A veces es bueno dejar atrás a las personas.
Dev
Elián no estaba muy convencido de que mi padre lo llevara a su casa, pero tampoco es como que pudiera replicar, Daen De Vaux era intimidante para todos, mucho más para el chico que iba cagado de miedo en los asientos de atrás.
Pobrecito.
—¿Y a qué te dedicas aparte de estudiar?
Le preguntó mi padre, echándole una mirada de reojo a través del espejo retrovisor, cosa de la que Elián no se dio cuenta, menos mal.
—¿Trabajas, haces clases extra, estás en algún club? ¿Algo?
—Está en el equipo de korfball —hablé yo, al ver que Elián no decía nada.
Papá me miró y solo salió un mmmm, de su garganta.
—¿Eres el capitán?
—Sí —estaba nervioso y se podía notar en el tono de su voz, era baja y lenta.
—¿Llevas buenas calificaciones en el colegio?
—Papá ya, esto parece un interrogatorio —le pedí, cruzandome de brazos.
—Solo le estoy preguntando cosas sin importancia a tu amigo, Dev, ¿o no, Elián?
El susodicho solo asintió con la cabeza, apretó los labios y miró a mi padre por el espejo.
—Lo estás asustando.
—¿Yo?
—Sí, tú.
—¿Te estoy asustando, Elián?
—No —musitó Elián.
—Él que puede decir si intimidas a todos con la mirada.
—Pues que se vaya acostumbrando si es que es tu nuevo amigo.
—¿Eh? —levanté una ceja en su dirección.
—He dicho.
Zanjó y dio por terminada la conversación.
Elián le indicaba a mi padre en que calles meterse y donde debía estacionar.
Cuando detuvo el auto suspiré tranquila porque esto no había estado tan mal como yo lo imaginaba, hubiera sido peor y sé que mi padre se contuvo de no seguir preguntando y preguntando a Elián sobre su vida. Aquello hubiera sido muy penoso, aunque para mi padre lo mejor era conocer a las personas con las que me relaciono.
No queríamos que pasara lo mismo que la otra vez.
Baje al mismo tiempo que lo hizo Elián, mi padre apagó el auto y tardó en salir.
—Gracias por esto —lo vi sacar algo de su mochila —. No era necesario.
—Sí lo era —lo seguí.
Sacó la llaves y se adelantó para abrir la puerta.
—La idea de ir al café fue mía pero tú te echaste la culpa —dijo bajo. Me encogí de hombros.
—De todos modos mi padre no me creyó.
—Y aún así no te dijo nada.
—Espera que lleguemos a la casa, me voy a arrepentir de lo que hice.
—¿En serio? —abrió los ojos.
—¡No! —le di un manotazo en el brazo —. Mi padre no es la clase de padres que finge delante de las personas para después regañarte. Él te dice las cosas estés o no con alguien.
—Menos mal —suspiró —. Eso quiere decir que no te va a regañar.
En ese momento la puerta de la casa se abrió y detrás salió una mujer de cabellos castaños y ojos café. Parecía molesta y no se parecía en nada a Elián, eran dos polos opuestos.
—Elián —se giró al escucharla —. ¿Qué horas son estas de llegar a la casa? —se cruzó de brazos, molesta, muy molesta.
—Es que yo...
—Él estaba conmigo, señora.
—¿Y tú eres? —me miró de arriba abajo de manera despectiva.
Ya la odiaba y la odie más en el momento que jaloneó a Elián como si fuera un muñeco de trapo. Desgraciada.
—Mi nombre es...
No pude decirle porque en ese momento y para mi buena suerte mi padre llegó a nosotros.
—¿Pasa algo? —volteé a verlo.
Después miré a la mujer que quitó sus garras de las manos de Elián y lo empujó ligeramente a un lado al ver a mi padre.
—Usted es...
—Sí, Daen De Vaux. Su hijo estuvo con mi hija, ¿hay algún problema con eso?
Todo el color de las mejillas de la mujer se esfumó, estaba pálida, asustada y sorprendida, más que nada la segunda. Era como si hubiera visto al mismísimo demonio.
—No, no, es que yo creí que...
—Pues no ande pensando cosas que no son —le recomendó papá —. Mi hija es amiga y compañera de su hijo así que nos va a tener que ver más seguido, creo que no es un problema para usted, ¿o sí?
—No, no para nada, al contrario —fingió una sonrisa.
Estaba nerviosa, cagada de miedo. Me daba gusto que así fuera.
—Gracias por traerme señor Daen —habló Elián.
Pude notar que la voz le temblaba y evitaba ver a su madre.
—De nada, cuando quieras puedes ir a la casa —sonrió papá.
—Nos vemos mañana, Dev —me dijo adiós con la mano y yo hice lo mismo.
—Hasta mañana, Elián.
Me sonrió antes de pasar al lado de su madre y entrar a la casa. Acto seguido lo hizo su madre y cerró la puerta. Papá me miró y me indicó subir al auto.
—¿Qué pasa con esa mujer? —me preguntó.
Me abrió la puerta, entré y cerró para rodear el auto y subir del otro lado.
—No se lleva bien con Elián, eso me dijo él.
—Pobre chico —encendió el auto y arrancó.
—No me agrada esa mujer —me crucé de brazos y resoplé —. Es despreciable.
—Apenas la conoces.
—Sí pero con solo verla una vez ya sé que no me va a agradar.
—¿Y Elián sí te agrada?
—¡Papá! —chillé —. No me preguntes eso.
—¿Por qué? Eres mi hija y quiero saber si ese chico te gusta.
—No me gusta —volteé a verlo —. Lo digo en serio —levante un dedo y lo señalé —. Elián no me gusta.
—Si tú lo dices —miró por la ventanilla —. Espero digas lo mismo en unas semanas.
—¿Qué quieres decir con eso? —levanté una ceja.
—Yo sé lo que digo, pero una cosa sí te advierto, Dev, él te hace algo parecido a lo que hizo el idiota ese y esta vez no me voy a quedar con los brazos cruzados.
—Lo sé —mis hombros se hundieron.
—Espero no equivocarme con ese chico, sería una lástima que sea como esos patanes.
Yo también esperaba no equivocarme con él.
—¿Y con AnneMarie?
—¿Ella qué?
—¿También la cuidas así como a mí?
—Sabes que ella es una hija para mí y no me gustaría que le hicieran daño, ni a ti ni a ella y aunque Mees es hombre tampoco me gustaría verlo pasar por algo así, los quiero a los tres, Dev, son todo para mí, todos lo son.
Le sonreí cuando me miró y cogió mi mano.
—Eres mi princesa, mi niña —me dio un beso en el dorso.
Cuando llegamos a la casa ya era tarde pero estábamos acostumbrados a dormirnos noche, más que nada Mees cuando se ponía a fumar, a escondidas. Al salir del auto mi madre fue la primera que salió a recibirnos.
—Que bueno que han llegado —papá salió después y cerró la puerta del auto viendo a mi mamá.
—¿Pasa algo? —preguntó.
—Nada malo, pero corre —lo cogió de una mano y lo llevó corriendo dentro de la casa. Lo seguí y al entrar y ver de que se trataba comprendí porque mi madre estaba tan emocionada.
—¡Sorpresa! —frente a mi padre estaba Koert, uno de sus mejores amigos.
Koert había regresado a Ámsterdam después de muchos años de estar lejos, trabajando en otro país.
—Ya llegaron —volteé y Mees estaba en las escaleras.
Mees
Baje las escaleras y junto con Dev fuimos a la sala donde Koert y mi padre se daban un largo abrazo.
—¿Hace mucho que llegó? —preguntó Dev.
Negué con la cabeza.
—Unos cinco minutos a lo mucho. ¿Cómo le fue al tonto ese con papá?
—Bien, se comportó como el padre que es aunque hizo muchas preguntas —me reí.
—Es papá, Dev, ¿qué esperas que haga?
—Que no asuste a las personas.
—Él no es Hein.
—Cierto pero podría ser menos...
—No pidas imposibles, Dev.
La dejé atrás cuando papá y Koert se separaron, el primero puso ambas manos en los hombros de mi padre y lo miraba de arriba abajo, sorprendido.
—No puedo creer que estés aquí.
—Y no pienso irme —le advirtió Koert.
—¿Dónde te estás quedando? —ambos se sentaron en el mismo sofá, yo lo hice al lado de mamá y Dev en un sofá aparte.
—En un hotel, está bien.
—Quédate aquí, es más cómodo para ti.
—No, yo no podría —papá lo interrumpió.
—Somos amigos, Koert, no voy a dejar que te quedes en un hotel cuando aquí hay espacio suficiente —mamá asintió con la cabeza.
—Vas a estar cómodo aquí —añadió mi madre.
—No quiero ser una molestia.
—No lo eres —papá puso una mano sobre su hombro —. Te lo aseguro.
Koert nos miró a todos y al no ver malas caras asintió con la cabeza.
—Me has convencido.
—Bien, dime donde te estás quedando para mandar por tus maletas. Supongo que ya viste a Anne.
—Sí, yo la vi ayer, también a su hija y tu sobrino estaba ahí.
—¿Mi sobrino? —papá frunció el ceño.
—Alen, el hijo de Rykel.
—¿Qué?
Mierda.
Compartí una mirada con Dev, ella también sabía que a Alen le gustaba AnneMarie, todos lo sabíamos, menos nuestros padres.
—No sabía que AnneMarie y Alen se llevaran bien —nos miró a ambos.
—Son amigos —le aclaré a mi padre.
Levantó una ceja, no muy convencido.
—Quizá le estaba ayudando con la tarea.
La tarea, sí.
Cuando papá me volteó a ver asentí con la cabeza.
—Eso —entornó los ojos.
—Vamos —los dos se pusieron de pie y salieron de la sala.
Al ver que ya no estaban cerca, mamá se puso de pie.
—Quizá a tu padre lo puedan hacer tonto, pero a mí no. Tarde o temprano se va a dar cuenta de lo que pasa.
—¿De qué hablas? —le pregunté.
—No soy tonta, Mees De Vaux —me señaló con un dedo —. Sé bien que a Alen le gusta AnneMarie.
—Mamá no...—se metió Dev.
—No me mientan —levantó un dedo —. Soy su madre, por Dios.
—¿Tú sabes de qué habla? —Dev negó con la cabeza.
—No finjan.
—Es que no sé de qué hablas, madre.
—Es que no sé de qué hablas madre —hizo una imitación mía —. Niños.
Y con eso salió de la sala.
Suspiré al mismo tiempo que lo hizo Dev.
—Ella lo sabe.
—Si, ella lo sabe —nos volteamos a ver.
—¿Crees que papá se enoje mucho? —se encogió de hombros.
—Tal vez no mate a Alen porque es su sobrino, nada más por eso.
—Que alivio —Dev rodó los ojos.
—¿Quien me ayuda a preparar algo para Koert?
—¡Adiós! —Dev se echó a correr y subió las escaleras a toda prisa.
—¡Me las vas a pagar, Devany! Algún día pagarás y será lo último que haga.
Le grité desde las escaleras.
—¡Cállate, Gargamel!
—Vamos —seguí a mi madre a la cocina mientras papá le daba órdenes a uno de sus hombres para ir por la maleta de Koert, ya que se iba a quedar en la casa.
Sería bueno tenerlo en la casa, a papá le haría bien tener a su amigo cerca.
—¿Y a ti cómo te va con Elise?
—¿Qué? —me eché un pedazo de fruta a la boca.
—Elise, la hija de Jo —volteé a verla.
Ella batía la harina mientras yo picaba fruta para los pancakes.
—Sí sé quien es ella, mamá.
—Entonces sabes a qué me refiero —puso una mano encima de la mía —. Puedes decirme lo que sea, Mees, soy tu madre y puedes confiar en mí.
—Elise no me quiere cerca de ella, su madre le ha dicho que soy como papá cuando tenía mi edad —suspiré —. Se ha hecho ideas de mí que no son.
Mamá negó con la cabeza y rio.
—Tú no eres como tu padre, de eso estoy más que segura.
—Pero...
—Tú no eres tu padre —me señaló con un dedo en alto —. Tú eres Mees, eres único, diferente e irrepetible —numeró con los dedos —. No dejes que nadie te digas que te pareces a tal o que no te pareces. Demuéstrales que tú estás forjando tu camino y que puedes ser diferente a tu padre.
Sonreí.
—Eres la mejor.
—Tengo a los mejores hijos —se puso de puntitas y me dio un beso en la mejilla.
—¡Mamá!
—Soy tu madre y tengo el derecho a darte besos las veces que yo quiera.
La dejé que hiciera lo mismo y seguimos con los pan cakes.
Todos cenamos en la cocina, menos Dev que se quedó en su habitación y fui yo quien le subió la cena. Koert nos platicó como le fue en Alemania, donde había estado trabajando todos estos años y que es lo que iba a hacer ahora. Dijo que se iba a tomar un tiempo y después iba a buscar otro trabajo que no le quitara tanto tiempo y lo dejara respirar bien. La persona que había ido por sus cosas regresó, papá y mamá le mostraron la que sería su habitación. Le dijeron que estaba en su casa y que podía hacer lo que quisiera, ya ni a mí me decían eso.
Al cerrar la puerta de la habitación me di cuenta que ya era tarde, más de la doce de la noche.
Me quité la sudadera. Fui al baño a cepillarme los dientes y cuando terminé me metí a la cama. Tenía sueño y mañana todavía tenía que ir al colegio, aunque después de lo que pasó con Elise no tenía muchos ánimos de hacerlo.
No dejaba de pensar en sus palabras y las que me había dicho mi madre ahora hacían eco en mi cabeza. Ella tenía razón, yo no era como mi padre cuando tenía mi edad y si así era quien sea que estuviera mi lado debía aceptarme tal cómo era, así como ella aceptó a mi padre y nunca lo cambió, lo amaba así porque así era él.
Cogí el móvil y fui a las fotos que tenía. Observé una que tenía con Elise.
—Lo siento, Elise, pero sino me quieres como soy entonces no eres mi chica.
Dejé el móvil a un lado y suspiré.
La quería, de eso estaba más que seguro, pero ella a mí no y eso me jodía demasiado.
****
—¿Qué hacemos aquí? —volteé a ver a Haden.
Ahora traía unas gafas puestas y en sus manos sostenía una bolsa con papas.
—¿Puedes dejar de comer? —le pedí.
Se bajó un poco las gafas por el puente de la nariz y me miró.
—No. Ustedes fuman, yo como, cada uno se mata a su manera —se acomodó las gafas y siguió comiendo —. De algo me he de morir y que mejor que sea por la comida.
—Eres como tu padre.
—¿Qué hacemos aquí? —volvió a preguntar Haden —. ¿Y dónde mierda está Alen?, somos el cuarteto invencible.
—A mí no me incluyan en su trío de tontos —espetó Dev, a mi lado.
La miré de reojo.
—¿Pero qué te pasa? Si estar con los primos es lo mejor que te pueda pasar en toda tu vida.
—Cierra el pico, Haden. Alen anda por ahí, metiendo la lengua hasta la campanilla a AnneMarie.
—Ugh —Haden hizo una mueca.
—Así cómo tú quieres metersela a Elián.
—¡Haden! —le gritamos Dev y yo.
—Cierra el pico, Haden.
—Ahora regreso —Dev se puso de pie y cogió su mochila.
No pude preguntarle donde iba y tampoco era necesario, menos cuando me di cuenta que se acercaba a Elián que ya había dejado de entrenar.
Dos chicas subieron los escalones de las gradas y se acercaron a nosotros, una de ellas era una compañera de Elián y la otra no la había visto o quizá sí la había visto pero no le presté atención.
—Mees —se presentó la rubia.
—Hola...—me callé cuando recordé que no me sabía su nombre.
—Ilse —se presentó —. Ella es Lieve —puso las manos en los hombros de su amiga que se veía tímida.
—Hola —levanté una mano.
—Hola —dijo Haden.
—Lieve y yo nos preguntamos si les gustaría ir a tomar un café a la hora de la salida.
Volteé a ver a Haden que se encogió de hombros.
—Sí, claro, a la hora de la salida.
—¿En serio? —parecía estupefacta.
Pude notar que a Lieve se le pusieron las mejillas rojas y no le quitaba la mirada de encima a Haden que seguía comiendo e ignoraba lo que pasaba a su alrededor.
—Sí —les sonreí —. Las vemos en el café.
—Sí-sí —dijo Ilse.
—Bien, nos vemos ahí, chicas.
Ilse dijo adiós con la mano y su amiga casi se echa a correr y por poco tropieza.
—A ti no te gustan las rubias —murmuró Haden a mi lado —. Además, ¿no se supone que te gusta Elise?
—Elise me mandó a la mierda —espeté.
—Pero te gusta —volteé a verlo.
—Pero me mandó a la mierda —hizo un puchero —. Te imaginas ser yo y querer demostrarle a una chica que no eres lo que ella piensa que eres y por eso intentas cambiar, ser otra persona, algo que odias, solo por ella para que al final no se dé cuenta y no vea que de verdad quisiste hacer las cosas bien, pues a la mierda. Si alguien me va a querer que sea por lo que soy no por lo que aparento ser.
—Lo siento.
—No lo lamentes. Quiero a Elise, de verdad la quiero pero ya pasó.
—¿Quieres papitas? —entorné los ojos y me eché a reír cuando me ofreció de las papas que había en su bolsa.
—Tú no cambias, Haden, nunca lo hagas.
—Lo prometo —cogí un poco de papas y me las eché a la boca.
—Voy a fumar un poco —me quité la grasa de los dedos.
—Te veo a la hora de la salida.
—Te veo ahí —me puse de pie y baje las gradas.
Fui a la parte trasera del colegio, donde los que fumaban se escondían en ese lugar. Nadie de los directivos venía a este lugar, quizá no sabían que existía este sitio o tal vez sí lo sabían pero todo el dinero que nuestros padres les daban era el incentivo para ignorarlo y mirar hacia otro lado.
Al darle la primera calada al cigarrillo sentí una mano en mi hombro. Al voltear me di cuenta que era Elise, no me sorprendió verla aquí, todos sabían de este lugar.
—¿Qué haces aquí, Mees?
—Fumando —le mostré el cigarrillo entre mis dedos.
—¿Por qué?
—Porque esto es lo que hago, Elise —espete —. Quizá no te habías dado cuenta pero sí, soy como mi padre y no lamento en nada que así sea. No me quieres a tu lado y está bien, es mejor para ti no tenerme cerca, soy una mala persona, Elise.
—Pero tú...
—Tú madre no me quiere cerca de ti, Elise, eso es lo mejor para ti —vi un deje de tristeza en sus orbes. Me sentí mal por un momento pero recordé lo que dijo mi madre, Elise no me quería por ser lo que yo era, quien quisiera estar a mi lado debía aceptarme así, no era tan mala persona, había personas más mierda y tenían a su lado a alguien, yo me merecía algo así, ¿no?
—Es que yo...—se estrujó los dedos —. Quería hablar contigo.
—Es mejor que te vayas, Elise.
Me di la vuelta, no supe en qué momento se fue, pero esperé un buen rato hasta asegurarme que así fuera.
Fui un hijo de puta con ella, no había justificación o excusas. Su madre la quería lejos de mí, pues así sería. Me iba a olvidar de ella e iba a fingir que esto que sentía no me estaba quemando el pecho.
Dev
—¡Elián! —le grité en cuanto estuve abajo de las gradas.
Mees y Haden se habían quedado viendo quien sabe qué. A ellos les gustaba perder el tiempo.
—Hola, Dev —me sonrió cuando estuve frente a él.
—¿Cómo estás? —cogió una toalla y se secó el sudor de la frente —. Anoche...tu madre se veía muy molesta.
Elián sonrió.
—Mi madre es así —se encogió de hombros. Dejó la toalla en la banca y cuando cogió la botella de agua pude ver una marca de color morado alrededor de su muñeca.
—Elián —cogí su mano. Él miró a ambos lados —. ¿Qué es esto?
—Dev, no...
—¿Quien te hizo esto, Elián?
—Es mejor que hablemos esto en privado.
Guardó la botella de agua y la toalla en la mochila, salimos de la cancha para ir a las regaderas. En todo el camino no soltó mi mano y me llevó con él. El entrenamiento ya había terminado y ahora los chicos iban a las regaderas.
—Espérame aquí —me dejó en una de las bancas que estaba en el pasillo —. No tardo.
—Ok —me senté y esperé ahí.
Dejé la mochila encima de la banca y subí los pies para cruzarlos. Saqué mi móvil y me di cuenta que tenía mensajes en el grupo de Whatsapp que teníamos los primos De Vaux.
Mensajes sin leer.
La familia chiflada:
Alen:
¿Vamos al café?
Hennie:
¿Vas a ir solo?
AnneMarie:
No, yo voy con él.
Hennie:
¿Desde cuando AnneMarie está dentro de este grupo y por qué nadie me había dicho nada? 👀
AnneMarie:
¿Y por qué yo no sabía que existía este grupo?
Ro:
Porque tú no estás chiflada, cariño.
Alen:
Marie y yo somos novios y fui yo quien la metió al grupo. ¿Van o no?
Ro:
Yo no puedo, sigo con Joep buscando el maldito número de serie del arma.
Mees:
Yo sí voy.
Haden:
Yo también, ahí nos vemos 😉
Alen:
¿Ro, estás con Joep o el ruso?
Ro:
Cállate, molesto
AnneMarie:
¿Cual ruso? ¿De qué hablan?👀
Ro:
Que tu novio te diga, bye.
Yo:
Yo voy, los veo allá. Creo que Elián también va.
Mees:
¿Y por qué él? 😒
Yo:
Por que sí, no seas molesto.
Mees:
Deva...
Yo:
Adiós, nos vemos en el café.
Mees estaba escribiendo pero antes de ver el mensaje me salí y bloquee la pantalla, guarde el móvil en mi mochila y la cerré. Elián no tardó en salir, aún con el cabello húmedo, algunas gotas caían de las puntas de su cabello.
—¿Ahora sí me vas a decir quien te hizo eso? —señalé sus brazos que estaban cubiertos por una camisa de mangas largas, de color negro —. Elián —me crucé de brazos al ver que no decía nada.
—Ven conmigo —miró a su alrededor.
Me cogió de la mano y fuimos a la cafetería, había algunos alumnos, pero los demás estaban en clase. Dejé mi mochila al igual que lo hizo Elián.
Se subió las mangas de su camisa hasta los codos y había más marcas como la de las muñecas.
No pude evitar pasar mis dedos por estas. Un escalofrío me recorrió por completo, desde los pies hasta el último de mis cabellos.
—Si alguien del colegio te está golpeando debes decirlo, tiene que pagar por lo que hace.
—No es nadie del colegio, Dev —lo miré, con el ceño fruncido.
—Pues quien sea que lo haga...
—¿Qué puedo hacer si es mi propia madre la que me golpea, Dev? —sus ojos estaban cristalinos.
—¿Qué? —se formó un nudo en mi garganta.
Pase saliva.
—¿Qué? ¿Tu-tu madre? —por inercia cogí sus manos entre las mías. Las suyas estaban heladas.
—Ella me odia, Dev, me odia.
—¿Por qué?
—Tú lo viste ayer, yo no me parezco a ella sino a mi padre y por eso me odia, porque cada día le recuerdo al hombre que la dejó y se fue lejos para no verla, para no vernos. Cada día le recuerdo a ese hombre y por eso hace lo que hace.
—No, pero...está mal.
—Es mi madre, Dev —dijo resignado y aquello fue lo que más me rompió el corazón.
—¡Pero está mal! —grité bajo.
Me deslicé más cerca de él.
—No puedo hacer nada —habló bajo —. Es mi madre.
—Pero sigue estando mal. No porque sea tu madre vas a permitir que lo siga haciendo, nada la justifica, no tiene porqué hacerlo. Lo que debería hacer mejor es ir a terapia porque claramente está mal de la cabeza.
Sentía tanto coraje y había tanto coraje en mi voz.
—No puedo hacer nada, no por ahora. No la puedo dejar sola.
—Ella no se merece nada de ti, Elián, ni siquiera lastima. Es una mala mujer que no debe desquitar sus frustraciones con su hijo que no tiene la culpa de nada de lo que haya pasado con tu padre.
—Pero ella no lo ve así.
—Pues que mierda.
Espete. Molesta. Estaba a nada de ir y gritarle un par de cosas para que dejara de hacer lo que estaba haciendo.
—Lo que sea que quieras hacer, olvídalo —dijo. Volteé a verlo.
Fruncí el ceño. ¿Cómo es que él sabía que yo quería hacer algo?
—Lo veo en tus ojos —señaló —. La determinación en ellos, de ir y gritarle, reclamarle. No lo hagas.
—No me puedes detener —mascullé.
—Por favor, Dev. Mi madre puede ser muy...
—No me importa lo que sea ella, yo no voy a dejar que te vuelva a poner un dedo encima. ¿Me escuchas, Elián?, no te va a poner un dedo encima.
—Eres muy determinada, Dev, y eso es lo que me gusta de ti, pero ella es mi madre.
—Una mala madre si me dejas decirlo.
—Los padres no son perfectos —se encogió de hombros.
—Yo no he dicho lo contrario, Elián, pero te juro por mi vida que mis padres nunca nos pondrían un dedo encima a Mees o a mí.
—Tus padres son geniales, Dev, eres afortunada.
—Quisiera eso para ti, Elián.
Apreté los labios.
Sin darme cuenta mis dedos estaban acariciando la piel de sus manos. No era suave, ni tersa, eran simplemente las manos de un chico que jugaba korfball.
—No todos podemos tener una vida perfecta, Dev —suspiró.
—¿Vamos al café?
—¿Me estás invitando a tomar un café? —levantó una ceja.
—¿Aceptas o no?
—Vamos —sonrió.
Apreté sus manos entre las mías.
Robin
Habíamos estado toda la mañana aquí, buscando el maldito número de serie de la ametralladora que Haden y Mees habían encontrado en el Geen. Joep la desarmó por completo y empezó por limpiar cada una de las piezas.
Khail se unió a nosotros y también buscaba ese número, teniéndolo podíamos saber quien era el distribuidor y por ende quien había sido el responsable de ese ataque.
Joep había ido a la cocina, ya que tenía hambre y todavía faltaba mucho para terminar.
—Las balas también tienen número de serie.
Dijo Khail.
—Revisamos todas las que estaban en el pub y no, no hay nada —cogió la lupa y la apuntó a la pieza que tenía en las manos.
—Mierda.
—Me gusta cuando dices palabrotas, ruso —dejó la lupa encima de la mesa y se giró a mí.
—¿O sea que yo te gusto? —levantó una ceja.
Su mirada era lasciva.
—No te hagas ilusiones —puse una mano en su duro pecho.
Me acerqué para dejar un beso sobre sus labios y sonrió cuando estos se rozaron. Nos separamos justo en el momento que Joep entró a la habitación. Khail regreso a su lugar y siguió buscando.
—¿Aún nada? —volteé a ver a Joep.
En las manos traía un plato con fruta y unos sándwiches.
—¿Mamá está en la cocina?
—No, me robé esto. No le vayas a decir.
Seguí limpiando el arma.
—¿Han encontrado algo?
Negué con la cabeza. Volteé a ver a Khail.
—No hasta ahora.
Khail se hizo un lado y dejó que Joep observe la pieza, puso la lupa y Joep se acercó para ver mejor.
—Mierda, mierda, mierda —repetía una y otra vez Joep.
—¿Qué? —se hizo a un lado y se pasó ambas manos por el rostro, molesto.
—Mira eso —señaló Khail.
Había un número de serie en ruso.
—¡Tú maldito ruso de mierda!
Khail dejó las cosas cuando Joep se acercó precipitadamente a él, con la intención de golpearlo.
—¡Yo no hice nada! —Khail se quedó en su lugar, sin amedrentarse por las amenazas de Joep.
—¿¡No hiciste nada!? ¡El maldito número de serie es ruso! ¿Dime que no eres tú quien mandó a esos sujetos al Geen? ¡Dímelo! Mierda —con la mano arrojó todo lo que había encima de la mesa.
—Él no fue, Joep —me puse en medio de los dos.
—No lo defiendas, Robin. Lo estás viendo, ese número es ruso.
—Sí y cualquier persona pudo alterarlo.
—¿¡Qué!? —Joep me miraba estupefacto —. No puedo creer lo que estás diciendo.
—Tú mejor que yo sabes que eso se puede hacer, ¿o no?
—Sí.
—Entonces vamos a descartar al ruso —espeté —. Aquí en Ámsterdam hay una fábrica clandestina de armas.
—Está a las afueras de la ciudad, Robin.
Joep empezó a levantar todo lo que había en el piso.
—Es peligroso ir ahí.
—No me importa.
—Yo voy contigo —se adelantó Joep.
—Si tú vas yo también —Khail estaba apoyado de la mesa con los brazos cruzados.
—No es necesario que vayas.
—Lo es —cuando Joep se dio la vuelta Khail me hizo un guiño.
—Vamos los tres —finalice —. Y tú levanta eso —señalé lo que todavía había en el suelo.
Salí de ahí y pude escuchar a Joep quejarse.
—Rubia —escuché a mi espalda.
Al darme la vuelta Khail venía hacia mí. Miré a todos lados y lo llevé al pasillo del despacho, el que conectaba con la parte de atrás de la casa.
—¿Qué?
—¿Por qué me defendiste con Joep?
—Porque estoy segura que tú no serías capaz de traicionar a mi padre —me crucé de brazos —. Porque si lo haces no me voy a tentar el corazón en matarte, Khail, y estoy segura que no quieres eso, ¿o sí?
Negó con la cabeza.
—Nunca lo haría —sonreí.
—Lo sé —con dos dedos cogió mi barbilla y me acercó a él.
Y es que tampoco tenía que hacer tanto esfuerzo para tenerme cerca de él, porque eso era lo que yo más quería.
Pero su móvil empezó a sonar, hice un gesto de disgusto y apoye la espalda en la pared detrás de mí, a la vez que él sacaba el aparato y respondía.
—Papá, hola.
Es papi suegro, Ro.
—Estoy bien, sí, te iba a llamar —se rascó la nuca —. Lo siento. Ya está firmado, te lo he mandado por correo, sí, bien. No —su voz se escuchó baja cuando dijo esto último —. Creo que de eso debemos hablar —me miró —, puede ser que sí. Lo sé, lo sé.
Se hizo un largo silencio en el que Khail solo respondía con sí, no, lo sé, no lo sé, aún no. Su padre le estaba dando un sermón y lo supe por su cara.
—Yo te aviso, tú también. Me avisas cualquier cosa, te amo.
Colgó y se guardó el móvil en el bolsillo derecho de sus pantalones. Dio un paso hacia mí y me acorraló entre él y la pared. Yo seguía con los brazos cruzados.
—Era mi suegro —levantó una ceja.
—Era él —con los nudillos acarició mi mejilla. Su toque era cálido y me reconfortaba. Todo de él me hacía sentir bien, nada de lo que estaba pasando afuera me podía afectar, porque con tan solo saber que Khail estaba ahí yo estaba bien. Y eso no estaba bien para mí, nunca me había pasado nada así y me aterraba.
—Me aterra pensar que te estás metiendo en cada parte de mi ser —cogí el cuello de la camiseta que traía aquel día y lo atraje a mí.
Olía bien, joder, olía más que bien.
—Y a mí aterra pensar que puedo llegar a sentir algo más por ti —me dio un beso en la frente y sus labios se quedaron pegados unos segundos, los que aproveché para olisquear un poco y sentir el calor que su cuerpo emanaba.
Sus manos sostenían mis caderas y me atrajeron a su cuerpo.
—Nunca me había sentido así, con nadie —admití.
—Ni yo —se separó un poco de mí, solo para dejar un beso en mis labios —. Me estoy volviendo loco por tenerte de nuevo —otro beso fue depositado en mis labios.
Los suyos estaban húmedos, apetecibles, tan cerca de lo míos que me era imposible no pensar en besarlos, probarlos una vez más.
—Me estás matando, Khail —lo atraje a mí, hasta que no quedó ni un centímetro entre nosotros.
Mis labios se ciñeron a los suyos en un beso ardiente que nos estaba quemando a los dos y el cual estábamos necesitando tanto. Era una maldita tortura tenerlo tan cerca y no poder estar pegada a él cada segundo del día. Porque eso era lo que más anhelaba.
Su lengua se deslizó peligrosa dentro de mi boca, sus labios hacían opresión contra los míos y su pecho se apretaba a mi pecho. Sus manos juguetonas acariciaban cada parte de mi cuerpo que podía tocar, se deslizaron por mi estómago y con los dedos tocaba la piel de mi vientre. Mi piel se erizó con ese simple toque. Estábamos ansiosos, deseosos de estar de nuevo juntos.
—Me encantas —murmuró cerca de mis labios, sin separarme de él.
—Y tú me encantas más, ruso.
—Rubia —su mano subió a mi nuca, donde hizo opresión con los dedos y de nuevo me atrajo a él para devorar mis labios.
Puse mis manos en su pecho y lo aparté antes de que esto llegara más lejos de lo que ya había llegado.
—Ahora no.
—Entiendo —se pasó el pulgar por los labios, que estaban rojos e hinchados —. Pero no me puedes privar de tus labios —me señaló con un dedo —. Estaré entre tus piernas, rubia.
Me hizo un guiño y se dio la vuelta para regresar al lobby.
Yo sentía que todo mi cuerpo estaba caliente, yo estaba en llamas. Necesitaba despejar mi cabeza y dejar de pensar en sus besos que me volvían loca.
Recobré la poca compostura que me quedaba cuando Khail me besaba y fui a la cocina, donde mi madre miraba su móvil.
—Creo que pasas mucho tiempo mirando esa cosa —señalé el aparato. Lo hizo a un lado y cogí una manzana que había en el frutero.
—Estoy buscando una receta. Desde que Teté no está todo es más....
—Lo sé —no dejé que terminara —. La extraño mucho —había un deje de tristeza en mi voz.
—Y yo la extraño también —suspiró —. Y su comida.
—Tenía un rico sazón —sonrió —. Pero ella está en un lugar mejor, si es que el cielo existe —mamá entornó los ojos —. ¿Y papá donde está?
—Fue con Hein y Daen, no me dijo a qué pero supongo que por lo del Geen. ¿Lo necesitas mucho?
—No, cuando llegue me avisas, ¿sí?
—Yo lo hago, ¿me ayudas a preparar la comida?
—Adiós —le dije con la mano.
—¡Robin De Vaux!
—¡Chao!
Haden
Llegamos al café y las chicas todavía no estaban ahí. Dev dijo que iba a ir con Elián y creo que eso no le gustó a Mees porque en todo el camino no dejó de repetir lo mismo.
—Le pone un dedo encima y lo mato, lo mato —levantó un dedo.
Menos mal que ya habíamos llegado.
—Ya dijiste eso como un millón de veces —volteé a verlo.
—Pues lo seguiré diciendo —apagó el motor y salí del auto.
Detrás de mí salieron Alen y Anne que estaban muy juntitos.
—Cuando Daen te vea con ella te va a matar —los señale, dándole la espalda a la puerta —. Yo quiero ver eso —Alen entornó los ojos y me mostró el dedo medio.
—Jódete.
—Jódeme —Mees cerró las puertas y resopló.
—¿Cuando va a ser el maldito día que cierren las puertas? Me joden.
—Haden —habló Anne.
—Voy a disfrutar cuando te rompa la nariz.
—Haden.
—Lo voy a disfrutar.
—¡Haden voltea!
Fue demasiado tarde porque choque con alguien.
Mees gritó, yo grité, alguien detrás de mí gritó también. Al darme la vuelta me di cuenta que era la chica que estaba con la rubia que se acercó a nosotros en las canchas.
—Lo siento, lo siento tanto —le ayudé a ponerse de pie. Recogí su mochila. Se puso las gafas y se quitó los cabellos de la frente.
—No, yo...no me fije.
—Fui yo el que no se fijó —me rasque la nuca.
—Bien hecho, Haden, le has roto las gafas —Mees me dio una palmada en el hombro a la vez que ma pasaba una de las micas de las gafas —. Cagandola como siempre.
Cogí la mica.
—Bien hecho, Haden —Alen y Anne pasaron a mi lado.
—Gilipollas —los dos se rieron y entraron al café —. No sabes cuánto lo lamento.
—No te preocupes —me quitó la mica de las manos —. Ya los tenía que cambiar —se quitó las gafas.
—Sí, pero...yo te los voy a pagar —levantó la cabeza —. Es lo menos que puedo hacer.
—No es necesario.
—Insisto.
Sonrió.
—Es que...
—Puedo ser muy, muy molesto cuando me lo propongo y sé que no quieres eso, de verdad no lo quieres —una sonrisa se formó en sus labios —. No lo quieres —insistí.
—Ok.
—¡Bien! Mañana a la hora de la salida —la señalé.
—De acuerdo —le abrí la puerta del café.
—Las damas primero —pasó a mi lado —. ¿Y tu amiga?
—Allá —señaló una mesa donde estaban ella y Mees, que no se veía para nada incómodo con la rubia.
Alen y Anne estaban en otra mesa.
—¿Buscas a alguien? —preguntó Lieve a mi lado.
—A mi hermana —seguí buscando pero ella no estaba —. Busca una mesa ahora te alcanzo —asintió con la cabeza y fui hacia la barra donde solo estaba Mannes.
—Haden, hola —estrechamos las manos.
—¿Hennie no ha venido? —negó con la cabeza.
—No, todavía no llega, ¿ella va a venir?
—Se supone que sí, ¿puedes ir a tomar los pedidos? —señalé la mesa donde estaba Lieve.
—Sí, ahorita voy.
—Bien —golpeé la mesa con la mano y me alejé a donde estaba Lieve.
Me senté frente a ella. Subí mis manos a la mesa y suspiré.
—No es necesario que estés conmigo —musitó.
—¿Perdón?
—Estás aquí porque Ilse invitó a tu primo y por ende estás aquí, sino...
—¿Quien te dijo que me quiero ir? —levantó ambas cejas, sorprendida.
Me fije bien en ella y no era fea, solo que con esas gafas enormes y el flequillo en la frente no se apreciaba bien. Tenía unos bonitos ojos de color miel, su cabello era corto, a la altura de sus hombros, de un tono castaño y dos hoyuelos se formaban en sus mejillas.
—Es que como tú eres un De Vaux, por eso —se encogió de hombros.
—No entiendo —Mannes llegó a nuestro lado.
—¿Qué les voy a traer? —con la mano señalé a Lieve.
—Yo quiero una malteada de galleta y unos panecillos —Mannes anotó y después se dirigió a mí.
—Yo quiero un capuchino y unos brownies.
—Ahora regreso —Mannes se dio la vuelta para ir detrás de la barra.
—Ahora sí dime que es eso de que como soy un De Vaux.
—Pues eso —subió las manos a la mesa —. Te he visto con chicas muy guapas.
—Ah, es eso —asintió con la cabeza. Parpadeó y buscó algo dentro de su mochila —. Ninguna de ellas ha sido mi novia, si es lo que tú piensas.
—Pero...—sacó un estuche y de este otras gafas.
—¿Tienes dos? —asintió.
—Por si las otras se me rompían —se las puso y estas eran más horrorosas que las que le rompí. La pasta era negra y gruesa.
—No, no —se las quité y las guardé en el estuche.
—¿Qué?
—No me gustan.
—¿No te gustan mis gafas? ¿Por qué?
—Son horribles —abrió la boca, sorprendida.
—¿Qué?
—No me gustan y ya —me encogí de hombros —. Mañana te voy a llevar a comprar las que rompí y serán las que yo quiera.
—Pero...
—No, no.
—Pe...ro
—Ya dije —sonrió.
—Eres agradable.
—Es el encanto De Vaux —suspiró.
—Nunca había estado así de cerca de ninguno de ustedes.
—No te pierdes de mucho.
—Ustedes son como un sueño hecho realidad. Todos son hermosos, guapos, atractivos y...
—¿Qué dices? —fruncí el ceño.
—Lo dije en voz alta, ¿verdad? —asentí —. Es que...Acercarse a ustedes es imposible.
—No somos dioses inalcanzables.
—Eso es lo que tú crees. Son hijos de los De Vaux, tienen una buena posición económica, son los más populares del colegio.
—¿Somos?
—Sí, tú también.
—Yo no sabía que era popular —levantó una ceja —. No he hecho nada para "ser popular", soy torpe, me la paso comiendo todo el día, no hablo com casi nadie que no sean mis primos, no tengo un buen auto.
—Solo con llevar ese apellido ya eres reconocido, Haden.
—Vaya —suspiré y miré a Lieve unos segundos —. Pero de ahora en adelante podemos ser amigos, así te vas a dar cuenta que no soy nada de lo que tú piensas.
—¿Tú y yo amigos?
—Sí, ¿no quieres?
—¿Qué si no quiero? Cualquiera quisiera ser tu amiga.
—Ya, pero yo no quiero que cualquiera lo sea, te lo estoy pidiendo a ti —extendí mi brazo, esperando que me estrechara la mano —. ¿Amigos?
—Amigos.
Me sonrió.
Robin
En cuanto supe que mi padre ya había llegado fui directamente a su despacho. Toque dos veces con los nudillos la puerta de su despacho.
—Pasa.
Cogí el picaporte con una mano y con la otra empujé la pesada madera.
—Hija, eres tú —estaba revisando unos papeles.
—Necesito hablar contigo —señaló el sillón frente al escritorio. Él se sentó del otro lado.
—Dime.
—Encontramos un número de serie en una de las piezas de la ametralladora, pero es falso.
—¿Es falso?
—Sí, revisando la pieza nos dimos cuenta que debajo había otros números, así que es falso.
—Que mal.
—Lo sé, pero recordé que a las afueras de la ciudad hay una fábrica...
—Ya sé a donde vas —pensó —. Pero es peligroso que vayas sola.
—No voy a ir sola, Joep y Khail me van a acompañar. No voy sola.
—¿Cuando irían?
—Mañana temprano para regresar por la noche —suspiró.
—No sé, Robin, es peligroso. Más hombres pueden ir con ustedes.
—Si llevamos más hombres se van a dar cuenta de que algo pasa. No somos la clase de personas que se cuidan tanto las espaldas, esa será una prueba para nuestros enemigos de que algo anda mal y no podemos levantar sospechas de nada.
—Tienes razón pero no te quiero arriesgar a nada, Ro, eres mi única hija y ya te he expuesto mucho.
—Voy a estar bien, papá. Lo juro.
—De acuerdo —no estaba muy convencido —. Pero se van a ir bien equipados.
—Gracias.
—Eres una testaruda.
—Me parezco a ti. Digna hija de Rykel —le saqué la lengua y negó con la cabeza.
🌸🌸🌸🌸
¡Hola! Espero hayan comentado mucho porque así me dan más ganas de subir capítulo, además de que este ha sido más largo lo que conlleva a pasar más horas escribiendo. Espero les haya gustado.
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