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Capítulo 13.

Los De Vaux pueden ser padres celosos.

Alen

Observaba su mano encima de la mía y no podía creer que esto estuviera pasando. Estaba al lado de Marie, la chica de la que me había enamorado sin siquiera saber en qué momento pasó pero había sucedido y ahora no tenía remedio.

Me gustaba todo de ella, desde su cabello hasta sus orbes de color miel. Tenía una hermosa sonrisa y sus besos, sus besos eran...

—¿Por qué me miras tanto? —sus labios se movieron.

Pase la lengua por mis labios y subí a sus ojos, tenían una hermosa chispa de felicidad.

—Es que eres hermosa —lo dije sin pensar. Cuando me di cuenta de lo que había hecho ya era tarde.

—¿Crees que soy hermosa? —asentí con la cabeza —. Soy un caos, Alen.

—Pero eres mi caos, Marie, mío y de nadie más —sonrió.

—¿Así te gusto?

—Tú me encantas —se acercó lentamente y apretó sus labios a los míos.

Dejó un suave y corto beso sobre mis labios para después separarse. Se pasó un mechón detrás de la oreja.

—¿Escuchaste eso?

Con ella a mi lado no podía escuchar ni mis pensamientos.

Se puso de pie y me cogió de la mano para salir de su habitación.

—Shhh —se llevó el dedo a los labios. Avanzamos por el pasillo hasta que llegamos a las escaleras. Nos quedamos ahí para escuchar lo que pasaba abajo —. Koert ya llegó —asentí con la cabeza.

—¿Cómo estás? —ese era Koert.

—Bien, ¿y tú?

—Bien. No puedo creer que hayan pasado tantos años. No has cambiado en nada, sigues siendo la niña linda y tierna.

—Y tú sigues siendo el chico malo, ¿no?

Koert se rio.

—¿Por qué se ríe? —Marie volteó a verme.

—Ni idea —murmuré igual que lo hizo ella.

—AnneMarie debe estar muy grande.

—Lo está, ya no es una niña. ¿Quieres verla?

—No sé si ella me recuerde.

—Claro que sí.

—Ven, ven —caminamos rápido, de regreso a su habitación.

Dejamos la puerta abierta y escuchamos pasos venir hacia nosotros.

—Rápido, finge que haces algo —cogí un libro que tenía encima del escritorio y lo empecé a leer, ella miraba su móvil.

—Koert ha llegado —la tía Anne entró a la habitación —. Bajen, por favor —volteamos a verla.

—Vamos —Marie dejó su móvil en la cama.

—Ese libro está al revés —indicó la tía Anne y me di cuenta de lo estúpido que me veía sosteniendo el libro al revés —. Vamos, Alen.

Las seguí escaleras abajo y en la sala estaba él: cabello negro, ojos verdes, la misma edad que el tío Daen. Traía una camisa negra de mangas largas y un pantalón del mismo color, se veía relajado, feliz, alegre. Creo que ver a la tía Anne lo hacía feliz.

—Tú debes ser Alen, el hijo de Aleid y Rykel —se dirigió a mí. Me entregó la mano y la acepté, le dio un apretón —. Te pareces a tu padre, pero con la mirada de tu mamá.

—Gracias, creo que todos dicen lo mismo —nos soltamos de la mano y ahora se dirigió a Marie que estaba a mi lado.

—Y tú eres AnneMarie, ya no eres una niña —se dieron la mano —. Hace tanto que no venía aquí, ustedes ya no son unos niños y nosotros somos cada día más viejos.

Dijo con algo de nostalgia.

—Ahora que veas a Daen y a Lievin.

¿Por qué no fue a ver al tío Daen primero? Se supone que a pesar de la distancia seguían siendo amigos junto a Lievin. Siempre lo fueron, se conocían desde pequeños.

—¿Cómo está Daen? —se dirigió a mí.

—Bien, hemos tenido algunos problemas, pero él está bien.

—Vi algo de eso, se metieron al Geen, ¿cierto?

—Menos mal que AnneMarie no fue ese día.

—Iba a estar bien, mamá.

La tía Anne solo miró a su hija. Nos pidió ir a la sala mientras ellas servían algo de beber.

—¿El tío Daen sabe que estás aquí?

—Sí —estaba sentado frente a él —. Le dije que iba a regresar pero que tenía que hacer algo antes de verlo, mañana voy a verlo.

—Él va a estar muy feliz de verte —sonrió, feliz.

—¿Sigue siendo igual de impulsivo como cuando joven?

—No, ya no es así, ahora es un padre responsable que cuida de sus hijos, se hace cargo de los negocios, ama a su esposa y es un buen tío —Koert negó con la cabeza.

—Nunca pensé que mi amigo fuera el primero de los tres en tener hijos. Era tan...diferente.

Su voz tenía un deje de melancolía y tristeza.

—¿Tú por qué no te casaste? —Marie entró junto a su madre con una jarra y cuatro vasos en las manos.

Koert volteó a ver a Marie por la pregunta que le había hecho. Después volteó a ver a la tía Anne y tragó saliva.

—Nunca encontré a la mujer que me hiciera querer casarme y tener hijos.

—¿Nadie? —pregunté yo —. Tuvo que haber alguien, ¿no?, una novia.

—Hubo alguien pero nunca se dio nada. Yo la quise mucho.

Koert cogió el vaso y le dio un gran trago, de vez en cuando miraba a la tía Anne. Marie y yo sabíamos que hablaba de su madre, pero no podíamos decir nada porque se supone nadie sabía eso. Lo descubrimos un día que los adultos hablaban y salió la plática del porque Koert se había ido y como es que la tía Anne tuvo a Marie sola.

—Pero quizá no sea demasiado tarde —Marie se sentó a mi lado y la tía Anne en el otro sofá —. Quizá esa mujer que tú quisiste no tenga a nadie a su lado y si tú la buscas puede ser que se dé algo entre ustedes.

—No creo que eso pase —se puso nervioso.

Los dos se pusieron nerviosos.

Marie y yo compartimos una mirada.

—Marie tiene razón, quizá si tú hablaras con ella...no sé, ella y tú.

—Chicos no sigan —pidió la tía Anne.

Para ella debía ser incómodo hablar de esto, con nosotros ahí, sabiendo que era ella la mujer de la que Koert se refería.

Cambiamos de tema y hablamos del trabajo de Koert y como es que ahora estaba aquí y por lo que parecía se iba a quedar a vivir aquí, después de tanto tiempo iba a regresar a casa, con su familia y amigos. Le ayudé a la tía Anne a servir la comida y platicamos de todo, informando a Koert de todo lo que había pasado en todos estos años que él no estuvo. Él no podía creer que su amigo tuviera dos hijos, que Rykel al igual que Hein también ya fueran padres y que sus hijos ya estuvieran tan grandes, como él dijo. Era sorprendente que hubiesen pasado tantos años y tantas cosas.

—Nos vemos en el colegio —Marie fue la que salió a despedirme.

Anne se había quedado en la cocina con Koert y por lo que parecía él no se iba a ir pronto.

—Nos vemos en el colegio —cogí sus manos.

Miré por encima de su hombro y al ver que su madre no venía le di un corto beso.

—Voy a necesitar más de esos —sonreí al escucharla.

—Tú me encantas, Marie.

—Me gusta que me digas Marie, y no AnneMarie como todos los demás.

—Es que yo no soy como todos los demás.

—¿Ah no? —levantó una ceja.

—No, yo te quiero —sus ojos tomaron un brillo especial. Eran tan bonitos y llenos de vida.

—Y yo te quiero a ti, Alen —de nuevo apretó sus labios a los míos y me sentí flotar por un par de segundos.

—Será muy difícil para mí no poder besarte cuando quiera y tener que fingir que no somos nada —sus manos seguían entre las mías, eran cálidas y suaves.

—Siempre podemos besarnos a escondidas —levanté una ceja en su dirección.

—No eres una dulce niña, Marie.

Cogió el cuello de mi camisa y me atrajo a ella.

—No me conoces bien, Alen —me soltó y me dio un toquecito con su dedo en mi nariz.

—¿Me dejarías conocerte, Marie?

—Por supuesto que sí —sonrió dulce.

—Nos vemos, Marie.

—Nos vemos, Alen.

Di la vuelta y caminé hacia el auto que papá me había prestado. Subí en él y Marie me dijo adiós con la mano, hice lo mismo y arranque. No era tan tarde cuando salí de ahí. Había estado mucho tiempo en la casa de Marie y esperaba que papá no se molestara por eso.

Al llegar a la propiedad salí rápido del auto y entré a la casa. Escuché algo de ruido en la sala. Me encaminé allá y al cruzar vi a mi padre con Mikhail y Joep, bebiendo. Creí que a esas horas el ruso ya estaría en su hotel pero no fue así.

—¿Qué pasa aquí? —le pregunté a Ro que entró y se quedó a mi lado.

—Bueno, que papá te tomó la palabra y el ruso se queda unos días en la casa.

—Si es que se va —musite.

—¿Qué?

—Nada —se cruzó de brazos y bufó —. ¿Por qué estás molesta?

—No estoy molesta, yo no...no lo estoy —espetó.

—Si tú lo dices —golpeó el suelo con el pie y se dio la vuelta para ir a la cocina.

—¡Alen! —gritó Joep —. Ven acá —levantó la mano y me pidió acercarme a ellos.

Robin

Fui a la cocina donde mamá se había quedado. Al entrar revisaba su móvil.

—No puedo creer que lo trate como si...como si lo conociera desde hace tanto, cuando apenas y se conocieron —me senté al lado de mi madre.

Dejó el móvil encima de la isla y me miró.

—¿Por qué te molesta que Mikhail se quede en la casa?

—¿Por qué papá le pidió quedarse? —inquirí.

—No sé, creo que tu padre ve en Mikhail una parte de él cuando era más joven.

—Papá no era como Khail —levantó una ceja —. ¿O sí?

—No sé como sea ese chico, pero tu padre era —pensó —, era Rykel De Vaux, no hay palabras para describirlo, porque él es...

—...único —dijimos las dos al mismo tiempo.

Mamá cogió mis manos.

—No me quiero meter en tu vida, sabes que nunca me ha gustado hacerlo pero creo que te molesta que esté aquí porque te gusta —quise replicar —, soy tu madre y te conozco, Robin, al igual que sé que tú y Joep fueron novios pero tú te fuiste y...

—Todo terminó.

—Si ese chico de verdad te gusta, inténtalo, no huyas.

—Él tiene novia.

—Pues creo que no por mucho tiempo.

—¿Qué quieres decir con eso?

—Tú también le gustas, hija. Espero que eso no les traiga problemas con tu padre —suspiró.

—Pero tú dijiste que...

—Una cosa es que él le agrade y otra muy diferente es que te vea con él, en plan romántico.

—Cierto —suspiré.

—Pero si de verdad te gusta, no importa lo que digan los demás. Haz lo que tú corazón te dicte, Robin —se acercó para darme un beso en la mejilla.

—Y si papá...

—Papá tiene que entender que tanto tú como Alen ya no son unos niños, han crecido, saben lo que hacen y las consecuencias de sus actos. Yo sé que le va a costar pero los tiene que dejar volar, Robin.

Mamá era la mejor persona de todo el mundo. Siempre tenía buenos consejos y nunca te juzgaba. Por eso era mi modelo a seguir. Pasó de ser una niña rota a la que le habían matado a su madre, a ser una mujer que supo sacar a sus hermanas adelante, conoció a mi padre y fue feliz. Eso era lo que yo quería para mí: encontrar el amor.

—Eres la mejor mamá de todo el mundo.

—Creo que si mi madre hubiese vivido, me daría los mismos consejos que te doy yo a ti —un deje de tristeza se instaló en sus orbes.

—¿La extrañas mucho? —apreté sus manos entre las mías.

—Mucho, siempre la extraño, cada día que pasa.

—¿Y a tu papá? —suspiró.

—Poco, la verdad es que desde lo ocurrido con mi madre una parte de mí lo odio mucho y le tuve mucho rencor por muchos años, hasta que supimos que estaba muriendo y que teníamos que despedirnos de él.

—Me imagino que para ti fue difícil tener que cuidar de tus dos hermanas y dejar de estudiar.

—Lo fue, pero por ellas yo daba todo. No me importó dejar de estudiar para que ellas sí tuvieran estudios, más que nada Myrthe, que era la más chica y la que pasó por muchas cosas más.

No me podía imaginar lo que Myrthe sintió cuando vio a su padre asesinar a su madre, tan pequeña y tuvo que vivir un infierno que la marcó para siempre.

—Por eso siempre serás la mejor de todas, porque no te importó sacrificar todo, solo por ellas.

Una dulce sonrisa se dibujó en sus labios.

—Y lo haría otra vez. Así como daría todo por ustedes —me dio un golpecito en la nariz.

No dude en darle un abrazo y acurrucarme en ellos. Su calidez se sentía tan bien. Me abrazó y me dio un beso en la mejilla.

—Te quiero mucho.

—Y yo te quiero mucho a ti, Robin.

Nos separamos.

—Voy a dormir.

—Hasta mañana.

—Hasta mañana, Ro.

Me puse de pie y salí de la cocina para ir a mi habitación, al pasar por la sala alcancé a ver a todos en la sala, hasta Alen se había unido a ellos y bebía un poco. Los ignoré y subí. Cerré la puerta detrás de mí y empecé por quitarme la ropa. Esta noche hacía un poco de calor y eso me agobiaba ya que no podía dormir bien. Dejaba la ventana abierta pero aún así me molestaba.

Después de cepillarme los dientes y trenzar mi cabello me metí bajo las suaves y finas sábanas. Escuché pasos afuera de mi habitación y pude jurar que era la voz de Mikhail, quizá iba a dormir en una de las habitaciones que estaban a un lado de la mía.

Genial, iba a tener la tentación cerca de mí.

Tenía una y mil cosas que me daban vueltas en la cabeza, no dejaba de pensar en lo que me dijo mi madre y lo que Khail me hacía sentir cuando estaba con él. No era solo sentirme deseada, ni como me estremecía cada que él me tocaba, había mucho más detrás y no sabía exactamente que era lo que sentía. Pero si de algo estaba segura es que no era solo atracción o sexo, como yo tanto me lo repetía.

Miré el reloj y eran las tres de la mañana y no podía dormir. Salí de la cama y me puse un traje de baño, nadaría un poco para despejar mi mente, me daría un baño y así iba a poder dormir en paz, ya había funcionado otras veces.

Deje la toalla encima de una de las tumbonas. Me acerqué a la orilla de la piscina y me senté metiendo primero los pies y dejándome caer en el agua que no estaba tan fría. Todo mi cuerpo se estremeció cuando estuve por completo dentro.

Mikhail

Beber tanto no fue una gran idea después de todo. Sentía que todo me daba vueltas y no podía dormir bien. Al girarme y ver al hora en mi móvil me di cuenta que eran las tres de la mañana. Me senté y sentía la boca seca, pastosa. Me puse de pie y salí de la habitación para ir a la cocina por algo de agua. Quizá así se me bajaba un poco el alcohol y ya podría conciliar el suelo.

Al entrar a la cocina fui directo al refrigerador, al abrirlo busque una jarra con agua y me serví un vaso. Me bebí todo el contenido y me serví más. Cerré la nevera y caminé hacia el fregadero pero escuché algo de ruido afuera y decidí asomarme. Quizá era uno de los guardias que andaba por ahí, pero no perdía nada con ver.

Al mirar por la puerta que llevaba al patio de atrás me di cuenta que era Robin la que estaba afuera, en la piscina, nadando. Un nudo se formó en mi garganta y sentí la imperiosa necesidad de ir con ella.

—¿Qué demonios haces?

Sabes que quieres ir.

—Esto es una tontería —tragué saliva.

Pero lo quieres.

Tenía que aceptar que sí, que entre más la tenía cerca más quería estar con ella. Así que me armé de valor y salí de la casa. Caminé hacia la piscina y me quedé esperando que diera la vuelta y saliera de la piscina.

Salió del agua con su rostro lleno de gotas de agua y su cabello escurriendo. Se pasó las manos para quitarse el exceso y al abrir los ojos solo me miró. No había expresión de desagrado o enfado como en la tarde cuando su padre le dijo que me iba a quedar en su casa. Eso no le gustó para nada.

—Khail —se impulsó con ambas manos y se sentó en la orilla de la piscina.

Fui por la toalla que estaba en una de las tumbonas y al regresar se estaba quitando el exceso de agua del cabello.

—Gracias —dijo cuando le entregué la toalla. Me senté a su lado y no me importó mojar mis ropas.

—¿Estás molesta conmigo? —volteé a verla.

—¿Tendría que estarlo? —preguntó ella.

—No sé —me encogí de hombros.

—¿Por qué aceptaste quedarte en la casa?

—Fue algo impulsivo, solo pensé que así podría estar más cerca de ti y no dudé en aceptar la propuesta de tu padre.

—¿Tú quieres estar cerca de mí? —levantó una ceja.

—Sí —lo dije sin pensarlo.

No había mucho que pensar tampoco.

—Yo también quiero estar contigo, Khail —dejó la toalla a un lado y sentí su mano encima de la mía.

—¿Entonces por qué parecía que estabas molesta que haya aceptado quedarme?

—Porque estaba molesta.

—¿Por qué? —inquirí.

—No sé, me molesto por cosas sin importancia. Yo creí que te ibas a ir y no te iba a volver a ver.

—Pues por ahora me vas a tener aquí, rubia. Tu padre quiere que me involucre más en esto. Hemos firmado un papel y eso lo hace mi socio.

—Cuando él sepa que te has acostado con su hija te va a matar.

—No tiene porque saberlo, no aún —me giré hacia ella —. Esto puede ser nuestro sucio secreto.

Levanté mi mano para quitarle un mechón que se había pegado a su costado y lo puse detrás de su oreja.

—¿Ya vamos a tener secretos? —su voz se escuchó sexy.

Sus ojos tomaron un brillo especial.

—Podemos compartir secretos, yo no diré nada y sé que tú tampoco lo harás.

—Sino digo nada es para salvar tu trasero de la ira de mi padre.

—Por ti lo enfrentaría, rubia. No me importaría enfrentarme a su ira con tal de tenerte cerca.

—Esto está yendo lejos, Khail.

—¿Y eso no te gusta? —mis nudillos acariciaron la piel fría de sus mejillas.

—No quiero enamorarme de ti y que te vayas. Algún día lo vas a hacer, te vas a ir, vas a regresar con tu padre y tu molesta novia.

—Si tú me lo pides...—no me dejó terminar.

—No te vayas, Khail, no todavía.

Me pidió con la voz en un hilo y los ojos llenos de suplica.

No podía decirle que no, mucho menos si me miraba así, en la forma que lo hacía en este preciso momento. Ella tenía un gran poder sobre mí y no sabía que tanto podía hacer por ella, pero en este momento lo haría todo.

En menos de un parpadeo tenía su lengua dentro de mi boca y sus manos en el cuello de mi camiseta atrayéndome a ella. Su cuerpo estaba mojado pero no me importó tocar por todos lados con tal de sentirla de nuevo. Me sentía en la puta gloria por besarla de nuevo.

—No sigas, sino tus padres se van a dar cuenta de que me tienes como un loco —tenía mi frente pegada a la suya. Sonrió y dejó un dulce y casto beso sobre mis labios.

—¿Quieres dormir conmigo?

—¿En tu cama o en mi cama?

—No importa donde sea, Khail, solo quiero que me abraces —me puse de pie y le ayudé para que hiciera lo mismo.

Cogí la toalla y la puse sobre sus hombros.

—Eres un caballero —entramos a la casa.

—Solo por ti —musité.

Dejé un beso en su sien y subimos a su habitación.

Pasamos a su habitación para que se quitara el traje de baño. Se dio un baño y se puso una sexy pijama, era un conjunto de una blusa con tirantes, la tela era brillosa y suave, al igual que el short que traía puesto y dejaba ver sus largas piernas.

Cerré la puerta de la habitación que estaba ocupando, al voltear a ver la cama, Robin ya estaba arriba, en una posición sexy, muy sexy. Levantó su mano y con su dedo me hizo una seña para acercarme a ella.

—Ven aquí, ruso tonto.

—Rubia —me acosté a su lado.

Puso una mano sobre mi estómago y una de sus piernas encima de las mías.

—Hasta mañana, Khail —me dio un beso en la mejilla.

—Hasta mañana, rubia.

Le di un beso en la frente.

Devany

Me encontraba sentada en una de las bancas que daban al patio, en medio de los dos edificios que pertenecían al colegio.

Esta vez no tenía un libro sobre las manos, solo un delicioso helado de fresa que degustaba en total silencio. No había nadie a estas horas ya que todos estaban en clases, menos yo, no quise entrar a clases y en lugar de quebrarme la cabeza con problemas y números decidí saltarme la clase y comer un helado. Nada más que eso.

Aunque mi felicidad no podía ser eterna. No, no, una personita tenía que arruinarlo todo. O no arruinarlo solo...mejorarlo.

—¡Dev! —lo escuché gritar de lejos.

Al voltear ahí venía él, con una gran y fastidiosa sonrisa sobre los labios y la mano en alto para que me diera cuenta que era él. Como si su voz y la efusividad que usaba no lo delatara.

—Ay no —me di un ligero golpe con la palma en la frente.

—¿Por qué no entraste a clase? —se sentó a mi lado, dejando su mochila a un lado.

No dije nada, solo le mostré el helado que sostenía en una mano.

—¿Por un helado?

—No es cualquier helado, es el mejor helado que existe en todo el mundo —le mostré la servilleta con el logo de la heladería a la que me gustaba ir y comprar.

—¿Saliste del colegio por un helado?

—No es cualquier helado —dije de nuevo.

—Sí, sí. Pero, ¿no tienes problemas con tus padres por eso?

—No.

—¿Me das? —volteé a verlo. Fruncí el ceño —. Somos novios, ¿recuerdas?, y los novios se comparten todo, hasta la saliva.

—¿Qué? —por inercia me corrí unos centímetros alejada de él.

—¿Nos besamos?

—¡No!, Elián, no —sacudí la cabeza.

—Es broma —me dio un ligero empujón —. ¿No te gustan las bromas?

—No —dije seria.

—Recordatorio —fingió sacar una libreta, un bolígrafo y empezó a escribir en el aire —. No hacer bromas tontas frente a Dev.

—Eres todo un caso, Elián.

—¿Entonces que hacemos?

—¿Cómo que qué hacemos? Yo voy a disfrutar de mi helado y tú puedes irte ya —le hice una seña con la mano para que se fuera. Pero él hizo todo lo contrario.

—¡Ya sé!, podemos salir del colegio e ir por algo de beber. La cafetería de tu tío Hein es una buena opción.

—¿Qué?, no. Yo solo quiero come...

—Vamos —me cogió de la mano y me llevó con él afuera del colegio.

—Elián.

—¿Sí? —se acomodó las correas de la mochila.

—¿No vas a tener problemas con tus padres por salirte del colegio? —volteé a verlo.

—No creo, mi mamá no está en la casa y mi padre...no lo he visto en diez años, así que no creo.

—¿Diez años? ¿Acaso él falleció?

—No, él y mi madre se separaron, él se fue, se casó, tiene más hijos y se olvidó de mí —sonrió de manera triste.

—Lo lamento.

—Gracias, pero yo no lo lamento. Cuando una persona quiere estar en tu vida no lo obligas a que esté, solo está y ya.

—¿Esto lo dices por tu padre o por ti, conmigo?

—La segunda.

Fuertes declaraciones.

—Yo...no sé que decir a esto.

—No digas nada. Sé por lo que has tenido que pasar —él se refería a lo que pasó con el idiota ese.

—Creo que todos lo saben —negó con la cabeza.

—No, ellos saben una versión de la historia, pero yo sé que esa no es la verdad.

—¿Cómo estás tan seguro?

—Porque tú no eres lo que él dijo que eras, mintió —con el pie pateé una rama que se atravesó en mi camino —. Solo para salirse con la suya y quedar como la victima, te hizo quedar mal a ti.

—Es lo que hacen las personas, quedar bien con todos y embarrar a los demás para que no sepan la mierda que son —sonreí con amargura.

—No todos somos así.

—No confío en nadie, Elián.

—¿Ni en mí? —levantó una ceja.

—No.

Creí que se iba a sentir mal por lo que dije pero no fue así. Al contrario, solo sonrió y me miró de reojo.

—Haré que confíes en mí, Dev —resoplé y cerré los ojos.

No sé que quería pero lo que fuera podía olvidarlo ya.

Caminamos unos minutos más hasta que llegamos a la cafetería del tío Hein, Elián me abrió la puerta y se hizo a un lado para que pasara primero. No había muchos estudiantes a esa hora, ya que se supone todos estaban en clases. Esperaba que papá no se enterara que había faltado a clase.

Buscamos una mesa y Elián hizo la silla hacia atrás para que me pudiera sentar.

—Gracias —en ese momento uno de los chicos se acercó a nosotros.

Dejé la mochila en la silla a mi lado derecho, donde Elián dejó la suya.

—Tú eres Devany, la prima de Hennie.

Al voltear a verlo me di cuenta que era Mannes, el chico que siempre miraba con demasía a Hennie.

—Sí, soy yo —miró a Elián a mi lado.

—Él es Elián mi compañero —el susodicho levantó la mano en forma de saludo.

—Hola.

—¿No se supone que debes estar en el colegio? —me encogí de hombros.

—No le digas a nadie —le advertí con un dedo en alto.

—No lo haré —empezó a escribir en su pequeña libreta —. ¿Qué les voy a ofrecer?

—Yo solo quiero un café y galletas.

—Yo quiero una malteada de chocolate y un brownie.

—Ahora regreso con su pedido —se dio la vuelta y fue hacia la barra, donde Niek estaba preparando un café.

—¿Tú lo conoces? —con la cabeza señaló a Mannes que ya estaba detrás de la barra.

—Es un conocido, le habla a Hennie.

—Menos mal.

—¿Disculpa?

—Nada.

—Ahora me dices —me acerqué con la intención de pellizcar su brazo pero retrocedió en su silla y se alejó lo más que pudo de mí.

—Nada —su rostro era un sufrimiento, levantó la manos para protegerse de mí.

—No soy tan mala como todos piensan —suspiré y regresé a mi lugar.

—Yo nunca he dicho que lo seas.

—No, pero por como me miras parece que sí.

—Solo pones una barrera, Dev, es normal que lo hagas. Te han lastimado mucho para que confíes en cualquier persona así como así.

—¿Ahora entiendes porque desconfío de ti? —asintió con la cabeza —. ¿Y entonces porque no te alejas de mí?

—Por el simple hecho que no quiero hacerlo, Dev, me agradas, me caes bien, eres inteligente, agradable...

—¿Aún con mi mal humor? —hizo una mueca —. Oye —le di un golpe en el brazo.

—Aún con tu mal humor, Devany —puso una mano encima de la mía.

Tenía que alejarme de él, decirle que no lo hiciera, que no me tocara, que no lo volviera hacer y darle un buen golpe en la mejilla, pero no lo hice, ¿por qué no lo hice?, porque el calor que su mano me brindó fue suficiente para dejar que lo hiciera, que su mano tocara la mía y le diera un apretón con la suya, no tan cuidada por el korfball.

—Aquí están sus bebidas —Mannes se acercó y dejó sobre la mesa lo que le habíamos pedido —. ¿Te puedo hacer una pregunta? —habló de pronto.

—Dime —le presté atención.

—¿Tú sabes que es lo que gusta a Hennie?

—¿Aparte de no hacer nada, leer, comer galletas y tomar café? —levanté una ceja.

—Sí.

—¿Ella te gusta? —le preguntó Elián.

—¿Quien?

—Hennie, ¿te gusta?

—Sí, eso creo.

—¿Eso crees? —inquirí.

—Bueno, sí me gusta.

—Hace mucho que ella no tiene novio. Tampoco es que tenga un modelo de chico perfecto.

—¿No? —negué con la cabeza.

—No. Solo sé tú mismo —sus cejas se hundieron.

—Ser yo mismo no me ha llevado muy lejos —suspiró.

—Hennie es una chica a la que le gustan las cosas sencillas como ir al cine, ver una película, tomar chocolate en un día lluvioso, tomar el sol, leer...no creo que sea complicado que la puedas conquistar. Solo muestrale quien eres, lo que te gusta hacer y ya.

—¿Y ya? ¿Así nada más?

—No es tan complicado, ¿o sí? —volteé a ver a Elián y él negó con la cabeza.

—Creo que voy a seguir tus consejos y sino funciona será tu culpa —me señaló y se disponía a irse.

—A mí no me culpes de tus fracasos —le reñí.

Sonrió y se alejó para atender a unas chicas que iban entrando.

—¿Cómo te vas a regresar a casa? —cogí la taza. Miré a Elián.

—¿Yo? —levantó ambas cejas.

—Sí tú.

—Caminando.

—¿Caminas todos los días de tu casa al colegio? —le di un sorbo a mi café. Estaba caliente y sabía muy rico.

—Por las mañanas me vengo en el bus y por la tarde camino de regreso.

—¿Por qué?

—Porque mi madre no confía en mí como para darme un auto que manejar. Dice que no soy lo suficiente maduro para tener uno.

—Tu madre me cae mal —sonrió —. Lo digo en serio.

—Creo que si la conocieras también le ibas a caer mal.

—Que alivio —suspiré.

—No eres la clase de chica que ella quiere para mí.

—¿Y qué clase de chica quiere para ti? —le dio una mordida a su brownie, se veía rico.

Quizá pedía uno para llevar, o le decía a mi madre que me ayudara a preparar unos.

—Como las chicas que te molestan.

Fingí vomitar por lo que dijo.

—Que asco —rio —. Lo dicho, tu madre me cae mal.

—Eres agradable, Dev.

—Soy un amor de persona —los dos reímos —. No es cierto, soy amargada, enojona y molesta. Eso dice Mees todo el tiempo.

—No le hagas caso, tú eres como eres y si a las personas no les agrada sacalas de tu vida, así de simple.

¿Por qué era tan lindo? Ahora me era imposible odiarlo.

—¿Quieres que te llevemos a tu casa?

Cambie rápidamente de tema.

—No podría aceptar, yo...

—Vamos, Elián. Has hecho que mi día de mierda sea más agradable, acepta por favor.

—Está bien.

De nuevo aquella sonrisa en sus labios.

Caminamos a mi casa, ya que todavía era temprano y el sol no se ocultaba. Al entrar a la propiedad Elián miró a todos lados, curioso ante lo que había frente a sus ojos.

—Cuantos guardias —uno de los hombres pasó frente a nosotros.

—Es por lo que pasó con el Geen.

—Lamento mucho lo que pasó, pero me alegra que estés bien —le sonreí.

—Gracias —caminamos hacia la casa y al empujar la puerta vaya sorpresa que me lleve al ver a mi padre detrás con los brazos cruzados —. Papá.

—¿Donde estabas? —miró encima de mi hombro, el direcció a Elián —. ¿Y quien es él?

Frunció el ceño. Al verlo Elián levantó una mano.

—Hola, señor De Vaux. Mi nombre es Elián —mi padre seguía sin comprender quien era.

—Es mi compañero.

—¿Y por eso te saliste del colegio? —se veía molesto.

—Es que yo...no me sentía bien.

—Hubieras llamado para ir por ti.

—Sí, yo...—no sabía que decir para justificarme.

—Fue mi culpa —intervino Elián. La mirada que le echó mi padre hacía correr a todos, pero no a él.

—¿Disculpa? —papá pasó a mi lado —. ¿Tú fuiste el culpable que me hija se saliera del colegio?

—Algo así —tragó saliva.

—¿Qué? —ahora estaba más exaltado que antes.

—No, no fue él. Yo me había salido antes por un helado y después me empecé a sentir mal y me dijo que me traía a la casa, pasamos por un café y se nos fue el tiempo.

Papá se giró a verme y entornó los ojos.

—Eres una mala mentirosa.

Se dio la vuelta y fue a la sala.

—¿Eso es todo? —casi le grito para que me escuchara.

—Vamos a llevarlo a su casa —cuando regreso traía las llaves en su mano —. No quiero que sus padres lo castiguen.

Deje mi mochila al pie de las escaleras y salí de nuevo.

Esto iba a ser incómodo, de eso estaba más que segura. Mi padre, Elián y yo en el mismo auto no presagiaba nada bueno.

🌸🌸🌸🌸

Capítulo largo, espero les gusten así, que valga la pena que ayer no pude subir. Espero les haya gustado el capítulo, y disfruten de todos los personajes, díganme cual es su personaje favorito y su pareja favorita hasta al momento, los leo 👀.

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