Hay sentimientos que no se pueden negar.
Robin
El padre de Khail era mucho más agradable de lo que yo me imaginaba, tenía muchas historias por contar, anécdotas de su juventud y un sin fin de horas y horas de historias que servirían como para un libro. Era un buen hombre que amaba a su hijo y se sentía orgulloso de él, no dudaba en decirlo y repetirlo cada que podía hacerlo.
Khail no sabía como decirle a su padre lo que el mío le había pedido y yo entendía que así fuera ya que por muchos años él se hizo cargo del negocio de su padre. No quería dejarlo solo ya que el pobre hombre había quedado malherido en la última emboscada que tuvo y esto había dejado secuelas en él.
-Me gusta dormir contigo, rubia -Khail estaba en medio de mis piernas, con solo unos boxers puestos y a mi disposición, a mi total disposición, tal como me gustaba.
-Y a mí me gusta despertar a tu lado, ruso -una dulce sonrisa se dibujó en sus labios.
Con sus dedos jugaba con un mechón de mi cabello, mientras su barbilla estaba apoyada en mis senos desnudos. Habíamos pasado la noche juntos y amaba esto, amaba lo que estaba surgiendo entre nosotros pero aún así tenía miedo por lo que pudiera pasar más adelante.
-Mañana regresamos a casa y no le has dicho a tu padre lo que se supone le tenías que decir.
-Hoy mismo le digo, lyubov.
Escucharlo decir estas palabras solo reafirman lo que sentía por él.
Cogí sus mejillas entre mis manos y deje un beso sobre sus labios. Khail era atractivo y encantador, con esos enigmáticos ojos azules, su cabello rubio oscuro y ese rostro que tanto me gustaba mirar, no era el típico mafioso ruso que daba miedo tan solo verlo, no, Khail tenía un rostro de ángel y una bonita sonrisa que te mostraba lo que era bueno en verdad.
-¿Crees que lo nuestro funcione? -le pregunté de repente.
-Puede funcionar si nos lo proponemos. Tú me gustas y yo te gusto.
-No solo se trata de gustar, Khail. Nuestras vidas no son como las demás parejas, vivimos rodeados de peligro y muertes, matamos para sobrevivir y hacemos cosas malas.
-Tus padres siguen juntos después de tantos años -levantó su mirada hacia mí.
-Pero mi madre no era como yo. Ella era todo lo contrario a lo que yo soy, era una mujer buena que tenía que trabajar para ayudar a sus hermanas. Nunca en los años que lleva con mi padre ha usado un arma ni ha matado a nadie.
-¿Y eso te da miedo? -asentí lentamente.
-Me da miedo que todo esto te aleje de mí.
-Lyubov -cogió mi barbilla con dos de sus dedos y me hizo mirarlo a los ojos -. Esto que siento contigo no lo había sentido con nadie más, me haces estremecer de la cabeza a los pies, me siento vivo a tu lado, siento que puedo con todo y me siento feliz con verte, solo eso, solo eso necesito para ser feliz, verte todos los días.
-Eres un romántico -apreté sus mejillas con mis dedos.
-Tú sacas mi lado más cursi -no dude en besar sus labios y probarlos una vez más.
-Quiero estar contigo, Khail, solo contigo -murmuré sobre sus labios sin soltar su rostro.
-Y yo quiero estar contigo, lyubov.
Antes de poder decir nada unos golpes en la puerta nos hicieron voltear.
-¿Sí?
-Mikhail -ese era Lenin -. Allá abajo está Mila, quiere verte.
Resoplé y rodé los ojos. Que agradable sorpresa para empezar la mañana. Khail pudo ver la molestia en mí y solo sonrió.
-Dile que ahorita bajo.
-Ella está muy insistente.
-Ahí voy -masculló y se puso de pie de mala gana.
Al bajar de la cama pude tener una vista perfecta de su trasero. Dos grandes montañas que me apetecía apretar con mis dedos.
Busco ropa en el closet y se calzó un pantalón de chándal, una camiseta blanca y una sudadera.
-¿Vas a hablar con ella?
-Sí, hoy le voy a decir todo.
-Más te vale, ruso -lo señalé con un dedo, acusatorio. Khail solo negó con la cabeza y sonrió.
Lo vi salir de la habitación y espere tan solo unos minutos para bajar de la cama y ponerme una blusa de tirantes y un short. Salí de la habitación y caminé hacia las escaleras. Me detuve cuando abajo vi a Khail y frente a él a una linda chica rubia, ella era la inocencia pura y supe de inmediato el porqué no Khail ya no sentía nada por ella.
Khail
Al bajar, a la primera persona que vi fue a Mila, con esa agradable sonrisa en los labios. Se echó a mis brazos en cuanto me tuvo frente a ella, me dio algunos besos en la mejilla y yo solo pude dar un paso atrás para apartarme.
-¿Por qué no me dijiste que habías regresado?
-¿Cómo supiste que estaba aquí?
Levantó una ceja.
-No me has respondido.
-Solo quiero saber, Mila.
Me crucé de brazos.
-¿Qué pasa contigo? -ella hizo lo mismo.
-¿Qué pasa de qué?
-No soy estúpida, Mikhail -mi nombre fue escupido con tal asco de su boca, cosa que nunca había sucedido -. Sé que algo pasa, no me llamas, no respondes mis mensajes y ni siquiera me avisas que estás aquí, tengo que enterarme por mi padre que mi prometido ha regresado.
-Mila...-me pasé las manos por el cabello.
-Cuando dices mi nombre en ese tono sé que algo malo está pasando.
-Tenemos que hablar.
-Lo sabía. Lo sabía, carajo. Tenías que irte y arruinar lo que tenemos.
-Mila, por favor, es importante.
-¿Es importante para ti o para quien?
-Es sobre nosotros -murmuré.
-¿Vas a terminar conmigo, Mikhail? ¿Es eso, verdad? Lo sabía.
-Ni siquiera me dejas hablar como carajos te voy a explicar lo que está pasando.
-¡Porque no tienes que decirme nada! Lo puedo ver en tu mirada, la culpa está ahí, Mikhail -me señaló con un dedo en alto -. Tú ya no me amas.
-Déjame explicarte.
-¡No tienes nada que explicarme! -gritó molesta -. ¡Dios, Mikhail! ¿Creías que no me iba a dar cuenta? No soy tan estúpida como tú crees.
-Yo nunca dije que lo eras, siempre te he respetado, Mila.
Su entrecejo estaba fruncido, apoyó todo su peso en un pie y tenía los brazos cruzados. Levantó la mirada hacia las escaleras.
-¿Quien es ella? -mierda.
Volteé a ver en su dirección y ahí estaba Ro, con una mano apoyada en el barandal y la otra en sus caderas. Se había puesto una pijama y por supuesto no traía sostén.
-Ella es la hija del socio de mi padre.
-¿Y qué hace aquí? -me miró -. ¿Por qué está vestida de esa manera? ¡Di algo!
Ro miraba la escena divertida. Ella quería que yo lo dijera, que aceptara ante Mila que me había acostado con ella y que le dijera que ya no la amaba, que la había dejado de amar hace mucho.
-Lo mejor es que hablemos de esto cuanto antes. Mila, ya no te amo como antes, ya no siento aquello que me movía el suelo. Debí decirte esto antes y no ahora, debía decirlo desde que mi madre falleció y lo único que quería era estar solo y no fingir que todo estaba bien, cuando no era así.
-¿Qué? -me miraba incrédula.
-Lamento mucho esto, lo que te estoy diciendo y como te lo estoy diciendo.
-Se supone que nos vamos a casar, Mikhail.
-Ya no te amo, Mila. Es mejor terminar esto de una vez por todas.
-¿Y tú crees que te vas a librar de mí así nada más?
-No hagas amenazas, niña -Ro empezó a bajar las escaleras con esa elegancia que la caracteriza. Se puso a mi lado y miró a Mila de arriba abajo -. ¿No sabes quien es Mikhail Záitsev? Es el jefe de la mafia rusa y con tan solo un chasqueo puede desaparecerte de la faz de la tierra. No juegues con fuego, Mila -espetó -, o puedes salir quemada.
-Tú no te metas, no estoy hablando contigo.
-Solo quiero decirte una cosa -Ro levantó un dedo -. Da la casualidad que yo soy la chica que duerme en la cama de tu ex novio y la que le ha hecho el mejor oral en toda su vida.
La quijada de Mila se desencajó y sus ojos se abrieron tan grandes que parecía se iban a salir de sus cuencas. Me miró por interminables segundos en los que podía descifrar su expresión, si estaba asombrada o llena de odio hacia mí.
-¡Eres una perra! -se abalanzó sobre Ro, con toda la intención de golpearla, pero antes de que siquiera la rozara con las uñas me interpuse y apreté sus brazos con los míos, inmovilizando cada uno de sus movimientos -. ¡Maldita zorra!
-¡Mila! -su bolso cayó al suelo con los movimientos bruscos que hacía con su cuerpo.
-Suéltala, Khail, ya veremos quien termina en el suelo.
-¿Khail? -me miró por algunos segundos en los que solo había rabia en ellos -. ¿Ella te dice Khail?
-¿Qué problema hay con eso? -inquirió Ro.
-¡Cierra la boca...! -antes de poder decir otra blasfemia Ro la interrumpió.
-Cuidado con lo que vas a decir, niña, seré una zorra pero esta zorra te ha quitado a tu novio.
Aquellas palabras provocaron más a Mila que se soltó de mi agarre y avanzó hacia Ro, pero de nuevo la detuve, rodeando sus brazos con los míos. Sabía perfectamente que Ro se podía defender, la que me preocupaba no era ella, sino Mila, ya que podía terminar en el suelo golpeada por la rubia.
-¡Maldita! ¡Malditos los dos! Esto lo vas a pagar, Mikhail, te juro que vas a pagar por esta humillación.
-Sé que hice las cosas mal pero quiero que hablemos como los adultos que somos.
-¡A la mierda lo que digas! -se soltó a decir palabras en ruso, además de amenazas y groserías que hubieran dejado con la boca abierta a cualquiera.
Ro no entendía y yo no podía creer que Mila tuviera ese vocabulario, ya que siempre fue una niña linda y para nada grosera.
En ese momento mi padre bajaba las escaleras, sorprendido por lo que estaba pasando en su casa.
-¿Qué es todo esto? -al ver la manera en la que sostenía a Mila y como ella se retorcía entre mis brazos, se quedó sorprendido.
-¡Tú hijo me acaba de decir que se ha metido entre las piernas de esta rubia tonta! Lo van a pagar, los tres van a pagar esto -se soltó y cogió el bolso que se había caído al suelo.
-Mila...-papá intentó detenerla pero ella se soltó y salió de la casa, diciendo una sarta de groserías -. Increíble.
Se pasó las manos por el rostro.
-Que inmadura -Ro seguía en su lugar, mirando todo, sin preocupación alguna -. ¿Crees que haga algo? -inquirió.
-No -habló mi padre -. Su papá sabe quienes somos y lo que somos capaces de hacer, si sabe lo que le conviene no se va a atrever a hacer nada.
-Bueno, no me preocupa lo que ella pueda hacer.
Suspiró, mi padre y yo volteamos a verla.
-Yo me voy a dar un baño y bajo a desayunar -nos hizo un guiño y subió las escaleras.
-¿Podemos hablar? -papá asintió con la cabeza y caminó a su despacho. Lo seguí de cerca y entré detrás de él.
-Ahora entiendo porque te gusta Robin -se sentó en uno de los sofás de su despacho y yo lo hice a su lado.
-Lamento lo que pasó, nunca hubiera querido que presenciaras esto -bufe.
Me pasé las manos por el rostro, con frustración.
-Esto tenía que pasar sí o sí. Iba a llegar el momento en el que ibas a terminar con ella y que mejor que fuera de una vez, antes de que siguiera creyendo que te ibas a casar con ella. Pero sé que no quieres hablar de esto.
-Se trata de otra cosa, pero está relacionada con Robin y su familia.
-¿Es por lo que pasó con su padre? -afirme con la cabeza -. ¿Qué pasa, Mikhail?
Puso una mano encima de la mía.
-Rykel me ha pedido que me haga cargo de sus negocios junto con sus hermanos, mientras que él se recupera. Quedó mal herido y le ha prometido a su esposa que se va a cuidar el tiempo que sea necesario.
-Lo entiendo.
-Si acepto ayudarlos significa quedarme en Ámsterdam por un buen tiempo y venir de vez en cuando a casa y tener que ayudar desde lejos. Pero tampoco quiero dejarte solo, con todo lo que hay que hacer aquí.
-Las cosas no están tan mal cómo lo están en Ámsterdam, así que Lenin y yo nos podemos hacer cargo de todo.
-Pero tú ya no puedes andar por ahí, sabes que no se puede.
-Lo sé, y no pienso salir de casa, Lenin hará todo -sonrió.
-¿Lo prometes?
-Lo juro, Mikhail, no haré nada que ponga en peligro mi vida, ya no más.
Me preocupaba la salud de mi padre, más que nada que pudiera salir herido y que esta vez no la librara como la última vez, aquello fue solo un golpe de suerte. Fue un milagro que no muriera y que solo resultara malherido de su rodilla.
-Te voy a creer.
-Puedes ir tranquilo, hijo, si llegara a pasar algo con lo que yo no pueda lidiar te lo haré saber para que vengas.
-Cualquier cosa -lo señalé con un dedo, a lo que asintió.
-Cualquier cosa.
Se puso de pie al mismo tiempo que lo hacía yo y nos dimos un abrazo.
-Te quiero mucho, papá.
-Y yo te quiero mucho a ti, Mikhail. Estoy muy orgulloso de que seas mi hijo.
Sonreí
-Voy a ver si ya está el desayuno.
Nos separamos.
-Voy a darme un baño, ahora bajamos.
-Anda ve -salí de su despacho y subí a mi habitación.
Al entrar escuché el ruido del agua cayendo en el baño. Ro tarareaba una canción mientras se estaba duchando. Me deshice de la sudadera y entré al baño para asegurarme que todo estuviera bien ahí dentro.
Sí, sí, pretextos.
-¿Khail? -abrió la puerta de la ducha. Su cabello estaba húmedo y tenía algo de shampoo todavía. El agua escurría por todo su cuerpo, perlando su piel en gotas de agua.
-¿Todo bien aquí?
-Sí, eso parece.
-¿Y con lo que pasó allá abajo? Con lo que dijo Mila -levantó una ceja.
-No me afectó en nada las palabras de esa tal Mila. Es una inmadura que cree que usando palabras como zorra, puta y cualquiera me va a hacer sentir mal, cuando es todo lo contrario -se encogió de hombros -. No me afecta que ella lo diga, o que lo diga cualquiera, yo sé lo que valgo, sé que soy hermosa, letal, inteligente y nada de lo que diga me hará sentir mal.
-Me encanta que seas tan segura de ti.
-Eso me lo enseñó mi madre. Siempre me dijo que yo valgo mucho y que nunca me debo conformar con las migajas de nada, ni de un hombre ni de la vida. Yo soy la puta ama, Khail y nunca me voy a conformar con poco, siempre voy a querer más y más. Llamame ambiciosa, pero si uno no tiene ambiciones, no tiene nada.
-Eres espectacular -metí las manos a los bolsillos de mi pantalón y me acerqué a la puerta del baño -. Por eso me encantas. Eres segura, inteligente, atractiva, sexy y letal.
-Por eso te gusto, ruso, todos mis encantos te atraen -apoyó la cabeza en la pared.
Ahora tenía una hermosa vista de todo su cuerpo.
-Y me vuelven loco -una de sus comisuras se elevó.
-Más que nada eso -con una seña de cabeza me pidió entrar al baño -. Sé que quieres ducharte conmigo.
Empujó la puerta sin dejar de mirarme.
-No me hagas rogarte, porque no lo haré.
No tuvo que decir más porque me deshice de la ropa y entré con ella al baño. Cerró la puerta y se metió bajo el chorro de agua.
-Sé que me voy a arrepentir de esto, pero...-levantó la mirada hacia mí y se mordió el labio -. Estoy empezando a sentir cosas por ti.
Sus dedos repiqueteaban en mis hombros, su espalda seguía apoyada en la pared.
-¿Has dicho lo que creo que has dicho? -su entrecejo se juntó.
-No me hagas repetirlo, ruso.
-Rubia -cogí uno de sus húmedos mechones y lo pase detrás de su hombro -. Yo también estoy empezando a sentir cosas por ti. Sentimientos muy fuertes. ¿Valdrá la pena todo esto?
-Valdrá la pena cada momento que pasemos juntos, ruso.
-Lyubov -sus labios se estrellaron contra los míos en un beso candente y tentador que me encendía por completo.
Sin duda alguna estar con Robin De Vaux era la mejor sensación de todas, ella era tentación pura y yo estaba dispuesto a pecar sin importar las consecuencias que esto me pudiera traer.
Dev
Espero bajo el umbral de la puerta, observando a mi madre mientras cura las heridas de Elián y este se deja hacer. La camiseta blanca que trae debajo de la cuadros está toda manchada de sangre y puedo alcanzar a ver algunos rasguños en sus brazos.
Pobrecito.
Elián hace algunas muecas cuando mi madre pasa el algodón sobre la herida de la cabeza, pero aprieta los labios mientras mi madre sigue curandolo. Papá está en el pasillo, hablando por el móvil, con Jelle, que es el abogado de la familia también. Mees espera sentado en la cama, al otro lado y de vez en cuando me echa algunas miradas que no entiendo del todo.
-Ya está -mamá deja en la basura un algodón con poca sangre ya.
-Gracias, señora De Vaux.
Mamá dio un paso atrás.
-No me digas, señora De Vaux, solo dime Myrthe o...Myrthe, pero señora no, por favor -le sonrió.
-Está bien.
-Esa ropa está manchada con sangre -señaló la camiseta y los pantalones que igual tenían gotas de sangre.
Elián se miró de arriba abajo y suspiró.
-Ni siquiera pude sacar mi ropa.
-Te echó sin que pudieras hacerlo -añadió Mees, a lo que volteamos a verlo -. Yo tengo ropa que te puede quedar.
-Me da mucha pena que estén haciendo esto -sus orbes estaban cristalinos.
-Nada de eso -mamá se acercó a él -. Puedes contar con nosotros como una familia de ahora en adelante y nada te va a faltar -cogió la mano de Elián. En ese momento papá entró a la habitación pasando por mi lado.
-Ya hablé con Jelle.
-¿Y qué te dijo? -le prestamos atención.
-Bueno, las cosas no pintan muy bien, si es que esa mujer decide poner una denuncia...
Elián lo interrumpió.
-Lo que menos quiero es que tengan problemas por mi culpa.
-Pero cómo Elián ya tiene dieciocho años y no tiene más familia que lo apoye podemos estar tranquilos.
-¿Crees que tu madre quiera hacer algo en nuestra contra? -le preguntó mamá, solo se encogió de hombros.
-No sé, ella....yo no la conozco -suspiró.
-Como sea -mamá se giró hacia papá -. Haga lo que haga no se lo va a llevar a su casa, tan solo con decir que lo maltrataba tiene todas las de perder.
-Además Jelle nos puede ayudar -habló Mees.
Él tenía razón, si esa mujer quería hacer algo en nuestra contra o contra Elián ella salía perdiendo por todos los años que lo maltrató y lo hizo sentir mal, en todas las maneras posibles.
-Vamos a esperar a ver que hace, pero espero por su bien que no haga nada, ella no sabe con quien se está metiendo -zanjó papá.
-Yo también espero lo mismo -el semblante de mi madre cambió en el instante que volteó a ver a Elián -. Ahora mismo Dev te va a traer ropa limpia, esta será tu habitación si es que decides quedarte con nosotros.
-Gracias -mamá soltó su mano.
-Dev, ven conmigo.
-Voy.
Cogió el botiquín al lado de Elián y lo cerró, salió de la habitación y la seguí de cerca, detrás venían papá y Mees. Este último entró a su habitación y mi padre con nosotras a la suya .
Mamá dejó el botiquín encima de la cama, mientras iba al baño a lavarse las manos.
-¿Creen que su mamá haga algo en nuestra contra?
-No puede hacerlo -papá se sentó en el sofá que tenían y echó la cabeza hacia atrás.
-Quizá solo para jodernos la vida.
-Pues más le vale que no lo haga -se pellizcó el puente de la nariz con dos dedos -. No me voy a tentar el corazón para acabar con ella.
-Daen -mamá se asomó, secándose las manos.
-Has visto como ha dejado a ese pobre chico -señaló la puerta -. Lo que menos se merece es que la metan a prisión por maltratar de esta manera a su único hijo y si me contuve fue por él, nada más, pero tenía unas inmensas ganas de...
Apretó los puños y mamá se acercó a él, para que se tranquilizara.
-Si Elián se quiere quedar con nosotros le vamos a dar el cariño que su madre le negó -asentí.
-Gracias por aceptarlo.
-Es un buen chico -sonrió mi madre con ambas manos en los hombros de papá, quien ahora ya se veía un poco más tranquilo y sereno -. No se merecía nada de eso.
-Yo creo que esta ropa le puede quedar a Elián.
Mees entró a la habitación revisando las ropas que traía en los brazos. Al entrar y levantar la cabeza nos miró a cada uno.
-¿Pasa algo? -levantó una ceja.
-Nada malo -le sonrió mamá.
-Bien -extendió los brazos con las prendas en ellos -. Dile a tu novio que si quiere más ropa me diga.
-Gracias -cogí la ropa.
-Le vamos a comprar ropa, espera... -mi mellizo y yo volteamos a ver a papá.
-¿Qué?
-¿Dijiste novio? -se dirigió a Mees.
-Nop.
-Lo dijiste -ahora volteó a verme -. ¿Es tu novio?
-No es mi novio -nos miraba intercaladamente a Mees y a mí, esperando que uno de los dos hiciera cualquier seña para delatarnos -. Somos amigos.
-Amigos -se burló, Mees.
-¿Qué? -papá se irguió pero salí de ahí como alma que lleva el diablo y crucé el pasillo, avancé rápido.
-¡Tú y yo vamos a hablar, señorita!
Le escuché decir a mi padre.
-Estúpido Mees.
Siempre tenía que arruinar las cosas, siempre, por esa bocota tan grande que tenía.
Mis pasos fueron mucho más rápidos y largos. Cuando llegué a la habitación que ahora sería ocupada por Elián, primero asomé la cabeza y vi que seguía en la orilla de la cama, con la mirada perdida en la nada.
-¿Se puede? -volteó de inmediato.
-Pasa -entré y me senté a su lado.
-Dice Mees que si necesitas algo más que le digas -le entregué la ropa que cogió con ambas manos y sonrió.
Había muchos sentimientos emanando de él, pero el que más predominaba era la tristeza, la podía ver como una capa que cubría sus orbes azules. Puse una mano encima de la suya y fue ahí que de sus ojos salieron unas cuantas lágrimas que mojaron sus mejillas. En ese momento mi corazón terminó por romperse.
-Puedes llorar, Elián, yo no te voy a juzgar por eso.
No dijo nada, solo dejó que las lágrimas amargas salieran sin detenerlas y las dejaba fluir como lo hace el agua de un río. Sus hombros temblaban y su pecho subía y bajaba. Sus ojos se pusieron rojos, sus labios se abrían en busca de aire y sus manos apretaban las ropas que tenía sobre las piernas. Lo vi pasarse el dorso de la mano por los ojos un par de veces, con la intención de limpiar cada rastro de aquel llanto, pero aquello era imposible, no podía por más que él quisiera.
-Elián -sentí un nudo en la garganta que estaba a nada de aflojarse y yo también me iba a echar a llorar.
Así que rodeé su espalda con mi brazo y le di un fuerte apretón a su hombro. Él seguía llorando y yo no tenía las palabras correctas para hacerle sentir bien. Pero sabía que tenía que sacar este dolor que le estaba oprimiendo el pecho y ardía, ardía y dolía tanto que yo también lo podía sentir.
-Sé que nada de lo que te diga te hará sentir mejor pero quiero que sepas que estoy aquí, que no te voy a dejar y que puedes contar conmigo para lo que sea. Ahora somos tu familia, Elián, y no te vamos a dejar.
-Gracias, Dev.
Sentí un apretón de su mano y la calidez me embriagó por completo.
-Estás en tu casa y puedes coger todo lo que quieras. Es mejor que te des un baño y descanses, puedo...
-Dev -se giró para verme mejor. Con los puños de su sudadera se limpió debajo de los ojos y tomó aire -. Gracias, gracias por abrirme los ojos y sacarme de ese lugar.
-No es nada, Elián, tú no te merecías ese tipo de tratos.
Lo vi acercarse y dejó un beso sobre mis labios. Fue un pequeño y casto beso, pero despertó todo dentro de mí.
-Te quiero, Dev -no sabía que decir ante esto.
No me lo esperaba la verdad, fue algo sorpresivo y que me dejó un buen sabor de boca.
-Yo me voy -me puse de pie pero su mano seguía sosteniendo la mía. Con el dedo pulgar acariciaba la parte trasera de mi mano. Me gustaba este contacto suyo -. Si necesitas algo ya sabes donde está cada habitación. Mamá te va a llamar para que bajes a cenar.
-Gracias, de nuevo.
Le sonreí y soltó mi mano de a poco. Cerré la puerta cuando estuve afuera y fui directo a mi habitación que quedaba en el pasillo de enfrente al final de este.
Cerré la puerta y me quite la sudadera, dejándola encima de la cama. Desate las agujetas de mis tenis y empecé por quitar uno a uno los botones del vestido que me había puesto para la comida en la casa de Rykel. Él ya se veía mucho mejor y con mejor semblante, al menos el peligro ya había pasado.
Me puse una pijama y baje a la cocina donde mamá y Mees preparaban la cena.
-¿Cómo está Elián?
-Bien, dijo que se iba a dar un baño, ahora baja.
-Ahora que Elián es su hijo adoptivo, ¿él también va a dejar de ir al colegio? -mamá me miró.
-Lo mejor para él es que por ahora no asista, no vaya a ser que esa mujer esté ahí y haga algo en su contra o diga algo.
-Esa mujer no me agrada -arrugue la nariz y me acerqué a ellos para ayudarles.
-Pero a ti nadie te agrada.
-Cállate -le dije al fastidioso de mi hermano.
-Dev, Mees -nos riñó mamá.
-Él empezó -lo acuse.
-Y tú deja de molestar a tu hermana -mamá le dio un manotazo a Mees.
-Bocona.
-Idiota.
-Hey, hey, nada de groserias. Los dos -nos señaló.
Cuando mamá se dio la vuelta Mees me sacó la lengua a lo que yo le mostré el dedo medio y saqué la lengua también.
-¡Mamá! -escondí el dedo en cuanto mamá volteó.
-¿Qué?
-Es Dev.
-Yo no hice nada -mi voz se escuchó inocente y dulce.
-Ya, los dos. ¿Alguien puede avisarle a su padre y a Elián que la cena ya está lista?
-Yo voy -se adelantó Mees, con una sonrisa traviesa en los labios.
Salió de la cocina y a medio camino sacó su móvil.
-¿Te puedo hacer una pregunta?
-Dime -mamá regreso a la isla con unas tazas.
-¿A ti te gusta Elián?
Me atraganté con mi propia saliva y tosí un par de veces.
-¿Eh? -entornó los ojos.
-No te hagas, Devany.
¿Devany? ¿Ella me dijo Devany? ¡Ella me dijo Devany!
-¿Por qué lo preguntas?
-Por como lo miras -dijo rápido.
-No entiendo.
-Sí entiendes, Dev.
-Bueno -pase saliva -. Él me gusta un poco, es solo que...tengo miedo -admití con un deje de tristeza en la voz.
-Te entiendo -al voltear a verla tenía una bonita sonrisa en los labios -. Es normal que te sientas así por lo sucedido la otra vez, pero siento que Elián no es en nada como ese patán.
-¿Lo sientes?
Asintió.
-¿Y cómo es eso?
-Sentido común de madre.
-No entiendo nada.
-No hay mucho que entender, solo debes dejar que tu corazón te diga que hacer.
-¿Y si mi corazón no sabe lo que quiere?
-Lo sabrás, Dev.
Papá junto a Elián entraron a la cocina, pero Mees no venía con ellos. Mamá miró por encima del hombro de mi padre.
-¿Y Mees?
-Se quedó hablando por teléfono.
Eso lo decía todo.
-Tomen asiento -yo me quedé en mi lugar y papá lo hizo al lado de mamá.
-¿Cómo te sientes, Elián? -le preguntó papá.
-Bien, señor Daen. Aún me duele la cabeza pero ya está bajando la inflamación.
-Mi esposa sabe lo que hace, yo les dije que ella te podía curar.
-¿Tomó clases de algún tipo? -le preguntó a mi madre.
-Sí, con un esposo que llegaba herido a la casa dos o tres veces a la semana, tenía que aprender como suturar una herida o sacar balas, curar golpes, ya sabes -se encogió de hombros -, lo típico.
-Lo típico -respondió Elián.
Me tensé en el momento que sentí la mano de Elián cerca de la mía, él fingía que no pasaba nada cuando dentro de mí pasaba de todo. Toda yo era una masa gelatinosa que estaba a nada de resbalar por el taburete.
-Yo no sé donde se ha metido Mees -mamá miró el reloj -. Ya es tarde.
Y sí, era tarde para estar cenando pero con lo sucedido con Elián todo se había retrasado y en lugar de cenar a las seis de la tarde eran más de las nueve de la noche y apenas lo estábamos haciendo, no estábamos acostumbrados a hacerlo a esta hora y esperaba que tampoco se hiciera una costumbre. Afuera el sol seguía iluminando el cielo y no parecía que fuera tal hora, una de las ventajas de que estuviéramos en verano era que los días eran largos, tanto que a veces el astro rey se metía a las once de la noche.
Los dedos de Elián se apretaron más a los míos. Me sentía tan bien que me olvidé que frente a nosotros estaba nuestro padre y si se daba cuenta todo podía salir mal, pero no me importó, solo quería sentir su calidez y dejarme llevar por esto que solo él me hacía sentir en ese entonces.
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