí —musitó esto último.
El pobre Mikhail solo asintió con la cabeza, pasó saliva y se dio la vuelta dándole la espalda a mi padre y todos los ahí presentes. Mi hermana negó con la cabeza.
—Robin...—no dejó terminar a papá porque levantó una mano para cortar lo que sea que iba a decir —. ¡Robin ven aquí!
Mi hermana hizo caso omiso a lo que le dijo papá y subió las escaleras rápidamente detrás de Mikhail.
—Ya déjala, es mejor que te calmes —le pidió mamá.
—¡Pero si yo estoy bien! ¿Qué no ves? —mi madre solo le entornó los ojos.
—No me hables de esa manera, Rykel.
—Lo siento —se disculpó.
—Yo creo que mi cuñadita tiene razón —intervino Hein, gracias Dios —. Robin y Mikhail están bien y ahora sabemos que fueron los chinos quienes están detrás de esto.
—Pero tiene que haber alguien más detrás de todo esto, ¿no? ¿Soy el único que piensa eso? —inquirió Daen.
Hein negó con la cabeza.
—Yo creo que debe haber alguien más detrás y no quiero hacer suposiciones pero...
—Ya te dije que eso es imposible —miré a mis primos, ellos tampoco entendían mucho.
—Pero Daen.
—No, Hein, los italianos no pueden ser.
—¿Por qué no? —se quejó.
—¡Por qué están muertos! —dijeron mi padre y Daen al mismo tiempo.
—Tú los viste morir, tú mismo te encargaste de matarlos —le recordó papá a Hein —. Los cuatro hermanos están muertos.
—En las películas siempre pasa que no lo están y que...—se calló al ver el rostro de mi padre —. No dije nada —apretó los labios.
—O quizá alguno de sus familiares esté detrás de esto —papá se sentó en uno de los sofás —. Quizá Hein no está loco del todo.
—¡Gracias! —lo miró —. ¡Oye! —Daen le sonrió.
—¿Sabes algo de Drazen? —Daen negó —. Pues quiero su maldito trasero blanco aquí, temprano.
Amenazó mi padre.
—Yo hablaré con él.
—Creo que debemos descansar y calmarnos —habló Myrthe —. Enojarnos no va a solucionar nada, al contrario.
—Yo pienso lo mismo —Heleen camino hacia Hein y este le dio un beso en la mejilla —. Niños, vámonos.
Haden y Hennie se despidieron al igual que mis tíos y se fueron. Después lo hicieron Myrthe junto a Daen, Dev y Mees. Elián no quiso venir ya que estas cosas solo lo ponían mal dado que su madre seguía sin siquiera querer saber nada de él y aún estaba algo deprimido.
—Ve a dormir cariño —miré a mi madre —. Tu papá y yo tenemos mucho de qué hablar.
Me descruce de brazos y asentí.
Subí las escaleras y al final del pasillo vi a Mikhail. Tenía los brazos apoyados en el barandal, me acerqué a él sin hacer mucho ruido. Me puse a su lado y me miró de reojo.
—¿Y Robin? —pregunté.
—Se ha dormido, estaba muy cansada y tenía sueño —medio sonreí.
—¿Te vas a ir de la casa?
—Si tu padre me lo pide tendré que hacerlo aunque yo no quiera —dijo aquello con un hilo en la voz.
—No creo que él te pida que te vayas, salvaste a Robin de los chinos.
—Pero se veía muy molesto —fruncí los labios.
—Es entendible, pero si Ro ya dijo que te quiere entonces papá no tiene mucho que decir al respecto, solo está un poco molesto y ya.
Suspiró.
En ese momento recordé que llevaba conmigo un cigarrillo y lo saqué para encenderlo y darle una buena calada llenando mis pulmones de humo. Le entregué el cigarrillo a Mikhail y no dudó en cogerlo entre sus dedos.
—Tú me agradas, Khail, más que Joep o los otros sujetos que quisieron estar con mi hermana —bote el humo por la boca.
—Tú la quieres mucho —afirmó. Le dio una calada al cigarrillo y lo sostuvo entre sus dedos.
—Es mi hermana mayor, la que me ha enseñado a defenderme, Khail, ella es mi ejemplo a seguir —me giré para verlo por completo —. Y si tú le haces daño te olvidas de esta amistad porque te juro por mi vida que te haré pagar con creces si la lastimas.
Una sonrisa adornó sus labios a la vez que botaba el humo por la nariz. Me entregó el cigarrillo.
—Yo nunca le haría daño, Alen, la quiero mucho.
🌸🌸🌸🌸
¡Hola! Les dejo este capítulo y espero les haya gustado. En twitter he estado dejando adelantos de esta historia y si me siguen yo los amo más. ¿Qué creen que pase con Khail y Ro? Rykel está muy molesto. Por cierto, en estos capítulos van a entrar dos personajes nuevos que no serán tan importantes para esta historia pero para otra sí, espero sean de su agrado y les gusten.
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